jueves, 16 de julio de 2009

Cataluña y España

Un excelente artículo del escritor y periodista Xavier Vidal-Foch, titulado "Si Cataluña no existiese", en El País de hoy, me ha hecho reflexionar sobre la propensión que tenemos los españoles a mezclar churras con merinas. Por ejemplo, asimilando pueblos y naciones con partidos o gobiernos. Ni todos los israelíes son antipalestinos, ni todos los gallegos, vascos, catalanes y canarios son nacionalistas y antiespañoles.

A mi personalmente no me molestan lo más mínimo los españoles que dicen no sentirse españoles. Faltaría más que alguien estuviera obligado a "sentirse" español, canario, sueco o neozelandés. Uno "es" español, canario, sueco o neozelandés, y si no le gusta y puede, pues se cambia de nacionalidad. La nacionalidad de origen, por derecho territorial o de sangre, es algo que nos suele venir dado y no algo que podamos elegir, al menos en primera instancia.

Yo no me siento especialmente orgulloso de ser español, pero tampoco me ofende, me molesta o me avergüenza. Como todos los pueblos, los españoles, en conjunto, tenemos cosas malas, buenas y "mediopensionistas". Y lo mismo supongo, individualmente, pasa con los gallegos, los vascos, los catalanes, los madrileños, andaluces, extremeños, murcianos, canarios y demás gentes que conforman esto se que se llama España.

Tampoco me parece que debamos dar el mismo valor a las opiniones de un ciudadano particular que a las de un responsable político, social, económico o cultural, aunque todas sean igual de respetables o detestables según el caso.

Ahora que la rancia y casposa derecha-derecha española, clama contra Cataluña, confundiendo a Cataluña con el tripartito que la gobierna y que defiende sus intereses, exactamente igual que lo hacen madrileños, valencianos, gallegos y canarios, cada uno con la fuerza y la representación política que los votos les han otorgado, he recordado una de las pocas ocasiones en que me he sentido avergonzado de ser español. Y fue cuando hace más o menos dos años, esa impresentable "Margaret Tatcher" a lo ultra-liberal-carpetovetónico que es doña Esperanza Aguirre, clamó al cielo contra la posibilidad de que una empresa "extranjera", la catalana Gas Natural, se hiciera con el control de la "españolísima" Endesa,.. ¡Antes alemana que catalana!, clamaba... Y a boicotear el cava y la butifarra... En cualquier país normal, la hubiera defenestrado su propio partido; pero ya se sabe, el PP no es un partido normal: es la quintaesencia de la españolidad más acrisolada...

Así pues, aunque Cataluña no necesite de mi concurso, un servidor de ustedes, que es antinacionalista visceral y confeso, se despide en esta ocasión con un ¡Visca Cataluña y Viva España! Y me da igual lo que me llamen. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Vista panorámica de la ciudad de Barcelona (Cataluña)




"Si Cataluña no existiese", por Xavier Vidal-Foch
EL PAÍS - Economía - 16-07-2009

¿Qué ocurriría si Cataluña no existiese en el universo español? ¿Qué sucedería con la Hacienda pública, con la economía productiva, con el modelo de Estado?

Este tipo de interrogantes es muy útil en momentos de polémica o confusión. La Unión Europea ha basado en esta mayéutica del coste de oportunidad (el valor obtenible dedicando esfuerzos y recursos a una finalidad alternativa) el argumentario de algunos de sus grandes saltos: El coste de la no Europa, tituló Paolo Cecchini su famoso estudio preparatorio del mercado único.

¿Cuál sería el coste de la no-Cataluña? Fácil. Las autonomías no mejorarían hoy su financiación. De hecho, España no sería un Estado autonómico, pues no habría comunidades autónomas. La autonomía es, sobre todo, un invento catalán. Tras un siglo de frustraciones, el Estatut de 1932 vino a consagrarla, y otros siguieron. El título VIII de la Constitución de 1978 calcó el esquema del Estatut de 1979, que se fraguaba al tiempo. Y la LOFCA. Y la progresiva cesión de impuestos estatales (el 15% del IRPF desde 1992; el 30% desde 1997; el 33% del IRPF y el 35% del IVA desde 2002) se debió a propuestas catalanas. Las últimas reformas estatutarias siguieron también el patrón barcelonés. Como el nuevo sistema de financiación, que solemniza un verdadero, aún incompleto, federalismo fiscal.

La secuencia es idéntica en todas esas ocasiones. Cataluña empuja, punta de lanza, la descentralización de Política y Hacienda. Otros territorios claman al cielo contra los supuestos privilegios que aquélla persigue. Al final se universaliza, con retoques, lo obtenido por los catalanes. Tarde más que pronto, alivio general.

El único problema es que las lógicas tensiones interterritoriales las aprovechan pescadores en río revuelto. Normalmente la caverna y sus portavoces, pero a veces también el meridionalismo irredento o algunos talibanes de la punta de lanza. Y así una baronesa/condesa proclama su preferencia por una Endesa alemana, antes que catalana (¿y la unidad de mercado que tanto propala?); un partido realiza un pseudo referédum contra el Estatut; sus amigos decretan, aprovechando una simétrica memez contra el Madrid preolímpico, el boicot a los productos made in Catalonia (¿acaso no son españoles?); y toda la discusión financiera se referencia al techo de la reivindicación catalana... El primer lema es, contra ellos. El segundo, nosotros, lo mismo. Y el tercero, coge el dinero y corre.

Así, se ha instalado la percepción de que los catalanes son sospechosos habituales, que cualquiera de sus propuestas esconde truco insolidario: un partido lleva al Constitucional 42 disposiciones del último Estatut... idénticas al andaluz, que no recurre. Se les presenta pues, despectivamente, como viajantes de comercio, peseteros, explotadores, egoístas, fenicios, judíos... En esa tarea la caverna nacionalista española utiliza a veces coartadas suministradas por el alicorto nacionalismo periférico opuesto. Y convergente en sus daños colaterales.

¿Fenicios? ¡Bravo! Deberían sentirse satisfechos los denostados. Sin el comercio fenicio no habrían progresado ni Grecia ni Roma: la cuna de la civilización es el comercio. ¿Judíos? Espléndido. Son la entraña de la burguesía, y ya escribió Carlos Marx en su Manifiesto comunista que ésa era la clase más revolucionaria de la Historia. Algo que la España imperial obvió, expulsándoles, y de ahí el retraso atávico de la Península.

Pese a esas pendencias, al cabo jamás se produce la ruptura del mercado interno, aunque sea perfectible. Nunca quiebra la cohesión territorial, modélica en términos europeos, por ejemplo respecto de Italia. Pero sí se labra una agria fisura espiritual, que puede acabar redundando, a la larga, en otras más graves.

El coste de la no-Cataluña desbordaría la Política y la Hacienda pública. Alcanzaría a la economía productiva. El Principado es desde hace tres siglos una compañía start-up para el conjunto de España: introductora de nuevas técnicas, nuevos sectores. De la máquina de vapor, a la industria editorial; de la moda, a la publicidad; del cine, al diseño y la arquitectura; de la automoción, a la biomedicina; de las ferias, al gas y la energía eólica, casi todo penetra por ahí. Pero paga caras sus debilidades, su añejo recelo liberal/libertario a la política, o sea, al Poder. Su escasa ambición por el tamaño empresarial, por el gran conglomerado, su aversión a la sociedad por acciones. Y al final, acaba traspasando a otros la capitalidad de lo que inició. Ahora podrá aparcar su angustia por la asfixia financiera. Que se dedique, liberado de hipotecas y fantasmas, a esas asignaturas pendientes. Las que no dependen del enemigo exterior.

Éste, la España de matriz castellana, apenas ha producido un (espléndido y recomendable) estudio sobre el coste de la no-Cataluña. No es económico, sino cultural: El nacionalismo lingüístico (Península), de Juan Carlos Moreno Cabrera, catedrático de Madrid. En Barcelona proliferan, al menos desde Ramon Trias Fargas, los textos sobre la factibilidad de la no-España. El último, de Jacint Ros Hombravella, se subtitula La viabilitat econòmica de la independència de Catalunya (La Magrana). De momento, sólo una minoría de catalanes comulga con ello. Un hermoso milagro.




El escritor Xavier Vidal-Foch




Entrada núm. 1186 (.../...)

miércoles, 15 de julio de 2009

Harto

Lo se, lo se, siempre estoy con lo mismo... Hasta los mismísimos [......] me tienen los políticos. Todos. Sin excepciones. Aunque como repito en cada ocasión propicia, unos más que otros. Cito de nuevo a la escritora y periodista Rosa María Artal, que en su Blog "El Periscopio", se anima a proponer que cambiemos a los valencianos por los daneses y a los madrileños por los suecos enumerando sin "animus iniurandi" las ventajas que obtendríamos con el cambio. Todos.

Yo he dicho muchas veces lo mismo sobre los tinerfeños, isla, por cierto, en la que tengo numerosos y buenos amigos, y sobre todo amigas. Pero también las tengo en Galicia: allí están ahora dos de ellas, Luisa y Ana, a las que no veo hace mucho tiempo. No me importaría intercambiar tinerfeños por gallegos, al menos durante una temporada...

Bromas aparte. El panorama político nacional es desolador. El gobierno, ganando tiempo y oxígeno como sea; la oposición, en Babia o navegando entre la inconsistencia y el cinismo; y los nacionalistas, como siempre, a lo suyo.

He vuelto a releer algunos pasajes de "Política, partidos y grupos de presión" (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1962), el monumental libro de V.O. Key del que les hablaba hace unos días. En una misma página, la 30 de la edición citada, anoto estas perlas sobre la clase política: "El motivo primario del político no es hacer el bien a la humanidad o, incluso, a su propio país sino simplemente obtener el poder para sí". Poco más adelante añade: "Considerando a un político, la primera cuestión no es la de si se trata de una buena persona que usa de medios rectos, sino de si tuvo éxito para ganar el poder, y si lo conservó gobernando; en resumen, si fue habilidoso en su materia o, por el contrario, un chapucero". Y concluye al final de la página: "La confusión entre política y ética proviene en parte del hecho de que cada sector de la sociedad al procurar incrementar sus intereses, identifica sus propias ventajas con el bien público; por tanto, la discusión política se impregna de moral". De falsa moral, añadiría yo.

Pensarán ustedes que todo lo que dice el profesor Key ya lo dijo en el siglo XVI, con más elegancia y cinismo, el primer gran analista político de era moderna, el florentino Nicolás Maquiavelo. Aunque yo soy de los que piensan que después de Platón y Aristóteles sobre "política" no se ha escrito gran cosa que merezca la pena, tengo que darles la razón.

Los ciudadanos somos unos ingenuos: algunos lo sabemos, aunque nos apliquemos el refrán ese que dice "que sarna con gusto, no pica" (mentira, pica y mucho); la mayoría, lo ignora, y en algunos casos, voluntariamente. En algún momento esta situación debería cambiar para bien con necesarias reformas constitucionales de las que hablaremos otro día. De momento, y asumiendo como propia la idea de Rosa María Artal, ¿por qué no intentamos más intercambios como los que ella propone? Se admiten propuestas... ¡Ah!, y gracias, Forges, por haberme resuelto la parte gráfica... Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Forges





"PERMUTO VALENCIA POR DINAMARCA Y MADRID POR SUECIA", por Rosa María Artal
Blog El Periscopio, 14 de julio de 2009

Fiel a mi idea de que la mejor forma de aprendizaje es el contacto directo y ponerse en el lugar del otro, hace tiempo que vengo pensando en una solución revolucionaria para arreglar algunos de nuestros problemas y, colateralmente, solucionar otros ajenos. Se trata de un experimento por el que se permutaría Valencia por Dinamarca y Madrid por Suecia. Atiendo a las cuestiones más urgentes. De resultar positiva la prueba podríamos estudiar nuevos intercambios.

La Comunidad Valenciana cuentan casi con el mismo número de habitantes que Dinamarca: unos 5 millones de personas. El primer aspecto positivo sería que en Dinamarca los valencianos se encontrarían mucho más holgados, dispondrían de casi el doble de territorio, 43.000 Kms. cuadrados, frente a 23.000. Un pasado histórico de solera les es común, y a ambos les baña el mar. Claro que allí son el Mar del Norte y el Báltico de temperaturas gélidas, pero dicen –no sé si está probado- que el frío curte. Más de 400 islas, la mayor parte despobladas, inmensos terrenos para construir y especular, ahora que el litoral valenciano está saturado de ladrillo. Tendrían que acostumbrarse, eso sí, a residir en un paisaje armónico, con un urbanismo elegante y bien diseñado.

Los valencianos cobrarían allí 3.250 euros (ése es su salario medio, el más alto de la UE y con pocas diferencias sociales). Pagarían también precios algo más elevados, aunque no más de un 10% de los que tenemos en España. E impuestos superiores al 50%, el 60% para los millonarios, (En España la media es 34% y 42% para los más ricos). A cambio dispondrían de grandes medidas sociales, porque allí el Estado gasta en los ciudadanos el 30% del PIB, mientras nuestro país sigue estando a la cola de Europa con un 21%. Yo creo que en el aspecto económico rentaría el trueque a los valencianos.

Deberían aprender todos inglés, en Europa no puede uno moverse sin este idioma. “Educación para la ciudadanía”, sin objeciones y en el idioma propio. Y otros horarios. Entrar a trabajar a las 9 y terminar a las 4 por ejemplo, con un bocadillito en medio, sin dos platos, postre, café y pacharán.

Pero también compensa todo esto:

Dinamarca es el segundo país más pacífico del mundo según Global Peace Index en 2008. Su capital, Copenhague, está considerada por la revista Monocle como la mejor ciudad para vivir en su Top 20 Most Livable Cities Chart. Asimismo, está clasificada como una GaWC Ciudad cultural mundial, siendo tercera en Europa occidental, sólo sobrepasada por Londres y París.

En cuanto al clima, en verano se quitarían de agobios, y en invierno, desde luego, se pelarían de frío. Y el sol, nada de la maravillosa luz Mediterránea, en invierno apenas lo ven y en verano no se esconde, el muy ladino, casi en todo el día. Pero eso con unas buenas persianas, puede paliarse.

Son algo menos tacaños que los suecos, aunque tampoco dilapidan el dinero. Ambas partes -españoles y nórdicos- pueden aprender para obtener una media aceptable. Porque podíamos dejar algún danés allí para hacer más fácil el tránsito.

Con todo, lo más positivo, lo que me inclina a proponer esta permuta es que Dinamarca fue el país menos corrupto del mundo en el año 2008 según Corruption Perceptions Index. Y, además, que la sociedad tiene arraigados una serie de valores democráticos que defienden a ultranza: la igualdad, la libertad de expresión y los derechos humanos, el respeto al ser humano, la solidaridad y la responsabilidad hacia la comunidad, tanto en la vida social como en la familiar. Ya sé que en Valencia, en España, también, pero allí es norma de vida profundamente interiorizada por la sociedad. Insisto que estoy hablando de un primer estadio de las permutas.

Prácticamente los mismos valores y circunstancias –algo más de gasto social incluso- comparte la vecina Suecia. Con 9 millones de habitantes –que no sé cómo meteríamos en Madrid-, nos brindarían un inmenso territorio de 449.964 Km², en el que tanto Esperanza Aguirre como Alberto Ruiz Gallardón serían realmente felices por las posibilidades de inversión que ofrece. Ahora bien, ambos, Camps y Rita Barberá también, se verían obligados a vivir con mucha mayor austeridad y, especialmente, con mayor control incluso ciudadano. Cualquiera tendría acceso a su declaración de impuestos.

Los nuevos madrileños nórdicos dispondríamos de los mismos gélidos mares que nuestros nuevos vecinos valencianos, pero playa al fin y al cabo, lo único que le falta a Madrid para ser maravillosa. Habría que hacer, desde luego, un esfuerzo por manter las calles limpias, asfaltadas y con las señales de tráfico bien pintadas. Cuando vinieran las visitas no podríamos tener las ciudades como está nuestra capital.

Altísima inversión en innovación y tecnología, tanto en el sector privado como público, y auténtica pasión por el cuidado del medio ambiente. A acoger con cariño y respeto a los emigrantes –salvo excepciones- ya estamos acostumbrados en Madrid, pero la experiencia sueca nos serviría porque ellos llevan haciéndolo desde los años 70. Allí fueron buena parte de los arrojados por las dictaduras latinoamericanas. De hecho, es uno de los países que más interés tiene por el idioma español que se estudia incluso en las Universidades. Un problema que veo es que en Suecia prima la educación pública, pero ese aspecto es subsanable. En seis meses, pienso que algo cambiaría la mentalidad. Porque digo yo que será el aire o el agua lo que forma los criterios. No puede ser otra cosa.

Y lo mejor: un puente entre Dinamarca y Suecia, que en 15 minutos te sitúa en el otro país. Valencianos y madrileños podríamos compartir las nuevas experiencias. Por ejemplo, la de respetar el tráfico y desplazarse en bicicleta que es tan sano. Y tan barato. O que, en lugar de “ayudar” a su mujer en casa el día que les viene bien, tienen que afrontar a partes casi iguales el cuidado de los hijos y las tareas del hogar.

Esto es un primer esbozo del proyecto de permuta. Y ya es demasiado extenso, podemos profundizar en la idea. Al mismo tiempo, prestaríamos a los nórdicos en España espontaneidad, el gran arte de la improvisación y un saber vivir –aunque sea endeudándose en nuestro caso-. Aprenden rápido. Un año a prueba. Eso es todo. Me quedo pensando y mirando el mar Báltico.




Forges




Entrada núm. 1185 (.../...)

martes, 14 de julio de 2009

París, 14 de julio de 1789

No voy a hacer ningún panegírico de la Revolución Francesa, de cuyo inicio se cumplen hoy 220 años, que puso fin al Antiguo Régimen. Sólo se que su divisa de "Libertad, Igualdad, Fraternidad", ha alumbrado e incendiado desde entonces los corazones de miles de hombres que vieron en ella la redención de siglos de opresión.

Si la Revolución Americana, producida trece años antes, alumbró el derecho de los pueblos a vivir conforme a las leyes que ellos mismos se otorgaran libremente, la Revolución Francesa promulgó ese mismo año de 1789 la primera declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano con pretensiones de validez universal. Les dejo con ella. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789




"Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789"

[Adoptada por la Asamblea Constituyente francesa del 20 al 26 de agosto de 1789, aceptada por el Rey de Francia el 5 de octubre de 1789.]

Los representantes del pueblo francés, que han formado una Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, la negligencia o el desprecio de los derechos humanos son las únicas causas de calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne estos derechos naturales, imprescriptibles e inalienables; para que, estando esta declaración continuamente presente en la mente de los miembros de la corporación social, puedan mostrarse siempre atentos a sus derechos y a sus deberes; para que los actos de los poderes legislativo y ejecutivo del gobierno, pudiendo ser confrontados en todo momento para los fines de las instituciones políticas, puedan ser más respetados, y también para que las aspiraciones futuras de los ciudadanos, al ser dirigidas por principios sencillos e incontestables, puedan tender siempre a mantener la Constitución y la felicidad general.

Por estas razones, la Asamblea Nacional, en presencia del Ser Supremo y con la esperanza de su bendición y favor, reconoce y declara los siguientes sagrados derechos del hombre y del ciudadano:

Articulo 1
Los hombres han nacido, y continúan siendo, libres e iguales en cuanto a sus derechos. Por lo tanto, las distinciones civiles sólo podrán fundarse en la utilidad pública.

Articulo 2
La finalidad de todas las asociaciones políticas es la protección de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre; y esos derechos son libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión.

Articulo 3
La nación es esencialmente la fuente de toda soberanía; ningún individuo ni ninguna corporación pueden ser revestidos de autoridad alguna que no emane directamente de ella.

Articulo 4
La libertad política consiste en poder hacer todo aquéllo que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de los derechos naturales de cada hombre, no tiene otros límites que los necesarios para garantizar a cualquier otro hombre el libre ejercicio de los mismos derechos; y estos límites sólo pueden ser determinados por la ley.

Articulo 5
La ley sólo debe prohibir las acciones que son perjudiciales a la sociedad. Lo que no está prohibido por la ley no debe ser estorbado. Nadie debe verse obligado a aquello que la ley no ordena.

Articulo 6
La ley es expresión de la voluntad de la comunidad. Todos los ciudadanos tienen derecho a colaborar en su formación, sea personalmente, sea por medio de sus representantes. Debe ser igual para todos, sea para castigar o para premiar; y siendo todos iguales ante ella, todos son igualmente elegibles para todos los honores, colocaciones y empleos, conforme a sus distintas capacidades, sin ninguna otra distinción que la creada por sus virtudes y conocimientos.

Articulo 7
Ningún hombre puede ser acusado, arrestado y mantenido en confinamiento, excepto en los casos determinados por la ley, y de acuerdo con las formas por ésta prescritas. Todo aquél que promueva, solicite, ejecute o haga que sean ejecutadas órdenes arbitrarias, debe ser castigado, y todo ciudadano requerido o aprehendido por virtud de la ley debe obedecer inmediatamente, y se hace culpable si ofrece resistencia.

Articulo 8
La ley no debe imponer otras penas que aquéllas que son evidentemente necesarias; y nadie debe ser castigado sino en virtud de una ley promulgada con anterioridad a la ofensa y legalmente aplicada.

Articulo 9
Todo hombre es considerado inocente hasta que ha sido convicto. Por lo tanto, siempre que su detención se haga indispensable, se ha de evitar por la ley cualquier rigor mayor del indispensable para asegurar su persona.

Articulo 10
Ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aun por sus ideas religiosas, siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del orden público establecido por la ley.

Articulo 11
Puesto que la comunicación sin trabas de los pensamientos y opiniones es uno de los más valiosos derechos del hombre, todo ciudadano puede hablar, escribir y publicar libremente, teniendo en cuenta que es responsable de los abusos de esta libertad en los casos determinados por la ley.

Articulo 12
Siendo necesaria una fuerza pública para dar protección a los derechos del hombre y del ciudadano, se constituirá esta fuerza en beneficio de la comunidad, y no para el provecho particular de las personas por quienes está constituida.

Articulo 13
Siendo necesaria, para sostener la fuerza pública y subvenir a los demás gastos del gobierno, una contribución común, ésta debe ser distribuida equitativamente entre los miembros de la comunidad, de acuerdo con sus facultades.

Articulo 14
Todo ciudadano tiene derecho, ya por sí mismo o por su representante, a emitir voto libremente para determinar la necesidad de las contribuciones públicas, su adjudicación y su cuantía, modo de amillaramiento y duración.

Articulo 15
Toda comunidad tiene derecho a pedir a todos sus agentes cuentas de su conducta.

Articulo 16
Toda comunidad en la que no esté estipulada la separación de poderes y la seguridad de derechos necesita una Constitución.

Articulo 17
Siendo inviolable y sagrado el derecho de propiedad, nadie deberá ser privado de él, excepto en los casos de necesidad pública evidente, legalmente comprobada, y en condiciones de una indemnización previa y justa.




La Libertad guiando al pueblo (E. Delacroix, 1830)




Entrada núm. 1184 (.../...)

Lobotomizados





¿Ciudadanos lobotomizados?



Hace unos días pusieron por la Primera Cadena de TVE una miniserie especial de dos capítulos de "Amar en tiempos revueltos". En ella se narra el triste final de quien fuera protagonista principal de la temporada anterior, Hipólito Roldán, asesinado por su propia familia simulando un suicidio. En uno de los episodios citados, la esposa de Roldán, Regina, autoriza a los médicos del psiquiátrico en el que se encuentra ingresado a que realicen a su marido una lobotomía, práctica médica que en los años 50 causaba furor en la psquiatría norteamericana considerándola un avance médico incalculable. Tanto, que a su inventor se le concedió el Premio Nobel de Medicina en 1949.

Técnicamente hablando, la lobotomía es la ablación total o parcial de los lóbulos frontales del cerebro. Los datos que siguen los he tomado de la Wikipedia. El procedimiento fue popularizado en los Estados Unidos por Walter Freeman, quien ni siquiera era cirujano y que también inventó "el procedimiento de la lobotomía del "pica-hielo": Freeman utilizó literalmente un pica-hielo y un mazo de caucho en vez del procedimiento quirúrgico estándar. En un acto espantoso, Freeman martilleaba el pica-hielo en el cráneo apenas sobre el conducto lacrimal y lo movía hasta cortar las conexiones entre el lóbulo frontal y el resto del cerebro.

Entre 1936 y los años 50, realizó lobotomías a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Tal era la dedicación de Freeman que comenzó a viajar alrededor de la nación en su propia furgoneta personal, que él llamó su "lobotomobile", demostrando el procedimiento en muchos centros médicos e incluso realizando lobotomías en cuartos de hotel. La abnegación de Freeman condujo al gran renombre para la lobotomía como curación general para todas las enfermedades psicológicas conocidas.

En última instancia entre 40.000 y 50.000 pacientes fueron lobotomizados, con poco o sin cualquier estudio de seguimiento para considerar si el tratamiento era eficaz. Las lobotomías como forma de tratar la enfermedad mental eran una barbarie, que solo pudo ser frenada con el desarrollo de anti-psicóticos y hoy en día se practican procedimientos lesivos de núcleos cerebrales localizados mediante técnicas menos invasivas. La era de la lobotomía ahora se observa generalmente como episodio bárbaro en historia la psiquiátrica. La última lobotomía se practicó en 1967.

En el capítulo que he mencionado de "Amar en tiempos revueltos", se ve al director del psiquiátrico practicar, entusiasmado, una lobotomía siguiendo la práctica del "pica-hielo"... ¿Pero a cuento de qué toda esta historieta sobre Hipólito Roldán y las técnicas psiquiátricas de los 50?, se preguntarán ustedes...

Me he acordado de esta historia leyendo sendos artículos de prensa escritos por dos mujeres periodistas, Maruja Torres y Rosa María Artal, y un diplomático de carrera, José María Ridao, con un mismo telón de fondo: el pasotismo de una sociedad cómoda, adormilada, insensible políticamente, que ponen en tela de juicio el "juicio" de sus compatriotas. Me pregunto si es que estaremos dormidos, hipnotizados, o peor aún, si los nuevos "doctores Freeman" que pululan por las cadenas televisivas nos habrán lobotomizado a los españoles sin darnos cuenta... Pueden leerlos más adelante. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)






Erlich (Diario El País)




"¡UF, CAMPS!", por Maruja Torres
EL PAÍS - Última - 09-07-2009

Algo tienen en común el campismo y el berlusconismo, y es haberle tomado las medidas a la insaciable voracidad de los espectadores de nuestra época. Y digo bien: espectadores que ven cómo transcurren las noticias, convertidas en representación global, instantánea y soluble. Los repentinos uigures de China se solapan a los manifestantes iraníes y se mezclan en el recuerdo, a más sangre más memoria: pero sólo visual, no seamos ilusos. The show must go on.

Por consiguiente, nada cala. O sí: pero en un número de ciudadanos que ya no cuenta, me temo que los mismos capaces aún de leer periódicos y de exigir análisis, de escandalizarse y de pedir que se haga justicia. Poca gente, comparada con el público global que se agolpa a ras de pantalla para recibir la oleada de entretenimiento ídem. Los campistas, igual que sus paralelos italianos, saben que esa gente ya no importa, que somos clientela amortizada, frente a la urgencia de los medios de atraer a las masas. Saben que el ruido puede más que la furia. Y que no importa que lleve agua el río que suena al pasar ante nuestras narices. Camps tendría que salir en bolas, haciendo el pino sobre su propio miembro y atravesando Valencia sobre una cuerda extendida en el aire, para que le dedicáramos unos minutos más de interés y algún que otro comentario en Twitter.

¿Cuánto creen ustedes que habrían permanecido en las preferencias de las audiencias el caso GAL y el de la corrupción descubiertos durante el último Gobierno de Felipe González, de haberse producido hoy en día, con los medios de difusión actuales? Pues tanto como atención hubiera captado un vídeo de Luis Roldán de juerga, en calzoncillos.

La pregunta no es si Camps es culpable. La pregunta es si a alguien le importa, globalmente hablando.




La periodista y escritora Maruja Torres




"LA CULPABILIDAD DE LOS INDIFERENTES", por Rosa María Artal
BLOG "EL PERISCOPIO" - 09/07/09

Lloraba, vulnerable por sus largos años de secuestro, Ingrid Betancourt -con el premio Príncipe de Asturias en las manos-, al reflexionar, sobre cómo los alemanes fueron capaces de dejar ir a los asesinos encañonando a sus víctimas. Todos ellos formaban parte de una mayoría amorfa, que nunca se mueve y consiente todos los atropellos, porque nunca quiso significarse. La componen seres humanos, pacíficos –se denominan a sí mismos-, incluso “apolíticos”, tendencia que se define como “me importa un bledo lo que le pase al conjunto de la sociedad”. Gentes que no quieren enterarse de que fue cierto que “un día vinieron a por mí y ya no había nadie”, como avisó Bertolt Brecht ante el genocidio nazi.

Alguna vez, alguien reacciona colectivamente. Desde el Fuenteovejuna español a la sublevación contra la tiranía de los franceses, pasando por todas las revoluciones y resistencias. publicitadas o ignoradas, que han poblado y pueblan nuestro injusto mundo. Denunciar, una tarea peligrosa, dice hoy El País. El riesgo de denunciar, titula otra noticia, casualmente al lado. Ése parece ser el problema: tomar partido implica peligros, incluso el de quedarse sin opción de saborear toda la tarta, y no la parte escogida. Pero esa actitud entraña, en mi opinión, una mayor amenaza: perder la dignidad.

Y daños a otros. Un día, no hace tanto, algunos trataron de impedir que una niña de 14 años fuese lapidada en Somalia, y tras ser violada para mayor oprobio. Si se hubiera levantado toda la concurrencia, la cría estaría viva. No lo está. El arrojo es un bien escaso.

La pasividad se enseñorea del mundo consumista, nos han aleccionado, a conciencia, para hacernos sumisos y poco o nada comprometidos. Guerras, hambre, desplazados, niños y adultos que mueren en las pantallas de los televisores, mientras miramos para otro lado… ricos objetos de consumo que nos consuelan, cuentas sin pagar en el primer mundo, trampas, demagogia interesada, inyecciones de dinero a los causantes del cataclismo financiero, todo nos toca. Pero… “deprime leer los periódicos, o ver y escuchar cualquier informativo, es más cómodo no hacer nada”, dicen.

