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lunes, 21 de agosto de 2017

[A vuelapluma] Levantar puentes, tender muros





En etapas expansivas se valora la apertura y el intercambio; en horas bajas surgen actitudes defensivas que buscan proteger el statu quo. En la última década, el afán por unir ha sido desplazado por la exaltación de vallas y fronteras mentales, comenta la profesora Olivia Muñoz-Rojas, doctora en Sociología por la London School of Economics e investigadora independiente.

Los puentes entre Europa y sus aliados históricos están rotos, concluía una decepcionada Angela Merkel tras la última cumbre del G7, comienza diciendo. En este caso, el sentido metafórico de la expresión tiene una dimensión material: muros, vallas, puentes, túneles y canales dibujan el paisaje geopolítico de cada época. Hay épocas en las que se tiende a conectar y otras en las que se busca separar. Aunque como escribía el sociólogo alemán Georg Simmel, solo se puede unir aquello que previamente se percibe como separado y separar aquello que se percibe como unido. En Europa (y Occidente, en general) vemos como el entusiasmo por unir a través de puentes y túneles ha sido desplazado desde hace algo más de una década por la exaltación de la separación en la forma de vallas, muros y fronteras mentales.

Al derribo del muro de Berlín en 1989 y el comienzo de una Europa reunificada siguieron otros hitos destinados a reforzar la articulación física del viejo continente y facilitar las cuatro libertades de movimiento. En 1994 se inauguraba el Eurotúnel bajo el Canal de la Mancha, conectando por primera vez en la historia el continente con las islas Británicas. Un año más tarde, comenzaban los trabajos para levantar el puente de Øresund que, a partir del año 2000, uniría también por primera vez el continente con la península escandinava. Un flujo creciente de mercancías, vehículos y pasajeros cruzarían desde entonces diariamente por debajo de las aguas del Canal y por encima de las del estrecho que separa Dinamarca de Suecia merced a estas impresionantes infraestructuras, impensables sin la cooperación entre los socios europeos. Gracias al tren de alta velocidad Eurostar que conecta París, Bruselas y Londres muchos ciudadanos han podido realizar el sueño cosmopolita de residir en una de las capitales y trabajar en otra. Se calcula que 300.000 personas reparten su vida entre Londres y París. Algo similar sucede con los habitantes de las regiones de Selandia y Escania: entre 2001 y 2009, el número de personas que se desplaza entre Dinamarca y Suecia para trabajar aumentó en más de un 300%.

La guerra en los Balcanes parecía el último escollo a la integración europea en una década, los años noventa, de optimismo y apertura. La lenta y minuciosa reconstrucción del emblemático puente de Mostar, una vez superado el conflicto en 1995, reflejaba, al mismo tiempo, el arduo camino hacia la paz y la reconciliación. Paradójicamente, con su inauguración en 2005, Europa comienza a transitar nuevamente hacia una época de enclaustramiento. Ese año se produjo el primer salto masivo de migrantes subsaharianos en la valla de Melilla. Para evitar futuras tentativas, se dobló la altura de la valla de tres a seis metros. El mar Mediterráneo, límite natural del continente hacia el sur, se ha ido convirtiendo poco a poco en un enorme foso defensivo en el que han perdido la vida miles de personas en su intento por llegar a Europa. En los últimos dos años hemos visto erigirse, asimismo, cercas y barreras en Europa central y oriental para impedir el paso a los refugiados de Oriente Próximo. La barrera húngara es quizá la más conocida por la retórica abiertamente xenófoba del Gobierno de Viktor Orbán, pero los Gobiernos de Eslovenia, Croacia, Austria, Serbia, Bulgaria y Macedonia han hecho lo suyo.

Se ha comparado la fortificación de Europa con la de EE UU y el famoso muro que Trump quiere terminar de construir a lo largo de la frontera con México. Los amantes de las series policiacas que hayan visto la versión sueco-danesa y la estadounidense de El puente (Bron/The Bridge, 2011) reconocerán las enormes diferencias, pero también los paralelismos entre dos fronteras aparentemente tan distintas como las que separan Dinamarca de Suecia y México de Estados Unidos. La serie se desarrolla a partir de la aparición de un cadáver en la línea fronteriza entre los dos países, esto es, en medio del puente de Øresund, respectivamente, el puente Río Bravo que une Ciudad Juárez con El Paso. Pone de manifiesto la inevitable ósmosis que se produce en las fronteras, sean abiertas como entre Dinamarca y Suecia o estén valladas y sometidas a estrictos controles como entre México y EE UU. Cuando es legal, este intenso canje entre personas y de bienes y servicios se enmarca dentro de la cooperación transfronteriza. Cuando no lo es, hablamos de actividades ilícitas o clandestinas, las cuales adquieren tintes especialmente sórdidos cuando se producen entre vecinos tan asimétricos como México y EE UU.

A uno y otro lado del Atlántico se reafirma la voluntad de excluir, desunir y separar. Conviene recordar que la libre circulación que permite a los protagonistas de la versión escandinava de El puente cruzar este a su antojo fue suspendida a principios de 2016. Suecia reinstauró entonces controles fronterizos para evitar la entrada libre de refugiados. A esta y otras suspensiones parciales del acuerdo de Schengen destinadas a frenar el ingreso de ciudadanos extracomunitarios, siguió el Brexit, que ha instalado a los residentes comunitarios de Reino Unido en una suerte de limbo legal y enorme incertidumbre sobre su futuro.

La construcción de vallas y muros es sintomática de la debilidad de un imperio (léase, civilización), concluye el sociólogo Mohammad Chaichian en su libro Walls and Empires (2014). Podría decirse que en etapas expansivas se valora la apertura y el intercambio, mientras que en horas bajas surgen actitudes defensivas que buscan proteger el statu quo. Como ejemplos representativos, Chaichian cita la Gran Muralla China y el Muro de Adriano que el emperador hizo construir en la frontera norte del Imperio Romano (en el actual Reino Unido) —ninguna de las construcciones logró frenar la caída de estos grandes imperios. Las fronteras se alimentan de los muros mentales que se construyen ladrillo a ladrillo, como en la mítica canción The Wall de Pink Floyd, a partir de traumas y temores individuales que se proyectan sobre determinados colectivos. Adquieren relevancia social cuando se plasman en eslóganes y programas electorales y encuentran eco en la ignorancia y el temor (hasta cierto punto, comprensible) de muchos ciudadanos a un mundo hiperconectado, sin vallas, sin fronteras.

Quizá una de las acciones que pase a la historia como especialmente simbólica de este nuevo paisaje euroatlántico de cerramientos sea la decisión de rodear la Torre Eiffel de una valla protectora antibalas. En un momento en que Europa deposita su última esperanza en el nuevo presidente francés, la controvertida medida ilustra bien el reto al que se enfrenta Macron: defender una Europa abierta, inclusiva y conectada para desactivar la amenaza yihadista en el medio y largo plazo a la par que defenderse de esta en el corto.



Dibujo de Nicolás Aznárez para El País



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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jueves, 10 de agosto de 2017

[A vuelapluma] La yihad en España





No es frecuente encontrar artículos sobre el terrorismo yihadista firmados al alimón por dos especialistas tan prestigiosos en el tema como Fernando Reinares, director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano, catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos y Adjunct Professor en la Universidad de Georgetown, considerado una autoridad mundial en ese campo, y Carola García-Calvo, investigadora principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano y profesora asociada en la Universidad Pontificia de Comillas. Pero esta vez lo hacen, en El País, para hablar sobre el fenómeno de la radicalización yihadista en España.

El 78% de los 178 individuos detenidos de 2013 a 2016 por actividades de terrorismo, comienzan diciendo, se radicalizaron en tan sólo cuatro demarcaciones administrativas: la provincia de Barcelona, Ceuta, Madrid con su área metropolitana y Melilla. El fenómeno de la radicalización yihadista que desde el inicio de la guerra civil siria se ha extendido —si bien con distintos grados de intensidad— a numerosos países de Europa Occidental, denota una peculiaridad común a todos ellos. En vez de afectar de un modo uniforme a sus respectivas poblaciones musulmanas, incidiendo sobre ellas de manera proporcional al tamaño y la distribución territorial de las mismas, tiene lugar en bolsas dentro de determinadas áreas geográficas. Así ocurre también en el caso de España. En estas cuatro demarcaciones reside poco más de la tercera parte de los musulmanes que viven en España, por lo que el porcentaje de detenidos que se radicalizaron en ellas duplica con creces al de su población musulmana respecto al total nacional.

A partir de esta constatación, que viene a corroborar la tendencia general europea desde 2012, en el Programa sobre Terrorismo Global del Real Instituto Elcano hemos aislado dos factores cuya incidencia resulta decisiva para entender mejor cómo se configuran esas bolsas de radicalización y explicar por qué algunos musulmanes atraviesan este proceso de transformación cognitiva que conduce a la implicación terrorista mientras que otros, con características sociodemográficas similares, no lo hacen.

El primero de esos dos factores tiene que ver con el hecho de haber estado bajo la influencia de algún agente de radicalización. Nueve de cada diez de los mencionados detenidos en España terminaron por hacer suyas las actitudes y creencias propias del salafismo yihadista en contacto con uno o más de esos agentes, que les guiaron a lo largo del proceso. Este contacto supuso por lo común una interacción cara a cara y con mucha menor frecuencia una interacción básicamente online.

Para la mitad de los detenidos radicalizados cara a cara con uno o más agentes de radicalización, estos últimos fueron activistas, a menudo individuos cuya implicación terrorista dentro o fuera de España les confería cierto carisma, pero también sujetos cuya superioridad entre quienes eran objeto de su adoctrinamiento derivaba de otras fuentes. Amigos, figuras religiosas y familiares destacan además como agentes de radicalización para los detenidos que tuvieron contacto físico sostenido con ellos.

Activistas resultaron ser también el tipo de agente de radicalización más habitual entre los detenidos radicalizados online. Pero, en un número muy notable de estos casos, el papel de agente de radicalización correspondió a personas a las que cabe describir como pares o iguales. A diferencia de lo ocurrido en procesos que supusieron contacto cara a cara con algún agente de radicalización, las figuras religiosas desempeñaron ese rol en muy contadas ocasiones para los detenidos radicalizados mediante Internet y las redes sociales.

El segundo de los factores aludidos se refiere a los vínculos sociales previos que los detenidos tenían con otros individuos asimismo radicalizados. Esos vínculos sociales previos, con detenidos en España y con combatientes terroristas extranjeros de nacionalidad española o marroquí —residentes en España o en Marruecos— se dieron, durante el reciente periodo de cuatro años que cubre nuestro estudio, en hasta siete de cada diez casos.

Una gran mayoría de los detenidos que habían desarrollado esos ligámenes interpersonales con algún otro detenido o combatiente terrorista extranjero se radicalizaron en un entorno bien mixto, es decir online y offline, bien en un entorno principalmente offline. En marcado contraste con este dato, ocho de cada diez de los detenidos que carecían de esos lazos sociales previos al comenzar su radicalización transcurrieron el proceso en un entorno básicamente online.

Estos lazos afectivos entre los detenidos se basan en relaciones de vecindad, amistad y parentesco. Estas tres diferentes variedades de vínculos interpersonales pueden combinarse entre sí. Los casos en que se trataba de relaciones en la misma localidad de residencia son los más frecuentes, seguidos por los de vecindad en el propio barrio que habitaban, por vínculos sociales previos basados en relaciones de amistad y por los que estaban basados en relaciones de parentesco, especial pero no únicamente entre hermanos y hermanas.

La importancia del contacto con algún agente de radicalización remite, por una parte, a la relevancia de la ideología en el proceso que conduce a la implicación en actividades de terrorismo yihadista. La reiterada existencia de vínculos sociales previos, basados en vínculos de amistad, vecindad o parentesco, subraya, por otra parte, la relevancia de las redes locales, constituidas en base a lazos interpersonales y comunitarios, que facilitan la movilización yihadista.

Considerados de manera conjunta, ambos factores sugieren cómo la radicalización yihadista está estrechamente asociada a interacciones sociales en espacios delimitados mediante las cuales determinados individuos hacen suyas ideas que justifican el terrorismo.

En suma, los resultados de nuestro estudio permiten apreciar cómo se vehiculan las actitudes y creencias que justifican el terrorismo yihadista, al tiempo que avanzan en la comprensión de por qué se aglomeran los individuos que discurren por el proceso de radicalización.

Estos hallazgos tienen dos claras repercusiones en el ámbito de la política antiterrorista. Primera: para prevenir esa radicalización resulta clave la detección de los agentes que la promueven y su neutralización mediante una actuación coordinada de los servicios policiales y de inteligencia junto con las autoridades judiciales. Segunda: el Plan Estratégico Nacional de Lucha contra la Radicalización Violenta (PEN-LCRV) debe evitar una dispersión de esfuerzos institucionales, priorizando las demarcaciones y los ámbitos donde tienden a concentrarse esos procesos.



Dibujo de Eduardo Estrada para El País


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 11 de marzo de 2017

[A vuelapluma] Los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. De nuevo los recuerdos





Un año más me sumo al recuerdo de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid que supusieron la muerte de 193 personas y 1858 heridos de diversa consideración. Los atentados se produjeron en una serie de ataques terroristas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid llevados a cabo por una célula terrorista yihadista, con diez explosiones casi simultáneas en una hora punta de la mañana (entre las 07:36 y las 07:40). Más tarde, y tras un intento de desactivación, la policía detonaría de forma controlada dos artefactos que no habían estallado. Tras ello desactivaron un tercero que permitiría, gracias a su contenido, iniciar las primeras pesquisas que conducirían a la identificación de los autores. Fue el segundo mayor atentado cometido en Europa detrás del de Lockerbie, ocurrido en 1988, en un avión que sobrevolaba Escocia, en el que murieron 270 personas. Al finalizar ese día la mayor parte de los medios de comunicación españoles ya tenían claro que se trataba de un atentado de una célula islamista de Al Qaeda, contra la opinión sostenida por el gobierno de que se trataba de un atentado de ETA. 

Yo no puedo ni quiero olvidarlo y tampoco quiero perdonar a sus autores. Este vídeo que he bajado de YouTube, con las fotografías de la mayor parte de las víctimas de los atentados de Madrid, es mi sincero homenaje en su recuerdo. Como todas las víctimas de actos terroristas, sean estos del color que sean, fueron víctimas inocentes. El terror es un arma criminal siempre, inadmisible en una sociedad democrática, venga de quien venga y se alegue la pretendida excusa que se quiera para llevarlo a término. No hay terrorismo bueno ni terrorismo malo; no hay terrorismo de izquierdas ni terrorismo de derechas; no hay terrorismo justo ni terrorismo injusto; no hay terrorismo de Estado ni terrorismo civil... Hay terrorismo y terroristas a secas y todos son igualmente despreciables. 

En uno de los ensayos incluidos en su libro "Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política" (Península, Barcelona, 2003), que lleva el título de Verdad y política, escrito a raíz de la controversia surgida en torno a la publicación de Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt escribió lo siguiente: "Nadie ha dudado jamás que la verdad y la política nunca se llevaron bien, y nadie, por lo que yo sé, puso nunca la veracidad entre las virtudes políticas. Siempre se vio a la mentira como una herramienta necesaria y justificable no solo para la actividad de los políticos y los demagogos sino también para la del hombre de Estado. Nuestra habilidad para mentir -añade más adelante- pero no necesariamente nuestra habilidad para ser veraces, es uno de los pocos datos evidentes y demostrables que confirman la libertad humana."

Sobre los atentados del 11 de marzo en Madrid casi todo está ya dicho. A pesar de ello, algunos pretenden seguir manipulando lo ocurrido bajo pretextos, inconfesables, de mero oportunismo político. Lo mismo ocurre con los del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, o, por citar un solo ejemplo más, los acontecimientos relativos al intento de golpe de estado en España del 23 de febrero de 1981. Son ya historia; dejemos pues a los historiadores que diluciden las controversias que pudieran existir. Los hechos son los hechos y las opiniones son opiniones. A mí, personalmente, el antiguo adagio latino Fiat veritas, et pereas mundus (Que se haga justicia y perezca el mundo), me resulta bastante hipócrita.

En El País de hoy sábado, Fernando Reinares (1960), director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos y actualmente profesor visitante en la American University de Washington, está considerado uno de los mayores expertos del mundo en el análisis del fenómeno del terrorismo yihadista. Hoy, en el décimo tercer aniversario de los atentados, publica en El País un artículo en relación con las recurrentes especulaciones y conjeturas sobre quién los ideó, que revelan, dice, la gran y manipulable ignorancia que aún existe en nuestro país sobre el peor atentado de la historia de España.

Al contrario de lo que sentí con los sucesos que ocurrieron el 23 de febrero de 1981, que recordaba hace unos días: vergüenza y rabia, aquel 11 de marzo lo que me se agolpó en el alma, conforme se conocía y confirmaba el alcance de los atentados, fue un inmenso dolor y estupor por la muerte absurda de tantas víctimas inocentes. 

No puedo saber lo que ustedes recuerdan haber sentido ese 11 de marzo de hace trece años. Las escuetas anotaciones de mi agenda de ese día, después de hablar con mi hija Ruth y mi hermano y su familia, residentes en Madrid, resultan tan asépticas que releerlas me sigue provocando rubor y una íntima sensación de incomodidad. Dicen así:

07:30 = Atentados en Madrid. Se desconoce su autoría. Se habla de más de doscientos muertos en Atocha. Llamamos a Ruth y a Alberto. Todos bien.
08:00 = En guagua a UGT.
09:00 = Inicio del curso de formación para nuevos delegados de FeS. Tenemos 13 alumnos. Lo damos María Teresa Bernardo y yo.
12:00 = Manifestación silenciosa de 10 minutos en la puerta de UGT.
14:00 = Fin del curso. Vuelvo a casa en guagua. La prensa habla de un atentado islamista. El gobierno, de ETA.
17:00 = Al Sur, con Paqui, Myriam y Concha.
19:30 = Café en casa de Juana.
21:00 = De vuelta en Las Palmas. Nadie duda ya del origen islamista de los atentados

El diario El País, con motivo del décimo aniversario del atentado, publicó un número especial dedicado al mismo muy completo. También pueden ver este documental de más de 50 minutos de duración sobre lo que pasó aquel día de hoy hace trece años en Madrid. 

Me sumo al homenaje de mis conciudadanos a las víctimas inocentes del fanatismo que murieron ese día. Estos son sus nombres, nacionalidad y edades, y este mi recuerdo. Ni olvido para ellas ni perdón para sus asesinos.



Monumento a las víctimas del 11-M en Madrid


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domingo, 11 de septiembre de 2016

[Historia] Nueva York, 11 de septiembre de 2001. In memoriam



Clio, musa de la historia


La televisión nos permite ver de forma instantánea, en el propio momento de ocurrir, hechos que se quedan grabadas a fuego en la memoria. Entre ellos, el de los atentados islamistas en la ciudad de Nueva York, de los que hoy se cumplen 15 años. El peor atentado terrorista de la historia, con 2997 víctimas mortales y más de 6000 heridos. 



Nueva York, 11 de septiembre de 2001

Aquella mañana de hace hoy quince años todavía estaba trabajando. Había asistido a un comité provincial de mi federación sindical y vuelto a casa hacia las tres de la tarde. Mi mujer y yo estamos viendo en directo por televisión escenas de lo que había ocurrido en una de las Torres Gemelas de Nueva York poco antes. Nadie hablaba aún de un atentado terrorista. Justo en ese momento, mirando la pantalla del televisor vemos en directo como un avión se estrella contra la segunda de las torres... Nos quedamos absolutamente anonadados, como supongo que los millones de personas en todo el mundo que estaban mirando sus televisores...

En mi memoria guardo otras fechas imborrables de acontecimientos similares que me estremecieron hasta los tuétanos y que vi por televisión, algunos en plena juventud y otras ya en la madurez. Recuerdo especialmente la caída de La Habana en manos de los castristas, un 1 de enero de 1959; la construcción del muro de Berlín, el 13 de agosto de 1961; el asesinato del presidente Kennedy, el 22 de noviembre de 1963; el golpe de estado de Pinochet, en Chile, también un 11 de septiembre pero de 1973; el asesinato por ETA del almirante Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973; la caída de Saigón en manos del vietcong, el 30 de abril de 1975; el intento de golpe de estado de Tejero en Madrid, el 22 de febrero de 1981; y por supuesto, los atentados islamistas de Madrid, el 11 de marzo de 2004. Tengo más, claro está, en mi memoria, pero esos son algunos de los más indelebles. De los felices, también muchos, no toca hablar hoy.

Les invito a ver el número especial que el diario El País dedica hoy a la efeméride.



Madrid, 11 de marzo de 2004


En una fecha tan significada como la de hoy, este es mi recuerdo y homenaje, emocionado, a todas las víctimas del terror.


***

IN MEMORIAM

En homenaje recuerdo 
todas las víctimas 
de la intolerancia,
la violencia y el fanatismo 
lo largo de la 
historia del mundo.

***


"Guernica", de Pablo Picasso (1937). Museo Reina Sofía (Madrid)


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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martes, 22 de marzo de 2016

[Última hora] Atentados en Bruselas: Europa atacada. No al terror.





Tiene toda la razón el profesor de la UNED José Ignacio Torreblanca cuando dice que es Europa y los europeos los que están siendo atacados en Bruselas en estos momentos. Son nuestras libertades y nuestro modo de vida el que está siendo atacado, no nuestros privilegios. Y la respuesta tiene que ser global, de la Unión Europea como tal, no de cada país, Estado, pueblo o sociedad atacada. Y ello sin aprovechar que "el Pisuerga pasa por Valladolid" para recortar aún más las libertades de todos. Y es que como dice el profesor Fernando Savater en su artículo, seguridad, sí; y libertad también. Sigan aquí la última hora informativa sobre los atentados.

Mi homenaje y respeto a las víctimas. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 14 de noviembre de 2015

[A vuelapluma] Pour la Liberté. Vive la France! ¡No al terror!








Ya se empiezan a oír en las redes sociales comentarios, quiero suponer, de verdad, que sinceros y de buena fe (aunque seguro que los hay también de mala fe y sin respeto alguno por las víctimas) que parecen decir que los muertos en los atentados de París son responsables de sus propias muertes porque sus gobiernos son culpables de no se sabe qué. Que en Occidente no sentimos lo mismo cuando las víctimas no son occidentales. Y eso es una falacia. Lo lamentamos y nos dolemos de ello por igual. Pero nos quedan un poco más lejanos. Y eso es normal y humano. Lo que me suena hipócrita es que me pidan que sienta el mismo dolor por el que conozco que por el ajeno. Todos los muertos por causa del fanatismo merecen el mismo respeto, todos sin excepción. Pero el dolor no puede ser el mismo. Si fuera así, sería imposible vivir. No deberíamos permitir que se haga demagogia con las víctimas del terrorismo, porque eso es terrorismo también.

Lo explicaba muy bien unos días después de los atentados de París el escritor Bernardo Marín en un artículo de El País titulado "El dolor cercano por el país de las libertades". A él les remito. No puedo sino reconocer que coincido plenamente con sus planteamientos.

También  me parecen inobjetables las palabras pronunciadas al respecto por el filósofo francés Bernard-Henri Lévy, en su artículo "La guerra, manual de instrucciones". Hay que llamar a las cosas por su nombre, dice en él, y tratar al enemigo como tal. La alternativa está clara: si no hay tropas en su territorio tendremos más sangre en el nuestro.

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt







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lunes, 5 de octubre de 2015

[De libros y lecturas] "El Informe Foronda. Los efectos del terrorismo en la sociedad vasca"




El árbol de Guernica, simbolo de las libertades vascas


Revista de Libros es para mí, y quiero suponer que para mucha más gente, mucho más preparada que yo en todos los sentidos, una fuente inagotable de información veraz y exhaustiva. En su número de este mes de octubre trae un extenso y documentado artículo del profesor Antonio Rivera, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco, titulado "La historización del terrorismo: El Informe Foronda",  que recoge su intervención en el curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo «Las víctimas del terrorismo y la memoria colectiva» (Santander, julio de 2015), y es al mismo tiempo una reseña del reciente libro  de Raúl López Romo titulado "Informe Foronda. Los efectos del terrorismo en la sociedad vasca" (Madrid, Los libros de la Catarata, 2015). 

El científico social Jared Diamond explicaba en su libro "El mundo hasta ayer. ¿Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales?" cómo estas «resuelven sus conflictos mediante procesos de compensación que no tratan de determinar el bien y el mal, sino sólo de restablecer la relación entre sus integrantes, mientras que las sociedades estatales modernas acuden a la ley porque su propósito no es restablecer la relación, sino determinar qué está bien y qué está mal». Por su parte, otro autor de moda, Ian Morris, nos recordaba en su "¿Por qué manda Occidente… por ahora?" aquello de que cada edad consigue el pensamiento que necesita, porque los intelectuales hacen las preguntas que el desarrollo social les obliga a plantearse. Dicho desde la clásica perspectiva de los historiadores, cada generación tiene sus preguntas concretas dirigidas hacia el pasado desde su particular presente y desde sus necesidades.

Me ha resultado enormemente curioso que el párrafo anterior, con el inicia su artículo el profesor Rivera, guarde una gran similitud con la opinión que sobre la Historia, como disciplina científica guarda el famoso teólogo católico suizo Hans Küng, por el que guardo una profunda admiración. Dice Küng al respecto: "La historia es una ciencia de nuestro saber de la historia; por consiguiente, una ciencia condicionada por los intereses, perspectivas, determinados por el punto de vista que, en contra de lo que Ranke opina, no se limita a informar como sucedió en realidad, sino que, al mismo tiempo, siempre interpreta". Inobjetable, sin duda. Lo que no es, o debería ser, óbice, para que el historiador mantenga siempre en sus investigaciones, el prurito de la objetividad imposible de alcanzar.

La cuestión del terrorismo en el País Vasco, dice Rivera, está condicionada y limitada en estos instantes por estas dos consideraciones y por dos hechos principales: 1) El de que su final obliga a buscar una solución que integre el reconocimiento del bien y del mal que necesitan el Estado de Derecho y la sociedad democrática en que vivimos junto con las posibilidades de rearticulación de una sociedad fracturada (y recordemos que en el País Vasco el terrorismo se ha caracterizado por contar con un importante apoyo social y con una ciudadanía hasta muy tarde ajena a implicarse en la cuestión). 2) Y el de que su final nos obliga a empezar a cerrar el pasado mediante la formulación del relato de lo ocurrido; en definitiva, mediante su construcción y consiguiente «elección» por parte de la sociedad. En este sentido, estamos en condiciones de hacer una historia bien distinta de la que se ha hecho sobre el terrorismo vasco en tanto que podemos/debemos hacernos preguntas diferentes, contar con otro tipo de fuentes y testimonios no mediatizados, y alejarnos de lógicas comprensivas que funcionaron en otros tiempos.

Todo esto está siendo valorado, sigue diciendo, desde diferentes ámbitos y a partir de diferentes presupuestos: Uno, es el procedente del mundo civil de ETA, de la izquierda abertzale; el otro, el de las políticas de memoria del actual Gobierno Vasco. Ambos coinciden en que un determinado relato del pasado del terrorismo condiciona los pasos políticos futuros. 

Básicamente, añade, son dos las propuestas para ese reconocimiento del pasado que se nos formulan desde esos dos ámbitos políticos. Primero, la reivindicación sedicente del terrorismo. Una postura ya muy minoritaria incluso en la propia izquierda abertzale, pero mucho más contumaz de lo que parece en sus facciones intelectuales y en el colectivo de presos de ETA. En segundo lugar, la mezcla forzada de situaciones de violencia y, por lo tanto, de víctimas. Ahí sí coinciden en lo genérico el PNV y la izquierda abertzale: en una reiteración de la tesis del conflicto histórico, se establece que el sufrimiento ha sido mucho y diverso, y desplegado a lo largo de los decenios, de manera que las víctimas de la lejana Guerra Civil se juntan con las del franquismo y, finalmente, se suman a las del terrorismo de ETA y a las producidas por terrorismos contrarios a esa organización o por excesos policiales. El objeto principal, se insiste, es alimentar la teoría del conflicto histórico y la victimización del Pueblo Vasco, aquejado por una suerte de fatalidad que concentraría contra él todas las violencias seculares. Pero también intenta desdibujar la naturaleza política de las víctimas y el hecho de que, en concreto las del terrorismo, fueron asesinadas por un determinado proyecto político: una lectura en clave totalitaria del nacionalismo vasco.

Para combatir ese intento de minorar su efecto, algunos historiadores insistimos en la necesidad de historizar el terrorismo en el País Vasco (y España) del último medio siglo. Historizar es un término que todavía se nos hace raro, pero en este caso la Real Academia de la Lengua se nos ha adelantado aceptándolo y asumiendo su semántica de «dar carácter histórico a algo o tomar algo carácter histórico». Pues de eso se trata y por eso se ha acudido a semejante palabro que, sin embargo, es ya palabra sancionada. Dar significación histórica, «convertir en historia» el terrorismo que hemos conocido y padecido, es algo que tiene múltiples consecuencias y, entendemos, todas buenas. Planteemos sólo algunas, dice, en términos sintéticos: 1) Proporcionar identidad y sentido a cada una de las víctimas sin desfigurarlas en una genérica e incomprensible violencia (y sufrimiento) poco menos que atávica, fatal o de castigo contra la comunidad vasca. 2) Significar cada una de esas víctimas en razón de la intención política del victimario.3) Evitar lecturas ahistóricas, ausentes de contexto explicativo. 4) Explicarnos cómo el terrorismo ha mediatizado nuestra sociedad durante medio siglo y cómo condiciona todavía la sociedad posterior al trauma, la que vivimos hoy. 5) Y conocer fehacientemente en todos sus extremos lo ocurrido para poder determinar en el futuro qué recordamos y qué echamos al olvido. 

Historizando el terrorismo producido en el País Vasco en el último medio siglo, añade, combatiríamos la ignorancia buscada por algunos poderes y bien recibida por una mayoría social vasca que prefiere olvidar, pasar página sin conocer lo ocurrido; sabríamos a ciencia cierta cómo, cuánto y en qué parte ha afectado a nuestra sociedad pasada y cómo puede estar haciéndolo a la presente y futura; nos explicaríamos lo ocurrido en sus contextos precisos, que son los que permiten conocer adecuadamente, a la vez que por eso son los que otorgan a los ciudadanos responsabilidad por lo hecho y no hecho, y sentido histórico, esto es, consideración de lo que debe cambiarse para que en el futuro no vuelva a ocurrir; y recuperaríamos y podríamos reivindicar la significación política de cada víctima para así poder protegernos de ideologías que se nutren o que utilizan procedimientos u objetivos totalitarios rechazables.

Desentrañar y explicar el pasado es cosa de los profesionales que utilizan el método histórico de conocimiento; es decir, sobre todo los historiadores (o profesionales de otras disciplinas que usan básicamente esa metodología: periodistas, analistas diversos…). El griego Tucídides, añade el profesor Rivera, pasa por ser uno de los padres de la disciplina de la Historia. Decía que el objeto de la misma era explicar las causas reales y fehacientes de lo ocurrido. Pero esa intención le enfrentaba al menos a dos agentes principales: a los gobiernos y a las sociedades. A los gobiernos, porque en toda la historia humana han preferido bien su versión de los hechos, bien, por lo menos, una que no dificulte sus intenciones de mantenerse en el poder. A la sociedad también, no se olvide, porque muchas veces esta no quiere saber ni recordar lo que realmente ocurrió, y elige la leyenda –la memoria, podríamos decir ahora– frente a la historia. Leyenda viene del griego legere, que significa escoger o elegir. Y consiste en eso, en escoger la versión que explica y da fundamento a una determinada cultura. Es decir, la necesita una sociedad para seguir viéndose a sí misma sin dificultades ni contradicciones, al margen de la verdad. El historiador, añade, debe estar, de alguna manera, tan en contra de los poderes de su tiempo como en contra de su sociedad. El historiador debe ser contemporáneo y debe reclamar su condición de ciudadano que le obliga a responder a las preguntas de su presente, a tratar de aportar algo de claridad para tomar las mejores decisiones. Si ese no es nuestro empeño, sin urgencias ni exageraciones presentistas, nuestra profesión no difiere mucho de la del anticuario o de la del cronista.

Esas, y otras reflexiones, dice más adelante fueron las que animaron a los miembros del Instituto de Historia Social «Valentín de Foronda» a abordar el estudio de los «contextos históricos del terrorismo en el País Vasco y la consideración social de sus víctimas». Se trataba de estudiar el terrorismo en su conjunto y en su contexto, no como sujeto y objeto al margen de la sociedad en que se producía

El "Informe Foronda", que el autor del artículo reseña, se articula en cuatro momentos históricos que identifican otros tantos contextos temporales que es necesario distinguir para interpretar bien lo ocurrido: el surgimiento del terrorismo en el momento del tardofranquismo (1968-1975); la continuidad del terrorismo en los críticos años en que se trataba de instalar un sistema democrático en España y el consiguiente autogobierno en el País Vasco (1976-1981); las evoluciones del terrorismo en los años de estabilización del régimen democrático (1982-1994); y el cambio final producido tras la estrategia de «socialización del sufrimiento» (1995-2011).

En cada uno de esos cuatro cortes temporales se estudió el contexto histórico en que se produjo la acción terrorista. «Contexto» ha sido una palabra de semántica múltiple en el País Vasco. Durante los años del terrorismo, la apelación al contexto servía a sus defensores para impedir la reacción social e institucional por mor de una causa suprema, un conflicto con mayúsculas que empujaría a los terroristas a la violencia. En el presente, el recurso al contexto por parte de los historiadores es lo que permite pasar de la justificación de entonces a la explicación racional y argumentada, a poder entender históricamente ese fenómeno, a distinguir los diferentes entornos temporales en que se produjo y las influencias diversas que concurrían en cada uno de ellos.

El Informe Foronda, sigue diciendo, se ideó con el objeto de ir conociendo mejor el fenómeno del terrorismo en el País Vasco, pero también con una clara intención práctica, de manera que sirviera, junto con otros, para informar las políticas públicas de memoria. Y a ello, añade, se destinan las cinco grandes proposiciones recogidas en las conclusiones y que son: 1) Evitar la relativización de las víctimas del terrorismo. 2) Reivindicar a las víctimas de todos los terrorismos. Pero insistiendo en que las víctimas son todas iguales en el tratamiento y todas distintas en razón de la intención de sus verdugos. 3) Atribuir responsabilidades a los victimarios. 4) Asentar una cultura democrática. 
5) Y proceder a un largo trabajo de investigación, pues a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre el terrorismo en el País Vasco, cuando se empiezan a hacer otras preguntas y se utilizan otras fuentes, comienza a aparecer un mundo sorprendente e inédito. 

Terminaré volviendo al principio, concluye el profesor Rivera. Para bien o para mal, nuestras sociedades se caracterizan porque necesitan establecer qué estuvo bien y qué estuvo mal cuando afrontan la resolución de un trauma colectivo (o de un pleito privado, tanto da). Cuando reivindicamos la naturaleza política de las víctimas lo hacemos para significar sobre todo que la acción que las convirtió en tales es radicalmente rechazable, que estuvo mal, que nuestra sociedad no puede sustentarse sino en el rechazo absoluto de esa manera de hacer. Cuando consideramos que no estamos ante unos vascos equivocados que actuaron erróneamente, sino ante el intento frustrado de establecer un proyecto social totalitario (por ser exclusiva y excluyente, en este caso, su concepción de la nación a construir) con unos medios totalitarios (los propios del terrorismo), la consecuencia para el futuro es la defensa inequívoca de los valores democráticos socavados en esos años. Las políticas públicas, por eso, deben ser sobre todo tendentes a recuperar la democracia perdida desde lo más básico y no tanto, que también, a recomponer el tejido social: la reconciliación. Por eso reivindicamos lecturas políticas y no moralistas. Por eso reivindicamos la historia y sus posibilidades de conocer fehacientemente, y no la memoria, en su versión acomodaticia, salvífica y protectora de la comunidad (sobre todo de las mentiras aceptadas sobre las que esta reposa). Por eso reivindicamos conocer para distinguir sin vacilaciones a las víctimas de sus victimarios.

El artículo del profesor Rivera, que he intentado sintetizar dada su considerable extensión, probablemente con poca fortuna por mi parte, concluye con un párrafo de Joseba Arregi en su libro "Tejiendo la historia de la libertad" (Vitoria-Gasteiz, Ciudadanía y Libertad, 2009) que recoge de manera muy precisa el sentido que los autores del "Informe Foronda" han dado a la reivindicación política de las víctimas como punto de partida para cualquier estudio histórico del terrorismo: "La memoria de las víctimas asesinadas, el respeto a esa memoria, es un ejercicio de libertad. Un ejercicio que no terminamos de hacer porque no queremos vernos en nuestra historia de los últimos treinta años. Pero si no nos enfrentamos a esa historia seguiremos atados a ella y ella nos dominará e impedirá que podamos modelar el futuro con algo de libertad. En la posición que consigamos adoptar en relación con nuestra actitud respecto a las víctimas asesinadas se juega nuestra libertad futura. La memoria de las víctimas y el respeto que les debe la sociedad vasca no es una cuestión de virtudes privadas, sino profundamente política, ligada a la libertad de cada uno de nosotros. Y la libertad es el núcleo fundamental de la política, no la identidad".

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




 Portada del Informe Foronda (2015)




Entrada núm. 2461
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)