martes, 21 de noviembre de 2017

[A vuelapluma] Nosotros, los intolerantes







Imbuidos en la primera persona del plural, protegidos por el grupo, acabamos silenciando las voces individuales, el discurso del que discrepa. Es la intolerancia de los justos, escribe en El País, mi amiga y admirada Elvira Lindo.

Pocas veces saco el nosotros a relucir, comienza diciendo. Por un lado, porque respeto tanto la experiencia ajena que no quiero apropiarme de ella, prefiero la antigua conexión con el prójimo de la solidaridad; por otro, tengo la impresión de que cada vez que se utiliza, nosotras o nosotros, es para dejarse a conciencia a alguien fuera. La primera persona del plural se ha convertido más que nunca en un pronombre excluyente, o al menos así lo percibo cuando la gente retroalimenta sus convicciones cada día, polémica tras polémica, moviéndose dentro de un grupo homogéneo, escribiendo para un público seguro, sin arriesgar, no saliéndose jamás de la ortodoxia del colectivo dentro del cual se siente segura. Me irrita incluso cuando se le da al nosotros un uso familiar, casi tribal, hablando de las peculiaridades y similitudes genéticas que nos distinguen de los otros. Prefiero pensar en singular, a pesar de que estos tiempos sean confusos y me vea a menudo incapaz de ordenar mis pensamientos.

De la voluntad de pensar en singular o entregarse a la primera persona del plural trata precisamente un artículo que leí esta semana, The New Campus Censors (Los nuevos censores del Campus), escrito por David Bromwich, profesor de la Universidad de Yale, en la revista The Chronicle of Higher Education. Reflexiona Bromwich sobre la poca capacidad de los universitarios para aceptar el libre discurso y de cómo los rectorados han contemporizado con esa intolerancia esgrimida en ocasiones por alumnos de apenas 18 años. Se supone que la esencia de la educación universitaria es enfrentarse con pensamientos incómodos, que nos repelen incluso, pero ante los que tenemos que ejercitar nuestra capacidad dialéctica. La cuestión es que las autoridades universitarias han aceptado que el estudiante es el cliente y que el cliente siempre tiene razón; si no la tiene, hay que buscar la manera, por muy retorcida que ésta sea, de concedérsela. El campus deja de ser un lugar de debate para convertirse en algo parecido a un hogar donde todo ha de procurarnos bienestar, hasta las opiniones ajenas, y si se diera el caso de que no nos gustan, en nombre de las grandes causas callamos la boca a un ponente o instamos a la dirección de una revista para que retire un artículo al no soportar que alguien escriba algo que va en contra de nuestros principios.

Leía el artículo e iba reconociendo tendencias colectivas en nuestro país de ese laboratorio de experiencias que es USA. No es extraño, cada vez estamos todos más cerca. Lo que cuenta el profesor Bromwich no solo afecta al portentoso mundo de los campus americanos; la intolerancia a confrontar las opiniones ha llegado hasta nosotros para quedarse, y mucho tiempo, me temo. Yo me eduqué en la creencia, directamente heredada de quienes habían sufrido la tijera franquista, de que la libertad de expresión era el primer mandamiento del acuerdo democrático. Probablemente, lo más reseñable de esa idealizada y denostada década de los ochenta fuera la capacidad de convivencia de tan diferentes tribus. Sé de lo que hablo porque pasé por ella trabajando en medios de comunicación públicos y creo que muchos de los que allí coincidimos tenemos ahora esa sensación: a pesar de la falta de sensibilidad que mostrábamos para ciertos asuntos (algo hemos aprendido), qué felicidad retrospectiva la de recordar que no había que medir tanto las palabras como ahora, que nuestra piel y la de quienes nos escuchaban era menos fina.

Atribuyen esta hipersensibilidad a la opinión ajena a una juventud no educada para enfrentar opiniones contrarias. No me convence la teoría. Mi sensación es que la sociedad ha experimentado, en general, un proceso de infantilización. Usted y yo también. Procuramos que nuestra visión del mundo se adapte a nuestro esquema moral, que a resultas de tan estrecho campo de miras se va haciendo cada vez más mezquino. Yo misma reacciono a menudo con soberbia ante algo que no me agrada y de momento me urge el deseo de gritarlo a los cuatro vientos, aunque hago un esfuerzo de contención y trato de rumiar un tiempo aquello que no me gusta. Por ver qué pasa. Como si comiera un alimento hacia el que presumo cierta intolerancia. Y es que la realidad y la reacción que ésta provoca suceden demasiado rápido para mí, confieso que mi mente no puede asimilarlas. Percibo que vamos en masa, arrastrados por la turbamulta, hacia el último suceso o la última noticia, sintiéndonos impelidos a opinar rápido y de manera significativa. A ver quién grita más alto, a ver quién se suma de la manera más grosera posible y menos matizada para no quedar atrás en los anhelos de nuestro colectivo. De esta manera, imbuidos en la primera persona del plural, protegidos por el grupo, acabamos silenciando las voces individuales, el discurso del que discrepa, que es, al fin, quien nos obliga a pensar y a no vivir, como dijo Henry Roth, a merced de una corriente salvaje. Por noble que sea nuestra causa, ¿somos más justos acallando la opinión del adversario?, ¿nos hace más felices?



Estudiantes. Universidad de California-Los Ángeles, noviembre 2017


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[Humor en cápsulas] Para hoy martes, 21 de noviembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos: Morgan en Canarias7; Ricardo, Gallego y Rey e Idígoras y Pachi en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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lunes, 20 de noviembre de 2017

[A vuelapluma] Violencia machista: ¿Sólo conducta impropia?





A lo largo de muchos siglos, las mujeres han sido víctimas por el simple hecho de ser mujeres, pero por fin las cosas comienzan a cambiar, escribe en El País nuestro premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.

Desde que llegué a Estados Unidos hace una semana, comienza diciendo, veo en los diarios y los programas de noticias en la televisión usar el delicado eufemismo “conducta impropia” para los abusos sexuales de todo orden cometidos por productores, artistas, políticos, a quienes el testimonio de sus víctimas está llevando a la ruina económica, el desprestigio social y podría incluso sepultar en la cárcel.

Inició esta estampida el caso de Harvey Weinstein, eminente y multimillonario productor de cine, ganador de todos los premios habidos y por haber, a quien cerca de medio centenar de mujeres, muchas de ellas jóvenes actrices tratando de abrirse camino en Hollywood, han acusado de aprovecharse de su poderío en esta industria para violarlas o someterlas a prácticas indignas. Cuando algunas de sus víctimas lo amenazaban con denunciarlo, el magnate libidinoso usaba a sus abogados para aplacarlas con sumas de dinero a veces muy elevadas. Ahora, Weinstein se ha refugiado en una clínica de Escocia para seguir un tratamiento destinado a enflaquecerle la desmedida libido pero la policía y los fiscales de Nueva York han anunciado que a su vuelta será detenido y juzgado. Entre tanto lo han expulsado de sinnúmero de asociaciones, le han pedido que devuelva muchos premios y, según la prensa, su ruina económica es ya un hecho.

Parecida desventura ha vivido el actor Kevin Spacey, el malvado presidente de House of Cards -Frank Underwood- y exdirector del Old Vic de Londres, que acosaba y manoseaba a los muchachos que se ponían a su alcance. Más de diez denuncias de actores o colaboradores de sus montajes teatrales, a quienes abusó, lo han puesto en la picota. Netflix ha cancelado aquella exitosa serie, lo han expulsado de sindicatos y colegios profesionales, le han retirado premios, anulado contratos y se cierne sobre su cabeza una lluvia de denuncias judiciales que podrían arruinarlo económicamente. Él también, como Weinstein, está ahora en aquella clínica escocesa que sosiega las libidos desorbitadas. Otros actores famosos, como Dustin Hoffman, asoman en estos días entre los famosos de “conducta impropia”.

Un interesante debate ha surgido con motivo de estas denuncias y revelaciones auspiciadas por muchas asociaciones feministas y defensoras de derechos humanos. ¿La celebridad es atenuante o agravante de la falta cometida? Se cita el caso de Roman Polanski, el gran director de cine polaco que, hace varias decenas de años, drogó y violó a una niña de trece años en una casa de Hollywood –que le prestó otro famoso actor, Jack Nicholson-, a la que había citado allí con el pretexto de fotografiarla para una película. Descubierto, huyó a Francia –que no tiene acuerdo de extradición con los Estados Unidos-, donde ha proseguido una muy exitosa carrera de director de cine, coronada por muchos premios y celebrada por los críticos, muchos de los cuales censuran a la justicia norteamericana por perseguir con su vindicta, después de años, a tan celebérrimo creador.

Yo, por mi parte, creo que no hay que mezclar el agua con el aceite y que uno puede aplaudir y gozar de las buenas películas del cineasta polaco y desear al mismo tiempo que la justicia de Estados Unidos persiga al prófugo que, además de cometer un delito horrendo como fue drogar y violar a una niña abusando del prestigio y poder que le había ganado su talento, huyó cobardemente de su responsabilidad, como si hacer buenas películas le concediera un estatuto especial y le permitiera los desafueros por los que se sanciona a todos los demás, esos seres anónimos sin cara y sin gloria que es el resto de la humanidad. Se puede ser un gran creador, como Louis-Ferdinand Céline o como el marqués de Sade, o como el propio Polanski, y una inmundicia humana que atropella y maltrata al prójimo creyendo que su talento lo exonera de respetar las leyes y la conducta que se exige a la “gente del común”. Pero también es verdad que, a veces, el ser muy conocido y figurar mucho en la prensa, despierta un curioso rencor, un resentimiento envidioso que puede llevar a ciertos jueces o policías a encarnizarse particularmente contra aquellos a los que, pillados en falta, se puede humillar y castigar con más dureza que al común de los mortales.

Por eso mismo, el talento y/o la celebridad, que, no está demás recordarlo, no van siempre juntas, debería exigir una prudencia mucho mayor en la conducta de aquellos que, con justicia o sin ella, merecen o simplemente han logrado ser ensalzados y admirados por la opinión pública. Es un asunto delicado y difícil porque la popularidad ciega muy rápidamente a aquellos a quienes favorece –la vanidad humana, ya sabemos, no tiene límites- y les hace creer que de este privilegio se derivan también otros, como una moral y unas leyes que no le conciernen ni deben aplicársele del mismo modo que a esa colectividad anónima, hecha de bultos más que de seres humanos específicos, que los admira y quiere y debería por lo tanto perdonarles los excesos. La verdad es que ocurre lo contrario. Esos seres semidivinos, adorados ayer, mañana están por las patas de los caballos y la gente los desprecia con el mismo apasionamiento con que la víspera los envidiaba y adoraba.

Hace unas pocas horas escuché, en la televisión, a una señora que hace cuarenta años, cuando tenía l4 años, era camarera en un pueblecito de Alabama. Un cliente, que era juez y tenía 34 años –se llama Roy Moore-, se ofreció a llevarla a su casa en su auto. Ella aceptó. En el vehículo, el amable caballero se volvió una bestia, cogió la mano de la niña y la obligó a masturbarlo, explicándole que, si se atrevía luego a protestar y a denunciarlo, nadie le creería, precisamente porque él era un juez y un ciudadano muy respetado en la localidad. La jovencita nunca se atrevió a contar aquella historia, hasta ahora; pero no la olvidó y, decía sin atreverse a levantar los ojos, ella había sido como un gusano que día y noche había vivido con ella royéndole la vida. Ahora, aquel juez es nada menos que el candidato a senador por el Partido Republicano en Alabama y por lo menos cinco mujeres han salido a la televisión a recordar abusos parecidos que padecieron en su juventud o niñez de aquel desaforado juez. Por lo menos en este caso parece que aquellos delitos no quedarán impunes. El propio Partido Republicano le ha pedido al exjuez que renuncie a su candidatura y, si no lo hace, las encuestas pronostican que perdería la elección.

