El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2024
lunes, 9 de diciembre de 2024
domingo, 8 de diciembre de 2024
De la manipulación del derecho de gracia. Especial 2 de hoy domingo, 8 de diciembre de 2024
Soplan aires de tragedia en el crepúsculo presidencial de Joe Biden. Como la heroína de Sófocles, que rompió la ley de la ciudad para cumplir con la obligación de enterrar a su hermano, el presidente de Estados Unidos ha obedecido a la ley de la sangre en detrimento de la regla democrática y quebrado además su promesa de renunciar al derecho de gracia para librar de la cárcel a su hijo Hunter, escribe en El País [Antígona en la Casa Blanca] el periodista Lluís Bassets. Es un regalo para el trumpismo, con el que los demócratas quedan inhabilitados para atacar a Donald Trump por su descarada elusión de la justicia, el perdón de los cómplices de sus fechorías en la pasada presidencia y la venganza que prepara contra quienes le han perseguido ante los tribunales y han pretendido destituirle.
Difícil encontrar un caso tan flagrante de intromisión en la acción de la justicia como un perdón presidencial sin justificación legal ni control parlamentario y judicial. Auténtica reminiscencia del derecho de gracia de los monarcas absolutos, no es extraño que alguien tan habituado a interferir en la acción de los jueces como Trump lo ejerciera de forma vergonzosa cuando perdonó a final de su presidencia a Paul Manafort, Roger Stone y Steve Bannon, tres de sus colaboradores sospechosos de participar en la intromisión rusa en las elecciones de 2016, y sacó de la cárcel a su propio consuegro, Charles Kushner, además de premiarlo ahora con la embajada de Francia. Tampoco es extraño que vaya a ejercerlo ahora de forma multitudinaria con los asaltantes del Capitolio.
Dos presidentes destacan por su uso decente de tal derecho: Jimmy Carter, que perdonó a los desertores de Vietnam, y Barack Obama, a centenares de condenados por delitos vinculados a las drogas. Gerald Ford absolvió a Richard Nixon, culpable del Watergate. George H. W. Bush a los encartados en el caso Irán-Contra, incluido un secretario de Estado. Bill Clinton a Marc Rich, un magnate donante de fondos. George W. Bush a Scooter Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Cheney que filtró la identidad de una agente de la CIA.
Quien creyó que Biden iba a ser menos se ha equivocado. Es ancha la amnistía para su hijo Hunter, puesto que incluye todos los delitos que pudiera haber cometido desde 2014. Y preventiva, a la vista de quienes estarán al frente del equipo de la venganza trumpista en el FBI, el departamento de Justicia y la dirección de las 18 agencias de la inteligencia nacional, la CIA entre ellas. Biden está cubierto como Trump por la inmunidad presidencial reconocida por el Supremo, y sabe que el revanchismo se concentrará sobre sus allegados familiares y políticos. Con un perdón tan amplio evita que su hijo siga siendo investigado. Es a la vez el presagio de un amplio perdón para quienes se han destacado en la investigación y persecución parlamentaria y judicial de Trump.
Peor que perdonar a un hijo es perdonarse a sí mismo, que es a lo que Trump estaba dispuesto solo llegar a la presidencia. No lo ha necesitado, puesto que no pesa sobre él ninguna condena federal y están paralizados los procesos de Georgia y Nueva York, aunque en este último ha sido declarado culpable, de forma que ya es el primer expresidente delincuente y el primer delincuente que alcanza la presidencia. Da igual, porque la doctrina legal no permite que un presidente sea inculpado, juzgado, condenado y encarcelado mientras está en ejercicio, ni siquiera en el período entre su elección y su toma de posesión.
Según el Departamento de Justicia, la cárcel y la defensa implican unas cargas que impiden ejercer las funciones presidenciales. Suponen además un “estigma público y un oprobio que también obstaculizarían su liderazgo constitucional”, un argumento desbordado por la realidad en el caso de Trump, puesto que el estigma y el oprobio como presidente convicto persistirán en su imagen presidencial y lastrarán el liderazgo internacional de Estados Unidos.
La estrategia de Trump siempre ha sido la misma, sea en los negocios o en la política. Un juez federal le calificó en una sentencia de 2023 como “un litigante prolífico y sofisticado, que usa los tribunales para vengarse de los adversarios políticos, (…) una mente magistral en la estrategia de abusar del proceso judicial”. Se equivocaron quienes creyeron que podían derrotarle en los tribunales. No funcionó la única apuesta útil, su derrota en las urnas, en la que no supieron vencerle las fuerzas democráticas. El resultado es catastrófico y de largo alcance para la justicia, la separación de poderes y la autonomía de la policía federal. Solo faltaba el gesto de piedad paternal de Biden, porque da la razón a alguien como Trump que desconoce los dilemas trágicos. Ahora sabrán los estadounidenses qué es el Estado profundo y qué significan las interferencias políticas en la acción de la policía y de la justicia.