Todo se gesta desde un ámbito mucho más cercano. Conflictos en los que una discreta postura -no mojarse, no opinar, ocultarse, no preguntar, ni querer saber, negarse a analizar, a valorar los datos-, garantiza una buena colocación, cuando, al solventarse los problemas, haya un ganador. O cerrar los ojos, porque, sí, es más cómodo. Inicialmente, porque ahí se empieza a perder la primera batalla contra la justicia y la ética.

Acabo de leer que Telemadrid ha empezado a cobrar la información. La televisión regional ha creado “Ciudades por Madrid”, una fórmula en la que los Ayuntamientos se ven obligados a pagar para poder tener presencia en su programación. 30.000 euros le ha costado a Alcobendas, ahora en manos del PP, que los programas estrella de Telemadrid como “Alto y Claro” -sencillamente abominable-, “Madrid Opina” o “Madrid Directo” se emitieran desde esta localidad. 40.000 ha pagado al ayuntamiento de Móstoles para que su alcalde, también del PP, participara como colaborador en el programa de Curry Valenzuela. La denuncia la ha hecho el PSOE y Telemadrid no lo desmiente. Lo argumenta así: “no se obliga a pagar a ningún Ayuntamiento, sino que se les permite la opción de publicitarse por si quieren aprovechar la ocasión”. ¿Y cómo se habla de una ciudad que ha pagado? ¿Objetivamente o pensando que el cliente siempre tiene razón? Es el fin de la información. Y el último episodio… por el momento.

Llueven trajes y coches de lujo regalados a cambio de prebendas, asquerosas manipulaciones, corrupciones, conchabeos, privatizaciones de la sanidad, la educación, y hasta del agua que bebemos… una interminable lista de impunidades que hemos engullido. Hace años escribí un “manual para tragar sapos”. Les hacemos ascos al principio, pero con sal, pimienta y limón terminan entrando. Hasta los digerimos y preparamos el estómago para que no sufra tanto la próxima vez.

Cada día me convenzo más de que los indiferentes, los cautos, ¿los cobardes?, son los culpables de la situación en la que vivimos, desde la planta del edificio en el que residimos al mundo que hemos creado, pasando por todos los estadios intermedios. Unas risas, una ironía, un autojustificarse, una crítica “equidistante”, siempre hay consuelo para el tibio que evita los jardines, la realidad y el compromiso.




La periodista y escritora Rosa María Artal




"HACER POLÍTICA CON LA MORAL", por José María Ridao
EL PAÍS - España - 13-07-2009

Quienes confiaran en que, tarde o temprano, el Partido Popular tendría que tomar medidas contra sus cargos imputados por corrupción tal vez tengan que aplazar sus esperanzas: la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) confirma que los populares se distancian electoralmente de los socialistas, pese a los escándalos. Con estos datos en la mano, los populares no necesitan, siquiera, recurrir a la falacia de que las urnas eximen de las responsabilidades judiciales. Basta con que, como han hecho hasta ahora, esperen a que escampe la tormenta. Porque si un cargo electo puede sobrellevar una imputación por corrupción sin perder la sonrisa, y sus votantes no sólo no lo castigan, sino que lo respaldan, la tentación de esperar deja de ser una tentación y se transforma en una estrategia.

Y, sin embargo, todo lo que el Partido Popular no haga hoy para atajar la situación se convertirá mañana en una grieta por la que la corrupción seguirá instalándose en el sistema democrático. Para empezar, no podrá exigirles a sus propios militantes un comportamiento distinto del que han tenido los altos cargos ahora imputados. Pero, además, tampoco podrá exigírselo a los partidos rivales, ya sea desde el Gobierno o desde la oposición, con lo que la lucha política se encargará de igualar los comportamientos por lo más bajo.

La pauta de actuación que está estableciendo el Partido Popular en su tratamiento político del caso Gürtel es que los cargos electos pueden convivir con imputaciones por corrupción y, dependiendo de lo que ocurra el próximo miércoles, con la apertura de juicios penales en los que podrían acabar sentados en el banquillo. Si esta imagen llegara a producirse y el Partido Popular siguiera sin reaccionar, sólo cabrían dos interpretaciones: o bien el Partido Popular desprecia a la justicia, o bien considera compatible ser sospechoso de un delito y consagrarse a la política.

Decía Karl Popper que una cosa es moralizar la política y otra hacer política con la moral. Está claro que, en España, es esta última opción la que va prevaleciendo. La corrupción lleva dos décadas instalada en las agendas de campaña, pero sólo como arma arrojadiza entre partidos. Las condiciones que la hacen posible no han merecido, en cambio, más que tímidas alusiones presentadas como actos de penitencia. Eso, en el mejor de los casos; en el peor, que es en el que ha destacado históricamente el Partido Popular, se ha sostenido que la corrupción tiene que ver con las esencias y habría, así, partidos corruptos y partidos incompatibles con la corrupción.

Ninguna fuerza política ha reconocido, sin embargo, que sus recursos sean insuficientes para mantener los aparatos burocráticos y para financiar los actos de propaganda. Durante los años de ebriedad a los que ha puesto fin la crisis, una cosa ha sido el discurso público y otra las sentinas en las que cada cual se ha buscado la vida: unos encargando informes inanes que la Administración pagaba a precio de oro, otros recalificando terrenos para empresas que después cotizaban en las sedes y otros aún adjudicando contratos variopintos y poco transparentes que, entre otras cosas, servían para lo mismo que los restantes procedimientos. Para transformar recursos públicos en recursos de los partidos en el poder, aunque en el camino siempre hubiese que descontar el pago a los logreros.

Tal vez la revelación más importante del caso Gürtel sólo consista en que el partido que tensó hasta límites insoportables el Estado de derecho para perseguir a sus rivales no estaba haciendo algo distinto que ellos; si en algo se diferenciaba era en el cinismo de presentarse como regeneracionista inmaculado. Y también en la pretensión actual de mostrarse ofendido por lo que, en realidad, es una ofensa que él ha perpetrado y por la que se juzga en los tribunales a varios de sus dirigentes. Otros partidos se vieron en tesituras semejantes pero, al menos, respondieron de manera distinta. Eso no contribuyó a que se corrigieran las condiciones que hacen posible la corrupción pero, con todo, impidió que se generalizase la peligrosa opinión de que, al final, todos los partidos son iguales, y dejó entreabierta la puerta a la tentativa de moralizar la política.

Si el Partido Popular persiste, por su parte, en hacer política con la moral, esa tentativa resultará aún más lejana. Y la opción a la que se condenará a los votantes será la propia de un país arrastrado al sectarismo, en el que, como parece sugerir la última encuesta del CIS, cada cual vota a los suyos sencillamente porque lo son, sin importar lo que hagan.




El diplomático y escritor José María Ridao




Entrada núm. 1183 (.../...)

sábado, 11 de julio de 2009

Descrédito de la democracia

No tengo muy claro si la democracia está en crisis. Quiero pensar que no; lo que indudablemente está en crisis es la participación ciudadana en la democracia. ¿Dónde está el falló? ¿De quién es la culpa, si es que hay algún culpable?

Dos artículos en la prensa de hoy tratan el asunto desde puntos de vista distintintos. El primero, "Democracias perplejas", del profesor José Vidal-Beneyto, director del Colegio de Altos Estudios Europeos, en París, lo hace desde la crítica al sistema de partidos imperante en Europa, con una cada día más acusada indiferenciación entre izquierda y derecha, quiebra de los valores públicos, imperio de la corrupción, nepotismo desbordado y descrédito de la instituciones. No es a quien votar, sino para qué votar, lo que exige enraizarse en la ciudadanía. Frente al descrédito de la política y al encogimiento de los políticos, dice, son los movimientos sociales y los actores sociales y societarios de base quienes deben cobrar un protagonismo principal. Y concluye pidiendo a la izquierda que más allá de la conquista y gestión del poder político, reivindique esa acción directamente popular como la vía más segura para sacar a las democracias de su atonía y perplejidad, logrando promover el progreso de los pueblos.

El segundo artículo que comento, "¿Una revolución en Westminster?", está escrito por el profesor Timothy Garton Ash, catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford (Inglaterra), muy crítico también con el sistema partidista y parlamentario británico, del que dice. por voz de un parlamentario laborista, que el principal objetivo de sus miembros no es representar al pueblo británico sino obtener un cargo en el Gobierno. O en otra opinión, esta vez de un diputado conservador, que se están poniendo en tela de juicio las bases mismas de la legitimidad del Estado. Circunstancias excepcionales todas ellas que, a juicio del profesor Garton, deberían propiciar un cambio en modelo constitucional de elección y funcionamiento del parlamento británico.

La cuestión es que la democracia, tal y como la conocemos en Occidente, no es posible que funcione sin partidos, y si éstos fallan, ¿a quién recurrimos?... Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Romeu (Diario El País)





"DEMOCRACIAS PERPLEJAS", por José Vidal-Beneyto

EL PAÍS - Opinión - 11-07-2009

La elevada abstención en las últimas citas electorales es una crítica rotunda a la manera actual de hacer política. Los valores públicos están en quiebra y no hay grandes diferencias en los programas de los partidos.

Vivimos bajo el signo de la perplejidad. El imperio de la corrupción, el descrédito unánime de las instituciones, el nepotismo desbordado y sus prácticas, el oprobio inagotable en que ha devenido la política han llevado a la quiebra de todos los valores públicos, a la implosión de todas las referencias colectivas y nos han dejado sumidos en la confusión, átonos e inermes, sin pautas ni asideros a los que agarrarnos. Perplejidad que afecta a todos los ámbitos, incluyendo los más glorificados e intocables como la democracia. Causas de ello, múltiples; veamos algunas.

A partir de los años setenta se confirma el enclaustramiento de lo público en los partidos y su tendencia a la endogamia y al sectarismo partitocrático. Al mismo tiempo, su acción se reduce a las luchas por el poder y con demasiada frecuencia al enriquecimiento de sus líderes. Cabildeos y corruptelas en las alturas y cinismo en la base se convierten en datos de la más concreta cotidianeidad política. Era inevitable que los ciudadanos que no militaban en los partidos, la inmensa mayoría, se desinteresasen por los avatares de sus pugnas y que buen número de ellos rechazasen sus modos y ejercicio. Este rechazo que ha asumido modalidades diversas, unido a la perplejidad a que me estoy refiriendo, tiene en la reiterada abstención electoral a la que se asiste en todos los comicios, su expresión más patente. Y así, sería un error considerar el abultado porcentaje de abstenciones de las últimas elecciones como una impugnación específica al proyecto europeo, cuando todo apunta a una desafección de las propuestas presentadas y, con carácter más general, de la práctica electoral como expresión privilegiada, sino única de las democracias.

En efecto, la descalificación de las elecciones es antes que nada una crítica de la política democrática actual y de su falta de opciones claras, consecuencia de la atenuación de los perfiles diferenciales de los grandes partidos, que los hace, programáticamente, cada vez más próximos. El trasvase casi unánime de la socialdemocracia al social-liberalismo o el implacable desmantelamiento del sector público, al que procedieron, con tanta eficacia, Blair en el Reino Unido y Felipe González en España, sin olvidar el caballo de Troya del atlantismo británico liberal, que bajo el manto laborista instigó la nefasta reunión de las Azores, responsable de tan dramáticas iniciativas como la guerra de Irak, son los principales responsables de la deserción de la izquierda europea. Pues de otro modo es incomprensible que, en plena crisis económica y con la absoluta debacle de los principios y de la práctica del liberalismo que conllevaba, se ignorase o se rechazase el patrimonio que representaban los ideales y los programas socialistas y socialdemócratas, cuando eran el único arsenal conceptual y propositivo que podía sacarnos del atolladero.

El comportamiento de la derecha ha sido mucho más diestro y pugnaz. Sin abandonar la doctrina y la práctica liberal, sino al contrario revindicando su plasticidad adaptativa, ha incorporado, sin rubor ni recato, los elementos de la oferta socialdemócrata que le han parecido más compatibles con su ideario a la par que más sugestivos para los electores. Paralelamente, ha alentado, por detrás de la cortina, a sus tropas ultra que han reactivado en Europa, de manera notable, la presencia de la extrema derecha, más o menos fascista según los casos. Por lo demás, el incesante trasiego de la clase política, de un bando a otro, por iniciativa propia o respondiendo a incitaciones del poder, de las que el presidente Sarkozy es el ejemplo más cumplido, han creado una retribuida circulación que nada tiene que envidiar a la de los futbolistas profesionales, y que alienta la confusión y perfecciona la perplejidad.

El modelo neoliberal responsable del desastre no sirve ya, pero el social democrático, generalizado por Keynes hace 70 años, ha dejado también de ser útil. La razón fundamental es la inadaptación del keynesianismo, que sigue siendo hoy la espina dorsal de la socialdemocracia, a la sociedad actual y más concretamente su imposible y postulada función alternativa al capitalismo contemporáneo. Decir Keynes es invocar la regulación como piedra angular del edificio socialdemocrático, pero su posible y necesaria implantación es ahora, con la economía-mundo, absolutamente inoperativa en la perspectiva nacional e impracticable en la mundial. Por lo que no cabe ni siquiera pensar en una eficaz regulación general. Las grandes instituciones económicas -OMC, FMI, Banco Mundial, FAO, OIT, OMS, AIE, G-20, la futura Organización Mundial del Medio Ambiente- carecen de verdadera capacidad reguladora susceptible de organizar flujos e intercambios y se limitan a marcar pautas de alcance, en la mayoría de los casos, estrictamente retórico.

Olivier Ferrand, agudo analista francés y presidente del think-tank progresista Terra Nova, insiste en que la dimensión reparadora que caracteriza las intervenciones socialistas se queda hoy siempre corta, por la extraordinaria onda expansiva de las crisis que comienzan siendo sectoriales y relativamente modestas y acaban siendo amplísimas y generales. Las subprimes que se inician en EE UU en el mercado financiero inmobiliario, con poco más de 1.000 millardos de dólares y se extienden en pocas semanas a Europa y a los países en desarrollo, sobrepasando los 30.000 millardos, son un buen ejemplo, como lo son también, las rupturas ecológicas con el desmontaje de la biosfera, las sanitarias con la multiplicación de pandemias, las sociales con la radicalización del hambre y las desigualdades. El mito liberal del mercado, que se autorregula sólo, tiene hoy tan poco fundamento observa Olivier Ferrand, como el Estado Bombero que apaga los incendios, cura los males y repara los destrozos, pues no tiene medios para ello. Hoy no es posible curar, sólo prevenir, y además mediante una intervención muy antecedente y de perspectiva mundial.

Escribo mundial huyendo de la manipulación semántica a que nos han sometido los promotores del término y de la ideología de la "globalización", que hereda y culmina los escapismos economicistas que comenzaron en 1949 con la consagración de la expresión y de la doctrina del subdesarrollo, que Truman populariza el 20 de enero de dicho año en el discurso de investidura de su segundo mandato. Con ese término se designaron, a partir de entonces, los países que no alcanzaban el nivel económico y técnico de los países occidentales, medidos con los solos baremos e instrumentos de la contabilidad económica capitalista, en la que el producto nacional bruto por habitante y la acumulación financiera son los criterios fundamentales. Estas pautas que tanto deben a las determinaciones ideológicas y a los supuestos básicos del capitalismo convencional ignoran la dimensión cualitativa de todos los procesos y condenan a la inexistencia a lo más específico de las culturas nacionales y de las tradiciones autóctonas. Gracias a Gilbert Rist en El desarrollo. Historia de una creencia occidental y sobre todo a Amartya Sen y a su Índice de desarrollo humano comienza a aparecer un movimiento de resistencia, en el que la educación, la esperanza de vida, el bienestar social y todas las otras variables del progreso humano tienen el mismo peso que el PIB por habitante. La lucha por la contrahegemonía que es nuestro objetivo permanente debe comenzar por ahí, olvidando un poco las luchas de poder de los partidos, e insistiendo cada vez más en que el problema no es a quien votar, sino para qué votar, lo que exige enraizarse en la ciudadanía. Ya que frente al descrédito de la política y al encogimiento de los políticos, el movimiento social y los actores sociales y societarios de base están cobrando un protagonismo principal. La película Good morning England nos muestra la extraordinaria capacidad de transformación que esos sectores primarios, a caballo de las radios libres y de la música rock, operaron en la década de los sesenta en una sociedad tan encorsetada como la británica, liberando fuerzas y procediendo a una impresionante movilización de las energías de la gente. La izquierda, más allá de la conquista y gestión del poder político, debe revindicar esa acción directamente popular como la vía más segura para sacar a las democracias de su atonía y perplejidad, logrando promover el progreso de los pueblos.




El profesor Vidal-Beneyto




¿UNA REVOLUCIÓN EN WESTMINSTER?", por Timothy Garton Ash
EL PAÍS - Opinión - 11-07-2009

Salvo que me haya perdido algo, Reino Unido no acaba de salir de una guerra, una revolución ni una declaración de independencia. Ésas son las circunstancias excepcionales que suelen hacer falta para producir un momento constitucional. Y sin embargo, extrañamente precipitado por las revelaciones sobre miembros del Parlamento británico que declaraban gastos por cosas como una casita de madera para patos en un estanque, una plancha de pantalones y la construcción de habitaciones para el servicio, existe un reconocimiento generalizado de que el sistema político británico se encuentra en una profunda crisis. A principios de esta semana oí a Dominic Grieve, el portavoz de Interior de la oposición conservadora, decir que la crisis podría poner en tela de juicio "las bases de la legitimidad del Estado".

No hay consenso sobre la solución. Muchos miembros de la clase política, especialmente en los dos grandes partidos, el Laborista y el Conservador, parecen seguir creyendo que bastarán algunos parches. Se equivocan. Reino Unido no necesita una revolución, pero sí una gran reforma. Hay algo que está fundamentalmente mal en un Estado tan centralizado y con un Ejecutivo tan poderoso, cuyos únicos límites son los que le imponen los jueces que aplican la Ley de Derechos Humanos, unos lores no elegidos y los periodistas.

En teoría, Reino Unido tiene un Parlamento soberano. En la práctica, como dijo Grieve en una reunión en el Instituto de Investigaciones sobre Políticas Públicas de Londres el martes pasado, la historia reciente del Parlamento muestra una subordinación creciente al Ejecutivo. El parlamentario laborista Tony Wright se mostró de acuerdo: tenemos un Parlamento que, en la práctica, se niega a ser soberano porque "el principal objetivo de los miembros de la legislatura es entrar en el Gobierno". Y el fin de nuestro actual sistema electoral, añadió, es escoger un Gobierno, no a los representantes del pueblo.

El deber nacional del Reino Unido, por consiguiente, es crear y sostener un momento constitucional, sin las circunstancias históricas que suelen engendrarlo. Para ello hacen falta iniciativas que vengan de arriba y de abajo, del Parlamento y de la gente. Por el momento, hay al mismo tiempo demasiado y demasiado poco en ambas partes. Existen innumerables propuestas, discursos, reuniones, iniciativas y eslóganes, pero no está nada claro cómo se va a plasmar todo eso en un cambio real.

Lo que ha venido de arriba, hasta ahora, es bastante poco. La Cámara de los Comunes va a mejorar su sistema de gastos. Hay un nuevo presidente de la Cámara, que no parece nada del otro mundo. Este otoño, un comité selecto, presidido por Wright, deberá presentar propuestas significativas para mejorar la forma de trabajar de la Cámara baja. (Por ejemplo, es increíble que el Gobierno controle la asignación de tiempos en las sesiones parlamentarias. Imaginemos qué diría el Congreso estadounidense en un caso así). Más importante es que vuelve a discutirse la reforma electoral. Alan Johnson, firme candidato a ser el próximo líder del Partido Laborista, expuso el otro día su propuesta de que el día de las elecciones se lleve a cabo un referéndum sobre el sistema de "voto alternativo plus" (un sistema mixto entre listas y circunscripciones de candidato único), el sistema recomendado hace una década por una comisión encabezada por Roy Jenkins -el ex ministro laborista y presidente de la Comisión Europea-, que el Gobierno de Tony Blair aparcó.

Mientras tanto, estamos con la política preelectoral de costumbre. El primer ministro, Gordon Brown, y el líder conservador, David Cameron, se ponen mutuamente por los suelos en las sesiones de preguntas al Gobierno, con una competición de gritos que hace que, en comparación, los clubes de debate estudiantiles parezcan más adultos. Los maestros de la manipulación como lord Peter Mandelson, que es quien tiene el poder detrás del trono de Brown, siguen haciendo declaraciones descaradamente falsas, como su ridícula afirmación de que el Gobierno no puede ofrecer proyecciones de recortes del gasto público -que todos sabemos que deben llegar- porque estarían basadas en "especulaciones". Cada cosa que dicen los políticos está evidentemente preparada para causar el mayor impacto posible en un ciclo de noticias incesante, presente las 24 horas.

En las pantallas de nuestros televisores sigue jugándose ese deporte llamado política como si fuera tenis o fútbol. ¿Pero cuánta gente siente verdaderamente que éstos son nuestros representantes? Los niveles intermedios de participación democrática son escasos o inexistentes, a diferencia de la floreciente democracia local y regional de Estados Unidos y gran parte de la Europa continental. Los partidos políticos controlan la designación de los candidatos parlamentarios, aunque Cameron ha prometido primarias que nos darían voz y voto en la elección de candidato.

Es verdad que cada cuatro o cinco años el votante británico puede contribuir a "echar a esos cabrones". Entonces llega a Westminster un nuevo grupo que sigue jugando el mismo juego y de la misma manera. Incluso aunque, de vez en cuando, haya un candidato nuevo y fresco que parezca hablar inglés normal, al cabo de unos meses aparece en televisión hablando exactamente como Mandelson.

Al mismo tiempo, fuera de las paredes del Parlamento y los estudios de televisión, hay muchas iniciativas nuevas en todas direcciones. El jueves por la noche hubo una concentración en el centro metodista de Westminster organizada por la coalición Vote for Change (Voto para el Cambio), amenizada por música de Billy Bragg, con el objetivo de despertar el entusiasmo por la reforma electoral. La campaña Unlock Democracy (Abramos la democracia) tiene un proyecto de ley para autorizar una convención de ciudadanos que, con carácter deliberativo, decida sobre una serie de reformas importantes. Por su parte, 38degrees.org.uk pretende crear una comunidad británica en la Red para fomentar el cambio, como MoveOn.org en Estados Unidos. Una nueva iniciativa llamada Real Change (a cuyo comité directivo pertenezco) tiene el objetivo de poner en marcha mil pequeñas reuniones cívicas en todo el país que seguramente desemboquen este otoño en una convención para la reforma (ver www.realchange.uk.net).

Es fundamental que haya una gran movilización popular. Sin una presión desde abajo, los políticos británicos volverán a sus malos hábitos de siempre. Pero por nuestra parte también tenemos que plantearnos una serie de preguntas difíciles. ¿Hasta qué punto la indignación popular con la clase política puede traducirse en la participación sostenida en un movimiento para el cambio constitucional? ("Reforma constitucional" no es un término que tenga mucho eco entre los británicos; "gobierno abierto" quizá podría tener más éxito). ¿No se disipará la energía cívica existente entre todas esas iniciativas tan variadas? ¿En qué sentido tiene derecho a afirmar cada una de ellas que representa "al pueblo"? (Una convención de ciudadanos dispuestos y seleccionados al azar, como se hizo por primera vez en la provincia canadiense de la Columbia Británica, serviría para aplacar en cierta medida esa objeción). Y, en definitiva, ¿cómo puede traducirse todo esto en leyes parlamentarias y en una moción específica para que se celebre un referéndum, que son las formas apropiadas de llevar a cabo una reforma importante en Reino Unido?

En algún momento, y más pronto que tarde, necesitaremos un organismo que sea un puente de dos direcciones entre el Parlamento y la gente. Tendrá que estar dotado de competencias y legitimidad. Wright ha sugerido llamarlo Comisión de la Democracia. En él deberían estar personas que verdaderamente sepan de qué hablan en relación con la Constitución semiescrita y el complejo sistema político del país: gente como el destacado abogado Thomas Bingham, el experto constitucional de Oxford Vernon Bogdanor y la veterana activista política Helena Kennedy. Debería contar con representantes de los partidos políticos. Pero también debería tener a un estudiante, un bloguero, un par de activistas de la sociedad civil... ¿y por qué no varios miembros de la población en general, escogidos por sorteo?

No puede ni debe ser una delegación de Westminster que se dedique a recorrer el país escuchando graciosamente las humildes peticiones de los súbditos de Su Majestad y luego elabore propuestas de compromiso de las que el Gobierno del momento escoja los fragmentos que quiera impulsar a través de una cámara legislativa servil. Pero tampoco puede ser sólo una iniciativa desde abajo de ciudadanos independientes, sin la autoridad política para plantear demandas al Parlamento. Ni el Parlamento ni el pueblo pueden actuar por su cuenta. Sólo un nuevo tipo de relación creativa entre los dos podrá darnos a los británicos el momento constitucional que necesitamos.




El profesor Garton Ash




Entrada núm. 1182 (.../...)

martes, 7 de julio de 2009

U.E.: Ni Barroso ni Blair

El nuevo grupo parlamentario europeo surgido de las recientes elecciones, la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, en el que se ha integrado el anterior grupo de los Socialistas Europeos, hizo público ayer un comunicado que reproduzco más adelante, en el que se oponen a la ratificación del señor Durao Barroso como presidente de la Comisión Europea de manera inmediata, tal y como proponía el Consejo. Han logrado paralizar el proceso de ratificación. Lamentablemente no está muy claro si los miembros españoles del Grupo parlamentario europeo seguirán las instrucciones de su Grupo o las del señor José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español y secretario general del PSOE, al parecer fan entusiasta del impresentable, inútil y desvaído actual presidente de la Comisión, y más que probable candidato a la reelección.

No es una victoria, pero es un paso importante. Se comentaba esa posibilidad en el Blog "La Oreja de Europa" (http://laorejadeeuropa.blogspot.com), premio de la Comisión Europea al mejor Blog en español de 2009 sobre la Unión Europea, en su entrada del 1 de julio, que también reproduzco.

Como colofón, el diario El País publicaba el pasado domingo, día 5, un interesante artículo del historiador Ángel Viñas en el que explicita las razones de fondo por las que, cuando entre en vigor el Tratado de Lisboa, estima que no es precisamente el ex primer ministro británico Tony Blair, el candidato idóneo para asumir el nuevo puesto, creado por el Tratado, de presidente del Consejo Europeo.

Comparto plenamente los puntos de vista de los autores de "La Oreja de Europa", del señor Viñas, y por supuesto del grupo parlamentario europeo Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, y en la medida de mis escasas (o nulas) posibilidades de influir en las decisiones que se adopten por las instituciones de la Unión Europea, me parece importante dejar reflejo de mi opinión en todos los foros institucionales de la Unión donde se me permite hablar o escribir: De momento, Durao Barroso, no; pero Tony Blair, menos áun... Y puesto a opinar, ¿por qué no Jacques Santer, de nuevo, como presidente de la Comisión, y Felipe González, o Ángela Merkel, presidiendo el Consejo Europeo? Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Parlamento europeo (Estrasburgo)



COMUNICADO DEL GRUPO PARLAMENTARIO EUROPEO ALIANZA PROGRESISTA DE SOCIALISTAS Y DEMÓCRATAS
Parlamento Europeo, Lunes 06/07/2009

Los ministros de la UE han descartado hoy sus intentos de acelerar el nuevo nombramiento del presidente de la Comisión, Jose Manuel Barroso, después de la presión de los Socialistas y Demócratas del Parlamento Europeo, que ha sido respaldada por otros grupos políticos.

Martin Schulz, líder del Grupo S&D, pidió inmediatamente a los ministros de la UE que exijan a su candidato la presentación de un programa político ante los grupos parlamentarios y que les consulten acerca de las posibilidades de asegurarse una mayoría en una votación del Parlamento.

Tras confirmarse que no habrá una votación sobre Barroso en la sesión parlamentaria de Estrasburgo este mes, Schulz dijo: “Es un fracaso del Consejo porque no supo ver que no existía una mayoría en el Parlamento para realizar una votación ahora.

Es un golpe importante para Barroso, que ha escogido una estrategia totalmente errónea. En lugar de buscar una mayoría para renovar la Unión Europea con un desarrollo más social, en lugar de buscar una mayoría para ocuparse de la crisis y en lugar de abrazar la idea de una Europa que encuentre su lugar en el mundo, ha buscado sólo una mayoría para sí mismo.

Estaba preparado para aceptar votos de euroescépticos y anti europeos para su reelección.

El Parlamento Europeo, y en particular el Grupo S&D, defiende un procedimiento y un debate abiertos y transparentes. La noticia de hoy representa una victoria para nosotros.

Ahora esperamos que la Presidencia Sueca del Consejo envíe al candidato con un programa a los grupos parlamentarios antes de formalizar la propuesta de un presidente de la Comisión. Debería consultar entonces a los grupos sobre las posibilidades de garantizar una mayoría antes de formalizar cualquier propuesta”.

Tony Robinson
tony.robinson@europarl.europa.eu
www.socialistgroup.eu



Caricatura de Durao Barroso



"UN POLÍTICO BRITÁNICO QUE NOS HACE FALTA", por Ángel Viñas
EL PAÍS - Opinión - 05-07-2009

La solución al tema irlandés dada por el Consejo Europeo muestra que el pragmatismo sigue siendo una constante en la construcción europea. Ahora está por ver si este rasgo, imprescindible en una Unión de 27 Estados, continúa manteniéndose de cara a las decisiones, no menos fáciles, que habrá que adoptar si los ciudadanos irlandeses, en un segundo referéndum, aceptan el Tratado de Lisboa. No son decisiones de tanto calado como la de hundirlo o no hundirlo. Pero según cómo se escoren, y presuponiendo que la ratificación a 27 terminará concluyéndose, cabe afirmar con razonable seguridad que conformarán la forma y manera en que la Unión Europea proseguirá un periplo hoy ensombrecido por la crisis económica y financiera.

Se trata de decisiones que, aparte las institucionales, son las más difíciles en la Unión Europea. La provisión de altos cargos no es irrelevante. La historia muestra que, más allá de los loores del momento, algunos de sus ocupantes han sido débiles y a veces malos. Nadie tiene una póliza de seguro para garantizar el éxito, algo que en la actualidad es más necesario que nunca.

Dejando de lado los puestos de presidente de la Comisión y de presidentes del Parlamento Europeo (si la legislatura se divide entre dos), los que quedan son relativa o radicalmente nuevos. Uno constituye una ampliación en relaciones internacionales de las competencias ejercidas hasta ahora por el español Javier Solana. También la ilustración más evidente del viejo axioma de que el hombre puede hacer el puesto. Solana ha elevado el suyo a unas cotas que pocos podrían haber previsto cuando se hizo cargo. Su sucesor dejará de ser secretario general del Consejo pero asumirá la vicepresidencia de la Comisión para Relaciones Exteriores. Una mejora institucional que exigirá mucho tacto y mucha cintura. Construir sobre el legado de Solana no es una tarea imposible.

El segundo nuevo puesto, el de presidente del Consejo Europeo, es mucho más, amén de una innovación en toda regla. De quién lo ocupe dependerá la traducción a la práctica de los perfiles muy generales que le corresponden según el Tratado de Lisboa. El agraciado deberá tener la capacidad a toda prueba de forjar consensos difíciles, moverse a lo largo de un estrechísimo filo entre los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países miembros y definir el modus operandi del futuro en sus relaciones con los presidentes de la Comisión y del Parlamento. Si tiene éxito, podrá insuflar nuevos bríos a la Unión Europea. Pero si quienes lo eligen se equivocan, habrán prestado un flaco servicio a la misma, a pesar de los previsibles elogios y alabanzas que acompañarán la decisión.

La decisión recaerá sobre alguien concreto, pero en el reparto de los altos cargos no pueden estar ausentes los aspectos políticos, ideológicos y de nacionalidad, el pan y la sal de la Unión. Como debe ser. Entre los candidatos aún no declarados pero cuyos nombres ya empiezan a revolotear por las páginas de la prensa internacional, hay uno que, en mi modesta opinión, no se merece ni llegar a ser considerado seriamente incluso con todo el pragmatismo del mundo por delante. Se trata de Tony Blair. Hasta el momento le apoyan abiertamente su colega e íntimo adversario de antaño, el primer ministro británico Gordon Brown, e Il Cavaliere Silvio Berlusconi. Habrá otros.

Tony Blair no se merece un puesto que requiere una gran capacidad de empeño e ilusión para aportar no ya el proverbial grano sino un kilo de arena a la construcción europea. No la tuvo, o al menos no dio demasiadas señales de ello, cuando fue primer ministro del Reino Unido, y quien esto escribe se dedicaba a analizar la política de su Gobierno. Contribuyó decisivamente, como "nuestro" Aznar, a la división de la Unión Europea. Tampoco cabe olvidar que una de las más incisivas investigaciones oficiales británicas sobre la decisión de cooperar en la invasión de Irak no le acusó formalmente de mentir, pero en 2004 lord Butler le dejó en un lugar sonrojante. Por si las moscas, Brown parece haber tomado medidas para que la próxima investigación no llegue demasiado lejos.

Si Blair terminara siendo el primer presidente del Consejo Europeo se encontrará haciendo equipo con Brown (en el supuesto de que continúe en el poder) o lidiará con el líder conservador David Cameron. En el primer caso no es exagerado pensar que la política británica continuará arrojando chinitas de mayor calibre contra la construcción europea. En el segundo, dado el proceso de fuerte ideologización anti-UE en que parece haberse despeñado el pensamiento tory, Blair será irrelevante excepto para dorar su ego.

Hay nombres más seguros, más pro-europeos y, en último término, más fiables. Los grandes países que han hecho la Europa de nuestros días, con sus virtudes, también con sus defectos, no necesitan mirar allende el canal.



Caricatura de Tony Blair



HAN PARADO A BARROSO..., DE MOMENTO
La Oreja de Europa, 1 de julio de 2009

Parece que la campaña organizada por Los Verdes/Ale está dando sus frutos porque los socialistas han anunciado hoy que han conseguido el apoyo de los liberales (ALDE) para bloquear la re-elección de José Manuel Barroso como presidente de la Comisión Europea el próximo 14 de julio. Esto no significa que no será re-elegido, solo que se aplaza el debate hasta la próxima sesión parlamentaria. El presidente de los socialistas en el Parlamento, Martin Schulz ha avisado a los dirigentes europeos que acordaron 'informalmente' que Barroso sería re-elegido durante el pasado Consejo europeo, "que no pueden ir tan rápido y que tienen que contar con el Parlamento Europeo y con el hecho de que, aunque la mayoría en este organismo sea de la derecha, no pueden dejar de contar con el resto de las fuerzas políticas pro-europeas". Coincidiendo con este anuncio los socialistas españoles han dicho que no tienen nada claro, ni cuando se votará ni si apoyarán al actual presidente de la Comisión. Sin embargo, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ratificó durante el último Consejo su apoyo a Barroso, coinicidiendo con la postura mantenida desde hace meses. Por lo tanto, queda por ver que pasará durante la sesión de septiembre, si los socialistas seguirán los dictados de su grupo político en Europa o lo anunciado por el Gobierno.

Este anuncio se une a todos los tejemanejes que contábamos hace unos días y a las que añadimos dos noticias de última hora: Guy Verhofstadt, antiguo primer ministro belga, ha sido elegido presidente de los liberales en el Parlamento, por lo que ya no podrá ser candidato para presidir la Comisión Europea y por otro lado, la 'remodelación' del grupo político 'Independencia y Democracia' que pasará a ser 'Europe of Freedom and Democracy' (Europa para la libertad y democracia). Agrupa a los eurodiputados euroescépticos el grupo inglés UKIP y a los diputados de la 'Liga Norte', partido político italiano que está en contra de la inmigración. Este nuevo partido preocupa ya en Bruselas porque cuenta con 30 eurodiputados, muchos de los cuales se pueden catalogar de xenófobos, especialmente con el islam y también, homófobos.



Santer, Merkel y González



Entrada núm. 1181 (.../...)

lunes, 6 de julio de 2009

Honduras: ¿Camarote de los hermanos Marx?

No he querido hacer un juego de palabras y menos aún humor negro sobre la crisis política que vive Honduras. Pero la verdad es que la situación de "voy-vengo-entro-salgo" comienza a parecer una parodia de la famosa escena del camarote de los hermanos Marx. En estos momentos, a las 00.45 horas (hora canaria) del 6 de julio de 2009, el presidente depuesto por la Justicia, el Parlamento, la Iglesia, y el Ejército de su país, y buena parte de la opinión pública hondureña, viaja de vuelta a Tegucigalpa desde Washington, con la pretensión de ser repuesto en su cargo por las mismas fuerzas que le defenestraron hace justamente una semana... Y la prensa electrónica habla ya de al menos dos muertos en los enfrentamientos entre partidarios del ex presidente y los de las nuevas autoridades hondureñas. Y hablando de los hermanos "marx" (con minúscula), al final, parece que los paladines de la democracia en América, los presidentes de Cuba, Bolivia y Venezuela, no le acompañan en su viaje de vuelta, no se sabe muy bien a donde... En todo caso, hago votos porque ese viaje no sea al enfrentamiento civil entre hondureños.

En El País de ayer domingo, venían dos interesantes artículos sobre la crisis hondureña. Uno de Moisés Naím, director de la revista Foreing Policy, titulado "GOLPE EN HONDURAS. IDIOTAS CONTRA HIPÓCRITAS", en el que denuncia la esperpéntica actuación de unos y otros (partidarios y adversarios del presidente Zelaya) y de su cohorte de "hooligans" respectivos en la escena internacional, a los que no duda en clasificar de hipócritas e idiotas a partes iguales.

El otro artículo es de la Defensora del lector del diario El País, Milagros Pérez Oliva, que en su crónica semanal, titulada "LA BATALLA DE LAS PALABRAS EN UN GOLPE DE ESTADO", analiza las críticas recibidas por el diario en el proceso de dar a conocer a los lectores la crisis hondureña, y de las dificultades que entraña trasladar al lector una información verídica, real y objetiva de los hechos sin caer en la "opinión" o el "subjetivismo" por parte del periodista y del periódico. Espero que les resulten interesantes. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)




Soldados en las calles de Tegucigalpa



"GOLPE EN HONDURAS. IDIOTAS CONTRA HIPÓCRITAS", por Moisés Naím
EL PAÍS - Internacional - 05-07-2009

¿Será que no leen? ¿Que no ven CNN? ¿O es que vivir en Honduras es como vivir en Marte? ¿O es que son idiotas? ¿A quién se le ocurre que en un país pequeño y pobre los militares pueden sacar al presidente de su cama pistola en mano y expulsarlo del país sin que la comunidad internacional reaccione con furibunda indignación? Un país grande y con bombas atómicas podría darse ese lujo sin sufrir mayores consecuencias, ¿pero Honduras? Honduras no.

El hecho es que las élites políticas y militares hondureñas dieron un golpe de Estado. Peor aún: no necesitaban hacerlo. Con aplicar las leyes les hubiese bastado, ya que el presidente Manuel Zelaya había incurrido en múltiples violaciones de la Constitución. La Corte Suprema, el Congreso y otras instituciones hondureñas así lo habían certificado. Más aún, tan sólo faltaban unos meses para las elecciones presidenciales. ¿Por qué se precipitaron? ¿Por qué utilizaron a los generales en vez de usar a los juristas?

Los golpistas aducen que se vieron obligados a actuar como lo hicieron ya que Zelaya, apoyado por Hugo Chávez, estaba dispuesto a usar trampas electorales para perpetuarse en el poder. Pero quizá el factor que más les estimuló a actuar fue que por las porosas fronteras hondureñas comenzaron a entrar agentes venezolanos y cubanos con maletas llenas de dólares y camionetas cargadas de armas. Los dólares y las armas, dicen, están destinados a organizar violentas milicias de Hondureños con Zelaya. Aun suponiendo que esto sea cierto, el golpe militar es inexcusable. Además, si el presidente Zelaya está incurso en todos los delitos de los cuales se le acusa, ¿por qué en vez de detenerlo para ser juzgado, lo sacaron del país?

Las torpezas hondureñas son sólo superadas por la explosión de hipocresía que han desencadenado.

Ni más ni menos que Raúl Castro —¡Raúl Castro!— pide sanciones mundiales contra un pequeño país cuyos líderes tomaron el poder por la fuerza. Hugo Chávez, cuya carrera política comenzó cuando lideró un sangriento golpe militar contra un Gobierno democrático, truena contra los golpistas hondureños y amenaza con una invasión. Los presidentes de ese bastión de democracia que se llama la Alternativa Bolivariana de las Américas (Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela) exigen indignados que se aplique inmediatamente la carta democrática de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Con la firma de este documento en 2001, las naciones americanas acordaron que sólo los países democráticos pueden formar parte de la OEA. Según los presidentes del ALBA es lógico, por tanto, expulsar inmediatamente a Honduras. Esta lógica no se les apareció por ningún lado cuando hace poco abanderaron la iniciativa de incluir a Cuba en la OEA. El hecho de que ése no fuese un país democrático les parecía un detalle banal.

Para estos presidentes, que antes despreciaban a la OEA, ahora este organismo es el más importante de la región, y tratan a su secretario general, el chileno José Miguel Insulza, como el máximo garante de las democracias latinoamericanas. Hace no mucho, el presidente Chávez insultaba casi a diario a Insulza. Lo llamaba “insulso” y, con la elegancia intelectual que le caracteriza, lo calificó en televisión con el nombre que en Venezuela se usa para describir el vello anal. Es por tanto reconfortante ver que Honduras ha hecho recapacitar a Chávez y que ahora trabaja mancomunadamente con Insulza para proteger la democracia. Al menos, les debemos esto a los militares hondureños.

Y no podía faltar el imperio yanqui. El presidente de Bolivia, Evo Morales, denunció que esta crisis se ha fraguado en Washington. E insistió en que la intervención extranjera en los asuntos internos de los países es inaceptable. El hecho de que Obama haya denunciado firmemente la situación en Honduras y que no reconozca a las nuevas autoridades son detalles irrelevantes para el estadista boliviano. También ignora el hecho de que intervenir en la política interna de otros países es una de las actividades diarias de su mentor y financiero, el presidente venezolano.

Pero no todo en esta situación es torpeza e hipocresía. La crisis de Honduras les manda a los militares del continente una fuerte señal: los golpes militares ya no son lo que eran. No lo hagan. Y a los políticos de la región también les manda un claro mensaje: Hugo Chávez es tóxico. Manuel Zelaya le debe mucho a Chávez. Pero su cercanía con el teniente coronel le terminó costando mucho más de lo que le aportó.



El presidente Zelaya en tiempos más felices



"LA BATALLA DE LAS PALABRAS EN UN GOLPE DE ESTADO", por Milagros Pérez Oliva
EL PAÍS - Opinión - 05-07-2009

La cobertura informativa de la crisis política de Honduras motiva quejas de signo contrario. No citar las fuentes alimenta la sospecha de parcialidad en las crónicas interpretativas.

Decía en mi artículo del pasado domingo que la arquitectura del periodismo se levanta sobre el lenguaje y el lenguaje es pensamiento. Con la elección de las palabras definimos la realidad, por eso uno de los problemas del periodismo es encontrar los términos justos que mejor definen una situación. Pero no siempre es fácil cuando la situación es confusa, evoluciona rápidamente y concurren fenomenales intereses en juego. Lo ocurrido en Honduras en los últimos días constituye un excelente ejemplo de cómo una misma realidad puede tener interpretaciones opuestas. La batalla de las palabras que se está librando en Honduras en paralelo a la batalla del poder ha tenido fiel expresión en el correo de la Defensora: mientras unos lectores acusan al diario de ser complaciente e incluso justificar en un primer momento el golpe de Estado, otros nos acusan de desinformar y confundir a la opinión pública al condenar lo que para ellos es una legítima defensa de la democracia.

Ya conocen ustedes los hechos: el presidente Manuel Zelaya convoca una consulta popular para reformar la constitución y eliminar la limitación que le impide presentarse a un segundo mandato. El Parlamento vota un reglamento que veta esa consulta y el Ejército sale a la calle en una maniobra preventiva contra las iniciativas del presidente. Zelaya destituye al jefe del Estado Mayor y éste se resiste a abandonar su puesto. Finalmente, el presidente es apresado y expulsado del país.

El diario ha ofrecido una extensa cobertura informativa y ha publicado dos editoriales. El primero se publicó el sábado y era especialmente crítico con Zelaya. El segundo, publicado el lunes, condenaba claramente el golpe. Ambos han sido fuertemente contestados. El primero comenzaba criticando "la moda de repetir mandatos presidenciales saltándose la ley" propia del "caudillismo de izquierdas" y se refería a las maniobras del Ejército como "la negativa militar a cooperar en la consulta ilegal" promovida por Zelaya. Este texto fue interpretado por algunos lectores como una defensa de las posiciones golpistas o como un intento de "generar una opinión pública favorable" al golpe. Así lo estimaron José Luis Gasch, Antonio Flórez, Víctor Casco Ruiz, Hugo Martínez Abarca y Andrés Fariña el mismo fin de semana. Cayetano López y Rafael García Almara añaden que con este posicionamiento el diario se aleja de "la línea progresista" que había mantenido durante años. Por su parte, Carmen Arango ha remitido un largo escrito firmado por seis personas en el que, además de criticar que El PAÍS "minimizara lo que era un golpe de Estado de manual", consideran que se está produciendo un viraje en la posición del diario respecto de América Latina y expresan sus dudas acerca de si la línea editorial del diario está condicionada por intereses empresariales del grupo al que pertenece.¿Se precipitó El PAÍS a la hora de catalogar los hechos en el primer editorial? El director adjunto responsable del área de Opinión, Lluís Bassets, responde: "El editorial no se precipitó al enjuiciar los errores cometidos por Zelaya, ni dedujo de su evaluación que los militares debían destituirle y expulsarle en un golpe de Estado. Tampoco hubo cambio de línea, puesto que analizar los errores de Zelaya como se hizo en el editorial del sábado es perfectamente compatible con la condena de un golpe de Estado inconstitucional, como sí hizo en el del lunes. Es legítimo discutir los argumentos utilizados en uno y en otro, pero no me parece justo que se lea el primer editorial como si se hubiera escrito después del golpe y sirviera para justificarlo".

Cuando se escribió el editorial, los soldados patrullaban ya por las calles de Tegucigalpa, y el propio diario se hacía eco en su crónica de las voces que, desde la Alianza Bolivariana, advertían de que se estaba gestando un golpe de Estado. La situación era, por lo menos, ambigua. En un caso así, tal vez hubiera sido más adecuado tener en cuenta el punto 1.1 del Libro de Estilo, en el que EL PAÍS se define sí mismo como "defensor de la democracia plural según los principios liberales y sociales". La comunidad internacional, incluido el Gobierno de Obama, condenó inmediatamente el golpe de Estado, pero la batalla ideológica ha continuado, por lo que el segundo editorial, de clara condena del golpe, también ha motivado quejas, aunque menos.

Para Grethel Zavala, no hay tal golpe de Estado, sino un acto de defensa de la democracia frente a un mandatario que "cometió un delito de usurpación de poderes y traición a la patria"; Edgardo Figueroa sostiene que la destitución del presidente se produjo "dentro del marco legal" para "evitar el comunismo y la intromisión de Hugo Chávez"; y Samuel Valladares, que el Ejército se ha limitado a obedecer una orden judicial en defensa de la Constitución. Todos piden que rectifiquemos.

Lo cual nos lleva a la reflexión que les proponía el pasado domingo: cómo abordar la creciente presión de sectores fuertemente ideologizados que, conscientes de la importancia que tienen los medios en la conformación de la opinión pública, tratan de modelar la percepción de la realidad por la vía de imponer la terminología más favorable a sus postulados.

En un conflicto tan polarizado como éste o como el que enfrenta a judíos y palestinos, que también provoca constantes protestas de una y otra parte, cada uno de los sectores enfrentados espera de EL PAÍS que narre los acontecimientos de acuerdo con su particular visión de los hechos. Y si no lo hace, le acusa de parcialidad. El dilema sobre la catalogación de los acontecimientos es tan antiguo como la historia, pero la importancia que la información tiene en la sociedad mediática hace que el escrutinio sea ahora mucho más severo.

¿Qué esperan realmente los lectores del diario? A tenor de las cartas recibidas, una parte de ellos espera una especie de comunión ideológica absoluta, poder ver reflejadas sus propias posiciones en las del diario, y viceversa. Pero hay muchos otros que esperan un relato fidedigno de los hechos y un análisis distanciado y riguroso a partir del cual poder construir su propia opinión. Lo sé porque de éstos también llegan muchas cartas. Son expectativas antagónicas. En todo caso, el diario no debe apartarse de su Libro de Estilo: "EL PAÍS se esfuerza por presentar diariamente una información veraz, lo más completa posible, interesante, actual y de alta calidad, de manera que ayude al lector a entender la realidad y a formarse su propio criterio".

El relato de los hechos debe ser la columna vertebral de ese esfuerzo. Y una clara separación entre información y opinión, como también establecen nuestras reglas internas. Las crónicas interpretativas, al ser más subjetivas, se prestan más a incluir valoraciones personales y corren por ello un mayor riesgo de parecer parciales. Ese mayor subjetivismo puede irritar a la parte agraviada de quienes esperan comunión ideológica, y defraudar a quienes esperan datos objetivos para el análisis. Alberto Llamas Ros escribe a la Defensora para quejarse de una de las crónicas sobre el conflicto de Honduras, la titulada "Casi mejor que se lo llevaran", del jueves día 2. En ella se hacen afirmaciones como que "el país olvida a Zelaya" o que "los hondureños desconfían del presidente depuesto por su sumisión a Chaves". Este lector hace una pregunta muy pertinente: "¿A cuántos entrevistó el periodista para poder decir 'los hondureños' en general?". Y respecto de una frase tan valorativa como "según todas las fuentes consultadas, la única credencial que Zelaya puede presentar es haber sido víctima de un golpe", el lector insiste: "¿Qué fuentes?". Elegir para el titular una frase como la indicada da a entender que ésa es una opinión muy extendida, cuando en la crónica sólo la sustenta un vecino sin ninguna significación política.

En conflictos tan polarizados y con tanta carga ideológica, es muy importante extremar las cautelas y cuidar las formas. Citar las fuentes da credibilidad a la crónica. No hacerlo incrementa la percepción de subjetivismo y parcialidad.



Morales, Castro y Chaves (¿líderes por una América democrática?)



Entrada núm. 1180 (.../...)