El diario El País de hoy publica en su edición vespertina que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha presentado en Bruselas este miércoles el Libro Blanco sobre el futuro de Europa: vías para la unidad de la U.E. de 27 Estados miembros. En él, Bruselas hace una dura autocrítica y presenta los planes de la UE ‘posbrexit’ ofreciendo cinco escenarios para la futura UE a 27, ya sin el Reino Unido. Pueden ustedes acceder a dicho Libro Blanco, en todos los idiomas de la Unión, desde el enlace inmediatamente anterior.
En Europa conviven con perturbadora promiscuidad las causas más nobles con inconfortables zonas de sombra, dice el El País. Y esas áreas ensombrecidas no dejan de crecer: al ramillete de crisis de los últimos tiempos se suman las inciertas citas electorales en Holanda, Francia y Alemania, con la extrema derecha al alza; la primera salida del club (Reino Unido), y situaciones potencialmente explosivas en Grecia e incluso en Italia. La UE ha evitado los mea culpa en los últimos años pese a la pésima gestión de la crisis, en un estado de negación permanente del que solo salía al borde del abismo. En ese contexto, la Comisión Europea ha presentado hoy el Libro banco sobre el futuro de Europa, que al margen de ofrecer cinco escenarios sobre el futuro camino de la UE supone el primer ejercicio de autocrítica en mucho tiempo. “La Unión ha estado por debajo de las expectativas en la peor crisis financiera, económica y social en la historia de la posguerra”, subraya el texto. “El papel de Europa en el mundo se está reduciendo”, en términos de población y PIB, y “Europa no puede seguir siendo naíf: ser un poder blando ya no es ser poderoso cuando la fuerza prevalece sobre las reglas”, apunta en una tácita referencia a Donald Trump. “Los recientes ataques terroristas han sacudido a la sociedad europea”, que cuestiona “el futuro control de fronteras y la libertad de movimientos en Europa”.
La UE “sigue teniendo un fuerte apoyo” entre los europeos, “pero ya no incondicional”, reconoce el Libro blanco antes de hacer una severa autocrítica sobre la forma en la que ha lidiado Europa con la Gran Recesión: “La recuperación está mal distribuida entre la sociedad y las regiones. Solucionar el legado de la crisis, desde el paro de larga duración a los altos niveles de deuda pública y privada, sigue siendo una prioridad urgente”, admite el Ejecutivo europeo casi 10 años después de la quiebra de Lehman Brothers. Hasta el punto de que la resaca de la Gran Crisis, remata el texto, “ha sembrado dudas acerca de la economía social de mercado”, el modelo económico del continente desde hace seis décadas.
El diagnóstico, en fin, es demoledor, y en su aplastante sinceridad contrasta con la formidable autocomplacencia de los últimos tiempos. Pero ese sucinto resumen del estado de la cuestión es solo un preámbulo para presentar a los Estados miembros un menú de opciones acerca de hacia dónde debería ir la UE con motivo del 60º aniversario del Tratado de Roma, para el que faltan poco menos de tres semanas. El texto ofrece cinco escenarios posibles para ver con qué equipaje sale de ésta la nueva Europa sin Londres. A diferencia del mítico Libro blanco de Delors, el equipo de Jean-Claude Juncker ha preferido no optar por ninguna de las vías, y limitarse a abrir un debate con el resto de instituciones y los jefes de Estado y de Gobierno para que los políticos nacionales expresen sus preferencias, en un momento de formidable desconfianza entre unos y otros que impide pensar en grandes saltos adelante.
Juncker recogerá todas las opiniones en el discurso sobre el Estado de la Unión, el próximo septiembre en Estrasburgo, ya después de las elecciones francesas y justo antes de las alemanas. Y los líderes europeos tendrán la última palabra en la cumbre de diciembre, con el panorama electoral de 2017 mucho más aclarado que ahora. El presidente comparece hoy ante el Parlamento Europeo para exponer ese trabajo, pero ya ha apuntado que este “es el inicio del proceso, no el final”. Su equipo destaca que la aspiración es que se convierta en "el acta de nacimiento de la nueva UE a Veintisiete", ya sin Reino Unido.
El Libro Blanco plantea cinco escenarios con una visión del futuro estado de la Unión en 2025, en función de las opciones por las que se decante Europa. A grandes rasgos, son las siguientes.
1. Seguir igual. La UE a 27, de seguir por esa vía. se orientaría por la Declaración de Bratislava, adoptada en 2016: se trataría de aplicar la actual agenda, con pasos adelante en los asuntos de seguridad y defensa. El propio Ejecutivo comunitario admite que la integridad de la UE podría verse en entredicho. Un ejemplo: podrían producirse más controles de seguridad en las fronteras.
2. Solo mercado único. Esa es la opción más minimalista del menú. Se basa en preservar las cuatro grandes libertades, y convertiría el mercado común en la única razón de ser de la UE, eliminando regulaciones europeas en los ámbitos que no estén estrictamente relacionados con el citado mercado único: una especie de sueño británico hecho realidad, justo ahora que Reino Unido sale de la Unión. Bruselas admite que la cooperación sería limitada y la eurozona podría convertirse en "una fuente de vulnerabilidad". "Se pondría en riesgo la integridad de la moneda única y su capacidad de responder a una nueva crisis financiera", subraya el texto. Junto con el primer escenario, es el que parecen preferir varios socios del Este.
3. Quienes quieran hacer más, harán más. La UE a 27 seguiría funcionando como hasta ahora, pero se incentivarían las múltiples velocidades en las agendas fundamentales, para evitar que los vetos impidan avanzar a quienes quieren hacerlo. Europa ya ha empezado a andar ese camino, con la reducción de las votaciones por unanimidad y el mayor papel de las cooperaciones reforzadas, que implican la posibilidad de seguir adelante con mayorías cualificadas, pero reducen el poder de veto. La Comisión destaca que esa vía permitiría avanzar en defensa, seguridad, unión fiscal --con una especie de Schengen fiscal-- y asuntos sociales. Eso sí: admite que ese camino puede generar problemas de legitimidad democrática. Tanto la canciller Angela Merkel como el presidente francés, François Hollande, han apoyado en las últimas semanas esa Europa de distintas velocidades.
4. Hacer menos pero de forma más eficiente. Se trataría de decidir qué asuntos son claramente europeos e ir a fondo en esas agendas: dedicar todos los recursos de la Unión a un número limitado de áreas y dejar de lado las políticas que pueden hacerse mejor a nivel nacional, regional o local. Eso es, en parte, lo que ha tratado de hacer la Comisión Juncker, pese a que el Libro blanco admite que los europeos ven la UE como un ente "demasiado distante o demasiado entrometido". Junto con el tercer escenario es, a priori, el más realista; la vía que apoyan los Estados miembros más importantes. Holanda, en particular, ha dado sobradas muestras de preferir que la UE devuelva poderes a otros niveles de Gobierno.
5. El salto federal. La vía que defiende el liberal Guy Verhofstadt y con la que se presentó a las elecciones de 2014 Jean-Claude Juncker no tiene visos de prosperar: la policrisis de los últimos años ha hecho aflorar enormes diferencias entre los Estados miembros (Norte-Sur en el caso de la crisis del euro; Este-Oeste por los refugiados, por ejemplo). La Unión apuntaría de esa manera a una mayor armonización fiscal, social y financiera, con la posibilidad de poner en marcha una "capacidad financiera" a modo de estímulo contra los shocks económicos. Permitiría crear una Unión Europea de la Defensa. Ese tipo de saltos federales fue siempre el sueño de los padres fundadores de la UE, pero no parece factible ni con la mayor crisis en décadas: la propia Comisión admite el riesgo de "perder a parte de la sociedad que cree que la UE carece de legitimidad o se ha hecho con demasiado poder procedente de los Estados nación".
Los socialistas buscan su espacio político una vez finiquitada la gran coalición en el Parlamento Europeo, añade El País. Frente al apoyo tradicional prestado a los grandes símbolos de la UE, el grupo socialdemócrata ha optado este miércoles por criticar la propuesta de la Comisión Europea. “El libro blanco nos decepciona. Es una reflexión en lugar de un plan claro para fortalecer nuestro proyecto. La Comisión no es un cuerpo burocrático, sino político”, le espetó el jefe de los socialdemócratas en la Eurocámara, Gianni Pittella, al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, que presentó el proyecto en el hemiciclo europeo.
Los socialistas entienden que la policrisis que azota a Europa exige una apuesta por la integración en lugar de esbozar cinco escenarios para que los Estados decidan. Pese a todo, esa postura no concita el apoyo de todos los socialdemócratas (por ejemplo, los líderes de República Checa y Eslovaquia recelan). La Comisión ha afeado a Pittella que coloque a su grupo en la orilla de los euroescépticos. Su equipo rechaza esa equiparación e intenta situarse en una vía intermedia. Con un discurso más matizado, la eurodiputada Elena Valenciano concedió a Juncker la razón en el diagnóstico, pero añadió: “Se equivoca al no mostrar el camino”.