jueves, 25 de julio de 2019

[A VUELAPLUMA] Quién sabe cómo fuimos...





Una madre que perdió a su hijo a los ocho años quiere saber cómo sería su hijo ahora, el día que cumple 15 años, comenta el escritor Manuel Jabois. Para eso le lleva a una pintora un retrato del padre del chaval, pues del niño no tiene fotos. Tras varios intentos frustrados, la pintora se da cuenta de que la mejor manera de envejecer a un hijo es rejuvenecer al padre: es más fácil profetizar el pasado. Así que va haciendo borradores del retrato del hombre en los que le va quitando años hasta llegar a sus 15, que son los 15 que tendría ahora su hijo muerto.

La acción transcurre en Ribeira, Galicia, y se trata de un corto, Madres, que rodó hace quince años el director Mario Iglesias. He pensado mucho en él estos días en que mi móvil se ha llenado, muy alegremente, de fotos de todos mis amigos con cuarenta años más (espero que fuesen al menos cuarenta, la verdad) gracias a una aplicación que te muestra cómo serás de viejo. Sospecho que la euforia en su uso tiene que ver en que se respeta el pelo actual, y además blanqueado, y el peso, cuando envejecer consiste precisamente en perder uno y ganar otro.

La aplicación proyecta, que es todo lo que puede hacerse respecto al futuro, pero no anticipa aquello que no puede adivinarse, y cuya huella más visible acaba normalmente en la cara, desde las alegrías en las arrugas hasta las tristezas íntimas, esos dolores que uno no se sabe dónde los guarda hasta que se ve a sí mismo en el espejo. Pero inspira un cierto respeto porque es bastante real, o lo aparenta muy bien. La gente parece muy contenta con la aplicación y yo me alegro muchísimo de que ilusione tanto la vejez; pareciera como si nadie tuviese muchas esperanzas de poder verla en directo, como si esa aplicación de verte de viejo fuese igual que la de imaginarte con orejas de gato.

La pintora de Ribeira, interpretada por Isabel Rey, consigue una foto del pasado que no existe a partir de un futuro que pudo ver: incapaz de sumarle años a un rostro, es hábil para restárselos. Si tuviésemos 50 años y no hubiese ninguna imagen nuestra del pasado, ¿querríamos volver a vernos con 25 o imaginarnos con 75?

Cuando la madre de ese muchacho de ocho años muerto ve el cuadro que le hizo la pintora, rompe a llorar. Y le pide, tras conocer el proceso que le llevó a recrear tan bien algo que nunca existió, los 15 años de su hijo, que le enseñe los borradores que hizo a partir del retrato de su marido. Allí no estaba su esposo volviendo atrás, sino su hijo creciendo en el cuadro. “Aquí hubiera empezado la Universidad”, “aquí ya hubiera estado casado”, “aquí me habría dado mi primer nieto”, dice señalando cada uno de los retratos. Todo lo que seremos ya lo fue alguien alguna vez. Y es más duro tener de frente lo que fuimos que lo que vamos a ser; al fin y al cabo en lo segundo tenemos una oportunidad.

El director de Madres, Mario Iglesias, rodó después Relatos, donde una ama de casa, Rosario Francesc, escribe cuentos por orden de su psicoterapeuta. En uno de ellos también hay alguien que se ve de joven, aunque de otra manera: un anciano a punto de morir, un abuelo querido que cargó con la familia en tiempos difíciles, encarga a su nieta que llame a los vecinos del barrio para pedirles perdón por algo que ellos desconocen: fue el verdugo de sus familiares en la Guerra Civil. Que sea menos difícil profetizar el pasado no significa que siempre sea fácil.



Foto de Jenny Kane para El País



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