A lo largo de muchos siglos, las mujeres, prácticamente en todas las culturas, han sido víctimas por el simple hecho de ser mujeres, un sexo que, en algunos casos, por cuestiones religiosas, y, en otros, por su debilidad física frente al hombre, eran las víctimas naturales de la discriminación, la marginación y la “conducta impropia” de los hombres, sobre todo en materia sexual. Por fin las cosas comienzan a cambiar, sobre todo en el mundo occidental, aunque en muchas partes de él, como América Latina, la condición de la mujer siga siendo todavía, por el machismo reinante, muy inferior a la del hombre. En otros mundos, por ejemplo en el musulmán o el africano más primitivo, las mujeres siguen siendo ciudadanos de segunda clase, objetos u animales más que seres humanos, a los que se puede encerrar en un harén o someter a mutilaciones rituales para garantizar que tendrán una conducta sexual “apropiada”. Un horror que tarda siglos de siglos en desaparecer.



Dibujo de Fernando de Vicente para El País



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[Parlamento] XII Legislatura de las Cortes Generales. Noviembre, 2017 (III)





Las Cortes Generales representan al pueblo español y están conformadas por el Congreso de los Diputados y el Senado. Ambas Cámaras ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuye la Constitución. 

En los Diarios de Sesiones de las Cámaras se reflejan literalmente los debates habidos en los plenos y las comisiones respectivas y las resoluciones adoptadas en cada una de ellas. Los demás documentos parlamentarios: proyectos de ley, proposiciones de ley, interpelaciones, mociones, preguntas, y el resto de la actividad parlamentaria, se recogen en los Boletines Oficiales del Congreso de los Diputados y del Senado. 

Desde este enlace pueden acceder a toda la información parlamentaria de la presente legislatura, actualizada diariamente. Les recomiendo encarecidamente que la exploren con atención si tienen interés en ello. Y desde estos otros a las páginas oficiales de la

Casa de S.M. el Rey

Congreso de los Diputados
Senado
Presidencia del Gobierno
Tribunal Constitucional
Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial
Consejo de Estado
Boletín Oficial del Estado

Parlamento Europeo

Consejo Europeo y Consejo de la Unión Europea
Comisión Europea
Tribunal de Justicia de la Unión Europea
Tribunal Europeo de Derechos Humanos
Diario Oficial de la Unión Europea

Parlamento de Canarias
Gobierno de Canarias
Cabildo de Gran Canaria
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria

La actividad parlamentaria de las Cortes Generales ha estado centrada esta pasada semana en las de las Comisiones y los Plenos de ambas Cámaras. Desde los enlaces siguientes (en rojo) pueden acceder a los Diarios de sesiones respectivos. Estos enlaces los actualizo diariamente aunque la entrada ya haya sido publicada con anterioridad.

DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES GENERALES
Lunes, 13 de noviembre
Comisión de Hacienda y función pública (Congreso)
Comisión de investigación sobre la financiación de los partidos políticos (Senado)

Martes, 14 de noviembre
Sesión plenaria (Congreso)
Comisión de Defensa (Congreso)
Comisión de Empleo y seguridad social (Congreso)
Comisión de Sanidad y servicios sociales (Congreso)
Comisión de Igualdad (Senado)
Comisión de investigación sobre la financiación de los partidos políticos (Senado)

Miércoles, 15 de noviembre
Sesión plenaria (Congreso)
Comisión de Economía, industria y competitividad (Congreso)
Comisión para Políticas integrales de discapacidad (Congreso)
Comisión de Empleo y seguridad social (Congreso)
Comisión de Investigación sobre la crisis financiera española (Congreso)
Comisión para la Evaluación y modernización del Estado autonómico (Congreso)
Comisión de Cooperación internacional para el desarrollo (Senado)
Comisión de Energía, turismo y agenda digital (Senado)

Jueves, 16 de noviembre
Comisión de Derechos de la infancia y la adolescencia (Congreso)
Comisión de Economía, industria y competitividad (Senado)
Comisión de Fomento (Senado)
Comisión Mixta para las relaciones con el Tribunal de cuentas (Cortes Generales)
Comisión Mixta de Seguridad nacional (Cortes Generales)

Y esta es la agenda de trabajo prevista para esta semana en el Congreso y en el Senado. 

Continúo una semana más -y ya llega a su fin la serie con esta entrada de hoy- con los documentos que relatan la historia del parlamentarismo español. Todo ello gracias a la publicación de la sección "Papeles para la Historia" en la página electrónica del Congreso de los Diputados. Su objetivo es acercar a los ciudadanos la historia parlamentaria aprovechando la digitalización de los fondos del archivo de la Cámara que se ha realizado en estos últimos años.

El periodo que abarca esta historia parlamentaria, desde 1810 a 1977, se ha dividido en ocho etapas formadas a su vez por las diferentes elecciones y legislaturas comprendidas entre una elección y otra.

Los apartados desarrollado son los siguientes:

I. Cortes de Cádiz 1810-1814.
II. Trienio Liberal 1820-1823.
III. Regencias y Reinado de Isabel II 1833-1868, subdividido en la 
III. 1. Regencia de María Cristina de Borbón, 1833-1840.
III. 2. Regencia del General Baldomero Espartero, 1840-1843.
III. 3. Década Moderada,1844-1854.
III. 4. Bienio Progresista, 1854-1856.
III. 5. Crisis del Moderantismo, 1856-1868.
IV. Sexenio Revolucionario, 1868-1874, con: 
IV. 1.Gobierno Provisional-Regencia del General Serrano y Gobierno de Prim.
IV. 2. Reinado de Amadeo I 
IV. 3. Primera República.
V. Restauración, 1874-1923, con:
V. 1. Reinado de Alfonso XII, 1874-1885.
V. 2. Regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena, 1885-1902.
V. 3. Reinado de Alfonso XIII, 1902-1923 
VI. Dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930, con:
VI. 1. Asamblea Nacional, 1927-1929. 
VII. Segunda República Española, 1931-1939.
VIII. Franquismo. Cortes Españolas, 1943 -1977

Cada uno de estos periodos va introducido por un breve resumen histórico reseñando los hechos más relevantes de esos años. En el texto se muestran distintos enlaces a imágenes o documentos que pretenden ilustrar y testimoniar la historia política y parlamentaria dando además a conocer el patrimonio documental y bibliográfico del Congreso de los Diputados.

Además en cada periodo aparecen bajo la elección correspondiente los datos relativos a cada una de las legislaturas, así como el resumen o reseña, según los casos, que se publicaba al final de los índices del Diario de Sesiones. Y a continuación se enumeran los presidentes de la cámara, durante cada una de las legislaturas con un enlace al apartado referente a los mismos en la página institucional.

Hoy subo al blog los documentos relacionados con las Cortes del régimen franquista, que abarcan el periodo entre 1943 y 1977.

El 1 de abril de 1939, un parte oficial declara el final de la guerra comenzada tres años antes.

El régimen que se instaura en abril de 1939 supone una larga y abrupta ruptura no solo con el pasado inmediato sino también con una trayectoria de parlamentarismo y liberalismo, interrumpida por momentos, inaugurada con las Cortes de Cádiz. La continuidad de Franco hasta su muerte en 1975 al frente de la jefatura de Estado y, hasta 1973, también al frente del Gobierno marca el carácter personalista del régimen.

El decreto 138/1936, de 29 de septiembre, nombra al general Francisco Franco jefe del Gobierno del Estado español otorgándole todos los poderes.

En este periodo se celebran diez elecciones a Cortes:

1943-1946
1946-1949
1949-1952
1952-1955
1955-1958 
1958-1961
1961-1964
1964-1967
1967-1971
1971-1977 

El régimen de Franco carece de una verdadera Constitución que garantice los principios de un Estado de derecho con una clara separación de poderes. A lo largo del tiempo, y atendiendo a las exigencias de adaptación tanto internas como externas, se elaboran una serie de leyes que, con el rango de Fundamentales, pretenden suplir los principios de un Estado democrático.

Al Fuero del Trabajo, primera de las siete Leyes Fundamentales, siguen la Ley de creación de las Cortes, de 17 de julio de 1942; el Fuero de los Españoles, de 17 de julio de 1945; la Ley de Referéndum, de 22 de octubre de 1945; la Ley de Sucesión del Estado, de 27 de julio de 1947; la Ley de Principios del Movimiento Nacional, de 17 de mayo de 1958, y finalmente la Ley Orgánica del Estado, de 10 de enero de 1967, en la que por primera vez se establece un separación entre los cargos de Jefe del Estado y Jefe del Gobierno, si bien esta separación no se hace efectiva hasta 1973, con el nombramiento del almirante Carrero Blanco.

Pese a la falta de pluralismo político, existen dentro del régimen diferentes tendencias o familias: falangistas, tradicionalistas, carlistas y monárquicos, entre las que Franco sabe  establecer un equilibrio de influencias, manteniendo su supremacía sobre todas ellas. La idea de dotar al régimen de un órgano de representación enfrenta al sector de los falangistas, partidarios de una Cámara de corte fascista, con el de los tradicionalistas, partidarios de unas Cortes de carácter orgánico. Finalmente, se impone la tesis de estos últimos y la Ley de creación de las Cortes Españolas ve la luz el 17 de julio de 1942. En su preámbulo, así como en su escueto articulado, puede advertirse el papel de órgano colaborador, subordinado a la Jefatura de Estado y de Gobierno, que se reserva a la Cámara.

La falta de autonomía e independencia institucional se pone de manifiesto en la forma de elección de su órgano directivo, la Mesa, cuyos miembros son elegidos por el Gobierno, y solo a partir de 1967, con la Ley Orgánica del Estado, los dos vicepresidentes y los cuatro secretarios son nombrados por la Cámara.

En cuanto a su composición, a una primera división entre procuradores natos y electivos, el artículo segundo de la Ley establece nueve apartados en los que se pretende dar cabida a todos los sectores representativos de la vida nacional: ministros y consejeros nacionales, alcaldes y representantes de municipios, Consejo de Estado y tribunales de justicia, universidades y reales academias, sindicatos, cámaras de comercio y colegios profesionales.  El último apartado se refiere a los procuradores designados por el Jefe del Estado entre las personas más sobresalientes dentro de las jerarquías eclesiástica, militar, administrativa o social. (Designación de los procuradores en Cortes representantes de los Colegios de Abogados de España)

La Ley Orgánica del Estado de 1967 incorpora a estos apartados el llamado tercio familiar, que se elige por sufragio igual, directo y secreto entre cabezas de familia y mujeres casadas dentro de cada provincia. Con esta incorporación, logro del sector aperturista del régimen, se pretende dar a las Cortes una imagen de mayor representatividad social y un mayor dinamismo a la vida parlamentaria.





La elección de los distintos grupos no es homogénea, pues su regulación está  dispersa en distintas normativas: Ley Orgánica del Movimiento, Ley Sindical, Ley de Representación familiar…etc.

Entre el 16 de marzo de 1943 y el 30 de junio de 1977, primera y última sesión de las Cortes Españolas, se suceden diez legislaturas y cuatro presidentes de Cortes. El primero de ellos es Esteban Bilbao y Eguía, que permanece en el cargo a lo largo de siete legislaturas. Le suceden Antonio Iturmendi Bañales, Alejandro Rodríguez de Valcárcel y Torcuato Fernández Miranda y Hevia, que presiden las legislaturas VIII, IX y X respectivamente.

Si bien el artículo primero de la Ley de Cortes define a éstas como órgano superior de participación del pueblo español en las tareas del Estado, siendo su misión principal la preparación y elaboración de las leyes, esta participación y esta tarea legislativa, propias de un parlamentarismo liberal, se convierten en imposibles dentro de un Estado carente de sufragio universal, de partidos políticos y de separación de poderes. La potestad dada al Jefe de Estado y de Gobierno a través de las Leyes de Prerrogativas y de la facultad de aprobar decretos-leyes, limita ostensiblemente la capacidad de la institución parlamentaria en materia legislativa. Las comisiones se convierten en el único órgano con cierta capacidad deliberante al ocuparse del estudio de los proyectos de Ley remitidos por el Gobierno y dictaminarlos. El Pleno, sin embargo, se limita a la aprobación de estos dictámenes sin apenas debate ni presentación de enmiendas, ejerciendo así una mera tarea de afirmación de los dictados del Gobierno.

No es menor la limitación de la Cámara a la hora de ejercer su tarea de control y fiscalización que le atribuye la Ley de Cortes en su preámbulo mediante la tímida fórmula de “crítica fundamentada y solvente”. Hasta 1946 no se permite a los procuradores la formulación por escrito de ruegos y preguntas, y solo en 1967, con la Ley Orgánica del Estado, se reconoce que todos los miembros del Gobierno deben responder de los actos realizados o autorizados por su Departamento.

Otra carencia de las Cortes franquistas es la inexistencia de Grupos parlamentarios, que no se crean hasta 1976, ya en plena transición a la democracia, y precisamente como consecuencia de dicho proceso, bajo la presidencia de Torcuato Fernández Miranda.

El Consejo del Reino, creado por la Ley de Sucesión de 1947, con la misión de asistir al Jefe del Estado, es otro órgano de relevancia dentro del entramado institucional del régimen. Compuesto por trece miembros, seis natos, cuatro elegidos y tres designados por el Jefe de Estado, su presidente es el de las Cortes. La Ley Orgánica del Consejo de Estado introduce modificaciones tanto en el número de sus miembros, que pasa a diecisiete, como en sus funciones, algunas de las cuales tienen relación estrecha con las Cortes. (Dictamen de la Comisión Especial del Proyecto de ley de Sucesión de Jefatura del Estado).

En el proceso de transición, tras la muerte de Franco y el nombramiento de Juan Carlos I como Jefe de Estado, se aprueban una serie de leyes que abren el camino al restablecimiento de un sistema democrático: Ley reguladora del Derecho de reunión, de 29 de mayo de 1976; Ley de Asociación Política, de 14 de junio del mismo año; Ley de Asociación Sindical, de 1 de abril de 1977, y Ley para la Reforma Política, que sirve  de marco jurídico para articular el proceso de transición a la democracia. Este proyecto de ley, debatido en una larga sesión que dura los días 16, 17 y 18 de noviembre de 1976, se somete a referéndum.

Si bien las Cortes se prolongan algunos meses, puede decirse que la aprobación de la Ley para la Reforma Política supone el final de las llamadas Cortes Españolas y  de la larga etapa representada por la dictadura franquista.







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[Humor en cápsulas] Para hoy lunes, 20 de noviembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción.

En la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos: Morgan en Canarias7; Ricardo, Gallego y Rey e Idígoras y Pachi en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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domingo, 19 de noviembre de 2017

[A vuelapluma] Los géneros de la violencia





Tenemos el deber de tomar medidas realmente radicales contra las agresiones machistas, afirma en El País José Lázaro, profesor de Humanidades Médicas en la Universidad Autónoma de Madrid y autor de La violencia de los fanáticos

En memoria de María José y
de las demás mujeres asesinadas
por energúmenos incapaces
de entender que prefiriesen a otro

Los decepcionantes resultados de la lucha contra la violencia de género indican que debemos intensificar y radicalizar el combate contra ella comienza diciendo. El problema es que el propio término apunta a formas de violencia impersonal o genérica, como la violencia machista, la genocida o la terrorista. Pero, ¿se puede considerar impersonal la violencia del bárbaro que asesina a la mujer con la que lleva veinte años viviendo?

A veces se quejan los homosexuales de que cuando uno de ellos es asesinado por su pareja no se le pueden aplicar al asesino las medidas legales vigentes contra la violencia de género, aunque sea violencia de pareja. Y precisar los términos es condición necesaria para profundizar en los conceptos y poder tomar medidas más específicas y efectivas contra los diversos tipos de violencia.

El sintagma “violencia de género” sugiere un agresor que no sabe nada de su víctima, salvo el grupo (o género) al que pertenece. La violencia realmente genérica es la del que mata “rojos”, “fachas”, “judíos”, “herejes”, “infieles”… Quien mata a María José sabe muy bien a quien mata, pues la mata por razones (en parte al menos) personales.

En los últimos años el término “género” ha tomado un sentido que es muy importante y útil; la RAE lo recoge ahora en su tercera acepción: “Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico”. Pero el término tiene ocho acepciones, que conviven en la lengua cotidiana: desde las más amplias (“clase o tipo a que pertenecen personas o cosas”) hasta las más específicas (“tela o tejido”). De ahí la necesidad de precisar el sentido en que se usa.

Cuando un atracador mata a una agente de policía no lo hace por violencia machista, sino por pura violencia instrumental; no dispara contra una mujer sino contra el uniforme que se interpone entre su pistola y el botín. Es un asesinato impersonal.

Cuando un hombre armado con un cuchillo entró en una iglesia de Madrid y la recorrió mirando al vientre de las mujeres que asistían a misa, hasta que encontró a una embarazada, la acuchilló y siguió su camino en busca de otra, estaba realizando un acto de violencia genérica: lo que le estaba ordenando su delirio era que asesinase a personas del género “mujeres embarazadas”. Para entender las raíces de la violencia humana, la distinción entre la psicótica y la que no lo es resulta tan importante como la distinción entre la personal y la impersonal. Lo dejó muy claro el psiquiatra Enrique Baca en el libro Las víctimas de la violencia.

Hace unos meses una mujer de 28 años declaró a la policía de Almería que su pareja la había agredido. ¿El enésimo caso de violencia machista? La víctima añadió que como él se mostraba “cada vez más agresivo, había cogido un cuchillo de 21 centímetros de hoja para defenderse y que éste se abalanzó sobre el arma y se la clavó”. Él varón fue detenido por violencia de género y la mujer por un presunto delito de homicidio en grado de tentativa.

Es evidente que en la violencia de parejas heterosexuales la mujer casi siempre es la víctima y el hombre el agresor. Pero si queremos aclarar las razones por las que sigue habiendo tanta violencia contra las mujeres y por las que son tan insuficientes las medidas tomadas hasta ahora contra ella hay que partir de esa diferencia cuantitativa para hacer un análisis cualitativo de los aspectos comunes y los elementos diferenciales que se encuentran en los distintos tipos de violencia.

Tenemos una deuda sagrada con las mujeres que han muerto asesinadas por hombres que dormían con ellas. Y tenemos un deber sagrado con las que van a morir si no tomamos contra la violencia machista medidas auténticamente radicales. Pero para tomarlas antes tenemos que aclarar las múltiples y complejas raíces que se ocultan tras la violencia humana. Y para eso hay que empezar por hacer un análisis comparativo de conceptos como violencia de género, violencia doméstica, sexual, machista, instrumental, ideológica, patológica, política, terrorista, religiosa, sádica… Cada tipo de violencia es teóricamente distinto, pero en la vida real no suelen darse formas de violencia puras, sino una gran cantidad de casos heterogéneos y mixtos.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt





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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)