viernes, 13 de octubre de 2017

[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 13 de octubre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Ricardo y Gallego y Rey en El Mundo; Sciammarella, Forges, Peridis, Ros y El Roto en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 12 de octubre de 2017

[A vuelapluma] Cataluña, España, Europa





Hay veces en que la decisión correcta puede parecer contraproducente a corto plazo. Aunque tratar de evitar el referéndum catalán alimente el sentimiento de injusticia durante décadas, el tiempo acabará avalando esta postura, escribe en El País J.H.H. Weiler, expresidente del Instituto Universitario Europeo de Florencia y actual director del European Journal of International Law.

La Generalitat puede haber pensado, a la luz de de la desafortunada violencia del 1-O —de la que ambas partes son responsables— y por la simpatía que se ha generado hacia los ciudadanos catalanes, que Europa puede haber cambiado en su desagrado al proyecto independentista. Se equivocan. La incredulidad generalizada está convirtiéndose poco a poco en aprensión y espanto. El mayor peligro que afronta hoy Europa es el desafío al Estado de derecho por parte de Hungría y otros países. El no respetar los fallos del Tribunal Europeo de Justicia es una amenaza contra los principios fundamentales de la integración europea en uno de los momentos más críticos de la historia de la Unión. Europa no tiene policía federal, ni un Artículo 155. Su integridad depende de un compromiso firme y voluntario de los Estados miembros a respetar su orden constitucional y a los tribunales responsables de aplicarlo. Pero Cataluña, en clara violación de la Constitución española y con una escandalosa falta de respeto al Constitucional, está reduciendo el Estado de derecho a polvo y ceniza. Unas credenciales maravillosas para entrar en Europa.

Tampoco puede acogerse Cataluña al derecho internacional. Ciertamente, en la famosa resolución 2625 de la ONU citada sin cesar en el debate sobre Cataluña, la Asamblea General de la ONU afirmó el principio de autodeterminación: “En virtud del principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos, consagrado en la Carta, todos los pueblos tienen el derecho de determinar libremente, sin injerencia externa, su condición política y de proseguir su desarrollo económico, social y cultural, y todo Estado tiene el deber de respetar este derecho de conformidad con las disposiciones de la Carta”. Pero también es cierto que se suele dejar fuera de la cita una cláusula de la misma resolución: “Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta cualquier acción encaminada a quebrantar o menospreciar, total o parcialmente, la integridad territorial de Estados soberanos e independientes...”. No creo que exista ningún tribunal internacional que estuviera dispuesto a conceder a Cataluña el derecho a la secesión. Pero el problema de Cataluña no es solo jurídico. También por razones éticas y morales hay que ser muy claros: una Cataluña independiente (y la misma lógica sirve para Padania, Escocia, los corsos, los bretones, los galeses, los germanohablantes del Alto Adige y demás grupos que reclaman la independencia) no será bienvenida en Europa.

¿Por qué? Es muy desmoralizador, desde un punto de vista ético, contemplar que casos como el de Cataluña nos devuelven al principio del siglo XX, a la mentalidad posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando la noción de que un único Estado podía abarcar más de una nacionalidad parecía imposible; de ahí la profusión de tratados específicos sobre minorías durante la desaparición de los imperios otomano y austro-húngaro. Aquellos acuerdos estaban llenos de buenas intenciones, pero carecían de imaginación política; y no hay que ocultar la desagradable realidad de que alimentaron la lógica venenosa de la pureza nacional y la limpieza étnica. No se equivoquen: no estoy sugiriendo que en Cataluña se busque una limpieza étnica. Pero sí creo que el deseo de “ir por libre” está asociado a este tipo de mentalidad.

Sí, es indudable que vascos y catalanes sufrieron graves injusticias históricas antes de la llegada de la democracia a España. Y siento una enorme, y digo enorme, empatía y simpatía hacia los catalanes que quieren vivir y reivindicar su cultura y su identidad política propia reprimida durante décadas. Para miles de ellos, quizá para la mayoría, se trata sencillamente de esto. Pero jugar “la carta de Franco” como justificación para la secesión es solo una hoja de parra que pretende tapar un egoísmo económico y social seriamente equivocado, un orgullo cultural y nacional desmesurado y la ambición desnuda de los políticos locales. Además va diametralmente en contra del sentido de la integración europea.

La imponente autoridad moral de los padres fundadores de la integración europea —Schuman, Adenauer, De Gasperi y el propio Jean Monnet— procedía de sus raíces en la ética cristiana del perdón, combinada con una sabiduría política ilustrada, en la que se entendía que es mejor mirar hacia adelante, hacia un futuro de reconciliación e integración, en vez de revolcarse en el pasado europeo, que, por cierto, fue infinitamente peor que los peores excesos del execrable Franco. Yo alegaría que solo en unas condiciones de verdadera represión política y cultural se puede presentar de modo convincente el caso para secesión. Con su extenso (aunque profundamente defectuoso) Estatuto de Autonomía, los argumentos catalanes a favor de la independencia producen risa y son imposibles de ser tomados en serio; unos argumentos que además desmerecen y resultan insultantes ante otros casos meritorios, aunque inconclusos, como el de Chechenia.

La UE lucha hoy en día con una estructura de toma de decisiones sobrecargada, con 27 Estados miembros y, lo que es más importante, con una realidad sociopolítica que hace difícil persuadir a un holandés, un finlandés o un alemán de que les interesa, desde el punto de vista humano y económico, el bienestar de un griego, un portugués o, también, un español.

¿Por qué habría de tener interés el hecho de incluir en la Unión a una comunidad política como sería la Cataluña independiente, basada en un ethos nacionalista tan regresivo y pasado de moda que aparentemente no puede con la disciplina de la lealtad y solidaridad que uno esperaría que tuviera hacia sus conciudadanos en España? La propia demanda de independizarse de España, independizarse de la necesidad de gestionar las diferencias políticas, sociales, económicas y culturales dentro de la comunidad política española, de la necesidad de resolver diferencias y trascender el momento histórico, descalifica moral y políticamente como futuros Estados miembros de la UE a Cataluña y a casos parecidos. Al buscar la separación, Cataluña está traicionando precisamente los ideales de solidaridad e integración humana sobre los que se fundamenta Europa.

Aunque la ley y la moral están de parte del Gobierno español, quizá habría debido arriesgarse, permitir de forma voluntaria un referéndum —como Reino Unido y Canadá— y fiarse de que el sentido común de los catalanes, ante la perspectiva de una existencia solitaria fuera de la UE, les empujara a votar No, con lo que se habría extinguido definitivamente esta amenaza a la integridad de España. Tratar de evitar a la fuerza el referéndum, o la posibilidad de votar No, alimentará los sentimientos de injusticia y mantendrá el problema durante décadas. Sin embargo, hay ocasiones en las que la decisión basada en unos principios, por difícil que resulte, es la decisión a la que el tiempo acaba dando la razón. Jugar “la carta de Franco” pretende tapar un egoísmo económico y social equivocado, concluye diciendo.




Dibujo de Nicolás Aznárez para El País


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[Especial] 12 de Octubre. Fiesta Nacional de España






A mis nietos, porque ellos 
representan el futuro de España



ESPAÑA
por 
José García Nieto

Esto que tienes ante ti, 
hijo mio, es España, 
No podría decirte -yo no puedo,
al menos, con palabras-
cómo es su cuerpo duro,
cómo es su cara trágica,
cómo su azul cintura, extensamente
humedecida y agitada.
Su pecho, recio y de varón, respira
por las altas montañas;
la suave corbatura del regazo,
femenina, se ensancha
hasta la soledad de las arenas
múltiples y doradas;
los brazos de sus ríos acumulan
venas que acercan las gargantas
oscuras o los verdes valles
arrancando la tierra, acariciándola.

Esto que tienes, que tenemos
ahora mismo, es España.
Es mía porque puedo
celosamente amarla,
tocar su piel y estremecerme,
mirarme en ella fijo, cara a cara,
sentirme antiguo, envejecer con ella,
o nuevo cada día y estrenarla.
Es tuya porque puedo
con pasión entregártela,
porque me la he ganado sin fronteras;
sin tener que acotarla,
la he traído a mi voz cuando he querido,
como a una oveja que paciente aguarda
el silbo del pastor.

No hay quien le ponga
puertas, y yo te invito a traspasarlas.
Mira; aprende a mirar con ella, aprende
a acompañarte de ella, acompañándola.
Tierra de andar y comprobar despacio
huidiza de tan delgada,
difícilmente bella de tan sobria,
fina y calladamente regalada;
tierra para escuchar como una música,
para no echársela a la espalda.
Cuando puedas, lo digo desde ahora,
lo escribo desde ahora, por si falta
un día en tus oídos
la fe de mi palabra,
cuando puedas, y tengas el pie firme,
y claro el corazón, y abierta el alma,
sal al camino, cíñete la ropa,
hijo mío, y ándala.

