viernes, 22 de marzo de 2019

[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy viernes, 22 de marzo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. También, como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Un servidor de ustedes tiene escaso sentido del humor, aunque aprecio la sonrisa ajena e intento esbozar la propia. Identificado con la primera de las acepciones citadas, en la medida de lo posible iré subiendo periódicamente al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras..., aunque pueden sonreír igual. 




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt





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jueves, 21 de marzo de 2019

[UN CLÁSICO DE VEZ EN CUANDO] Hoy, con "El misántropo", de Menandro



Talía, Musa de la Comedia, por Giovanni Baglione


En la mitología griega, Talía (Θάλεια) era una de las dos musas del teatro, la que inspiraba la comedia y la poesía bucólica o pastoril. Divinidad de carácter rural, se la representaba generalmente como una joven risueña, de aspecto vivaracho y mirada burlona, llevando en sus manos una máscara cómica como su principal atributo y, a veces, un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad y calzada de borceguíes o sandalias. Era hija de Zeus y Mnemósine, y madre, con Apolo, de los Coribantes.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los grecolatinos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Continúo con esta nueva entrada la sección de Un clásico de vez en cuando dedicada a las obras de autores grecolatinos subiendo al blog la comedia El misántropo, de Menandro, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior, y ver completa, en italiano, en el vídeo del final de la entrada, en la versión del comediógrafo Tuccio Musumeci.

Dyskolos (en español, El misántropo o El arisco) es la obra más completa de Menandro que perdura hasta el día de hoy, formando parte de la denominada Comedia nueva. Fue representada por primera vez en el festival de Leneas el año 317-16 a. C., obteniendo el primer premio del certamen.

La obra gira en torno al personaje de Cnemón, viejo gruñón, huraño y desconfiado, que se ha apartado de la ciudad para refugiarse en su finca de la campiña del Ática. Allí mismo, pero en casas separadas, viven su mujer y Gorgias, un hijo que ésta aportó al matrimonio, y un esclavo; en otra casa, Cnemón con su hija. El dios Pan, sitúa al espectador en los antecedentes de la acción dramática. El joven Sóstrato, hijo del hacendado Calípides, está enamorado de la hija de Cnemón, y una mañana, acompañado de Quéreas, aciertan a pasar por las cercanías de la morada de Cnemón. Pirrias, esclavo de Sóstrato, aparece en escena perseguido a pedradas por el viejo; su misión de parlamentar con Cnemón sobre las pretensiones de Sóstrato con la muchacha ha fracasado. Cnemón va teniendo encontronazos con diferentes personajes, incluso con Gorgias, su hijastro; éste que se ha ofrecido a ayudar a los jóvenes enamorados, trabajando como labrador con Cnemón, tampoco consigue nada. Pero Cnemón, que se ha caído a un pozo, es salvado por Gorgias. Aquel, que para nada confiaba en los demás, ve que alguien es capaz de arriesgarse por salvarlo. Se produce una especie de conversión. El antiguo misántropo, cree ahora en los demás, aunque desde luego tiene que purgar con el escarmiento que le propinan el esclavo Getas y el cocinero Sicón en venganza por el trato recibido anteriormente. Finalmente el viejo muda de carácter, la joven y Sóstrato se casan e, igualmente, Gorgias con una hermana de aquél y se organiza el banquete nupcial, al que también acaba incorporándose Cnemón.

Menandro (342-292 a.C.) fue un comediógrafo griego, amigo de juventud de Epicuro y de Zenón de Citio, y discípulo de su pariente el poeta Alexis de Turios y del filósofo Teofrasto, sucesor de Aristóteles en el Liceo. Fue el máximo representante de la comedia nueva ateniense. Escribió ciento cinco piezas, de las cuales solo una ha llegado a nuestros tiempos completa, Dyskolos, y seis casi enteras. Sus comedias fueron premiadas en ocho ocasiones. 

El teatro de Menandro se caracteriza, como el de toda la comedia nueva, por la ambientación urbana, el tratamiento de temas cotidianos, el abandono de los temas heroicos y la desaparición del coro en escena, a la vez que la vivacidad de los diálogos. Era muy hábil en la caracterización de los personajes, que son en su mayoría tipos populares, y muchos de ellos pasaron a ser arquetipos de vicios (el parásito, el avaro, el misántropo); dominó la trama y su verosimilitud, que cuidó especialmente a causa de su formación aristotélica (respeta las unidades de lugar y tiempo). El peripatético Linceo de Samos, contemporáneo del poeta, dedicó un ensayo a su teatro. Como herencia de la tragedia de Eurípides utilizó la peripeteia o peripecia (es decir, la inversión de una situación) y la anagnórisis (reconocimiento). Los argumentos ya no proceden del mito sino de la vida real: amoríos, conflictos generacionales entre padres e hijos, niños expuestos, muchachas violadas y un final feliz con una o varias bodas. En la complicación y resolución de la intriga desempeña el azar un papel fundamental.

Escéptico en lo religioso, posee una concepción optimista de la naturaleza humana («¡Qué cosa tan agradable el hombre, cuando es hombre!»), por su fe en la solidaridad con el semejante ("soy hombre y nada de lo humano me es ajeno" esta cita es de Terencio, no de Menandro) y su creencia de que la virtud, por encima de las diferencias de raza o de estamento social, es patrimonio común del género humano. Puede tenerse por el más cabal formulador de los ideales del Humanismo

Sus comedias fueron muy imitadas no sólo por sus contemporáneos, sino por los autores latinos Publio Terencio y Tito Maccio Plauto y, a través de ellos, su estilo pasó luego al teatro del Renacimiento europeo.

Les dejo con El Misántropo de Menandro, en la versión teatral del comediógrafo italiano Tuccio Musumeci, representada en 2017,que pueden ver completa en este vídeo. Disfruten de ella.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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miércoles, 20 de marzo de 2019

[A VUELAPLUMA] Los amantes





Un día él se sienta a su lado, la mira, le aparta el pelo de la cara y le dice, por primera vez, “te amo”. Siente que un anzuelo tira desde el exacto lugar donde tiene el corazón. Sonríe, cierra los ojos. Pero sabe que no hay nada más allá de eso que acaba de obtener y que en breve empezará el hastío..., escribe la periodista y escritora argentina Leila Guerriero.

Él está en pareja, comienza diciendo Guerriero, usted también. Se ven desde hace algunos meses. Es la clase de hombre que le gusta, un homme blessé, un animal que se lame cicatrices: huérfano de niño, muerta su primera mujer, lleno de enormes frustraciones, triste. Harto de su matrimonio pero blindado a cualquier afecto. Para usted, estar con él es como comer chocolates a puñados. Siente una atracción corrupta, adictiva. Compre ropa interior nueva, sólo para él, y note que eso, más que excitarlo, lo emociona. Un día, mientras esté mirando la televisión con su pareja, piense en él y pregúntese cómo sería vivir juntos. Fantasee largo rato con eso. Sienta una emoción profunda e, inmediatamente después, reconozca en usted la voz realista y desengañada que le dice que es una fantasía estrafalaria, ridícula, infantil. Pero, cada vez que se encuentren, lleve la conversación, con metáforas y rodeos, hacia la idea de “cómo sería si”. Sienta que de a poco, con movimientos de remero hábil, logra que él comience a pensar seriamente en eso. Él ha empezado a reírse mucho —y le dice que no se reía desde hacía tiempo, y usted siente un regocijo inflamado—, y ha vuelto a escribir —y le dice que no escribía desde hacía tiempo, y usted siente un orgullo insectívoro, perverso—. Cada tanto mírelo largamente, con miradas cargadas de martirio, sin decirle nada. Después, acurrúquese en su abrazo como si dijera “Dios, cómo estamos sufriendo por esto”. Sepa qué ha ido a buscar, espérelo como a un gran pez salido de las profundidades. Un día —están en el hotel, ya vestidos, por irse—, él se sienta a su lado, la mira, le aparta el pelo de la cara y le dice, por primera vez, “te amo”. Sienta que un anzuelo tira desde el exacto lugar donde tiene el corazón. Sonría, cierre los ojos. Sepa que no hay nada más allá de eso que acaba de obtener. En breve empezará el hastío.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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martes, 19 de marzo de 2019

[EUROPA. ESPECIAL ELECCIONES 2019] Reñidos somos más fuertes



La Victoria de Samotracia, Museo del Louvre, Paris


Entre los próximos 23 y 26 de mayo estamos llamados los ciudadanos europeos a elegir a nuestros representantes en el Parlamento de la Unión. Me parece un momento propicio para abrir una nueva sección temporal del blog que de voz a los ciudadanos a través de las opiniones diversas y plurales de quienes conformamos esa realidad llamada Unión Europea, subiendo al mismo aquellos artículos de opinión que aborden, desde ópticas a veces enfrentadas, las grandes cuestiones de la escena europea.

Y la inicio hoy con un artículo del periodista Edgar Schuler, jefe de Opinión del diario Tages Anzeiger de Zúrich, que el pasado 25 de febrero publicaba en El País una provocativa reseña titulada Reñidos somos más fuertes

¿A quién tengo que llamar si quiero hablar con Europa?”,  cuenta Schuler que suspiró en una ocasión Henry Kissinger, el gran anciano de la política exterior estadounidense. Aunque apócrifa, la cita es, al menos, una invención lograda, ya que ilustra la que pasa por ser la gran debilidad de Europa.

Efectivamente, ¿a quién hay que llamar? La respuesta es menos evidente que nunca. ¿A Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión? No le queda mucho en el cargo. Es verdad que Donald Tusk posee el título de jefe del Consejo de la Unión Europea, pero no tiene derecho al voto en el club de los jefes de Gobierno. La presidencia propiamente dicha cambia cada seis meses. En cuanto a la primera ministra rumana, Viorica Dancila, actualmente en el cargo, parece que a la mayoría de los no rumanos les es desconocida o profundamente indiferente.

Podríamos decir, entonces, que quien quiera llamar a Europa tiene que marcar el número de uno de los miembros de la Unión realmente poderosos. Pues no, tampoco. Las ambiciones europeas de Emmanuel Macron se esfuman ante los chalecos amarillos, Angela Merkel empieza a estar fuera de combate dentro de su propio partido, y de Theresa May mejor ni hablar.

Los profetas de la decadencia de Europa o de su derrumbe inminente —cuyo número aumenta a diario— pueden alegar innumerables razones adicionales para su pesimismo. En las cuestiones más importantes, ya sea el Brexit, la disputa por los refugiados, la crisis de Ucrania, la crisis del euro, el gas ruso o la parálisis económica, la Unión Europea transmite una sensación de ausencia de contenido conceptual, desunión y discordia.

Desde Suiza, la flaqueza de Europa se contempla o bien con preocupación, o bien alegrándose del mal ajeno, dependiendo de la postura ante el acercamiento a su enorme vecino y, con diferencia, principal socio comercial.

La factura de la brecha entre lo que la Unión Europea pretende y su realidad es el crecimiento de los partidos antieuropeos

Sea como sea, el caos europeo recuerda a la situación en el propio país. También en él los debates épicos acerca de los principales problemas suelen acabar en tablas sin solución. En Suiza, las polémicas sobre la emigración, la financiación del Estado de bienestar, la digitalización o el futuro del clima son igualmente perpetuas. Y cuando, tras ásperos enfrentamientos, se llega a una solución política, la sociedad puede echarla por tierra en un referéndum.

Ahora bien, la experiencia de Suiza, con sus centenarias estructuras de gobierno asamblearias y sus 170 años de Estado federal, es que el conflicto no tiene por qué desembocar en parálisis. Ni siquiera hace falta entenderse bien. En contra del tópico de la confederación perfectamente cuatrilingüe, las regiones cultivan a diario una vecindad indiferente antes que una colaboración entusiasta.

Esta es la razón de que el país no destaque por sus propuestas visionarias. En cambio, de manera paradójica, el tira y afloja produce una y otra vez soluciones que sorprenden por su solidez y, sobre todo, por su amplia aceptación. El hecho de que, en apariencia, nada se mueva o, como mucho, lo haga poco a poco, proporciona a Suiza una estabilidad de la que ella misma se maravilla, y por la que espera ser admirada por los demás.

Trasladado a la Unión Europea, se podría decir que su problema no es el exceso de disputas, sino la falta de ellas. Mucha gente percibe la promesa de una “Unión cada vez más estrecha” como una amenaza. La factura de la brecha entre lo que la UE pretende y su realidad es el crecimiento de los partidos antieuropeos desde el Mediterráneo hasta el Danubio.

Tendemos a olvidar que la Unión Europea resulta convincente justamente allí donde, tras duras negociaciones, llega a soluciones que solo una unión de países es capaz de proponer, pero que, al mismo tiempo, producen beneficios para las ciudadanas y los ciudadanos de cada uno de los Estados miembros. Entre ellas destaca el mercado único. Otras son los proyectos educativos y de investigación conjuntos, así como, últimamente, la respuesta colectiva a los ataques de los gigantes de Internet estadounidenses contra nuestros datos personales. Quizá algún día haya también una política común en materia de seguridad y emigración. Otras cuestiones se pueden seguir confiando a los países miembros.

Al igual que ocurre con la jefatura de la Unión Europea, en Suiza, el Consejo Federal que preside el Gobierno de la nación también cambia periódicamente. Este cambio constante propicia una estabilidad que los hombres fuertes como Trump, Putin o Xi Jinping solo aparentan. El futuro de la Unión Europea estaría en peligro si fuese posible localizar al verdadero poder en un único número de teléfono.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






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