viernes, 6 de junio de 2025

DE LOS PROBLEMAS DE EUROPA CON LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

 







El desacuerdo ruidoso es mejor que el silencio forzado. Las personas deben tolerar las opiniones ajenas. Lo escribe en Nueva Revista [Los problemas de Europa con la libertad de expresión, 21/05/2025] su director, el periodista José Manuel Grau Navarro. Europa tiene un problema con la libertad de expresión, opina The Economist en su último número impreso, en el artículo «Europe’s free-speech problem». Incomoda al semanario británico de forma especial la ley alemana contra el insulto a los políticos y sus consecuencias. Un exvicecanciller, por ejemplo, «ha presentado cientos de denuncias penales contra ciudadanos, incluido uno que lo llamó ‘idiota’ (Schwachkopf, en alemán)». Se trata de Robert Habeck, del partido de Los Verdes, y se puede leer más sobre ese caso por ejemplo en WDR.

El artículo 188 del Código Penal alemán (Strafgesetzbuch, StGB) regula los delitos de injuria, calumnia y difamación dirigidos contra personas que participan en la vida política del país. El artículo 188 fue modificado por la Ley para Combatir el Extremismo de Derecha y los Delitos de Odio de 2021, ampliando su alcance para incluir las injurias, además de las calumnias y difamaciones previamente contempladas (Véase beck-aktuell y  Gegen Personen).

El § 188 del Código Penal alemán dice: «(1) Si se comete un insulto público (§ 185) contra una persona de la vida política del pueblo, en una reunión o difundiendo contenido ((§ 11 párrafo 3), por razones relacionadas con la posición de la persona ofendida en la vida pública, y si el acto es probable que impida significativamente su actividad pública, el castigo será una pena de prisión por un período que no exceda  tres años o una multa. La vida política del pueblo se extiende hasta el nivel local.

»(2) En las mismas condiciones, la calumnia (§ 186) será castigada con la pena de prisión de tres meses a cinco años y la difamación (§ 187) con la pena de prisión de seis meses a cinco años» (véase StGB § 188).

Según el semanario alemán Focus, más del 93 por ciento de las denuncias contra ciudadanos, a fecha del 24/11/2024, procedían de los entonces ministros Robert Habeck y Annalena Baerbock, esta también de Los Verdes. Véase aquí.[

Añade The Economist: «El mes pasado, un editor de un periódico de derecha recibió una abultada multa, además de una pena de prisión suspendida de siete meses, por compartir un meme de una foto manipulada, que muestra a la ministra del Interior sosteniendo un cartel con la leyenda: “Odio la libertad de opinión”». 

El periodista en cuestión es David Bendels, editor y director del diario de la derecha Deutschland-Kurier, vinculado al partido Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland: AfD). En abril de 2025, un tribunal de Bamberg lo condenó a siete meses de prisión y a una multa significativa por difamar a la ministra del Interior, Nancy Faeser [socialista, ya exministra]. La condena se argumentó sobre la base del artículo 188 del Código Penal. Fuentes: EIR News y Legal Tribune Online, entre otras muchas, y la entrada de Wikipedia en alemán sobre David Bendels, que incluye información sobre su condena.

Los casos arriba citados han generado un amplio debate en Alemania sobre los límites a la libertad de expresión y el uso de leyes penales para proteger a figuras políticas de la sátira y la crítica.

«Todos los países europeos garantizan el derecho a la libre expresión», afirma The Economist. Sin embargo, «la mayoría también trata de limitar los daños que temen que pueda causar». Pero ocurre, según el semanario británico, que «eso va mucho más allá de los tipos de discurso que incluso los liberales clásicos aprueban que se deberían prohibir, como la pornografía infantil, las filtraciones de secretos nacionales o la incitación deliberada a la violencia física». 

El objetivo de las leyes de discurso de odio es «promover la armonía social. Sin embargo, hay pocas pruebas de que funcionen». Suprimir el discurso con la amenaza de enjuiciamiento «parece fomentar la división». Los populistas «prosperan con la idea de que la gente no puede decir lo que realmente piensa, una opinión ahora compartida por más del 40 por ciento de los británicos y alemanes».

En Francia, «se multó a un canal de televisión conservador por calificar el aborto como la principal causa de muerte en el mundo», recuerda The Economist.

En efecto, en noviembre de 2024, la Autoridad de Regulación de Medios de Francia (Arcom) impuso una multa de 100.000 euros a CNews por un incidente de febrero de 2024, durante el programa «En quête d’esprit», presentado por Aymeric Pourbaix. En ese episodio, se mostró una infografía que utilizaba cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El gráfico indicaba que se realizan aproximadamente 73 millones de abortos al año en el mundo, lo que representaría el 52 por ciento de todas las muertes globales, superando ampliamente al cáncer (10 millones) y al tabaquismo (6,2 millones). Según Arcom, presentar el aborto como una causa de muerte equipara al feto con una persona viva, lo cual vulnera el marco legal francés, donde el feto no es considerado una persona con derechos legales. Por lo tanto, calificar el aborto como una causa de muerte fue castigado como una falta de precisión informativa. Fuentes: Le Figaro y Le Monde. La emisión de CNews generó una dura reacción de los medios progresistas y entre políticos de izquierda. CNews, propiedad del empresario Vincent Bolloré, se disculpó públicamente (Le Monde). Jean-Marie Le Méné, por el contrario, presidente de la Fundación Jérôme Lejeune, criticó la decisión de Arcom, calificándola de «totalitaria» y añadió que se trata de una censura ideológica que niega una realidad estadística (Zenit). 

El 4 de marzo de 2024, el Parlamento francés, reunido en el Palacio de Versalles, aprobó por una abrumadora mayoría (780 votos a favor y 72 en contra) la inclusión del derecho al aborto en la Constitución. Esta decisión convirtió a Francia en el primer país del mundo en mencionar explícitamente este derecho en su Carta Magna (Véase Le Monde).

Las cosas pueden empeorar por lo que respecta a la libertad de expresión en Europa, según The Economist. «Las leyes vagamente redactadas que dan una gran discreción a los funcionarios son una invitación al abuso. Los países donde tal abuso aún no es común deberían aprender del ejemplo británico. Su represión no se planeó desde arriba, sino que surgió cuando la Policía descubrió que le gustaban los poderes que le daban. Es mucho más fácil perseguir imágenes de Instagram que ladrones; la evidencia está a solo un clic de distancia».

Cuando la ley prohíbe ofender, razona The Economist, «también crea un incentivo para que las personas reclamen sentirse ofendidas». Se podría llegar a utilizar la Policía «para silenciar a un crítico o llegar a un acuerdo con un vecino». Cuando algunos grupos están protegidos por las leyes de «discurso de odio», pero otros no, «los demás también tienen un incentivo para exigir protección». Cada vez «más áreas se consideran prohibidas. En poco tiempo, todo obstaculiza el debate público. Es difícil tener un intercambio abierto y franco sobre inmigración, por ejemplo, si una parte teme que expresar sus puntos de vista invite a una visita de la policía».

Creer en la libertad de expresión «significa defender el discurso que no te gusta. Si las democracias no lo hacen, pierden credibilidad, en beneficio de autocracias como China y Rusia, que están luchando en una lucha global por el poder blando».

¿Qué deberían hacer los europeos? La respuesta de The Economist: «Volver a las viejas ideas liberales de que el desacuerdo ruidoso es mejor que el silencio forzado y que las personas deben tolerar las opiniones ajenas». Las sociedades tienen muchas formas de promover el civismo que no implican maniatar con esposas, «desde las normas sociales hasta las reglas de recursos humanos de la empresa». Las sanciones penales deberían ser «tan raras como lo son bajo la Primera Enmienda de Estados Unidos [se puede consultar aquí]. La difamación debería ser un asunto civil, con tutelas adicionales para criticar a los poderosos». El acoso y la incitación a la violencia deberían seguir siendo delitos, «pero el discurso de odio es un concepto tan confuso que debería ser descartado».

Por lo que se refiere a las plataformas digitales de propiedad privada: «Legalmente, el discurso en línea debe tratarse de la misma manera que el discurso fuera de línea. […] Leyes más claras y menos radicales ayudarían a todas las plataformas a centrarse en eliminar las amenazas y el acoso genuinos». José Manuel Grau Navarro es Director de Nueva Revista, doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de ABC y director de Comunicación del Ministerio de Educación.

















[ARCHIVO DEL BLOG] SOBRE GUSTOS. PUBLICADO EL 26/06/2020












En muchos litigios penales relacionados con chistes, monólogos y letras de canciones sobre la libertad de expresión se considera que hay que defender la libertad y juzgar la expresión, comenta en el A vuelapluma de hoy [Cuéntanos más de ti. El País, 16/6/20] el escritor Manuel Jabois. Entre 2013 y 2016, -comienza diciendo Jabois- una chica llamada Cassandra Vera escribió en Twitter unos chistes sobre Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno de la dictadura franquista asesinado por ETA, y fue denunciada por la Guardia Civil. Su defensa fue asumida por un abogado de oficio que informó a su clienta, tras declararse admirador de Carrero Blanco, que basaría su estrategia en que los tuits los escribió en un estado de enajenación mental, algo a lo que ayudaría, se entiende, su condición de transexual. Aquello demostraba que, aunque al principio te puedan ocurrir injusticias como a cualquiera sin estar relacionadas con la minoría a la que perteneces, siempre hay un momento del proceso en que la bolita cae en el número al que nadie quita ojo.
Un nuevo abogado llevó la defensa de Vera. En 2018, después de ser condenada por la Audiencia Nacional a un año de cárcel y siete de inhabilitación, el Tribunal Supremo la absolvió poniendo el listón intratable: si el Tribunal Supremo de España tenía que reunirse por culpa de los chistes de una menor de edad en Twitter, qué nos depararía el futuro. No sólo eso, sino que había algo extraordinario en la absolución, ya que entre los argumentos clamorosos caía esta bolita en el número que todo el mundo esperaba: los chistes eran de “mal gusto”.
El gusto, sobre todo el gusto español (no se sabe ya cuántas veces ha tenido que desmentir Victoria Beckham haber dicho que este país huele a ajo), es uno de los asuntos más importantes de este tiempo que se acaba, dinamitado por el virus. Se asoció, incluso desde las altas magistraturas del Estado, a la libertad de expresión, que es uno de los derechos más necesarios y profundamente desagradables de la democracia. Por eso tantas veces, en tantos litigios penosos relacionados con chistes, monólogos y letras de canciones, de la libertad de expresión se considera que hay que defender la libertad y juzgar la expresión. Una especie de visado de buen ciudadano que se ejercita entre locuciones como “cierto es”, “no obstante” o “dicho lo cual”.
Todo esto lleva degenerando años, particularmente en el ámbito de la política (siempre que hay que alabar al adversario, antes hay que hacerse la PCR ideológica mencionando lo lejos que estás de él; los antipodistas: “Estando como estoy en las antípodas del señor Almeida, cierto es que…”). Y, desde ahí, este fenómeno adquiere una fuerza tan extraordinaria que, a veces, esa información que nadie te pide, pero te sientes obligado a facilitar para darte mérito, parece obra de un sociópata, como cuando un culé destaca su barcelonismo (“aunque soy del Barça”) para añadir que siente mucho la muerte de Lorenzo Sanz, como si lo lógico, debido a su condición, hubiera sido matarlo él mismo.
O, en estos últimos días, los comentarios que se han podido leer en redes sociales sobre la muerte de Pau Donés, similares a los que se suelen hacer cuando fallece un artista: expresar tu dolor añadiendo el personalísimo juicio sobre su obra, como si eso fuese imprescindible para que el muerto vaya en paz. Obligados a contarnos si les gusta o no su música, preferentemente si no, para dar el pésame en libertad, quizá esperando un aplauso; por ejemplo: “tiene mucho mérito que, aunque no te gusten sus canciones, estés a favor de que viva”. Lo cual no deja de ser gracioso porque, a fuerza de publicitar nuestros gustos en cualquier contexto, si uno los calla ya se le etiqueta a trazo grueso, con el júbilo habitual de quienes no tienen que confrontar dos ideas, parecido al júbilo de quien las ofrece. Lo importante, como siempre, es no pensar". Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt

















DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, AL VOLCÁN DE AGUA, DE JOSÉ BATRES MONTÚFAR

 







AL VOLCÁN DE AGUA



Sobre la gran muralla americana,

altivo torreón, vecino al cielo,

su cúspide levanta soberana,

a do jamás osó llevar su vuelo

la reina de las aves atrevida,

que en la cuna de Júpiter anida.


Nimbado de esplendor y de grandeza,

bañado en luz y en misteriosa sombra,

irguiendo miro tu alta cabeza,

volcán sublime, que los cielos nombra;

y allá en tu cumbre de eternal ventura,

colocar anhelo mi mansión futura.


Gigante es Almolonga entre los montes,

fuerte, soberbio, grande entre los grandes.

¡Cuál domina millares de horizontes!

¡Cómo huella la cumbre de los Andes!

¡Cómo mira a su falda avasalladas,

de cien montes las cimas encumbradas!


Cien montes son tus hijos, son tus siervos;

y el cono que te sirve de corona

es tan gallardo, que los más protervos

tienen por rey al ínclito Pomona;

y el valle que se extiende a tus raíces

es el más feraz de los países.


Tú viste coronada tu alta frente

de blancas nubes y de azul sereno;

tú viste el águila altiva y potente

volar sin miedo sobre el mar y el cieno;

tú viste al hombre en su primer estado,

y a Dios plugo que fueras su estrado.


¡Oh tú, que de la edad en los anales

marcas la página más portentosa,

y el cataclismo de los inmortales

con voz tremenda y majestad gloriosa!

Desde el trono de escombros y de fuego

tu imperio salvas del universalego.


Cuando la trompa del furor divino

despertó el huracán en su caverna,

y el ronco trueno y el fragor contino

rasgaron de los cielos la cisterna;

cuando rota la esfera cristalina

cayó la lluvia convertida en ruina.


Tú, solo tú, de la tormenta en medio,

sobre el abismo levantaste el cuello,

y el diluvio que fue nuestro remedio

fue para ti de gloria y de destello;

pues rota la ancha base de tu asiento,

lanzaste al aire tu eternal cimiento.


Y cuando el sol, tras lóbrega cortina,

rasgó las sombras y alumbró la tierra,

y vio el estrago y la fatal ruina

que en sus entrañas el diluvio encierra;

te vio sereno, y reflejó tu cumbre

con nuevo resplandor y nueva lumbre.


Hoy mismo que el furor de las edades

ha sepultado en confusión profunda

imperios, pueblos, tronos y ciudades,

y en honda noche al universo inunda;

tú estás de pie, con la cabeza erguida,

mostrando al hombre tu eternal herida.


Mas ¡ay! que el tiempo, que en su raudo vuelo

todo lo trueca y todo lo aniquila,

también en ti su destructor anhelo

con mano impía y vengadora afila;

y el día vendrá, que la futura gente

no hallará de tu mole el Occidente.


Entonces yo, si el genio que me inspira

no me abandona en la eternal morada,

pulsaré nuevamente el son del arpa mía,

y en alas de la musa arrebatada,

iré a buscar tu sombra en el vacío,

¡volcán de Agua, portento, numen mío!



JOSÉ BATRES MONTÚFAR (1809-1844)

poeta guatemalteco

























DE LAS VIÑETAS DE HUOR DE HOY VIERNES, 6 DE JUNIO DE 2025

 








































jueves, 5 de junio de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY JUEVES, 5 DE JUNIO DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves, 5 de junio de 2025. Aunque se asocia sobre todo con ‘trolls’ y cuentas falsas, el anonimato en internet tiene raíces tan antiguas como el seudónimo literario, dice en la primera de las entradas del blog de hoy la periodista Arantza García Garcés; para unos, es un salvavidas que permite expresarse sin miedo; para otros, una máscara para la desinformación y el odio. En la segunda, un archivo del blog del 15 de junio de 2017, el profesor Santos Juliá comenzaba diciendo que a la muerte de Franco nadie daba un céntimo por lo que en España pudiera ocurrir cuando los partidos recuperaran la libertad. Y el 15 de junio de 1977, hoy hace cuarenta años, en las primeras elecciones democráticas postfranquistas, triunfaron las dos opciones sobre las que Europa construyó la democracia: el centro y el socialismo. La tercera, con el poema de hoy, reproduce el titulado La base de la sociedad, del poeta costarricense Luis Chaves, y comienza con estos versos: Daría lo mismo/que no hubiera nada en el refrigerador,/las cuatro o cinco cosas que lo ocupan/son incompatibles. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt




















DEL ANONIMATO DIGITAL

 







Aunque se asocia sobre todo con ‘trolls’ y cuentas falsas, el anonimato en internet tiene raíces tan antiguas como el seudónimo literario, dice en la revista Ethic [El dilema del anonimato digital. Hablar sin dar la cara, 29/05/2025] Arantza García Garcés, licenciada en Ciencias de la Información por la UCM, y en las redes sociales, su uso genera opiniones encontradas: para unos, es un salvavidas que permite expresarse sin miedo; para otros, una máscara para la desinformación y el odio. El debate está servido.

La imagen de un usuario con el rostro cubierto y un móvil en la mano resume bien el dilema legal que plantean hoy las redes sociales: ¿cómo equilibrar el derecho a expresarse libremente y a mantener la privacidad con la necesidad de establecer responsabilidades en el entorno digital?

En España no existe un «derecho al anonimato» como tal. La Constitución garantiza tanto la libertad de expresión como el derecho a la intimidad y al honor, pero no entra a valorar si uno debe o no identificarse al participar en el mundo digital. Lo cierto es que el uso de seudónimos está permitido y ha sido respaldado por la jurisprudencia, siempre que no sirva para cometer delitos.

Desde el punto de vista legal, explica el abogado experto en derecho digital Borja Adsuara, «el anonimato (entendido como impunidad) no es un derecho protegido, ni hay ninguna declaración de derechos que lo incluya. El Estado de Derecho no puede aceptar espacios de impunidad donde no llegue la Ley, la policía o los jueces». En cambio, matiza, «el pseudonimato –es decir, el uso de un seudónimo– sí permite ejercer la libertad de expresión sin temor a represalias, aunque con límites: si se comete un delito, un juez puede ordenar levantar el velo y perseguir penalmente a la persona que está detrás». Este principio, añade, está recogido en la Carta Española de Derechos Digitales.

En 2021, la Carta de Derechos Digitales incorporó por primera vez el llamado derecho al pseudonimato. Este derecho reconoce que cualquier persona pueda usar un nombre ficticio para acceder a entornos digitales como redes sociales. El objetivo es ofrecer un margen de protección a quienes, por motivos personales, sociales o profesionales, no pueden expresarse libremente con su identidad real. Es una forma de facilitar la participación en la vida pública digital sin poner en riesgo la seguridad o integridad del usuario.

Eso sí, esta posibilidad no es ilimitada. La Carta aclara que el uso de seudónimos dependerá tanto de las capacidades técnicas como de la legislación vigente, y no será aplicable en contextos donde sea necesario identificar al usuario, por ejemplo, en servicios de pago o entornos sensibles que requieran verificar la identidad por seguridad.

Además, el texto incluye un matiz importante: en caso de delito, la identidad de la persona tras el seudónimo debe poder ser recuperada mediante resolución judicial. Usar otro nombre está permitido, pero no otorga impunidad.

Borja Adsuara insiste en que, en la práctica, «mucha gente se cree que está interactuando en redes sociales con perfiles o cuentas anónimas, pero no lo son. La mayoría son pseudónimas y los administradores de esas redes tienen datos suficientes para identificarlos –como IPs, correos electrónicos o metadatos– si un juez los solicita como parte de una investigación judicial». Para delitos como calumnias o amenazas, recuerda, estos mecanismos ya están en marcha. En el caso de la desinformación, sin embargo, el marco legal es más complejo y depende en gran parte de las nuevas normativas europeas.

En esta línea, Moisés Barrio, letrado del Consejo de Estado, experto internacional en Derecho digital y director del posgrado en Legal Tech y transformación digital de la Universidad Complutense de Madrid, subraya el papel clave que juegan las plataformas digitales en este engranaje legal. «Actúan como intermediarios técnicos y por ello poseen información sensible como IPs, historiales de actividad o datos personales. Su capacidad para almacenar esta información las convierte en actores fundamentales para colaborar con jueces y autoridades en la investigación de delitos en la red», señala. Según explica, esta colaboración está contemplada en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que establece de forma clara la obligación de colaborar con la justicia en estos casos.

A nivel europeo, la libertad de expresión y la privacidad están recogidas en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, y el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) fomenta la seudonimización como método de protección. Aun así, también hay límites. En 2018, el Tribunal de Justicia de la UE dictaminó que la policía podía exigir la identidad digital de un sospechoso, incluso si el delito era leve.

El debate legal sigue abierto, sobre todo con nuevas normativas como el reglamento eIDAS 2, que promueve la identificación electrónica en toda la UE. Aunque no prohíbe el anonimato, tampoco lo contempla. Y lo mismo ocurre con la nueva Ley de Servicios Digitales, que impone a las plataformas más control sobre los contenidos ilegales y exige más transparencia. En resumen: el marco legal europeo avanza hacia una mayor trazabilidad, sin que eso signifique, de momento, el fin del anonimato.

Además, Moisés Barrio advierte que el uso de seudónimos en redes sociales puede chocar con la normativa de protección de datos personales. Aunque se oculte la identidad directa del usuario, los datos pueden ser rastreados y vinculados a su identidad real mediante información adicional. «La línea entre privacidad y ocultación de identidad es difusa», explica. «La seudonimización no impide la reidentificación, y por tanto debe estar sujeta a medidas técnicas que eviten un uso indebido. El pseudónimo protege la privacidad y la libertad de expresión, pero también puede usarse con fines delictivos. Por eso, cuando se cruzan ciertos límites, corresponde al juez autorizar la identificación».

En el plano ético, el anonimato digital despierta opiniones igual de divididas. Organizaciones como Human Rights Watch o ARTICLE 19 lo defienden como una herramienta fundamental para proteger a periodistas, activistas o usuarios vulnerables. En países con regímenes autoritarios, puede ser la única vía para denunciar abusos sin poner en riesgo la vida.

La investigadora Danah Boyd lo resume así: quienes usan seudónimos suelen ser los más marginados. Para muchas mujeres, personas LGTBI o colectivos racializados, el anonimato permite compartir experiencias, pedir ayuda o crear comunidad en entornos donde hacerlo con su nombre real sería peligroso.

ONG tecnológicas como SocialTIC o Take Back The Tech han documentado casos donde el uso de perfiles anónimos permitió denunciar violencia de género, corrupción o discriminación. En muchos contextos, el anonimato es más una herramienta de supervivencia que un privilegio.

Pero también están quienes lo ven como un problema. Sus críticos argumentan que facilita el discurso de odio, las amenazas y la difusión de bulos. Cuando nadie da la cara, dicen, es más fácil insultar, acosar o manipular. Y lo cierto es que los delitos de odio, calumnias o amenazas ya están penados, incluso si se cometen desde perfiles anónimos.

El reto ético está en el equilibrio: ¿cómo proteger las voces legítimas que se ocultan por necesidad, sin dar carta blanca a quienes abusan del anonimato? La mayoría de expertos coincide en que debe mantenerse como un derecho, pero con límites claros y mecanismos para identificar a quienes lo utilicen para hacer daño.

Desde el punto de vista social, el anonimato ha cambiado la forma en que nos relacionamos en internet. Ha permitido nuevas formas de participación, creatividad y expresión. Muchos usuarios –no solo famosos– recurren a seudónimos por razones tan válidas como la protección de su vida privada o el miedo a represalias. No es solo cuestión de trolls.

Un caso ilustrativo: un trabajador fue despedido por criticar a su empresa en Facebook con su nombre real. Con un perfil anónimo, probablemente habría evitado el castigo. Este tipo de ejemplos muestran que, a veces, esconder el nombre es una forma de protección frente al poder.

Pero el anonimato también ha generado espacios tóxicos. En foros o redes sin control, proliferan los insultos, los bulos y el acoso. Campañas de desinformación se organizan desde cuentas falsas que desaparecen cuando son detectadas. Y eso deteriora la confianza entre usuarios.

Para frenar este efecto, las nuevas normativas europeas exigen medidas más firmes: verificación de cuentas, trazabilidad de contenidos y sistemas antifraude. Las plataformas también han comenzado a reforzar sus herramientas internas de moderación. Aun así, muchos expertos advierten que la solución no pasa solo por endurecer las reglas, sino por mejorar la educación digital.

En definitiva, el anonimato en internet es una herramienta poderosa. Puede proteger, pero también esconder. Usado con responsabilidad, puede ser un aliado de la libertad de expresión. Mal usado, mina la convivencia. La clave no está tanto en eliminarlo como en aprender a convivir con él, con leyes, normas éticas y sentido común. Arantza García Garcés es una profesional con amplia experiencia en producción y gestión de proyectos, actualmente desempeña el rol de Producción y Nuevos Proyectos en iKN España desde marzo de 2019. Desde noviembre de 2021, Arantza también contribuye como colaboradora de Revista Ethic.