De la contención, en política. Especial 1 de hoy domingo, 8 de diciembre de 2024, Día de la Inmaculada Concepción, Patrona de España
“Me declaro responsable de la situación, pero nunca asumiré la irresponsabilidad de otros”. Es el trabalenguas de Emmanuel Macron tras aceptar la dimisión de su primer ministro. Reflexionar sobre la responsabilidad del vigesimoquinto presidente de la República francesa y copríncipe de Andorra lleva, inevitablemente, a preguntarnos sobre su legado, esto es, sobre la Francia que dejará cuando acabe su mandato, afirma en El País [El legado de Macron] la politçologa Máriam Martínez-Bascuñán. ¿Será una más democrática, con instituciones más fuertes y valores republicanos reforzados? ¿Una Francia menos polarizada y con más cultura del compromiso? ¿Una más cohesionada socialmente? Es difícil colegir su grado personal de responsabilidad, pero todos sabemos la respuesta a esas preguntas. Es curioso que quien fuera el delfín de Europa en Versalles, el président de la moderación que tanto se ha esforzado en identificarse con la resistencia democrática, el dique de contención frente a los excesos de los extremos, vaya a pasar a la historia por haberse mostrado incapaz de renunciar a una concepción napoleónica del poder, ese hiperpresidencialismo a lo Mitterrand que le ha llevado, como a aquel, a la incontinencia de sí mismo, y a no contenerse en el ejercicio del poder.
Algunos constitucionalistas franceses, como Dominique Rousseau, dicen que se puede hacer una lectura parlamentaria de la V República, que su Constitución no excluye la formación de un Gobierno a partir de distintos grupos parlamentarios y que la Asamblea tiene el poder de tumbar al primer ministro. A la vista está. Pero el verdadero legado de Macron, precisamente ahora que el presidencialismo reforzado de la V República es tolerado cada vez peor por la ciudadanía, es su poderosa deriva hacia el cesarismo, esta suerte de monarquía republicana que desprecia la cultura de la negociación y el compromiso. Es él quien dio la llave del Gobierno a Marine Le Pen, quien rechazó explorar otras mayorías a su izquierda. ¿Y acaso no fue él mismo ministro de un Gobierno socialista? La forma en la que un líder ejerce el poder define su legado, y les ocurre a todos. ¿No es Donald Trump, a su modo, el legado de Barack Obama? Fue Obama quien dejó en manos de un psicópata una presidencia con más poderes de los que él recibió. Tal vez fuera por impericia o por pura soberbia, o por pensarse en el lado bueno de la historia, a salvo de la autocontención que piden las normas democráticas más básicas. ¿Y Angela Merkel? ¿Dónde está su legado en Europa? ¿Tiene hoy Alemania más peso en Bruselas y en el mundo?
Una vez oí que los liberales son ácratas descafeinados. Siempre preocupados por el abuso del poder, sus teóricos diseñaron un sistema donde estuviera sujeto a controles que preservaran el pluralismo y la libertad. Entendieron bien nuestra torpeza para ejercer la autocontención y por eso idearon instituciones independientes: para frenar los excesos de la ciudadanía y de nuestros representantes. Porque cuando logran al fin el control de los resortes del poder, nuestros gobernantes no parecen percatarse de que, si ellos lo ejercen así, quien venga después lo hará sin duda con más virulencia. La autocontención es un gesto de prudencia que lleva en sí misma una autocrítica, un no creerse infalible que deberíamos exigir a nuestros líderes políticos. Porque sin duda es cierto que toda vida política termina en fracaso, como clamaba el idiota de Harold Macmillan, pero no es necesariamente obligatorio que sus fracasos se lleven todo por delante.
sábado, 7 de diciembre de 2024
De los diez pensadores más influyentes del mundo actual. Especial 2 de hoy sábado, 7 de diciembre de 2024
Sus ideas, su obra y sus intervenciones en el debate público han determinado el pulso del pensamiento contemporáneo. Nos ayudan a entender qué está pasando, qué podría pasar y qué debería pasar. Son los grandes visionarios de este arranque del siglo XXI
Ideas
07 DIC 2024
Vivimos tiempos de gran incertidumbre. Necesitamos, más que nunca, faros, mentes preclaras que nos guíen a la hora de entender qué ocurre en el mundo y, sobre todo, por qué. Por eso hemos decidido celebrar el número 500 de Ideas, el espacio de EL PAÍS para la reflexión, con un panorama de los pensadores más relevantes del momento presente. 56 personas (filósofos, historiadores, politólogos, tecnólogos, etcétera) nos han ayudado a configurar una lista con los intelectuales cuya visión ya está dejando huella. Son estos:
Judith Butler
1
Cleveland (EE UU), 1956. Filósofa que ha cuestionado las ideas tradicionales de género y que ha hecho importantes aportaciones a la teoría queer en obras como El género en disputa (1990) y su libro más reciente, ¿Quién teme al género? (2024, ambos en Paidós).
Por Ana Carrasco-Conde
(Ciudad Real, 1979). Filósofa y autora de La muerte en común (2024, Paidós). Ha escrito el prólogo a la reedición de El clamor de Antígona, de Judith Butler (Machado Libros).
A 451 grados Fahrenheit arden los libros según Bradbury. En un mundo en el que tal cosa fuera posible los de Butler serían los primeros en ser arrojados al fuego. Muchos también se salvarían, escondidos como último reducto de lucha, bajo una baldosa. En 2017 la ultraderecha en Brasil recogió 370.000 firmas para evitar su visita y quemaron una imagen suya. ¿Imaginan qué mensaje tan potente, aunque distorsionado, puede llegar a movilizar tantas fobias y filias? Lo que escribe remueve, mueve o conmueve. Al primer grupo pertenecen El género en disputa (1990), Cuerpos que importan (1993) o ¿Quién teme al género? (2024); al segundo, Mecanismos psíquicos del poder (1997), y al tercero, El grito de Antígona (2000).
De formación hegeliana, con impronta del psicoanálisis e interés en la lingüística, recupera una preocupación según la cual no hay esencias prístinas, sino sujetos que dependen en su desarrollo de dinámicas en las que se inscriben. Existen normas que producimos y reproducimos y que, aunque generan la ficción de una “esencia”, performativamente nos construyen. Parte de su obra quiere entender los efectos del género como parte de una estructura de poder, no porque sea una mera construcción cultural, sino porque se asienta en algo más profundo asociado a nuestro psiquismo. Se entiende como un sistema de organización de las normas que nos constituyen en las instituciones e instancias sociales. Trabaja en otras consecuencias del poder de lo normativo: las vidas no reconocidas como tales o el rechazo a familias no normativas. Piensa la vida atravesada por el poder, donde asoma el estigma, la precariedad o la violencia.
Thomas Piketty
2
Nacido en Clichy (Francia) en 1971, este economista ha centrado su trabajo en la desigualdad y la redistribución de la renta en el capitalismo actual. Su libro clave es El capital en el siglo XXI (2013, Deusto).
Por Yolanda Díaz
(Fene, A Coruña, 1971). Ministra de Trabajo y Economía Social, y vicepresidenta segunda del Gobierno. Es fundadora de Sumar.
La desigualdad es una construcción social e histórica, una decisión de naturaleza política que solo puede ser combatida con decisiones igualmente políticas. Este es, considero, el gran legado de Thomas Piketty, su principal aportación al pensamiento contemporáneo. El economista francés no es el primero en denunciar el carácter contingente de la desigualdad, por supuesto, pero ha sido capaz de difundir ampliamente sus planteamientos y mostrar la economía como una ciencia social imbricada en la historia y la sociología, alejada de la autorreferencialidad y matematicismo de antaño.
El capital en el siglo XXI, el mastodóntico libro que lo llevó a la fama, demostró una formidable capacidad de llevar lo heterodoxo al mainstream, de sustentar empíricamente ideas transformadoras. Años después, en Capital e ideología, Piketty logró ir más allá de su propia innovación metodológica, apuntando la centralidad de la ideología en la perpetuación de las desigualdades y señalando la responsabilidad de las élites en la erosión de nuestras democracias. En otros libros e informes, se ha volcado en demostrar la necesidad de una revolución fiscal global que aborde, desde la justicia social y climática, la emergencia ecológica, el principal desafío de nuestra época.
Hoy, en pleno shock tras el retorno del trumpismo, cobra especial relevancia su afirmación de que “uno no puede estar en contra del capitalismo o del neoliberalismo: uno debe estar también y sobre todo a favor de otra cosa”. Haríamos bien, pues, en sumergirnos en la batalla de las ideas, en comprender la relevancia y valor de intelectuales públicos como Thomas Piketty, en aplaudir y acompañar sus esfuerzos por construir una “alternativa explicada con claridad”; una nueva forma de socialismo “participativo y descentralizado, federal y democrático, ecológico, multirracial y feminista”, como él mismo dice; un horizonte de certidumbre hacia el que avanzar, poco a poco, paso a paso, desde la permanente tensión entre la ambición de nuestros principios y el pragmatismo de la praxis.
Noam Chomsky
3
Filadelfia (Estados Unidos), 1928. No solo revolucionó la lingüística, sino que también es una de las figuras políticas más relevantes por su crítica al capitalismo y a la política estadounidense en artículos y libros como Los guardianes de la libertad (1988, Austral).
Por César Rendueles
(Girona, 1975). Sociólogo, ensayista e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Su último libro es Comuntopía (2024, Akal).
En la película Captain Fantastic (2016), la familia protagonista —una especie de tribu anarquista contracultural— no celebra la Navidad sino que conmemora el Día de Noam Chomsky. La escena es absurda y excesiva pero capta bien el papel que Chomsky ha llegado a desempeñar en nuestra esfera pública. Chomsky representa todo lo que la modernidad imaginó en un intelectual y que en la era de la posverdad nos parece propio de una época salvaje y heroica: un científico que revolucionó su campo de estudio, autor de ensayos políticos de un rigor implacable y, al mismo tiempo, un referente ético global cuya rabiosa independencia nunca se ha confundido con indiferencia o equidistancia. A menudo ha sido acusado —desde Michel Foucault hasta Slavoj Žižek— de ser culturalmente conservador. Seguramente es verdad: tan conservador como esperamos que sea un pilar de hormigón armado.
Antes de cumplir los 30 años, Noam Chomsky ya había hecho saltar por los aires la lingüística de su tiempo. No ha dejado de ser una referencia irremplazable en el campo de las ciencias cognitivas: cambió nuestra manera de entender el lenguaje porque transformó nuestra concepción del innatismo que, gracias a él, dejamos de entender como un automatismo plano y se convirtió en la base de una teoría de la mente activa y vigorosa. Entretanto, ha encontrado tiempo para denunciar infatigablemente los ataques a la democracia en todo el mundo y desarrollar una teoría de los efectos catastróficos para la libertad de expresión de la coalición de intereses empresariales y políticos que dominan los medios de comunicación: una crítica que anticipó en varias décadas la degradación informativa que hoy padecemos.
Jürgen Habermas
4
Düsseldorf (Alemania), 1929. Ha analizado los mecanismos de los debates públicos y de la democracia en obras como Teoría de la acción comunicativa (1981).
Por Victoria Camps
(Barcelona, 1941). Es catedrática emérita de Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona. Su último libro es Tiempo de cuidados (Arpa).
Miembro de la segunda generación de la Escuela de Fráncfort, Jürgen Habermas se convierte pronto en un filósofo de referencia por sus libros sobre ética y filosofía política. De la mano de Karl-Otto Apel, elabora una nueva teoría de la racionalidad práctica conocida bajo el nombre de ética discursiva, ética del diálogo o ética de la comunicación. El objetivo es sustituir la filosofía del yo, característica de la modernidad, por una filosofía de la interacción lingüística que concibe la comunicación como el escenario en el que se despliega la discusión racional. Influyen en dicha teoría el método hermenéutico, con su énfasis en la interpretación del texto, y la pragmática del lenguaje de Wittgenstein, para quien los usos del lenguaje en sus distintos contextos son los determinantes del significado.
Cómo seguir haciendo filosofía después de Auschwitz es una de las preocupaciones de los filósofos frankfurtianos. Entienden que, sin renunciar a la especulación que la caracteriza, la filosofía tiene que ser crítica y aportar mecanismos de compromiso con la historia si pretende tener alguna influencia en la práctica. No será el individuo solitario de Kant quien descubra el imperativo de la moralidad, sino la comunidad que dialoga en esa “esfera común” constituida por seres que hablan con el fin de llegar a acuerdos racionales sobre temas que concitan opiniones dispares. La construcción de la opinión pública es otro de los temas que Habermas ha abordado y que ha concitado el interés no solo de los filósofos, sino de los profesionales de la comunicación. Ahora que el objetivo de adquirir “competencias” ha invadido el sistema educativo, convendría saber que la teoría de Habermas presupone una “competencia comunicativa”, una “situación ideal de diálogo”, a la que deberían tender todos los actos de comunicación reales y, como tales, imperfectos. Las reglas de interacción lingüística son morales, y legitiman los acuerdos a los que se llega por el diálogo, una lección que deberíamos recordar si queremos corregir la comunicación distorsionada, caótica y desnortada de nuestro tiempo.
Yuval Noah Harari
5
Ensayista nacido en Kiryat Atta, Israel (1976), ha explorado nuestra historia, nuestra sociedad y nuestro posible futuro en obras como Sapiens (2011) y la reciente Nexus (2024, Debate).
Por Javier Sampedro
(Madrid, 1960). Periodista y doctor en genética y biología molecular. Escribe sobre ciencia en EL PAÍS y es además autor de libros como El siglo de la ciencia: nuestro mundo al descubierto (2009, Península).
Con la posible excepción de sus estudiantes de Historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén, nadie había oído hablar de Yuval Noah Harari hace 10 años. Fue entonces cuando su libro Sapiens: de animales a dioses se propagó por el mundo como fuego por la paja y le convirtió en uno de los intelectuales más influyentes del planeta. Junto a un par de secuelas y una versión para niños, Sapiens ha vendido 45 millones de copias en 65 idiomas, un prodigio para un erudito ensayo de 500 páginas. Al menos desde que Sapiens se encaramó a la lista de superventas de The New York Times durante 96 semanas seguidas y Bill Gates lo aclamó como uno de sus libros favoritos, Harari se convirtió en una especie de oráculo de Delfos de las élites mundiales. Si el jefe de Meta (Facebook), Mark Zuckerberg, organiza una reunión sobre los efectos de la tecnología en la humanidad, invita a Harari. Si la Unesco quiere informarse sobre la pandemia de covid y la ciencia internacional, invita a Harari. No hay un solo medio de referencia en el mundo que no haya entrevistado a Harari varias veces.
Y sin embargo hay científicos que dudan del rigor académico del autor israelí. El mensaje central de Sapiens es que los humanos hemos llegado a dominar el mundo porque somos capaces de creer en cosas que no existen, como el dinero, los dioses, las naciones y los derechos humanos, porque esos relatos ficticios nos permiten formar grandes coaliciones. Sin duda es una idea atractiva, casi magnética, pero no está bien fundamentada en la ciencia actual. Pese a estas críticas académicas, el tecnopesimista Harari sigue siendo un autor muy interesante, y acaba de demostrar su buena forma con Nexus, una exploración profunda de las redes de comunicación y sus efectos dramáticos en las organizaciones humanas. Hay Harari para rato.
Michael J. Sandel
6
Minneapolis (EE UU, 1953). Filósofo ético que ha escrito sobre cómo ha de ser nuestra democracia y que también ha criticado ideas preconcebidas sobre la meritocracia en libros como Justicia (2010, Debolsillo) y La tiranía del mérito (2020, Debate).
Por Montserrat Domínguez
(Madrid, 1963). Directora de contenidos de la Cadena Ser. Antes fue subdirectora de EL PAÍS, directora de El HuffPost y directora de Hora 25, en la Ser.
Hay dos causas que Michael J. Sandel identifica como la base del descontento democrático que se extiende como un virus entre los ciudadanos: la pérdida de dignidad en el trabajo y el vaciamiento de los espacios públicos de convivencia. Es en estos dos ámbitos donde la globalización y el neoliberalismo de las últimas décadas, aceptados como verdad inapelable incluso por líderes socialdemócratas como Clinton, Blair o Schroeder, han actuado como un ácido corrosivo. Reconozcamos, dice Sandel, que el trabajo no es sólo una manera de ganarse la vida: es también una vía de reconocimiento, de aportación al bien común, de sentirse respetado. Si ves caer tu salario y tu autoestima social, los políticos hipernacionalistas sabrán explotar esa frustración legítima para buscar chivos expiatorios. Porque el malestar es real, tan real como el aumento de la desigualdad, y algunos saben redirigirlo hacia posturas racistas, xenófobas o misóginas.
Hay antídotos, sugiere Sandel: como asumir que la democracia no necesita de una igualdad perfecta, pero sí que haya lugares de encuentro y de interacción donde aprendamos a negociar y a convivir con nuestras diferencias. Los guetos de los ricos y sus cachorros, su desinterés por esos espacios públicos de intercambio de ideas y experiencias, acaban pasando factura al sentimiento de comunidad y de pertenencia, y al compromiso por el bien común que es imprescindible para que las democracias prosperen.
Los libros de Sandel, sus charlas en auditorios abarrotados y sus cursos de Harvard, online y gratuitos, suman audiencias que hacen palidecer de envidia a los youtubers. Resulta que sí nos gusta leer, escuchar y debatir sobre justicia, ética, política y filosofía. En tiempos de polarización, no es un logro menor el de este aspirante a periodista reconvertido en uno de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo.
Martha Nussbaum
7
Nacida en Nueva York (EE UU, 1947), esta filósofa ha escrito sobre valores políticos y ha defendido la importancia de las humanidades en libros como Crear capacidades (2012, Paidós).
Por Daniel Gascón
(Zaragoza, 1981). Periodista y escritor. Tiene una columna semanal en EL PAÍS y dirige la edición española de la revista cultural Letras libres. Es autor de libros como La muerte del hipster (2021, Literatura Random House).
Martha Nussbaum, profesora de Derecho y Ética en la Universidad de Chicago y premio Princesa de Asturias 2012, ha escrito sobre el pensamiento de los griegos y los romanos y lo que podemos aprender de él, sobre el feminismo y sobre la importancia de las emociones en política, sobre el enfoque de las capacidades, sobre la intolerancia religiosa y sobre los derechos de los animales.
Algunas de las cosas que subraya pueden parecer anodinas de pura sensatez, pero no eran populares en su momento. En La fragilidad del bien (1986) hablaba, a partir del estudio de la tragedia griega y de algunas obras filosóficas, de la vulnerabilidad y del desastre. Algunas preocupaciones humanas nos colocan en posiciones vulnerables (el amor implica el miedo a perderlo); como las cosas valiosas son plurales, establecen relaciones variables y conflictivas; esa fragilidad no es un bien en sí mismo ni algo romántico.
Otra aportación importante de Nussbaum es el desarrollo del “enfoque de las capacidades”. Si Amartya Sen había realizado un planteamiento económico del asunto, Nussbaum elaboró la versión filosófica. Ese enfoque considera que para valorar cómo hace las cosas un país, la medida correcta no son solo los indicadores económicos como el PIB per capita, sino “lo que la gente de verdad puede hacer y ser. Las capacidades no son solo destrezas, sino oportunidades sustantivas para elegir cosas que el individuo valora”. Nussbaum, que ha estudiado la influencia de las emociones y ha analizado la tradición cosmopolita, reivindica el valor moral de la nación y defiende un liberalismo de “corte socialdemócrata” y pluralista. El liberalismo, ha dicho en alguna ocasión, también necesita amor.
Slavoj Žižek
8
Nacido en Liubliana (Eslovenia) en 1949, este filósofo ha analizado la sociedad y la política con referencias al psicoanálisis y a la cultura pop.
Por Marina Garcés
(Barcelona, 1973). Filósofa, su último libro es El tiempo de la promesa (2023, Anagrama)
Corrían los posmodernos años noventa, cuando un extraño filósofo que no era ni francés, ni italiano, ni alemán nos enseñó a pensar que la tolerancia podía ser peligrosa, la comida light poco saludable y el matrimonio un desafío frente al individualismo disfrazado de emancipación. Hablaba de cine, de Hegel y de Lacan. Haciendo crítica de la ideología, nos dio la bienvenida al desierto de lo real.
A Žižek no le ha dado miedo convertirse en un meme. No pretende ser dialogante, ni académico, ni biempensante. Entiende la filosofía como un acto de radicalidad incómodo e inadecuado que no puede contentar a nadie. Por eso dudo que sea una influencia de las izquierdas, si entendemos por izquierdas aquellas organizaciones que establecen un marco de lo posible en el espectro de la representación política. Su filosofía no puede sostenerse en el espacio de la representación: se abre a esa noche del mundo que nos habita. Su obra principal, El espinoso sujeto (Paidós), reivindica al sujeto trascendental frente a la historicidad de las subjetividades posmodernas. No se conforma con reducirlo todo al relativismo de las diferencias y de sus encuentros; nos invita a pensar la negatividad abismal que nos constituye. Sólo ahí podemos entender la potencia de la imaginación y la radicalidad de la revolución.
Nos enseñó a ver que la tolerancia era el problema, cuando el multiculturalismo, las dietas y la flexibilidad de todas las formas de vida eran la coartada para el triunfo del neoliberalismo. Hoy, este ha abrazado un autoritarismo que no necesita ser tolerante. El poder muestra su verdad más oscura y Žižek alerta de que ya es tarde para despertar. Esto no significa quedarnos dormidos, sino adentrarnos en la noche para volver a pensar lo no dicho de la historia de Europa, que no son la razón ni la revolución, sino la guerra.
Byung-Chul Han
9
Filósofo y ensayista surcoreano, afincado en Alemania (Seúl, 1959). Destaca por sus libros breves que critican el capitalismo, la tecnología y la visión actual del trabajo.
Por Delia Rodríguez
(Logroño, 1978). Periodista especializada en la relación entre tecnología y sociedad. Es autora de Memecracia (2012, Gestión 2000).
Byung-Chul Han no tiene ideas sino axiomas. Pertenece a esa raza de médiums que, como el matemático Ramanujan o la escritora Lispector, capturan voces sobre el papel: “Las [palabras] que están en los libros no son mías. Recibo las que me visitan y las copio”, dijo en una desconcertante entrevista en este periódico. Sabemos que nació en Corea del Sur y se fue a Berlín, tiene 65 años, es profesor, toca el piano, cuida un jardín e intenta trabajar poco. Por tanto, nos cae bien.
También nos gusta porque su obra canaliza las preocupaciones de internet, que son las nuestras, y cuando digo nuestras quiero decir mías: la opresión de la autoexplotación; la salud mental como la patología contemporánea; la importancia de los rituales y objetos analógicos; la trampa de la autooptimización; la narración y su crisis; la emocionalización, el narcisismo, y la aceleración de la sociedad digital. Al leerlo pienso que ya podría dejar de expresarse como un pitagórico del siglo VI antes de Cristo, alargar las frases y explicarse mejor; después me olvido y vuelvo a comprar sus libritos que creo escritos para mí. Le acusan de repetirse, es cierto y me da igual, porque lo dicho me resuena y deseo volver a oírlo. Así funciona el nuevo mundo, por cierto, o lanzas una y otra vez tu mensaje a internet junto a un buen titular o será ignorado.
Supongo que por su conexión con la cultura digital, su extravagancia personal o su falsa sencillez se le llama pensador de moda; algo curioso porque a pesar de los 100.000 ejemplares vendidos en España y Latinoamérica solo de La sociedad del cansancio, no es popular en EE UU. Auguro, pues, que pronto estará de moda de verdad, porque aún hay quien no reconoce sus axiomas.
Peter Singer
10
Melbourne (Australia), 1946. En obras como Ética práctica (1980, Akal) ha hablado de temas como el altruismo, los derechos de los animales y el medio ambiente.
Por Marta Peirano
(Madrid, 1975) es periodista. En su último libro, Contra el futuro (2022, Debate), reflexiona sobre qué podemos hacer los ciudadanos ante el cambio climático.
El famoso utilitarista australiano sedujo a los tecnócratas proponiendo una fórmula basada en la lógica, los datos y la eficiencia para identificar las causas que benefician al mayor número de personas con la menor cantidad de recursos, en un entorno históricamente caracterizado por la intensidad emocional. Lo llamó altruismo efectivo, y en los últimos años ha sido utilizado como filosofía ética por figuras de Silicon Valley como Sam Bankman-Fried, fundador de FTX, y Sam Altman, CEO de OpenAI, para justificar una extracción masiva de recursos en beneficio de una humanidad que todavía no existe. Pero, si Peter Singer tuviera que votar entre la expansión a Marte y que seamos colonizados por una raza extraterrestre con talento para la felicidad, iría con los segundos. Singer se dedica a la erradicación del sufrimiento. La especie que lo consiga cuenta con su aval, independientemente de su origen.
En Liberación animal, libro que le catapultó a la fama en 1975 y le convirtió en padrino del movimiento por los derechos animales, propone el concepto de especismo, prejuicio moral idéntico al racismo o el sexismo, creado para justificar una cultura de explotación no respaldada por criterios científicos. Además de premios y condecoraciones, acumula doctorados honorarios de universidades como Harvard y Oxford. Es coeditor de la Revista de Ideas Controvertidas, fundada en 2021 para publicar textos sobre temas éticos, políticos y sociales que cumplen estándares de calidad académica pero han sido rechazados por tratar temas sensibles o desafiar las estructuras convencionales de la academia.
¿Y las mujeres? Una lista desigual (aunque no tanto)
Carmen Pérez-Lanzac
Sí, apenas hay pensadoras en esta clasificación. Los años de ausencia y de arrinconamiento también están presentes en este ranking. En un categórico primer lugar (aventaja en más de 50 puntos al segundo), tenemos a Judith Butler, que nació mujer pero tiene reconocido en su California natal el género no binario (ni hombre ni mujer). Su gran aportación filosófica, defender la subversión de la identidad, claro, le es cercana. Y en el puesto 7º, la filósofa Martha Nussbaum, que apoya la plena realización de todos y cada uno de los individuos. Por lo demás, la lista es un desierto en clave femenina.
Pero los diez primeros son la punta del iceberg. Hasta 288 pensadores han sido seleccionados. Y entre el puesto 11 y el 20 hay 7 mujeres: la ensayista estadounidense Naomi Klein (11º), la economista italiana Mariana Mazzucato (12º), la filósofa estadounidense Donna Haraway (16º), la socióloga francoisraelí Eva Illouz (17º), la feminista francesa Hélène Cixous (18º), la investigadora cordobesa Remedios Zafra (19º) y la filósofa estadounidense Wendy Brown (20º). La cosa mejora algo.
En Ideas estuvimos pendientes del equilibrio de género. El jurado lo conformaron 32 mujeres de un total de 56 personas. Mientras, queremos contribuir al avance hacia un top 10 equilibrado entre género, raza, clase y en el que los pensadores no procedan de una forma tan rotunda (9 de 20) de un solo país occidental, Estados Unidos.
El método y el jurado
Esta encuesta se realizó pidiendo a 56 expertos de diferentes ámbitos (historia, política, tecnología, academia, ciencia, periodismo) que eligieran a los que, a su juicio, son los diez pensadores vivos más influyentes de la actualidad. Los hemos ordenado en función del número de votos obtenidos.
El jurado estuvo compuesto por: Noelia Adánez, Jordi Amat, Irune Ariño, Olga Belmonte, María Blanco, María Blasco, Isabel Burdiel, Eurídice Cabañes, Victoria Camps, David Cano, Olga Cantó, Ana Carrasco-Conde, Ernesto Castro, Xavier Coller, Sonia Contera, Estrella de Diego, Mara Dierssen, Joaquín Estefanía, Lorena Fernández, Soledad Gallego-Díaz, Daniel Gascón, Gutmaro Gómez-Bravo, Pedro Carlos González Cuevas, Mariona Gumpert, Jordi Gracia, Óscar Horta, José María Lassalle, Lucía Lijtmaer, Paloma Llaneza, Laura Llevadot, Ramón López de Mántaras, Chantal Maillard, Carles Manera, Máriam Martínez-Bascuñán, Joan-Carles Melich, Enrique Moradiellos, Javier Moscoso, Paloma de la Nuez, Nuria Oliver, Anna Pagès, Marta Peirano, Ignacio Peyró, Alana S. Portero, Jahel Queralt, Juan Ramón Rallo, Clara Ramas, Joaquín Reyes, Sara de la Rica, Andrea Rizzi, Delia Rodríguez, Carlos Rodríguez Braun, Javier Rodríguez Marcos, Pere Rusiñol, Javier Santamarta, Marta Segarra y Natalia Velilla.
De los sinvergüenzas en el poder. Especial 1 de hoy sábado, 7 de diciembre de 2024
A raíz de la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, he leído numerosos análisis de las causas y consecuencias de su triunfo; hasta donde alcanzo, sin embargo, nadie ha dicho lo más obvio, quizá porque es lo más obvio o porque lo más obvio es lo que con más facilidad pasa inadvertido (precisamente porque es lo más obvio). A riesgo de incurrir en la perogrullada, intento exponerlo a continuación.
A la vista de todos está, y el propio interesado no hace el menor esfuerzo por ocultarlo; al contrario, se enorgullece de ello: Trump es básicamente un impresentable, un sinvergüenza —dicho sea con el máximo respeto—, un tipo con quien nadie con dos dedos de frente se tomaría un cafél afirma en El País [Sinvergüenzas al poder, 07/12/2024] el escritor y académico de la RAE, Javier Cercas. ¿Qué otra cosa puede decirse de un ególatra furioso, un narcisista de manual, un evasor de impuestos, un delincuente convicto, un mentiroso redomado, un tipo cuyo entusiasmo por la democracia es perfectamente descriptible, el principal responsable de un intento de golpe de Estado, un hombre capaz de insultar a diestra y siniestra, de burlarse de personas con discapacidad o de alardear de un machismo inigualado por aquellos hitos del séptimo arte protagonizados por Fernando Esteso y Andrés Pajares (incluso por ¡Qué gozada de divorcio!)? Es muy posible que la victoria de Trump se deba menos a sus méritos que a los deméritos de sus adversarios, a que, pese a la buena marcha general de la economía estadounidense, la Administración de Biden fuera incapaz de reducir la inflación y la desigualdad, a que los demócratas hayan olvidado o abandonado a los trabajadores (como no se cansa de repetir el demócrata Bernie Sanders), a que Biden frenara demasiado tarde la carrera de su reelección y Harris no tuviera tiempo de preparar la de su elección. Todo esto es posible. Pero lo indudable es que la reelección de un hombre como Trump para la presidencia de la primera potencia mundial es la plasmación insuperable de uno de los rasgos definitorios de la política actual: el divorcio absoluto entre ética y política, la maquiavelización de la política (entendiendo a Maquiavelo como un prescriptor y no como un descriptor, que es como no hay que entenderlo), la idea de que, en política, lo único que cuenta son los resultados y no cómo y quién y de qué manera se consiguen. “Gato negro o gato blanco, da igual: lo importante es que cace ratones”, decía Deng Xiaoping (y Felipe González lo repitió en cuanto le oyó decirlo). Es posible que la moralina tribal del wokismo haya ayudado al triunfo de la completa amoralidad de Trump; lo seguro es que Trump ha convencido a una mayoría de estadounidenses de que con él serán más prósperos, y que esa mayoría ha decidido que, aunque el gato sea más negro que el carbón, lo importante es que cace ratones. ¿Qué será lo siguiente? ¿Y si, igual que Trump ha convencido a sus votantes —pobres y ricos— de que con él vivirán mejor, los convence de que vivirán mejor sin democracia? ¿Imposible? Gideon Rachman citaba en el Financial Times dos estudios recientes del Pew Center: según el primero, el 32% de los norteamericanos cree que sería una buena idea tener un líder fuerte que pudiera gobernar sin las constricciones del poder legislativo o el judicial; según el otro, un poco anterior, el 38% de los norteamericanos y el 48% de los republicanos pensaban que el país necesitaba un líder dispuesto a “romper algunas reglas, si eso era lo necesario para arreglar las cosas”. Sin comentarios.
¿Qué será lo siguiente? La primera llegada de Trump al poder, en 2017, simbolizó a la perfección el triunfo del nacionalpopulismo en Occidente; además de simbolizar el divorcio absoluto entre ética y política, su segunda llegada al poder significa que la lucha del nacionalpopulismo contra la democracia liberal prosigue. Trump y lo que Trump representa constituye un experimento inédito en la democracia más antigua del mundo; no tiene sentido preguntarse si se extenderá a nuestras democracias, porque ya lo ha hecho (y no solo gracias a la ultraderecha); la pregunta es: ¿hasta dónde se extenderá? ¿Y cómo va a acabar? La verdad: yo ahora mismo no veo cómo esto puede acabar bien.
De las entradas del blog de hoy sábado, 7 de diciembre de 2024
Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado, 7 de diciembre de 2024. En mi vida hay algunos hombres mayores. Mucho mayores que yo, comenta en la primera de las entradas de hoy la escritora Marina Perezagua. No son familiares, sino amigos que he conocido en la última etapa de sus vidas, tal vez en sus últimos años. Cuando lo pienso, siento que he llegado tarde a una fiesta sorpresa, pero al menos he llegado. La segunda es un archivo del blog de diciembre de 2019 en el que se recogía la lista de libros que un jurado de 84 expertos había escogido para la revista Babelia como los 100 títulos más relevantes de las dos primeras décadas del milenio, a la que el autor del blog añadía su bibliografía personal de ese año. La tercera es hoy un poema de la poetisa rusa Anna Ajmátova que comienza con estos versos: Estamos tan intoxicados uno del otro/Que de improviso podríamos naufragar,/Este paraíso incomparable/Podría convertirse en terrible afección. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt