Catedral de Santa María la Mayor (Murcia)
Buena parte de los españoles que nos declaramos de izquierda parecemos dar la impresión de avergonzarnos de nuestra condición de tales. Por eso nuestro aturdimiento y confusión al utilizar términos como pueblo, país, patria, nación, estado; todo para no utilizar la palabra España. Los españoles que nos declaramos de izquierdas no deberíamos acomplejarnos ni avergonzarnos del uso, y hasta abuso, de la palabra España. España es la patria y la nación común que a todos nos acoge y ampara. No es solo de la derecha, es también nuestra. Y para quitarnos ese complejo de encima puede ayudarnos la poesía.
De ahí, mi atrevimiento al haber traído al blog durante estas últimas semanas lo que algunos de los grandes poetas españoles contemporáneos, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, dijeron sobre su patria común, sobre la nuestra, sobre España y su añoranza.
Fue un gran poeta en lengua inglesa, el estadounidense Walt Whitman quien dijo que "el poeta es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz".
Ahora que esta larga serie de entradas sobre el tema de España en la poesia española contemporánea está llegando a su fín, traigo hasta el blog al poeta Salvador Pérez Valiente, en la que es penúltima entrega de la serie.
Nace en la ciudad de Murcia (Murcia) en 1916. Poeta, escritor y periodista. Queda huérfano muy joven y un tío suyo se hace cargo de él llevándoselo a vivir a Alcalá de Henares (Madrid). Más tarde vive un tiempo en Elche, y finalmente en Madrid, donde se afincará definitivamente y donde muere en 2005. Licenciado en Periodismo y en Filosofía y Letras, estudió también en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Trabajó como redactor para Radio Nacional de España y como articulista en el diario Arriba. Colaboró asiduamente en las revistas Garcilaso y Tránsito, de la que fue cofundador. Su poesía es humanista, coloquial y realista. Frecuentó la tertulia literaria del Café Gijón madrileño donde formó parte del grupo poético Juventud Creadora junto a poetas como Rafael Morales, Ramón de Garciasol y José García Nieto. Fue conferenciante reconocido en Europa y América.
Les dejo con su poema "El extranjero":
Esta es la tierra, esta es la gente
y la cigüeña hacia el poniente.
Y las palabras y las cosas
más enterizas y sustanciosas.
Esto se llama lumbre de encina;
en ella encienden su vida pina,
honradamente rebañada,
las manos que no aprietan nada.
Este es el viaje de la verdad,
la acompañada soledad.
Aquí el cimiento, la última broma,
con el camino que lleva a Roma
o desemboca entre tapiales.
Aquí los huesos monumentales.
Los monasterios catedralicios,
el ir viviendo de precipicios,
salvando el alma y acaso el pan.
Este, el oceánico huracán.
Bajo la muerte pasa un río,
espiga arriba crece el estío
y el tiempo es como una gran piedra
amoretajada por la yedra.
Con lentitud de toro manso
pace la tarde su descanso
y el literarios viajero querría
más agria su melancolía.
Soy extranjero, no sé los nombres
de los trabajos y los hombres.
Acongojante tierra entera
sin un descanso de ribera,
tan pronto incendio o noche cierta,
que ya el viajero se despierta
pensando en otra lejanía.
Oh, condenado a compañía.
Aguas humanas. Hay que enterrar
lo que quisiéramos apurar
como un gran trapo de "cañamero",
(tan amistoso y verdadero
que a la segunda copa avisa).
Este es el diálogo sin prisa.
Estos los hombres de sol a sol,
y esta la casa del caracol.
Sol en la torre. Llueva en el suelo.
La media tarde acorta el vuelo
y la paz huele a mesa puesta,
a levadura bien dispuesta.
Adiós, adiós, decían las gentes,
como si fuésemos viejos parientes
del pimentón o el azafrán,
y no de tuera y alacrán.
¿Y no se gasta tu piedra dura,
tan moza y madre, Extremadura?
La extrema y grave punta de España,
tú eres la espina que nos araña.
(Y el hombre, el hombre de una pieza,
veía pasar nuestra tristeza.)
y la cigüeña hacia el poniente.
Y las palabras y las cosas
más enterizas y sustanciosas.
Esto se llama lumbre de encina;
en ella encienden su vida pina,
honradamente rebañada,
las manos que no aprietan nada.
Este es el viaje de la verdad,
la acompañada soledad.
Aquí el cimiento, la última broma,
con el camino que lleva a Roma
o desemboca entre tapiales.
Aquí los huesos monumentales.
Los monasterios catedralicios,
el ir viviendo de precipicios,
salvando el alma y acaso el pan.
Este, el oceánico huracán.
Bajo la muerte pasa un río,
espiga arriba crece el estío
y el tiempo es como una gran piedra
amoretajada por la yedra.
Con lentitud de toro manso
pace la tarde su descanso
y el literarios viajero querría
más agria su melancolía.
Soy extranjero, no sé los nombres
de los trabajos y los hombres.
Acongojante tierra entera
sin un descanso de ribera,
tan pronto incendio o noche cierta,
que ya el viajero se despierta
pensando en otra lejanía.
Oh, condenado a compañía.
Aguas humanas. Hay que enterrar
lo que quisiéramos apurar
como un gran trapo de "cañamero",
(tan amistoso y verdadero
que a la segunda copa avisa).
Este es el diálogo sin prisa.
Estos los hombres de sol a sol,
y esta la casa del caracol.
Sol en la torre. Llueva en el suelo.
La media tarde acorta el vuelo
y la paz huele a mesa puesta,
a levadura bien dispuesta.
Adiós, adiós, decían las gentes,
como si fuésemos viejos parientes
del pimentón o el azafrán,
y no de tuera y alacrán.
¿Y no se gasta tu piedra dura,
tan moza y madre, Extremadura?
La extrema y grave punta de España,
tú eres la espina que nos araña.
(Y el hombre, el hombre de una pieza,
veía pasar nuestra tristeza.)
Y en la próxima ocasión nos vemos con el poeta Federico García Lorca, con el que finaliza la serie de cincuenta y seis poetas y poemas dedicados al tema de España en la poesía española contemporánea. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos.
HArendt
HArendt