sábado, 4 de enero de 2025

De las entradas del blog de hoy sábado, 4 de enero de 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado, 4 de enero de 2025. El optimismo siempre ha sido provocativo, dice en la primera de las entradas de hoy del blog el escritor Daniel Gascón, algo que tiene que ver con cierta impronta fatalista. La segunda de hoy es un archivo del blog, publicado en abril de 2014, a raíz de la publicación de varios libros sobre el 20-F, en el que el autor del blog hablaba de la verdad histórica, y de que ésta nunca era definitiva. La tercera, por su parte, son unos versos del poema Descripción de la mentira, del poeta Antonio Gamoneda, que comienza asi: El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición./El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido,/y no acepté otro valor que la imposibilidad. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt













Del optimismo y el pesimismo

 







¿Qué es el Optimismo? era el primer grupo del cantautor bilbilitano Ángel Petisme. Era un nombre provocativo porque durante mucho tiempo lo prestigioso ha sido el pesimismo, comenta en El País [Qué es el optimismo, 02/01/2025] el escritor Daniel Gascón. Tenía que ver con cierta impronta fatalista: en alguna familia, tras un ataque de risa, se decía “Ya lo pagaremos”. William F. Buckley escribió que un conservador es alguien que se coloca frente a la historia y grita “Detente”, pero el pesimismo podía ser todavía más común en la izquierda, porque a veces ser de izquierda era quejarse, como señalaba Ricardo Piglia en su curso sobre Borges. Las predicciones pesimistas inspiran más respeto que las optimistas: pueden ser igual de frívolas e interesadas que las positivas, pero les concedemos un plus de seriedad. Algunos han buscado razones biológicas: alarmarte por algo que no ocurre es menos costoso que permanecer indiferente a un peligro real. Como ha apuntado Janan Ganesh, las predicciones negativas penalizan menos. Todo el mundo ha hecho un chiste sobre el fin de la historia de Francis Fukuyama, pero nadie se acuerda de los apocalipsis que no llegaron: el pesimista, dice Ganesh, ni queda decepcionado ni rinde cuentas. (Autores que llevan décadas prediciendo la crisis del sistema salen a celebrar la confirmación de sus tesis cuando el sistema entra en crisis: ¡por fin, la prueba! A ver si el fracaso del mercado hace que se venda mi libro.)

Por supuesto, prestamos más atención a las noticias negativas y esa es una de las virtudes de la apasionante recopilación de Kiko Llaneras sobre 45 cosas buenas que han ocurrido en 2024: el mundo mejora. Además podemos ver algunas paradojas. El pesimismo se ha repartido: el pesimismo climático es de izquierdas y el demográfico es de derechas. El pesimismo democrático es algo más de izquierdas y el pesimismo económico es un poco más de derechas. Enemigos tradicionales del capitalismo celebran logros que son efectos del capitalismo, como la reducción de la pobreza extrema. Entusiastas históricos del capitalismo se alarman porque, en fin, todo lo sólido se desvanece en el aire. Los campeones habituales del “pensamiento crítico”, que desdeñaban los datos positivos como optimismo ingenuo en el mejor de los casos, parecen versiones de Pangloss y viejos optimistas racionales asumen el vocabulario de Casandra. En algunas posiciones, como siempre, hay sesgo y ventajismo. Esperemos que 2025 nos dé más razones para la alegría. Aunque seguro que no igualaremos en coherencia al optimista y el pesimista del chiste. El pesimista, abatido, decía: “Nada puede ir peor”. El animoso optimista respondía: “¡Ya verás cómo sí!”.






















[ARCHIVO DEL BLOG] Pilar Urbano y el 23. Publicado el 14/04/2014













No he leído el nuevo libro de Pilar Urbano sobre el "23-F" y no pienso hacerlo en el futuro. Tampoco suelo hacer juicios de valor tan radicales, pero bastantes tonterías se leen cada día como para encima pagarlas de mi bolsillo y perder mi tiempo en ellas. Su libro me parece mero oportunismo comercial. Y también supongo que es casualidad que se publique nada más morir uno de sus protagonistas, si bien es cierto que desde muchos años atrás esa persona, el expresidente Adolfo Suárez, estuviera fuera de toda posibilidad de confrontar la realidad de los hechos con las ocurrencias de doña Pilar. Sobre el otro protagonista, el rey, sabe que no va a abrir la boca; porque no puede, no porque no quiera. Pero la provocación y la maledicencia son productos recalcitrantes en la pluma de la señora Urbano. 
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura... Lo decía mi amigo, el ilustrado François Marie Arouet, alias Voltaire, a mediados del siglo XVIII y creo que su admonición no ha perdido ni un ápice de vigencia. La verdad histórica -nunca definitiva por principio- la formulan los historiadores a través del examen, interpretación y comentario riguroso de los testimonios documentales y materiales existentes en cada momento. La verdad judicial la establecen los jueces y tribunales, y como se suele decir, para bien y para mal, eso va a misa cuando adquiere la condición de cosa juzgada. Todo lo demás es oportunismo, maledicencia o manipulación descarada, que es lo que suele hacer doña Pilar Urbano con extremada fortuna editorial, por lo que parece.
Una de las personas que más y mejor ha escrito sobre el 23-F y el papel de Suárez y del rey Juan Carlos en el mismo ha sido el escritor Javier Cercas. En fecha tan reciente como el pasado 1 de abril, escribía en el diario El País un artículo, titulado "El hombre que mató a Francisco Franco", en el que dice, literalmente, que  "tras su muerte [la de Adolfo Suárez], hemos escuchado estos días muchas obscenidades, mentiras y vilezas". Entre ellas, sin nombrarla, las de doña Pilar.
Va a hacer cinco años dentro de unos días, mientras paseaba con mis nietos por la calle de Triana en Las Palmas, compré en la Librería Atlántico el libro que Javier Cercas escribió sobre el "23-F": "Anatomía de un instante" (Mondadori, Barcelona, 2009). Lo comencé a leer esa mismo noche y lo terminé dos días más tarde bajo el porche de nuestra casa de Maspalomas. No voy a hacer una crítica del libro de Cercas (las recibió, y muy duras también, como la del enlace de más arriba) ni textual, ni de ningún otro tipo. Que cada uno de los lectores saque sus propias conclusiones. Pero tengo la sacrílega (para algunos) costumbre de rellenar con anotaciones, pensamientos a vuela pluma, preguntas, interrogantes y signos de admiración, amén de subrayados y líneas al margen, las páginas de los libros que leo. Cuando son de mi propiedad, claro está. El número de anotaciones no es signo indiscutible de nada, pero sí, al menos, de que me ha interesado lo que leía.
Mi primera anotación al texto de "Anatomía de un instante" la realizo al margen de la página 208 y dice así: "Yo, ese día, lo único que sentí fue una vergüenza inmensa". Y lo que la ha motivado es el párrafo en el que Javier Cercas habla de las similitudes entre la ocupación del Congreso de los Diputados por el teniente coronel Tejero, en 1981, y la de la mítica entrada a caballo en el hemiciclo, en 1874, del general Pavía. Mítica, sí, porque Pavía nunca entró a caballo en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo, sino a pie, ante lo cual los diputados republicanos salieron de las Cortes en desbandada. En 1904, Nicolás Estébanez, grancanario como yo, poeta, político liberal, revolucionario y republicano que acabó monárquico, y treinta años atrás diputado en las Cortes de 1873, escribiendo sobre ese hecho, comentó: "No rehuyo la parte de responsablidad que pueda corresponderme en la increible vergüenza de aquel día; todos nos portamos como unos indecentes". Y afirma Javier Cercas al respecto: "Aún no han transcurrido treinta años desde la asonada de Tejero, y que yo sepa, ninguno de los diputados presentes el 23 de febrero en el Congreso ha escrito nada semejante". Y en la página siguiente, la 209, afirma con rotundidad: "Ésa fue la respuesta popular al golpe: ninguna. Mucho me temo que, además de no ser una respuesta lúcida, no fuera una respuesta decente". Totalmente de acuerdo con él. Y esa es una más de las razones de mi vergüenza esa fatídica tarde: los españoles (entre los que me incluyo, claro está) ese día nos quedamos sentados ante la radio viéndolas venir... A partir de esa pagina las anotaciones se van a ir sucediendo con profusión.
"Anatomía de un instante" es el relato-crónica pormenorizado, detallista y exhaustivo del golpe de estado del 23 de febrero. Del "por qué", del "cómo" y los "por quién". De la "placenta" del golpe, como la denomina Cercas, de su desarrollo y de sus consecuencias. Y su título hace referencia a ese momento, clave, en que tras los disparos de los guardias civiles en el interior del hemiciclo, como en el fotograma congelado de una película, aparte de los asaltantes, sólo el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez; su vicepresidente, el general Gutiérrez Mellado, y el diputado y secretario general del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, permanecen impertérritos en sus escaños mientras las balas silban a su alrededor. A explicar el "por qué" de ese hecho y a reinvindicar históricamente sus figuras, y el protagonismo y responsabilidad que tuvieron en la génesis del 23-F, está destinado buena parte del libro.
La última de mis anotaciones está en la páginas 434 (el libro tiene 437 sin contar notas y apéndices), y no es tal, sino un subrayado de diez líneas que dicen lo siguiente: "El franquismo fue una mala historia, pero el final de aquella historia no ha sido malo. Pudo haberlo sido: la prueba es que a mediados de los setenta muchos de los más lúcidos analistas extranjeros auguraban una salida catastrófica de la dictadura; quizá la mejor prueba es el 23 de febrero. Pudo haberlo sido, pero no lo fue, y no veo ninguna razón para que quienes por edad no intervinimos en aquella historia no debamos celebrarlo; tampoco para pensar que, de haber tenido edad para intervenir, nosotros hubiésemos cometido menos errores que los que cometieron nuestros padres".
Es en todo caso una lectura recomendable para los que tenemos edad para recordar lo que pasó aquel día, asumiendo nuestra cuota de responsabilidad personal e histórica; y para los que no tenían edad para recordarlo y mucho menos comprenderlo, para que aprendan el valor de la libertad, los sacrificios de su conquista, y la facilidad con que ésta puede perderse por la estupidez y la ambición y la soberbia de los hombres. 
Termino esta entrada invitándoles a releer lo que escribía hace unas semanas en el blog en el aniversario del intento de golpe de Estado: "El 23-F, 33 años después. Un recuerdo personal". Espero que les resulte interesante. Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
















