sábado, 14 de junio de 2025

DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY SÁBADO, 14 DE JUNIO DE 2025

 





































viernes, 13 de junio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY VIERNES, 13 DE JUNIO DE 2025

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 13 de junio de 2025. El presidente canario acudió a la Conferencia de Presidentes para intentar hacer política útil, pero el resto de España, salvo excepciones, se desentendió de Canarias una vez más, dice en la primera de las entradas del blog de hoy el escritor Jordi Amat. En la segunda, un archivo del blog de junio de 2020, el filósofo Manuel Cruz decía que esperaba que nadie le acusara de falta de respeto o de frivolidad, por proponer una paráfrasis de resonancias difusamente orteguianas del dictum de Marx, “la ideología de una sociedad es la ideología de la clase dominante”, reformulada en estos otros términos: “El imaginario dominante en una sociedad es el imaginario de la generación domi­nante”. El poema del día, en la tercera, es de la poetisa estadounidense Heather Christle, se titula Hatching/Romper el cascarón, lo reproduzco en inglés y español, y comienza con estos versos: En todas partes donde/parecías terminarte/yo te amé. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt













DE COMO ESPAÑA SE DESENTENDIÓ DE CANARIAS (UNA VEZ MAS...)

 







El presidente canario acudió a la Conferencia de Presidentes para intentar hacer política útil, pero el resto de España, salvo excepciones, se desentendió de Canarias una vez más, dice en El País [Diez puntos para Fernando Clavijo, 08/06/2025] el escritor Jordi Amat. La inercia de nuestra política es perderse en el laberinto español de siempre porque lo más cómodo, y lo más estéril, es seguir dándose golpes contra la misma pared para no tener que pensar distinto y buscar así una mejor salida a los problemas compartidos. Lo pienso mientras escucho la constructiva comparecencia ante los medios de Fernando Clavijo tras asistir a la Conferencia de Presidentes. Parece de otro mundo. De uno mucho más civilizado, mucho menos confrontado. Como la tarde del viernes el Rey presidía en Gran Canaria un acto previo a la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, las responsabilidades institucionales obligaron a Clavijo a marcharse rápidamente de Barcelona. Sus compañeros le cedieron el turno inicial y al cabo de unos minutos fue el primer presidente que expuso en el jardín del Palau de Pedralbes cuál era su valoración de lo discutido en una reunión cuya función federalizadora, como ha ocurrido tantas veces desde su creación, ha vuelto a mixtificarse tanto por cálculos personales como por intereses partidistas. Dijo Clavijo que el plan de vivienda presentado por el Presidente Sánchez le parecía positivo y, a la vez, repitió cuáles habían sido sus propuestas.

Y no es que tuviese motivos para creer que esta vez sí serían discutidas. En la anterior Conferencia, celebrada en Santander el 13 de diciembre del año pasado, ya podría haberse discutido la propuesta de acuerdo sobre la aplicación del principio de solidaridad territorial en la gestión de la crisis de los menores migrantes no acompañados. La primera virtud de aquel acuerdo, más allá de su contenido, era que no partía de un interés único y particular, sino que planteaba una serie de soluciones —un plan estratégico, un modelo de distribución, la cooperación con los países de origen…— elaboradas a la vez por el gobierno canario y por el vasco. Esa fecunda lógica interterritorial, en lugar de ganar apoyos, quedó interrumpida. Aunque ambos gobiernos hicieron llegar el documento al Ministro de Administración Territorial para que la circulase entre los otros presidentes en la Conferencia, al final solo se repartió cuando la reunión ya había terminado. Uno de los principales problemas humanitarios que existen en España, y que tensa la sociedad canaria desbordada por la situación, no pudo discutirse con rigor, aunque los presidentes saben que el drama solo podrá resolverse con una metódica solidaridad entre todos. “Oportunidad perdida”, dijo entonces.

El viernes Fernando Clavijo volvió a la Conferencia de Presidentes sin esperanza, pero con convencimiento. No para hacer ruido ni con estrategias de sabotaje, sino para intentar hacer política útil. O esa pareció su actitud y, ahora más que nunca, es una actitud que puntúa. En la nota de prensa oficial que difundió su gobierno, se lee que en Barcelona reclamó a sus colegas el cumplimiento del reparto de chavales según impone un Real Decreto. Lo hizo “mirándolos a los ojos”. La primera virtud de una Conferencia de esta naturaleza es que obliga a sus asistentes a escuchar conjuntamente los problemas de los demás sin intermediarios. Y aunque los gobiernos del resto de las comunidades autónomas ya saben cuál es la magnitud del reto migratorio, y por ello miran hacia otro lado, es necesario para el buen funcionamiento del Estado de las Autonomías que su homólogo canario disponga de un lugar formal donde explicarles a todos, otra vez y a la vez, que la situación que vive su comunidad es crítica y es insostenible. “Canarias se siente sola y no es positivo que nos sintamos solos en el Estado”. En esta ocasión el anfitrión, el president Illa, además de comprometerse con la acogida, apoyó la iniciativa vasca y canaria. Suma. Diez puntos para Fernando Clavijo.




















[ARCHIVO DEL BLOG] IMAGINARIOS. PUBLICADO EL 23/06/2020









Espero que nadie me acuse de falta de respeto o de frivolidad, -escribe el filósofo Manuel Cruz en el A vuelapluma de hoy martes [Aguardando la llegada del Apocalipsis. La Vanguardia, 13/6/20]- por proponer una paráfrasis, de resonancias difusamente orteguianas, del dictum de Marx “la ideología de una sociedad es la ideología de la clase dominante” que lo reformulara en estos otros términos: “El imaginario dominante en una sociedad es el imaginario de la generación domi­nante”.
No pretendo atribuir a las generaciones rasgos y capacidades que, manifiestamente, no les corresponden. Es obvio que el poder, o los poderes, son los que son y están donde están, y nada de ello depende de la fecha de nacimiento de los protagonistas. Pero no es menos verdad que el imaginario colectivo más influyente en un momento dado en una sociedad no se puede entender como el resultado mecánico de la eficacia de estructuras económicas, sociales u otras de análoga importancia, sino que más bien es el efecto, el precipitado final, de una particular y contingente ar­ticulación entre ellas. De ahí que en muchos momentos pueda haberse puesto de moda, pongamos por caso, la estética de un sector social objetivamente marginal o que en materia de ideas u opiniones obtengan una gran difusión algunas que no coin­ciden apenas con los intereses de los más poderosos.
Pero precisamente porque no se da una correspondencia perfecta entre las ideas y las estructuras de poder, tampoco habría que descartar que un discurso generacional que irrumpe en el espacio público con una apariencia y unas formas rompedoras termine dando cuenta de lo existente mejor que alguno de los discursos precedentes que se tenía a sí mismo como el no va más de la adecuación a la realidad. Intentaré ilustrar esta idea con un ejemplo. En la famosa película de Milos Forman Taking off , de 1971, hay una escena, a mi entender, reveladora a este respecto. El joven músico con el que se había fugado la adolescente protagonista, y que termina aceptando la invitación a cenar en el domicilio familiar de ella, no es, como inicialmente pensaba el padre de la chica, un pobre hippy colgado de una guitarra que no entiende cómo en realidad funciona el mundo. Por el contrario, es un tipo inteligente que entiende lo que está pasando mucho mejor que su anfitrión. No solo es alguien que ya ha ganado más dinero que él, sino que, por añadidura, ha detectado que la industria de la música va a ser uno de los grandes negocios del futuro inmediato y, por tanto, le va a permitir un triunfo social y un nivel de vida que aquel que tan desdeñosamente le juzgaba no hubiera podido ni imaginar para sí.
Si algo parece dejar claro el ejemplo es que buena parte de los representantes de aquella generación, aunque ignoraban lo que les iba a deparar el porvenir, tenían hambre de futuro. En ese sentido, bien podría afirmarse, como ya hizo no recuerdo quién, que hemos pasado de la generación del futuro a la generación sin futuro. Porque la cuestión, llegados a este punto, es si la nueva generación que ha irrumpido en todos los ámbitos de la vida social de manera irreversible en los últimos años está consiguiendo imponer su presunto imaginario en el conjunto de nuestra sociedad. Por lo pronto, no parece que dicha irrupción haya venido acompañada de un discurso propio, más allá de la gestualidad disruptiva del 15-M, del que va camino de cumplirse ya una década. De hecho, incluso algunas de sus consignas más exitosas (comenzando por el “Sí, se puede”) no van mucho más allá de un voluntarioso remake de las parisinas de hace medio siglo.
Pero, de ser correcto lo anterior, ni sería una buena noticia ni habría que convertir a las víctimas de una situación en responsables de esta. El reproche que, en todo caso, se les podría dirigir a los que llegaron más tarde no es bajo ningún concepto el de haber generado la realidad actual, sino más bien el de no haberla entendido adecuadamente. En realidad, lo cierto es que a quien le calzan como un guante algunos de los rasgos del imaginario colectivo hegemónico en este momento es, si acaso, a la generación declinante, esa que ya ha empezado a emprender el camino de retirada de la esfera pública. En efecto, se diría que aquellos a los que no les queda futuro en sentido casi literal han terminado por proyectar su percepción sobre el resto. Y, de esta forma, resulta que no solo encontramos debatidas en la agenda pública las cuestiones que más les interesan, sino también, e igualmente significativo, constatamos que prácticamente han desaparecido de esta otras, que ocupaban buena parte de la atención colectiva hasta fechas relativamente recientes.
Así, respecto a esto último, son ya casi residuales en sus espacios correspondientes todos aquellos productos culturales que se esforzaban por anticiparnos cómo sería el mundo dentro de unos años. Es cierto que en parte esto se ha debido a que la enorme velocidad de los cambios tecnológicos amenaza con dejar obsoleta en muy poco tiempo cualquier anticipación, por imaginativa que esta pueda llegar a ser. Hasta tal punto ello ocurre que lo que en su momento eran películas de ciencia ficción, como Star wars o Star trek , han terminado convertidas en productos de consumo en clave nostálgica para muchos.
Pero también parece evidente que la desaparición del espacio público de tales temas, y su sustitución por otros, como podrían ser los suscitados últimamente por la pandemia del coronavirus, responden a las preocupaciones de quienes se ven con menos futuro por delante (y que son los más afectados por dicha pandemia, por cierto). Pues bien, de la misma forma que conviene no incurrir en la adánica confusión, propia del adolescente, de creer que se está inventando aquello que se descubre, tampoco habría que caer en la confusión simétrica, propia del anciano presuntuoso, de pensar que la propia desaparición, como persona o como grupo, equivale al fin del mundo". Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



















EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, HATCHING/ROMPER EL CASCARÓN, DE LA POETISA ESTADOUNIDENSE HEATHER CHRISTLE

 






HATCHING



Everywhere you seemed

to end I loved you

There was that pink

dead bird we saw

lying on the sidewalk

its beak

smashed open

a hole for the world

to enter

a way of never ending

I loved you so much I could not help

but curl up inside it




***




ROMPER EL CASCARÓN



En todas partes donde

parecías terminarte

yo te amé

Había ese pajarito

rosado

muerto que vimos

tirado en la vereda

con el pico

aplastado abierto

un hueco que deja

entrar el mundo

una forma de nunca terminarse

Yo te amé tanto que no pude evitar

acurrucarme ahí




***




HEATHER CHRISTLE (1980)

poetisa estadounidense



























DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY VIERNES, 13 DE JUNIO DE 2025

 




































jueves, 12 de junio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY JUEVES, 12 DE JUNIO DE 2025. 40º ANIVERSARIO DE LA ENTRADA DE ESPAÑA EN LA UNIÓN EUROPEA

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 12 de junio de 2025. Una buena gestión con excelentes resultados financieros no se contradice con la preocupación por los derechos humanos y el medioambiente, sino que ambos mantienen una correlación positiva, afirma en la primera de las entradas del blog de hoy Antonio Fuertes Zurita, consejero de Bettercoal y coautor del libro Los retos de la RSC: un enfoque sectorial. En la segunda, un archivo del blog de junio de 2020, el escritor Julio Llamazares comentaba no había a nadie que planteara dudas sobre la existencia misma de las residencias de ancianos y sobre la necesidad de cambiar el modelo de cuidado y atención de nuestros mayores. El poema del día, en la tercera, se titula Listening to Tchakovsky, rain suddenly pours/Suena Tchaikovsky, de golpe cae la lluvia, es de la poetisa franco-singapurense Fiona Sze-Lorrain, y comienza con estos versos: Muchos dedos cautivos en/telas invisibles; un museo de arañas/que no cejan en su vals. Acordes inseguros/visten el silencio con ruegos. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt











DE LA DIRECTIVA OMNIBUS DE LA UE Y SUS AUSENTES

 






Una buena gestión con excelentes resultados financieros no se contradice con la preocupación por los derechos humanos y el medioambiente, sino que ambos mantienen una correlación positiva,afirma en la revista Ethic [La directiva Ómnibus y sus ausentes, 06/06/2025] Antonio Fuertes Zurita, consejero de Bettercoal y coautor del libro Los retos de la RSC: un enfoque sectorial. Por motivos de trabajo, comienza diciendo Fuentes, hace un par de años tuve la oportunidad de reunirme en una cafetería de la calle de Príncipe de Vergara en Madrid con miembros de Anti-slavery, la ONG más antigua del mundo, con 200 años de vida y que ya luchó contra la esclavitud en Estados Unidos en el siglo XIX. Éramos seis personas y una de ellas, perteneciente a la ONG, de unos 35 años, nos contó que había sido niño esclavo en los campos de algodón de Turkmenistán, que había conseguido huir con su familia a Reino Unido y que ahora trabajaba por la abolición de esa lacra desde su refugio londinense. Nos contó también cómo ese algodón cultivado con mano esclava se vende a Turquía, donde, por decirlo de alguna manera se «blanquea» desde el punto de vista ético, e India lo compra y lo utiliza ya en procesos fabriles «limpios» para producir las prendas que consumimos en Occidente. Conversamos sobre la directiva de diligencia debida de la UE.

Esta directiva de diligencia debida obligaría a las empresas a la identificación, mitigación, eliminación y remediación de los efectos adversos medioambientales y en derechos humanos de su cadena de valor, con compromisos claros y penalizaciones acordes con su incumplimiento. Después de cuatro años de negociación, el Parlamento y el Consejo de la UE dieron luz verde a su aprobación en julio de 2024. Pero la historia no acabaría ahí. Con un nuevo Parlamento después de las últimas elecciones europeas y las críticas a la carga burocrática de las empresas sobre todo provenientes del Informe Draghi, la Comisión abrió la posibilidad de una revisión con la disculpa de la simplificación regulatoria y aprobó la directiva Ómnibus el 26 de febrero de 2025 reduciendo significativamente las obligaciones de la directiva y estableciendo tiempos más relajados para su aplicación.

Este proceso de revisión sigue su curso en el momento de finalizar este artículo. Hasta ese momento nunca se había abierto una revisión retrospectiva de normativa ya aprobada por el Parlamento y el Consejo, excepto con la prohibición del motor de combustión en 2035. La directiva Ómnibus ha propuesto modificaciones diversas, entre las cuales están que las responsabilidades de las empresas se reduzcan a las relaciones comerciales directas, –no toda la cadena de valor– a la eliminación de la responsabilidad civil europea y a que, entre otras modificaciones, el sistema de diligencia debida tenga que revisarse cada cinco años y no cada año. También que el umbral de empleados de las empresas a las que afecte, cambie de los 500 iniciales a los 3.000 o incluso 5.000 como se está proponiendo ahora. En el momento de finalización de este artículo el recién elegido canciller Merz y el presidente Macron acaban de proponer la eliminación total de la directiva. Lo acontecido con esta directiva es un buen ejemplo del mito de Sísifo.

Volviendo a nuestra reunión con Anti Slavery, mi apreciado colega de Turkmenistán se mostraba esperanzado porque el hecho de que la directiva se aplicara a toda la cadena de valor en todos sus eslabones y no solo a los socios comerciales directos abría la posibilidad de que se abordara por parte de las empresas occidentales el trabajo esclavo en su país.

En su número del 19 de abril de 2024, The Economist, en un artículo titulado «Pesca ilegal–Esclavitud en el Mar», describía las condiciones de trabajo en la flota de larga distancia china con trabajadores mozambiqueños, indonesios y filipinos. Afirmaba el artículo que se les retira el pasaporte, duermen en el suelo, hacen sus necesidades por la borda, no tienen días de descanso y pueden pasar años hasta que vuelven a sus hogares. Algunos se suicidan. Algunas fuentes afirman que cuando enferman y dejan de ser productivos, los arrojan al mar, pero esto no lo reflejaba el artículo de The Economist y hay que analizarlo con la sombra de la duda.

Otro artículo de Expansión que se hacía eco del publicado en Financial Times titulado «Bélgica Investiga a Apple por los minerales de sangre del Congo» recogía como Apple seguía poniendo coltán en sus smartphones que proviene de minas de República Democrática del Congo en las que es sabido desde hace muchos años que se cometen graves violaciones de derechos humanos, las condiciones de salud y seguridad son inexistentes y las muertes frecuentes. El coltán, junto con los denominados minerales de conflicto y el oro son uno de los materiales que ofrece ese país. Estos minerales de conflicto, también conocidos como 3TG. Lo que ocurre ahora con los 3TG y el coltán en la República Democrática del Congo ya sucedió en los primeros años del siglo XX con el caucho, cuya explotación para surtir las fábricas de neumáticos de la naciente industria del automóvil, a cargo de las empresas del rey Leopoldo II de Bélgica, estuvo rodeada de atrocidades tan bien recogidas en la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas. También Mario Vargas Llosa abordó con detalle el tema en su recomendable novela El sueño del celta. Ni The Economist ni Financial Times son precisamente medios antisistema y suelen ser considerados mensajeros rigurosos de las democracias y el liberalismo por su credibilidad.

No estoy desvelando nada nuevo para la mayoría de los profesionales de la sostenibilidad, porque el tema de las cadenas de suministro es conocido. Lleva años en nuestras conciencias y en nuestras agendas. Los avances han sido significativos, pero lejos de lo deseable. Son muchos los ejemplos posibles, y si traigo aquí estas muestras, escasas pero terribles, es porque al ver las reacciones a la directiva Ómnibus de la UE para la simplificación de la directiva de diligencia debida, entre otra normativa, reacciones unas a favor y otras en contra, hay un vacío y un silencio atronador: el de las propias víctimas, los grandes ausentes. Por la frialdad de los argumentos y de las propuestas de cambio, pareciera que estuviéramos debatiendo el último plan urbanístico, o acerca de una nueva reforma del sistema fiscal, antes que de realidades humanas muy duras de personas para las que las consecuencias de nuestro sistema son brutales. Es el vacío que siento cuando al dar cursos sobre sostenibilidad, algunos de los asistentes, los más sinceros, me dicen que pensar así es buenismo. Les contesto que lo que nosotros calificamos de buenismo, para las víctimas representa una verdadera ventana de esperanza y justicia.

Como decíamos, las modificaciones que se proponen en la directiva han eliminado, entre otras, las obligaciones de las empresas más allá del nivel 1 (relación comercial directa), aunque se regula la posibilidad de abordar riesgos especiales más allá de este nivel 1 si hay «información plausible». Esta eliminación es un torpedo a las esperanzas de millones de personas. Es cierto que los ausentes, como les hemos llamado en este artículo, están representados por asociaciones, ONGs y personas comprometidas, pero lo llamativo en este debate ha sido la ausencia del análisis de las consecuencias de un cambio tan radical en la normativa que afecta a personas con nombre y apellidos.

Sí, ya hemos oído suficientemente que en el otro lado de la balanza está la competitividad. Lo que me sugiere esa disyuntiva entre competitividad y derechos humanos tiene varios niveles de análisis. Uno de ellos es que ambos son aspectos que no están reñidos y que la identificación de riesgos en derechos humanos fortalece la seguridad en las cadenas de las compañías y evita problemas reputacionales. Pero quiero pensar que, para directivos y empresarios, que destacan por su valentía y criterio, no son suficientes estas razones de índole pragmático y utilitarista y que acogerán mejor y con más dignidad razones de orden moral. Quiero pensar también que cuando entran en sus empresas no dejan colgado el abrigo de su condición de seres humanos en el perchero.

Además, y para tranquilidad de los preocupados por la competitividad –a todos nos preocupa como pilar del sistema de bienestar social– he de decir que hay numerosas empresas que han aplicado prácticas como las que establece la directiva de diligencia debida y aún más exigentes y son ejemplo de competitividad. Quizás una buena gestión con excelentes resultados financieros no se contradice con la preocupación por los derechos humanos y el medioambiente, sino que ambos, resultados financieros y respeto por ambos aspectos, mantienen una correlación positiva, porque son consecuencia de una variable superior como es una buena gestión de un buen equipo de directivos.

Aun así, a los que se debaten entre dar prioridad a la competitividad o a los derechos humanos, sean creyentes o no creyentes, los animaría a la lectura de pasajes de la Biblia inscritos en la conciencia colectiva, como el de Éxodo 32:4-6 cuando Aarón moldeó el becerro de oro para ser adorado. Curiosamente, un cristiano occidental puede ir a su iglesia y rezar ante una custodia hecha con oro de la República Democrática del Congo extraído con violaciones de derechos humanos; llegar en un coche cuya pintura contiene mica, un mineral que se extrae en India con trabajo infantil; llevar un smartphone que contiene coltán, también de la República Democrática del Congo, con graves violaciones de derechos humanos; vestir una camisa hecha con algodón cultivado con trabajo esclavo en Turkmenistán y un pantalón tintado en China en fábricas que contaminan acuíferos. Y con todo ello, rezar por su salvación.

En otro plano, «ser indiferente a los efectos nocivos de explotación de sus acciones sobre los demás» es uno de los siete criterios, de los que deben cumplirse al menos tres, que el manual DSM-V de la American Psychiatric Association–APA y el Merck Manual Diagnosis and Therapy (MDS) utiliza para definir el trastorno de conducta antisocial. No nos aplica, porque todos solemos ser buenas personas, lo que sucede es que formamos parte de un sistema que no da voz a los ausentes, los hace invisibles, no los vemos y en consecuencia proponemos decisiones ciegas a sus sufrimientos.

Desde el profundo afecto que tengo por mis colegas, los profesionales de la sostenibilidad, he de decir que se echa en falta una posición más clara, incluidos los consultores. He asistido a paneles, webinars, eventos y conferencias y en todas ellas se hace una descripción fría, técnica, desapasionada y neutra de las modificaciones que se quiere introducir en la normativa europea, sin un atisbo de protesta o llamamiento a evitar esas modificaciones, ni de análisis sincero de sus implicaciones. Pareciera a veces que en vez de cambiar el mundo lo estamos apuntalando y que hay algo de «brazos caídos» frente a la ilusión y compromiso de hace años. Querer llegar al comité de dirección es un objetivo loable, si bien no debiera distraernos de nuestra misión principal, pagando un precio que es difícil de recuperar cuando has llegado.

Europa está en una disyuntiva muy importante para el futuro, su futuro y el de muchas personas, porque se ha constituido en un referente moral en estas materias, a través de la regulación tan criticada últimamente. Europa no debe perder su identidad, porque cuando renunciamos a lo que somos y defendemos, la debilidad se adueña de nosotros y aparentando ser realistas y prácticos, perdemos nuestro lugar en el mundo. La ventaja competitiva también es esto. Es parte del soft power de Europa. Las tan aludidas raíces cristianas de Europa debieran ser más que palabras e implicar compromisos reales. Quien quiera hacer una lectura política de este artículo se equivoca totalmente. Es simplemente humanismo. Ingenuo, pero humanismo, al fin y al cabo. Quizás todo humanismo es ingenuo, pero con los años de perspectiva creo que vamos avanzando a pesar de los meandros en el camino.






    







[ARCHIVO DEL BLOG] VIEJOS. PUBLICADO EL 17/06/2020











No he visto a nadie que plantee dudas sobre la existencia misma de las residencias y sobre la necesidad de cambiar el modelo de cuidado y atención de nuestros mayores, comenta en el A vuelapluma de hoy [Esperando a Godot. El País, 12/6/2020] el escritor Julio Llamazares. Desde hace días, -comienza diciendo Llamazares- se ha desatado en los medios una polémica más relacionada con la pandemia infecciosa que ha trastocado nuestra existencia y que lo seguirá haciendo durante un tiempo, como todos hemos aceptado ya. La polémica tiene que ver con las residencias de ancianos y con la responsabilidad de los poderes públicos en la altísima mortalidad producida en ellas por el coronavirus. Dado que la sanidad está transferida a las comunidades autónomas, lo que se dilucida es quién debe afrontar la responsabilidad política, incluso penal, por la situación de esas residencias convertidas en muchos casos en negocios del sector privado y sin las garantías médicas indispensables en centros ocupados por personas con necesidades de salud especiales dada su edad. Sin embargo, no he visto a nadie que plantee dudas sobre la existencia misma de esas residencias y sobre la necesidad de cambiar el modelo de cuidado de nuestros mayores en una sociedad desarrollada y con posibilidades de hacerlo de otra manera.
Como la periodista Luz Sánchez-Mellado escribía hace dos días en este periódico, cada vez que he visitado una residencia de ancianos (no demasiadas, por suerte para mí), “no he visto el momento de irme” de allí ante la sensación de devastación que produce ver esos guardamuebles de viejos en los que éstos esperan su fin como los personajes de la obra de Samuel Beckett a Godot sentados durante horas frente a una televisión permanentemente encendida o dando vueltas sin cesar a unos pasillos que más parecen galerías de cárceles que lugares de paz y de reposo, que es lo que suele vender la publicidad de esos sitios cuando son de lujo. Por compasión hacia la persona que se ha ido a visitar, uno se queda más tiempo del que quisiera, muchas veces sin saber qué decirle o qué hacer, pero, cuando por fin deja atrás el centro, lo hace con la sensación de abandonar un no-lugar, un agujero negro perdido en el universo al que no le gustaría volver y mucho menos para quedarse en él como residente. Como de los tanatorios, la mayoría salimos de las residencias de ancianos como si durante un rato hubiésemos estado en un limbo irreal y tristísimo, en la cara b de una sociedad que oculta lo que no le gusta.
¿No hay otra forma de afrontar los últimos años de nuestras vidas que almacenados en edificios que, salvo en casos extremos de dependencia física o psíquica que necesitan de ayuda profesional, no dejan de ser guardaviejos, almacenes para personas sin esperanza de vida y menos desde que se ingresa en ellos? ¿No se puede encarar la vejez de otra forma que condenándonos a todos (porque todos seremos viejos un día si antes no nos quedamos por el camino) a pasar los últimos años de nuestra vida apartados de la sociedad? Se habla mucho en estos días de que la pandemia global del coronavirus obligará a repensar muchas cosas, del trabajo presencial a las relaciones sociales o el ocio, pero pocos lo hacen, por lo que yo observo, del modo de resolver un problema que es común a todos y que es la forma de atender a nuestros ancianos, que hasta hoy determinan la economía y el trabajo familiar principalmente. Quizá va siendo hora de hacerlo y para ello nada mejor que mirar a nuestro pasado no tan remoto, cuando los viejos no eran estorbos, sino unos miembros más de las familias, que con ellos ganaban sabiduría y algo de ayuda, aunque perdieran un poco de comodidad. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt