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jueves, 18 de junio de 2015

[A vuelapluma] El G-7 y la encíclica del papa Francisco



El papa Francisco



«Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba». Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. Nada de este mundo nos resulta indiferente. Hace más de cincuenta años, cuando el mundo estaba vacilando al filo de una crisis nuclear, el santo Papa Juan XXIII escribió una encíclica en la cual no se conformaba con rechazar una guerra, sino que quiso transmitir una propuesta de paz. Dirigió su mensaje Pacem in terris a todo el «mundo católico », pero agregaba «y a todos los hombres de buena voluntad ». Ahora, frente al deterioro ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta. En mi exhortación Evangelii gaudium, escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso de reforma misionera todavía pendiente. En esta encíclica, intento especialmente entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común". 

No es mal comienzo ese para una encíclica, "Laudato si", la primera del papa Francisco, que se estrena con un llamamiento a la solidaridad entre los hombres y entre estos y nuestra casa común, nuestra madre Tierra. La pueden leer en el enlace anterior. 

La profesora Teresa Ribera, secretaria de estado para el cambio climático en el último gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, se hace eco de la misma en un artículo de hoy en El País titulado "El G7, la ministra republicana y Su Santidad", en el que se pregunta si se ha acabado el tiempo para que la política convencional resuelva con firmeza el reto del cambio climático. Una pregunta a la que responde que no, pero que, ciertamente, se van a necesitar unos cuantos revulsivos fuera del contexto habitual, una gran dosis de coherencia y mucha inversión en capital político por parte de quienes tienen capacidad para hacer la diferencia.

El Papa subraya en su encíclica, sigue diciendo, que el cambio climático no es un asunto científico o tecnológico sino una amenaza para la justicia y la paz, una vergüenza para la gran familia humana a quien corresponde gestionar temporalmente los recursos de la creación con vocación solidaria y de justicia. ¿Quiere esto decir que la Iglesia mantiene su capacidad para seguir pensando y que su máxima autoridad afirma su voluntad de conectar con los problemas de la gente y la injusticia en el mundo? Eso parece.

El G7 es más prosaico, añade, y fija su atención allí donde su actuación debería tener más incidencia en la realidad mundana: la energía y las finanzas. En el comunicado final de Elmau, sus líderes invocan el desarrollo sostenible y la seguridad alimentaria como argumentos centrales para la reacción colectiva. Sus conclusiones no incorporan nuevos objetivos climáticos pero constituyen desarrollos prácticos imprescindibles para abordar con éxito esta crisis: un perfil energético sin carbono, alineamiento coherente de las medidas y políticas para conseguir economías bajas en emisiones y referencias claras a la financiación climática más allá del cumplimiento del compromiso de movilizar 100.000 millones de dólares año a partir de 2020. Todavía les falta un paso: no se trata sólo de asegurar la disponibilidad de una cantidad abultada de recursos sino de conseguir que cualquier decisión de inversión, cualquier valoración financiera incorpore un nuevo entendimiento de los riesgos y las oportunidades basados en la intensidad de carbono que lleva aparejada y la resiliencia a los impactos de un clima distinto. Un aviso para navegantes: ¡ojo con sobrevalorar sus inversiones en combustibles fósiles porque podrían llevarle a la ruina!

Sentido de la justicia, necesidad de seguridad, solidaridad y cobertura de riesgos climáticos para los más vulnerables, energía y finanzas…, añade como conclusión, son todos ellos asuntos que van más allá del espacio negociador del clima en Naciones Unidas. Es importantísimo alinear mensajes y políticas más allá de las negociaciones, pero ahora queda descender del comunicado y la encíclica a la realidad: a la instrucción concreta para resolver problemas y alinear de forma congruente las políticas en el caso de unos; para que la moral y el sentido de la solidaridad y la justicia se impongan sobre el prejuicio interesado o ideológico en el caso de otros. Corresponde a esos mismos líderes ahora pasar del dicho al hecho… Esperemos, eso sí, que lo hagan acortando rápidamente el trecho.

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Reunión del G-7 en Alemania (Junio, 2015)




Entrada núm. 2343
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)