Del poema de cada día. Hoy, Descripción de la mentira, de Antonio Gamoneda

 






DESCRIPCIÓN DE LA MENTIRA




El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición.


El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido,


y no acepté otro valor que la imposibilidad.


Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar,


escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso;


escuché la huida de los insectos y la retracción de la sombra al ingresar en lo que quedaba de mí;


escuché hasta que la verdad dejó de existir en el espacio y en mi espíritu,


y no pude resistir la perfección del silencio.


No creo en las invocaciones pero las invocaciones creen en mí:


han venido otra vez como líquenes inevitables.


La fermentación del verano se introduce en mi corazón y mis manos se deslizan cansadas en la lentitud.


Vienen rostros sin proyectar sombra ni hacer crujir la sencillez del aire;


sin osamenta ni tránsito, como si consistieran únicamente en el contenido de mis ojos, en la unidad de mis palabras, en el espesor de mis oídos.


Son obedientes y yo siento su reunión como una salud que se refugia en la oscuridad.


Es una amistad dentro de mí mismo;


es un estambre urdido por manos que son suaves en el interior de los días.


Ahora es verano y me proveo de alquitranes y espinas y lápices iniciados,


y las sentencias suben hacia las cánulas de mis oídos.


He salido de la habitación obstinada.


Puedo hallar leche en frutos abandonados y escuchar llanto en un hospital vacío.


La prosperidad de mi lengua se revela en cuanto fue olvidado durante mucho tiempo y sin embargo visitado por las aguas.


Éste es un año de cansancio. Verdaderamente es un año muy viejo.


Éste es el año de la necesidad.


Durante quinientas semanas he estado ausente de mis designios,


depositado en nódulos y silencioso hasta la maldición.


Mientras tanto la tortura ha pactado con las palabras.


Ahora un rostro sonríe y su sonrisa se deposita sobre mis labios,


y la advertencia de su música explica todas las pérdidas y me acompaña.


Habla de mí como una vibración de pájaros que hubiesen desaparecido y retornasen;


habla de mí con labios que todavía responden a la dulzura de unos párpados.



Antonio Gamoneda (1931)

poeta español



















De las viñetas de humor de hoy sábado, 4 de enero de 2025





 































viernes, 3 de enero de 2025

De las entradas del blog de hoy viernes, 3 de enero de 2025

 




Hola, buenos días de nuevo y feliz viernes, tres de enero de 2025. Como les prometí, estamos de vuelta. Es todo incomprensible, escribe en la primera de las entradas de hoy del blog el periodista Íñigo Domínguez sobre el saudí islamófobo que acabó cola vida de dos personas en Magdeburgo, Alemania, hace unos días, pero una cosa está clara: ante la duda, hoy todos los zumbados se van para el mismo lado, el ambiente dominante es ese, lo que hay en el aire es odio y violencia. La segunda es un archivo del blog de febrero de 2019 en el que la filósofa Amelia Valcárcel hablaba de la duda religiosa como una mancha de aceite que se extiende fina y perfecta para acabar con las geografías espirituales en que se desenvolvieron las vidas de nuestros ancestros y borrarlas de un plumazo. La tercera, con el poema del día, es el titulado Reflexiones de oficio, del poeta Javier Almuzara, que comienza con estos versos: Voy en verso a menudo al cementerio,/y debo confesar que me divierte/sacar la lengua a la estirada muerte,/pero a la vida siempre juego en serio. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt










Del odio y la violencia como paradigmas del año que comienza

 






No es raro que escriba estas líneas para ver si entiendo yo algo mientras escribo, pero cada vez lo ponen más difícil, comenta en El País [Descifren eso si pueden: un árabe islamófobo neonazi psiquiatra, 29/12/2024] el periodista Íñigo Domínguez. He tenido que hacer un esquema para aclararme con el perfil del terrorista que ha matado a cinco personas en Magdeburgo, Alemania. Es de Arabia Saudí, pero no soportaba el islamismo fanático y hasta se hizo ateo. Como para no. En 2006 se fue a Alemania y le aceptaron como refugiado, claro, pero empezó a ver por allí demasiados musulmanes. Se hizo islamófobo, incluso pedía el cierre de las fronteras. En fin, pasó a odiar también a los alemanes, creía que Europa se islamizaba. Acabó admirando las masacres a tiros de Estados Unidos, simpatizando con el partido de ultraderecha AfD y se hizo fan de Elon Musk. Se volvió un poco neonazi. Todos sabemos lo que haría un nazi con un árabe como este señor, pero no fue un problema para su evolución personal. En fin, para rematarlo, este sujeto que parece estar como una cabra además era psiquiatra. En concreto, en un hospital de Bernburg que durante el nazismo fue centro de exterminio de discapacitados y seres considerados inferiores. Hay allí un monumento que lo recuerda, o si no lo escucharía en la cafetería, pero tampoco afectó a su conversión (y no es el único, AfD es el primer partido en esta ciudad). Sea como fuere: al final cometió el típico atentado de un fanático islamista, y eso que decía que él era lo contrario. Tanto rodeo para llegar a lo mismo. En todo caso, luego AfD ha subido en los sondeos, se ve que por mucho que este hombre se empeñara en ser neonazi, ni por esas, a muchos no les engaña: era un inmigrante. Es todo incomprensible, pero una cosa está clara: ante la duda, hoy todos los zumbados se van para el mismo lado, el ambiente dominante es ese, lo que hay en el aire es odio y violencia.

Sobre esto, he recordado un pasaje del maravilloso libro de Patrick Leigh Fermor, El tiempo de regalos, relato de su viaje a pie con 18 años por Europa en 1934. En Alemania hizo amistad con unos muchachos de su edad. Uno, el más divertido, le invitó a dormir a su casa y al entrar en su habitación aquello era una especie de museo nazi, con banderas, fotos, carteles (Hitler llevaba un año en el poder). Tenía el uniforme de las SA planchadito y una pistola. Cuando el visitante le insinuó que el ambiente era un poco claustrofóbico al joven le dio la risa y le dijo que tenía que haberlo visto un año antes: eran todo banderas comunistas, hoces y martillos, retratos de Stalin. Entonces salía a zurrarse con los nazis, contaba entre carcajadas, pero cuando Hitler llegó al poder se dio cuenta de que era su hombre (“¡De repente!”).

El título de ese libro, lleno de nostalgia por un mundo ya desaparecido que se precipitaba hacia el caos, viene de un poema de Louise MacNeice sobre la noche de reyes: “Porque ahora el tiempo de los regalos se ha ido/ Oh, niños que crecéis, oh, nieves que se derriten”. Este poeta irlandés tiene otros poemas bonitos, como uno que se llama Nieve: “El mundo es más repentino de lo que imaginamos / El mundo es más loco y más de lo que pensamos, / incorregiblemente plural”.

Estos días abracen a sus seres queridos, sobre todo a los más tranquilos, los más normales, porque la gente sensata no tiene precio. Salen menos en las noticias, pero son muchísimos más, el centro de gravedad en medio de la agitación. Y así habrá que seguir, aguantando las locuras del mundo, y a los ignorantes, exaltados, prepotentes y matones cada vez más de moda, haciendo lo posible por mantener la cordura, confiando en llegar también al final del año que viene sanos y salvos. ¡Feliz año!









[ARCHIVO DEL BLOG] Vivir sin creer. Publicado el 16/02/2019











La duda es como una mancha de aceite que se extiende fina y perfecta para acabar con las geografías espirituales en que se desenvolvieron las vidas de nuestros ancestros y borrarlas de un plumazo, escribe la filósofa Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), y miembro del Consejo de Estado desde 2006.
La cosa empezó por el infierno, comienza diciendo la profesora Valcárcel. Las más prestigiosas encuestas sobre nivel de creencias religiosas detectaban hace un par de décadas que las personas ponían en duda el castigo eterno, siempre que se aplicara a increyentes de buena fe. Si tus vecinos eran budistas pero decentes, se te hacía difícil pensar que su destino fuera arder por toda la eternidad. La duda es como una mancha de aceite: se extiende fina y perfecta. El infierno, aquel heredero expresionista del Seol y del Hades, empezó a perder cuerpo. Hace una década, el Papa de Roma aseguró que era una especie de estado, pero ningún lugar físico. En consecuencia, el paraíso vendrá aquejado de la misma suerte. Tampoco sería un lugar, en lo que por lugar entendemos. Ni infierno, ni cielo. Las geografías espirituales en que se desenvolvieron las vidas de nuestros ancestros se estaban difuminando, cuando no se borraban de un plumazo. Del purgatorio, excuso decir, no cabe hacer ni mención.
Pero nadie crea que esto es privativo del cristianismo. Me recuerdo en Katmandú hace cuatro años, una noche bendita, hablando con un amigo estimable, sabio y erudito, uno de los más queridos intelectuales de Nepal. Cuando le insinué el asunto de la reencarnación, me miró desapasionadamente, incluso con un punto de tristeza, y me dijo: “Yo no creo que nadie vaya a volver del río”. “Se lo llevó el río” es la expresión para aludir a la muerte porque en su ribera se realizan las cremaciones. Otro tanto y parecido había escuchado poco antes en una celebración de Sukkot, la fiesta de las cabañas, en Jerusalén. También la luna estaba hermosa. Cumplidos los ritos y acabada la cena, compareció el tema de la creencia en el más allá. Mis amigos, judíos conservadores, mantenían la confianza en la ley y la promesa. Pero su posición era clara: el convencimiento ancestral de que Dios ayuda en esta vida, que para eso se le rinde adoración, pero que la otra sólo existe para Él. Pasamos para siempre.
El cultivo en esta vida de los elementos que harían posible disfrutar de otra más allá de la muerte, una de felicidad y reconciliación, quizá se lo debamos, como tantas otras cosas, a nuestros antepasados griegos. Es tema difícil de elucidar, pero parecen haber sido ellos quienes, en los misterios eleusinos, más se esforzaron por afianzar ese puente al otro mundo. De ser así, se lo hicieron heredar a todo el helenismo y, en consecuencia, a las tres religiones del libro. Una enorme novedad esta de la vida individual sin término. Las religiones nacen y mueren. Es interesante contemplar sus restos. Parece que buena parte de la población mundial ya no tiene confianza en que exista una vida de ultratumba. Varios paraísos ya no existen. Nadie banquetea en el Walhalla, y la barca dorada del faraón tampoco cruza los cielos. Cierto que seguimos haciendo apelación a lugares de parecido género durante las honras fúnebres. Pero sus invocaciones se hacen con comedimiento. S. Mill escribió que, de existir tales geografías, ello nos proporcionaría un terror innecesario. ¿Acaso seremos la primera generación que no cree en la vida eterna? Si esto se confirma, la vida eterna habrá sido muy breve.
Hace casi un par de siglos que la religión ya no es la forma prevalente de entendimiento del mundo. Nuestra era es casi perfectamente secular. La anterior cita, encriptada lo confieso, de la obra de Charles Taylor nos pone ante “el desencantamiento final de un cosmos de espíritus que responden a los seres humanos”. Desde la Era Axial, este camino estaba en marcha. Ahora, según Taylor, logra una perspectiva madura. Sin embargo, no por ello la religión, las religiones van a desaparecer. La mayor parte de ellas, las más conformes con el tiempo global, mutarán. Lo harán según la plantilla del giro antropocéntrico. Se volverán humanistas.
La mutación de las creencias puede sin embargo dejar constante el quantum religioso. Y eso tiene al menos dos lecturas. Una, corriente: aparecerán actividades sustitutorias en las que encajar los estados mentales otrora religiosos. Otra, de imprevisible dureza: se aplicará esa energía a productos políticos o sociales más que dudosos. Ya ha ocurrido. Que se cierren las puertas de la eternidad soñada no significa que la profunda raíz de la que lo religioso dimana deje de surtir savia. Muchas formas religiosas han logrado vivir sin ese supuesto. Si esta generación pasa a ser la primera de las modernas que lo abandona de modo significativo, la novedad será sin duda fuerte. Pero sus consecuencias no son de momento calculables. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 
















Del poema de cada día. Hoy, Reflexiones de oficio, de Javier Almuzara

 






REFLEXIONES DE OFICIO



Voy en verso a menudo al cementerio,

y debo confesar que me divierte

sacar la lengua a la estirada muerte,

pero a la vida siempre juego en serio.


Sé escoger, entre antiguos y modernos,

según los casos el mejor partido.

Ni canto en el pasado ni rendido

a la ansiedad del día. Conocernos


mejor, haciéndonos mejores, es

una tarea y una recompensa

tan ardua e incierta que, si bien se piensa,

solo compensa por desinterés.


El caso es no pasar sin más de largo.

Con el pudor osado del que empieza,

escribo, ya sin miedo a la grandeza,

esperando que el ángel se haga cargo.


Y, como la poesía es un arcano,

si me consiente estas disquisiciones,

tal vez mañana otorgará los dones

que oficio y reflexión piden en vano.



Javier Almuzara (1969)

poeta español