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miércoles, 5 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] El cansancio de Occidente





"Nueve de cada diez dentistas consultados recomiendan cepillarnos los dientes con una brocha hidráulica, y veinte de cada diez médicos consultados le dirán que duerma más -comienza diciendo la escritora Isabel Gómez Melenchón en el A vuelapluma de hoy miércoles-.

El despertador acaba de sonar y no he alcanzado a tiempo el hacha. Estoy cansada y mi familia no me entiende.

Para los griegos la fatiga era un desajuste de los humores; debe de ser cierto, el mío está fatal

–Lo tuyo es pura procrastinación.

De eso hablaré otro día, porque no lo es. Estoy cansada, mis amigas están cansadas, mis compañeros están cansados. Hay estadísticas sobre el cansancio de Occidente y supongo que también de Oriente, no las ofrezco aquí porque estoy demasiado cansada para buscarlas. Hasta la IA está cansada.

–Alexia, búscame fatiga en Wikipedia.

–No puedo, señorita Scarlett, me llamo Alexa y estoy que no me tengo.

Quedan dos meses para Semana Santa pero yo ya me he pedido las vacaciones. Y las de verano.

–¿Sabes lo que decían los griegos del cansancio? Que era fruto de una descompensación de los cuatro humores que circulan por el cuerpo: la sangre, la bilis negra, la bilis amarilla y la flema.

Bilis multicolor es lo que me rezuma el cuerpo a la hora de levantarse, y no estoy de humor para hablar de otros humores, se ve que la Alexa de mi Z anda más espabilada que la mía, debe de ser la edad. Ya llegarán.

Desde hace tiempo, me dice todo el mundo “haces cara de agotada”. Sí, la hago. Supongo que no soy la única a quien le sucede. ¿Qué nos está pasando? Veinte mil de cada diez psicólogos, sociólogos y demás ólogos les dirán que vamos demasiado acelerados. ¿Cómo no vamos a ir así, si hemos de competir con Alexa y sus amiguitas? Estamos quemados.

–No estarás quemada de la cocina, precisamente, que solo entras para abrir la nevera...

Estoy demasiado cansada para cocinar, yo y treinta mil de cada cien consultados, miren las estanterías de preparados del súper. Para los primeros cristianos, la fatiga era un riesgo espiritual cuando se asimilaba a pereza, luego los pensadores del Rena­cimiento la relacionaron con la melancolía y sin saberlo ya intuyeron la depresión, y más tarde los victorianos asociaron el agotamiento a activi­dades sexuales inadecuadas. Ojalá. Lo explica Philip Ball en su libro ­Exhaustion: A history , y acaba hablando de Freud y la represión y de los vampiros del XIX. No estaban tan mal encaminados: alguien nos está chupando la sangre".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








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sábado, 1 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Piedras sobre Auschwitz




Entrada al campo de exterminio de Auschwitz


Fui a ver La lista de Schindler tan pronto como la estrenaron, en marzo de 1994 -comenta la escritora Isabel Gómez Melenchón en el A vuelapluma de hoy-. Lo recuerdo perfectamente, por la dureza extrema de la película, por el amigo, padre reciente, que no pudo contener las lágrimas al ver a la niña del abrigo rojo caminando sola en el gueto de Cracovia, por mis propias lágrimas. Al acabar, en el momento en que un grupo de descendientes de los judíos salvados por el industrial alemán se acercan a la tumba de este, en Jerusalén, para depositar unas piedras en señal de respeto, alguien gritó bastante alto: “Ya están justificando lo de Israel, con lo que están haciendo ellos”.

No podía creerlo, habían bastado apenas unos minutos para que algunas personas del público olvidaran lo que acababan de ver y convirtieran a las víctimas en presuntos verdugos, apenas unos segundos para que la empatía por un sufrimiento tan inconcebible desapareciera. Apenas un instante para que se mezclara todo y se intentara diluir la tragedia: si ellos están haciendo ahora “lo mismo”, no merecen nuestro respeto, ni mucho menos nuestro reconocimiento. Tal vez ni siquiera ser tratados con justicia. Siempre que se habla del Holocausto se repite una frase: “Nunca más”. Después de aquella escena en el cine, ya no estoy tan segura de nada.

Años después, otro amigo, escritor, viajó a Polonia para una investigación para un libro y visitó Auschwitz. Me contó a la vuelta que les habían insultado y tirado piedras varias personas cuando se acercaban a aquel infame “El trabajo te hace libre”; mi amigo, pese al tiempo transcurrido, aún se estremece al pensar en aquel incidente. Sí, el antisemitismo sigue bien enraizado. Leo en internet que algunos visitantes han sido detenidos en los últimos años por llevarse ladrillos del campo de concentración. Como recuerdo. 75 años después, los judíos, el genocidio, vuelven a ser considerados una cosa .

En el Call de Barcelona turistas y también locales buscan entre las piedras los vestigios de una presencia que hace siglos que desapareció. Allí paseé con Amos Oz, el gran escritor israelí, hace ya más de una década; allí me contaba que sus padres llegaron a Palestina, entonces bajo mandato británico, huyendo de los pogromos en el este de Europa y como último recurso, después de que sus solicitudes de inmigración fueran rechazadas por norteamericanos, británicos, escandinavos... y por los propios alemanes, sólo dos años antes de la llegada al poder de los nazis. Si los hubieran aceptado los alemanes, me decía, yo no estaría ahora aquí. Ojalá hubiera estado allí el hombre del cine para escucharlo".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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martes, 24 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] La Navidad y el Apocalipsis





"Lo sabemos, -comienza diciendo en el A vuelapluma de hoy la escritora Isabel Gómez Melenchón-, son muchos los que ven acercarse estas fechas como quien se asoma a un acantilado, eso sí, envuelto en las mejores intenciones, que son las que más catástrofes causan: te despeñas en las cenas de empresa, el amigo invisible te deja lleno de moratones y vuelves a casa como manda la pu­blicidad para encontrarte con que han talado El Almendro. ¿Acaso alguien en su sano juicio puede creer que de las reuniones familiares puede salir nada bueno? Si tan felices nos hacen, ¿por qué no las organizamos más a menudo? A todas las mentes preclaras que ahora mismo estén asintiendo con el corazón en un puño y la cartera abierta en el otro, que esa es otra, a esas mentes que llevan varias semanas ­soportando este déjà-vu en un claro ejemplo de ansiedad anticipatoria y sin remedio, les digo que en varios canales ya han empezado los ciclos de películas de terror navideño, para compensar (y aliviar, en la medida de lo posible) tantos ¿buenos? deseos. Halloween todo el año y sin que hagan falta las profecías de Greta y sus mariachis, que nos dan tanta grima porque sabemos que son ciertas. Mientras esperamos lo inevitable, sea en forma de besugo al horno o besugo a la huella de carbono, podemos deleitarnos con elfos zombis, Papás Noel psicópatas, abuelitas entrañables que preparan la carn d’olla con proteínas de origen incierto y niños que al no encontrar el último iPhone debajo del árbol se comportan como si estuvieran un domingo cualquiera en un restaurante. Atroz. Para empezar, ¿qué es eso de blanca Navidad? Cuando era pequeña me cansaba de mirar al cielo a ver si por una vez caían copos como en las películas americanas y me he quedado arrastrando una tortícolis de por vida. Las Dark Christmas se ajustan más a nuestra climatología; además, pocos ambientes se prestan tanto al mal rollo como las decoraciones navideñas: si es que es ver a una pareja besándose debajo de la rama de acebo para estar deseando ver entrar por la ventana al Santa Claus maniaco. Que encima les hacemos un favor, porque el acebo es un símbolo de fertilidad y están las cosas como para traer más angelitos al mundo, que luego crecen y me remito al párrafo anterior con sus iPhones y Plays. No importa que la mayoría de estas películas sean (entretenidamente) espantosas, si tienen tanto éxito por algo será; la cuestión es pasar unas Navidades de miedo, pero de men­tirijillas, en el pleno (sin)sentido de la palabra".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 







La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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jueves, 28 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Abrir en casa de hecatombe



Universidad de Oxford, Gran Bretaña


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellos tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy, de la escritora Isabel Gómez Melenchón, que ante la indiferencia que la humanidad parece prestar a sus posibilidades de supervivencia, se pregunta, con sorna, si en caso de hecatombe prefiríamos la seguridad de palmarla todos a la de que pueda sobrevivir nuestro vecino.

"Ahora lo entiendo todo -comienza diciendo Gómez Melenchon-. Déjense de sesudas reflexiones y de buscar tres pies al gato: a la humanidad le tiene sin cuidado su propia extinción. Esta evidencia, que aclara por fin por qué hacemos lo que hacemos y votamos lo que votamos, no hemos sido capaces de intuirla hasta que desde Oxford nos han abierto los ojos. Dos equipos diferentes de aquella universidad estudiaron la posibilidad de que los seres humanos desaparezcan y hasta qué punto nos preocupa. Esclarecedor. Vayamos por partes: dejando de lado hipotéticas guerras mundiales, armas biológicas o cambios climáticos, el algoritmo indica que existe una posibilidad entre 87.000 de que en algún momento nos vayamos a tomar por... polvo estelar, por una erupción volcánica, un asteroide o un terremoto. O por un tsunami, no lo descarten. Tampoco des­carten hacer testamento, porque los científicos sólo garantizan que la eventualidad de esta destrucción no es inferior a una entre 14.000, lo que significa, teniendo en cuenta que la eventualidad de que nos toque el gordo es del 0,001 por ciento, es decir, 1 entre 100.000, y cada año le toca a alguien, que estamos en el bombo. Entonces nos encontramos con el otro estudio: preguntados los participantes por cuál sería la peor hipótesis, que se produjera una catástrofe absoluta que eliminara la especie humana del planeta, que la catástrofe matara al 80 por ciento de la población, o que no hubiera ninguna catástrofe, la respuesta fue la obvia: virgencita, que nos quedemos como estamos. Pero la segunda opción es la que da la sorpresa: la gran mayoría de los encuestados preferiría que toda la humanidad se volatilizara antes de que quedara alguien para contarlo. Vamos, que mejor palmarla todos a que sobreviva alguien. Los autores del estudio se limitan a dejar constancia de su desconcierto, porque también se preguntaba qué sería peor, que desapareciera toda una especie animal, por ejemplo las cebras, o que quedaran algunas. Y se votó por que quedara ni que fuera un par.

Me he dedicado a dar vueltas a esta radicalidad respecto a nosotros y he encontrado algunas respuestas, ninguna de las cuales nos deja bien. Por ejemplo, pensar que entre los vivos puede que no nos encontremos nosotros, sino el vecino del tercero segunda que deja caer las colillas por el patio interior, o que el meteorito no respete a una parte de los del Clásico y ya para siempre gane la otra. O que sólo queden los que votan lo contrario. O que pensemos que no valemos la pena ni en particular ni en general. En todo caso, lo que da pena es el resultado".







La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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miércoles, 30 de octubre de 2019

[A VUELAPLUMA] Historia de la selfi







A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras, sobre todo autoras -algo que estoy seguro habrán advertidos los asiduos lectores de Desde el trópico de Cáncer- cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy. 

"Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una irreductible... Cielos, ¡Tú también!”. Durante los últimos años -comienza diciendo la escritora Isabel Gómez Melenchón- me he resistido a las selfies cual poblado galo y he sido recompensada irónica y periódicamente por los habitantes de mi casa con la cita de Goscinny y Uderzo. Por eso, cuando esta mañana han mirado el WhatsApp se les ha quedado cara de Joker: servidora en la montaña pisando setas, servidora en la playa pisando medusas, servidora comparando los precios del carbono 14 en el súper, servidora en la prehistoria enarbolando un hueso... No, no he vendido mis principios, sólo me he ajustado al signo de los tiempos. Y qué tiempos. ¿Se imaginan a los soldados en el desembarco de Normandía parando el día D para hacerse una foto? ¿Y a los bolcheviques tomando el palacio de Invierno con las luces del móvil encendidas? ¿Y en Mayo del 68 a los estudiantes inmortalizándose sonrientes delante de las barricadas? Bajo los adoquines, Instagram, y vaya, vaya que aquí tampoco hay playa. Qué es lo que hay lo dejo para psicólogos, sociólogos y parapsicólogos, estos últimos los que más probabilidad tienen de acertarla. Leo en un sesudo reportaje de New Scientist que en la época de internet, las redes sociales, las fake news y demás el campo de batalla somos nosotros mismos, y nuestros clics, tuits y retuits la primera línea de la guerra de la información. Con los ­ likes como munición. Me gustaría ­saber cuántos hubiera recibido la perestroika . Visto así, cuanto peor, más instagrammeable . Que paren el ordenador, que me bajo. Leo también en otro análisis que las selfies funcionan como simulador de la realidad, en el sentido de que convierten en meros escenarios y, como tal, teatralizados y banales, lugares y situaciones incluso catastróficos, despojándolos así de su carácter real. Si no me he bajado antes del ordenador, lo ­hago ahora.

La historia de la selfie tiene ya sus hitos, desde el invento de la palabra en el 2002 por parte de un australiano fiestero –hay otras versiones ­sobre el nacimiento del vocablo– hasta la célebre selfie del mono en el 2011, la elección del término como palabra del año por el diccionario de inglés de Oxford en el 2013, los sucesivos ­récords de selfies compartidas... Ahora le podemos sumar las postales de Barcelona de nativos no necesariamente digitales y turistas. Qué quieren que les diga, yo me quedo con la foto de Naruto, el macaco sonriente. Al menos, él no pretendía tener gracia".








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miércoles, 23 de octubre de 2019

[A VUELAPLUMA] Hablemos (sólo) del tiempo



Tsunami


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras, sobre todo autoras -algo que estoy seguro habrán advertidos los asiduos lectores de Desde el trópico de Cáncer- cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy.

"Vamos a hablar del tiempo -comienza diciendo la periodista Isabel Gómez Melenchón-. No, de literatura, de libros, que es un tema refugio como el oro lo es a los ahorros cuando vienen mal dadas. También se ha intentado con las criptomonedas, lo del refugio pecuniario, pero la cosa no acaba de cuadrar del todo, quizás porque lo de cripto todavía nos da susto y nos hace añorar los tiempos en que se podían guardar con seguridad los dineros en el colchón y las ideas en el círculo de amigos. Ahora, ni una cosa ni la otra. Tengo miedo de hablar, y de escribir no les cuento, porque no quiero ofender a nadie, y las pieles están ahora con una dermatitis atópica que ni con Nivea, la de toda la vida, que es lo que sigue funcionando mejor para las personas que como yo siempre se acaban rascando, y en este caso no estoy haciendo ninguna metáfora. Vamos a hablar de libros, pero no de libros de historia, por favor. Me dijo una vez Amos Oz, el escritor al que vuelvo una y otra vez y perdónenme que sea tan reiterativa, que la historia hay que tomarla a pequeñas dosis, bien calculadas, porque de lo contrario puede convertirse en una droga muy poderosa: “La gente que toma mucha historia se llena de rabia, de odio o de fantasías sobre alguna grandeza del pasado”.También me contó que su padre repetía una frase, “todo tiene dos caras, menos la sombra”, que se había convertido en el leitmotiv de sus obras. Pues bien, todo tiene dos caras, sí, pero ahora mismo vivimos tiempos con historia e historias, pero sin sol.

No quiero ofender a nadie porque en mi vida, a estas alturas, tampoco sobra nadie. No soy la única, tengo varios grupos de WhatsApp que deberían estar echando humo pero que se mantienen insólitamente silenciosos, conscientes de que entre los agregados los hay de todos los pelajes, como debe ser. No, lo que no debería ser es que nadie se atreva a citar aquello en lo que todos estamos pensando. Así que hablaremos del tiempo. Lo bueno, o lo malo, del tema es que no se trata de una mera conversación de ascensor, sino de una cuestión de enjundia, como se dice de algo cuando se quiere resaltar pomposamente su importancia. Bombásticamente , que diría el elemento de la generación Z que tengo en casa. Sí, el tiempo, el clima, es un tema bombástico , la amenaza de la que deberíamos estar hablando porque de ella depende nuestra Historia, así, en mayúsculas de futuro. Cuando llegue el tsunami, la gran ola que nos arrastrará, no hablará en ningún idioma. Los hablará todos".






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