Mostrando entradas con la etiqueta I.Domínguez. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta I.Domínguez. Mostrar todas las entradas

miércoles, 8 de abril de 2020

[A VUELAPLUMA] Miedos



Barcelona, 1 de abril. Foto de Nacho Doce para El Pais


Las pequeñas historias que te llegan penetran en el alma más que las cifras y notas que tu entorno empieza a crujir. El sonido pasa de pared a pared, de barrio a barrio, estamos todos ligados unos a otros, escribe en el A vuelapluma de hoy [Murmullos con miedo al teléfono. El País, 5/4/2020] el escritor Íñigo Domínguez. 

"Es difícil empezar el lunes incluso cuando ni recuerdas que es lunes, porque todos los días parecen lunes -comienza diciendo Íñigo Domínguez-. En los segundos que tardas en despertar preservas la inocencia previrus, pero luego recuerdas que tampoco hoy es un día normal. Ya no sabes cómo enfrentarte a las noticias, si saber solo un poquito, no saber nada, saberlo todo. Pero hablando con los demás te enteras, y las pequeñas historias que se confiesan al teléfono, como un murmullo, con miedo, penetran en el alma más hondo que las cifras. Esto es tan gigantesco que los números dicen poco, no los traduces en imágenes. O no quieres. Pero no me quito de la cabeza lo que le pasó a una amiga. Se murió su tío, en su propia casa, y no fue lo peor: tuvo que seguir allí cuatro días. La funeraria no daba abasto. Les aconsejaron abrir la ventana, quitar la calefacción y no entrar allí. Lejos de los ojos de todos suceden escenas espantosas.

En la empresa de un amigo, bien grande, el consejero delegado casi se les puso a llorar en videoconferencia. Tengo compañeros que ya cobran la mitad. Conocidos con tiendas me dijeron hace casi un mes que como mucho aguantarían un mes. Otro tiene un restaurante y tras pagar 20 años el alquiler ahora el dueño no se lo baja porque, hombre, tenía que haber pensado en ir ahorrando por si venían mal dadas. La mujer que viene a limpiar, a la que casi ya no puedes pagar, aunque no viene, no sabe cómo pagará a su casera. Tiene una docena de pisos y le dice que se lo apunta para que lo abone después.

Estos días todos intuimos mejor el misterio de la vida, pero hay gente que ni por esas. Cuenta Ennio Flaiano que un amigo se interesó por un cuadro de su casa, que era raro. Le preguntó el significado, no supo explicarle, pero por bromear le dijo que costó una fortuna. Se le abrieron los ojos: “El misterio artístico se convirtió para él en un misterio económico, y eso sí llegaba a apreciarlo”.

En cambio, la tía de un amigo tiene un montón de viviendas y llamó el primer día a todos sus inquilinos para que dejaran de pagar. Hay gente tan pobre que solo tiene dinero, decía mi abuelo, pero esta mujer es rica de verdad. Tengo otro amigo que vive en el campo y no tiene nada, pero sí una huerta. Se ha puesto a plantar como un loco y le salen patatas y lechugas para 40 familias, si hace falta. Su vecino le dejó el otro día un pollo en la puerta. Otro amigo cura se pasa el día llamando a la gente mayor de su parroquia para ver qué necesitan. Aquí nos retrataremos todos, unos saldrán feos, otros más guapos. Yo estoy aquí pontificando pero salí fatal el otro día. Vi pasar bajo la lluvia a un anciano que se ayudaba de un carrito para caminar, con la compra. No reaccioné, tenía atrofiadillo el impulso de ayudar. Luego pensé si me estaba volviendo gilipollas, a veces intuyo señales. Ahora lo busco cada vez que salgo, debe de vivir por aquí, pero no lo encuentro.

En la puerta del supermercado hay pobres nuevos, vienen de otras zonas. Ayer un señor le compró a una anciana búlgara un costillar de cerdo. La mujer le miraba, y él metió otro en la bolsa. Hasta que metió tres y ella por fin sonrió. Le dijo que en su familia son doce. Los desconocidos nos darán lecciones. No hay que esperar órdenes, depende de nosotros, no saldrá decreto para eso, para que seamos buena gente.

El dinero de mucha gente se acaba. Necesitamos corazón e inteligencia. Quien pueda renunciar a algo debe hacerlo por otro, que lo hará por un tercero. Tu sacrificio es la salvación de otro. Si la cadena se rompe caeremos unos encima de otros, hasta aplastar al último de la fila, para variar. Ante el sálvese quien pueda, hay un poema de Benedetti que se titula No te salves: “No te salves, no te llenes de calma, no reserves en el mundo solo un rincón tranquilo”. Habla de una historia de amor, de cómo hay que arrojarse a ella, sin ropa, y esto es igual. Bueno, no sé si quería decir eso, pero la poesía se puede romper en caso de emergencia.

Con estas historias notas que tu entorno empieza a crujir. El sonido pasa de pared a pared, de barrio a barrio, estamos todos ligados unos a otros. Recuerdas a alguien, por un detalle, y escribes: ¿todo bien? “Cuídate”, dices al despedirte. Debemos cuidarnos unos a otros. Le preguntaron a Mark Twain al final de su vida una razón para vivir, y dijo: “La estima de nuestros vecinos”.

Unos amigos viven en mi calle. A las ocho, con los aplausos, nos saludamos y les veo agitar los brazos a lo lejos, como en la despedida de un barco. Pero seguimos aquí, donde vivimos todos juntos. Este es nuestro destino".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt





Entrada núm. 5904
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 14 de agosto de 2019

[A VUELAPLUMA] Primer amor





Si preguntas a alguien por su primer amor, comenta el periodista e escritor Íñigo Domínguez, se transporta a un verano, en un viaje olvidado que hace mucho que no hacía. Suele ser en verano cuando ocurría, comienza diciendo, conocías gente distinta, una persona nueva. Y por lo que he hablado con amigos, no era como en las películas, si hablamos de la primera vez que se siente y dices: “Ah, conque esto era, lo que sale en las películas”. Eso es lo único que es igual, todo lo demás, no. Lo sientes antes de tener el equipo completo. Tenías conciencia de que eras demasiado pequeño para hacer nada, nada de lo que se veía en las películas, porque aún eras un niño: ir solos al cine, o algo que te parecía aburridísimo pero parecía clave, cenar en un restaurante.

Era una primera sensación compleja: nunca jamás de los jamases nadie se tendría que enterar, y menos ella, era un secreto tuyo, pero al mismo tiempo sabías que lo siguiente era decírselo, era necesario. Te hallabas ante un vacío desconocido donde había que dar un salto, un salto hacia otra persona, estaba relacionado con el valor. Tengo amigos que nunca se lo dijeron, y me incluyo, y todavía hoy no han contado nunca a nadie quién fue ese primer amor. Pasó el verano y ya está. Luego llegan otros.

Que no pasara nada, que la acción fuera nula, tenía que ver con que ocurría en un momento embrionario previo al sexo, en que aún no se había manifestado claramente. Es decir, ya sabías o intuías lo que era, se hablaba de ello, pero te parecía absurdo. Era algo incomprensible e incluso asqueroso que hacían los mayores, quién sabe por qué. La risa que nos daba imaginar las parejas. Me pasé un verano imaginando a los amigos de mis padres haciéndolo (con los míos no era capaz, te estallaba la cabeza), y luego ya a cualquiera que me cruzara por la calle, a los que salían en la tele, al presentador del telediario, a los reyes de España. Los humanos, vistos así, tenían algo de ridículo. Hasta que poco a poco tú mismo te veías haciendo cosas que no podías imaginar, porque no sabías ni cómo se hacían. Te fijabas en los diálogos de las películas, a ver cómo conseguían ellos ligar, pero les llevaba cuatro escenas, y a ti te costaba años solo dirigirle la palabra. Te pasabas el verano pendiente de qué hacía o dónde estaba, y cuando se acercaba de improviso el aire se hacía efervescente. En las sucesivas oleadas de los veranos iba llegando el amor cada vez con más fuerza y en un primer momento te conmovía la belleza, pero si además veías que era buena persona comprendías que estabas perdido. Peor aún si era mala.

Esa conmoción original es a la que uno regresa luego instintivamente para comparar lo que siente. Conrad describe esa impresión así: era una de esas mujeres que cuando entraba en una habitación todos los hombres pensaban que habían malgastado su vida. Si haces los cálculos, la primera vez que sentiste el amor eras un enano de 11, 12 años. No dirías ahora, al ver un crío de esa edad, que todo eso bulle en su interior. Saben más de lo que parece. Pero pasa lo mismo más tarde. En una conversación con una mujer muy mayor, siendo yo muy joven, me confió: “¿Sabes? La gente piensa que se pasa con la edad, pero el deseo nunca se apaga”. Hablábamos de la vida en general, no me lo dijo en ningún plan, creo. Ese deseo que nació hace tantos años, indescifrable y lejano, nos acompaña hasta el último de nuestros veranos, cuando reaparecen los cuerpos y todos estamos más guapos.





La reproducción de artículos firmados en el blog no implica compartir su contenido pero sí su interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5156
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)