viernes, 19 de julio de 2024

El poema de cada día. Hoy, Pez, de Elena Medel (1985)

 






PEZ

Nuestro plato favorito requería cierta preparación. Mi abuela abría el pescado en vertical,

leyendo mi futuro.

Sobre la superficie herida distribuía su relleno, con cuidado: las marcas de la muerte no deben

infectarse.

Mientras, ella me hablaba. Yo aún era pequeña; había vuelto del colegio, preguntaba qué

había de almorzar, relamía mis gracias y decía:

peces como los del verano. Por entonces hacía frío. Y al terminar de comer nos sentábamos

juntas, veíamos la televisión juntas, respirábamos juntas cada noche.

Vivir era costumbre de las dos,

y en verano me enfadaba al verla caminar

orilla arriba

orilla abajo:

yo me enfadaba porque temía perderla en una ola, o que se resfriase, o simplemente estar

lejos de ella unos minutos.

Al volver, me sentaba en su hamaca y me ayudaba a limpiarme la arena de los pies, a buscar

mis ceras en la bolsa, a despegarme la sal y las legañas.

El invierno es, ahora, amable en esta casa. Al entrar he querido encontrarte tranquila,

repitiendo tus historias, sonriendo al recordar los buenos tiempos, como siempre,

siguiendo las costumbres de mi infancia.

Pero no ahora no estás. Las dos ya no vivimos, y el frío me agarra por la espalda y me golpea,

recuerda tantas cosas que vuelvo a tener miedo,

y mis ojos

resbalan en mis manos

húmedos

como el pez del invierno

Elena Medel, 1985. Poetisa española











Las viñetas de hoy

 


















jueves, 18 de julio de 2024

De nosotros, los españoles

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Hay pocas ideas más fascistas que aquella según la cual “los migrantes deben integrarse”, señala en la primera de las entradas del blog de hoy el historiador Pau Luque Sánchez, pues la idea de integración es tal vez la más perversa y refinada expresión de Europa, y más en general de Occidente, concibiéndose a sí mismo como el ombligo del mundo. La segunda es un archivo del blog de tal día como hoy de 2012 en la que dejaba constancia de mis reflexiones sobre lo acontecido en España en esa misa fecha de setenta y seis años antes. La tercera entrada es el poema Espejo negro, de la poetisa española Miriam Reyes. Y como siempre, para terminar, las viñetas de humor. Espero que todas ellas les hagan reflexionar. Me daría por satisfecho si así fuera. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico, al menos inténtenlo. Nos vemos mañana de nuevo si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com














Un nuevo nosotros
PAU LUQUE SÁNCHEZ
17 JUL 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Pasó por fortuna desapercebida —situación que espero no revertir irónicamente con este texto— una iniciativa de Vox de hace unos meses en el Congreso al calor del ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. Se trataba de una proposición no de ley que pretendía “suspender los expedientes de adquisición de la nacionalidad española, las autorizaciones de estancia y residencia y prohibir la entrada en España de inmigrantes procedentes de países de cultura islámica, en tanto no se pueda asegurar su correcta y pacífica integración en nuestro territorio”.
Siempre me ha desconcertado ese ataque de realpolitik que algunos sienten cuando la barbarie se expresa libremente. Me refiero a esa cosa del “No estoy de acuerdo con Vox, pero al menos no son políticamente correctos: si los terroristas son de origen islámico hay que decirlo, hay que decir la verdad”. Cuando los bárbaros con tribuna institucional hablan como tales estigmatizan a los migrantes (o hijos o nietos de migrantes) de origen árabe, incluso aunque no practiquen el Islam. Y, al hacerlo, comienza ese sutil y difuso proceso de legitimación de eventuales agresiones, pues si las instituciones amparan la degradación de las personas mediante el lenguaje, ¿qué impide a las personas de a pie completar la tarea y degradarlas más allá del lenguaje?
Tampoco querría conducir yo a equívocos. No extender la sospecha sobre personas que tienen determinados rasgos o hablan ciertas lenguas o rezan a un dios específico no garantiza que los políticos no sean racistas ni xenófobos. Lo único que garantiza, estrictamente hablando, es que sean hipócritas, porque bien pueden estar diciendo cosas en las que no creen. ¿Pero saben qué? La hipocresía es una virtud civilizatoria. Conseguir que los bárbaros no hablen como bárbaros es deslegitimar su forma de hablar. Y deslegitimar su forma de hablar es, sobre todo cuando cuentan con un atril en el Congreso, un primer paso civilizatorio. Se dirá que no es mucho. Pero al negarnos a aceptar que los bárbaros hablen como si la barbarie fuera una alternativa como cualquier otra, estamos exigiendo que las instituciones nos protejan, como decía Judith Shklar, contra el miedo. Un objetivo modesto, pero nada banal.
La propuesta no de ley de Vox, sin embargo, contenía algo más inquietante. Me refiero a la idea de la “correcta y pacífica integración” de los migrantes. Una de las razones por las que Vox creció como creció se debe, me temo, a que Vox es explícito y enfático con tal idea, que genera un amplio consenso. Y es que, ya se sabe, ellos sí dicen “la verdad”, ellos sí dicen, en fin, lo que supuestamente todo el mundo piensa.
Bien, pues se me ocurren pocas ideas sustantivamente más fascistas que aquella según la cual “los migrantes deben integrarse”. Y es que para pedir a alguien que se integre hay que creer que tenemos más derechos que quien llega de fuera simplemente porque nosotros estábamos antes que tú en esta tierra. Por ejemplo, tenemos el derecho, del que tú careces, de pedirte que renuncies a tu forma de vida y te conformes a la nuestra. O sea, que te integres.
Para quienes creen en el deber de integrarse, el migrante carece de autonomía y agencia: no tiene derecho a armar su vida como considere oportuno; tiene que mimetizar las conductas locales, o, si no queda otro remedio, debe al menos modificar su forma de vida de manera tal que esta sea compatible con aquéllas. Así que el deber de integrarse que tienen los migrantes es correlativo al derecho que tienen los locales de exigir que los migrantes renuncien a ser quienes son únicamente en virtud de ser eso, locales.
Este tipo de nacionalismo es una forma incluyente de nacionalismo, pues al menos admite la entrada de algunos migrantes, siempre y cuando paguen el peaje de que los locales elijan cómo los migrantes deben vivir o qué lengua deben hablar. Y yo me pregunto: si un nacionalista incluyente ya niega toda agencia y autonomía a los migrantes, ¿qué clase de Belzebú es un nacionalista excluyente? (Esto conduce a otra pregunta: ¿no es toda forma de nacionalismo defensivo una forma de nacionalismo agresivo a ojos de quien ocupa, en cada contexto, el último lugar en la cadena trófica de las identidades nacionales?)
La idea de la integración es desagradable ya en abstracto. Pero si uno aterriza en la historia y se da cuenta de que los países que más legitimados se sienten a exigir la integración suelen ser países con un pasado colonialista, entonces la situación se vuelve grave aunque no muy seria. Resulta que los herederos de quienes han colonizado tierras durante siglos ahora exigiremos a los herederos de las tierras colonizadas que acepten definitivamente que nosotros siempre tuvimos razón. La idea de la integración es tal vez la más perversa y refinada expresión de Europa, y más en general de Occidente, concibiéndose a sí mismo como el ombligo del mundo. Es como si tuviera lugar una pelea en el patio de la escuela en que un niño le pega una somanta de palos a otro y, cuando lo tiene finalmente sometido, le pregunta: “¿Verdad que soy el más civilizado, el más culto y el más racional?”.
Pero lo más perturbador de la idea de la integración es que se niega a negociar un nuevo nosotros político. Pedirle a los migrantes que se integren es querer dejar intacto quiénes somos políticamente, cosa en realidad imposible y, sobre todo, indeseable cuando se cruzan formas de vida. La idea de la integración es intrínsecamente reaccionaria porque intenta congelar para siempre un “nosotros” que, por otra parte, muy probablemente nunca ha existido. Respetar políticamente a los migrantes es darles carta de ciudadanía, o sea regularizarlos. Pero, además, es interpretar su llegada como el detonante de la obligación de reconfigurar ese nosotros político.
Los nacionalismos occidentales vienen a plantearnos un dilema que apesta a solemnidad en cada uno de sus cuernos. O bien los migrantes se integran o bien serán las sociedades occidentales las que se desintegrarán. Pues no. Lo único que por suerte se desintegra si los migrantes no se integran es la fantaseada nación centenaria o milenaria. Los nacionalistas nos quieren persuadir de que la sociedad se reduce a la nación. Nada más falso. Un migrante que no se integra es una feliz ofensa para la nación, pero no para la sociedad. La supervivencia de una sociedad no depende de que los migrantes se integren, pero sí de renegociar el nosotros político.
Siendo yo un aficionado muy moderado a las metáforas futbolísticas, resulta irresistible acudir a la selección española de la Eurocopa 2024 para hablar del nuevo nosotros al que la migración obliga. Resulta que el mejor jugador catalán, Lamine Yamal, desdibuja lo que el nacionalismo catalán dice que es un catalán como dios manda: su imaginario sentimental está filtrado por su barrio, Rocafonda (Mataró), no por la nación catalana. Y resulta que el mejor jugador vasco, Nico Williams, desdibuja lo que el nacionalismo vasco dice que es un vasco como dios manda: dijo a finales de 2022, con la sonrisa de un pillo, que su nivel de euskera es cero. Resulta, además, que los dos mejores jugadores de España son precisamente ese catalán y ese vasco, cosa que desdibuja lo que el nacionalismo español dice que es un español como dios manda. La selección española simboliza el feliz triunfo de la sociedad española y la derrota de la nación española. Es la alegoría de un nuevo nosotros. Pau Luque es investigador en la UNAM. 


















[ARCHIVO DEL BLOG] 18 de Julio: Setenta y seis años después. [Publicada el 18/07/2012]










Después de haber subido ayer al blog (en dieciocho entradas sucesivas) la película de Jaime Camino "Dragon Rapide" (1984), sobre los días que precedieron a la sublevación militar del 18 de julio de 1936 en los que tanto protagonismo histórico tuvo la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, no tenía pensado escribir nada sobre la fecha que hoy se recuerda. 
No deja de resultar llamativo que apenas se haya hecho mención a ella en los medios de comunicación. Hay algunas excepciones, claro está. El historiador Ángel Viñas, en El País de ayer, publicaba un interesante artículo en el que presta atención a los grupos políticos que de forma más o menos encubierta fraguaron el golpe de Estado y animaron a los militares a rebelarse contra el gobierno republicano. Son datos novedosos, que forman parte de un libro de próxima publicación, que el autor adelanta en el artículo. Lo son porque hecha por tierra el protagonismo que siempre se ha atribuido en su preparación a falangistas, carlistas e incluso a la CEDA de Gil Robles. Por el contrario resalta el papel que jugaron en esos preparativos golpistas los monárquicos de Renovación Española, y por supuesto, los gobiernos de Alemania e Italia, sobre todo éste último. 
La coda final del artículo la dedica el profesor Viñas a criticar la "no-desclasificación" de los documentos militares que rebelan esos hechos en base, entre otras razones, a no “perjudicar” las relaciones diplomáticas con Italia, pero desvelar la fría agresión italiana, dice, que es lo peor que un país puede hacer a otro, no dañará las relaciones con él. Sí lo hace, añade, un gobierno, el nuestro, temeroso del pasado y que tampoco se fía de sus ciudadanos. Y eso sí que da que pensar. En la Unión Europea, tras tantos años, España vuelve a ser diferente, termina.
Setenta y seis años son muchos años, pero es cierto que parece que para algunos españoles la guerra civil no ha terminado aún. Hasta que mi padre se jubiló estuvo coleccionando durante años la revista norteamericana "Life", en español, que encuadernaba por semestres en unos hermosos libros de tapa dura y lomos de cuero verde, que a mi, con apenas diez u once años, me  encantaba ojear. Recuerdo en especial un número de mediados de los años 50, en el que la revista dedicaba un reportaje especial lleno  de fotografías y entrevistas a personas que aún vivían y que habían nacido antes del inicio de la guerra civil norteamericana, en 1861.
Fue un reportaje que me impresionó vivamente y que he recordado ahora, pensando en que cualquier español vivo que haya participado en la guerra civil de 1936-1939, debe tener como mínimo 92 años de edad. No creo que sean muchos los que queden, pero hubiera sido interesante hacer un reportaje similar al de la revista "Life".
Casualmente hace apenas dos días terminaba de leer la última novela de Eduardo Mendoza, "Riña de gatos. Madrid, 1936" (Planeta, Barcelona, 2011), que también se desarrolla en el Madrid de los inicios de la primavera de 1936, cuando se está fraguando el golpe militar. El protagonista de la misma es un joven profesor inglés en Historia del Arte, y experto de reconocido prestigio en la obra y vida de Velázquez, que ha llegado a Madrid en esos días para un trabajo profesional. Sin buscarlo, se ve envuelto en la trama conspiratoria político-militar que dará lugar unos meses más tarde al golpe de Estado y a la guerra civil. No les rebelo más sobre la misma por si tienen interés en leerla. Les aseguro que es una trama interesante, con una fina ironía y sentido del humor, y algunas lucubraciones del personaje principal que rozan la política-ficción, o que pudieron ser verdad...
A mis padres y mis hermanos mayores (a mi me faltan diez años para venir al mundo), el inicio de la guerra civil les coge en Barcelona. Mi padre es en ese momento sargento de la Guardia Civil, y esta destinado en el Parque de Automovilismo de Barcelona como chófer al servicio del coronel Escobar, jefe de la misma en la Ciudad Condal. Lógicamente, la guerra la hace del lado de la República, y es destinado a varios puntos de la zona republicana, siempre como chófer. A finales de 1938, es detenido y encarcelado en un barco prisión en el puerto de Barcelona. La razón, el que antes del inicio de la guerra había estado afiliado a Falange Española y las autoridades republicanas desconfiaban de su lealtad. Con otros dos compañeros guardias civiles logra fugarse del barco y a pie, llegar hasta la frontera francesa. En Francia son internados en un campo de concentración cercano a Lyon hasta que, finalizada la guerra son devueltos a España. Durante esos meses, mi madre no ha sabido nada sobre su paradero ni si estaba vivo o muerto. Finalizada la guerra, los vencedores le enjuician nuevamente por no haberse sublevado en 1936. El no haber participado en acciones de armas, y su antiguo carnet de Falange, le salvan del paredón pero no de la desconfianza. Le destinan (o destierran) a la isla de El Hierro, donde permanece entre 1940 y 1945. Pasa a la reserva, como comandante de la Guardia Civil  en 1956, en Madrid, donde vive desde 1950 hasta su muerte, en 1989.
Como tantas familias españolas, la mía se vio dividida, no solo físicamente, por la guerra civil. Toda la familia de mi madre, mis abuelos maternos y mis tíos, eran republicanos y socialistas, lo que no impidió que mi madre, su hija mayor, fuera siempre una mujer profundamente religiosa, apolítica (por prudencia) y de ideas conservadoras. Y que en casa estuviera terminantemente prohibido hablar de política o de religión. El único hermano varón de mi padre, luchó del lado franquista, en la Legión, donde llegó a teniente. Curiosamente, figura en las listas de republicanos ejecutados por los franquistas en Asturias durante la guerra civil, lo que es inexacto pues murió ya anciano en los años 80. Se lo he hecho saber en varias ocasiones a las asociaciones de víctimas del franquismo asturianas, sin resultado alguno: sigue figurando en las listas de víctimas de la represión.
Creo, sinceramente, que setenta y seis años son muchos años ya para que los españoles nos sigamos guardando rencor por unos hechos que casi ninguno de nosotros vivimos directamente. Soy decidido partidario de que los españoles del bando republicano que murieron en la guerra civil o víctimas de la cruel represión que siguió a ésta, tengan el reconocimiento, homenaje y respeto que se merecen. Que sus restos se busquen, se devuelvan y se entreguen a sus familiares. Que se quiten de iglesias y plazas las placas que hablan de los "caídos por Dios y España" y se sustituyan por otras que hablen y rindan recuerdo perenne a todos los que perdieron su vida en un enfrentamiento fratricida sangriento e inútil. Pero sobre todo me gustaría que dejasen a los historiadores que hagan su trabajo en paz y con todos los archivos abiertos a su disposición para esclarecer definitivamente qué pasó, por qué pasó, y quiénes fueron los responsables de que pasara. Y así, evitar que vuelva a pasar. Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Espejo negro, de Miriam Reyes (1974)

 






ESPEJO NEGRO


No tengo casa a la que volver

ni esperanza de la que colgarme

por eso camino.

Las casas se derrumban a mi paso

la tierra es una alfombra de escombros.

Me detengo a admirar la belleza de las palas mecánicas

los movimientos de las excavadoras me erizan de deseo.

De noche las contemplo:

los perfiles inmóviles de las palas

descansando sobre el cielo azul cobalto

al lado de la luna de luz nacarada

son aún más hermosos que los brazos de los hombres que las manipulan

y las excavadoras

con sus enormes bocas abiertas y llenas todavía

de tierra y escombros

parecen enormes animales muertos.

Mis padres me enseñaron a no tener nunca nada.

Ellos me enseñaron a no volver nunca a casa

a no decir nunca esta casa es mía

aquí me quedo yo

en este lugar que amo.

Cierro la puerta y no necesito mirar atrás para saber

que la casa ya no existe más.

En ninguna parte sin hablar con nadie estoy

pero si nos cruzamos

puedo enseñarte a caminar sonriente sobre la desolación.


Miriam Reyes (1974). Poetisa española








Las viñetas de hoy

 




















miércoles, 17 de julio de 2024

De los fallos de la democracia española

 






Hola. Buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Tenemos uno de los sistemas políticos con mejor valoración del mundo, dice en la primera de las entradas del blog de hoy el sociólogo Ignacio Urquizu, pero es necesario perfeccionarlo y será muy difícil tener una democracia fuerte mientras no se reduzcan las desigualdades. En la segunda, un archivo del blog de julio de 2017, el filósofo francés Bernard-Henri Lévy rendía homenaje de admiración a la abogada y política francesa, y primera presidenta del Parlamento europeo, Simone Veil, con motivo de su fallecimiento en aquellos días. La tercera entrada recoge el poema No te quejes, mujer, de la poetisa española Alejandra Martínez de Miguel. Y para terminar las viñetas de cada día. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico, al menos inténtenlo. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.













¿En qué fallamos como democracia?
IGNACIO URQUIZU
15 JUL 2024 - El País - harendt.blogspot.com

Cuando los padres fundadores de la democracia norteamericana comenzaron a reflexionar sobre el diseño institucional de lo que serían los Estados Unidos, había una idea que les preocupaba: cómo evitar el abuso del poder. De ahí nace la división de poderes, la libertad de prensa o el federalismo. El objetivo último era que el poder estuviera suficientemente dividido, para que nadie pudiera excederse cuando lo ejerciera. Por ello, cuando uno de los poderes pretender limitar el ejercicio de los otros, debemos de reflexionar sobre el debate que se abre.
Todos los indicadores internacionales puntúan muy alto la calidad de la democracia española. De hecho, algunas mediciones como V-Dem revelan que, año a año, nuestra democracia es cada vez mejor. La revista The Economist tiene su propio índice y situaba en 2023 a España dentro de las democracias plenas, un selecto grupo de 24 países, donde no encontramos a EE UU, Israel, Portugal o Bélgica.
El estudio más detallado que se hace en nuestro país lo realiza la Fundación Alternativas. Desde el año 2007, evalúa a través de expertos diferentes dimensiones de nuestra democracia. Su primera edición se tituló La Estrategia de la Crispación, algo que constata que la polarización empezó hace mucho tiempo. En su último Informe sobre la Democracia en España, publicado el año pasado, los datos muestran que la calidad de nuestro sistema político ha pasado por dos fases. Entre el año 2007 y 2015 observamos un descenso continuado. Y es a partir de 2015 cuando la evaluación ha ido mejorando, hasta situarse en su última edición ligeramente por encima de los iniciales. En la actualidad, la nota media, en una escala de 0 a 10, es de 6,4, cuando en 2007 era de 6,2.
Los expertos ponen la debilidad de nuestro sistema político en tres actores: el Gobierno, las formaciones políticas y los medios de comunicación. Dudan de su independencia y señalan, por ejemplo, que “los medios de comunicación son irrespetuosos con las personas” o que “el poder político está fuertemente influenciado por el poder económico”. La corrupción también aparece valorada de forma muy negativa. Las mayores fortalezas aparecen en la limpieza de los procesos electorales, la libertad de voto y todo el conjunto de derechos y libertades de los que gozamos.
Y en estos 16 años, ¿qué ha mejorado y qué ha empeorado? En los estudios de la Fundación Alternativas se observa que el mayor deterioro se ha producido en la protección de la salud, la libertad de prensa, la independencia de los jueces y la estabilidad de los gobiernos. Las mejoras se centran en la participación de la mujer, en la mayor responsabilidad de los gobiernos autonómicos y locales y en el mejor funcionamiento del Parlamento.
La pregunta que surge es: ¿qué piensa la ciudadanía? Es sorprendente que, desde el año 2019, el CIS no plantea en su barómetro ninguna pregunta al respecto. Es por ello que voy a recurrir a la Encuesta Social Europea. Según esta, los españoles muestran una gran satisfacción con el funcionamiento de las elecciones y de los medios de comunicación. De hecho, les produce una valoración muy positiva que los medios de comunicación puedan criticar con libertad al gobierno. Las mayores críticas de la opinión pública se centran en la escasa reducción de las desigualdades y de la pobreza por parte del gobierno y la percepción de que la ciudadanía no es igual ante la ley en el caso de acudir a los tribunales.
La empresa Metroscopia también ha preguntado durante años sobre algunos aspectos de nuestra democracia. Sus datos muestran que la mayor insatisfacción aparece respecto a los partidos políticos. La gente considera que son poco representativos, que no son instrumentos útiles para la participación política y que sus miembros son unos privilegiados en términos de justicia.
Una vez conocemos lo que dicen los estudios internacionales, las valoraciones de los expertos y la percepción ciudadana, podemos afrontar el debate de regeneración democrática con mayor rigor. Partimos que, desde un punto de vista comparado, tenemos una de las democracias con mejor valoración. Pero si queremos abordar reformas, deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en garantizar una mayor libertad de los medios de comunicación, reforzar la independencia de los jueces y trabajar por una mayor estabilidad de los gobiernos. La ciudadanía también espera que nuestra democracia sea más efectiva en el combate de la desigualdad y de la pobreza. Y puestos a cambiar, las formaciones políticas concentran muchas de las críticas ciudadanas.
Acierta el presidente del Gobierno al poner el foco en los medios de comunicación y en el poder judicial. Pero el problema no es solo que algunos medios de comunicación sean poco respetuosos en sus críticas. Tanto la ciudadanía como los expertos creen que debe reforzarse su independencia. Algo similar ocurre respecto al poder judicial, donde la opinión mayoritaria es que no se percibe una igualdad de trato frente a la ley. Y junto a ello, también debemos abordar una regeneración de los partidos políticos. Por ejemplo, cuesta entender que algunas personas se vean penalizadas por disentir de las opiniones mayoritarias, restando pluralidad a las organizaciones políticas. Finalmente, será muy difícil tener una democracia fuerte mientras no se reduzcan las desigualdades. Ignacio Urquizu es sociólogo.














[ARCHIVO DEL BLOG] Dos o tres cosas sobre Simone Veil. [Publicada el 13/07/2017]












Simone Veil (1927-2017) fue una abogada y política francesa, superviviente del Holocausto. Al frente del Ministerio de Sanidad en el gobierno de Valéry Giscard d'Estaing, promulgó la ley llamada ley Veil por la que se despenalizó el aborto en Francia. Fue también la primera mujer en presidir el Parlamento Europeo. Ocupó varios cargos ministeriales en el gobierno de Édouard Balladur, y fue miembro del Consejo Constitucional de Francia.
Era imperiosa y dulce, irascible y generosa. Nadie identificó con tanta precisión los rasgos que singularizan el Holocausto judío. Recibió toda clase de honores, pero llevó una existencia furtiva en una época a la que nunca se adaptó del todo, dice de ella el filósofo francés Bernard-Henri Lévy en un artículo que le rinde homenaje publicado en El País con motivo de su reciente fallecimiento.
Primera imagen de Simone Veil. Septiembre de 1979, durante esas fechas, entre Rosh Hashaná y Yom Kipur, que la tradición denomina “días terribles”. Es una foto en blanco y negro, en la calle Geoffroy l'Asnier, en París, ante el Memorial del Mártir Judío Desconocido. En el estrado, un joven con la cabeza descubierta pronuncia un discurso de homenaje a los muertos de la Shoá. Ella está en primera fila, de pie, muy bella, perdida en sus pensamientos pero evidentemente atenta. Escéptica y severa. Incrédula y cautelosa. Más tarde, le dirá al joven en un tono de amable reproche: “Demasiado lírico”.
Algunos años antes, Simone había pronunciado ante el Parlamento el discurso que iba a cambiar la vida de las mujeres francesas y a marcar el septenio de Giscard d'Estaing como la abolición de la pena de muerte marcaría el de François Mitterrand. Simone parecía la Romy Schneider de El proceso de Orson Welles. Se la veía determinada pero forzada. En sus palabras, había desaprobación pero también una infinita melancolía. No creo que “llorase” tras el discurso, pero no dudo que vivió aquellos momentos en lo que cierto teólogo llamó “soledad última”.
A partir de entonces, recibiría toda clase de honores, sería celebrada, beatificada en vida y venerada pero, paradójicamente, llevaría una existencia furtiva en una época a la que nunca se adaptó del todo.
Siempre fue un enigma para sus contemporáneos, siempre ligeramente retraída, aunque tan transparente a sus propios ojos como es humanamente posible.
Simone era consciente de su misión, de la dirección que había tomado su destino y, también, de su deseo —al que nunca renunció— de romper con lo que una vez, en París, durante la manifestación de apoyo a las víctimas del atentado de la calle Copérnico, llamó “derelicción judía”.
¿Quién eres cuando has vivido lo imposible: mirar a la muerte a los ojos? ¿Cómo no guardar las distancias cuando has conocido en carne propia la doble experiencia del desastre y el milagro?
Nada la enojaba más que escuchar una y otra vez: “La Shoá es inenarrable y por eso los supervivientes, cuando regresaron, se encerraron en el silencio”. “Pues no”, tronaba ella. Ellos no pedían otra cosa que hablar. Era el mundo el que no quería escuchar. Y al contrario que el tópico que pretende que en el principio era la memoria y que esta fue reemplazada poco a poco por el olvido, ella pensaba que, para la generación de los campos, primero fue el olvido y la memoria tuvo que construirse paso a paso e imponerse a la banalización y a la negación.
¡Qué malestar cuando, ministra o eminencia, intentaba abordar el tema! ¿Y qué pensó cuando, durante una recepción, un hombre le preguntó si el tatuaje que llevaba en el brazo era el número del guardarropa?
Una vez nos peleamos. Fue en 1993. Yo acababa de llevarle a François Mitterrand un mensaje del presidente bosnio Izetbegovic, en el que este comparaba Sarajevo con el gueto de Varsovia; luego, había organizado un encuentro en París entre ambos mandatarios, con ocasión del cual Simone, Izetbegovic y yo cenamos en la cervecería Lipp junto con otros amigos de Bosnia. Ella no se anduvo por las ramas: “Las comparaciones son odiosas. Por extrema que sea la situación bosnia, equiparándola con el incomparable sufrimiento judío no le hacemos un favor a nadie”. Izetbegovic asintió con la cabeza y, curiosamente, pareció estar de acuerdo.
Era imperiosa y dulce. Irascible y generosa. En su defensa, hay que decir que nadie ha identificado con tanta precisión como ella los rasgos que, efectivamente, singularizan la Shoá. Fue un crimen, decía: 1. Sin huellas (ni órdenes escritas ni directivas oficiales, nunca, en ninguna parte); 2. Sin tumbas (su padre, su hermano, su madre, desaparecieron convertidos en cenizas y humo, sin otra tumba que su memoria y, al final de su vida, su autobiografía); 3. Sin ruinas (Auschwitz, cuando ella regresa años después, es un lugar apaciguado, neutralizado, aseptizado); 4. Sin escapatoria (un sarajevita tenía, al menos en teoría, la posibilidad de abandonar Sarajevo; un ruandés, Ruanda; un camboyano, Camboya; lo propio del Holocausto fue que no había ningún lugar adonde ir: el mundo era una trampa); 5. Sin el menor rastro de racionalidad (cuando tuvieron que escoger entre dar paso a un tren con tropas de camino al frente o a otro con judíos de camino a los hornos, los nazis siempre escogieron este último).
Y, luego, estaba Europa. Después de la guerra, había dos actitudes. La de Jankélévitch: culpabilidad ontológica de Alemania; corrupción definitiva de su lengua por las huestes hitlerianas; juramento de no volver a tener nada que ver ni con esa lengua ni con ese pueblo. Y la de Simone Veil: no hay culpabilidad colectiva; el alemán es la lengua del nazismo pero también del antinazismo; es posible levantar una Europa cuyos pilares serán, precisamente, esa Francia y esa Alemania que guardan luto por sus fantasmas.
Según Bachelard, el mundo puede reducirse a una serie de copyrights. La relatividad según Einstein. La duda según Descartes. La risa según Bergson o el infierno según Dante. Del mismo modo: Europa según Simone Veil. Pues ¿qué otro nombre sino el suyo me viene a la cabeza en este preciso instante si intento ponerle cara a la princesa Europa?
La última vez que hablé con ella fue hace 10 años, cuando le entregué el Premio Scopus de la Universidad de Jerusalén, termina Lévy su artículo. Estaba con Antoine, el hombre de su vida. Con Jean y Pierre-François, sus hijos. Cansada pero batalladora. Intranquila pero libre de nostalgia. En su elogio de la paz, la ciencia y el derecho, dijo, como en respuesta a un filósofo al que reprobaba: “Solo una palabra puede salvarnos”. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos.. HArendt












El poema de cada día. Hoy, No te quejes, mujer, de Alejandra Martínez de Miguel (1994)

 









NO TE QUEJES, MUJER

Las cosas ya no son como antes.
No te quejes, mujer.
Ya hablas de igualdad en las calles, de sexo en los bares, de cuidados en casa, de amor que no duele, ya vas vestida como quieres.
¿Qué más quieres?
Ya te masturbas, y lo dices.
Ya menstruas, y lo dices.
Ya hay violencia, y la señalas.
Ya estás mucho más calmada.
Ganas casi lo mismo.
Limpias casi lo mismo.
Lloras casi lo mismo.
Ya la hija, la prima, la hermana
camina sin ser cuestionada.
(salvo un día, anecdótico)
Ya la novia, la esposa, la mujer
sale con sus amigas y él no se enfada.
(hubo un día, anecdótico)
Ya la compañera de trabajo concilia, da el pecho, no se siente acosada.
Ya hay murales, libros, un montón poemas y canciones.
¿Qué más quieres?
No te quejes, mujer.
Ya tienes un novio que te ama y no te pega.
Ya sales de casa y nadie te piropea.
Ya en los colegios hay charlas.
Ya nadie te llama guarra – bueno, aquel señor – pero en general ya nadie te agrede.
Ya eres libre. Ya estás empoderada.
¿Qué más quieres?
Si te hemos dejado que hables, si te hemos dejado que bailes.
Si ya te estamos escuchando.
[No estás sola. Yo sí te creo. Si nos tocan a una, nos tocan a todas. No es No, lo demás es violación. Sola o borracha quiero llegar a casa. No estamos todas, faltan las asesinadas. No es un caso aislado, se llama patriarcado.]
Pero ahora, ¿Quién nos habla?
Sí me quejo porque he dejado de ponerme el vestido que tanto me gustaba, por si acaso, que es muy corto, ando por la calle acojonada, no siempre, algún día me miran y en el metro ayer me levantaron la falda, me he negado a pedir un aumento, no van a creer lo que les cuento, a mí me cuidan mis amigas no/creo que salga de fiesta, no me sentí acosada al menos aquel día, los pinchazos en las discotecas a mí no me han tocado, pero agarro mi copa muy fuerte, de la mano a mi amiga muy fuerte, las llaves en la mano muy fuerte, los portazos suenan muy fuertes, sonrío entre dientes. Me quejo aunque me sienta arropada porque no dejas de hablar en nuestro nombre.
La lucha la hicimos nosotras.
Ahora urge un cambio de mirada: de la mujer a los hombres.
De la víctima, al agresor.
De la de la falda corta, al violador.
Miro los recursos, mis referentes, a mi hermanas, la calle morada.
Podría haber evitado el callejón,
no dijo claro que no.
No te quejes, mujer.
Y entre todo ese ruido yo busco mi voz, mi punto de vista, mi verdad.
Nos hemos protegido, nos hemos organizado, hemos hecho pancartas, corrido, cantado.
¿Dónde estabas tú?
¿Diciéndome que no me quejara o ampliando la mirada?
Urge un cambio de foco.
Parece que se nos olvida.
Que por mucho que ella denuncie, que alguien me crea, que yo me alarme.
Que cambie de acera, que proteja a mi amiga, que no vuelva sola del baile.
Nada cambia, si no hay algo distinto.
Sin educación, prevención y reparto de cuidados.
Por mucho que deje de quejarme,
nada cambia
si no dejas de violarme.

Alejandra Martínez de Miguel (1994)
Poetisa española