martes, 28 de junio de 2016

[Reedición] El príncipe Segismundo y el castillo menguante. Una historia para niños






"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican sin periodicidad fija, conservan su título, fecha y numeración y pueden variar ligeramente en su contenido sobre el publicado originariamente. Disfrútenla de nuevo si lo desean. 

***

Este cuento fue el resultado de un compromiso adquirido con mi nieto mayor, en aquel entonces de 4 años recién cumplidos. Lo escribí para él y sus compañeros de 1º de Educación Infantil con ocasión de la celebración en el colegio en el que estudiaba del Día de los Abuelos. 

Hoy, siete años después, lo reedito y se lo dedico muy especialmente a mis tres nietos y a todos los niños del mundo. Ellos son, como decía Hannah Arendt, el futuro. En cuanto nacidos, con ellos se abren todas las esperanzas del mundo y nadie puede saber lo que este va depararles ni lo que ellos pueden hacer para transformarlo. Espero y deseo que sea para bien porque el mundo ya les pertenece a ellos. Y a nosotros, los mayores, solo nos queda trasmitírselo en las mejores condiciones posible para que lo cambien, lo gocen solidariamente y lo traspasen a sus hijos y nietos. Va por y para ellos...

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt








EL PRÍNCIPE SEGISMUNDO Y EL CASTILLO MENGUANTE
Cuento para niños de 3 a 80 años


A mis nietos Gabriel, Guillermo y Saúl,
y a mis hijas, sus madres


La historia que voy a contaros ocurrió hace ya mucho tiempo en un país muy muy lejano que se llamaba Magicolandia. Allí, en el centro de Magicolandia, en un castillo muy grande, casi tan grande cómo vuestro colegio y con pasadizos tan intrincados como en él, vivía el príncipe Segismundo con sus papás, el rey Baltasar y la reina Rosamunda.

Un día, los papás del príncipe Segismundo, el rey Baltasar y la reina Rosamunda, decidieron que tenían que visitar las ciudades y pueblos del reino de Magicolandia, así que mandaron a buscar al príncipe, que estaba jugando al escondite con otros niños en los patios, vericuetos, pasadizos y rincones secretos del castillo, que solo ellos conocían. 

Cuando el príncipe Segismundo se presentó, sudoroso y sin aliento, sus papás, los reyes, dejaron que descansará un rato, y luego comenzaron a hablar con él.

-Mira, Segismundo, -dijo su papá el rey-, mamá y papá tienen que salir a visitar todas las ciudades y pueblos de Magicolandia, asi que vas a quedarte solo con los abuelitos, con tus amiguitos y con los perritos y los gatitos del castillo. No maltrates a nadie, pórtate bien con todo el mundo, especialmente con los abuelitos y con los otros niños y no hagas daño a los animalitos, porque este castillo, por si no lo sabes, es un castillo mágico, y si te portas mal, aparte de que nosotros nos enteraremos, te pueden pasar cosas muy desagradables…

-No preocuparos, me portaré muy bien, contestó el príncipe Segismundo a sus papás, el rey Baltasar y la reina Rosamunda.

Y así, unos días más tarde, el rey y la reina abandonaron el castillo para ir a visitar todas las ciudades y pueblos de Magicolandia y a todas sus gentes.





El príncipe Segismundo era un niño muy bueno, aunque un poco revoltoso, así que en cuanto se marcharon su papá el rey Baltasar y su mamá la reina Rosamunda, se olvidó de la promesa que les había hecho de no portarse mal y comenzó a hacer pequeñas gamberradas, como no querer comer la comidita que sus abuelitos le preparaban cada día, quedarse jugando hasta la noche, tirar de los pelos a sus amiguitos y quitarles sus juguetes y correr detrás de los perritos y los gatitos del castillo con una escoba para pegarles.

Y así, un día, todos los niños -que hasta entonces habían sido sus amiguitos-, decidieron marcharse, y dejaron solo al príncipe Segismundo, únicamente con sus abuelito y con los perritos y los gatitos del castillo. A pesar de ello, sus abuelitos, que le querían mucho, aunque disgustados con él, seguían preparándole muy ricas comiditas.

¿Y sabéis lo qué pasó?, ¿no lo adivináis?, pues que cuando los amiguitos y amiguitas del príncipe Segismundo se marcharon del castillo esté comenzó a encogerse y hacerse más y más pequeño, y desaparecieron por arte de magia todas las torres, almenas y murallas del mismo. Y el príncipe Segismundo se quedó solito en una habitación muy pequeñita, encerrado con sus abuelitos y con los perritos y los gatitos que había en el antiguo castillo.




El príncipe Segismundo se enfadó mucho muchísimo. Gritaba, llamando a los niños y niñas que habían sido sus amiguitos, y desde la única ventana que había en la habitación les decía:

-¡Pues vale, ya no quiero jugar más con vosotros! No les necesito para nada! ¡Puedo jugar yo solo!…

Los perritos y los gatitos del castillo sí querían jugar con él, pero el príncipe Segismundo estaba tan enfadado y furioso que en lugar de jugar con ellos, los cogió y los echó a la calle por la única ventana que quedaba en la única habitación del castillo…

Pasaron así muchos días y los abuelitos del príncipe Segismundo aburridos de que éste no les obedeciera y no quisiera comerse la comidita que le preparaban cada día, enfadados, se subieron a la única ventana que quedaba en la única habitación del castillo y por ella se bajaron al jardín diciéndole:

-Te has portado muy mal, príncipe Segismundo, así que nos vamos hasta que vuelvas a portarte bien. Y se sentaron en un banco del jardín del antiguo castillo a esperar que su nietecito, el príncipe, volviera a portarse bien y comerse todas las ricas comiditas que le preparaban.

¿Y sabéis lo que pasó?, ¿no lo adivináis?, pues que la única habitación que quedaba en el castillo comenzó a encogerse y hacerse todavía más pequeña. Tan pequeñita, que el príncipe Segismundo se quedó solo en ella, de pie sobre el único ladrillito que quedaba en la habitación, encajonado, y sin poder mover ni los bracitos ni las piernitas… Y claro, estaba tan incómodo y tan estrechito, y tan sin poder moverse para nada, que comenzó a llorar…





Ya no tenía ni a los perritos ni los gatitos del castillo para jugar, ni podía jugar tampoco con sus antiguos amiguitos porque se habían ido del castillo enfadados con él, y tampoco podía comer ninguna de las ricas comiditas que le hacían sus abuelitos… Y además de llorar, ¡comenzó a tener mucha hambre!...


Y entonces, desde lo alto de la ventana de la habitación de un solo ladrillito donde estaba el príncipe Segismundo sin poder mover ni los bracitos ni las piernitas de lo apretado que estaba, comenzó a bajar por la pared una hormiguita muy muy pequeñita. 



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Y cuando la hormiguita llegó hasta donde estaba el príncipe Segismundo, le dijo enfadada:

-¡Oye, príncipe Segismundo! ¿Se puedes saber por qué estás gritando tanto? ¡No ves que no me dejas dormir!…

Y el príncipe Segismundo contestó a la hormiguita:

-¡Es qué tengo mucha hambre! ¡Y mucho miedo!…-, dijo lloriquenado.

-¿Y por qué estás solo y encerrado en esta habitación tan pequeñita que no puedes mover ni los bracitos ni las piernitas?, preguntó la hormiguita al príncipe.

Y el príncipe Segismundo, llorando y medio comiéndose los moquitos que le caían por la nariz, contestó a la hormiguita:

-¡Es qué me he portado muy mal con los perritos y los gatitos del castillo, no he querido jugar con mis amiguitos, los niños y las niñas que vivían conmigo, y no he querido comerme las ricas comiditas que me preparaban mis abuelitos…

-¡Claro, dijo la hormiguita al príncipe Segismundo, -te has portado tan mal, que el castillo mágico se ha ido encogiendo hasta quedarse en un solo ladrillito...

-Pues tú verás, príncipe Segismundo, como lo arreglas-, le dijo la hormiguita. -Yo que tú, continúo la hormiguita, llamaba de nuevo a los perritos y los gatitos del castillo, a los niños y niñas que eran tus amiguitos y a tus abuelitos que te preparaban ricas comiditas y les pedía perdón, le dijo al príncipe.

Y el príncipe Segismundo, arrepentido de lo mal que se había portado con los perritos y los gatitos del castillo, con sus amiguitos y amiguitas con los que siempre había jugado al escondite, y sobre todo con sus abuelitos, se asomó como pudo a la ventanita de la única habitación tan pequeñita que solo tenía un ladrillito y comenzó a gritar:





-¡Oíganme, por favor. Me he portado muy mal con ustedes y quiero pedirles perdón. No volveré a perseguirles con una escoba por los pasillos del castillo, ni tampoco les tiraré de los pelos ni les quitaré sus juguetes, y me comeré todas las ricas comiditas que me preparéis!… Eso es lo que gritaba el príncipe Segismundo desde la única ventanita, de la única habitación que quedaba del castillo…

¿Y sabéis lo que pasó?, ¿no lo adivináis?…, ¡pues que cuando oyeron los gritos del príncipe Segismundo pidiéndoles perdón, los perritos y los gatitos que habían habitado en el castillo volvieron hasta la ventana y dando un salto muy grande entraron en la habitación del príncipe y comenzaron a lamerle las manitas y mover sus rabitos de lo alegres que estaban, y la habitación entonces, como por arte de magia, comenzó a crecer y crecer y a hacerse más y más grande!…

Y el príncipe Segismundo se puso a jugar con ellos. Y entonces, comenzaron a volver los niños y las niñas que habían sido sus amiguitos, y el príncipe les abrazó, les pidió perdón y se pusieron todos juntos a jugar…


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Y según iban volviendo los niños y las niñas el castillo se iba haciendo más y más grande… Y también volvieron sus abuelitos…, y comenzaron a aparecer habitaciones y más habitaciones, y se levantaban las murallas y las torres del castillo, como por arte de magia…

Fue entonces cuando se oyeron muchos tambores y trompetas, y el príncipe Segismundo subió a la torre más alta del castillo y vio, allá a lo lejos, que volvían de su viaje su papá el rey Baltasar y su mamá la reina Rosamunda. Y los abuelitos prepararon una gran comida para él y para sus papás y para todos los niños y niñas del castillo, y para todos los perritos y los gatitos de Magicolandia. ¡Ah, y también para la pequeña hormiguita y toda su familia!… Y todos se pusieron a cantar y a gritar de contento porque el castillo mágico estaba como nuevo…

Y el príncipe Segismundo nunca más persiguió a los gatitos y perritos con una escoba por los pasillos del castillo, ni tiró de los pelos a sus amiguitos y amiguitas, ni les quitó sus juguetes ni dejó de comerse las ricas comiditas que le preparaban sus abuelitos y su mamá la reina Rosamunda…

¿Y sabéis lo que pasó?, ¿no os lo imagináis?…, pues que fueron todos felices, comieron muchas perdices..., ¡y a mí me dieron con un plato en las narices!… Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.


F I N







Entrada núm. 2059
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri
Publicada originariamente el 23 de abril de 2014

lunes, 27 de junio de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy lunes, 27 de junio de 2016. El día de la resaca...





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 2802
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Galdós en su salsa] Hoy, con "La batalla de los Arapiles"



Estatua de Galdós en Las Palmas de G.C. (Pablo Serrano, 1969)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que acaban de cumplirse 173 años, voy a ir subiendo al blog a lo largo de los próximos meses su copiosa obra narrativa, que comencé hace unos días con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, militar que había participado y combatido en ella.

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español. Considerado como uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser propuesto por diversos especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope ningún escritor fue tan popular, ninguno tan universal desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912.


La batalla de los Arapiles es la décima y última novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Con ella culmina la narración de las aventuras del protagonista, Gabriel Araceli, durante la Guerra de Independencia. En la citada batalla,en las proximidades de la ciudad de Salamanca, Gabriel combatirá en la vanguardia del ejército aliado comandado por Wellington con inusitado heroísmo, resultando herido gravemente. Recuperado, y finalizada la guerra, se casará por fin con su adorada Inés.

La batalla tuvo lugar el 22 de julio de 1812 resultando una gran victoria del ejército anglo-hispano-portugués al mando del general Arthur Wellesley, el duque de Wellington, sobre las tropas francesas al mando del mariscal Marmont. Los aliados sufrieron 5.220 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos, de los cuales 3.176 fueron británicos, 2.038 portugueses y 6 españoles, mientras que el ejército francés perdió unos 12 500 hombres, incluyendo los prisioneros.

Pueden leer o descargar la novela desde el enlace de más arriba, en la versión existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de Alicante. Disfrútenla.



Recreación de la batalla de los Arapiles


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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Entrada núm. 2801
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

domingo, 26 de junio de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy domingo, 26 de junio de 2016. Elecciones a Cortes en España





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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Entrada núm. 2800
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[Píldoras literarias] Hoy, con "Tú y yo", de Marco Denevi.





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Tú y yode Marco Denevi (1922-1998), escritor y dramaturgo argentino. Irrumpió en la literatura con la novela Rosaura a las diez que gana en 1955 el Premio Kraft convirtiéndose de inmediato en un gran éxito y más tarde llevada al cine. Incursiona en el teatro con Los expedientes, obra con la que obtuvo el Premio Nacional de Teatro. Cuentista, Denevi obtuvo en 1960 el premio de la revista Life en español por su relato Ceremonia secreta, que fue traducido a varios idiomas y adaptado cinematográficamente en 1968. Sus personajes bordean lo estrafalario, y en sus obras predominan la ambigüedad de la percepción, el conocimiento, la intriga y un humor que tiende al negro. Practicó el periodismo político a partir de 1980, que le proporcionó, según confesaría, las mayores felicidades en su oficio de escritor. En 1990 fue presidente honorario del Consejo de Ciudadanos, y miembro de la Academia Argentina de Letras a partir de 1997. 

Su relato, incluido en Parque de diversiones (1970), consta de veintidós palabras y dice así: 


TÚ Y YO 

Leímos todo cuanto había
sido escrito sobre el amor. 
Pero cuando nos amamos 
descubrimos que nada había 
sido escrito sobre nuestro amor.






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Entrada núm. 2799
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sábado, 25 de junio de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy sábado, 25 de junio de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.







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Entrada núm. 2798
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[Pensamiento] Sobre el Estado, de Pierre Bourdieu






En el número de enero este año de la revista Estudios de Política Exterior se publicaba un artículo del profesor Miguel Ángel Serrano titulado El Estado. ¿Cómo se crea? ¿Cómo nos crea?, reseñando el libro Sobre el Estado. Cursos en el Collège de France. 1989/1992 (Anagrama, Barcelona, 2014),  de Pierre Bourdieu (1930-2002), profesor del Collège de France y director de estudios de la École de Hautes Études en Sciences Sociales de París. 

Bourdieu fue uno de los más destacados representantes de la sociología contemporánea. Reflexionó sobre la sociedad, introdujo o rescató baterías de conceptos e investigó en forma sistemática lo que suele parecer trivial como parte de nuestra cotidianidad: hábitos, actos sociales, símbolos e instituciones. Al final de su vida se convirtió por su compromiso público en uno de los principales actores de la vida intelectual francesa. 

Fue hace unas semanas, no puedo precisar el momento exacto, que leí la reseña mencionada más arriba. No había leído nunca nada suyo, de Bourdieu, pero sí sobre él y su ingente obra como sociólogo: "Sus cursos son una auténtica mina de erudición: no reflejan el saber rígido del especialista, sino el saber vasto y audaz del generalista -han dicho de él-. Casi cada párrafo contiene un hallazgo, y asistimos en ocasiones a una profusión de ideas que confluyen una tras otra con precisión y control notables al asimilar una masa de datos en un análisis sociológico coherente". La cuestión es que me interesó de entrada, lo pedí a la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas, mi proveedora habitual de lecturas en estos últimos años, como antes lo fueran, y durante más de cuarenta años (de pago, por compra) las ya desaparecidas Editorial Aguilar y la Librería Beatriz, en Madrid. Me lo adquirieron de inmediato, en un plazo brevísimo de tiempo, y hace dos días lo retiré y comencé a leerlo. Y estoy fascinado, y eso que solo he leído las dos primeras de las veintitrés lecciones del Curso: seiscientas páginas que me van a saber a poco, lo presiento, pues es cierto que si mi formación académica es eminentemente "historicista", mi vocación primera fue y sigue siendo, también eminentemente, la teoría política. Y ahí estamos...

No es sencillo aproximarse a Pierre Bourdieu, dice Miguel Ángel Serrano al comienzo de su reseña crítica, porque la profundidad de sus análisis es en ocasiones abisal, pero también es cierto que su claridad expositiva es notable. La gran influencia que ha ejercido y ejerce en la Sociología de hoy tiene que ver también con su prístina sinceridad sobre las dificultades de la disciplina y de su relación con otras. Este es un asunto, el de la Sociología y la sociodicea (la explicación de la sociedad, un neologismo que acuña Bourdieu apoyado en la teodicea), que recorre toda su obra, y especialmente Sobre el Estado.

La obra parte de una transcripción, continúa diciendo, de los cursos que el pensador francés impartió en el Collège de France entre 1989 y 1992, y esa condición de dictado es parte de la bondad pero también de la dificultad del libro. Nunca se detiene Bourdieu ante una frontera epistemológica, pero además explica los motivos de la hibridación y el objetivo que se marca al hacerla. Así, el autor entiende que su empeño de hacer una genealogía del Estado está trufado de riesgos, pese a que ve claros los huecos que, en su opinión, todavía no se han cubierto en la reflexión sobre qué cosa es, cómo surge y evoluciona y hacia dónde se encamina el Estado como ente factual e intelectual.

Algo importante en su tesis, añade, es entender que el Estado imbuye en la mente de las personas la propia idea de Estado, su importancia. Desde esa posición, el Estado es también capaz de conformar los rasgos de la sociedad y la cultura: por así decir, el Estado impone las reglas para su estudio, lo que hace más complicada la labor de análisis. Añádase a ello que para Bourdieu la aproximación histórica no puede ser la misma que la sociológica, pero sí hay un diálogo que debe destilar lo principal de las argumentaciones: si bien se propone el análisis de otros pensadores sobre la Historia del Estado, se hace para avanzar en las posiciones que tal disciplina no puede cubrir.

El análisis genético se apoya, pues, en el recorrido histórico, escribe más adelante. Dada su tremenda erudición, Bourdieu se apoya en el estudio de la formación del Estado en Japón, en Francia o en Inglaterra, y acude a poderosos trabajos previos como los de Elias, Durkheim o Tilly solo para mostrar las lagunas y la dificultad del análisis tanto de los que le preceden como del propio. Muy resumidamente, y habida cuenta de que no parece que Bourdieu estuviera pensando en la publicación (y por tanto la labor de ordenación de los conceptos no es llevada a sus últimas consecuencias), la tesis se resume en que el Estado es una ficción (en el sentido de hacer, no discursivo) que soporta las luchas de todos los campos que componen una sociedad. No solo las soporta sino que las regula y normaliza: impone una visión y una división que asegura la eficiencia social.

Pero para que eso haya sido posible, continúa diciendo, y para que se haya llegado al "Welfare State", (Estado del bienestar) ha sido necesario un proceso de siglos que ha consistido, a vuelapluma, en la acumulación de poder y capitales por parte del Estado (del Rey), tomándolos de los señores feudales o de las comunidades desorganizadas, de modo que se convierte en un capital privado. Esa centralización absolutista deja paso a una conformación de la idea del Estado (y de otros conceptos como la nación) que utiliza y ordena los símbolos de manera que el debate social quede delimitado en condiciones dictadas. Dado que el Estado imbuye la idea del Estado, Bourdieu niega incluso la condición rupturista de la Revolución Francesa, puesto que lo que se da es una reconfiguración de las clases dominantes (de la nobleza de sangre a la nobleza de Estado, de la Casa del Rey a la Razón de Estado) que utilizan el discurso simbólico para apoyar tal cambio. Es el Estado, según la visión francesa, el que construirá el orden y la nación a través de la escuela, el catastro o la ley.

Bourdieu, continúa diciendo, dota de extrema importancia al cuerpo de funcionarios (el campo burocrático) como “servidores que se sirven del Estado” y a los juristas como poseedores del capital lingüístico necesario para pasar de la idea mágica del poder a una ordenada por el Derecho. Es decir, que el poder del Estado (metapoder, como él mismo lo define) hace que los demás poderes se subordinen a la idea ortodoxa que él mismo patrocina. Así, el diseño del sistema educativo, militar, judicial, parlamentario o social, en suma, tiene que ver con una lógica de reparto ordenado de las cartas de juego para que todo el mundo quiera jugarlo y el orden social (que constituye una rareza, en su opinión) se mantenga.

Discúlpese lo tosco del resumen, dice Serrano poco antes de terminar su reseña. Lo extraordinario del libro es, precisamente, la libertad intelectual que destila y la asombrosa capacidad de Bourdieu de mantener el hilo del discurso pese a la enorme cantidad de datos, referencias y digresiones que la obra acumula. Se puede imaginar al autor dejando que el flujo de su pensamiento vuele libre pero atado a un cordel, de modo que el lector pueda tomar lo principal de los argumentos.

Hay que agradecer la labor ímproba de los editores franceses, añade, para poner en orden el volumen y hacer inteligible la oralidad del profesor. También la traducción de Pilar González Rodríguez y la cuidada edición de Anagrama merecen elogio.

Otro gran intelectual francés, concluye su artículo el profesor Serrano refiriéndose a George Steiner, decía que un intelectual es alguien que lee con un lápiz en la mano. No hay otra manera de leer este libro, simplemente porque las ideas de Bourdieu inevitablemente dispararán las del lector que se atreva a “asistir” a estas clases magistrales.



Pierre Bourdieu



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viernes, 24 de junio de 2016

[A vuelapluma] "I have done the deed" (Macbeth, de William Shakespeare). El Reino Unido rompe con Europa



Jo Cox


"I have done the deed": He hecho el hecho, le dice Macbeth a su mujer, al oído, nada más que un instante después de haber asesinado al rey Duncan. La frase pertenece al Acto II, Escena 2, de Macbeth. 

Quizá tengo tendencia a literaturizar casi todos los grandes acontecimientos de la historia. Quizá, también, porque hay pocas cosas nuevas bajo el sol en cuanto a pasiones humanas y desde Homero, Sófocles, Esquilo, Eurípides, y Shakespeare, por supuesto, casi todo está dicho, y mucho mejor que ahora.

Lo siento. Siento de veras que un 52 por ciento de los británicos haya optado por ser cabeza de ratón en lugar de cola de león, y eso lo digo aun a sabiendas de que el león europeo anda bastante renqueante.

Y lo siento, aunque no me crean, sobre todo por la diputada laborista británica Jo Cox, asesinada hace justamente hace una semana cuando hacía campaña a favor del "Sí" a la Unión Europea. Tiene que ser muy triste, aunque ella no lo haya sabido, ni lo vaya a saber nunca, saberse asesinadas tres veces: la primera por la incompetencia de un primer ministro imbécil, la segunda por un fanático nacionalista y la tercera, quiero suponer que involuntariamente, por el 52 por ciento de sus compatriotas. Espero que la tierra le sea leve. Ha muerto por nada. Descanse en paz. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 24 de junio 2016, que la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria cumple 538 años





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






HArendt




Entrada núm. 2795
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)