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sábado, 20 de junio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Polvo de estrellas. Publicada el 21 de febrero de 2010



La Vía Lactea



Sigo hablando sobre amigas... Quien tiene una amiga, tiene un tesoro, dice un aforismo. Yo las tengo. Y buenas, muy buenas. Inés Armero, amiga y vecina de Maspalomas, lleva un blog titulado "Una astronauta en la isla de Lobos", que es una auténtica delicia. Es física de profesión. Y se le nota. A pesar de ello, o quizá por ello, destila humor y ciencia, por los cuatro costados. El pasado día 26 de enero publicó una entrada en él titulada "Cuarenta y dos" en la que reproduce un fragmento del libro "Guía del autoestopista galáctico"(Anagrama, Barcelona, 2009), del novelista británico Douglas Adams (1952-2001), una metáfora sobre el sentido de la vida y la soledad de los humanos en el universo. Pueden leerla más abajo.

Ese mismo día le escribo comentándola que he seguido todo el diálogo de su relato (el de Douglas Adams) con expectación creciente, y que no me ha defraudado. Que supongo, también, que habrá gentes que se lo tomen a broma; incluso que piensen que es una tomadura de pelo. Y que lo siento por ellos, pero que "no hay pregunta". Que estamos aquí por puro azar. Por un accidente de la Naturaleza. Que desapareceremos por otro, o por consunción, sin dejar rastro alguno de nuestro paso. Y que ya está. Que se acabó. Que no hay nada más. Y que ni tiene porqué haberlo. Que nuestra grandeza es que somos los únicos seres en el universo conscientes de ello. Y que muchísima gracias. Y que me ha encantado. Y que si me deja publicarlo en mi blog.

Me contesta al siguiente día, que sí, que puedo publicarlo si lo deseo. Que se alegra de que me haya gustado. pero que hay una cosa en la que no acaba de estar acuerdo conmigo: en eso que digo de que somos los únicos seres del universo conscientes de la casualidad de nuestra existencia; que su mente, científica, se niega a creer en el azar, por lo cual se teme que hay muchos mundos como este nuestro en que otros seres se hacen preguntas similares a las nuestras; es decir que todavía somos mucho más insignificantes de lo que a nuestro ego le gustaría... Ojalá tuviera mi amiga Inés razón. Pero me temo que ni ella, ni ustedes, ni yo, vamos a poder comprobarlo.

Una vez leí una entrevista que le hicieron poco antes de morir a nuestro eximio Premio Nobel, el doctor Severo Ochoa. No puedo reproducir sus palabras literalmente porque cito de memoria. De lo que no tengo duda alguna es del sentido de su respuesta a la pregunta sobre si estábamos solos en el universo y sobre si había otra vida después de ésta: "Estamos absolutamente solos. No somos nada más que un conjunto de átomos. Nos disolvemos al morir. No hay nada después de la vida". ¿Materialismo radical?... No soy creyente. Pero me parece muy respetable que ustedes crean lo que estimen conveniente. La esperanza es lo último que se pierde.

El título de mi entrada está tomado del libro "El mundo de Sofía" (Siruela, Madrid, 1995), de Jostein Gaarder. Es la metáfora que utiliza el padre de la protagonista del libro para explicar a su hija de "dónde" venimos y "qué" somos: ¡Polvo de estrellas!... A mi siempre me ha parecido una bellísima y maravillosa metáfora.

Y en YouTube he encontrado un precioso vídeo en el que Serrat y Noa le cantan al azar. Sí, a ese azar que rige nuestras vidas, y que otros llaman dios o providencia o destino o fortuna, siempre caprichoso e inesperado... Espero que lo disfruten. Pueden verlo en el enlace de más arriba. Les dejo con el texto de mi amiga Inés. Espero que lo disfruten. HArendt




"CUARENTA Y DOS", por Inés Armero
26 de enero de 2010
Del libro "Guía del autoestopista galáctico", de Douglas Adams

"Desde luego, existen muchos problemas relacionados con la vida, entre los cuales algunos de los más famosos son: ¿por qué nacemos? ¿por qué morimos? (...)

hace muchísimos millones de años, una raza de seres pandimensionales hiperinteligentes (cuya manifestación física en su propio universo pandimensional no es diferente a la nuestra) quedó tan harta de la continua discusión sobre el sentido de la vida, que interrumpieron su pasatiempo favorito de criquet ultrabrockiano y decidieron sentarse a resolver sus problemas de una vez para siempre.

con ese fin construyeron un ordenador estupendo que era tan sumamente inteligente, que incluso antes de que se conectaran sus bancos de datos empezó por pienso, luego existo, y llegó hasta inferir la existencia del pudín de arroz y del impuesto de la renta antes de que alguien lograra desconectarlo. (...)

un hombre, de pie sobre un estrado vivamente engalanado delante de un edificio que dominaba la plaza, se dirigía a la multitud:

-¡oh, gentes que esperáis a la sombra de pensamiento profundo! -gritó- ¡honorables descendientes de vroomfondel y de majikthise, los sabios más grandes y realmente interesantes que el universo ha conocido jamás..., el tiempo de espera ha terminado!

la multitud estalló en vítores desenfrenados. tremolaron banderas y gallardetes; se oyeron silbidos agudos. las calles más estrechas parecían ciempiés vueltos de espaldas y agitando frenéticamente las patas en el aire.

-¡nuestra raza ha esperado siete millones y medio de años este gran día optimista e iluminador! -gritó el dirigente de los vítores- ¡el día de la respuesta!

la extática multitud rompió en hurras.

-nunca más -gritó el hombre- nunca más volveremos a levantarnos por la mañana preguntándonos: ¿quién soy? ¿qué sentido tiene mi vida? ¿tiene alguna importancia, cósmicamente hablando, si no me levanto para ir a trabajar? ¡porque hoy, finalmente, conoceremos, de una vez por todas, las lisa y llana respuesta a todos esos problemillas inoportunos de la vida, del universo, y de todo! (...)

dos hombres severamente vestidos se sentaban con gravedad ante la terminal, esperando.

-casi ha llegado la hora -dijo uno de ellos. (...)
-hace setenta y cinco mil generaciones, nuestros antepasados pusieron en marcha este programa -dijo el segundo hombre-, y en todo este tiempo nosotro seremos los primeros en oír las palabras del ordenador.
-¡somos nosotros los que oiremos la respuesta a la gran pregunta de la vida...!
-¡del universo..!
-¡y de todo...!
-¡chssss! ¡creo que pensamiento profundo se dispone a hablar!

hubo un expectante momento de pausa mientras los paneles de la parte delantera de la consola empezaban a despertarse lentamente. comenzaron a encenderse y apagarse luces de prueba que pronto funcionaron de modo continuo. un canturreo leve y suave se oyó por el canal de comunicación.

-buenos días- dijo al fin pensamiento profundo.
-hmmm... buenos días, pensamiento profundo, ¿tienes... hmmm, es decir...?
-¿una respuesta que daros? -le interrumpió pensamiento profundo en tono majestuoso-. sí, la tengo.
los dos hombres temblaron de expectación. su espera no había sido en vano.
-¿de veras existe?.
-existe de veras -confirmó pensamiento profundo.
-¿a todo? ¿a la gran pregunta de la vida, del universo, y de todo?
-sí.

los dos hombres estaban listos para aquel momento, se habían preparado durante toda la vida; se les escogió al nacer para que presenciaran la respuesta, pero aun así jadeaban y se retorcían como criaturas nerviosas.

-¿y estás dispuesto a dárnosla?
-lo estoy.
-¿ahora mismo?
-ahora mismo.

ambos se pasaron la lengua por los labios secos.

-aunque no creo -añadió pensamiento profundo- que vaya a gustaros.
-¡no importa! ¡tenemos que saberla! ¡ahora mismo!
-¿ahora mismo? -inquirió pensamiento profundo.
-¡sí! ahora mismo...
-muy bien -dijo el ordenador, volviendo a guardar silencio.

los dos hombres se agitaron inquietos, la tensión era insoportable.

-en serio, no os va a gustar -observó pensamiento profundo.
-¡dínosla!
-de acuerdo -dijo pensamiento profundo-. la respuesta a la gran pregunta...
-¡sí...!
-... de la vida, del universo, y de todo... -dijo pensamiento profundo.
-¡sí...!
-es...
-¡sí...!
-es...
-¡¡¡...¿sí...?!!!
-cuarenta y dos -dijo pensamiento profundo, con calma y majestad infinitas.

pasó largo tiempo antes de que hablara alguien.
con el rabillo del ojo, los hombres veían los expectantes rostros de la gente que aguardaba en la plaza.

-nos van a linchar, ¿verdad? -susurró uno.
-era una misión difícil -dijo pensamiento profundo con voz suave.
-¡cuarenta y dos! ¿eso es todo lo que tienes que decirnos después de siete millones y medio de años de trabajo?
-lo he comprobado con mucho cuidado -manifestó el ordenador-, y ésa es exactamente la respuesta. para ser franca con vosotros, creo que el problema consiste en que nunca habéis sabido realmente cuál es la pregunta.
-¡pero se trata de la gran pregunta! ¡la cuestión última de la vida, del universo y de todo!
-sí -convino pensamiento profundo, con el aire del que soporta bien a los estúpidos-, pero ¿cuál es realmente?

un lento silencio lleno de estupor fue apoderándose de los dos hombres, que se miraron mutuamente tras apartar la vista del ordenador.

-pues ya lo sabes, de todo..., todo...
-¡exactamente! -sentenció pensamiento profundo-. de manera que, en cuanto sepáis cuál es realmente la pregunta, sabréis cuál es la respuesta.
-de acuerdo, de acuerdo. mira, ¿no puedes decirnos la pregunta?
-¿la cuestión última?
-sí.
-¿de la vida, del universo, y de todo?
-¡sí!
-difícil -comentó.
-pero ¿puedes decírnosla?

pensamiento profundo meditó sobre ello otro largo momento.

-no -dijo al fin, con la voz firme".




El escritor Douglas Adams



La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 10 de noviembre de 2018

[A VUELAPLUMA] Las grandes preguntas





Hay que hacerse grandes preguntas, pero saberlo todo sobre nada ya no garantiza una vida estable, escribe en su columna semanal en el diario El Pais, Javier Sampedro, científico y periodista español, Doctor en Genética y Biología molecular, investigador, primero, del Centro de Biología Molecular "Severo Ochoa" de Madrid, y después, del Laboratorio de Biología Molecular del "Medical Research Council" de Cambridge.

Los profesores de filosofía, comienza diciendo Sampedro, estimulan a sus estudiantes a hacerse grandes preguntas. Los profesores de ciencia disuaden a los suyos. Y tienen buenas razones para hacerlo. Para un aprendiz de científico, plantearse cuál fue el origen de todo, por qué estamos aquí, adónde vamos y todas esas cuestiones tan fascinantes es el camino más seguro hacia el siniestro total de su carrera. La ciencia es oportunista, y suele morder donde encuentra vena, allí donde el estado del conocimiento y el estado del arte prometen ofrecer una respuesta a tiempo de obtener la inversión o renovar la subvención. Las grandes preguntas, se dice el científico, solo las responderá Dios. En este sentido, Galileo solo vio lo que alcanzaba su telescopio, y la biología solo avanza con la potencia de su microscopio.

Por fortuna, una pequeña parte de la chiquillería no hace ni caso a sus maestros en este punto. Puede que esté en su fisiología, o tal vez en su entorno familiar, pero el caso es que hay gente que nace cienciaherida, niños y niñas cuya curiosidad insaciable no solo les conduce a estudiar ciencias, sino a elegir entre ellas las disciplinas más profundas y dificultosas, las que plantean grandes preguntas y, por tanto, amenazan la carrera del practicante como la navaja que presiona el cuello. Una buena muestra de ello es Stephen Hawking, el gran físico teórico fallecido este año. Sus cenizas yacen ahora en la abadía de Westminster, entre las tumbas de Newton y Darwin.

Cuando el físico vio la película sobre su vida, La teoría del todo, y preguntado directamente por Eddie Redmayne, el actor que le encarnó y ganó por ello el Oscar en 2014, Hawking objetó que debería haber “más física y menos sentimientos”. Eso es puro Hawking, uno de esos pensadores cuyo mayor estímulo emocional es precisamente el poder explicativo de la ciencia, su belleza y su creatividad extrema. Es muy difícil hacer llegar este concepto al público lego. Pero créanme, hay gente cuya mente funciona así. Lean el libro póstumo de Hawking, Breves respuestas a las grandes preguntas, para entender esto y mucho más.

Por muy arriesgadas que sean las grandes preguntas, lo cierto es que hay una gran ventaja para quienes se las plantean. Si tú te preguntas ¿qué somos?, y tienes alguna esperanza de encontrar una respuesta siquiera parcial en tu tiempo de vida, no vas a poder limitarte a la filosofía. Tendrás que profundizar en los fundamentos de la física y la cosmología, la evolución y la neurología, la matemática y la inteligencia artificial. Tendrás que ser por tanto un polímata, una persona de conocimientos distribuidos, amplios, interdisciplinarios. Esto ocurre ya dentro de cada ciencia. El genio fértil y sutil de Poincaré se debió a su entendimiento profundo de unas áreas de las matemáticas que todo el mundo había considerado disociadas hasta entonces. La doble hélice del ADN redujo la exuberante diversidad de la naturaleza a un principio simple, creador, generativo. Hawking ha dedicado su vida a lo mismo con los dos pilares de la física actual, la mecánica cuántica de lo muy pequeño y la relatividad einsteniana de lo muy grande. Su laboratorio mental han sido los agujeros negros, que son tan pequeños que deben obedecer la mecánica cuántica y tan masivos que responden a la relatividad general.

Sin llegar a estos extremos, tener una inclinación hacia lo general en vez de lo específico, a lo abstracto más que a lo concreto, a lo importante antes que a lo urgente, puede tener una relevancia cada vez mayor en el mundo que estamos creando. Saberlo todo sobre nada ya no garantiza una vida estable.



Hawking en Tenerife (Islas Canarias, España) en 2015



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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