Llevo varios días dándole vueltas a un cambio de la filosofía que inspiró el nacimiento de este blog. Incluso me he planteado seriamente la posibilidad de abandonarlo a su suerte en las etéreas regiones del espacio cibernético. En esta indecisión me encuentro ahora mismo, sin vislumbre de solución, leyendo mi prensa electrónica favorita: El País, La Vanguardia, La Provincia-Diario de Las Palmas, Canarias Ahora; revistas como el Boomerang o Revista de Libros. Al final, como siempre, acabo recalando en los libros en papel como último refugio de mi anticuada postmodernidad...
Ayer, domingo, me he levantado como todos los días hacia las seis de la mañana, procurando no despertar a mi mujer. Enciendo el portátil y ojeo por internet la prensa del día. Veo por encima las noticias y leo algunos de los artículos de opinión que aparecen en ella y que me resultan interesantes, grabándolos en el Google, por un "si acaso", en espera de la resurrección de los justos...
Uno de esos artículos, en su blog de El País, es de mi paisano el escritor y periodista Juan Cruz. Me llama la atención porque habla en él de la enorme e informe cantidad de banalidad que uno se encuentra en internet a poco que se maneje por el ciberespacio. Era, la verdad, la puntilla que me faltaba para la desmoralización absoluta.
A medio día, sentado bajo el porche de mi casa, disfruto de esta mañana espléndida, luminosa y azul que sólo ofrece el cielo de Maspalomas y decido tomarme un poco tiempo más de reflexión. Y como casi siempre, cuando no se muy bien donde acudir para serenar mi espíritu (a falta de un "Jack Daniels" con hielo, que se han bebido los últimos amigos que estuvieron en casa) me refugio en la poesía. Sin intencionalidad alguna: el primer libro que me encuentro es "Las flores del mal" (Alianza, Madrid, 1984) de Charles Baudelaire, en traducción de Antonio Martínez Sarrión. Aunque soy de los que piensan que la poesía es intraducible, les dejo la versión castellana reseñada y la original en francés del tercer poema del libro, el titulado "Elevación", que me ha parecido muy ilustrativo de mi estado anímico. Disfrútenlo.
De momento, en un alarde de imaginación, he cambiado el nombre del blog por el que tuvo originariamente: "Desde el Trópico de Cáncer", y a este comentario, después de mucho pensarlo, le he puesto el título de "Vanidad de la banalidad", tomado sin duda por mi subconsciente de la afamada polémica que en 1847 sostuvieron Jean-Pierre Proudhon y Karl Marx sobre la "Filosofía de la miseria" (Proudhon) o la "Miseria de la filosofía" (Marx). Y mañana será otro día... O eso espero... HArendt
"Élévation"
Au-dessus des étangs, au-dessus des vallées,
Des montagnes, des bois, des nuages, des mers,
Par delà le soleil, par delà les éthers,
Par delà les confins des sphères étoilées,
Mon esprit, tu te meus avec agilité,
Et, comme un bon nageur qui se pâme dans l'onde,
Tu sillonnes gaiement l'immensité profonde
Avec une indicible et mâle volupté.
Envole-toi bien loin de ces miasmes morbides;
Va te purifier dans l'air supérieur,
Et bois, comme une pure et divine liqueur,
Le feu clair qui remplit les espaces limpides.
Derrière les ennuis et les vastes chagrins
Qui chargent de leur poids l'existence brumeuse,
Heureux celui qui peut d'une aile vigoureuse
S'élancer vers les champs lumineux et sereins;
Celui dont les pensers, comme des alouettes,
Vers les cieux le matin prennent un libre essor,
— Qui plane sur la vie, et comprend sans effort
Le langage des fleurs et des choses muettes!
Charles Baudelaire ("Les fleurs du mal")
***
"Elevación"
Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,
Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad
Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.
Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.
Detrás de los hastíos y los hondos pesares
Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!
Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!
Charles Baudelaire ("Las flores del mal")
"El medio es cada vez más sofistificado y el mensaje es cada vez más banal", por Juan Cruz | 22 de noviembre de 2008.
Al Internet. Por razones que sólo saben unos cuantos, pero que sobre todo conoce mi hija Eva, tengo recortado en casa, y enmarcado, un artículo del profesor e investigador Manuel Castells, publicado en El País en 1996. Se titula así, "¡Al Internet!", y era una incitación a que todo el mundo se subiera a aquel tren que estaba saliendo de su excitante punto de partida. Han pasado doce años y el cambio al que Internet ha sometido al mundo ha sido tan brutal que todavía no se ha parado nadie a pensar que el fanatismo a favor es tan dañino como el fanatismo en contra. Es un juguete demasiado preciado, un instrumento demasiado precioso, como para no suscitar una admiración sin límites que no deja ver el bosque. Un árbol inmenso y admirable, sin duda. Pero existen ramas del bosque sobre las que conviene discutir. Lo que he observado es que quien discute desde el punto de vista de la prevención (cuidado, es un buen instrumento, pero todavía necesita inmensas correciones) es tachado de inmediato de viejo que no quiere el progreso. Estoy en México, en el inicio del homenaje que distintas entidades nacionales mexicanas dedican al novelista Carlos Fuentes por sus 80 años; y como el escritor homenajeado no quiere que se hable de él en las mesas redondas que se han organizado, los convocados a esos concilios hablan de las distintas artes que el propio Fuentes ha cultivado. Entre otras, y esto fue ayer, el arte de informar. Estuve en la primera de las dos mesas, y me quedé muy interesado por las posiciones que adoptaron dos veteranos (sí, qué pasa, ¿no se puede ser veterano y hablar?) periodistas, Alan Riding, que fue corresponsal cultural del New York Times, y Sergio Bata, columnista mexicano en Los Angeles Times. Ambos hablaron del deterioro de la información, y expresaron sus temores sobre la (mala) utilización de Internet como instrumento, que está dejando que supuestas informaciones disfrazadas de rumores, trufadas de datos que luego resultan falsos, estén tomando carta de naturaleza. Bata citó una frase que a mi me suena y que resume mi propia posición al respecto, valga la presunción: "Si no hubiera periódicos de referencia que nutran la red, ésta sería una letrina". No la dijo un viejo, ni la dijo un reaccionario contrario a Internet; la dijo el presidente de Google, y no hace mucho. Yo dije hace poco en Argentina que si no se pone remedio a la mala utilización del instrumento Internet, la red un día sería un lodazal. Y mis amigos de los medios de Internet casi me matan. Espero que el refresco de esta reflexión de tan alta autoridad me saque al menos del purgatorio. Y Alan Riding dijo algo que está en el frontispicio de este blog de hoy: los medios cada vez son más rápidos y más sofisticados; este y todos los medios, y la información es cada día un bombardeo más persistente y más fugaz, pero el mensaje es cada vez más banal. Es un asunto que me mueve mucho a la reflexión, en la que quiero que me acompañen sin prejuicios ni anatemas.
Y el arte de editar. Y por la tarde estuve en otra mesa, y en esta no sólo escuché, con mucha atención, sino que además tuve la oportunidad de hablar. Hablaron mis compañeros Sealtiel Alatriste, Basilio Baltasar, Marisol Schultz, Bill Swainson, Consuelo Saizar, Paolo Rocco, todos ellos editores activos o durmientes, como quien les escribe, y tuvimos un moderador excelente, el gran periodista argentino Claudio Escribano, lo suficientemente veterano como para ser muy moderno. Hicimos el coloquio en la Librería Rosario Castellanos, del Fondo de Cultura Económica, en el barrio de la Condesa. Una librería emocionante, extraordinaria, que llevó mi memoria sentimental, y editorial, a Isabel de Polanco, fallecida en marzo, y campeona del entusiasmo por las grandes librerías, por estas librerías iberoamericanas que mantienen viva la llama de una literatura excepcional que siempre renueva a sus lectores, y que constituye al tiempo un espacio y un homenaje al libro. En ese clima hablamos del futuro de la edición, ante un auditorio que se fue nutriendo, y en el que distinguí a Tomás Eloy Martínez, a Sergio Ramírez y a mi antiguo compañero Fernando Esteves, que por muchas razones encarna para mi el entusiasmo de editar, desde que le conocí cuando él tenía 25 años y yo creía que éramos todos inmortales (aún). Fueron intervenciones muy interesantes de las que yo destacaría una reflexión: los problemas de banalidad que sufre la sociedad están atacando también al mundo del libro, como no podría ser de otra manera; George Steiner decía, en una entrevista reciente que tuve la satisfacción de hacerle para El País Semanal, que en tiempos de crisis la gente regresa a la exigencia de la calidad. Ojalá sea esto cierto y en seguida. Como primera providencia, tenemos esa librería que tanto éxito está teniendo aquí y que tanto hubiera hecho feliz a gente como nuestra inolvidable Isabel.
La editora Isabel de Polanco
La reproducción de artículos firmados en el blog no implica compartir su contenido, pero sí, su interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt