martes, 6 de junio de 2023

Del sudor que provoca el miedo

 






Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del escritor Antonio Muñoz Molina, va del sudor que provoca el miedo. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. 











El sudor en la cara de Heberto Padilla
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
03 JUN 2023 - El País

Quien ha visto el sudor brillando en la cara y en el pelo y empapando poco a poco la camisa del poeta cubano Heberto Padilla ya no podrá olvidarlo nunca. Es el sudor de un salón lleno de gente en una noche del trópico; el de la temperatura que aumentan los focos excesivos de las cámaras de televisión; es el sudor de quien habla mucho y gesticula mucho, pasándose las palmas de las manos húmedas por el pelo negro y la cara carnosa. Parece que en algún momento el sudor le empaña los cristales de las gafas, y hace que se le escurran sobre la nariz. Heberto Padilla habla sin descanso, con amaneramientos retóricos, mirando fijo, casi siempre al vacío, otras veces hacia las personas calladas que lo escuchan: sudando también, agobiadas de calor, abanicándose con carpetas o con periódicos doblados, vencidas por el tedio de una reunión que no termina nunca, un encuentro en la sede de la asociación de escritores.
Es el sudor del miedo. Hemos leído sobre ese miedo en los libros. Hemos visto incluso algunas fotografías de condenados que se inculpan a sí mismos. Confesiones así se vieron en los procesos de Moscú de 1936, y luego en las dictaduras estalinistas de Europa central, en los primeros cincuenta. A los disidentes o a los simples títeres condenados de antemano se les forzaba a acusarse en público a sí mismos, solicitar el castigo, aceptar la expiación. En China se repitieron esos rituales atroces durante la Revolución Cultural. Hoy fotos de reos escarnecidos por una chusma servil, con gorros burlescos como los capirotes de la Inquisición, con carteles colgados del cuello en los que se declaran sus delitos, como en un aguafuerte de Goya.
La diferencia es que a Heberto Padilla lo estamos viendo de cerca, en un primer plano continuo que tiene algo de acoso, y estamos oyendo su voz, un monólogo que duró tres horas enteras, con toda la monotonía de un informe oficial, de una de esas sesiones de arengas eternas que eran un rasgo de las burocracias comunistas, informes de líderes o de altos cargos interrumpidos de vez en cuando por aplausos cerrados, escuchados con una inmovilidad pétrea, con un empeño de contener posibles bostezos, gestos delatores de aburrimiento. Heberto Padilla habla durante tres horas seguidas, de nueve a doce de una noche sofocante, y sus colegas escritores, hombres la mayor parte, escuchan sentados en sillas como de aula escolar, removiéndose, entumecidos, abanincándose, algunos con los codos en las rodillas y la mirada en el suelo, muchos fumando, mirando sin expresión a Heberto Padilla o apartando los ojos de él, como no queriendo verlo ni oirlo, con el mismo sudor universal del miedo, con expresiones forzadamente neutras que según avanza la noche se van volviendo borrosas por la fatiga y el tedio.
Es la noche del 27 de abril de 1971, en La Habana, en la sede de la UNEAC, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Heberto Padilla salió de la cárcel hace menos de 24 horas. Lo habían detenido algo más de un mes antes, el 20 de marzo, junto a su mujer, Belkis Kuza Malé, también poeta, bajo la acusación de “actividades subversivas”. Poca gente se acuerda de aquello, pero la detención de Padilla estremeció a toda la izquierda intelectual de Europa y de América, en la que hasta entonces había prevalecido una simpatía sin duda cargada de buenas intenciones pero muy mal informada hacia el régimen comunista de Fidel Castro, un déspota visiblemente histriónico, aunque al parecer de gran poder de seducción sobre mentes cultivadas, algunas de las cuales todavía siguen llamándole “Fidel”, con familiaridad y añoranza. Durante más de un mes, Padilla sufrió la prisión y la tortura. Pagaba sobre todo el delito de haber publicado en 1968 un libro de poemas admirables, Fuera del juego, un gesto de rebeldía temeraria contra la conformidad, de afirmación del libre abedrío humano por encima de las imposiciones ideológicas. Escritores de medio mundo firmaron un manifiesto protestando por su cautiverio y exigiendo su libertad.
Y entonces Heberto Padilla, traidor y hereje para unos, héroe y mártir posible para otros, salió de la prisión y unas horas más tarde, diciendo que por iniciativa propia, se presentó ante sus colegas y a lo largo de tres horas hizo aquella confesión inaudita. De un día para otro el traidor reconocía su culpa y solicitaba perdón, rogaba que se quemaran sus propios libros infames, se volvía él mismo cómplice agradecido de sus torturadores y acusados de sus amigos; el héroe, el mártir en nombre del cual los literatos más brillantes del mundo firmaban uno de sus usuales manifiestos, renegaba de toda esa solidaridad y resultaba ser un lacayo indigno.
Pero solo ahora, medio siglo después de aquella historia olvidada, cuando Heberto Padilla lleva más de veinte años muerto, puede verse el sudor que le brillaba en la cara y le empapaba la camisa aquella noche, su expresión descompuesta, su mirada perdida entre el delirio y el terror. Por orden directa de Fidel Castro, la sesión del 27 de abril fue rodada completa, con varias cámaras, que servían de testigos pero también de espías, porque iban recorriendo cada una de las caras de los presentes. Parece que la intención primera de ese rodaje fue crear un documento acusatorio y de propaganda, una prueba del arrepentimiento de Padilla. Alguien debió de darse cuenta de que si llegaba a ser visto sería todo lo contrario. Lo ocultaron en lo más hondo de algún archivo, pero no lo destruyeron.
Alguien se las hizo llegar cincuenta años después al cineasta cubano Pavel Giroud, que ha hecho en torno a ellas un documental ya imborrable, El caso Padilla. Lo vagamente recordado, lo que pudo haberse perdido, nos salta a los ojos con toda la fuerza intacta de su puro horror: ese hombre desbaratado como un títere, como un guiñapo sudoroso, humillándose ante sus acusadores, renegando de sí mismo y de su propia obra como un criminal arrepentido, haciendo elogios fervorosos de los esbirros que han pasado un mes torturándolo, “los compañeros de la Seguridad del Estado”. Detrás de los cristales de las gafas sus ojos tienen la fiebre helada de quien dice haber sufrido una visión milagrosa. Habla y habla con una elocuencia trastornada, con énfasis y gesticulaciones de demente. Hay momentos extraños en los que su oratoria se parece a la de Fidel Castro, igual de vacua y palabrera, como una parodia, la burla suicida de un bufón cortesano. En uno de los poemas que le trajeron la ruina había escrito: “¿Me he vuelto un papagayo/ o un payaso de nylon/ que enreda y truecas las consignas?”.
En la proyección a la que yo asistí se le preguntó a Pavel Giroud cómo había llegado a sus manos ese material secreto, y él dijo educadamente que no podía responder. La misma policía política que inoculaba el sudor del miedo a Heberto Padilla la noche del 27 de abril de 1971 sigue todavía sometiendo a Cuba, espiando y deteniendo a las personas que se atreven a levantar la voz. De todos los exilios del mundo, el cubano es el más desolador, porque lleva esperando el regreso más que ningún otro, y porque quienes lo viven están acostumbrados no a la solidaridad, sino a la indiferencia y al recelo, incluso al rechazo. “Las víctimas cubanas cotizan siempre muy bajo”, dice con resignación Pavel Giroud. A quienes siguen disculpando o incluso celebrando esa tiranía me atrevo a sugerirles que miren un rato, sin apartar los ojos, el sudor en la cara de Heberto Padilla, su mancha oscura en la camisa.































 



[ARCHIVO DEL BLOG] Sobre el estado de la nación española. [Publicada el 03/05/2016]










Hoy, martes, 3 de mayo, han quedado disueltas las Cortes Generales elegidas el pasado 20 de diciembre por los españoles y convocadas nuevas elecciones a celebrar el próximo 26 de junio. 
La prensa de ayer lunes y los noticiarios televisivos daban resonancia a las palabras pronunciadas por el líder del partido socialista, Pedro Sánchez, de que fuera cual fuere el resultado de las elecciones generales del próximo 26 de junio "nunca pactará una coalición con el partido popular". No soy miembro del partido socialista, aunque sí votante suyo, y me sorprende que con la que está cayendo, el líder del segundo partido en número de escaños del parlamento recién disuelto, se anime a formular unas declaraciones que nadie le había pedido tan altisonantes como extemporáneas; es decir, como define dicha palabra el Diccionario de lengua española, impropias del tiempo en que sucede o se hace, inoportunas e inconvenientes, porque se cierra puertas a sí mismo y a un posible gobierno de coalición encabezado por él. ¿Despiste o gesto para la galería más a la izquierda de su partido? 
El gran historiador austriaco Hans Leo Mikoletzsky (1907-1978), cuenta en su monumental Historia de la Cultura (Labor, Barcelona, 1966) una interesante anécdota referida al que fuera gran canciller del rey Gustavo Adolfo de Suecia y más tarde de la reina Cristina, Axel Oxenstierna (1583-1654), una de las más grandes personalidades de la historia del país nórdico. Por lo que parece, uno de sus hijos, destinado como estaba por su inteligencia y linaje a suceder a su padre en el servicio a la monarquía sueca, mostró a este sus reticencias a involucrarse en ello porque estimaba no estar suficientemente preparado para tan alta misión. La mordaz respuesta del Gran Canciller a su hijo fue, por lo que se cuenta, digna de su talla política: "No sabes, hijo mío, con cuán poca inteligencia puede ser gobernado el mundo". Del acierto de sus palabras da prueba indudable el lanzar una simple ojeada a la situación actual, no solo de nuestro país, sino de cualquier otro al que echemos el ojo. ¡Y podíamos estar peor, aunque parezca difícil de creer!
Como ya he comentado con anterioridad, a la mayoría de los políticos, pero no sólo a ellos, también a jueces, médicos, militares, obispos, misioneros, funcionarios, maestros, banqueros, periodistas y líderes de opinión, por citar algunos especímenes de la diversa fauna humana, se les llena la boca con lo de la "vocación de servicio"; sobre todo cuando hablan de la suya. No deberíamos creerles siempre. El altruismo no es moneda de uso corriente entre las clases altas (ni entre las medias, ni las bajas, dicho sea de paso) aunque excepciones, haberlas haylas. Y lo que ellos llaman "vocación de servicio" la mayoría de las veces no pasa de ser ambición personal, ganas de medrar, búsqueda de gloria, pasión por el poder, ansias de mando, y a veces, hasta búsqueda del martirio como medio para ganarse el cielo. Casi cualquier cosa menos altruismo. Que con la que nos ha caído y está cayendo los españoles sigan confiando en el sistema político democrático que nos dimos en 1978, es una indudable prueba de madurez política, que nuestros representantes no deberían tomar como un cheque en blanco. 
Entre el 19 y el 25 de agosto de 2014 publiqué en el blog dos entradas comentando la encuesta de Metroscopia para el diario El País, titulada "Pulso de España 2014", continuación de la del mismo título y un año anterior, "Pulso de España 2013", que pueden leer si lo desean en el enlace anterior.  
En esa segunda entrega de Metroscopia para El País un 66 por ciento de los consultados consideraba que sin partidos políticos no podía haber democracia; y un 75 por ciento que los partidos políticos son necesarios para defender los intereses de los distintos grupos sociales. Simultáneamente, esos mismos españoles, o al menos el 75 por ciento de los encuestados, consideraban que tal y como los partidos estaban organizados y funcionaban era muy difícil que lograran "atraer" y "reclutar" para la actividad política a las personas más "competentes" y mejor "preparadas" (los entrecomillados son míos), y que España necesitaba una segunda Transición que, con el mismo espíritu de pacto y concordia de la primera, modificara y actualizara muchos aspectos de nuestro actual sistema político (otro 75 por ciento).
Ese mismo día, el sociólogo Juan José Toharia, doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y por la Universidad de Yale, analizaba la encuesta en un interesante artículo titulado "Una ciudadanía abatida reclama una explicación sobre la crisis", que completaba una semana después con el titulado "Los pilares de la sociedad aguantan"La sociedad española, comentaba el profesor Toharia, seguía aguantando, sin hundirse, un año más. Y ello a pesar, continuaba diciendo, de los estragos que ya había causado una crisis que apenas ahora daba signos de querer amainar, generalizando empobrecimiento, creciente desigualdad y profundo desgaste institucional. Daños que, masivamente, la ciudadanía consideraba de difícil y lenta reparación. Pese a lo cual, añadía, el país resistía gracias al buen hacer de muchas instituciones que lo vertebraban y conseguían compensar las cada vez más irritantes e insoportables carencias de otras. 
Investigadores científicos (con un 89% de aceptación); médicos del servicio público de salud con un 85%, no la propia institución del SPS como tal, que suspendía con un 49% de aceptación); y maestros de la enseñanza pública (con un 81%) acaparaban los primeros puestos en cuanto a los cuerpos y organismos de la administración del Estado. El último lugar en cuanto a valoración de los encuestados lo ocupaba la inspección de hacienda con un 39%. En cuanto a las instituciones del sistema político la Corona, en la persona del nuevo rey don Felipe VI, recuperaba el apoyo del 69% de los ciudadanos, ocupando el primer lugar, seguida de las comunidades autónomas y los ayuntamientos, que suspendían en el índice de aceptación ciudadana con un 34% y 31% respectivamente. Peor librado salía el gobierno de la nación, con un escuálido 21%, y los partidos políticos y la clase política en general con un raquítico 10% de aceptación. Sobre las instituciones del sistema económica el índice de mayor aceptación ciudadana era para las pequeñas y medianas empresas, con un 70%. La banca, por el contrario ocupaba el último lugar de ese índice de aceptación con un 10%. Las instituciones del sistema jurídico alcanzaban un índice de aceptación del 51% para los abogados, los únicos que aprobaban, y por los pelos; a la cola se situaban el Tribunal constitucional y la fiscalía, con un 30%. Por último, y en cuanto a otras entidades e instituciones civiles, el índice de aceptación ciudadana era de un 75% para Cáritas y de un 70% para las ONG en general. Por el contrario, la iglesia católica solo alcanzaba un 36% de aceptación y los obispos un 15%.
No les canso. "Alea iacta est", dijo Julio César al cruzar con sus tropas el río Rubicón, si es que aceptamos como verídico lo contado por Suetonio en su Vida de los doce Césares. La suerte está echada, y a quien los españoles se la den San Pedro se la bendiga. Les dejo los enlace a las páginas centrales de Metroscopia y del Centro de Investigaciones Sociológicas, desde las que pueden acceder a las encuestas y análisis más recientes sobre el panorama electoral español. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt











lunes, 5 de junio de 2023

De lo siniestro y lo bello

 







Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz lunes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la investigadora cultural Berta Ares, va de lo siniestro y lo bello. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. 













Lo siniestro y lo bello
BERTA ARES YÁÑEZ
03 JUN 2023 - El País

Sigmund Freud publicó Lo siniestro en 1919, pero cuando escribía Tótem y tabú (1913) este tema de lo terrorífico, lo que excita angustia y horror, ya le rondaba.
El fundador del psicoanálisis parte de la definición de Schelling: siniestro es aquello que, estando destinado a permanecer oculto, se revela. Eugenio Trías lleva esta idea a su estética del límite: lo siniestro es condición y límite de lo bello, y debe estar presente bajo la forma de ausencia. Es una concepción similar a la de Rilke, para quien lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar.
Lo siniestro se relaciona con lo extrañamente familiar e íntimo, y sin embargo, también con lo extrañamente ajeno, lo inquietante y lúgubre. En la corriente de la filosofía que se ocupa de la estética, lo divino y lo demoniaco encuentran acomodo en lo siniestro.
Hay huellas de este fenómeno en Memoria, película escrita y dirigida por Apichatpong Weerasethakul e interpretada por Tilda Swinton, donde el elemento que activa lo siniestro es una impresión sonora que experimenta la protagonista en su cabeza: un ruido interior, imprevisto, como un bang, un estruendo que parece proceder del núcleo de la tierra. Esta impresión sonora se conoce como síndrome de la cabeza explosiva. Es una espantosa impresión metafísica de alienación y extrañeza, breve, pero tan intensamente siniestra que quien la padece rara vez informa de ello. La produce un movimiento repentino de un componente del oído o un ataque menor en el lóbulo temporal, entre otras causas. Es un fenómeno real, ni psicológico ni paranormal, inofensivo. Raramente se acompaña de dolor, pero sí de una sensación de terror angustioso. La protagonista desconoce el origen del ruido y lo relaciona con lo atávico.
En la película, que se desarrolla entre Medellín y la selva amazónica, el estruendo sonoro es un elemento atávico de extrañeza pero también de lucidez, pues activa la conciencia de una memoria de violencia. Esta recepción de lo siniestro es la que experimenta Edipo al ser consciente de que es el asesino de su padre y de que lleva años cometiendo incesto. Al hacerse conocedor de sus acciones, se arranca los ojos como si así pudiera ocultar o quedar oculto de la tragedia.
Durante siglos, el cuento fue el terreno popular para la reflexión y la exploración de la conciencia en relación con la sexualidad, el instinto de muerte, la represión y la sublimación; elementos habituales en la concepción de lo bello y lo siniestro. El interés de los románticos por esta forma narrativa está relacionado con esa necesidad de búsqueda del límite, de lo sublime, y del vértigo que acompaña su hallazgo.
Los cuentos reunidos por los hermanos Grimm en 1812 muestran esta tendencia popular a escarbar en las profundidades de la psique humana. Sin embargo, es interesante observar cómo estos mismos cuentos fueron posteriormente sometidos a un proceso de reelaboración y moralización para ser comercializados. Una comparativa de versiones (La Oficina, edición de Helena Cortés) demuestra hasta qué punto se introdujeron cambios en relación con la rivalidad sexual y el incesto, entre otras cuestiones, para adaptarse al gusto de la moral familiar burguesa y cristiana.
Buscamos rodearnos de belleza y celebramos el olvido como estrategia para evadirnos y sortear lo oscuro, para quedarnos más acá del dolor y del espanto, pero necesitamos el arte y la ficción para explorar el límite. Sin censura.
Philip Roth buceó en las profundidades de la obscenidad. Se defendió del linchamiento al que fue sometido durante años aduciendo que no se escriben obras de ficción para garantizar la corrección: “Hay que dejar por un momento de ser ciudadanos rectos para penetrar en otra capa de la conciencia humana”. Agota Kristof, quien afirmó no interesarse por la literatura, la necesitó para profundizar en un mundo sin sentimientos. Tras su terrible enfermedad auditiva (¿sufriría el síndrome de la cabeza explosiva?), Francisco de Goya alternó sus encargos de la corte con pinturas negras, donde muestra a los locos, los prisioneros, los asesinos, los violentos, las sombras que oscurecen el alma.
Somos seres finitos, al explorar los límites indagamos en torno a nuestra condición. De eso va la parábola del fruto prohibido. Lo mejor es hacerlo al abrigo de la cultura, de la buena literatura, ante una obra de arte o a la luz de exposiciones como la programada por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona: Sade. La libertad o el mal (para mayores de 18 años), con un pertinente programa público, un espacio, La impropia, para dar cabida a debates sobre el género y las derivas de lo queer, y una serie de visitas excéntricas a la exposición.
En estos tiempos en los que lo bello y lo siniestro se cuela diariamente en nuestras vidas a través de las pantallas, el legado estético, filosófico y político puede ayudarnos a conocer nuestra actual condición y a reflexionar sobre la moral; sin máscaras ni cancelaciones. Berta Ares es periodista e investigadora cultural y doctora en Humanidades.





































[ARCHIVO DE[L BLOG] Inteligencia artificial. [Publicada el 23/06/2017]











El aprendizaje profundo tendrá un efecto revolucionario en la asistencia sanitaria; por ejemplo, una red neuronal entrenada será tan capaz como un dermatólogo de decidir si una lesión cutánea es un cáncer o examinar la retina de un diabético. Lo dice en un artículo en El País el profesor Geoffrey Hinton, Catedrático de Ciencias de la Computación en la Universidad de Toronto y Vicepresidente e Investigador en Ingeniería de Google, que el pasado 15 de junio recibía en Madrid el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación.Durante medio siglo, las investigaciones sobre la inteligencia artificial (IA) se basaron en una extraña analogía con la lógica, comienza diciendo. El razonamiento lógico consiste en utilizar reglas de inferencia válidas para deducir conclusiones verdaderas a partir de premisas ciertas. Tanto las premisas como las conclusiones son concatenaciones de símbolos y las reglas de inferencia son meros mecanismos de manipulación de estas concatenaciones. Los investigadores dieron por sentado que esta era la manera en la que debía funcionar toda la inteligencia.
Desde los albores de la IA, añade, existieron apóstatas que afirmaban que, en vez de imitar a la lógica, la IA debía tratar de imitar las redes neuronales del cerebro. En estas redes, los estímulos generan grandes patrones de actividad neuronal. Estos a su vez producen otros grandes patrones de actividad neuronal que acaban originando respuestas motoras. Todo el conocimiento del sistema reside en la manera en que un patrón de actividad da lugar a otro, y este conocimiento se aprende a través de la experiencia más que a través de los datos introducidos por un programador.
En los últimos años, señala, ha quedado patente que conseguir que un ordenador simule ser una red neuronal es una forma muy eficaz de dotar a las máquinas de la clase de inteligencia que se necesita para tareas tales como el reconocimiento de voz, la interpretación de imágenes, la traducción automática y la práctica de juegos como el go, que requieren conocimientos intuitivos. Este planteamiento se denomina “aprendizaje profundo” (deep learning) porque utiliza redes neuronales profundas compuestas por muchas capas de neuronas. En lugar de tratar de poner por escrito todo lo que sabemos mediante expresiones simbólicas, permitimos que el ordenador aprenda todo lo que sabe a partir de ejemplos.
Si deseamos traducir una frase del español al coreano, dice más adelante, entrenamos a un ordenador mediante la introducción de multitud de pares de frases en español con sus traducciones en coreano hasta que asimile el concepto. El ordenador está programado para comportarse como una red de neuronas cerebrales. Dicha red aprende modificando la intensidad de las conexiones entre las células cerebrales artificiales mediante un algoritmo de uso general bastante sencillo denominado propagación hacia atrás o “retropropagación” (backpropagation). Mediante este algoritmo de aprendizaje, la red neuronal artificial aprende a convertir los símbolos introducidos correspondientes a las palabras en español en patrones de actividad en miles de neuronas que captan los significados de esas palabras. Por ejemplo, la palabra “miércoles” generará un patrón de actividad determinado y la palabra “jueves” dará lugar a un patrón muy similar.
Los “vectores de palabras” internos, comenta, aportan la información para otro conjunto de neuronas que van acumulando actividad con el transcurso del tiempo. Para cuando la red alcanza el final de la frase española, estas otras neuronas poseen un patrón de actividad llamado “vector de pensamiento” que representa el significado de la frase en su totalidad. Posteriormente, este vector de pensamiento se puede volver a convertir en símbolos del idioma que deseemos, siempre y cuando dispongamos de datos para entrenar a la red neuronal que descodifica el vector de pensamiento. A diferencia de la IA tradicional basada en la lógica, los símbolos solo aparecen en los datos introducidos y en los resultados.
El aprendizaje profundo, añade, ya ha revolucionado la capacidad que tienen los equipos informáticos para percibir el mundo y está revolucionando su capacidad para moverse con agilidad y realizar la manipulación de objetos con destreza. Está empezando a posibilitar que los ordenadores comprendan el contenido de los documentos y mantengan conversaciones racionales. Lograr que un ordenador realice una tarea específica mediante su programación ha dejado de ser la única opción. A partir de ahora, cuando una tarea sea tan compleja que no sepamos cómo programarla, podremos indicar al ordenador que simule una red neuronal y entrenar a dicha red para que realice la tarea con solo mostrarle multitud de ejemplos de la información de entrada y de la respuesta deseada.
El aprendizaje profundo tendrá un efecto revolucionario en la asistencia sanitaria, dice. Una red neuronal entrenada con 130.000 ejemplos ya es tan capaz como un dermatólogo de decidir si una lesión cutánea es un cáncer y, de ser así, qué tipo de cáncer es. Cuando haya sido entrenada con millones de ejemplos, será mucho mejor que un dermatólogo. Cualquiera podrá obtener un diagnóstico inmediato, fiable y sumamente barato con solo apuntar su teléfono móvil hacia la mancha cutánea que le preocupa. Otra red neuronal puede examinar una imagen de la retina de una persona diabética y determinar el estadio de retinopatía. Esta práctica será muy valiosa para mejorar la eficacia de los tratamientos en aquellos países que no puedan permitirse contar con un gran número de oftalmólogos. Durante la próxima década, las redes neuronales aprenderán a interpretar la mayoría de los tipos de imágenes médicas de manera mucho más fiable, rápida y asequible que los facultativos. Las redes neuronales también serán mejores que los médicos a la hora de predecir qué tratamientos serán eficaces y de adaptarlos a las particularidades específicas de cada paciente, incluyendo su perfil genético.
La idea tradicional, señala, de que la esencia del pensamiento humano consiste en razonar de manera lógica mediante la manipulación de expresiones en una especie de lenguaje simbólico interno está sucumbiendo ante un punto de vista completamente diferente, según el cual un pensamiento es simplemente un gran patrón de actividad neuronal. Podemos hacer referencia a uno de estos patrones haciendo uso de la concatenación de palabras que normalmente lo generaría o de la concatenación de palabras que produciría, pero el pensamiento en sí mismo no tiene nada que ver con una concatenación de palabras. Los pensamientos similares son patrones similares y tienen efectos similares, de modo que el razonamiento por analogía sea la forma básica del pensamiento humano en vez de una desviación ilógica de la racionalidad.
Muchos expertos en este campo, termina diciendo el profesor Hinton, creen que los cerebros son tan solo máquinas extraordinariamente complicadas y que, con el tiempo, el aprendizaje profundo podrá hacer lo mismo que puede hacer el cerebro. Pero también creen que esto tardará mucho tiempo en ocurrir y que requerirá muchos más avances técnicos en la tecnología del aprendizaje profundo. En cualquier sistema político que esté dirigido por personas y para personas, el aprendizaje profundo será una potente fuerza positiva para mejorar la salud, eliminar los trabajos más arduos y liberar a la gente corriente para que disfrute de la vida al máximo. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt