miércoles, 10 de agosto de 2016

[Galdós en su salsa] Hoy, con "Memorias de un cortesano de 1815"



Estatua de Galdós en Las Palmas de G.C. (Pablo Serrano, 1969)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que acaban de cumplirse 173 años, voy a ir subiendo al blog a lo largo de los próximos meses su copiosa obra narrativa, que comencé hace unos días con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió.

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912.

Memorias de un cortesano de 1815 escrita en 1875, es la segunda novela de la segunda serie de los Episodios Nacionales de Galdós. Narra el ascenso social de Juan de Pipaón, un arribista que llega a formar parte de la camarilla de Fernando VII. Presentado en El equipaje del rey José como un alavés emigrado a Madrid, paisano y amigo del protagonista de la serie Salvador Monsalud, es un pobre covachuelista que tiene el único objetivo de triunfar socialmente. Tras cambiar su apellido a "de Pipaón", recurriendo a su lugar de origen para darse bombo, entra al servicio de un aristócrata miembro del gobierno fernandino. Su don de gentes y su predisposición a las corruptelas lo hacen subir en la estimación de su jefe y le consiguen sucesivos ascensos... ¿Les suena la historia?

Pueden leer o descargar la novela desde el enlace de más arriba, en la versión existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de Alicante. Disfrútenla.



Portada de "Memorias de un cortesano de 1815" 



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

martes, 9 de agosto de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy martes, 9 de agosto de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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[De libros y lecturas] Los "Cantos" de Hölderlin



Biblioteca del Real Monasterio del Escorial


Treinta y dos grados a la sombra a las diez de la mañana son muchos grados para la ciudad de Las Palmas. Además, acabo de vislumbrar por una esquina a un vecino que no quiero saludar... Ya me he topado hace un momento con uno de esos pelmas que se hacen el gracioso cuando te echan el ojo encima. Dos seguidos sería demasiado para mi cuerpo sudoroso... Hago un quiebro en redondo y me alejo. Mis pasos me llevan en volandas hacia San Telmo, y una vez allí, a la Biblioteca Pública del Estado. Es sábado, y está fresquita, calmosa, sin apenas gente. Ojeo las estanterías al albur y me encuentro con los libros de poesía. En la balda que queda a la altura de mis ojos veo varias ediciones de la Ilíada de Homero; ninguna de la Odisea, lo que me llama la atención. E inmediatamente antes de Homero un librito, delgado, de apenas un centenar de páginas, en cuyo canto leo Cantos - Friedrich Hölderlin (Linteo, Orense, 2010). Me quedo ojeándolo un rato y decido llevármelo a casa para leerlo.

No sé mucho de Hölderlin (1770-1843), poeta lírico alemán cuya poesía acoge la tradición clásica y la funde con el nuevo romanticismo. De vida atormentada y trágico final, fue amigo y compañero de Hegel y Schelling, y lector de Spinoza, Leibniz y Kant. Si sabía de su admiración por la Grecia clásica, admiración que comparto, en la que veía una lejana imagen, panteísta, de la armonía original entre el ser humano, la sociedad y la naturaleza. 

Hölderlin, dice su editor, concibió toda su obra poética al modo de los rapsodas griegos, como un canto, aunque utilizó también ese término para designar unos determinados poemas tardíos escritos entre mayo de 1801 y diciembre de 1803. Estos poemas, sigue diciendo el editor, se caracterizan por un tinte memorialístico, de tono elevado y visionario, paisajes grandiosos y afirmaciones aforísticas, pero sobre todo por su transgresión, algo nuevo y escandaloso que haría de Hölderlin durante muchos años un poeta maldito, de lectura poco recomendable y religiosidad apocalíptica, que hizo saltar todos los moldes formales conocidos.

He leído el libro, veinte poemas, de un tirón. En voz baja, pero audible para mí. Con entonación y ritmo, como dicen que hay que leer la poesía. Pero falla la rima, tarea casi imposible en una traducción. Les dejo con el último "canto" del libro, el titulado Mnemosine (la musa de la memoria). Espero que les guste.


MNEMOSINE

Maduros están, sumidos en el fuego, ardientes,
los frutos que fueron en la tierra probados, y es ley
que todo en él se adentre, como las serpientes,
proféticamente, soñando
en las cimas del cielo.
Y hay que retener
mucho, igual que se sostiene
en la espalda la carga de leña.
Pero son tortuosos los caminos. Y forzados
como rocines avanzan, cautivos,
los elementos y las viejas leyes
de la Tierra. Pero un anhelo siempre
tiende a la libertad. Y es mucho
lo que hay que retener. La lealtad
es necesaria. Pero no queremos mirar
ni delante ni atrás. Queremos dejar que nos acunen,
como una barca que oscila sobre el mar.

Pero, ¿y lo qué amamos? Vemos
sobre el suelo un rayo de sol y polvo seco
y sombríos los bosques de la patria. En los tejados
florece, mansamente, el humo, y sube
hacia las viejas coronas de las torres. Herida
está el alma por un rayo celeste, y sin embargo,
son buenas las señales del día:
pues la nieve, como los lirios del valle,
noblemente, brilla
en las verdes praderas
de los Alpes, allí,
por una carretera de lo alto,
un caminante habla,
acaloradamente, con otro,
de una cruz que antaño
al borde del camino
pusieron para honrar a los muertos. ¿Qué es lo que
significa?

Bajo la higuera se me ha muerto
Aquiles, y Áyax
yace al lado de las grutas marinas,
junto a los arroyos
cercanos de Scamandros.
En el rumor del sueño
el gran Áyax murió,
según la firme y constante tradición de Salamina,
en tierra extraña.
Patroclo estaba revestido con la coraza real. Murieron
otros muchos. En Citerea está
Eleutera, ciudad de Mnemosine. Dios
quito el manto a la musa, y alguien luego, de noche,
desató sus rizos. Pues los Seres Celestes
se enfurecen cuando alguno no puede
retener su alma, como debe; si así sucede
no merece duelo.



La casa de Hölderlin en Tubinga (Alemania)



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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lunes, 8 de agosto de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy lunes, 8 de agosto de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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[Pensamiento] Rebeldía y terrorismo



La Acrópolis de Atenas


"¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no”. Las palabras de Albert Camus que en el ensayo filosófico El hombre rebelde trazó una crítica de la sinrazón pura del crimen ideológico, han vuelto a cobrar consistencia a la luz de los ataques de los fanáticos yihadistas.

El filósofo Manuel Ruiz Zamora, a partir de esas palabras del pensador francés, publicaba hace unos días en El País un artículo titulado "Camus y el terrorismo" en el que relacionaba ambos conceptos, el de rebeldía y el de terrorismo, que vienen asolando Europa desde hace unos meses, y sacaba a relucir la incongruencia de la tesis central del ensayo de Camus con aquel aspecto concreto del mismo en que parece reconocerse cierta fascinación romántica por la épica de la muerte al servicio de una idea. Lo traje al blog en la nueva sección diaria Tribuna de Prensa (a la derecha de la pantalla), pero dado lo efímero de la misma y la trascendencia de lo que lo en el artículo se cita, creo que merece la pena pasarlo a la página central de Desde el trópico de Cáncer, precisamente en esta sección titulada Pensamiento.

Pocos ensayos de reflexión filosófica comienzan con la contundencia con la que lo hace El hombre rebelde, de Albert Camus, dice el profesor Ruiz Zamora. Y pocos han capturado en una fórmula tan precisa la esencia de su contenido. Imaginemos, por ejemplo, a una directora de instituto en Cataluña, añade, que ante la convocatoria de una consulta ilegal, se niega a someterse a las presiones del poder político. De entre los miles de funcionarios que ostentan ese cargo, solo ella dice no. Como ya demostró Antígona, más de dos mil años atrás, la rebeldía en absoluto es un atributo genérico. Y, sin embargo, el no rebelde que Camus propugna no es nunca un no absoluto: presupone un sí innegociable que es el que le da sentido. Nuestra directora de instituto dijo no a la coacción política, pero a partir de un sí heroico a la legitimidad democrática.

El hombre rebelde es, en sí mismo, un ejemplo excelso de rebeldía, sigue diciendo. Cuando la mayoría de los clérigos, por usar las palabras de Julien Benda, pusieron su inteligencia al servicio de una escolástica del despotismo, solo unos pocos se atrevieron a pronunciar un no rebelde y, de entre todos ellos, pocos más rotundo que el que Camus proclama en su libro. Hoy nos resulta conmovedora la sorpresa del escritor ante los furibundos ataques con los que fue recibido su ensayo por sus hasta entonces "compañeros de viaje", (por ejemplo, esos mismos que hoy siguen hablando de la revolución cubana de los Castro, o la venezolana de Chaves y Maduro, como paradigmas de la lucha por la libertad en iberoamérica) pero si leemos con calma encontraremos en sus páginas alusiones lacerantes a la complicidad de aquellos con los crímenes totalitarios: “La sangre ya no es visible, no salpica bastante el rostro de nuestros fariseos”.

La amenaza por antonomasia que se cierne en nuestros días sobre el mundo libre nos permite leer El hombre rebelde, añade, como una reflexión en profundidad sobre el terrorismo. Camus no se engaña al respecto: sabe que en la modernidad este fenómeno se encuentra estrechamente vinculado a la existencia de las ideologías: "En la época de la negación", nos dice, podía ser útil interrogarse sobre el problema del suicidio. En la época de las ideologías tenemos que habérnosla con el asesinato". Salvando las distancias, El hombre rebelde aspira a ser una crítica de la sinrazón pura del crimen ideológico. Por sus páginas desfilan las principales variantes del terrorismo: los regicidas, los deicidas, el terrorismo individualista acuñado por el visionario Necháyev y, por supuesto, las formas del terrorismo de Estado que representaron el fascismo y el comunismo. Hay, incluso, una mención especial a algo que, por lo general, pasa inadvertido para los estudiosos de este libro: el terrorismo de la cultura, esa pervivencia de la frivolidad romántica que llevó, por ejemplo, a los surrealistas a considerar como la obra de arte más bella el asesinato indiscriminado.

Resulta asombroso, dice más adelante, cómo el tiempo puede rejuvenecer algunas obras que parecían haber envejecido, pero también cómo ciertos acontecimientos pueden ensombrecer en ellas zonas que se juzgaban primordiales e iluminar, por el contrario, otras que habían permanecido en una extraña penumbra. Una de las líneas de fuerza que recorre El hombre rebelde, añade, es la constatación de que en todas las ideologías homicidas habita un componente más o menos importante de nihilismo. Para Camus, al igual que para Dostoievski, este fenómeno, al que Nietzsche se refirió como "el más incómodo de los huéspedes", es prácticamente sinónimo de ateísmo. "Si Dios ha muerto", proclamaba Iván Karamazov en una frase que tiene una presencia especial en el libro, "todo está permitido".

Pues bien, continúa diciendo, si algo vienen a recordarnos los episodios de terrorismo yihadista que asolan nuestras ciudades es que tanto Camus como Dostoievski estaban equivocados: no es la ausencia de Dios, que implica muchas veces la búsqueda de una ética rigurosa y desesperada, sino su afirmación absoluta la que, según nos demuestra la historia, otorga amparo ideológico a las mayores aberraciones homicidas. "Los mayores crímenes son perdonados si se cometen en nombre de Dios", gritaba con rabia el cantante del grupo de rock Lords of the New Church allá por los años ochenta. Algunas religiones incluso reservan para los asesinos un lugar de honor en su anhelado paraíso.

Pero hay otras aristas, añade, en El hombre rebelde que habrían pasado inadvertidas a no ser por las formas actuales del terrorismo. Camus desmonta de forma implacable la lógica homicida que subyace bajo el crimen político, pero, entrando en flagrante contradicción con sus propios postulados, le concede cierta dignidad moral al terrorista que se inmola para conseguir sus objetivos: "Quien acepta morir", nos dice, "pagar una vida con otra vida, cualesquiera que sean sus negaciones, afirma con ello un valor que le supera a él mismo como individuo histórico". Pero, podemos preguntarnos: ¿qué valor puede afirmar la eliminación de una vida que no sea el del fanatismo? ¿Y qué valor podría tener un valor que para afirmarse necesita acabar con las vidas de los individuos? ¿Es más disculpable, por ejemplo, el asesinato de una persona a manos de su pareja si el homicida acaba después con su propia vida? ¿Habría perseverado Camus en este punto de vista después de contemplar su ciudad adoptiva sembrada de cadáveres por obra y gracia de unos terroristas suicidas?

No es una mención incidental, dice poco después. El pensador vuelve una y otra vez a esta idea deleznable a lo largo de su libro, y se reafirma en ella en las entrevistas que concede tras su publicación: "El rebelde no tiene sino una forma de reconciliarse en su acto homicida si se ha dejado llevar a él: aceptar su propia muerte y el sacrificio". Esta inexplicable zona oscura de El hombre rebelde no tiene, por supuesto, por qué extenderse al resto del ensayo, ni, mucho menos, ensuciar la indiscutible dimensión moral de un pensador que, como Raymond Aron, Hannah Arendt o nuestro nunca suficientemente reivindicado Chaves Nogales, fueron capaces, en tiempos de penumbra, de decir no a las incitaciones estupefacientes de las ideologías asesinas.

El hecho de que la imagen y las palabras de Camus recorrieran abundantemente las redes sociales tras los atentados de París y Bruselas vendría a poner de manifiesto que su rebeldía intelectual y su ejemplaridad moral se encuentran más vivas que nunca. Pero también debería hacernos recordar que ese último vestigio de fascinación romántica (él, que se rebeló como nadie contra todos los absolutos románticos) por una épica de la muerte puede infectar incluso a las mentes más brillantes. "Hay algo en ellos que aspira a la esclavitud", escribió el pensador en sus carnets para referirse a sus antiguos compañeros de viaje, aquellos que seguían profesando de voceros del estalinismo. Sumisión, por otra parte, se titulaba el documental sobre el islam que le costó la vida su director, Theo Van Gogh. Aunque el rostro del fanatismo haya cambiado, en nada lo han hecho sus ambiciones homicidas. Tampoco lo ha hecho el dilema que Camus planteara en su día: sumisión o rebeldía.





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domingo, 7 de agosto de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy domingo, 7 de agosto de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.






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[Poesía y pintura] Hoy, con Nicolás Fernández de Moratín y Michelangelo Caravaggio



Apolo y las Musas, de Bertel Thorvaldsen


Durante las próxima semanas voy a intentar unir en una misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor en lengua española y de mis pinturas clásicas favoritas. Espero que sean de su agrado. Hoy dedico la entrada al poeta Nicolás Fernández de Moratín y su soneto Amor, tú que me diste los osados, y al pintor Michelangelo Caravaggio y su cuadro El Amor victorioso. Disfruten de ambos.




Nicolás Fernández de Moratín




Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780) fue un poeta, prosista y dramaturgo español, padre del también dramaturgo Leandro Fernández de Moratín. Fue miembro de la tertulia de "La Fonda de San Sebastián", a la que también asistían José Cadalso, Tomás de Iriarte e Ignacio López de Ayala, y miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid y de la Academia Romana de los Árcades. Desde 1773 desempeñó la cátedra de Poética del Colegio Imperial de Madrid (donde también estudió, allá por el año 1955, el autor del blog). Concebía el teatro, dentro de los ideales del neoclasicismo, como escuela de formación ética, y participó en las controversias que en la época tuvieron lugar sobre el teatro clásico español. Firmó parte de su obra con el seudónimo de Flumisbo.



AMOR, TÚ QUE ME DISTE LOS OSADOS

Amor, tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;

si miras tantos rayos, fulminados
de sus divinos ojos contra un triste,
dame el alivio, pues el daño hiciste
o acaben ya mi vida y mis cuidados.

Apiádese mi bien; dile que muero
del intenso dolor que me atormenta;
que si es tímido amor, no es verdadero;

que no es la audacia en el cariño afrenta
ni merece castigo tan severo
un infeliz, que ser dichoso intenta.


***



Michelangelo Caravaggio (Autorretrato)


Michelangelo Merisi Caravaggio (1571-1610) fue un pintor italiano activo en Roma, Nápoles, Malta y Sicilia entre los años de 1593 y 1610. Está considerado como el primer gran exponente de la pintura del Barroco. Pasó de una ciudad a otra sirviendo a varios señores importantes. Produjo mayoritariamente pinturas religiosas. Sin embargo, a menudo escandalizaba y sus lienzos eran rechazados por sus clientes. Dos de los reproches habituales eran el realismo de sus figuras religiosas rozando el naturalismo temprano, así como la elección de sus modelos entre la gente de más baja condición. Preocupado por el realismo en la ejecución de sus figuras, rechazaba corregir las imperfecciones de sus modelos para representarlos más bellos o de un modo más acorde a las visiones que la Iglesia tiene de sus santos. Creó una nueva forma de naturalismo, en la que combinó figuras cerradas con la observación física, dramática y teatral de los objetos, a lo que sumó el aprovechamiento del claroscuro. 



El amor victorioso (Gemäldegalerie, Berlín)


"El amor victorioso" fue pintada por Caravaggio en 1602 para Vincenzo Giustiniani, miembro del círculo social del cardenal Del Monte. En un diario que data del siglo XVII, el modelo es llamado «Cecco», en italiano, diminutivo de Francesco. Posiblemente se trató de Francesco Boneri, artista italiano activo entre 1610 y 1625, y conocido popularmente como Cecco del Caravaggio. Gianni Papi establece ciertas conexiones entre Bonieri y Caravaggio, de tipo siervo - amo, que comienzan a partir de 1600. La obra muestra a un Cupido desnudo, cargando un arco y unas flechas, mientras pisotea los símbolos de las artes, las ciencias y el gobierno. El modelo está desvestido, y es difícil aceptar que se trate de uno de sus siervos. El punto culminante que relaciona esta pintura con las religiosas es la intensa ambigüedad con la que el pintor maneja los modelos de diferentes posturas, ya sea sacra o profana.

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sábado, 6 de agosto de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy sábado, 6 de agosto de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.





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