sábado, 7 de abril de 2018

[DESDE LA RAE] Hoy, con el académico Álvaro Pombo





La Real Academia Española (RAE) se creó en Madrid en 1713, por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. Tras algunas reuniones preparatorias realizadas en el mes de junio, el 6 de julio de ese mismo año se celebró, en la casa del fundador, la primera sesión oficial de la nueva corporación, tal como se recoge en el primer libro de actas, iniciado el 3 de agosto de 1713. En estas primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. Más adelante, el 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. 

La RAE ha tenido un total de cuatrocientos ochenta y tres académicos de número desde su fundación. Las plazas académicas son vitalicias y solo ocho letras del alfabeto no están representadas —ni lo han estado en el pasado— en los sillones de la institución: v, w, x, y, z, Ñ, W, Y.

En esta nueva sección del blog, que espero tengo un largo recorrido, voy a ir subiendo periódicamente una breve semblanza de algunos de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes, hasta llegar a la de su fundador, don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española. 

Continúo hoy la semblanza de los actuales y pasados miembros de la Real Academia con la del académico Álvaro Pombo (Santander, 23 de junio de 1939. Elegido el 19 de diciembre de 2002, tomó posesión de su silla, la "j", el 20 de junio de 2004 con el discurso titulado Verosimilitud y verdad, al que respondió en nombre de la corporación la académica Carmen Iglesias. 

El escritor Álvaro Pombo es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y bachelor of arts en la misma disciplina por el Birkbeck College de Londres, ciudad en la que residía cuando publicó su primer libro de poemas, Protocolos (1973), escrito en los años sesenta. Sus obras, traducidas a varios idiomas, incluyen tanto títulos de poesía, género que nunca ha abandonado, como de narrativa, dedicación fundamental que ha compartido con su interés por la historia y muy especialmente por la filosofía.



Álvaro Pombo, en su toma de posesión académica



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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viernes, 6 de abril de 2018

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy viernes, 6 de abril





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo, que no soy humorista, me quedo con la primera acepción, así que en la medida de lo posible iré subiendo al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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jueves, 5 de abril de 2018

[A VUELAPLUMA] La Ciudad de las Dos Coronas





El Brexit abre una oportunidad para resolver la controversia histórica sobre el Peñón para convertirlo en eje del futuro estratégico de toda la bahía de Algeciras y en símbolo de la amistad hispano-británica, escriben en El País los profesores Alejandro del Valle, catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad de Cádiz, e Ignacio Molina,  profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. 

El vínculo político bilateral entre Madrid y Londres, comienzan diciendo, siempre ha estado muy por debajo de su potencial, considerando la intensa relación interpersonal y económicoempresarial entre España y Reino Unido; quizá la mayor del mundo entre dos países que no son vecinos ni comparten idioma. Pese a los muchos intereses y valores comunes, la relación solo puede calificarse como correcta y, así, Reino Unido es el único de los seis Estados miembros más grandes de la UE con quien España no ha institucionalizado una asociación. La visión tan distinta sobre la integración europea y Gibraltar explican ese perfil bajo. Paradójicamente, tras el Brexit aumentan los incentivos para que la diplomacia británica busque más complicidad con la cuarta potencia del continente. Para ello, es necesario saber gestionar (y, si es posible, resolver) la compleja controversia histórica sobre el Peñón. Un contencioso que, aparte de un fuerte simbolismo en ambos lados, contiene elementos tangibles de gran importancia para los legítimos intereses de Gibraltar, el Campo de Gibraltar, España, Reino Unido y la UE.

Desde 1964 existen constantes pronunciamientos en Naciones Unidas sobre el deber de realizar negociaciones hispano-británicas que lleven a la descolonización de este territorio no autónomo. Y desde los años ochenta se ha venido intentando crear, aunque con serios altibajos, un marco de relación para los asuntos cotidianos. Lo cierto es que nos encontramos desde hace mucho en una situación de bloqueo bilateral y multilateral. En realidad, los aspectos de cooperación transfronteriza y soberanía van tan íntimamente vinculados que cualquier incidente o propuesta en un ámbito puede fácilmente frenar cualquier avance en el otro. Y a ello se une la circunstancia del Brexit y la segura afectación futura del estatuto europeo e internacional de Gibraltar. En esta situación no es de extrañar que la oferta de cosoberanía que hizo España en 2016, que contiene elementos interesantes pero también defectos desde un punto de vista interno, se encontrase con el rechazo frontal de Londres y sobre todo de Gibraltar, que al mismo tiempo busca desesperadamente unas nuevas condiciones de supervivencia económica y jurídica para después de 2019.

Estamos, pues, ante una coyuntura crítica en la que replantear el estatuto de Gibraltar. Y, aunque en los últimos meses se ha escuchado más la posición retórica numantina del ministro principal, Fabian Picardo, no cabe duda de que se ha abierto una ventana de oportunidad para explorar alternativas a las tradicionales. En este sentido, propugnamos la exploración de una nueva avenida imaginativa, que vendría por la recuperación simbólica de la soberanía mediante la fórmula de la ciudad de las dos coronas. Se trata de constituir un territorio internacionalizado pero que permanezca en la UE, que esté completamente conectado a su entorno gaditano y que se beneficie de una relación privilegiada con España (permitiendo su incorporación aunque evitando la absorción) al tiempo que conserva la que ahora tiene con Reino Unido. Varias ideas pueden apuntarse aquí sobre este nuevo modelo.

En primer lugar, la recuperación de la ciudad perdida no tiene por qué implicar su integración en la estructura territorial española; de hecho ya hay territorios del reino de España no integrados como las islas y peñones en la costa africana (Vélez, Alhucemas, Chafarinas). Por tanto, una ciudad podría adscribirse formalmente a la corona y, en este caso, además, hacerlo mediante un tratado que estableciera su nuevo estatuto de vinculación a las coronas española y británica. La experiencia de ciertos microterritorios europeos con estatuto particularizado por razones históricas (casos de las Crown Dependencies británicas de las islas de Man, Jersey y Guernsey; de los enclaves en Suiza de la alemana Büsingen y de la italiana Campione d’Italia, o del Principado de Andorra), demuestra que pueden encontrarse fórmulas satisfactorias. No enarbolar las banderas de España y Reino Unido en los espacios oficiales podría ser una alternativa práctica si el simbolismo es el obstáculo sentimental o real para acordar las reglas de convivencia entre comunidades humanas fronterizas. Sobre todo, si ello permite además mantener ondeando la bandera europea.

En segundo lugar, el ejercicio de funciones soberanas. Si en el caso de las islas y peñones se realiza directamente por el Gobierno, en el caso de Gibraltar estas funciones —que no pueden desempeñarse por la corona— podrían consistir en la coordinación del nuevo estatuto con las autoridades británicas y de la UE. Podría decidirse, por ejemplo, mantener todo el autogobierno actual gibraltareño y crear un completo nuevo estatuto internacional en temas que requieren de urgente coordinación (como navegación, protección del medio ambiente, fiscalidad y actividades financieras) o de necesaria regulación (aduanera, tránsito fronterizo o uso del aeropuerto). Igualmente, habría que acordar entre Madrid y Londres el ejercicio de las responsabilidades en materia de relaciones exteriores y de seguridad y defensa, incluido el uso de las muy importantes bases militares aérea, naval y de inteligencia británicas radicadas en el Peñón.

En tercer lugar, un modelo que resultaría en una especie de principado en el Estrecho permitiría dar una nueva realidad de cooperación transfronteriza y una poderosa dimensión económica al hoy vulnerable Campo de Gibraltar, al quedar vinculado a la ciudad de las dos coronas y su estatuto internacional. Las perspectivas beneficiosas por ejemplo para La Línea de la Concepción, que es ciudad fronteriza única en Europa, serían revolucionarias: terrenos para empresarios de Gibraltar, economías de escala para un área portuaria en la bahía que sería líder de Europa, o un gran espacio de educación superior y cultura bilingüe e internacionalizado.

Hay instrumentos en derecho internacional y en derecho constitucional para afrontar viablemente la creación de un modelo único para el caso único, y que no resulte trasladable a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla o a las pretensiones de nuestros nacionalismos independentistas. En definitiva, se trata de explorar una vía imaginativa que permitiría para España cubrir sus objetivos históricos y sus intereses esenciales: reincorporación en el reino de la ciudad perdida y planteamiento para los españoles campogibraltareños de un futuro de convivencia y prosperidad. Gibraltar conseguiría seguir en la UE, superar el molesto estigma de la descolonización, disfrutar de todos los derechos que le otorgase la doble ciudadanía británica y española y multiplicar su potencial de crecimiento. Y, por último, la relación bilateral Madrid-Londres en el post-Brexit no solo arrancaría sin el lastre de una controversia histórica, sino que se reforzaría con un vínculo institucional al máximo nivel.



Dibujo de Raquel Marín para El País


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miércoles, 4 de abril de 2018

[PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con "La búsqueda", de Edmundo Valadés





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo hoy la serie de píldoras literarias con el minirrelato titulado La búsquedade Edmudo Valadés (1915-1994), cuentista, periodista, editor e intelectual mexicano. Defensor y propulsor del cuento como género y más en particular del cuento hispanoamericano y mexicano, además de ser uno de los primeros promotores de la microficción en América Latina a través de su revista El Cuento, fue muchos años periodista en las revistas Hoy, y Así, y más tarde del diario Novedades, del que fue reportero, editorialista y director editorial. Al mismo tiempo publicó columnas de crítica literaria en los diarios El Día, Excélsior y Uno más uno. En 1939 fundó la revista El Cuento, de la que fue director hasta su muerte y que rebasó los 110 números. En ella, Valadés se dedicó a difundir cuentos y cuentistas poco conocidos, a través de una búsqueda de nuevos talentos y de traducciones de clásicos en otras lenguas que muchas veces realizaba él mismo. La revista se convirtió en una de las más difundidas y buscadas publicaciones periódicas literarias de la época. Les dejo con su relato. Tiene doce palabras y se publicó en De bolsillo (1989).


LA BÚSQUEDA
por 
Edmundo Valadés

Esas sirenas enloquecidas 
que aúllan recorriendo la ciudad
 en busca de Ulises...






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martes, 3 de abril de 2018

[HUMOR EN CÁPSULAS] Para hoy martes, 3 de abril





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo, que no soy humorista, me quedo con la primera acepción, así que en la medida de lo posible iré subiendo al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.  




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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