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viernes, 24 de mayo de 2019

[EUROPA] Votar sí que importa





Entre los próximos 23 y 26 de mayo estamos llamados los ciudadanos europeos a elegir a nuestros representantes en el Parlamento de la Unión. Me parece un momento propicio para abrir una nueva sección del blog en la que se escuchen las opiniones diversas y plurales de quienes conformamos esa realidad llamada Europa, subiendo al mismo, de aquí al 26 de mayo próximo, al menos dos veces por semana, aquellos artículos de opinión que aborden, desde ópticas a veces enfrentadas, las grandes cuestiones de nuestro continente. También, desde este enlace, pueden acceder a la página electrónica del Parlamento europeo con la información actualizada diariamente del proceso electoral en curso.

Votar sí que importa, señala el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker. La construcción de Europa es un proceso continuo y asentado en valores comunes. Las elecciones del domingo nos brindan la oportunidad de hacer oír nuestra voz, de defender aquello en lo que creemos.

En cuestión de días, comienza diciendo Juncker, los europeos serán llamados a las urnas en el mayor ejercicio democrático transnacional que existe en el mundo. Un total de 427 millones de personas en 28 países votarán a los miembros del Parlamento Europeo que les representarán. Al hacerlo, también determinarán la dirección de la política europea para los próximos cinco años.

Es cierto que, durante mucho tiempo, las elecciones al Parlamento Europeo han sido recibidas por los votantes con una gran dosis de apatía. A menudo, se oye a gente justificando su abstención porque “de todas maneras, ¿qué diferencia aportaría mi voto?”. Pero imaginemos que todos pensáramos así. Cada europeo debería emitir su voto pensando que todos los demás van a votar exactamente lo mismo que él y asumiendo la responsabilidad por las consecuencias de ese voto para nuestro continente.

Porque sí importa. Importa para nuestro planeta que votemos a personas que van a liderar la lucha contra el cambio climático. Importa para nuestros puestos de trabajo que votemos a personas que van a esforzarse por proteger los derechos de los trabajadores en la era digital. Importa para nuestra seguridad que votemos a personas que van a defender a los europeos en un mundo en el que hay fuerzas, nuevas y viejas, que han decidido ir por su cuenta o poner sus propias reglas. Europa está a tu servicio, no al revés. Votar es asegurar que así sea.

En todos los países habrá candidatos que clamarán que Europa nunca es la respuesta, que Europa atenta contra nuestra identidad nacional. No creo que esto sea cierto. Hay numerosos ámbitos en los que sencillamente las naciones europeas pueden hacer más juntas que separadas; por ejemplo, a la hora de hacer frente a los gigantes tecnológicos, asegurar nuestras fronteras exteriores, celebrar acuerdos comerciales o limpiar los océanos de plástico.

Así pues, tenemos que combatir a los populistas allí donde son débiles: con acciones, no con palabras; con esperanza, no con miedo; con unidad, no con división. Y con un plan claro para un futuro mejor, no con nostalgia de un pasado que nunca existió.

España es un país sólido, que ha sabido salir fortalecido de la crisis que vivimos en los últimos años, y en donde los ciudadanos conviven de manera natural con sus distintas identidades: nacional, regional, local y también europea. Ninguna de ellas es incompatible con las otras, sino que, al contrario, fortalece el ideal europeo de caminar todos juntos y unidos, sacando el máximo partido de nuestra diversidad y apuntalando nuestros valores comunes de democracia, paz, Estado de derecho, libertad, tolerancia, pluralismo, justicia, solidaridad, respeto a los derechos humanos e igualdad entre hombres y mujeres.

Cuando fui elegido presidente de la Comisión Europea, mi mandato fue claro: centrar la atención en las cosas que más importan a los europeos. Y esto es exactamente lo que hemos hecho. En este momento, 240 millones de europeos tienen trabajo, cifra más alta que nunca. El desempleo registra mínimos históricos en este siglo. Los salarios han subido un 5,7%. Hoy contamos con nuestra propia Guardia Europea de Fronteras y Costas para ayudarnos a proteger nuestras fronteras, aunque aún tenemos que culminar la labor que iniciamos en este contexto y alcanzar la cifra de 10.000 guardias de fronteras de la Unión. Hoy, cuando nos desplazamos a cualquier país de la Unión, podemos utilizar nuestros móviles sin recargo y usar los servicios de streaming que tengamos contratados. Nuestras empresas pueden comerciar con Japón y Canadá sin pagar aranceles, gracias a los mayores acuerdos comerciales del mundo.

Pero Europa no es solo cuestión de cifras y estadísticas: lo es de valores comunes. Son Europa los 120.000 jóvenes voluntarios que, a través del Cuerpo Europeo de Solidaridad, están ayudando a reconstruir las zonas afectadas por un terremoto en Italia. Son Europa los bomberos polacos recibidos como héroes en las calles de Suecia cuando fueron a luchar contra los incendios forestales. Son Europa los 30.000 jóvenes que viajan en tren por todo el continente gracias al programa DiscoverEU y los 10 millones de estudiantes de Erasmus que exploran nuevas culturas, historias y lenguas.

Por el camino, hemos sido sometidos a prueba de múltiples maneras. De cada una de las pruebas hemos salido más fuertes y más unidos. Logramos que Grecia permaneciera en el euro contra toda expectativa. Hemos reducido en un 90% el número de personas que llegan irregularmente a nuestras costas, pese a las voces que auguraban que la crisis migratoria sería imposible de gestionar. Y nos mantuvimos juntos cuando uno de los nuestros, el Reino Unido, decidió abandonar la Unión.

Siempre se puede hacer más y mejor. Pero todos esos desafíos han dado un nuevo impulso a nuestra Unión. Nos han recordado que nuestra Unión no puede darse por sentada, sino que exige un esfuerzo cotidiano. La opinión pública no ha sido tan favorable desde hace 27 años. En España, el 72% cree que ser miembro de la UE es positivo y el 74% votaría por permanecer en la Unión si mañana hubiera un referéndum.

Pero la construcción de Europa es un proceso continuo. No olvidemos que solo han transcurrido 30 años desde que cayó el telón de acero y el muro de Berlín quedó hecho añicos. Los europeos siempre han luchado por sus derechos, sus libertades, sus valores y su soberanía. Y hoy no tiene por qué ser distinto.

Las elecciones europeas del domingo nos brindan la oportunidad de hacer oír nuestra voz, de defender aquello en lo que creemos. Todos y cada uno de nosotros, solos ante nuestras papeletas de voto, sabemos que todos tenemos el mismo poder y la misma capacidad para influir en nuestro futuro común. Ese día todos somos Europa. Cada uno de nosotros tiene el destino en sus manos.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 1 de marzo de 2017

[Política] Urgente: Libro Blanco sobre el futuro de la Unión Europea





El diario El País de hoy publica en su edición vespertina que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha presentado en Bruselas este miércoles el Libro Blanco sobre el futuro de Europa: vías para la unidad de la U.E. de 27 Estados miembros. En él, Bruselas hace una dura autocrítica y presenta los planes de la UE ‘posbrexit’ ofreciendo cinco escenarios para la futura UE a 27, ya sin el Reino Unido. Pueden ustedes acceder a dicho Libro Blanco, en todos los idiomas de la Unión, desde el enlace inmediatamente anterior. 

En Europa conviven con perturbadora promiscuidad las causas más nobles con inconfortables zonas de sombra, dice el El País. Y esas áreas ensombrecidas no dejan de crecer: al ramillete de crisis de los últimos tiempos se suman las inciertas citas electorales en Holanda, Francia y Alemania, con la extrema derecha al alza; la primera salida del club (Reino Unido), y situaciones potencialmente explosivas en Grecia e incluso en Italia. La UE ha evitado los mea culpa en los últimos años pese a la pésima gestión de la crisis, en un estado de negación permanente del que solo salía al borde del abismo. En ese contexto, la Comisión Europea ha presentado hoy el Libro banco sobre el futuro de Europa, que al margen de ofrecer cinco escenarios sobre el futuro camino de la UE supone el primer ejercicio de autocrítica en mucho tiempo. “La Unión ha estado por debajo de las expectativas en la peor crisis financiera, económica y social en la historia de la posguerra”, subraya el texto. “El papel de Europa en el mundo se está reduciendo”, en términos de población y PIB, y “Europa no puede seguir siendo naíf: ser un poder blando ya no es ser poderoso cuando la fuerza prevalece sobre las reglas”, apunta en una tácita referencia a Donald Trump. “Los recientes ataques terroristas han sacudido a la sociedad europea”, que cuestiona “el futuro control de fronteras y la libertad de movimientos en Europa”.

La UE “sigue teniendo un fuerte apoyo” entre los europeos, “pero ya no incondicional”, reconoce el Libro blanco antes de hacer una severa autocrítica sobre la forma en la que ha lidiado Europa con la Gran Recesión: “La recuperación está mal distribuida entre la sociedad y las regiones. Solucionar el legado de la crisis, desde el paro de larga duración a los altos niveles de deuda pública y privada, sigue siendo una prioridad urgente”, admite el Ejecutivo europeo casi 10 años después de la quiebra de Lehman Brothers. Hasta el punto de que la resaca de la Gran Crisis, remata el texto, “ha sembrado dudas acerca de la economía social de mercado”, el modelo económico del continente desde hace seis décadas.

El diagnóstico, en fin, es demoledor, y en su aplastante sinceridad contrasta con la formidable autocomplacencia de los últimos tiempos. Pero ese sucinto resumen del estado de la cuestión es solo un preámbulo para presentar a los Estados miembros un menú de opciones acerca de hacia dónde debería ir la UE con motivo del 60º aniversario del Tratado de Roma, para el que faltan poco menos de tres semanas. El texto ofrece cinco escenarios posibles para ver con qué equipaje sale de ésta la nueva Europa sin Londres. A diferencia del mítico Libro blanco de Delors, el equipo de Jean-Claude Juncker ha preferido no optar por ninguna de las vías, y limitarse a abrir un debate con el resto de instituciones y los jefes de Estado y de Gobierno para que los políticos nacionales expresen sus preferencias, en un momento de formidable desconfianza entre unos y otros que impide pensar en grandes saltos adelante.

Juncker recogerá todas las opiniones en el discurso sobre el Estado de la Unión, el próximo septiembre en Estrasburgo, ya después de las elecciones francesas y justo antes de las alemanas. Y los líderes europeos tendrán la última palabra en la cumbre de diciembre, con el panorama electoral de 2017 mucho más aclarado que ahora. El presidente comparece hoy ante el Parlamento Europeo para exponer ese trabajo, pero ya ha apuntado que este “es el inicio del proceso, no el final”. Su equipo destaca que la aspiración es que se convierta en "el acta de nacimiento de la nueva UE a Veintisiete", ya sin Reino Unido.

El Libro Blanco plantea cinco escenarios con una visión del futuro estado de la Unión en 2025, en función de las opciones por las que se decante Europa. A grandes rasgos, son las siguientes.

1. Seguir igual. La UE a 27, de seguir por esa vía. se orientaría por la Declaración de Bratislava, adoptada en 2016: se trataría de aplicar la actual agenda, con pasos adelante en los asuntos de seguridad y defensa. El propio Ejecutivo comunitario admite que la integridad de la UE podría verse en entredicho. Un ejemplo: podrían producirse más controles de seguridad en las fronteras.

2. Solo mercado único. Esa es la opción más minimalista del menú. Se basa en preservar las cuatro grandes libertades, y convertiría el mercado común en la única razón de ser de la UE, eliminando regulaciones europeas en los ámbitos que no estén estrictamente relacionados con el citado mercado único: una especie de sueño británico hecho realidad, justo ahora que Reino Unido sale de la Unión. Bruselas admite que la cooperación sería limitada y la eurozona podría convertirse en "una fuente de vulnerabilidad". "Se pondría en riesgo la integridad de la moneda única y su capacidad de responder a una nueva crisis financiera", subraya el texto. Junto con el primer escenario, es el que parecen preferir varios socios del Este.

3. Quienes quieran hacer más, harán más. La UE a 27 seguiría funcionando como hasta ahora, pero se incentivarían las múltiples velocidades en las agendas fundamentales, para evitar que los vetos impidan avanzar a quienes quieren hacerlo. Europa ya ha empezado a andar ese camino, con la reducción de las votaciones por unanimidad y el mayor papel de las cooperaciones reforzadas, que implican la posibilidad de seguir adelante con mayorías cualificadas, pero reducen el poder de veto. La Comisión destaca que esa vía permitiría avanzar en defensa, seguridad, unión fiscal --con una especie de Schengen fiscal-- y asuntos sociales. Eso sí: admite que ese camino puede generar problemas de legitimidad democrática. Tanto la canciller Angela Merkel como el presidente francés, François Hollande, han apoyado en las últimas semanas esa Europa de distintas velocidades.

4. Hacer menos pero de forma más eficiente. Se trataría de decidir qué asuntos son claramente europeos e ir a fondo en esas agendas: dedicar todos los recursos de la Unión a un número limitado de áreas y dejar de lado las políticas que pueden hacerse mejor a nivel nacional, regional o local. Eso es, en parte, lo que ha tratado de hacer la Comisión Juncker, pese a que el Libro blanco admite que los europeos ven la UE como un ente "demasiado distante o demasiado entrometido". Junto con el tercer escenario es, a priori, el más realista; la vía que apoyan los Estados miembros más importantes. Holanda, en particular, ha dado sobradas muestras de preferir que la UE devuelva poderes a otros niveles de Gobierno.

5. El salto federal. La vía que defiende el liberal Guy Verhofstadt y con la que se presentó a las elecciones de 2014 Jean-Claude Juncker no tiene visos de prosperar: la policrisis de los últimos años ha hecho aflorar enormes diferencias entre los Estados miembros (Norte-Sur en el caso de la crisis del euro; Este-Oeste por los refugiados, por ejemplo). La Unión apuntaría de esa manera a una mayor armonización fiscal, social y financiera, con la posibilidad de poner en marcha una "capacidad financiera" a modo de estímulo contra los shocks económicos. Permitiría crear una Unión Europea de la Defensa. Ese tipo de saltos federales fue siempre el sueño de los padres fundadores de la UE, pero no parece factible ni con la mayor crisis en décadas: la propia Comisión admite el riesgo de "perder a parte de la sociedad que cree que la UE carece de legitimidad o se ha hecho con demasiado poder procedente de los Estados nación".

Los socialistas buscan su espacio político una vez finiquitada la gran coalición en el Parlamento Europeo, añade El País. Frente al apoyo tradicional prestado a los grandes símbolos de la UE, el grupo socialdemócrata ha optado este miércoles por criticar la propuesta de la Comisión Europea. “El libro blanco nos decepciona. Es una reflexión en lugar de un plan claro para fortalecer nuestro proyecto. La Comisión no es un cuerpo burocrático, sino político”, le espetó el jefe de los socialdemócratas en la Eurocámara, Gianni Pittella, al presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, que presentó el proyecto en el hemiciclo europeo.

Los socialistas entienden que la policrisis que azota a Europa exige una apuesta por la integración en lugar de esbozar cinco escenarios para que los Estados decidan. Pese a todo, esa postura no concita el apoyo de todos los socialdemócratas (por ejemplo, los líderes de República Checa y Eslovaquia recelan). La Comisión ha afeado a Pittella que coloque a su grupo en la orilla de los euroescépticos. Su equipo rechaza esa equiparación e intenta situarse en una vía intermedia. Con un discurso más matizado, la eurodiputada Elena Valenciano concedió a Juncker la razón en el diagnóstico, pero añadió: “Se equivoca al no mostrar el camino”.



Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt






Entrada núm. 3349
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martes, 16 de septiembre de 2014

¿Por qué dormía Europa?...






A comienzos del verano de 1940, cuando hacía justamente nueve meses que había estallado la guerra en Europa, un joven y brillante estudiante de la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts) leía su tesis de graduación en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Se titulaba "Appeasement in Munich", y analizaba en ella las razones que llevaron al gobierno británico a una suicida política de contemporización y apaciguamiento a toda costa con el cada vez más creciente belicismo de Hitler, y a firmar con él los vergonzantes acuerdos de Munich que darían rienda suelta al expansionismo nazi. Obtiene la calificación de "Sobresaliente Cum Laude", y un mes después se publica como libro con el título de "¿Por qué dormía Inglaterra?", convirtiéndose en un auténtico "superventas" que gana el prestigioso premio Pulitzer de ese mismo año. Veinte años más tarde, ese joven estudiante, John F. Kennedy, sería elegido presidente de los Estados Unidos de América.

"¿Por qué dormia Inglaterra?" se publica en España por la editorial barcelonesa Plaza y Janés en 1965, supongo que a raíz de la conmoción mundial que produce el asesinato del presidente Kennedy. Yo la leo ese mismo año en una edición de bolsillo que aún conservo y que, casualmente, ojeaba hace unos días. Ya he dejado constancia en este blog de mi juvenil apasionamiento por la figura de Kennedy. Su trágica muerte dio lugar a uno de los días que más imborrable impresión han dejado en mi vida, y que puedo relatar minuto a minuto con exactitud. Su lectura me emociono. Lo leí con fervor y apasionamiento y, en cierto modo, encaminó mi recién iniciada vida académica hacia la Historia y la Ciencia Política.

No tengo muy claro que tipo de asociación de ideas me ha llevado a recordar el libro de Kennedy al leer el artículo que en el número de septiembre de Revista de Libros publica el diplomático y escritor Fidel Sendagorta titulado "Europa: poder, afecto y utopía", dedicado al comentario crítico del libro "Poder y derecho en la Unión Europea" (Madrid, Civitas/Thomson Reuters, 2014), del profesor José María Areilza Carvajal. Dice Sendagorta: "Las elecciones al parlamento europea del pasado mes de mayo han marcado un nuevo hito en la creciente desafección del electorado hacia el proyecto de integración europea. Partidos con programas contrarios a la propia Unión Europea han batido a las formaciones políticas mayoritarias en un país, como el Reino Unido, que se interroga sobre su permanencia en la Unión, pero también en Francia, uno de los Estados fundadores del proyecto de integración. En un momento en el que prevalecen los sentimientos en los debates europeos, el libro de José María Areilza nos sitúa en los argumentos de la razón. Pero el autor sabe que las ideas necesitan del motor de la emoción para ser verdaderamente movilizadoras. De ahí que su obra empiece y termine con la inquietud por la pérdida del horizonte utópico en el proyecto europea y la apelación a recuperarlo como condición esencial para que pueda revitalizarse". 

¿Fue eso, la apelación a recuperar el "horizonte utópico", lo que movió a los parlamentarios españoles socialistas a romper el pacto del grupo socialista europeo votando en contra de la elección como presidente de la Comisión del liberal-conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker, un europeísta convencido? A mí, personalmente, me pareció un gesto promovido más por asuntos de política interna española que europea. Al parecer, más preocupados por la estética que por la ética, los europarlamentarios socialistas españoles, con escaso sentido de la responsabilidad, se saltaron el pacto interno del grupo socialista europeo en un gesto muy poco coherente ni prometedor, y más, si tenemos en cuenta que los grupos parlamentarios afectados mantuvieron su voto favorable a la reelección del socialista Martin Schulz como presidente del Parlamento. Me dolió, porque no tengo reparos en confesar que me siento identificado con los ideales de la socialdemocracia europea y española, por ese orden.

Pero vuelvo, y con ello termino la entrada, al libro que me ha servido de excusa para escribirla. La verdad es que no me gustaría que ninguno de mis nietos obtuviera su grado académico dentro de veinte años con una tesis que se preguntara y explicara "¿Por qué dormía Europa?...", precisamente, cuando más necesitábamos de ella. Eso sería una muy mala perspectiva, que no les deseo en modo alguno. 

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





John F. Kennedy (1917-1963) 



Entrada núm. 2162
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

miércoles, 21 de mayo de 2014

¿De teloneros?: Lo que nos jugamos en Europa




Alegoría de Europa (1870)



A mis nietos

Les pido disculpas anticip
adas por esta entrada de hoy un tanto digresiva sobre las elecciones del domingo próximo al parlamento de la Unión Europea, ya que voy a comenzarla hablando de arte. Ya irán viendo las razones que me llevan a ello si se animan a seguir leyéndome... 

Desde luego si buscan la definición de "arte" en el Diccionario de la Real Academia Española tengo la impresión de que no van a sacar nada en claro. Si acaso, llegarán a la conclusión algo pedestre de que arte es lo que hacen los artistas; y vuelta al comienzo: ¿qué es un artista?... Mi criterio personalísimo sobre el arte es el de que lo es toda obra material humana que produce en el que la ve, lee u oye un sentimiento de placer estético. 

Soy asiduo visitante de museos y lector empedernido que ha ido formando su criterio estético a base de trompicones. Y más bien clásico, por no decir antiguo... Recuerdo en una de mis últimas visitas al "Reina Sofía" en Madrid, hace ya bastantes años, una sala del museo desnuda absolutamente de todo ornamento salvo una descomunal plancha de acero sobre el suelo de la sala, de como poco quince metros de larga por cuatro o cinco de ancha... No recuerdo de "quién" era la susodicha obra de arte, ni falta que me hace. Creo, sinceramente, que "eso" no es arte, sino una enorme tomadura de pelo. Exactamente igual que el circo montado por los candidatos españoles a ocupar una plaza en el próximo parlamento de la Unión. Exactamente 2106 candidatos, repartidos en 39 candidaturas, para ocupar 54 puestos en el parlamento de Estrasburgo.

No estoy en contra, evidentemente, del derecho de todo ciudadano europeo a presentarse a las elecciones a su parlamento, pero ¿39 candidaturas, de las cuales al menos treinta de ellas van a obtener menos votos que candidatos figuran en la papeleta? Es, como la plancha de acero del "Reina Sofía", y con todo respeto para sus esforzados paladines, una solemne tomadura de pelo. Algo que tendría fácil solución si se exigiera a cada candidatura una fianza económica previa de, pongamos, diez mil euros (a unos 200 euros por candidato) que solo recuperarían de obtener como mínimo un humildísimo uno por ciento del total de los votos emitidos. La tomadura de pelo se reduciría bastante y todos saldríamos ganando.   

Sigo a distancia y sin excesivo interés la campaña para las elecciones al parlamento de la Unión del 25 de mayo. Puntualizo: No me interesa la campaña; las elecciones, por supuesto que sí, y mucho. Ya expuse las razones hace unos días y no es cuestión de repetirme. Y de todas maneras, yo ya he votado por correo. 

Sobre el papelón que están haciendo los candidatos, al menos en España, prefiero no hablar. Meros teloneros de Jean-Claude Juncker y Martin Schulz, los únicos que cuentan con posibilidades reales de alzarse con la presidencia de la Comisión Europea, y cuyos debates se nos han escamoteado (aunque tampoco ellos parece que hayan estado especialmente brillantes) a las ciudadanos españoles, entretenidos con las majaderías del candidato del partido popular y las naderías de casi todos los demás. Léase al respecto el artículo "Europa se merecía más (y las mujeres también, Sr. Cañete)", de la directora del Huffington Post, Montserrat Domínguez. Para llorar...

Y sin embargo, el día 25 de mayo Europa se juega, literalmente, su futuro. No solo el inmediato de las instituciones de la Unión, sino el que realmente importa, el de sus más quinientos millones de ciudadanos, impotentes ante la incompetencia manifiesta de sus gobernantes, de todos, para sacarla del marasmo en que se encuentra.

Termino invitándoles a la lectura del artículo "La más crucial de las votaciones en Europa" que el profesor británico Timothy Garton-Ash, un euopeísta convencido, publica hoy en el diario El País. Lo verán todo, lo que Europa se juega el próximo domingo, con bastante claridad. Y por desgracia, como él dice, es Alemania la única que puede marcar el paso. Si no lo hace ella, no lo va a hacer nadie.

Así que no hagan caso de las "casandras" que invitan a la abstención como solución. Pasar del tema nunca es la solución de nada. Involúcrense. Y voten. Mejor al lado izquierdo, esa es mi opción. Pero voten en cualquier caso.

Le he dedicado esta entrada a mis tres nietos porque de ellos es el futuro. Y ahora sean felices, por favor, y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Alegoría de Europa (España, 2014)





Entrada núm. 2067
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)