El sol se pone para todos. Mira;
ahora lo está ocultando Guadarrama;
el cielo es como un ópalo, como una
precipitación nacarada;
quedan azules, negras, las tranquilas
honduras de estas navas
que enciende sucesivamente
el racimo esperado de sus casas.
Arriba, las estrellas aparecen
"sin prisas y sin pausas";
se pierden, numerosos, los senderos
y en la penumbra se unen las montañas.
Gigantesca, se espuma "La Peñota":
suave "El Montón de Trigo" se destaca;
afila "Siete Picos" en la sombra
su aguda dentellada;
quiebra "La Maliciosa" bruscamente
su plomiza atalaya,
y allí, en su cascarón de ávida nieve,
se hunde Navacerrada.

Esto que ves, que tienes, que te entrego
hijo mío, es España.
Digo y escribo, y puede más su nombre
que la mano y la voz. Es como un agua
que desborda este vaso de mi verso
donde quiero encerrarla.
Bebe, hijo mío, bebe; el trago es tuyo,
tuya es la herencia, tuya la privanza.
Sobradamente te dará en los días
su variedad multiplicada.
Tú podrás elegir, como el que hunde
sus manos en el cofre que guardara
un tesoro con el tiempo acumulado,
la joya deseada.

Deja un día a tus ojos que se pierdan
en la redonda vega de Granada;
junto al silencio de sus torres rojas
oye las fuentes de la Alhambra;
mira Toledo enamorando el Tajo,
el fresco prado hacia la mar cantábrica,
el cielo por los arcos de Segovia,
Ávila en su quietud amurallada,
Sevilla entre jazmines una noche,
Burgos de piedra donde el Cid cabalga,
Cádiz como una nieve mar adentro,
balcón de Tarragona, luz de Málaga,
cúpulas de la nave aragonesa,
orillas de la Huelva aventurada,
minera Asturias con el verde cuello,
Córdoba entre arcangélica y romántica,
Alicante con palmas hacia oriente,
Valladolid con la oración tallada,
coronado León entre los puertos,
Zamora altiva, Huesca pirenaica,
Galicia que la mano de Dios hizo,
rosa sillar nacida en Salamanca,
campos para la flor de Extremadura
donde la encina sin cesar batalla,
Madrid desde el palacio a la pradera,
Barcelona de las Atarazanas,
Valencia de las puertas y los puentes,
Álava señorial, Cuenca encantada,
Bilbao de hierro, Soria junto al frío,
Jaén del olivar, Murcia hortelana,
lejanísima islas de fortuna,
islas de claridad mediterránea...

¿Ves, hijo mío? El vaso se desborda;
deja a tus labios apurar la gracia.
Esta es mi herencia; pudes hacer uso
de ella y proclamarla.
Lo que te doy en buena hora
que en buena hora lo repartas.


***



El poeta José García Nieto (Oviedo, 1918 - Madrid, 2001), nace en el seno de una familia dedicada al derecho y al periodismo. Huérfano de padre desde muy temprana edad vive sucesivamente en Zaragoza, Toledo y Madrid donde se afinca desde antes de la guerra civil, y ejerce como secretario del Ayuntamiento de Chamartín de la Rosa. Al final de la misma se dedica exclusivamente a la literatura, especialmente la poesía y el teatro. Forma junto a Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro la denominada generación de la postguerra. Obtiene en dos ocasiones el Premio Nacional de Literatura, y en 1996 el Premio Cervantes. Ingresa en la Real Academia Española en 1982. 






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[Humor en cápsulas] Para hoy jueves, 12 de octubre de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Ricardo y Gallego y Rey en El Mundo; Sciammarella, Forges, Peridis, Ros y El Roto en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





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miércoles, 11 de octubre de 2017

[A vuelapluma] Los golpistas se ponen la máscara saducea





Una trampa saducea es una pregunta capciosa que se plantea con ánimo de comprometer al interlocutor, ya que cualquier respuesta que dé puede ser malinterpretada o considerada inconveniente.​ Alude a los saduceos, quienes según los Evangelios plantearon a Jesús varias cuestiones de este tipo (por ejemplo, si una mujer tiene siete esposos, en la resurrección ¿ cual será su marido?, si debían cumplir el mandato de Moisés de lapidar a las adúlteras o si era lícito pagar impuestos al César romano) entre otras.

Una trampa saducea es lo que el señor Puigdemont, presidente de la república catalana durante cuarenta y tres segundos, intentó formular ayer, pero por mucha piel de cordero y sonrisa bobalicona y cínica que pongan los independentistas, los falsos profetas, los cupitas totalitarios, los podemitas disfrazados de ursulinas y sus acomplejados e inútiles compañeros de viaje de las mareas y meandros de IU, viendo quienes están de ese lado tengo clarísimo de que lado estoy yo: de la democracia, de la libertad para todos, de la unidad de España, de la Constitución y del Rey. Y después del "sí pero no" de ayer en el Parlamento autonómico de Cataluña, los independentistas se han puesto la máscara del diálogo, pero siguen siendo los mismos golpistas que eran antes de ayer y que creen que van a colarnos sus mentiras y cantos de sirenas al resto de los españoles.

Aunque el independentismo vaya a ser derrotado ahora, continuará activo en la sociedad catalana, dice el historiador catalán Joaquim Coll. Es necesario construir un potente contrapeso a esa influencia infatigable que no tardará en escribir un relato heroico de lo que ha pasado. 

El contundente mensaje del Rey, inequívoco en señalar la culpabilidad de las autoridades de la Generalitat, no nos puede hacer olvidar los errores cometidos por el conjunto de las instituciones españolas, empezando por el Gobierno, que podían haber abortado mucho antes el desarrollo de unos acontecimientos largamente anunciados. Si la situación es de “extrema gravedad”, en palabras de Felipe VI, es porque demasiados frenos y cortafuegos han fallado. Porque no estamos ante el clásico golpe ejecutado de forma sorpresiva, urdido secretamente con el propósito de subvertir la legalidad de un día para otro. Si algo no se les puede reprochar a los partidos y entidades separatistas es que hayan escondido la naturaleza de sus planes. Tampoco se puede alegar que el cariz que estaba tomando la dinámica política en Cataluña no haya sido analizado profusamente por múltiples expertos, tanto para proponer reformas de diversa índole que pudieran encauzar el incremento de la tensión territorial como para señalar la urgencia de actuar con determinación ante la burla sistemática que de las leyes estaban haciendo las instituciones catalanas. Nada de lo sucedido ha podido pillar desprevenido a nadie y, sin embargo, los principales actores de la política española no han sido capaces de diseñar una estrategia reconocible ante la sucesión de escenarios previsibles.

El principal error de base que ha perdurado hasta hace muy poco, tanto en los partidos como en las instituciones del Estado y en no pocos medios de comunicación, ha sido las ganas de engañarse. En julio del año pasado, todavía PP y PSOE consideraban que la antigua Convergència del PDeCAT podía participar en el sostenimiento de la gobernabilidad y para ello a punto estuvieron de regalarle el grupo parlamentario en el Congreso que no había obtenido en base a una lectura ajustada del reglamento. En determinados círculos de poder madrileños no se ha querido asumir durante estos años las consecuencias globales del paso al independentismo del grueso de la derecha nacionalista catalana y de sus dirigentes.

Por otro lado, y sin necesidad de remontarnos a la etapa del procés que empezó con Artur Mas en 2012, los poderes del Estado han tolerado la erosión permanente de la legalidad constitucional en Cataluña, un proceso que se aceleró de forma inequívoca tras la resolución del 9 de noviembre de 2015 en el Parlament, que fue ya una declaración de independencia en diferido a la espera de los 18 meses de plazo para materializar la gran promesa. Tras el reajuste en la hoja de ruta que tuvo que hacer Carles Puigdemont para sortear la crisis de los presupuestos con la CUP, ahora hace un año, el plan culminaba con la aprobación de las leyes del referéndum y de transitoriedad jurídica. Ese autogolpe parlamentario, ejecutado finalmente los días 6 y 7 de septiembre pasados, intentó maquillar su carácter profundamente ilegítimo con una sucesión de jornadas revolucionarias en la calle con el objetivo de desbordar al Estado de derecho. Cualquier excusa ha sido buena para agitar el argumento de que España se había convertido en una dictadura. Y eso es lo que hemos vivido en estas inquietantes semanas hasta el 1-O, seguido de la inaudita “huelga nacional” del martes pasado en medio de un clima social desquiciado por la torpe actuación policial durante las votaciones. Hasta ahora hemos visto la cara mayormente festiva de esa revolución nacionalista, pero no puede descartarse un cierre violento en función del choque final que decidan los líderes separatistas. Han pronunciado demasiadas promesas de alto voltaje que han convencido a miles de catalanes que iban a votar y decidir la independencia.

Ciertamente, el procés ha conocido etapas cansinas hasta lo grotesco. Hemos asistido a una reiteración de anuncios sin consecuencias inmediatas, a una dilación del calendario desesperante incluso para los propios independentistas, y a un rediseño permanente de la táctica en búsqueda de la máxima astucia frente al Estado. Todo ello ha podido contribuir a que mucha gente fuera y dentro de Cataluña no se tomara en serio el desafío o considerase que estaba frente a una “ilusión” o un “pasatiempo” político. Sin embargo, finalmente ha quedado a la luz que estábamos ante una sofisticada técnica posmoderna de golpe de Estado que se ha servido de las instituciones del autogobierno para extender entre la sociedad catalana una dinámica insurreccional bajo la bandera del derecho a decidir y la democracia. Si algún día se hace la auditoría económica de lo que ha costado a las arcas públicas el procés, tanto dentro de Cataluña como de forma privilegiada en el ámbito internacional, descubriremos cifras escandalosas. Pero la clase política española ha sufrido una gran pereza para entender la naturaleza del fenómeno y ha preferido refugiarse en la tranquilidad de “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible” porque la Constitución no lo permite.

De acuerdo, esta vez no habrá secesión, pero la crisis a que dicho intento nos ha llevado no tiene parangón. Hemos asistido a diversas fases de negación o de parálisis por estupefacción ante la gravedad del envite. También ha habido una renuncia clamorosa al combate de las ideas y a la batalla de la propaganda. Cuántas veces no hemos escuchado con desolación que ya no había nada que hacer en Cataluña, ignorando que somos muchos más los catalanes que no estamos dispuestos a que nos expulsen de nuestro país y nos roben la ciudadanía española y europea. En muchos debates el independentismo se ha impuesto por incomparecencia del Estado, cuya debilidad ha sido pasmosa. Una esclerosis que ha afectado desde lo más básico para hacer posible el cumplimiento de la ley, empezando por los Ayuntamientos, hasta el desinterés por lo que se supone debería preocupar a los servicios de inteligencia ante el intento de destruir la unidad territorial desde una parte del propio Estado. Finalmente, se ha confiado muy poco en los catalanes constitucionalistas que han luchado contra las mentiras del nacionalismo desde primera hora y han hecho propuestas para convertir el desafío en una oportunidad de mejora para Cataluña y España.

No habrá secesión, pero sería imperdonable no aprender de los errores, empezando por que los partidos encaucen de una vez para siempre la cuestión territorial con sentido de Estado. Porque si no se hace bien, cuando llegue la hora de la reforma constitucional, no conseguiremos encauzar la crisis en Cataluña. Aunque el separatismo sea derrotado ahora con la fuerza de la ley continuará operando en la sociedad catalana. Y por eso sería insensato no construir un potente contrapeso (mediático, cultural, económico, asociativo) a la influencia del infatigable nacionalismo, que rápidamente escribirá un relato heroico de su derrota, concluye diciendo.




Dibujo de Eulogia Merle para El País



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[Cuentos para la edad adulta] Hoy, con "El asno de Kuichú", anónimo chino





El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.

Continúo hoy la serie de "Cuentos para la edad adulta" con el titulado El asno de Kuichú, que forma parte de la cultura tradicional china. Durante las próximas semanas voy a ir subiendo al blog narraciones anónimas del folclore y la cultura universal.  Les dejo con:


EL ASNO DE KUICHÚ
(Anónimo chino)


Nunca se había visto un asno en Kuichú, hasta el día en que un excéntrico, ávido de novedades, se hizo llevar uno por barco. Pero como no supo en qué utilizarlo, lo soltó en las montañas.

Un tigre, al ver a tan extraña criatura, lo tomó por una divinidad. Lo observó escondido en el bosque, hasta que se aventuró a abandonar la selva, manteniendo siempre una prudente distancia.

Un día el asno rebuznó largamente y el tigre echó a correr con miedo. Pero se volvió y pensó que, pese a todo, esa divinidad no debía de ser tan terrible. Ya acostumbrado al rebuzno del asno, se le fue acercando, pero sin arriesgarse más de la cuenta.

Cuando ya le tomó confianza, comenzó a tomarse algunas libertades, rozándolo, dándole algún empujón, molestándolo a cada momento, hasta que el asno, furioso, le propinó una patada. “Así que es esto lo que sabe hacer”, se dijo el tigre. Y saltando sobre el asno lo destrozó y devoró.

¡Pobre asno! Parecía poderoso por su tamaño, y temible por sus rebuznos. Si no hubiese mostrado todo su talento con la coz, el tigre feroz nunca se hubiera atrevido a atacarlo. Pero con su patada el asno firmó su sentencia de muerte.

FIN






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