La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos.
Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden.
Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden.
Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Trece, de Pía Barros (1956), escritora chilena conocida especialmente por sus cuentos, y perteneciente a la denominada generación de los 80. Estudió pedagogía en Santiago y allí asistió al taller de Carlos Ruiz-Tagle, quien la recomendaría que abandonara la aventura poética y se dedicara a la narrativa. Ha sido profesora visitante en la Universidad de Oregón, Estados Unidos. Sus cuentos han sido publicados en más de treinta antologías, tanto de Chile, como del extranjero compartiendo publicación con nombres como Roberto Bolaño, Antonio Skármeta e Isabel Allende.
Su relato, incluido en la obra A horcajadas (1990), tiene veintisiete palabras, y dice así:
***
TRECE
Me encantas, bruja, en tu vuelo nocturno.
Así le dijo, lo que siempre había querido escuchar.
Pero siguió de largo. Era el día de los malos augurios.
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Pía Barros