martes, 17 de mayo de 2016

[Poesía y pintura] Hoy, con José Joaquín de Mora y Sandro Botticelli




Apolo y las Musas, de Bertel Thorvaldsen


Durante las próxima semanas voy a intentar unir en una misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor en lengua española y de mis pinturas clásicas favoritas. Espero que sean de su agrado. Hoy dedico la entrada al poeta José Joaquín de Mora y al pintor Sandro Botticelli.







José Joaquín de Mora y Sánchez (1783-1864) fue un escritor, educador, periodista, poeta, jurista y político español. Profesor de Filosofía en la Universidad de Granada y amigo de Francisco Martínez de la Rosa y Antonio Alcalá Galiano, combatió en Bailén, donde fue hecho prisionero, permaneciendo en Francia hasta 1814. Durante el Trienio Liberal (1820-1823) colaboró, redactó y dirigió numerosos periódicos liberales madrileños. Derogada la Constitución de 1812 emigró a Londres donde se convierte al protestantismo y hace amistad con Bernardino Rivadavia y Andrés Bello. En 1826 marcha a América y redacta la Constitución chilena de 1828. Regresa a España en 1843 y en 1848 es elegido miembro de la Real Academia Española. Escribió sobre derecho y filosofía. Sus poemas son de corte neoclásico, pero con influencias románticas. Les dejo con su soneto Hermosa fuente que al vecino río.


Hermosa fuente que al vecino río
sonora envías tu cristal undoso
y tú, blanda cual sueño venturoso,
yerba empapada en matinal rocío;

Augusta soledad del bosque umbrío
que da y protege el álamo frondoso:
amparad de verano riguroso
al inocente y fiel rebaño mío.

Que ya el suelo feraz de la campiña
selló julio con planta abrasadora
y su verdura a marchitar empieza

y alegre ve la pampanosa viña
en sus yemas la savia bienhechora,
nuncio feliz de la otoñal riqueza.


Sandro Botticelli (Autorretrato)


Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi (1445-1510), apodado Sandro Botticelli, fue un pintor del Quattrocento italiano. Su reputación artística disminuyó con su muerte, recuperándose desde finales del siglo XIX; desde entonces, su obra se ha considerado exponente máximo de la gracia lineal de la pintura del primer Renacimiento. "El nacimiento de Venus" y "La primavera" son dos de sus obras más conocidas. Se expusieron por primera vez en la galería de los Uffizi, Florencia, en 1815.





El nacimiento de Venus (S.Botticelli, G. Uffizi, Florencia)


"El nacimiento de Venus" está ejecutada al temple sobre lienzo y mide 278,5 centímetros de ancho por 172,5 cm de alto. Se conserva en la Galería de los Uffizi, Florencia. Se considera que debió pintarse entre 1482 y 1484, en cualquier caso, después de la estancia romana de Botticelli.


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Reedición] Sobre el origen del universo y la vida después de la vida



Fotografía del Universo tomada por el telescopio Planck


"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean.   

***
A mi amiga Jesús

Hace unos días publiqué en el blog una entrada: "El sinsentido de la existencia", que contrariamente a lo que yo pensaba no ha despertado excesivo interés por parte de los lectores del blog. Apenas unos cuantos lectores se han acercado a curiosearla... Lo que me confirma en la idea de que lo de "interesante" es un concepto absolutamente relativo ajeno a toda realidad objetiva. De todas maneras, cabezota que es uno, insisto en el tema. Decía en ella que yo no le encontraba excesivo sentido a la misma, a la existencia. Que era de los que piensa que estamos aquí por puro azar. Que somos polvo de estrellas. Que al final vamos a desaparecer sin dejar rastro. Que todo lo que ha existido se extinguirá sin dejar recuerdo ninguno de su existencia ni de su paso por el mundo. Que nada quedará, ni siquiera memoria... Y que hay pocas cosas que puedan consolarnos de ese sinsentido de la existencia. Entre ellas, el amor, la amistad y los libros.

A pesar de ser de formación académica en letras y humanidades, reconozco que siento la pasión del neófito por la Ciencia. Y que a pesar de esa pasión, no entiendo absolutamente nada sobre ella. La Madre Naturaleza no me ha dotado con las cualidades necesarias para acceder, ni por aproximación, a los arcanos de la física, la química o la cosmología. Por eso, cuando leo un artículo tan denso como el publicado en el último número de Revista de Libros por el profesor Viatcheslav Mukhanov, catedrático de Cosmología de la Ludwig-Maximilians Universität, de Munich, y premio Gruber de Cosmología 2013, titulado El Universo Cuántico: de la Nada al Todo, se me disparan automáticamente todas las neuronas y entro en una especie de trance del que me resulta difícil salir. Y aquí estoy a la 1:38 de la madrugada (hora insular canaria), intentando relajarme a base de darle algún sentido racional a la pantalla en blanco de mi portátil.

El citado artículo se abre con una frase del físico estadounidense Steven Weinberg, profesor de la Universidad de Texas, en Austín, y premio Nobel de Física 1979, tomada de su libro Los tres primeros minutos del universo (1977), que dice así: "Los esfuerzos para comprender el universo son una de las poquísimas cosas que elevan la vida humana un poco por encima de la farsa y que le otorgan algo de la elegancia de la tragedia". Polemista como pocos, el profesor Weinberg es también autor de una frase que ha hecho fortuna entre los científicos norteamericanos. Como el también polemista y biólogo Richard Dawkins, Weinberg mantiene una cruzada sin tregua, casi a vida o muerte, contra las tendencias "creacionistas" de buena parte de los científicos estadounidenses. Para no alargarme, dice Weinberg: "La religión es un insulto a la dignidad humana. Con o sin religión siempre habrá buena gente haciendo cosas buenas y mala gente haciendo cosas malas. Pero para que la buena gente haga cosas malas hace falta la religión". Comparto plenamente las dos primeras oraciones de la frase. La segunda, no tanto. Mi beligerancia no llega a tal extremo.

No puedo, por falta de capacidad, resumirles el artículo del profesor Mukhanov, pero les invito a leerlo si están interesados en ese asunto de la Cosmología y la Física Cuántica y el origen del Universo. Es lo más reciente que se ha escrito al respecto. Y dada la valía científica de su autor, merece la pena intentarlo.

Pero yo, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y el Guiniguada por Las Palmas, vuelvo a lo que me es y resulta más asequible: el sentido de la vida o de la existencia y la pervivencia de vida después de la vida. Personalmente no creo en ella. Me gustaría hacerlo, pero no me es posible. Ni tan siquiera a pesar de la admiración que siento por Teilhard de Chardin y las puertas que al respecto abre la lectura de su libro El fenómeno humano, una de las obras científicas que más profunda e indeleble huella ha dejado en mí. Somos unos recién llegados en la historia de la evolución, y desde luego resulta difícil aceptar que seremos los últimos. Pero esas son cosas que explica mejor la neurobiología que la religión. Y no soy experto en ninguna de las dos. Así pues, aprovechando mi ignorancia, vuelvo a retomar lo dicho por otros, ahora sobre eso de la vida después de la vida, en la que yo no creo pero me gustaría creer. Aunque en ningún caso sea un asunto que me ocupe ni preocupe en lo más mínimo.

En la autobiografía del escritor israelí Amos Oz de la que vengo hablando en estos últimos días, Una historia de amor y oscuridad (Siruela, Madrid, 2004), hay unas páginas que el autor dedica a su relación como alumno con el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén Samuel Hugo Bergman. No me resisto a transcribirlas literalmente, y espero que tengan la paciencia de leerlas hasta el final y comprenderán la razón (o sinrazón) de esta entrada, si es que han sido capaces de leer igualmente el enlace de más arriba.

"Después de hacer el servicio militar-dice Oz-, en el año 1961, la secretaría del kibbutz Hulda me envió a estudiar dos años a la Universidad Hebrea. Estudié literatura, porque el kibbutz necesitaba con urgencia un profesor de literatura de enseñanza media, lo que nosotros llamábamos "clases de continuación", y estudié filosofía porque me empeñé en estudiar filosofía. Cada lunes, de cuatro a seis de la tarde, había unas cien personas reunidas en el aula magna del edificio Meiser para oír el ciclo de conferencias del profesor Samuel Hugo Bergman sobre el tema "La filosofía dialéctica de Kierkegaard a Martin Buber". También Fania, mi madre, estudió filosofía con el profesor Bergman en Har Hatzofim en los años treinta, antes de casarse con mi padre, y él la recordaba con afecto y cariño. En el año 61 el anciano Bergman ya era un profesor jubilado, emérito, pero nosotros estábamos fascinados por su lúcida y penentrante sabiduría. Me emocionaba pensar que el hombre que estaba ante nosotros había sido compañero de clase de Kafka, y durante dos años -eso nos contó una vez- se sentó en el mismo pupitre que Kafka en el "gimnasium" de Praga, hasta que llegó Max Brod y le quitó el sitio.

Durante aquel invierno, Bergman invitaba a cinco o seis alumnos, los que le resultaban más simpáticos o por los que se interesaba más, a ir a su casa una o dos horas después de clase. Todos los lunes, a las ocho de la tarde, yo llegaba en el autobús número 5 desde el nuevo campus de Guivat Ram al modesto piso del profesor Bergman en Rehavia. Un ligero olor, continuo y agradable, una mezcla de polvo de libros, pan recién hecho y geranios, flotaba en la habitación. Nos sentábamos en el sofá y en la alfombra  a los pies de nuestro gran maestro, amigo de juventud de Kafka y de Martin Buber y autor de los libros en los que estudiábamos la historia de la epistemología y los principios de la lógica, y permanecíamos en absoluto silencio esperando sus palabras. Samuel Hugo Bergman era un hombre corpulento incluso de viejo. Con su melena canosa, con sus sonrientes arrugas de ironía en las comisuras de los párpados, con su mirada perspicaz pero inocente y pura como la de un niño curioso, Bergman se parecía mucho al viejo Albert Einstein de las fotografías. Con su acento alemán-checo caminaba por la lengua hebrea no con naturalidad y propiedad sino con cierta solemnidad festiva, como un pretendiente feliz cuya amada por fin le correspondía y ya podía enorgullecerse y demostrarle que no se había equivocado con él.

Casi el único tema que trataba nuestro maestro en esos encuentros privados era la pervivencia del alma, o la posibilidad, si es que existía alguna posibilidad, de una existencia después de la muerte. De eso nos hablaba las tardes de los lunes de aquel invierno, mientras la lluvia golpeaba las ventanas y el viento silbaba en el jardín. A veces nos pedía nuestra opinión y escuchaba atentamente, no como un maestro paciente vigilando los pasos de sus alumnos, sino como alguien que estuviera oyendo una obra musical muy compleja y entre todos los sonidos tuviese que localizar uno especial, menor, y determinar su autenticidad.

-Nada -nos dijo una de aquellas tardes inolvidables para mí, hasta tal punto no lo he olvidado que creo que podría repetir sus palabras casi al pie de la letra-, nada desaparece. Jamás. De hecho la palabra "desaparición" supone que el universo es aparentemente finito y que es posible alejarse de él. Pero naaada (alargó a propósito esa palabra), naaada sale jamás del universo. Ni tampoco entra en él. Ni una sola mota de polvo desaparece ni se añade. La materia se transforma en energía y la energía, en materia, los átomos se unen y se vuelven a separar, todo cambia y se transforma, pero naaada puede pasar de ser a no ser. Ni el más minúsculo pelo que pueda brotar en la punta de la cola de un virus. El concepto de infinito es completamente abierto, abierto hasta el infinito, pero al mismo tiempo es un concepto cerrado herméticamente: nada sale y nada entra. Pausa. Una sonrisa desnuda e ingenua se expandía como la luz del ocaso por el paisaje de arrugas de su rostro rico, fascinante: 

-Y entonces por qué, tal vez alguien pueda explicármelo, por qué se empeñan en decirme que lo único que se aparta de esta regla, lo único que está destinado a ir al infierno, a convertirse en no ser, lo único a lo que le espera la aniquilación total en todo el universo, donde ningún átomo puede reducirse a la nada, es precisamente a mi pobre alma. ¿Es que cualquier mota de polvo y cualquier gota de agua va a continuar existiendo eternamente, aunque con otra forma, todo excepto mi alma? 

-El alma  -murmuró algún joven y perspicaz genio desde un rincón de la habitación- aun no la ha visto nadie.

-No -aceptó Bergman de inmediato-, pero tampoco las leyes de la física y las matemáticas se las encuentra uno por los cafés. Tampoco la sabiduría, la necedad, el placer o el miedo. Nadie ha metido aun una pequeña muestra de alegría o de nostalgia en una probeta. Pero, mi querido joven, ¿quién te está hablando ahora? ¿Los humores de Bergman te están hablando? ¿Su bazo? ¿Será por casualidad el intestino grueso de Bergman el que está filosofando contigo¿ ¿Y quién, perdóname, provoca en este momento esa sonrisa tan poco agradable en tus labios? ¿No es tu alma? ¿Los cartílagos tal vez? ¿Los jugos gástricos?

Y en otra ocasión dijo:

-¿Qué nos espera después de la muerte? Naaadie lo sabe. De cualquier modo es un desconocimiento que comporta cierta demostración o cierto potencial de persuasión. Si yo cuento esta tarde que a veces oigo la voz de los muertos y que su voz es más clara y comprensible para mí que la mayoría de las voces de los vivos, tenéis todo el derecho a decir de inmediato que este viejo se ha vuelto loco. Que ha perdido un poco la cabeza por el espanto que le causa la cercanía de la muerte. Por tanto no os hablaré de voces, esta tarde os hablaré de matemáticas: como naaadie sabe si hay algo o no hay nada más allá de nuestra muerte, de este desconocimiento absoluto se puede concluir que la posibilidad de que exista algo es exactamente igual a la posibilidad de que no exista nada. Un cincuenta por ciento para la aniquilación y un cincuenta por ciento para la pervivencia. Para un judío como yo, un judío de Centroeuropa de la generación del holocausto nazi, esa posibilidad de pervivencia completamente estadística no es en absoluto despreciable.

Por aquellos años también a Gershom Scholem, amigo y admirador de Bergman, le fascinaba al tiempo que le mortificaba la cuestión de la vida después dela muerte. La mañana en que informaron por la radio de la muerte de Scholem escribí: Gershom Scholem ha muerto esta noche. Ahora lo sabe.

También Bergman lo sabe ya. También Kafka. Y mi madre y mi padre. Y sus conocidos y amigos, y la mayoría de los hombres y mujeres de aquellos cafés, aquellos que utilicé para contarme historias y aquellos que ya han caído en el olvido, todos lo saben ahora. Algún día también nosotros lo sabremos. Y mientras tanto seguiremos aquí recopilando diferentes datos. Por si acaso".

Espero que les haya resultado interesante. Yo he disfrutado mucho escribiéndola. Y ahora, sean felices también ustedes, por favor, y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



El escrito israelí Amos Oz (1939)


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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)
Publicada originariamente con fecha 27 de junio de 2014

lunes, 16 de mayo de 2016

[Humor en cápsulas] Lunes, 16 de mayo de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7,  Morgan; La Provincia, Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, Forges, Peridis, Ros y El Roto, en su edición nacional. Espero que disfruten de las mismas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Galdós en su salsa] Hoy, con "La Corte de Carlos IV".




Estatua de Galdós en Las Palmas de G.C. (Pablo Serrano, 1969)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal, no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que acaban de cumplirse 173 años, voy a ir subiendo al blog a lo largo de los próximos meses su copiosa obra narrativa, que comencé hace unos días con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, militar que había participado y combatido en ella.

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español. Considerado como uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser propuesto por diversos especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope ningún escritor fue tan popular, ninguno tan universal desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912.

La Corte de Carlos IV es la segunda novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de Galdós. Prosiguen en ella las aventuras del joven Gabriel de Araceli, que después de haber asistido a la batalla de Trafalgar aparece ahora en Madrid en un momento en que van ocurrir los sucesos históricos conocidos como "La conspiración de El Escorial", una traición urdida por el príncipe Fernando y sus partidarios en contra de su padre el rey Carlos IV. La trama relata como es descubierta y desmantelada la conjura y los posteriores juicios a sus participantes, reflejando con minuciosidad la situación de la corte española a principios del siglo XIX. Pueden leerla o descargarla en el enlace anterior en la versión existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante. Disfrútenla.


La familia de Carlos IV (Francisco de Goya, 1801. Museo del Prado, Madrid)



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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[Reedición] El sinsentido de la existencia







"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean.   

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Vivir es tener una historia que contar a quienes vienen después... Me repito, lo sé. Es la misma frase con la comenzaba mi entrada de hace unos días sobre la abdicación del rey Juan Carlos. Solo que esta vez creo que viene más oportuna. Se cuenta que un afamado escritor contemporáneo suyo le preguntó al filósofo británico David Hume (1711-1776) si no tenía miedo a la muerte o preocupación por el más allá. La respuesta de Hume fue que si nunca le había preocupado saber donde había estado antes de nacer difícilmente iba a preocuparle lo que le ocurriera después de morir.

Me parece una respuesta inteligente y madura. Hace unos días comentaba con dos buenas amigas la impresión que me había causado el libro El corazón de las tinieblas, del escritor polaco-británico Josep Conrad (1857-1924), que acababa de terminar de leer, y en la que cobraba sentido esa pregunta sobre el sinsentido de la existencia: "Luchar a brazo partido con la muerte es lo menos estimulante que puede imaginarse. Tiene lugar en un gris implacable, sin nada bajo los pies, sin espectadores, sin clamor, sin gloria, sin un gran deseo de victoria, sin un gran temor a la derrota, en una atmósfera enfermiza de tibio escepticismo, sin demasiada fe en los propios derechos, y aun menos en los del adversario. Si tal es la forma de la última sabiduría, la vida es un enigma mayor de lo que alguno de nosotros piensa. Me hallaba a un paso de aquel trance y sin embargo descubrí, con humillación, que no tenía nada que decir".

Tremendo y desolador alegato sobre la existencia, sobre el sentido de la vida... Yo, la verdad, no sé si lo tiene. Soy de los que piensa que no. Que estamos aquí por puro azar. Que somos polvo de estrellas, como dice uno de los personajes de El mundo de Sofía, del escritor noruego Jostein Gaarder (1952). Que al final vamos a desaparecer sin dejar rastro. Que todo lo que ha existido se extinguirá sin dejar recuerdo ninguno de su existencia ni de nuestro paso por el mundo. Y no me refiero al paso personal de cada uno de nosotros, que no tiene mayor importancia, sino al de la humanidad completa. De la que nada quedará, ni siquiera memoria...

Hay pocas cosas que puedan consolarnos de ese sinsentido de la existencia, Entre ellas, el amor, la amistad y los libros. El amor de las personas más cercanas: esposos, hijos, nietos, padres, hermanos. La amistad, el más noble de los sentimientos humanos, el que nos hace solidarios con los otros: "Un poco de generosidad, y el hombre es un paraíso para el hombre", dejo dicho Jean-Paul Sartre (1905-1980). Y los libros y la historia, claro, porque nos permiten conocer lo que otros han hecho antes que nosotros; y dejar constancia de lo que nosotros hemos hecho antes de que lleguen los siguientes.

Estoy leyendo ahora mismo una bellísima autobiografía del escritor israelí Amos Oz (1939) titulada Una historia de amor y oscuridad (Siruela, Madrid, 2004). Un relato sobre su familia, que se inicia a mediados del siglo XIX en Europa oriental y continúa hasta el Israel del siglo XXI: "Cuando era pequeño, cuenta Oz en las primeras páginas, quería crecer y ser libro. No escritor, sino libro: a las personas se las puede matar como a hormigas. Tampoco es difícil matar a los escritores. Pero un libro, aunque se lo elimine sistemáticamente, tiene la posibilidad de que un ejemplar se salve y siga viviendo eterna y silenciosamente en una estantería olvidada de cualquier biblioteca perdida de Reikjavik, Valladolid o Vancouver". Por eso he repetido al inicio de esta entrada de hoy lo de que vivir, a fin de cuentas, no es más que tener una historia que contar a los que vienen después...

Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt







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Publicada originariamente con fecha 12 de junio de 2014

domingo, 15 de mayo de 2016

[Humor en cápsulas] Domingo, 15 de mayo de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7,  Morgan; La Provincia, Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, Forges, Peridis, Ros y El Roto, en su edición nacional. Espero que disfruten de las mismas.










Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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[Cuentos para la edad adulta] Hoy, con "Las babas del diablo", de Julio Cortazar





El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Durante los próximo meses voy a traer hasta el blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Phili p K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.

Continúo hoy la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado Las babas del diablo, de Julio Cortázar (1914-1984), escritor, traductor e intelectual argentino, nacionalizado francés en 1981. Está considerado como uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general y creador de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en el mundo hispano, rompiendo los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal. Debido a que los contenidos de su obra transitan en la frontera entre lo real y lo fantástico, suele ser puesto en relación con el realismo mágico e incluso con el surrealismo.

La historia de Las babas del diablo está contada simultáneamente por dos narradores, que a medida que avanza el cuento descubrimos que es uno solo que ve la situación desde dos puntos de observación de la realidad diferentes. No les adelanto nada más. Disfrútenla.





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Entrada núm. 2728
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sábado, 14 de mayo de 2016

[Humor en cápsulas] Sábado, 14 de mayo de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7,  Morgan; La Provincia, Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, Forges, Peridis, Ros y El Roto, en su edición nacional. Espero que disfruten de las mismas.






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[Reedición] Mi subida al Roque Nublo






"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean.   

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Al atardecer de un 29 de marzo de 1967, a bordo del Caravelle de Iberia que me traía a isla de Gran Canaria desde Madrid, vi por vez primera el Nublo recortándose en el horizonte, con la majestuosa silueta del Teide, en la isla de Tenerife, al oeste, casi coincidiendo con la puesta del sol.  

El Roque Nublo es el monumento natural más emblemático de Gran Canaria. Uno de los mayores roques basálticos del mundo. Situado prácticamente en el centro geográfico de la isla, en una zona muy abrupta de origen volcánico, alcanza una altura de 80 metros desde su base y de 1813 metros sobre el nivel del mar. Fue lugar mágico, de culto, junto a su vecino el Roque Bentayga, de los aborígenes prehispánicos y hoy ocupa sin duda alguna el epicentro de los sentimientos más profundos de todos los grancanarios.

Ayer hizo 47 años, 3 meses y 5 días que lo ví por vez primera a 9000 metros de altura, y cinco años que subí a pie hasta él. No sé por qué no lo hice antes. Quizá porque estaba allí desde hacía unos cuantos millones de años y sabía que no se me iba a escapar. Que siempre iba a estar esperándome. Ayer hizo cinco años que subí por vez primera hasta la base del Roque Nublo. Me había prometido volver a hacerlo, ahora ya con un poco más de preparación, con toda la familia: mi mujer, mis hijas, mis nietos y mis yernos. Tengo la impresión de que es una intención que no va a poder realizarse; por falta de fuerzas y  de ánimo sobre todo. 

La visita de hace cinco año, la primera y única, fue bastante impremeditada, pues solo había salido con mi mujer y mi yerno más joven con la intención de dar un paseo en coche por las cumbres centrales de la isla y subir hasta su punto más alto, el Pozo de Las Nieves, a 1949 metros de altitud, justo donde termina la carretera que llega hasta allí. El día estaba espléndido, no como hoy que ha sido lluvioso y fresco, al menos en Las Palmas. Casi de repente, cuando ya bajábamos hacia la costa sur de la isla buscando un restaurante rural donde comer nos encontramos de bruces con el letrero que anunciaba el sendero forestal que lleva hasta la base del Roque Nublo. Y no pudimos ni supimos resistir la tentación... De lo impremeditado de la subida daba prueba que ni tan siquiera llevábamos una máquina de fotos o un móvil para inmortalizar nuestra hazaña. Los tres íbamos en chanclas y sin una mísera gorra que echarnos a la cabeza. Pero mereció la pena.

De todas maneras no se crean eso que dicen los folletos turísticos de que es una subida de extrema facilidad que se hace en 15 o 20 minutos. ¡Y un huevo para tres!, que dicen en mi pueblo natal. De subida fácil, nada. Y échenle de 45 a 50 minutos de ascenso empinado, aunque practicable, y no recomendable para los que sufran de vértigo, aunque tampoco es preciso ser un senderista profesional para hacerlo. Suban con cuidado y disfruten del paseo, nosotros lo hemos hecho y disfrutado. A pesar de lo que dije antes me gustaría volver a subir con mi familia. Ahora sí, con alevosía y premeditación. Muchas premeditación..., por eso de las fuerzas y que el cuerpo ya no es el mismo. Dejémoslo en un "ya veremos"...

Ahora, por favor, sean felices. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



Gran Canaria desde el espacio



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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)
Publicada originariamente con fecha 5 de julio de 2014

[Píldoras literarias] Hoy, "Del ejercicio del poder", de Rodolfo Modern






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Del ejercicio del poder, de Rodolfo Modern (1922), escritor, poeta, ensayista y abogado argentino, miembro de número de la Academia Argentina de Letras, como secretario general, y correspondiente de la Real Academia Española desde 1999 y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española desde 2001. 

Su relato, incluido en la obra El libro del señor de Wu (1980) tiene veinticuatro palabras, y dice así:


DEL EJERCICIO DEL PODER

Cuando F’ang, el conductor, se sentía fatigado
 tras una dura jornada de labor, 
descansaba tres años. Y con él todo el reino.



Rodolfo Modern



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 2726
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)