Mostrando entradas con la etiqueta L.Freixas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta L.Freixas. Mostrar todas las entradas

viernes, 24 de enero de 2020

[A VUELAPLUMA] Infancia eterna





"Pasé mi infancia y adolescencia intentando comprender ese gran misterio de la vida, -comenta en el A vuelapluma de hoy la escritora Laura Freixas-. A ese misterio, por ­entonces –años sesenta, ­setenta– se le llamaba “de dónde vienen los niños”. Un día mi padre, de­cidido a ­pasar el mal trago, se sentó con­migo y me lo explicó en diez minutos.

Lo entendí perfectamente, como habría entendido el funcionamiento de un destornillador o un abrelatas; sólo que no era eso lo que yo quería saber. Estaba muy bien, sí, conocer la mecánica del asunto, pero lo que yo quería entender era otra cosa. Algo tan complicado como ordenar el puzle desconcertante que componían Simplemente María, Playboy , el barrio chino, el mandato de virginidad para las chicas, el miedo a la violación, el consultorio de Elena Francis, La vie en rose, los cursillos prematrimoniales, las bodas de penalti, los guiños de los hombres cuando se les preguntaba cuántos hijos tenían y contestaban “dos... que yo sepa”... y así, hasta un millar de piezas. Lo que yo quería entender, en suma, era qué sentido tenía todo aquello. Y por cierto, si había alguien que yo no quería que me lo explicara, era mi padre. O mi madre. Entre otras cosas, porque tenía clarísimo –antes de saber formularlo con palabras– que la sexualidad es lo que nos hace personas adultas, autónomas, desgajadas de nuestra familia.

Y todo eso que yo necesitaba entender, ¿dónde aprenderlo? La escuela habría sido lo mejor: un entorno neutro, aséptico, con adultos ajenos a nosotras. Pero parece que no hay manera de que se implante en España, con normalidad, la educación afectiva y sexual. En vez de avanzar en ese campo, como habría sido de esperar, resulta que retrocedemos: ahora la derecha quiere dar a los padres el poder de impedir, mediante el pin parental , que sus hijas e hijos reciban esa enseñanza. Curiosamente, no se atreven a discutir sus contenidos –¿será que no quieren reconocer lo que de verdad piensan del tema? ¿será que sus ideas les avergüenzan?...– y prefieren rechazarlo sin explicaciones, esgrimiendo un supuesto derecho de los padres a elegir la educación de sus hijas e hijos. Como si estos no fueran personas con sus propios derechos: el derecho a saber, el derecho a entender una dimensión fundamental de su persona, el derecho a escoger cómo desarrollarla. En vez de eso algunos padres quieren, por lo visto, una inocente escuela Pin y Pon que mantenga a sus criaturas en una eterna infancia".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt







HArendt




Entrada núm. 5668
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 15 de enero de 2020

[A VUELAPLUMA] Amar nos roba





Mi asistenta, Marta, boliviana, acaba de darme dos ­noticias: que su hermana tiene cáncer y que ella se marcha a La Paz a cuidarla y a ­ayudarla con su hija, comenta la escritora Laura Freixas en el A vuelapluma de hoy miércoles. Con el pretexto (por no decir el chantaje) del amor, sufrimos una discriminación económica que empieza con la brecha salarial y se acentúa con la edad, hasta desembocar en una jubilación media muy inferior a la masculina (740 euros al mes, frente a 1.213). En nombre del amor, nos roban.

"La decisión de Marta me parece, por supuesto, admirable -comienza diciendo Freixas-. Pero déjenme que haga algunas preguntas. La primera: ¿por qué ella? La familia es numerosa, y por lo menos uno de los hermanos vive en La Paz. ¿Por qué no la cuida él? Porque “no es lo mismo”, afirma Marta, sin más precisiones. En cuanto a la hija, ¿no tiene un padre? Sí, dice Marta, pero el padre tiene nueva pareja y se ha desentendido de la niña. ¿Y de qué va a vivir Marta durante los tres meses sin sueldo que ha pedido en sus varios trabajos? De sus ahorros, me ha explicado, y de la ayuda de sus parientes.

Mi asistenta no es un caso aislado. La infancia, la vejez, la enfermedad, esas situaciones en las que una persona necesita ser cuidada, son una constante humana universal. La sociedad, en forma de servicios públicos, puede y, en mi opinión, debe ofrecer esos cuidados... hasta cierto punto; hay una parte (total, incondicional, cariñosa) que sólo puede proceder del amor. Pero entonces, ¿por qué el 90% de las excedencias para cuidar a familiares las piden mujeres? ¿Es que los hombres no aman?

No es eso, me dirán ustedes; es que los hombres tienen trabajos de más fuste y mejor pagados, y es más difícil, por eso, que los dejen. Cierto, pero caemos en un círculo vicioso: las mujeres tienen trabajos de menos responsabilidad –y por lo tanto, menos sueldo– porque estar disponibles para cuidar cuando se necesite es su cometido principal. Principal... y gratuito. Consecuencia: las mujeres ganan menos y dependen económicamente de quien gana más. Es decir, de los hombres. Con la subordinación que ello ­conlleva.

¿Quién dijo que “España nos roba”? La frase ha caído en desuso, pero la idea sigue presente entre líneas y hasta con cifras (los famosos “16.000 millones”). Sin embargo, resulta que objetivamente –en PIB per cápita– Catalunya es una de las comunidades autónomas más ricas de España. Las mujeres, en cambio, somos más pobres. Con el pretexto (por no decir el chantaje) del amor, sufrimos una discriminación económica que empieza con la brecha salarial y se acentúa con la edad, hasta desembocar en una jubilación media muy inferior a la masculina (740 euros al mes, frente a 1.213). En nombre del amor, nos roban".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5640
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

martes, 10 de septiembre de 2019

[A VUELAPLUMA] La cara invisible del horror




Rafael Alberti y María Teresa León


Qué puedo deciros del señor Stalin? Es un hombre al que uno puede dirigirse como si le conociese. Se convierte en vuestro amigo en cuanto os ha estrechado la mano...”. Moscú, 1934. María Teresa León y Rafael Alberti visitan la Unión Soviética, y todo lo que ven les encanta, como explica ella en su libro El viaje a Rusia de 1934, comenta la escritora Laura Freixas. Stalin es “sencillo y paternal”, y en la URSS, “el bienestar aumenta día tras día”. Las fábricas huelen “a jardín”, “las jóvenes obreras parecen perfumadas de té”; los proletarios citan a Dante en italiano; los escaparates están llenos. “‘¡Del plan quinquenal!’, nos repite una muchacha enseñándonos sus medias de seda”... Por la misma época, otra escritora, Yevguenia Yaroslávskaia-Markón, nacida casi a la vez que María Teresa, a principios de siglo, conoce también la Unión Soviética. Ella mejor, porque es rusa. Y lo que relata tiene poco que ver. Markón se entusiasmó con los bolcheviques, pero pronto se desengañó. Hija de un profesor universitario, optó deliberadamente por el hampa, convencida de que mendigos, prostitutas, delincuentes, eran los auténticos revolucionarios. Y con ellos vivió, dedicándose al hurto, hasta que fue detenida y enviada a las remotas islas Solovetsky. Insumisa se titula su breve autobiografía, febrilmente redactada pocos días antes de que la fusilaran, en 1931, a los 29 años. Es un libro aterrador. Tan aterrador como edulcorado el de la española.

Leer esos dos libros, lo que acabo de hacer con ocasión de un viaje a Rusia, me ha dejado pensativa. Lo que pasaba en la URSS ¿puede estarnos pasando? ¿Hay una parte flagrante de la realidad que está ante nuestros ojos y, sin embargo, no vemos, como esos historiadores romanos que al retratar su siglo pasaron por alto lo más importante que estaba sucediendo: la aparición de una nueva secta en torno a un tal Jesucristo?...

Desde luego, nos contesta Stephan Lessenich en otro libro que he leído este verano. No veis el coste, para el tercer mundo y para el planeta, de vuestro estilo de vida: de vuestro consumo, de vuestra paz, incluso de vuestra igualdad, asegura en su ensayo La sociedad de la externalización... Al cerrarlo, una no puede evitar imaginarse a sus nietas preguntándole algún día lo mismo que una le pregunta men­talmente a León y a Alberti al terminar El viaje a Rusia de 1934: ¿de verdad no visteis la otra ­cara?





La reproducción de artículos firmados en el blog no implica compartir su contenido, pero sí, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5241
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)