jueves, 22 de junio de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] Las fronteras del miedo. [Publicada el 26/07/2020]










La construcción del Muro de Berlín en 1961 y su final en 1989 -escribe en este especial dominical de hoy [Escrituras en libertad: Jan Valtin y las fronteras del miedo. Revista de Libros, 17/7/202O] el documentalista y bibliotecario del Instituto Cervantes de Berlín, Sergio Campos- tuvieron un mismo origen: la huida desesperada de los ciudadanos de la Alemania comunista. Desde su creación en 1949, tanto la R.D.A. como los territorios ocupados por los soviéticos se desangraban demográficamente. Cerca de dos millones y medio de habitantes abandonaron el país en esos doce años.
Hubo un hombre que quiso indagar en las historias de aquellos fugados que adquirían la condición de refugiados en la Alemania Occidental. Se llamaba Jan Valtin. Su último servicio a la causa del mundo libre consistió en la escritura de nueve reportajes sobre la frontera de las dos Alemanias. Se trataba de una serie que comenzó a publicar el diario francés Le Figaro el 2 de enero de 1951, el día después de la muerte de Valtin. Tenía cuarenta y seis años.
Hacía una década que gozaba de reconocimiento como escritor. Se había hecho un nombre de justa fama tras la publicación de La noche quedó atrás, la autobiografía de su etapa al servicio de la Komintern, la organización soviética encargada de diseñar y extender la revolución mundial, y que le llevó a estar infiltrado como agente doble en la Gestapo. Es indudable que Valtin tenía el don de contar historias como nadie, lo que unido a su materia narrativa, su propia vida llena de intrigas, clandestinidad, suburbios, crímenes, sabotajes, delaciones y convulsiones sociales en un momento crítico de la Historia, hacen de su libro una lectura trepidante y esencial. Su interés biográfico es indudable, pero su importancia estriba en una palabra sin la cual no hubiera podido escribir y que resumía el estado del mundo en aquellos momentos: libertad.
No siempre los recuerdos de los hombres de acción reflejan la inquietud y los peligros que han experimentado a lo largo de su vida. Un hombre habla a través de su carácter, pero cuando una entidad socialmente superior lo anula, ya no habla el hombre sino la entidad que lo ha fagocitado. Es lo que trata de explicar Peter Schneider en El saltador del Muro, cuando explica sus conversaciones con su amigo de Berlín Este sin que al final pueda distinguirse dónde termina el individuo para dar comienzo al Estado: el «lenguaje en conserva», la «gramática oficial», la «lección debidamente aprendida».
La libertad contagia el estilo. La libertad de ir a la contra, la rebelión natural del hombre, la libertad de errar y poder rectificar luego sin miedo al castigo del Partido, es lo que permitió a los excomunistas elevar su escritura por encima de las redacciones covachuelistas de aquellos comunistas que publicaron sus propios recuerdos con la misma emoción que podrían haber mostrado al escribir una solicitud de vacaciones. La nómina de renegados es amplia, y su calidad indiscutible: Arthur Koestler, Sydney Hook, Stephen Spender, Enrique Castro Delgado entre los españoles, Manès Sperber, André Gide… En esta lista no puede faltar, por supuesto, Jan Valtin; gracias sobre todo a La noche quedó atrás, pero también a estos reportajes que solamente aparecieron en forma de libro en España, México y Argentina con el título de Las fronteras del miedo.
Jan Valtin fue sin duda un hombre de excepcionales cualidades. Se llamaba en realidad Richard Krebs, había nacido probablemente en Darmstadt en 1905 y se había iniciado en la vida clandestina del partido comunista de Alemania en los muelles de Hamburgo. Como a buen marinero e hijo de marino, el mundo se le quedaba pequeño. Organizó huelgas, revueltas y sabotajes en los buques de todos los mares, llegando incluso ser encarcelado en San Quintín tras un asalto en Los Ángeles cuando tenía solamente 24 años. Aunque en principio se estimó que estaría solo unos días en prisión para ser inmediatamente deportado, en realidad estuvo tres años, durante los cuales se dedicó a estudiar y a escribir en el periódico de la cárcel.
Tras la fulminante aparición de los nazis en Alemania, el partido comunista alemán fracasó en su lucha contra ellos pese a la incesante actividad de agentes como Valtin. Su desencanto ideológico, lo que Torrente Ballester llamaba «el impulso del tránsito», le llevó a huir de Europa y recalar en Estados Unidos en marzo de 1938 tras haber actuado como agente doble en la Gestapo.
Nada más poner el pie en el país, la maquinaria de la propaganda soviética lo fijó en su punto de mira. Los diarios a sueldo de Moscú, como el Daily Worker de Nueva York, el danés Arbejderbladet o el alemán Die Schiffahrt publicaron la fotografía del entonces aún Richard Krebs procedente de un documento de identidad de la Gestapo. La campaña de desprestigio fue un fracaso, sobre todo por la potencia del contraataque de Valtin. La publicación de La noche quedó atrás, en 1941, le reportó un enorme éxito y supuso un verdadero golpe en las zahúrdas de Rostokino, el barrio moscovita donde se levantaba el cuartel general de la Komintern, que inmediatamente redobló sus esfuerzos por anular a su antiguo agente.   
El apparátchik que dirigió la contrapropaganda fue Sender Garlin, un periodista originario de Białystok que había llegado a los Estados Unidos junto a su familia cuando apenas contaba con cuatro años. En 1938, cuando Valtin llegó al país, Garlin se encontraba en Moscú, donde residía junto a su mujer y a su hijo en el mítico Hotel Lux. La familia fue enviada de inmediato a Norteamérica, en invierno de ese mismo año. En 1941, Garlin se echó a sus espaldas la campaña de desprestigio contra Valtin y su libro alegando que era mentira todo lo que en él se contaba. Garlin sostuvo, en un artículo de nuevo en el Daily Worker, que la autoría real del libro correspondía al agente literario de Valtin, Isaac Don Levine, todo un personaje, muñidor de otros libros de denuncia anticomunista como el de Walter Krivitsky, y el primero en publicitar al por mayor la verdadera identidad del asesino de Trotsky. Hoy se sabe cómo y en qué condiciones escribió Valtin su obra, pues suya es de pleno derecho. Como en toda autobiografía, hay partes que no se corresponden con los hechos, ya sea por errores de memoria más o menos intencionados, prejuicios sobre algunos personajes o simple desconocimiento y tendencia a la novelería, pero fuera de esos desajustes factuales en ningún caso se puede esgrimir que sea un libro falso.
El caso de Las fronteras del miedo es distinto. Lo escribió cuando ya estaba enfermo. No cabe duda de que recorrió la frontera del Elba en un Mercedes, tal y como cuenta, y que habló con refugiados y con guardias de uno y otro lado del río, pero todo aquello que trasciende la intrahistoria de la frontera no es más que un collage hecho con artículos de revistas, como veremos.
¿De qué habla Las fronteras del miedo, qué se cuenta en él? Valtin partió de Nueva York rumbo a Bremerhaven el 17 de octubre de 1950. Su estancia en Europa fue breve. En algún momento enfermó y regresó a Estados Unidos el 21 de noviembre desde el puerto francés de El Havre.
Sus reportajes pueden dividirse en dos partes: aquellos que tratan de lo que investigó sobre el terreno, la situación de los refugiados del Este, y los que prácticamente copió de varios números del semanario Der Spiegel sobre las actuaciones de la policía secreta de la R.D.A.
Durante varias semanas había recorrido la frontera alemana partiendo de Lübeck, en el Báltico, para visitar en un viejo Mercedes pequeñas aldeas situadas en la frontera natural delimitada por el Elba, en el estado de Baja Sajonia, y campos de refugiados donde cada día acudían cientos de fugitivos del este. Valtin habló con alguno de ellos, con responsables de los campos, con Grenzführern —guardias fronterizos— e, incluso, con algunos Vopos (policías de la Volkspolizei, o policía popular) del otro lado. Con los testimonios de todos ellos hilará historias turbadoras de contrabandistas, de Grenzgänger —lo que en vascuence se conoce como mugalaris—, de asesinos que se aprovecharon de la menesterosidad de quienes huían de suelo comunista, de desertores, de pobres gentes que habían puesto en peligro sus vidas para pasar al otro lado. Son, sobre todo, historias sobre el miedo: el que tenían los fugitivos y el de los policías occidentales que temían la reacción de sus antiguos compatriotas en caso de que estos recibieran la orden de disparar. Son crónicas muy vivas que traen ecos de otros relatos fronterizos, como los de Sergiusz Piasecki en El enamorado de la Osa Mayor, pero sin su vitalidad humana, sin que la Naturaleza tenga papel alguno y con mayor sensación de peligro y de amenaza. Más que épica, tragedia.
Las aldeas visitadas por Valtin se nos muestran hoy insignificantes en el mapa; a ellas no llega el Street View de Google y parecen emplazamientos apacibles con el punto justo de pintoresquismo que se espera de una aldea alemana: graneros construidos con entramados de madera, molinos, esclusas, los agudos picos de las iglesias luteranas. Nada hay que muestre o recuerde el drama del que fueron escenario en la inmediata postguerra, salvo algún pequeño memorial levantado en aquellas donde se ubicaron los campos de refugiados. A ellos llegaron cientos de miles desde el final de la guerra hasta que se alzó el Muro. Las cifras oficiales son las siguientes: casi 130.000 en 1949, año de la creación de la RDA, un número que fue creciendo casi todos los años hasta los más de 300.000 en 1953; el año del levantamiento del Muro, hasta el mes de agosto de 1961, la cifra de refugiados fue de 155.402. En total, desde ese primer año de 1949 (con un país de 18,8 millones de habitantes) hasta agosto de 1961, 2.686.9424. En realidad, el número de personas que huyeron era mucho mayor, ya que no todos los que terminaban en los campos eran considerados oficialmente como refugiados. Entre otras obligaciones burocráticas, había que demostrar los motivos de persecución política. La perspicacia, el verlas venir, no se consideraban razones suficientes.
Para poner esos números en perspectiva, se puede citar el ejemplo del campo de Bohldamm, visitado por Valtin. Los refugiados oficiales ascendieron a 765.000 entre 1945 y 1963, pero el número de  fugitivos fue en realidad de 1,3 millones.
La zona de ocupación soviética sufría una sangría demográfica que había que parar a cualquier precio. Una de las estrategias de los gobiernos soviético y germano-oriental fue la creación de una policía secreta capaz, en primer lugar, de purgar traidores mediante el secuestro y el asesinato, pero muy especialmente de controlar la población entera mediante el reclutamiento de confidentes por todo el país. Valtin conocía muy bien los mecanismos soviéticos de represión y los denunció en sus reportajes.
¿Cómo se informó Valtin de los nombres y las peripecias de quienes aparecen en sus reportajes? La suspicacia kominterniana hablaría de filtraciones de los servicios secretos de las potencias occidentales que ocupaban Alemania, pero sospecho que lo único que hizo Valtin fue hacerse con un nutrido número de revistas del año 1950 y entresacar de ellas las noticias más adecuadas a sus intenciones.
Por ejemplo, cuando menciona la película con la que quiere demostrar la psicología del agit-prop soviético, In geheimer Mission, es muy probable que se basara en un artículo de Der Spiegel del 18 de octubre de 1950, un día después de la llegada de Valtin a Alemania: «Ohne Charme und sex-Appeal» [Sin encanto ni sex-appeal]. Valtin copia prácticamente todo lo que dice de la película, un subproducto propagandístico, aunque desde el punto de vista técnico puedan señalarse algunos aciertos, como las caracterizaciones de Himmler y de Hitler (la película puede verse en la plataforma YouTube).
Lo mismo parece hacer Valtin cuando se refiere a Emil Dowideit. Sigue otro artículo de Der Spiegel, de septiembre de 1950, «Menschenraub: begangen an Emil Dowideit7» [El secuestro cometido contra Emil Dowideit], una historia trepidante de este agente secreto de la Alemania comunista que también fue purgado tras el secuestro de un comerciante berlinés. Igualmente ocurre cuando Valtin desvela quién era el cabecilla ruso de la red policiaca en la Alemania oriental y cómo se organizaban los Smersh, los departamentos de contrainteligencia. Él le da el nombre de «General Kubalov», tal y como aparece en un nuevo artículo de Der Spiegel: Tod den Spionen [Muerte a los espías], de 1 de junio de 19508. En realidad, se llamaba Bogdan Kobulov9 y era uno de los siniestros personajes escupidos por los lodazales estalinistas y mano derecha de Beria. Cayó en desgracia con él y fue fusilado en 1955. Su cuartel general estaba en el barrio berlinés de Weissensee, en la Askania Haus, actualmente el ayuntamiento del barrio, y según Pavel Sudoplatov, recibió órdenes de Stalin de poner micrófonos en el despacho del héroe de Berlín, el Mariscal Zhukov⁠. Simon Sebag Montefiore lo retrata en la corte del zar rojo como un torturador de ciento cincuenta kilos de peso, achaparrado y ultraviolento, buen imitador de acentos, algo bufón y cuyos crímenes parecían pesarle cuando acudía llorando a su madre: «Mamá, mamá, ¿qué es lo que estamos haciendo? Un día pagaré por todo ello».  
Kobulov, al igual que otros enviados rusos, como Nikolai Kuzmich Kovalchuk11, viceministro de Seguridad del Estado de la U.R.S.S., fue el encargado de fijar los procedimientos de la Cheka en el país, basados esencialmente en la creación de una red de Vertrauersmänner, V-Mann, o agentes encubiertos. La Stasi adoptaría el procedimiento y daría lugar a una de las mayores redes de informantes en el mundo, los IM [Inoffizieller Mitarbeiter, trabajadores extraoficiales]. Cualquier persona captada por los servicios secretos tenía la obligación de informar sobre vecinos, amigos, padres, hijos… Por supuesto, la negativa no estaba contemplada y las amenazas en caso de resistencia finalizaban con castigos reales.
Parece que la C.I.A. tenía un topo dentro de la Askania Haus que informó de quiénes formaban el llamado «Grupo de Kobulov»: su adjunto Parkhayev; el capitán Siliksky; el secretario general del grupo, Anatoli Subarev; la secretaria Vera Dimitrovna Vornova; Laptev, Belayev y Vasili Vasiliyevich Sergeyev.   
El de Kobulov no es el único nombre que desliza Valtin en sus reportajes. Al frente de la Cheka alemana sitúa, como es lógico, al Ministro de Seguridad de la R.D.A. En aquel momento era Wilhelm Zaisser, un personaje siniestro que había participado en la guerra civil española con el nombre de General Gómez, al mando de las Brigadas Internacionales, y que el renegado comunista español Enrique Castro Delgado situaba como «técnico» en los aledaños del 5º Regimiento como el «eterno convidado». Valtin se refiere a él con una violenta concreción:
El siniestro historial del camarada Zaisser en el movimiento comunista de Europa se remonta a más de treinta años. Antiguo profesor de escuela, escribió, mientras era teniente en la Primera Guerra Mundial, sobre las glorias de la Blutrausch (borrachera de sangre), y sus propios instintos de «bestia de presa». He matado mucho —confesó una vez— y eso me llena de felicidad. Wilhelm Zaisser se convirtió en comunista durante el colapso alemán de 1918. En los años siguientes fue uno de los organizadores de las formaciones militares secretas del partido comunista en Alemania. Más tarde fue a Moscú para someterse a un entrenamiento especial y reapareció durante la guerra civil española como "General Gómez" de las Brigadas Internacionales. Y cuando fue catapultado al poder oficial en Alemania para convertirse en jefe del VOPO y de la temida SSD (policía secreta), demostró que seguía siendo el viejo asesino de siempre. Este «guardián rojo de la paz» fue pronto designado en Alemania Occidental como un criminal en busca y captura por asesinato múltiple, secuestro y otros crímenes contra la humanidad.
De nuevo podemos comprobar el uso que hizo Valtin de la hemeroteca de Der Spiegel. Las palabras sobre Zaisser se corresponden de forma prácticamente literal a las del artículo «Im Sinne der Nürnberger Prozesse» [En el mismo sentido que los juicios de Nuremberg…], publicado en el semanario el 22 de junio de 195013. En realidad, se trataba de un llamamiento público que pretendía reunir pruebas contra el jefe supremo de la Cheka alemana.
Lo que hizo Valtin con este collage de artículos con el que confeccionó algunos de sus reportajes fue demostrar que la nueva Alemania comunista no era sino un producto más de la U.R.S.S. Los refugiados huían del comunismo. Para pararlos, las autoridades alemanas levantaron el Muro —aún no se sabe hasta qué punto influyeron los soviéticos en esta decisión-. Cuando los turistas se plantan hoy en día ante él, no les parece muy alto; tampoco muchas sus víctimas, que hasta hoy en día son ciento cuarenta solamente en la frontera berlinesa. No alcanzan a entender que llovía sobre mojado, y que esos crímenes se cometieron en una tierra de sangre que ya había sido arrasada. Quienes dieron la orden de levantar el Muro no fueron sino quienes habían ejecutado las purgas de 1937 en el Hotel Lux de Moscú, asesinando a aquellos camaradas que habían caído en desgracia por la arbitrariedad de Stalin. Cometieron su crimen con determinación científica. Una vez al frente de su propia nación, continuaron con su particular exterminio y adiestraron a los supervivientes estabulados tras el Telón de Acero.
Contra estos criminales luchó Jan Valtin. Cabe imaginarlo regresando a los Estados Unidos en el buque «Liberté», enfermo ya, con su enorme corpachón encajado en la cabina del barco, su pelo crespo y su cara de bruto sonriente, autor de una autobiografía épica y sobre todo autor de una vida épica, con su carpeta de recortes de Der Spiegel, tecleando en su cabina con el fervor con el que se le recuerda escribiendo La noche quedó atrás, ejerciendo otra vez de Casandra, colocando su propia pieza en el puzzle de la Guerra fría muy poco antes de morir, demasiado joven. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













De la falacia de la simetría

 







Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del filólogo Jordi Amat, va de la falacia de la simetría. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. 










Vox y Podemos o la falacia de la simetría
JORDI AMAT
18 JUN 2023 - El País
harendt.blogspot.com

Si la dirección del Partido Popular ha validado la firma de decenas de pactos con Vox es porque, además de poder extender su poder institucional tras las elecciones del 28 de mayo, ha considerado que su electorado no le iba a penalizar por tener como socio estable a la principal fuerza del nacionalpopulismo reaccionario y reconquistador. A lo largo de la semana, empezando por la Comunidad Valenciana, esta dinámica no ha parado de replicarse de Este a Oeste de nuestro país. Pero para la normalización de este hito histórico en la trayectoria democrática del centroderecha español ha sido necesario consolidar previamente una coartada ideológica entre la opinión moderada.
Durante la legislatura que acaba, día tras día, se fue imponiendo el silogismo de la simetría de los extremos: si la banda de Pedro Sánchez ha pactado con todos los enemigos de la patria, ya sean comunistas o golpistas reincidentes, ¿por qué no podemos pactar nosotros con la amenaza opuesta que encarnan nuestros fachas de toda la vida? Este silogismo no ha sido impugnado por la intelectualidad liberal. Al contrario. Su apuesta ha sido la elaboración de argumentos sofísticos cuya consecuencia última es la imposición del silogismo de la simetría como un sentido común. Pero el problema es que esta simetría es una falacia interesada y es peligrosa porque ha ido blanqueando unas posiciones que cuestionan desde dentro nuestro modelo de sociedad. “Hay buenas razones para sostener que no son lo mismo Vox y Podemos, no son igualmente extremos”, escribió Daniel Innerarity hace ya un cierto tiempo en un artículo clarificador. Esa idea se está concretando ya en políticas. Enumero tres.
El primer ejemplo, en apariencia menor, fija posición en un eje tan determinante para el futuro como es la respuesta a la emergencia climática. Una de las primeras medidas que implementará el nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento de Elche será la supresión de tres carriles bici construidos durante la pasada legislatura. El coste de esa intervención urbanística, que había reducido el tráfico en el centro de la ciudad, ascendió a 370.000 euros. En parte, las obras se financiaron a través de los fondos de un programa de la Estrategia Europea 2020 que apuesta por el desarrollo sostenible y la descarbonización de ciudades e industrias. Ahora la supresión de los carriles, que tendrá un coste considerable, se realizará sin plantear una alternativa medioambiental, una medida que, en nuestro contexto, solo puede describirse como un atrasismo militante.
De la misma manera, y este segundo ejemplo es mayor, otra forma explícita de antieuropeísmo es la confrontación en clave soberanista planteada por Castilla y León en materia de legislación ganadera. Ya puede el vicepresidente de esa Comunidad ningunear a un comisario europeo y agitar la conspiranoia de la agenda globalista en Bruselas, pero ese populismo que percute sobre la angustia real que sufren los ganaderos no busca soluciones, sino que se transforma en agitación demagógica y ya ha provocado altercados violentos en Salamanca. Algo va mal si incluso un hombre tan cabal como el diputado Igea, con solitaria desazón, llego a calificar de fascista al Gobierno regional.
Y algo va mucho peor, tercer ejemplo, cuando la violencia contra las mujeres, que es una forma de autoritarismo criminal, se minimiza en los acuerdos al subsumir esa lacra en marcos de comprensión del fenómeno que dificultan su abordaje desde la política democrática. Lo hemos visto en la Comunidad Valenciana o en el pacto que lleva a Vox al Ayuntamiento de Gijón y que incluye la participación del partido en “la designación de la persona titular de la Dirección General de Políticas de Igualdad”.
No son lo mismo, decía Innerarity, estos extremos no se tocan. Unos, con sus errores, profundizan en la democratización de la sociedad. Otros, como ha explicado Eduardo Madina en diversas ocasiones, constriñen la convivencia en la ciudad democrática porque restringen derechos, en especial de las minorías. Pero es necesario hacerlos equiparables. Igual de malos. Porque solo imponiendo la falacia de la simetría puede normalizarse esta indiscutible involución civil. Jordi Amat es filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Ejerce la crítica literaria en 'Babelia' y coordina 'Quadern', el suplemento cultural de la edición catalana de EL PAÍS.



























miércoles, 21 de junio de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] Solsticio. [Publicada el 24/06/2019]










Pese a los muchos siglos de religiones modernas, en el fondo de nuestras conciencias alienta un animismo primitivo que tiene que ver con lo natural más que con la filosofía y la ciencia, comenta en El País el escritor Julio Llamazares.
A coger el trébole (el trébol de cuatro hojas, ese que da buena suerte), encender y saltar hogueras o bañarse en los ríos o en el mar bajo la Luna: millones de personas en el mundo saldrán un año más de sus casas la noche de este domingo, cumpliendo con un rito pagano para unos y cristiano para otros, comienza diciendo Llamazares. 
La noche de San Juan, aunque no coincide exactamente con el solsticio de verano (el de invierno en el hemisferio sur) tiene su origen en él y como tal es tomado por muchísimas personas, que consideran la fiesta una celebración panteísta. Pese a los muchos siglos de religiones modernas, en el fondo de nuestras conciencias alienta un animismo primitivo que tiene que ver con lo natural más que con la filosofía y la ciencia.
A la vez que el mundo avanza hacia la tecnificación robótica, que la informática y la astronomía conectan el conocimiento humano y el universo, cada vez menos ignoto, la humanidad sigue teniendo necesidad de misterio, de algo que la haga sentir viva por encima de la tecnología. Enganchados a móviles y a ordenadores, necesitamos a la vez sentir que estos no lo solucionan todo y que hay algo que se les escapa, algo que nos pertenece y que ya estaba dentro de nuestros espíritus antes de que aparecieran ellos. Algo que tampoco tiene que ver con la religión como nos la presentan, en todo caso con sus antecedentes mágicos. En el fondo de todos nosotros, lo queramos o no, hay un eco de la historia de ese tiempo en el que las preguntas aún no tenían respuestas, o por lo menos no todas ellas.
La noche de San Juan en Occidente va unida a la superstición, una rémora para quienes consideran que todo tiene una explicación científica. Posiblemente estén en lo cierto, pero eso no les faculta para descalificar a quien necesita creer en algo diferente de lo que la tecnología y la ciencia nos presentan como único real. Sin entrar en creencias milenaristas o en fantasías heterodoxas, de esas que las televisiones también nos venden como si fuera una publicidad más, hay gente que necesita seguir pensando para vivir que no todo tiene explicación y que cabe aún el misterio en este mundo, llámese poesía o representación sin más. Por eso, en noches como estas, la de San Juan o la de Navidad, la más corta y la más larga dependiendo de los hemisferios terrestres, todos sentimos un estremecimiento y un desasosiego que tratamos de convertir en fiesta, para no reconocer que nos asusta el misterio del tiempo y nuestro desvalimiento como especie, en medio del gran enigma del universo y de la eternidad que intuimos detrás de él. “El mayor de los soles en un lado / y del otro luna nueva / lejos de la memoria como aquellos pechos / Y en medio el abismo de la noche estrellada, / el cataclismo de la vida”, escribió el poeta griego Yorgos Seferis mirando el cielo de Atenas un solsticio de verano, sin saber que esa noche quedaría para siempre prendida de su poema como de tantos poemas escritos por tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia, la mayoría de ellos perdidos para siempre con las luces de la noche, con las hogueras y las ilusiones brotadas al calor de su fantasía, tan fugaz. Otro poeta, este de la pintura, lo escribió con sus pinceles en un lienzo cuyo título, Noche estrellada, resume todos esos poemas, los conocidos y los por escribir. “Las piedras de molino muelen todo / y todo en astros se convierte / En vísperas del día más extenso”, dejó escrito Seferis. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 














De Pandora y su caja

 






Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del escritor y académico Antonio Muñoz Molina, de Pandora y su caja. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. 










Lo que sería mejor no descubrir
ANTONIO MUÑOZ MOLINA 
17 JUN 2023 - El País

He conocido a personas que vieron en su juventud cosas inauditas. Hay un motivo generacional para eso: nací cuando solo habían pasado 17 años desde el final de la Guerra Civil española, y apenas 11 de la Segunda Guerra Mundial. La mayor parte de quienes habían atravesado esos tiempos con lucidez suficiente para recordar eran todavía adultos vigorosos cuando yo empecé a sentir la curiosidad de escucharlos. Habían participado en la guerra, y se acordaban de la época de Primo de Rivera, y de la llegada de la República, y habían oído a los veteranos de la guerra de África, y hasta a algunos de la de Cuba. Los relatos de otros extienden la memoria viva y la imaginación hacia regiones del pasado que de otro modo serían inaccesibles en sus detalles más valiosos. Por eso no me cuesta nada imaginar la alegría y el asombro de Pérez Galdós cuando en los primeros tanteos para los Episodios Nacionales, hacia 1873, conoció a un anciano que de niño había sido grumete en la batalla de Trafalgar. El relato histórico adquiría de golpe la vehemencia de una voz humana. Bajo los párpados de aquel hombre viejísimo había unos ojos vivaces que habían visto lo que para Galdós eran grabados antiguos y cuadros de batallas. Habría sido como hablar con Cervantes y pedirle que evocara sus recuerdos de Lepanto.
Personas que ya han muerto me legaron historias que mientras las iba escuchando me despertaban el propósito de poder contarlas a otros yo mismo. Mi remordimiento es que no pregunté tanto como hubiera debido, y que muchas veces, sobre todo cuando era muy joven, ni pregunté ni puse demasiado interés en lo que me contaban, diciéndome a mí mismo que ya habría tiempo, que esas personas tan repetitivas en sus evocaciones seguirían estando siempre disponibles. Pero llega la muerte, o el deterioro de la memoria, y aquella posible biblioteca oral desaparece como después de un incendio súbito.
En 1998 el profesor Roger Shattuck me habló en Madrid del día de agosto de 1945 en que sobrevoló, con el avión de caza que pilotaba, las ruinas todavía humeantes de Hiroshima. Era muy joven entonces, y venía de participar como aviador en la batalla del Pacífico. Desde el mes de julio habían sabido que se preparaba el asalto final al Japón, que iba a ser extremadamente sanguinario, y en el que el joven Shattuck estaba seguro de que iba a morir. Entonces llegó la noticia de las explosiones nucleares en Hiroshima y Nagasaki, y de la rendición de los japoneses. Gracias a la bomba atómica, Robert Shattuck tuvo la certeza de que iba a vivir más allá de su primera juventud. Lo decía tantos años después con el mismo estupor que debió de sentir aquel día de agosto.
El recuerdo de la devastación apocalíptica de Hiroshima no lo abandonó nunca. Medio siglo más tarde fue esa mezcla de horror y vergüenza sin alivio la que le llevó a escribir el libro gracias al cual yo lo conocí, Conocimiento prohibido. Una gran editora de ensayo, María Cifuentes, lo publicó en España, y gracias a ella me fue posible aquella conversación en Madrid. Shattuck había tenido una carrera prestigiosa como especialista en la literatura francesa de la primera modernidad, entre Baudelaire y Proust. En Conocimiento prohibido se apartó de la filología para indagar en una idea que no había dejado de obsesionarle desde que sobrevoló Hiroshima y tuvo plena conciencia de que gracias a la bomba atómica Japón se había rendido antes de la batalla final y él había salvado la vida. El dominio de la energía nuclear era una consecuencia extrema de la capacidad humana de conocimiento, disciplinada por la ciencia. Hasta entonces nadie había puesto en duda la bondad del progreso científico. Gracias a él, a la iniciativa de Einstein, al liderazgo de Robert Oppenheimer en el proyecto Manhattan, la bomba atómica había otorgado una supremacía abrumadora a Estados Unidos y acelerado la derrota del fascismo y el final de la guerra.
Y al mismo tiempo había desatado una capacidad de destrucción como no había existido nunca antes, que podía aniquilar la vida sobre la Tierra. Shattuck hablaba en su libro del espanto que trastornó desde entonces la vida de Oppenheimer, arrepentido y horrorizado de su propia proeza científica. Dicen que dijo, citando un texto sagrado hindú, al ver las imágenes de la explosión sobre Hiroshima: “Ahora me he convertido en la muerte, destructora de mundos”. A partir de Hiroshima, Shattuck exploraba la antigua tradición del recelo hacia las posibilidades incontroladas del conocimiento, reflejada en el mito doble de Prometeo y Pandora. Prometeo, sobre todo desde la Ilustración, es un héroe de la emancipación humana, porque roba el fuego a los dioses y se lo entrega a los hombres, asegurando así la mejoría de sus vidas, gracias al control de la naturaleza que les permite el fuego, ejemplo y símbolo del progreso tecnológico. Los dioses imponen a Prometeo un castigo más cruel aún porque es eterno, y el héroe se convierte además en mártir. Pero el castigo en forma de regalo envenenado que los dioses entregan a los hombres es la jarra, no la caja, de Pandora: la curiosidad los lleva a abrirla, y lo que había dentro de ella es el caudal de todas las desgracias.
Para Roger Shattuck, el gran descuido de la modernidad era, es, abrazar el mito de Prometeo y olvidar el de Pandora: la soberbia de suponer que todo avance científico o tecnológico es incondicionalmente beneficioso, y toda limitación o toda cautela un lastre inaceptable, una muestra de cobardía, de conformidad con lo sabido, de oscurantismo. De lo que avisan los mitos y los cuentos antiguos es de que la iniciativa y la curiosidad humanas pueden ser en ocasiones catastróficas, porque hay saberes y técnicas que tienen más efectos destructivos que beneficiosos, y porque hay actos en principio neutros o prometedores que a medio o largo plazo acaban teniendo consecuencias tan imprevisibles como devastadoras.
El profesor Roger Shattuck murió hace ya bastantes años, no sin publicar en su vejez un libro admirable sobre Marcel Proust. Me acuerdo de él estos días, leyendo las predicciones pavorosas que están haciendo no ignorantes amedrentados siempre por la tecnología, como es mi caso, sino algunos de los mayores expertos mundiales en inteligencia artificial. Hasta hace nada, los magnates de las innovaciones digitales eran gurús bondadosos y asépticos que aparecían sacerdotalmente en escenarios desnudos y bañados de luz anunciando la buena nueva de la felicidad universal que nos depararían sus nuevos aparatos, a los que se veía descender como apariciones celestiales sobre dichos escenarios. Ahora los que hablan no han cambiado de aspecto, con sus caras pálidas de teocracia virtual y sus jerséis ceñidos de cuello alto, pero no propagan promesas de felicidad sino vaticinios de un inminente apocalipsis, implorando un límite, una pausa en el desarrollo de esa tecnología que puede, literalmente, según dicen, escapar a todo control y destruir a la humanidad. Hay descubrimientos que habría sido mejor no haber hecho. Hay otros en los que no llega a saberse si los beneficios indudables que deparan compensan el daño que al mismo tiempo están causando. Una vez roto su sello, la caja o jarra de Pandora ya no puede volver a cerrarse. Los expertos hablan, a favor o en contra de tales profecías, pero se las arreglan para que nadie pueda entenderlos. La ventaja de los mitos y los cuentos primitivos, como bien sabía el profesor Roger Shattuck, es que contienen una sabiduría que se expresa con las palabras más simples y puede entender todo el mundo.





























martes, 20 de junio de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] Por una Europa solidaria y de asilo. [Publicada el 21/06/2017]









Ayer, 20 de junio, celebraba Naciones Unidas el Día Mundial del Refugiado. También ayer martes publicaba en el blog, en la sección Tribuna de prensa, un artículo de Maurizio Ricci, analista económico y del medio ambiente en el diario italiano La Repubblica, titulado Cuando África despierte, en el que decía que los europeos deberían aceptar que necesitan a los inmigrantes y tener en cuenta que la economía africana no va a ser siempre el gigante dormido que es ahora. 
Y hoy subo al blog otro artículo, este de Anna Terrón, experta en asuntos de la Unión Europea, relaciones internacionales, políticas de inmigración y movilidad internacional y presidenta de la sociedad Instrategies, en el que señala que entre 2015 y hoy algunas cosas han cambiado en la Unión Europea, que el racismo y la xenofobia ya no parecen avanzar inexorablemente por caminos despejados, que desde posiciones políticas centrales empieza a hacérseles frente, que es hora de dar refugio, y que para ello la Unión tiene que reforzar el sistema de asilo.
La institución del asilo, comienza diciendo, entró de lleno en el derecho internacional en la segunda mitad de los años sesenta, cuando el Protocolo de Nueva York eliminó los límites geográficos y temporales de la Convención de Ginebra, circunscrita a dar refugio a aquellos europeos obligados a huir de sus hogares en fechas anteriores a su aprobación, el año 1951. Estos instrumentos internacionales no nacieron para resolver las causas del desplazamiento forzoso, sino para abordar sus consecuencias y evitar ulteriores sufrimientos a las víctimas, acogiéndoles de modo tal que la palabra casa volviese a evocar protección y fuese un lugar desde el que reconstruir la dignidad, la confianza y una nueva esperanza de futuro.
Los europeos nos enfrentamos hoy, añade más adelante, a la obligación de reforzar la institución del asilo, en circunstancias no más dramáticas ni convulsas que las que le dieron forma en el siglo XX, pero sí distintas. El mejor modo de hacerlo sería, sin duda alguna, honrando el compromiso de la Unión Europea de crear un sistema europeo de asilo, dentro del espacio de seguridad, libertad y justicia que el tratado ofrecía a los europeos del siglo XXI.
La llegada al territorio europeo de quienes huyen de la guerra de Siria y los distintos conflictos de Oriente y África, sigue diciendo, ha hecho evidentes todas las fragilidades de nuestro sistema. Hoy, aún en plena crisis humanitaria en territorio europeo, es obvio que el Sistema Europeo Común de Asilo requiere de una profunda revisión para cumplir con el derecho internacional y con el propio derecho interno.
La Comisión Europea, comenta, avanzó hace casi un año una propuesta de reforma que pretende reforzar formalmente las normas comunes y la garantía de su cumplimiento, adoptando una serie de reglamentos que eliminarían, esta vez sí, las diferencias entre los sistemas nacionales de asilo, equiparando los estándares de acogida y asegurando decisiones uniformes sobre la concesión o no de protección internacional. Crear un sistema mejor y evitar nuevas divisiones internas serían los objetivos de esta reforma. Garantizar la aplicación de las mismas reglas en todos los Estados reduciría la especial atracción que ejercen los países con un sistema robusto de asilo, Alemania y Suecia entre ellos, hoy en pleno proceso de acogida e integración de una cifra de refugiados hasta 10 veces superior —en el caso de Alemania— a la de los Estados que le siguen, incluidos los países de primera llegada.
Con esta propuesta sobre la mesa del Consejo de la Unión Europea, continúa diciendo, la Comisión ha decidido abrir un procedimiento de infracción contra Hungría, Polonia y Chequia, cuyos Gobiernos han incumplido reiteradamente los acuerdos de realojamiento de demandantes de asilo llegados a Grecia e Italia y, además, han hecho gala de ello en sus respectivas arenas políticas domésticas. El esquema de realojamiento permite, en la práctica, no aplicar a los Estados de frontera, en circunstancias como las actuales, la regla general de Dublín, que, salvo razones de reagrupación familiar del solicitante de asilo, considera al primer país de entrada responsable de revisar la solicitud de protección y, en su caso, hacerla efectiva, y es el otro pilar importante para garantizar un cierto consenso interno. Con esta decisión, la Comisión envía también un mensaje al resto de países miembros que interpretan las normas y los tiempos a su manera.
Evitar procedimientos prolongados, dice, agilizar las resoluciones, garantizar las salidas en caso de rechazo, reforzar la dimensión exterior del sistema —en el que la Comisión está siendo especialmente activa— y crear sistemas seguros de llegada y acceso, como los que se ensayan en los distintos modelos de reasentamiento, y un rol reforzado de EASO (European Asylum Support Office), son otros elementos de la propuesta. Con ella, la Comisión estaría intentando defender los viejos consensos para armonizar el asilo, reforzando el sistema sin poner en cuestión ninguno de sus fundamentos.
La pregunta que debemos hacernos, añade, es si es realista pensar que las resistencias extremas de los Estados disminuirán una vez los reglamentos propuestos reemplacen las actuales directivas, y si una mayor disciplina será suficiente para restaurar el sistema de Dublín. La experiencia de esta crisis, que ha causado enormes sufrimientos adicionales a las personas que huían de sus hogares, y ha puesto en cuestión valores fundacionales y elementos nucleares del proyecto europeo, como la libre circulación interior, parecería desaconsejar propuestas más ambiciosas. Pero es difícil creer que seguir haciendo lo mismo de manera reforzada vaya a lograr que el sistema gane en coherencia y robustez.
Entre 2015 y hoy, continúa diciendo, algunas cosas han cambiado en la Unión. El racismo y la xenofobia ya no parecen avanzar inexorablemente por caminos despejados y desde posiciones políticas centrales empieza a hacérseles frente. Por otro lado, el europeísmo ha dejado de ser tabú y la salida de Reino Unido remueve algunos obstáculos antes insalvables en el proceso de integración. Cierto es también que el asilo y la migración son elementos con fuerte carga divisiva, y que cualquier reforma que refuerce el sistema de asilo común va a ser extraordinariamente complicada. Pero precisamente por ello, porque el coste de la reforma va a ser en todo caso alto, ¿no sería razonable salir de esa postura defensiva y, trabajando sobre los viejos consensos, plantear nuevas ambiciones? Sabemos adónde debemos llegar, a un sistema verdaderamente común, garantista y a la vez ágil. Esto debería implicar, como decíamos en esta misma tribuna al principio de la crisis, determinar en un primer momento, con la participación de EASO, cuándo un solicitante de asilo debe ser acogido en la Unión, y en un segundo paso, dónde debería hacerse efectiva su acogida, generando así un verdadero espacio común con la implicación de todos, instituciones comunitarias, Estados y organizaciones internacionales, además de ciudadanos y ciudadanas que demuestran más compromiso y capacidad de acción de la que les atribuían sus dirigentes. Este sistema europeo de asilo de verdad evitaría incentivos para incumplir las normas de Dublín, tanto por parte de los solicitantes de asilo como de los propios Estados; además, facilitaría la acción exterior que la Comisión ha emprendido en este ámbito.
El Día Mundial del Refugiado, concluye Terrón, es un buen momento para recordar la responsabilidad europea con la institución del asilo y con quienes necesitan de ella. Un buen momento para ser de verdad realistas y renovar la ambición de construir un espacio interior de libertad, seguridad y justicia capaz de proyectarse hacia el exterior. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt