miércoles, 24 de mayo de 2023

De las tareas del hogar

 








Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la escritora Ana Iris Simón, va de las tareas del hogar. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. 










Ayudar en casa
ANA IRIS SIMÓN
20 MAY 2023 - El País 

Igualdad va a lanzar una aplicación para contabilizar el reparto de las tareas en los hogares y se ha armado un follón, como casi siempre que hacen algo. Les ha pasado como a Pedro y el lobo, así que en cuanto han anunciado el proyecto, tertulianos y opinólogos, con sueldo y sin él, han montado en cólera.
Dicen que les inquieta que el Estado almacene sus datos sobre limpieza, una pega curiosa, pues a pocos les preocupa que Google sepa cada paso que dan o que Pornhub conozca sus fantasías mejor que su pareja. Se quejan de que ya está la Ángela, que cuando habla sube el Pam, metiendo el hocico en nuestros asuntos. Deben pensar que la app es de descarga obligatoria, que si uno no se la baja y registra que ha sacado el lavavajillas se le van a aparecer las tres brujas para ajusticiarlo. Las del friegasuelos.
No hay que ser ninguna lumbrera para saber de dónde ha sacado el ministerio la inspiración: de esas discusiones de pareja que acaban con un folio dividido en dos columnas para apuntar las tareas que uno y otro desempeñan. En general, esto suele venir precedido por las quejas de uno, que considera que el otro hace menos de lo que debería. En concreto, suele ser la miembra la que se queja, y se suele quejar con razón: según los últimos datos del INE, el 76,5% de las mujeres se encarga de la mayor parte de las tareas domésticas, frente al 23,5% de los hombres. Como curiosidad, los municipios de más de 50.000 habitantes en los que hay un mayor porcentaje de hombres que no hacen ni el huevo son El Ejido, Ceuta, Marbella y Melilla. Sería curioso cruzar estos datos con los de consumo de jamón.
El caso es que en Occidente, las mujeres, que éramos quienes tradicionalmente nos habíamos dedicado en exclusiva a los cuidados, nos hemos incorporado en masa al mercado laboral. Ellos, sin embargo, no se han sumado tan masivamente a las tareas del hogar. A pesar de que lo óptimo es luchar por que todos trabajemos menos y podamos organizarnos mejor, y aunque lo que hay que reclamar es la posibilidad de que vuelvan a existir familias monosalariales —término acuñado por García-Máiquez para designar a aquellas que podían vivir con un solo miembro trabajando fuera de casa— mientras hacemos la revolución o la socialdemocracia, habrá que fregar los cacharros. Y lo suyo es hacerlo de la manera más equitativa posible.
Para ello puede ser útil la app de marras, pero parece no gustarle a nadie. Escribió Chesterton que si uno ve a una familia discutiendo, lo más sensato es no meterse, pues todos acabarán uniéndose contra él. Quizá es lo que le ha pasado al ministerio. Eso y que la mayoría de los que se ríen de la interfaz de Igualdad en columnas y tertulias tienen a quien les “ayuda en casa”, fórmula que escandaliza al feminismo cuando la emplea un hombre en referencia a su familia (“¡no hay que ayudar, hay que corresponsabilizarse, Manolo!”), pero que no chirría cuando la usa eufemísticamente alguien con posibles para referirse a su empleada del hogar, pues le da reparo admitir que paga para que le limpien la mierda. Cuando uno tiene quien “le ayuda en casa”, la distribución de tareas es sencilla y paritaria: todo lo hace la ayudante, antaño llamada chacha. Y para eso, la única aplicación necesaria es la del Santander. Ana Iris Simón es de Campo de Criptana (Ciudad Real), comenzó su andadura como periodista primero en 'Telva' y luego en 'Vice España'. Ha colaborado en 'La Ventana' de la Cadena SER y ha trabajado para Playz de RTVE. Su primer libro es 'Feria' (Círculo de Tiza). En EL PAÍS firma artículos de opinión.





































[ARCHIVO DEL BLOG] ¿Por qué voy mañana a votar en las europeas? [Publicada el 24/05/2014]









Mañana iré a votar porque creo firmemente en Europa, y porque sé que todos los caminos, por largos que sean, se hacen andando. También iré a votar porque veo que la realidad europea crece a mi alrededor, y determina mi vida, de forma cada vez más intensa. Y también votaré mañana porque ya no sé vivir sin Europa, porque tengo miedo al regreso de la insolidaridad y las fronteras, y porque no puedo imaginar que vuelven a mi vida los viejos atavismos, los proteccionismos y las glorias de las patrias militares que estamos dejando atrás.
Mañana iré a votar aunque muchos no vayan. Y, después de haber votado, me sentiré mucho mejor que los que reniegan de todo y habitan en la desidia. Cuando tenga la papeleta en la mano, nadie podrá impedir que me sienta más despierto y responsable que los que no votan. Y no pienso darle ninguna disculpa dialéctica a los que, pretextando la falta de una democracia idílica y utópica que debiera brotar de las peñas como el agua cristalina, optan por poner el proyecto europeo a los pies de los extremistas -¡ahí está Holanda otra vez!-, al albur de los escépticos, y a merced de los que ya no recuerdan -o no quieren recordar- la Europa de los equilibrios armados, de las dictaduras, de las diferencias económicas abismales, del horror, del genocidio y de la tierra quemada.
Mañana iré a votar porque, aunque mis palabras le parezcan en exceso dramáticas, veo la Europa más criminal de la historia -la de los nazis y los campos de concentración- a solo 64 años de distancia. Y la Europa del muro de Berlín a solo 19 años. Y la Europa de los Balcanes a solo 5 años de distancia. Y la Europa de Chechenia, o de Osetia, o la que pelea con sus vecinos afganos e iraquíes, en las portadas de hoy.
Mañana iré a votar porque todo lo que nos vino de Europa es gloria bendita, y todo lo que nos caracterizó cada vez que nos fuimos de Europa -tras la Paz de Augsburgo, con Fernando VII, o con Franco- siempre fue ignorancia, miseria y tiranía. Y mañana iré a votar, si Dios quiere, porque creo que la UE es el proyecto político más pacífico, más libre y más ético que existe en el mundo, y que solo Europa funciona como una barrera efectiva frente al organicismo bélico -previsiblemente apocalíptico- que nunca deja de amenazarnos.
Europa va lenta porque la han frenado los irresponsables. Europa tiene un déficit democrático porque la hemos puesto en manos de trileros y políticos de muy corto alcance. Y Europa está necesitada de un impulso constitucional que solo puede venir de ciudadanos responsables, participativos y maduros. Por todo eso votaré mañana. Y porque nada me hace sentir más digno, más honrado y más libre que dejar mi papeleta dentro de la urna.
Las palabras que anteceden no son mías. Ya me gustaría a mí escribir con esa convicción... Son del profesor de ciencias políticas de la Universidad de Santiago de Compostela Xosé Luis Barreiro, y fueron escritas hace justamente cinco años, un día antes de las elecciones al parlamento europeo de 2009, en el diario La Voz de Galicia. Las hago mías porque no han perdido ni un ápice de vigencia frente al pesimismo, el pasotismo, el escepticismo, y todos los "ismos" que ustedes quieran. Porque creo en Europa como patria común de todos los europeos. Y aunque voten cuatro gatos, seremos esos cuatro gatos los que construyamos la Europa de todos. Los demás, los euroescépticos, los europasotas, los europesimistas, pues ya saben: ¡puerta, y marchando!; como dicen por aquí. Que nos dejen seguir a los demás.
Termino invitándoles a la lectura de la pregunta que en el diario El País de hoy se hace el profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) José Ignacio Torreblanca sobre "¿Quién gobierna en Europa?". Estoy seguro de que va a interesarles. Y ahora sean felices, por favor, y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt











martes, 23 de mayo de 2023

De la decadencia

 





Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del escritor Ignacio Peyró, va de la decadencia. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.







Que venga a morir a casa
IGNACIO PEYRÓ
19 MAY 2023 - El País
harendt.blogspot.com

Hacia el final de la cuesta de Saint James’s, la guarnicionería londinense de J. Lobb afirma ser la tienda más bonita del mundo: con un poco menos de romanticismo, podemos al menos convenir en que sea de las más caras. Es un lugar, en todo caso, desconcertante para encontrar un pecio algo triste de la historia de España: hacia el fondo del establecimiento se halla expuesta una silla de montar que, rematada con la corona real española, fue encargada por el rey Alfonso XIII. Una placa explica que —entre el encargo y su conclusión— se proclamó la República en España y la silla nunca se pudo enviar al Palacio de Oriente.
Sportsman elegante, perfil ideal de los años de “la pérgola y el tenis”, la época hubiera podido ayudar a Alfonso XIII a permanecer a modo de estética. Tenía una dosificación muy propia de casticismo y modernidad: el monarca que, continuador de la campechanía borbónica de tiempos del majismo, podía quitar plebeyez al chorizo y la tortilla de patatas, también iba a alentar visiones de modernidad y altura como la Gran Vía o la Ciudad Universitaria, por ceñirnos a Madrid. Pero ni siquiera la elegía de Foxá, al embellecer el ocaso de aquella Corte “preocupada y magnífica” entre “pastores de porcelana de Sajonia”, iba a lograrle una pervivencia benigna entre nosotros. “El rey miró con tristeza su capital hostil”. Al ver la reliquia alfonsina de la tienda de Lobb, de hecho, no resulta de gran frivolidad el pensamiento de que, ya en tiempos de Dámaso Berenguer, se tomasen con más ligereza la cuestión del trono que la de las sillas de montar.
Las estéticas exageradas de la España post-Transición tampoco salvarán a Juan Carlos I ni a “su cara antigua, pintada por Velázquez”. Nada extraño en un país que, desde el desarrollismo, y al contrario que otros —de Alemania a Italia o el Reino Unido— no ha cuajado una estilística moderna positiva. Por lo que hemos ido sabiendo, de hecho, los gustos del Emérito no son más rebuscados que los de cualquier muchacho en plena algidez adolescente: motos con cromados, melenas color platino y hasta viseras para atrás. Pero él es indistinguible de los años ochenta y noventa de nuestra euforia y, como Alfonso XIII con las capitales del norte, Juan Carlos I también encarnaría un gusto epocal que iba a conllevar no poco movimiento de pelotas: Mallorca, Baqueira, las regatas. Recuerden esos años felices en que había que llevar corbatas, como él, con elefantes con la trompa hacia arriba: daban suerte. No olvidemos, en todo caso, que esa fue la Hispania felix que hemos conocido.
Ojalá el reproche a don Juan Carlos hubiera sido solo estético. Infelizmente, la sola descripción desapasionada de su paisaje de comisionistas, tipos perseguidos por la Interpol, cortesanas de alto standing y traficantes de armas quita hasta el filo —un hijo aquí, otra mordida allá— a cada nueva ola de rumores. Esa fue la inmensa corriente de benevolencia que, ganada con su labor como estadista, defraudó de modo personalísimo. El daño ha sido sustancioso, de la erosión en la valoración de la Corona —acuérdense de cuando encabezaba los escalafones— al práctico sabotaje de los primeros años de su heredero. Por suerte, puede pensarse que el daño está hecho ya. No se espera un cambio en la forma de Estado y la cuestión de la inviolabilidad por infracciones privadas aún ha de resolverse. A la vez, con sacrificios sobresalientes, con la inquina familiar de no pocas Cristinas y Froilanes, y con la ceguera de algunos que preferían la defensa de don Juan Carlos antes que la de la Corona, ya hemos visto algo cierto en la institución: un cambio tan tranquilo como determinado para su renovación y la recuperación paulatina de su respetabilidad de acuerdo con estándares internacionales. Ya hay que comenzar a pensar que la Corona se ha transformado en algo que tiene más que ver con Leonor que —convertido en paréntesis— con Juan Carlos.
¿Qué hacer ahora? Al arribar a París, recién exiliado, Alfonso XIII y sus leales se quedaron por breve tiempo en el hotel Meurice, donde algún periodista iba a retratar la cara de estupor herido del monarca. Es, como una cuadratura de dolor, la misma expresión que cuentan aquellos que han ido a Abu Dabi a ver a su nieto, aun con una consideración amarga hacia cuanto separa las decadencias alfonsinas de la rue de Rivoli del pozo negro ético-estético de la compañía de algunos jeques. Por supuesto, si somos capaces de avergonzarnos a nosotros mismos con el protocolo de una simple fiesta autonómica —recordemos el 2 de mayo—, es mejor no pensar en lo mucho que podemos abochornarnos el día que hayamos de enterrar a un rey de España que quizá muera fuera de España. Lo prudente en esta ocasión es ahorrarse el aparato de una nueva tragedia. Hasta el descrédito se agota: que alguien tenga la piedad de traerlo a morir a casa. Ignacio Peyró fue director del Instituto Cervantes en Londres hasta 2022, ahora dirige el centro de Roma. Su último libro es Un aire inglés (Forcola).

































[ARCHIVO DEL BLOG] Gamoneda en el laberinto. [Publicada el 23/05/2015]










Hace unos días escribía de nuevo en el blog sobre los "conflictos", la mayor parte de las veces inducidos con malísima fe, entre las diferentes lenguas españolas. Vuelvo hoy sobre el asunto...
Hay una antigua locución latina de origen medieval, muy utilizada por los letrados en el momento de interrogar a los testigos de la parte contraria con ánimo de confundirles, que proclama que "excusatio non petita, accusatio manifesta"... No creo que necesite traducción porque parece bastante clara, pero en "verso libre" podría traducirse por "excusa no pedida, acusación reconocida"... 
Le dolió mucho hace unos años al poeta astur-leonés, Antonio Gamoneda, Premio Nacional de Literatura 1986 y Premio Cervantes 2006, la utilización que de su firma en el famoso "Manifiesto en defensa de una lengua en común" hicieron algunos medios de difusión y algunos políticos e intelectuales "bienintencionados", como no, entre ellos El Mundo, la COPE, Rosa Díez o Fernando Savater, para tener que presentar "excusatios non petitas". Lo hizo él en un duro, crítico e irónico artículo titulado "El manifiesto ya no es razonable", que publicó en el diario El País. Lamentablemente, la guerra del idioma en España es una guerra única y exclusivamente política, que no tiene traslación alguna a la realidad del país. Y desde esa óptica tiene difícil solución... Lo siento por Gamoneda, que no se lo merecía. Ni tantos otros que de buena fe han caído en la cainita manipulación de los que pretenden enfrentar a los españoles por motivo de "sus lenguas", todas ellas españolas también... ¿O es qué no lo son?... 
Por cierto, fui miembro fundador, a mucha honra,  de la Fundación Pro-Real Academia Española, monolingüe y castellano-parlante orgulloso. "Excusatio non petita...". Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt