miércoles, 30 de agosto de 2023

De las lenguas de España (I)

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la filóloga Lola Pons, va de las lenguas de España. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Las lenguas de España, dentro y fuera del Congreso
LOLA PONS RODRÍGUEZ
26 AGO 2023 - El País - harendt.blogspot.com

La canción decía: “Que trobem tot el que ens va mancar ahir” (‘que encontremos todo lo que nos faltó ayer’). Éramos cerca de 1.800 personas en el público escuchando a una agrupación de coros juveniles cantando al unísono Que tinguem sort, de Lluís Llach. Ocurrió no hace mucho en el Teatro de la Maestranza de Sevilla; los escolares eran los preuniversitarios andaluces que conforman el precioso proyecto coral “Crecer cantando”. Alguien sentado detrás de mí susurró con curiosidad: “¿En qué lengua cantan?”. La anécdota resume el trato que reciben las otras lenguas de España fuera de sus autonomías de uso: la naturalidad sin aspavientos con que, a un lado del escenario, se había decidido que el programa incluyera piezas en catalán, en inglés o en español, y el desconocimiento que, al otro lado del proscenio, había sobre una de esas lenguas.
La medida que se ha adoptado de permitir que en el Congreso de los Diputados se pueda tomar la palabra en las varias lenguas cooficiales de España rema a favor del reconocimiento de nuestro país como territorio multilingüe. Sería torpe pronunciarse en contra. Pero hoy opino río arriba: creo que el alcance efectivo de esa determinación será escaso y que debería haberse planteado con mayor decoro.
La decisión de abrir el Congreso a otras lenguas no se ha tomado con un diccionario en la mano sino con una calculadora y en un marco de negociación con los partidos nacionalistas. Se ha concedido en un contexto transaccional y abona la idea falaz de que usar estas lenguas es propio de una determinada militancia política. No han pasado ni dos años desde que una presidenta del Congreso del mismo partido que hoy abraza ecuménicamente el multilingüismo interrumpió y retiró la palabra a un parlamentario que quiso extender su intervención en catalán. Solo ha cambiado, de entonces a ahora, la necesidad de entenderse con líderes políticos a los que antes no se precisaba. El marketing de la medida, que diría un publicista, ha sido defectuoso.
El logro que puede derivarse puede ser afortunado, claro está. El Parlamento es, a todas luces, un gran escenario de representatividad lingüística, pero su fuerza en la naturalización social del multilingüismo es menor si no se acompaña de otros hechos. Tenemos un precedente que sacar a relucir: el del parlamentarismo español decimonónico. En las tempranas crónicas parlamentarias es conmovedor observar cómo a los periodistas de entonces les llamaba la atención el acento ajeno al hablar español. Sin los medios audiovisuales de ahora, empezar a escuchar a esos señores “de provincias” que iban a la capital a defender los intereses de sus territorios tenía un efecto no buscado de exposición a los distintos estándares. “Yo apuesto mi acento extremeño contra el acento catalán de Prim a que sale un rey del plebiscito”, decía un cronista satírico en la prensa de 1870. El parlamentarismo supuso una toma de conciencia provincial y dialectal. Pero no era el único elemento; otras instituciones, sin ser primariamente educativas, instruían sobre la sensibilidad lingüística: el teatro, la música, la incipiente radio. La preceptiva lingüística era normativa y antidialectal, pero la competencia pasiva de los españoles sobre la existencia de formas distintas de hablar español se iba consolidando. Hemos tardado más de un siglo en normalizar esas diferencias.
En nuestro Parlamento se oirán próximamente intervenciones en lenguas oficiales distintas del español pero todo se reducirá, me temo, al simbolismo del micro: el español será la lengua utilizada, por ejemplo, por gallegos y vascos cuando hablen entre sí, porque la defensa que desde los partidos nacionalistas se ha desplegado de la diversidad de España no los ha hecho más conocedores de las otras lenguas españolas que los habitantes de comunidades monolingües.
Los años de democracia han supuesto una importante mejora en las políticas lingüísticas respecto a las lenguas cooficiales, con las imperfecciones propias del sistema. En los últimos 45 años se ha logrado que el uso del catalán, vasco y gallego en sus respectivos territorios sea un empleo no decorativo ni folclórico; se escribe ciencia en tales lenguas, se hacen gramáticas, corpus y diccionarios, y hay instituciones que las promueven. Las comunidades oficialmente bilingües han incrementado la visibilidad de su multilingüismo en calles, cines, escuelas. Por eso, no me parece admisible la visión sombría de España que estimulan quienes han celebrado esta medida como si fuera una grandiosa puerta abierta que redime a lenguas silenciadas hasta ayer. Las lenguas de España están muy protegidas, más que nunca. ¿Están bien valoradas? Creo que no.
Ser multilingüe no es lo mismo que ser plurilingüe: multilingües son los territorios y plurilingües las personas. El multilingüismo es un hecho normal en el mundo: la homogeneidad lingüística es una ficción prebabélica. El nivel de plurilingüismo, en cambio, va por otro camino y dentro de él se incluyen mínimos que están incluso antes que el propio conocimiento de lenguas: nuestra cultura lingüística, saber qué es un estándar y qué es una variedad, reconocer rasgos de otra lengua, ubicarla en el mapa, conocer algo de su historia... son datos que nos hacen más respetuosos y mejor preparados ante un mundo multilingüe. Mi impresión es que el multilingüismo, que es una cuestión legislable, ha sido bien atendido pero que seguimos fracasando en el plurilingüismo y la cultura lingüística particular, que no solo afecta a las lenguas cooficiales sino a las propias variedades del español: la prueba es que de vez en cuando alguien se sigue riendo de un andaluz cuando habla en público.
Regular el estatus de una lengua no significa hacerla crecer. Esto no es como la soberanía fiscal, gestionada desde arriba: la gente paga impuestos obedientemente pero habla lo que quiere, como quiere y cuando quiere. Nadie puede controlar (y si lo intenta, nos sale la pavorosa policía de patio) en qué lengua hablan los críos en el recreo. Dentro de las comunidades con lenguas oficiales se debería asumir de una vez que pretender políticamente el monolingüismo es una barbaridad y que se debe naturalizar el bilingüismo.
En el resto de las comunidades autónomas nos falta cultura lingüística sobre las otras lenguas de España. No sería una barbaridad facilitar que los escolares españoles salgan de su enseñanza básica sabiendo algunas expresiones elementales (los números, los saludos, las identificaciones) de las lenguas vecinas. No es una barbaridad reclamar que en el ámbito universitario español crezcan las asignaturas de catalán, gallego o vasco. He saludado con alegría la noticia de que mi alma mater, la Universidad de Sevilla, va a ofrecer próximamente un lectorado de catalán con el Institut Ramon Llull: de los cerca de 150 lectores de catalán que hay en decenas de universidades fuera de Cataluña, solo diez están en España.
Los gestos simbólicos son útiles, no cabe duda. Los había ya en el Senado y en la política lingüística de otras instituciones: los discursos de la reina doña Letizia o la princesa de Asturias usando el catalán con notable solvencia se han adelantado en años a esta medida que se acaba de tomar. Está muy bien soltar palomas en el Congreso pero es mejor que sobrevuelen sobre una cultura lingüística mejor construida. “Cal caminar” (‘hay que caminar’), que decía también la canción.






































[ARCHIVO DEL BLOG]. Sueños (de Pessoa). [Publicada el 01/12/2014]










"En tu autobiografía no debes escribir sobre cualquier tema posible; lo que cuentes siempre ha de tener relación contigo". Quien así se expresa es el historiador y filólogo alemán Walter Jens (1923-2013) y la cita la trae a colación el teólogo suizo Hans Küng en el  prólogo del tomo III de sus memorias: Humanidad vivida. Memorias (Trotta, Madrid, 2014). 
Mi profesor en la UNED, el filósofo Emilio Lledó, nos advertía de las profundas diferencias que existen entre los conceptos de "personal", "privado" e "íntimo". Un blog como este no es ni por asomo una autobiografía, aunque pueda parecerlo en algunas ocasiones. Desde luego es algo personal, pero no es privado porque tiene acceso a él cualquier lector curioso, y menos aun es algo íntimo, pues la intimidad, y sigo citando al profesor Lledó, es intransferible por esencia: no podemos contarla ni transmitirla, ni siquiera queriendo, pues es algo tan profundamente nuestro que no puede expresarse con palabras y solo a nosotros nos pertenece. 
¿Y los sueños? ¿Son algo personal, privado, íntimo?. "Los paisajes soñados son solo el humo de paisajes conocidos y el tedio de soñarlos es también casi tan grande como el tedio de contemplar el mundo". Son palabras del escritor portugués Fernando Pessoa (1888-1935) en su "Libro del desasosiego" (Pre-Textos, Valencia, 2014). Mis sueños son personales y privados, mientras yo no me resuelva a contarlos, pero no son algo íntimo porque no forman parte de mi mundo consciente. 
Pessoa no es de esa opinión; "Matar el sueño es matarnos. Es mutilar nuestra alma. El sueño es lo que tenemos realmente de nosotros, impenetrable e inexpugnablemente de nosotros. El Universo, la Vida -sea real o ilusión- es de todos, todos pueden ver lo que veo y poseer lo que poseo o, por lo menos, pueden imaginarse viéndolo [...] Pero lo que sueño nadie puede verlo sino yo, nadie a no ser yo puede poseerlo. Y si mi visión del mundo exterior difiere de como otros lo ven, es porque al verlo pongo sin querer algo de mi sueño, porque algo de mi sueño se pega a mis ojos y mis oídos". 
A mí me gusta soñar. No suelo tener malos sueños ni pesadillas. Mis sueños son casi invariablemente "aventuras" que vivo con personas que conozco o he conocido hace mucho tiempo. Siempre referidos a un tiempo pasado que revivo en ellos sin angustias. Es el despertar, no el sueño ni lo soñado, lo que me produce un cierto desasosiego, y ello porque el recuerdo de lo soñado es efímero y no permanece en mi memoria sino unos instantes después del despertar. 
Hace unos años creo que fue el diario El País el que organizó una encuesta entre sus lectores para preguntarles cual era a su juicio la palabra más hermosa de la lengua castellana. Si no recuerdo mal creo que ganó la palabra "amor"; yo, por mi parte, propuse "desasosiego"; no gané, pero sí vi que bastantes otros lectores también la sugirieron. Me pareció entonces y me sigue pareciendo aun ahora una palabra muy hermosa en su sonoridad y contenido: falta de quietud, tranquilidad o serenidad, quizá porque responde a un estado de ánimo que me resulta muy próximo. 
No recuerdo muy bien como llegué a interesarme por el "Libro del desasosiego" de Fernando Pessoa. Es muy posible que fuera por la lectura de la reseña que del mismo hizo en Revista de Libros, en un ya lejano mayo de 2003, la profesora de literatura portuguesa de la universidad de Barcelona Elena Soler. La cuestión es que hasta hace unos días no me había encontrado en la oportunidad de leerlo. Un reciente artículo de prensa sobre la nueva edición del mismo a cargo del profesor colombiano Jerónimo Pizarro, me animó a hacerlo. Y enfrascado gustosamente en su lectura ando en estos momentos. 
La edición del profesor Pizarro para Pre-Textos dicen que vuelve a las fuentes de los textos que Fernando Pessoa pretendía incluir en su libro con una nueva organización de los mismos que mejora la lectura de casi todos los fragmentos que lo componen y lo convierten en una de las obras literarias más importantes del siglo XX. Una obra maestra póstuma, retrato de la ciudad de Lisboa y de su retratista que oscila entre el diario íntimo, la prosa poética y la narrativa en un conjunto fundamental e imprescindible para comprender el lugar de Fernando Pessoa en la creación de la consciencia del mundo moderno. 
He encontrado una edición electrónica del "Libro del desasosiego" que se puede descargar, aunque no garantizo su pulcritud literaria. Espero en cualquier caso que al menos les resulte de interés. 
Esta entrada de hoy reviste una importancia especial para mí, no solo por ser la número 2200 del blog, tras más de ocho años de existencia, sino sobre todo porque me gustaría que representara el inicio de una nueva etapa del mismo más reflexiva y menos promiscua, dejando para mis páginas personales en google, twitter, facebook o eskup el día a día de los comentarios más a vuela pluma o el mero chascarriilo sobre los asuntos de actualidad. En todo caso, gracias mil de nuevo por su amable compañía. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt











martes, 29 de agosto de 2023

Del caso Nevenka Fernández

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la politóloga Pilar Mera, va del caso Nevenka. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Gracias, Nevenka
PILAR MERA
25 AGO 2023 - El País - harendt.blogspot.com

“Porque tengo 26 años y dignidad”. Así anunciaba Nevenka Fernández su dimisión como concejala de Ponferrada. Su denuncia contra el alcalde, Ismael Álvarez, terminó en la primera condena por acoso sexual para un político español. Era marzo de 2001. El Código Penal recogía el acoso como delito desde 1995.
22 años después, su intervención aún impresiona. Su apariencia frágil. La rotundidad de sus declaraciones. Menuda, ojerosa, el pelo recogido, un par de mechones rebeldes. Una chaqueta gris de lana gruesa donde su cuerpo parece perderse. El llanto agazapado, asomándose en algunas palabras vibrantes que amagaban con engancharse en su garganta.
Habían mantenido una breve relación y cuando le puso fin empezó su infierno, afirmó. El juez le dio la razón, pero medio mundo la condenó. “Acosar sexualmente a una mujer con la que se ha cumplido holgadamente el sexo se me antoja una contradicción”, diría un periodista. Muchas personas parecían entender que la aceptación previa impedía cualquier queja posterior. Como si una relación, pasada o incluso viva, diese carta blanca por encima de la voluntad.
“No le perdonaron que fuese guapa y ambiciosa”, afirmó su abogado, Adolfo Barreda. “Me extrañó verla tan dejada”, sostuvo un testigo sobre su aspecto el día que dimitió. “Por muy disgustada que estuviera... no me lo creo”. “Usted no era una empleada de Hipercor que tuviera que dejarse tocar el culo para asegurar el pan de sus hijos. Podría haber dejado su trabajo”, le espetó el fiscal.
Ismael Álvarez dimitió tras su condena. 4.000 personas se manifestaron a su favor. Celia Villalobos calificó la sentencia de “profundamente positiva”, pero no se escucharon más voces favorables en su partido. Nevenka apenas contó con el apoyo de sus padres, su abogado y su futuro marido. También el de Charo Velasco, su rival política, y el de su psiquiatra, quien la animó a denunciar como primer paso para poder seguir adelante. Las asociaciones feministas de la zona organizaron movilizaciones para respaldarla, aunque alcanzaron un tímido resultado. Nevenka no regresó a Ponferrada ni encontró trabajo. Rehízo su vida fuera de España. Ismael Álvarez volvió a la política proclamando su inocencia. Sus apoyos lamentaban “su mala suerte”. Nevenka ganó el juicio penal, pero perdió el popular en una sociedad que aún se ponía de perfil en estos temas.
Desde que este domingo empezó el clamor popular contra el beso por la fuerza de Rubiales a Jenni Hermoso, he pensado mucho en Nevenka y en aquella sociedad. Que esta vez las voces cuestionen al agresor es motivo de celebración, como lo será que Rubiales tenga que asumir las consecuencias de sus actos. También la respuesta mayoritaria frente a las reacciones machistas y revictimizadoras de cierta prensa deportiva, tertulianos o el submundo tuitero de alergia enraizada al feminismo, siempre a la contra. Eso no convierte a España en el país de inquisidores sugerido por algunas pseudodisculpas, una dictadura donde impera la censura. ¡Como si estos discursos no saliesen en medios de máxima audiencia! Sucede que hoy la mayoría de la sociedad ya no los comparte y muestra contundente su rechazo. En buena medida, gracias a mujeres como Nevenka.