Me sumo a la efeméride del Día de Canarias, como hago todos los años por estas mismas fechas, trayendo hasta el blog un asunto que, dos siglos después de iniciado, sigue influyendo decisivamente en la -por lo que parece- difícil vertebración política definitiva de Canarias.
Y me gustaría hacerlo, por deformación profesional -como amante de Clío, la musa de la Historia- a partir de la obra de uno de los grandes historiadores que ha dado Canarias, y ha dado muchos, que han nacido en esta tierra atlántica común que nos acoge. Me refiero a Marcos Guimerá Peraza (1921-2012), fallecido justamente en mayo del pasado año, y al estudio que dedicó al denominado "Pleito Insular", publicado entre 1967 y 1974, en el prestigIoso Anuario de Estudios Atlánticos, en cinco entregas sucesivas que pueden ustedes leer a partir de este enlace.
Un "pleito" difícil de entender para quien no sea canario, no solo por lo que tiene de peculiar e idiosincrásico, sino por la carga política que lo provocó, lo mantuvo, y que aún colea, y que en realidad se resume en la lucha por la hegemonía en el archipiélago de las "burguesías" dominantes y enfrentadas de las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. Guimerá Peraza lo deja meridianamente claro desde el inicio del prímero (1967) de los estudios que le dedicó:
"Las luchas por la capitalidad, primero, y por la división, después,cuentan con más de un slglo de antigüedad en el Archipiélago Canario. Y gozan siempre, por desdicha, de actualidad, tan pronto se apunta, siquiera, el tema de la unidad regional, después de más de cuarenta años de la división, en dos, de la provincia de Canarias.
Con la renovación del pleito insular, el tema de la capitalidad resurge. Orillado con la división de 1927, sustituido mucho antes por el divisionismo, con la pensada creación de regiones cobra el problema de la capitalidad del Archipiélago nuevos bríos.
Como es sabido, la organización de las Islas Canarias, antes y después de la Conquista, a fines del siglo xv, fue por Islas, regidas por sus antiguos Ayuntamientos o Cabildos. No hubo nunca una capitalidad provincial o regional, que extendiera su jurisdicción a todo el territorio. Había, sí, en la isla de Gran Canaria una Audiencia y un Obispado; como en la de Tenerife una Comandancia o Capitanía General, desde finales del siglo XVII : concretamente, instalada en Santa Cruz desde 1723, por el Marqués de Vallehermoso. Pero no existió una capital administrativa, política ni económica, hasta bien entrado el siglo XIX.
La realidad es que la unidad ha sido, y es, la Isla. El Archipiélago es, por definición, un conjunto de Islas, y en las Canarias presentan caracteres bien distintos entre sí, y no sólo geográficos. La historia, política y administrativa, ha coincidido con la geografía.
Y la economía ha presentado diferencias notables entre islas. Pues bien, pese a ello, al nacer la Provincia de Canarias con la Constitución de 1812, surgió, casi de inmediato, el pleito sobre la capitalidad. Pero como quiera que la pugna entre Tenerife y Gran Canaria ya había aparecido desde el Motín de Aranjuez en 1808, nuestro estudio va a comprender la historia de la lucha por la capitalidad durante el primer tercio del siglo a XIX, es decir, la parte del mismo que va desde la guerra de la Independencia contra Napoleón hasta el final de la primera guerra carlista: de 1808 a 1839."
El "Pleito Insular" es evidente que ya no es lo que era, ni histórica ni políticamente, pero sigue estando ahí por algo tan sencillo de explicar, como por lo que parece difícil de entender para muchos: que la realidad insoslayable de Canarias, como dice Guimerá Peraza, es la ISLA. Que el archipiélago canario son siete (o trece) islas diferentes física, histórica, social, cultural y económicamente. Para resolver circunstancias como esta se creó el federalismo.
Federalizar Canarias supondría replantearse la distribución del poder político en el seno de la Comunidad Autónoma de manera horizontal entre el gobierno regional y los gobiernos insulares mediante un reparto de competencias tasado estatutariamente tanto a nivel regional como insular, y la configuración de un parlamento regional (o Cabildo General de Canarias) bicameral en el que estuvieran representados tanto el pueblo del archipiélago en su conjunto como cada una de sus islas (consideradas como entidades territoriales propias y autónomas) con competencias legislativas iguales y otras propias y específicas de cada una. La Cámara de elección popular sería elegida por la totalidad de la población del archipiélago por un sistema proporcional puro, en una circunscripción electoral única. La Cámara territorial estaría conformada por representantes de los gobiernos de los Cabildos Insulares, en número igual para cada uno de ellos, independientemente de su población, y con un solo voto para cada isla.
No es la primera vez que planteo esta posibilidad. Lo hice ante el propio Parlamento de Canarias en 1995, 1996 y 1997, con ocasión de las deliberaciones que llevaron a la reforma del Estatuto de Autonomía, y en varios artículos publicados en la prensa regional que tuvieron cierta repercusión en medios académicos y universitarios, pero ninguna política. Esos artículos pueden leerse, en el blog en las entradas correspondientes a los días 26/27 de octubre y 25/28 de noviembre de 2006.
Respecto al tan traído y llevado tema de las identidades compartidas, me gustaría dejar claro expresamente que no tengo problema alguno al respecto: me siento tan ciudadano (de mi ciudad) como grancanario, canario, español y europeo. No renuncio a ninguna, no las confronto, todas son mías (y de ustedes, si lo desean).
Sean felices, por favor, a pesar de todo. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt