jueves, 15 de mayo de 2025

Del poema de cada día. Hoy, Lección de poesía, de Vasile "Vasko" Popa

 







LECCIÓN  DE POESÍA



Nos sentamos en un banco

Frente al busto del poeta Lenau


Nos besamos

Y de paso hablamos

De versos


Hablamos de versos

Y de paso nos besamos


El poeta mira hacia algún lugar

A través de nosotros

A través del banco

A través de las conchillas del sendero


En el parque de la ciudad de Vershats

Yo sin premuras voy aprendiendo

Qué es lo más importante en la poesía




VASILE “VASKO” POPA (1922-1991)

poeta serbio






















De las viñetas de humor de hoy jueves, 15 de mayo de 2025

 




































miércoles, 14 de mayo de 2025

De las entradas del blog de hoy miércoles, 14 de mayo

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles, 14 de mayo de 2025. Todavía quedan demasiadas preguntas sin respuestas, muchos aspectos por estudiar, profundos tabúes que rodean el final de la II Guerra Mundial, escribe en la primera de las entradas del blog de hoy el periodista Guillermo Altares. En la segunda, un archivo del blog de hoy hace justamente diez años, el filósofo Javier Gomá, se preguntaba: ¿Ahora que la vulgaridad, aquello que es común o general a todos, se ha convertido en paradigma, afortunadamente, de la democracia moderna por mor de la igualdad de todos los hombres en dignidad, cabe exigir de los funcionarios, los políticos, los gobernantes y las más altas instituciones del Estado una ejemplaridad pública, que no nos exijamos a nosotros mismos? La tercera es hoy un poema titulado "Metamorfosis", de la poetisa rumana Corina Oproae, escrito originalmente en español, que comienza con estos versos: "Una mañana,/hace unas cuantas vidas,/me desperté y decidí ponerme a prueba". Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt


















De las preguntas sin respuesta al final de la II Guerra Mundial en Europa

 







Todavía quedan demasiadas preguntas sin respuestas, muchos aspectos por estudiar, profundos tabúes que rodean el final de la II Guerra Mundial, escribe en El País [Ochenta aniversario del final de la II Guerra Mundial: ¿por qué un país cae en el abismo del odio?, 08/05/2025] el periodista Guillermo Altares. El final de la Segunda Guerra Mundial en Europa el 8 de mayo de 1945, comienza diciendo Altares, con la rendición incondicional de la Alemania nazi —aunque en Rusia se conmemora el 9—, del que se cumplen este jueves 80 años, dejó un continente devastado en el que, como explica el historiador Keith Lowe en Continente Salvaje (Galaxia Gutenberg), “no había moralidad, solo supervivencia”. En las ruinas todavía humeantes de Europa, mientras se iba a descubriendo la dimensión de los campos de exterminio y concentración nazis, con millones de refugiados y de personas sin techo y tras millones de muertos, un interrogante se imponía sobre todos los demás: ¿cómo pudo ocurrir? ¿Cómo se pudo llegar a esto?

Los primeros libros de investigación sobre el conflicto tardaron muy poco en aparecer. Hugh Trevor-Roper, un agente de inteligencia británico enviado a Berlín para reconstruir cómo fue el final del dictador nazi, publicó en 1947 Los últimos días de Hitler, que se convirtió en un éxito de ventas. Mucho de lo que damos por sabido sobre aquellos momentos finales en el búnker —y que reconstruye con brillantez la película El hundimiento (Filmin)— fue revelado entonces por primera vez. Aunque Hugh Trevor-Roper sufrió un tremendo revés en su prestigio cuando se equivocó al autentificar unos falsos diarios de Hitler —Robert Harris, el autor de Cónclave, cuenta aquel episodio magistralmente en Vender a Hitler (Pop Ediciones)—.

Desde entonces no es una exageración decir que se han publicado cientos de miles de libros en todos los idiomas que cubren todos los aspectos del conflicto. Dos de los grandes historiadores militares contemporáneos, Antony Beevor con La Segunda Guerra Mundial (Pasado y Presente) y Max Hastings con Se desataron todos los demonios (Crítica), se encuentran entre los investigadores que se han atrevido a redactar historias globales, a los que ahora se suma Olivier Wieviorka con Historia total de la Segunda Guerra Mundial (Crítica). La lista de libros recomendables es, sencillamente, interminable.

Sin embargo, quedan demasiadas preguntas sin respuestas, muchos aspectos por estudiar, profundos tabúes no del todo explorados. Muchos países que fueron víctimas del nazismo o del estalinismo o de los dos, como Polonia, Francia, Ucrania o los Bálticos, tuvieron a la vez una enorme responsabilidad en la Shoah. El antisemitismo no fue un invento de Hitler y muchos ciudadanos de los países ocupados se sumaron con entusiasmo al exterminio. Wieviorka dedica un capítulo a este asunto titulado ‘¿Una guerra racial?’.

En una de las últimas entrevistas que concedió, en el verano de 2017 en su casa de Budapest, la filósofa húngara Agnes Heller, superviviente del Holocausto, luego perseguida por el régimen comunista húngaro, respondía así a la pregunta de si cree que algún día podrá entender cómo fue posible la Shoah: “Se me escapa completamente. Quería entender ante todo dos cosas: ¿cómo es posible que las personas se sintiesen moralmente capaces de hacer eso? y ¿cómo las instituciones sociales y políticas se pueden deteriorar de tal forma que dejen que ocurra algo así? Nunca he logrado una respuesta”. Preguntada sobre la colaboración húngara en el exterminio —del millón de judíos exterminados en Auschwitz, 400.000 era húngaros—, respondía: “Adolf Eichmann vino aquí con 300 personas. Los nazis no pudieron matar a cientos de miles de ciudadanos sin la ayuda de los húngaros. Hubo una complicidad enorme”. Y eso es aplicable a demasiados países.

¿Cómo fue posible ese odio? ¿Cómo fue posible que se normalizase la idea de que unos ciudadanos eran inferiores a otros? ¿Cómo fue tolerado e implantado el racismo institucional? ¿Cómo una parte muy significativa de la sociedad —y es algo que Raul Hilberg ha demostrado en el clásico de los clásicos sobre la Shoah, La destrucción de los judíos europeos (Akal)— pudo participar en el exterminio, desde aquellos que elaboraban los horarios de trenes dando prioridad a los convoyes que viajaban hacia el Este llenos y volvían siempre vacíos hasta los funcionarios que identificaban por su origen a cada ciudadano?

En estos tiempos en los que la ultraderecha vuelve a campar a sus anchas por Europa y se trata de blanquear a regímenes fascistas como el franquismo o directamente al nazismo, la pregunta es más relevante que nunca. También lo es otra cuestión tremendamente incómoda: ¿qué hizo el mundo, aparte de cerrar las fronteras a los judíos que trataban de huir? Cuando se celebraron los Juegos Olímpicos en Berlín en 1936, con una nutrida presencia internacional, era imposible ignorar lo que pretendía el nazismo, porque ya había aprobado las leyes racistas de Núremberg. La persecución de los judíos era ya entonces una política de Estado.

Un artículo de Amanda Taub la semana pasada en The New York Times titulado ‘El terrorífico precedente del abismo legal de Trump’ recordaba un libro que está siendo muy citado últimamente en EE UU: El Estado dual. Contribución a la teoría de la dictadura (Trota), de Ernst Fraenkel. Su autor fue un judío alemán que logró ejercer el derecho hasta 1938, cuando huyó de su país porque tenía la certeza de que iba a ser detenido. Su libro, un clásico del derecho, plantea que en las dictaduras muchas personas viven como si nada pasase a su alrededor, mientras que otras se precipitan en un mundo de terror y muerte. “La observación crucial de Fraenkel”, escribe Taub, “fue que, en un Estado dual, el autoritarismo llega mucho antes para unas personas que para otras. Los que tuvieran la mala suerte de caer en el abismo legal se encontrarían sometidos a una violencia estatal incontrolada, mientras que la vida continuaría en gran medida con normalidad para los demás”.

Y prosigue en su análisis: “Episodios pasados de la historia estadounidense sugieren que Estados Unidos —a pesar de sus tradiciones democráticas— es vulnerable a la creación de zonas de autoritarismo. Pero la historia también demuestra que la zona de legalidad puede contraatacar. Cuando se fundó el país, el orden jurídico liberal se aplicaba a los colonos europeos, mientras que los nativos americanos y los esclavizados estaban sometidos a un sistema más autoritario y violento. Durante la época de Jim Crow, los estados del Sur funcionaban como regímenes autoritarios de partido único, que permitían o incluso fomentaban la violencia extralegal, como los linchamientos, mientras participaban en la democracia a nivel federal”.

En el fondo es una reinterpretación del famoso poema del pastor luterano Martin Niemöller —falsamente atribuido a Bertolt Brecht—: “Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista / Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista / Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío / Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre”. En la película Vencedores o vencidos (Filmin), el clásico de Stanley Kramer sobre el juicio de Nuremberg, existe una reflexión similar. Burt Lancaster interpreta a Ernst Janing, un jurista ficticio de enorme prestigio que, sin embargo, se dejó seducir por el nazismo—algunos piensan que estaba inspirado por el filósofo Martin Heidegger—. Se muestra totalmente arrepentido y cuando es condenado le dice al juez, Spencer Tracy: “Aquella pobre gente, aquellos millones de personas. Jamás supuse que llegaríamos a eso”. A lo que el juez replica: “Señor Janing. Se llegó a eso la primera vez que usted condenó a un hombre sabiendo que era inocente”.

¿Puede Estados Unidos, como algunos países europeos, estar en el principio de un proceso que desemboque en algo peor? ¿Vivimos en Estados duales? El Gobierno de Trump está saltándose cada día el habeas corpus, el derecho básico de todo detenido de comparecer hasta un juez, y personas están siendo arrestadas en la calle para luego desaparecer, pero, como en el poema, por ahora ninguno tiene pasaporte estadounidense. ¿Vivimos en Europa en Estados duales por la forma en que tratamos a los migrantes que carecen de papeles? La película, recién estrenada, La historia de Souleymane, que relata 48 horas en la vida de un migrante irregular en París, muestra muy bien lo que es vivir sin derechos en el corazón de los derechos y garantías que es la UE.

Tal vez la primera lección de la Segunda Guerra Mundial es que ninguna forma de racismo es aceptable y que, cuando nos damos cuenta de que hemos perdido la libertad, ya es demasiado tarde. Cuando los servicios secretos de Alemania sostuvieron la semana pasada que el partido ultra AFD era incompatible con la democracia trazaron una línea roja sobre la que muchos otros países europeos deberían reflexionar este 8 de mayo: “Para nuestra valoración es decisiva la idea del pueblo de la AfD, basada en los orígenes étnicos, que devalúa grupos de población enteros en Alemania y viola su dignidad humana”, sostenía un comunicado de los servicios secretos recogido en la crónica de Marc Bassets. “Su objetivo”, precisa, “es excluir a determinados grupos de población de una participación social igual a los demás, someterlos a un trato no igualitario que no es conforme con la Constitución y asignarles un estatus legal devaluado”. Los ultras de la Afd no están, ni mucho menos, solos en eso. Pero todavía no han venido por nosotros.












[ARCHIVO DEL BLOG] La ejemplaridad de ciudadanos, funcionarios, políticos y reyes. Publicado el 14/05/2015












¿Ahora que la vulgaridad, aquello que es común o general a todos, se ha convertido en paradigma, afortunadamente, de la democracia moderna por mor de la igualdad de todos los hombres en dignidad: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros", (Art. 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), cabe exigir de los funcionarios, los políticos, los gobernantes y las más altas instituciones del Estado una ejemplaridad pública, que no nos exijamos a nosotros mismos?
Esa es la pregunta que el filósofo Javier Gomá (Bilbao, 1965) se plantea en su libro "Ejemplaridad pública" (Taurus, Madrid, 2009), el tercero de los títulos de la tetralogía que en torno a la idea de ejemplaridad, su historia y su teoría general, su formación subjetiva, su aplicación a la esfera política y su relación con la esperanza, acabo de terminar de leer, y que entiendo de ineludible actualidad y necesidad de respuesta. 
Tras la crítica nihilista a las creencias y costumbres colectivas y la deslegitimación moderna del principio de autoridad, dice en él, la democracia ha renunciado a los instrumentos tradicionales de socialización del individuo (costumbres, sentimientos, moral social, educación y religión, entre otros), sin haberlos sustituido por ningunos otros igualmente eficaces. En esta situación, sigue diciendo, ¿por qué razón el hombre actual debería aceptar las limitaciones y los deberes que son inherentes a una vida en sociedad? ¿Qué estímulos tiene para optar por la virtud y no por la vulgaridad, por la civilización y no por la barbarie? 
La democracia será a la larga un proceso civilizatorio viable, añade, solo si consigue del ciudadano que sienta en conciencia el deber de adoptar un determinado estilo de vida privada con preferencia a otro. Para Javier Gomá la respuesta a esa pregunta está en la propuesta de una ejemplaridad igualitaria y secularizada como principio organizador de la democracia moderna, partiendo de la convicción de que en esta época postnihilista autoritarismo y coerción han perdido definitivamente todo poder cohesionador y que solo la fuerza persuasiva del ejemplo virtuoso, generador de costumbres cívicas, será capaz de promover la auténtica emancipación del ciudadano.
Les hago excusa de una mayor profundización por mi parte sobre la propuesta de Javier Gomá invitándoles a la lectura del artículo del profesor Fernando Vallespín, en el número de enero de 2010 de Revista de Libros, del artículo "Paideia para una sociedad mejor" en el que reseñaba con acierto el libro el libro de Gomá.
Personalmente, y a unos días de las elecciones locales y regionales convocadas en España para finales de este mes de mayo, me ha resultado interesantísimo el contenido del último capítulo del libro dedicado a la ejemplaridad debida por los políticos, los funcionarios y el titular de la Corona. Dice en él: Los políticos profesionales electos ocupan los cargos superiores y directivos en el aparato coactivo del Estado, pero ello solo un número limitado de años, y en la ejecución de sus programas se han de apoyar en un cuerpo estable de funcionarios, que acceden a sus empleos no por elección de los ciudadanos sino, en la mayoría de los casos,  concursos y oposiciones dirimidos conforme a principios de mérito y capacidad.
Los políticos, sigue diciendo Gomá, gobiernan de dos maneras: produciendo leyes y produciendo costumbres. En cierto modo, la segunda manera es más profunda y duradera que la primera, porque las leyes coactivas solo ejercen compulsión sobre la libertad externa de los ciudadanos, en tanto que las costumbres entran en su corazón y lo reforman. En cuanto titulares del aparato coactivo estatal y en cuanto notoriedades que disfrutan de una extensa popularidad, pesa sobre las vidas de los políticos -en las que no es posible distinguir entre una esfera pública y otra privada- un plus de responsabilidad. A diferencia de los demás ciudadanos, que pueden hacer lícitamente todo lo que no esté prohibido por las leyes, a ellos se les exige que observen, respeten o al menos no contradigan el plexo de valores y bienes estimados por la sociedad a la que dicen servir y que son fundamento de un "vivir y envejecer juntos" en paz. No basta con que cumplan la ley, han de ser ejemplares. Si los políticos realmente lo fueran, solo sería necesario un número muy reducido de leyes básicas, porque las costumbres cívicas que emanarían de su ejemplo excusarían de imponer por fuerza lo que una mayoría de ciudadanos ya estaría haciendo de buen grado.El imperativo de ejemplaridad que gravita sobre los funcionarios, sigue diciendo, es de una naturaleza distinta del que rige para los profesionales de la política. Ellos no deben responder como estos a la confianza específica que la ciudadanía, expresada en votos, les otorga a la vista de unas cualidades personales que hacen de ellos personas fiables y creíbles y que pueden revocar en las elecciones siguientes.El Estado se organiza, añade, como una pirámide jerárquica de fuerza coactiva progresiva en la que cada escalón superior concentra más poder que el inferior sobre el monopolio de la violencia estatal. Así, continúa diciendo, en la base se encuentran los funcionarios, unidos al Estado por una relación estatutaria; en un estrato superior, los políticos, elegidos por sufragio libre y poseedores de las fuentes escritas del Derecho; y en el vértice de esta jerarquía, en las monarquías parlamentarias, el titular de la Corona, un título al que se accede por herencia. ¿Cómo es esto posible en nuestras modernas democracias?, se pregunta el filósofo Gomá. ¿Que legitimación le asiste a la Corona?
La transmisión de la jefatura del Estado por vía hereditaria, siguiendo reglas genealógicas, sigue diciendo, supone sin lugar a dudas la integración de un "momento" tradicional-histórico muy "Ancien Régime", en el racionalismo originariamente formal de una Constitución. La entrega de la máxima magistratura del Estado a una familia y a sus descendientes solo cabe considerarla democrática, aun siendo voluntad del pueblo, a condición de que este (el pueblo) retenga la integridad de su soberanía y que, en consecuencia, la posición estatutaria del rey no lleve aparejada ninguna cuota de poder coactivo, ni legislativo ni ejecutivo ni judicial, y solo ostente un valor simbólico. De esa manera, continúa, en la cúspide del Estado, esa escala de poder coactivo creciente, en el lugar que uno esperaría encontrar una apoteosis de fuerza y decisión, lo único que luce es un símbolo desnudo.
Hay muchos símbolos políticos, dice en las páginas finales de su libro: -bandera, himno, escudo- pero el principal de ellos es la Corona, que es un símbolo personal. En ella, lo simbolizado presenta la mayor seriedad: la unidad y permanencia de un Estado. Pero esa carga de sentido político se materializa en lo más doméstico y cotidiano que pueda imaginarse: una familia. 
En las constituciones modernas, la persona del rey no está sujeta a responsabilidad jurídica. Sin embargo nadie podrá exonerarle nunca del deber de fidelidad a su significado simbólico. Esta fidelidad al significado es otra forma de llamar a la ejemplaridad. El oficio del rey se agota en simbolizar esa apertura: en ejemplo que ejemplifica la ejemplaridad misma. Si encerrándose en su propia anécdota, concluye, es desleal a su simbolismo, pierde al punto su anterior gravedad y encanto y se torna ejemplo ininteresante, caprichoso cosmético, bagatela desechable. El antiguo mito político solo vale entonces como cuento para niños. La vulgaridad de vida banaliza la Corona y vacía el trono. 
No creo, sinceramente que ese sea hoy nuestro caso, pues la monarquía y su titular en estos momentos, han vuelto a recuperar el prestigio, confianza y aceptación de los que la Corona como institución gozó en sus mejores tiempos entre los españoles. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
















Del poema de cada día. Hoy, Metamorfosis, de Corina Oproae

 








METAMORFOSIS


 


Una mañana,


hace unas cuantas vidas,


me desperté y decidí ponerme a prueba.


Me dije:


serás mujer y hombre,


pez, insecto y pájaro,


montaña y grano de arena.


 


Como quien disfruta leyendo el final de los cuentos


antes de comenzarlos,


primero fui grano de arena


perdido en la infinitud inexorable


reflejada en la permanencia de las cosas.


Fui también montaña


extraviada en el inconsciente de los mortales


y descansé tanto durante esas vidas


que tuve la tentación de ser,


cuanto antes, hombre o mujer.


 


Pero dejé que las cosas siguieran su curso


y fui insecto —multiplicidad


reflejada en mi telúrica existencia.


Luego fui pez


debatiéndome entre el atávico


ir y venir de los mares.


Esa forma de vida me hizo albergar


deseos de alzarme


 y entonces fui pájaro,


desplegando mis alas con la cadencia del infinito.


 


Fue cuando sentí tanta admiración


que en sueños entablaba conversaciones


con héroes que habían sido capaces de superar


prueba tras prueba hasta llegar a conquistar


el reino y la belleza.


 


También decidí hacer una pausa


y durante alguna vida


sencillamente no fui nada.


 


Ahora soy hombre. Ahora soy mujer.


No os extrañe si os confieso


que he sido muchos hombres y muchas mujeres,


y que de todas esas vidas conservo un recuerdo


más nítido que el alma de la palabra primera.


 


No acabaría nunca si os contara todo lo que fui.


Mujeres y hombres


que habían sido granos de arena,


montañas, peces, insectos y pájaros


y una infinidad de otras cosas y de otros seres.


Hombres y mujeres extraviadas dentro de unas vidas


que, la mayoría de las veces, no eran las suyas.


Hombres y mujeres que sin embargo supieron ser ellas


y reconocerse a sí mismas cuando se llamaban


Adán y Eva, Orfeo y Eurídice, Romeo y Julieta,


Él y Ella, Tú y Yo.




***




CORINA OPROAE (1973)
poetisa rumana




















De las viñetas de humor de hoy miércoles, 14 de mayo de 2025