¡Béisbol!... Ese el estentóreo grito o llamada de atención con el que el árbitro principal, en el "home", llama a reanudar el partido después de concluida una jugada cualquiera ante el remoloneo de los jugadores de campo...
Que con la que nos está cayendo a los españoles vaya yo a dar cabida a la nostalgia y construir una entrada sobre un deporte del que el 99,99% de mis conciudadanos no tiene ni pajolera idea de lo que va (a pesar de Kevin Costner, Susan Sarandon, Tom Hans y Geena Davis), no deja de ser contradictorio... Pero en fin, no todo es política, y alguna que otra vez hay que dar rienda suelta a los sentimientos.
La razón de esta entrada de hoy está en un precioso reportaje de Pedro Torrijos, en el último número de la revista cultural "Jot Down", dedicado a Robert Allen Dickley, "pitcher" o lanzador de los "Toronto Blue Jays" (hasta diciembre pasado jugaba con los "New York Mets") y su mítica forma de lanzar la bola. Se titula "Knuckleball: batear mariposas", y se lo recomiendo encarecidamente aunque no entiendan ustedes ni papa de béisbol, porque estoy seguro de que van a disfrutarlo, y quizá, solo quizá, alcanzar a atisbar cuanto tiene de mágico este deporte.
Creo que he logrado transmitir mi pasión por el béisbol a mi hija Ruth y a mis dos nietos mayores. A la primera, hasta el extremo de llegar a formar un equipo de béisbol femenino en su colegio cuando cursaba la Secundaria. A mis nietos, con siete y cinco años, con un bate profesional "Mickey Mantle" que pesa casi más que ellos, porque juegan en el jardín de casa de vez en cuando, y hace unas semanas consiguieron batear más de un centenar de "hits" consecutivos sin fallar ni uno...
Mi pasión, amor o afición por el béisbol nace en la segunda mitad de los año 50, cuando mis padres se trasladan desde el barrio de Las Delicias, en Madrid, hasta el de Prosperidad, en el extremo opuesto de la ciudad, en el distrito de Chamartín.
A ello contribuye sin duda alguna la lectura habitual en casa de la revista gráfica "Life en español", de la que mi padre era suscriptor apasionado, que traía ejemplar sí ejemplar no, interesantísimos reportajes gráficos sobre partidos de béisbol en las grande ligas estadounidenses, ligas en las que en aquellos tiempos reinaba, indiscutiblemente, el mítico jugador de los "Yankees" de Nueva York, Mickey Mantle. Un fenómeno mediático comparable a lo que hoy suponen en el fútbol Leo Messi o Cristiano Ronaldo.
La segunda razón está en que en ese barrio de Prosperidad viven en aquellos momentos la mayoría de los soldados estadounidenses, y sus familias, destinados en la base de Torrejón de Ardoz, a escasos kilómetros de Madrid. Y lógicamente, sus hijos juegan al béisbol en las calles del barrio y los niños españoles que vivimos allí nos interesamos por ese juego tan extraño para nosotros y acabamos por imitarlos y jugarlo, primero, con simples palos y pelotas de goma, y más tarde, con guantes, bates y pelotas de verdad que conseguimos, no me pregunten cómo, para no comprometerme después de tantos años.
Entre mis compañeros de juego está un niño, ya mandón para la época, y buen amigo a pesar de todo, que se convertirá años más tarde en un mito de las ondas españolas, el periodista radiofónico José María García, y una niña que acabaría siendo también una popular presentadora de programas infantiles en la televisión española, amiga íntima de este escribidor, María Luisa Seco, amistad y vida que un cáncer truncaría cuando tenía apenas cuarenta años. Nuestro campo de juego era una amplio solar entre las calles Colombia, Chile y Costa Rica, ahora plantado de viviendas.
Ya puestos a ello, y si han sido ustedes capaces de leer hasta aquí este narcisista ejercicio de nostalgia, me gustaría trasladarles literalmente la anotación que figura en mi "Diario" un lejano día de 1964:
"Madrid, 26 de julio de 1964, domingo. Esta mañana desayuné tempranito [...] cojo el autobús hasta el Palacio de los Deportes, y desde allí, voy andando hasta el estadio de béisbol de La Elipa. Juegan el "Sparta" de Rotterdam, campeón de los Países Bajos, el "Piratas Club", subcampéon de España, las semifinales de la Copa de Europa a un solo partido.
La primera emoción ha sido el precio de la entrada, 25 pesetas, pero todo sea por la afición. De todas maneras estoy contento del gasto. Ha sido el partido de béisbol más maravilloso y emocionante que he visto en mi vida. Hubo "home rums" a todo pasto. En las primeras entradas los holandeses hicieron tres y nosotros una (las cuatro hechas por jugadores negros), y después de ir tras ellos durante todo el partido nosotros hicimos tres "home rums" seguidos en la séptima entrada que nos daban el empate. El entusiasmo del público era delirante. Eso no se había visto nunca: ¡tres hombres al bate, tres "home rums"! No acababa nadie de creérselo. Los tres habían sacado la bola por la parte más larga del campo (102 metros). La entrada terminó en empate a seis carreras.
Comienza la novena y última entrada y entran al bate los del "Sparta". El "pitcher" hace dos eliminados. Un moreno se coloca, gracias a errores españoles, en tercera; un jugador, en primera, intenta robar la segunda y se encuentra copado en el medio. Cuando está a punto de ser eliminado, el que estaba en tercera corre hacia el "home". El primera base que lo ve, se despista, y lanza la bola al "catcher", que la recibe y espera al corredor. Pero éste carga reglamentariamente contra él rodando ambos por el suelo. La pelota se la va al "catcher" del guante y el corredor pisa el "home" anotándose una carrera. El público protestó la entrada del jugador, pero el árbitro concedió el tanto.
El tercer bateador hace un globito y es eliminado. Entra el "Piratas" al bate; es su última oportunidad. El marcador señala siete carreras a seis a favor del "Sparta". Los del "Piratas" hacen tres buenos "hits" y colocan, gracias a error "spartanos" a tres hombres en base. Ya se había hecho una carrera. Un bateador es ponchado en el "home". Entra otro jugador al bate. Dos "strikes" en contra. El corredor de tercera (un moreno) intenta robar el "home" y echa a correr; el "pitcher" lo advierte y lanza al receptor para evitarlo. El bateador también se ha dado cuenta de la jugada de su compañero y coloca una "plancha" con el bate; el "catcher" no puede recoger la bola y el corredor pisa el "home". El "Piratas" se ha clasificado para jugar la final de la Copa de Europa con el vencedor del partido entre el "Picadero" de Barcelona y un equipo italiano, el "Simhental" de Neptuno. El marcador del partido quedó finalmente 8 a 7 para los españoles."
Espero que me hayan perdonado el ejercicio de nostalgia de hoy, pero es que 17 años sólo se tienen una vez en la vida. Y yo ya hace mucho tiempo que los tuve... Por cierto, el "Piratas" ganó la final europea de ese lejano 1964.
El vídeo que complementa la entrada recoge algunas espectaculares jugadas típicas del béisbol. Espero que las disfruten.
Y sean felices, por favor, a pesar de las dificultades y del gobierno que padecemos. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt