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miércoles, 17 de junio de 2020

[PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con Equivocación, de Karel Capek





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la ficción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el relato de Karel Capek titulado Equivocación.

Karel Capek (1890-1938) fue un escritor en lengua checa conocido por acuñar el moderno concepto de robot. Realizó sus estudios de filosofía y estética en la Universidad Carolina, pero también cursó estudios en la Universidad Humboldt de Berlín y en La Sorbona. Uno de los primeros relatos fantásticos de Karel Čapek se titula La fábrica del absoluto (1922): en un Universo concebido según las teorías panteístas de Baruch Spinoza y las de la relatividad, el invento de un ingeniero trastorna la conducta humana y la social cuando, desintegrando la materia para producir energía, libera también el místico "Divino Absoluto". Una obra que se suele encuadrar en el género de la ciencia ficción por su carácter distópico es La guerra de las salamandras (1936), novela de finísima ironía que se considera una sátira sobre el nazismo. A saber: una nueva especie de criatura es descubierta, y se trata de una salamandra gigante, adscrita al género Andrias y que se empeñan en que sea la especie extinta Andrias scheuchzeri, capaz de aprender de los humanos pese a no tener en principio una inteligencia similar. El sistema capitalista mundial se aprovecha de las criaturas para realizar todo tipo de labores ingratas al ser humano, y todos los países empiezan a adquirirlas en gran número... Pero casi nadie es consciente de que la extensión de las salamandras por el globo es una amenaza (el paralelismo con el nacionalsocialismo alemán es claro). Se critica sucintamente en el libro a un nazismo efervescente y a un sistema económico y un "orden" mundial incapaces (y no interesados) en pararle los pies. Además del trasfondo político y filosófico, la novela de Čapek también contiene guiños al mundo periodístico (recordemos que K. Čapek colaboró con diversas publicaciones como por ejemplo Lidové noviny). En la obra se emplea con mucha gracia un procedimiento de collage que no reproducen bien la mayoría de las ediciones en español. Les dejo con su relato.


Equivocación
por
Karel Capek

Nos embarcamos en el Mediterráneo. Es tan bellamente azul que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, por lo que en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican en dónde es arriba y en dónde abajo; de otro modo uno puede confundirse. Para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán que un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar puso rumbo al cielo; y como el cielo es infinito no ha regresado aún, y nadie sabe en dónde está.

FIN



El escritor Karel Capek



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lunes, 25 de mayo de 2020

[CUENTOS PARA ADULTOS] Hoy, con "El experimento", de Fredric Brown







El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie Cuentos para adultos con el titulado El experimento, de  Fredric Brown (1906-1972), escritor estadounidense de ciencia ficción y misterio, más conocido por sus cuentos caracterizados de grandes dosis de humor y finales sorprendentes. Es también conocido por ser uno de los escritores más audaces a la hora de hacer experimentaciones narrativas en el género de la ciencia ficción. Aunque no fue especialmente popular en vida, su obra generó considerable culto que continúa aun hoy. Sus obras se siguen reimprimiendo y tiene varias páginas de fanes en Internet tanto en EE. UU. como en Europa, en donde se han hecho adaptaciones de sus escritos. Les dejo con su relato publicado en 1954.


EL EXPERIMENTO
por 
Fredric Brown


-La primera máquina del tiempo, caballeros -informó orgullosamente el profesor Johnson a sus dos colegas-. Es cierto que solo se trata de un modelo experimental a escala reducida. Únicamente funcionará con objetos que pesen menos de un kilo y medio y en distancia hacia el pasado o el futuro de veinte minutos o menos. Pero funciona.

El modelo a escala reducida parecía una pequeña maqueta, a excepción de dos esferas visibles debajo de la plataforma.

El profesor Johnson exhibió un pequeño cubo metálico.

-Nuestro objeto experimental -dijo- es un cubo de latón que pesa quinientos cuarenta y siete gramos. Primero, lo enviaré cinco minutos hacia el futuro.

Se inclinó hacia delante y movió una de las esferas de la máquina del tiempo.

-Consulten su reloj -advirtió.

Todos consultaron su reloj. El profesor Johnson colocó suavemente el cubo en la plataforma de la máquina. Se desvaneció.

Al cabo de cinco minutos justos, ni un segundo más ni un segundo menos, reapareció. El profesor Johnson lo cogió.

-Ahora, cinco minutos hacia el pasado.

Movió otra esfera. Mientras aguantaba el cubo en una mano, consultó su reloj.

-Faltan seis minutos para las tres. Ahora activaré el mecanismo -puso el cubo sobre la plataforma- a las tres en punto. Por lo tanto, a las tres menos cinco, el cubo debería desvanecerse de mi mano y aparecer en la plataforma, cinco minutos antes de que yo lo coloque sobre ella.

-En este caso, ¿cómo puede colocarlo? -preguntó uno de sus colegas.

-Cuando yo aproxime la mano, se desvanecerá de la plataforma y aparecerá en mi mano para que yo lo coloque sobre ella. Las tres. Presten atención, por favor.

El cubo desapareció de su mano. Apareció en la plataforma de la máquina de tiempo.

-¿Lo ven? ¡Está allí, cinco minutos antes de que yo lo coloque!

Su otro colega miró el cubo con el ceño fruncido.

-Pero -dijo- ¿y si ahora que ya ha sucedido cinco minutos antes de colocarlo ahí, usted cambiara de idea y no lo colocase en ese lugar? ¿No implicaría eso una paradoja de alguna clase?

-Una idea interesante -repuso el profesor Johnson-. No se me había ocurrido, y resultará interesante comprobarlo. Muy bien, no pondré…

No hubo ninguna paradoja. El cubo permaneció allí. Pero el resto del universo, profesores y todo, se desvaneció.

FIN



El escritor Fredric Brown


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viernes, 22 de mayo de 2020

[PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con "Historia del joven celoso", de Henri Pierre Cami






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la ficción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial.  Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el relato del humorista francés Henri Pierre Cami titulado Historia del joven celoso.  

Pierre-Henri Cami (1884-1958), fue uno de los grandes maestros del humor contemporáneo. Destacó como actor, periodista ilustrador y dibujante humorístico. Dominaba los juegos de palabras y el absurdo era el verdadero protagonista de sus obras. Tan amante de los sinsentidos, como los Hermanos Marx o Segar, es el creador de un estilo humorístico que veremos después en muchos autores franceses, como Jacques Prévert, Eugène Ionesco, o Pierre Desproges, y admirado por surrealistas como Jacques Prévert, Roland Topor y Charles Chaplin, entre otros muchos. Les dejo con su relato.


Historia del joven celoso
por 
Henri Pierre Cami


Había una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble.

Un día le dijo:

-Tus ojos miran a todo el mundo.

Entonces, le arrancó los ojos.

Después le dijo:

-Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.

Y le cortó las manos.

“Todavía puede hablar con otros”, pensó. Y le extirpó la lengua.

Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes.

Por último, le cortó las piernas. “De este modo -se dijo- estaré más tranquilo”.

Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. “Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte”.

Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.

FIN




El humorista Henri Pierre Cami



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miércoles, 29 de abril de 2020

[CUENTOS PARA ADULTOS] Hoy, con "Levitación", de Joseph Payne Brennan






El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie Cuentos para adultos con el titulado Levitación, de Joseph Payne Brennan (1918-1990), poeta y escritor estadounidense de fantasía y terror. De ascendencia irlandesa, nació en Bridgeport, Connecticut, y vivió la mayor parte de su vida en New Haven, Connecticut. Trabajó como asistente A
de adquisiciones en la Sterling Memorial Library de la Universidad de Yale durante más de 40 años. Brennan publicó varios cientos de historias cortas, dos novelas y miles de poemas. Sus historias aparecieron en antologías y han sido traducidos al alemán, francés, holandés, italiano y español. Era un bibliógrafo temprana de la obra de HP Lovecraft. Les dejo con su relato.


LEVITACIÓN
de
Joseph Payne Brennan


El Circo Ambulante Morgan llegó a Riverville para dar una función de noche, y plantó sus tiendas en el parque situado en uno de los extremos del pueblo. Era un cálido atardecer de primeros de octubre, y a eso de las siete una gran multitud se había congregado ante la barraca principal del Circo, dispuesta a divertirse.

El espectáculo viajero no era nada del otro jueves en cuanto a presentación y calidad, pero su aparición fue salu­dada con alborozo en Riverville, una aislada comunidad mon­taraz que no contaba con cinematógrafos, ni teatros, ni campos de deporte, como los que existen en las grandes ciudades.

Los habitantes de Riverville no eran exigentes en sus diversiones; en consecuencia, la inevitable Mujer Gorda, el Hombre Tatuado y el Muchacho Mono les hicieron pasar un buen rato. Mientras contemplaban el espectáculo, masticaban cacahuetes y rosetas de maíz, bebían vaso tras vaso de limonada y mantenían ocupados sus dedos con los colo­reados papeles que envolvían los caramelos.

Todo el mundo se hallaba en un relajado y tolerante estado de ánimo cuando el locutor empezó a anunciar la actuación del Hipnotizador. El locutor, un hombre pequeñito y rechoncho que vestía una chaqueta a cuadros, aullaba a través de un improvisado megáfono, mientras el Hipnotizador permanecía en último plano sobre la plataforma de madera levantada delante del barracón, con aire indiferente y burlón, sin dignarse mirar a la multitud de espectadores.

Al final, sin embargo, cuando unas cincuenta almas se habían reunido ante la plataforma, el Hipnotizador avanzó hasta quedar a plena luz. Un murmullo se elevó de la multitud.

Iluminado por la lámpara suspendida sobre su cabeza, el Hipnotizador ofrecía un aspecto impresionante. Era un hombre alto, delgadísimo, con una tez sorprendentemente pálida. Pero lo que más llamaba la atención en él eran sus ojos oscuros hundidos en las cuencas, enormes y brillan­tes. El usado traje negro que vestía, y la corbata de lazo, también negra, que llevaba anudada al cuello, acababan de conferirle un aire mefistofélico

Contempló a la multitud fríamente, con una expresión a la vez resignada y desafiante.

Todos oyeron su voz sonora.

-Para mi experimento, necesito un voluntario -dijo-. Si alguno de ustedes es tan amable como para subir a la plataforma…

Todo el mundo miró a su alrededor o dio con el codo a su vecino, pero nadie se movió.

El Hipnotizador se encogió de hombros.

-No puedo trabajar a menos que uno de ustedes se preste al experimento. Les aseguro, damas y caballeros, que la demostración es completamente inofensiva y no reviste el menor peligro.

Miró a su alrededor con aire expectante, y de pronto un joven empezó a abrirse paso entre la multitud y avanzo hacia la plataforma.

El Hipnotizador lo ayudó a subir los escalones de madera y lo invitó a sentarse en una silla.

-Relájese -dijo el Hipnotizador-. Ahora va usted a dormirse. Y hará exactamente lo que yo le ordene.

El joven se movió en la silla, al tiempo que dirigía una burlesca mueca a la multitud.

El Hipnotizador reclamó su atención, fijando en él sus enormes ojos, y el joven dejó de moverse.

Súbitamente, uno de los espectadores lanzó una bolsita de rosas de maíz hacia la plataforma. La bolsita describió un arco y fue a aterrizar exactamente en la cabeza del joven sentado en la silla.

El impacto aturdió al joven, que estuvo a punto de caer de la silla, y la multitud, callada un momento antes, estalló en ruidosas carcajadas.

-¿Quién ha sido el gracioso? -preguntó en tono irritado.

El Hipnotizador estaba furioso. Su pálida tez enrojeció y parecía a punto de estallar de rabia al enfrentarse con los espectadores.

La multitud guardó silencio.

El Hipnotizador continuó mirándolos fijamente. Al final, el color abandonó su rostro y dejó de temblar, pero sus brillantes ojos mantenían una expresión amenazadora.

Al cabo de unos segundos se volvió hacia el joven sentado en la silla, lo despidió dándole las gracias por su colaboración y se encaró de nuevo con la multitud.

-Debido a la interrupción -anunció en voz baja-, será necesario volver a empezar la demostración… con un nuevo sujeto. Tal vez a la persona que lanzó la bolsita no le importaría subir a la plataforma.

Una docena de espectadores se volvieron a mirar a alguien que permanecía medio escondido detrás de la multitud.

El Hipnotizador clavó en él sus oscuros ojos, y al hablar su tono era francamente burlón.

-Quizá -dijo- la persona que interrumpió el espectáculo tiene miedo de subir. ¡Prefiere esconderse detrás de la gente y lanzar bolsitas de maíz!

El culpable profirió una exclamación y luego avanzó con aire beligerante hacia la plataforma. Su aspecto no tenía nada de notable; en realidad, tenía un vago parecido con el joven que había subido anteriormente, y cualquier observador casual les hubiera catalogado a los dos como típicos campesinos.

El segundo joven subió a la plataforma y se sentó en la silla con un visible aire de reto, y por espacio de unos minutos se hizo evidente que se negaba a relajarse, tal como le sugería el Hipnotizador. De pronto, sin embargo, su agresividad desapareció y se quedó mirando obedientemente los imperiosos ojos situados delante de los suyos.

Al cabo de unos instantes se puso en pie, obedeciendo la orden del Hipnotizador, y se tendió de espaldas sobre el entarimado de la plataforma. Los espectadores se quedaron boquiabiertos.

-Ahora va usted a dormirse -le dijo el Hipnotizador-. Va usted a dormirse. Va usted a dormirse. Va usted a dormirse. Va usted a dormirse y hará todo lo que yo le ordene. Todo lo que yo le ordene. Todo…

Su voz se convirtió en una especie de zumbido, repitiendo incansablemente las mismas frases, y la multitud cayó en un religioso silencio.

De repente, en la voz del Hipnotizador apareció una nota completamente nueva, y el auditorio contuvo la respiración.

-Ahora, va usted a alzarse sobre la plataforma -ordenó el Hipnotizador-. ¡Álcese sobre la plataforma!

Sus oscuros ojos brillaban con extraña intensidad, y la multitud se estremeció.

-¡Álcese! ¡Arriba!

El suspiro colectivo de la multitud fue perfectamente audible.

El joven tendido en la plataforma, completamente rígido, sin mover un músculo, empezó a ascender. Subía con lentitud, casi imperceptiblemente al principio, pero su ascensión no tardó en hacerse más rápida.

-¡Arriba! -ordenó la voz del Hipnotizador.

El joven continuó ascendiendo, hasta quedar a unos pies por encima de la plataforma. Y siguió ascendiendo…

Los espectadores estaban convencidos de que existía algún truco, pero a pesar de ello contemplaban la ascensión del joven con la boca abierta. El joven parecía estar suspendido y moverse en el aire sin ninguna clase de apoyo físico.

Repentinamente, la atención de la multitud se vio distraída por otro suceso: el Hipnotizador se llevó una mano al pecho, dio un traspié y se derrumbó sobre la plataforma.

Se oyeron gritos reclamando la presencia de un médico. El locutor de la chaqueta a cuadros subió rápidamente a la plataforma y se inclinó sobre la inmóvil figura.

Le tomó el pulso, sacudió la cabeza y frunció el ceño. Alguien le ofreció una botella de whisky, pero el locutor se limitó a encogerse de hombros.

De pronto, una mujer lanzó un grito.

Todo el mundo se volvió a mirarla, y un segundo después todos los ojos se fijaron en un mismo punto.

El grito de horror fue unánime: el joven a quien el Hipnotizador había dormido, seguía ascendiendo. Mientras la atención de la multitud se había distraído con el fatal colapso del Hipnotizador, el joven había continuado subiendo. Se hallaba ahora a más de dos metros de altura por encima de la plataforma y moviéndose inexorablemente hacia arriba. Incluso después de la muerte del Hipnotizador continuaba obedeciendo aquella orden final: “¡Arriba!”.

El locutor, con los ojos a punto de salírsele de las órbitas, dio un frenético salto tratando de agarrar al joven, pero fracasó en su intento. Sus dedos solo pudieron rozar a la moviente figura antes de caer de bruces sobre la plataforma.

La rígida forma siguió flotando hacia arriba, como atraída por una especie de invisible imán.

Las mujeres empezaron a gritar histéricamente; los hombres vociferaban. Pero nadie sabía qué hacer. Una expresión de terror llenó los ojos del locutor al mirar hacia arriba.

-¡Baja, Frank! ¡Baja! -gritó la multitud-. ¡Frank! ¡Despierta! ¡Baja! ¡Párate, Frank!

Pero la rígida forma de Frank se movía incesantemente hacia arriba. Arriba, arriba, hasta que alcanzó el nivel del techo del barracón, hasta que alcanzó la altura de las copas de los árboles más altos, hasta que sobrepasó los árboles y siguió ascendiendo en dirección al despejado cielo de aquella noche de primeros de octubre.

La mayoría de los espectadores se cubrieron los horrorizados rostros con las manos.

Los que continuaron mirando vieron a la forma flotante ascender hacia el cielo hasta que no fue más que una leve mancha, como un diminuto cilindro acercándose cada vez más a la luna.

Luego desapareció del todo.

FIN



El escritor Josep Payne Brennan



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lunes, 27 de abril de 2020

[PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con "Revancha", de Giraldus Cambrensis



Estatua de Geraldus en la catedral de San David, País de Gales


La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la ficción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial.  

Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el relato del escritor clérigo galés Giraldus Cambrensis (1146-1223) titulado Revancha. Giraldus Cambrensis fue un clérigo e historiador medieval cambro-normando, archidiáno de Brecon. Nacido en el castillo Manorbier, en Pembrokeshire, Gales, por sus venas corría sangre normanda y galesa, siendo su nombre de pila Gerald de Barri.

La obra de Gerald de Barri está escrita en un latín de calidad, basada en un extenso conocimiento de los autores clásicos, y refleja las experiencias vividas en sus viajes, así como su gran conocimiento de las autoridades, siendo muy respetado como erudito tanto en su época como en los años posteriores.

Fue un escritor prolífico, de ideas claras y cuyos trabajos, frecuentemente polémicos, incluían críticas demoledoras de sus enemigos, pero también mostraban una intensa curiosidad, tratando de registrar cualquier detalle valioso de la vida cotidiana en cuanto a etnografía y costumbres se refiere. Admirable narrador de historias", es la única fuente acerca de algunos de los más famosos cuentos del folclore galés. Les dejo con su relato.


REVANCHA
de
Giraldus Cambrensis

El señor de Château-roux en Francia mantenía en su castillo a un hombre al que había castrado y cegado. Este hombre, a fuerza de prolongados hábitos, conocía de memoria los largos pasillos del castillo y los escalones que conducían a las torres. Aprovechando el hecho de que todos lo consideraban un inválido, puso en efecto su plan para vengarse. Subió a las habitaciones y tomó a su único hijo y heredero del gobernador del castillo, y lo llevó a lo alto de la torre, no sin antes pasar los pestillos de las puertas desde adentro, impidiendo el acceso a la escalera. Desde la almena de la torre llamó la atención de los que estaban abajo, y amenazó con lanzar al niño si no venía el gobernador de inmediato.

El gobernador del castillo llegó corriendo y, aterrorizado, procuró por todos los medios el rescate de su hijo, pero recibió por respuesta que eso sólo podría llevarse a efecto por la misma mutilación de las partes bajas, tal como el señor del castillo había infligido en él. El gobernador, luego de suplicar en vano por clemencia, finalmente accedió, e hizo que le fuera propinado un fuerte golpe en el cuerpo; la gente que presenciaba la escena irrumpió en gritos y lamentos, como si se hubiera mutilado.

El ciego le preguntó dónde había sentido el mayor dolor. Cuando el gobernador le respondió que “en los riñones”, dijo que era falso y amenazó con lanzar al niño. Al hombre se le propinó un segundo golpe, y aseguró que lo que más le había dolido había sido el corazón. El ciego expresó incredulidad y volvió a acercar al niño al borde de la almena. La tercera vez, sin embargo, el gobernador, para salvar a su hijo, realmente se castró; y cuando exclamó que el mayor dolor lo había sentido en los dientes, el ciego dijo: “Es cierto, como ha de ser creído un hombre que haya pasado por tal experiencia. Tú has vengado, en parte, mis heridas. He de enfrentar la muerte con mayor satisfacción, y tú no podrás ni concebir otro hijo, ni ser reconfortado por este acto”.

A continuación, se precipitó desde lo alto de la torre con el niño, y al caer al suelo se rompieron las extremidades y murieron en el acto. El señor del castillo ordenó la construcción en el lugar, por el alma del niño, de un monasterio, que todavía está en pie, y se llama De Doloribus.

FIN



Escena del flolclore galés



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viernes, 3 de abril de 2020

[CUENTOS PARA ADULTOS] Hoy, con "Medida contra la violencia", de Bertolt Brecht






El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie Cuentos para adultos con el titulado Medida contra la violencia, de Bertolt Brecht (1898-1956), dramaturgo alemán, uno de los más influyentes del siglo xx, creador del teatro épico, también llamado teatro dialéctico.

Todas las obras de Brecht están absolutamente ligadas a razones políticas e históricas y tienen un sobresaliente desarrollo estético. En realidad, en Brecht se encuentran siempre unidos el fondo y la forma, la estética y los ideales. Desde sus comienzos se caracterizó por una radical oposición a la forma de vida y a la visión del mundo de la burguesía y naturalmente al teatro burgués, sosteniendo que sólo estaba destinado a entretener al espectador sin ejercer sobre él la menor influencia. Brecht, desarrolló una nueva forma de teatro que se prestaba a representar la realidad de los tiempos modernos, y se encargó de llevar a escena todas las fuerzas que condicionan la vida humana. Les dejo con su relato.

MEDIDA CONTRA LA VIOLENCIA
por 
Bertolt Brecht


En los tiempos de la ilegalidad, un día llegó a casa del señor Egge un agente que le mostró un documento expedido en nombre de quienes dominaban la ciudad y en el cual se decía que toda vivienda en la que él pusiera el pie pasaría a pertenecerle; también le pertenecería cualquier comida que pidiera, y todo hombre que se cruzara en su camino debería asimismo servirle.

Y el agente se sentó en una silla, pidió comida, se lavó, se acostó y, con la cara vuelta hacia la pared, poco antes de dormirse preguntó:

—¿Estás dispuesto a servirme?

El señor Egge lo cubrió con una manta, ahuyentó las moscas, veló su sueño y, al igual que aquel día, lo siguió obedeciendo por espacio de siete años. No obstante, hiciera lo que hiciera por él, hubo una cosa de la que siempre se abstuvo: decir aunque solo fuera una palabra.

Transcurridos los siete años murió el agente, que había engordado de tanto comer, dormir y dar órdenes. El señor Egge lo envolvió entonces en la manta ya podrida, lo arrastró fuera de la casa, lavó el camastro, enjalbegó las paredes, lanzó un suspiro de alivio y respondió:

—No.

FIN



El dramaturgo Bertolt Brecht



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