A la memoria de mi profesor en la UNED,
don Antonio Antelo,
que me enseñó
a amar la Historia
a amar la Historia
"Ni el pasado ha muerto ni está el mañana ni el ayer escrito", dice uno de los versos más famosos de Antonio Machado. Parece que estuviera hablando de la Historia. Una ciencia que en su busca de la verdad, nunca acaba de estar escrita del todo. Nuestro gran filósofo José Ortega y Gasset dijo sobre ella: "Los historiadores son los notarios del pasado. [...] Cuando se escribe historia o se hace literatura, o se hace precisión, o se calla uno". Y en su famoso prólogo a las "Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal" de Hegel, dice: "Tener ideas es cosa de filósofos. El historiador debe huir de ellas.La idea histórica es la certificación de un hecho o la comprensión de su influjo sobre otros hechos. Nada más, nada menos".
El pasado mes de junio Revista de Libros publicó un artículo del profesor del Pomona College de Claremont (California), Kenneth Baxter Wolf, titulado "La conquista islámica. Negacionar el negacionismo", en el que se realizaba una reseña crítica del libro "La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado: Del catastrófismo al negacionismo" (Madrid, 2013), del profesor de Historia Medieval en la Universidad de Huelva, Alejandro García Sanjuan.
El propio profesor García Sanjuán expone en su libro que la tarea del historiador profesional tiene tres dimensiones que no pueden separarse una de la otra: 1) la elaboración del conocimiento histórico; 2) su transmisión a la sociedad; y 3) su preservación a todo intento de tergiversación y manipulación cualquiera que sea su procedencia.
La idea fuerza del libro del profesor Sanjuán -dice el reseñador- es una llamada a las armas contra la tergiversación del pasado en forma de dos mitos relacionados con la conquista de la península Ibérica el año 711. El primero de esos mitos la idea de que la presencia musulmana fue algo ajeno, una catástrofe que puso a la "España cristiana" bajo dominación musulmana. El segundo mito, por el contrario, sostiene que esa conquista nunca llegó a producirse y que en los cambios que se produjeron en la Península a partir de ese año los árabes y los musulmanes solo jugaron un papel secundario.
Para el profesor Baster Wolf si el libro del profesor Sanjuán hubiera hecho suyas las tres tareas definitorias de la profesión histórica expuestas más arriba, debería haberse preguntado, sin repartir etiquetas previas de "catastrofistas" o "negacionistas", que pasó realmente el año 711, conduciendo al lector a la inevitable conclusión de que esa fecha fue testigo de algún tipo de cambio de régimen en el que se vieron involucrados auténticos musulmanes, que ese cambio no fue muy contestado por los habitantes nativos de la Península, y que a largo plazo ese cambio supuso el primer paso hacia una transformación lingüística y religiosa de la mayor parte de sus pobladores.
Un mes más tarde, en el numero de julio de Revista de Libros, el profesor García Sanjuan responde a la reseña de su libro realizada por el profesor Baxter Wolf con un extenso artículo que lleva por título "La tergiversación del pasado y la función social del conocimiento histórico. Una réplica a Kenneth B. Wolf".
La discusión, para disfrute de historiadores, está servida. Pueden leer ambos artículos en los enlaces de más arriba.
Como en la antigua y no finiquitada controversia sobre la identidad de España que a mediados del pasado siglo mantuvieron los historiadores Claudio Sánchez Albornoz (España es un producto de la cristiandad medieval) y Américo Castro (España es el producto de un mestizaje de siglos de judíos, moros y cristianos) en la que yo tomo partido inequívoco por el segundo de los citados, ahora, como mero interesado en la materia, pienso que la razón está de parte de los que piensan que lo que ocurrió el año 711 d.C. en la Península, fue más una invasión que una conquista pero también "algo más". Y en ese algo más es donde está la clave sobre los orígenes de al-Andalus. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
La idea fuerza del libro del profesor Sanjuán -dice el reseñador- es una llamada a las armas contra la tergiversación del pasado en forma de dos mitos relacionados con la conquista de la península Ibérica el año 711. El primero de esos mitos la idea de que la presencia musulmana fue algo ajeno, una catástrofe que puso a la "España cristiana" bajo dominación musulmana. El segundo mito, por el contrario, sostiene que esa conquista nunca llegó a producirse y que en los cambios que se produjeron en la Península a partir de ese año los árabes y los musulmanes solo jugaron un papel secundario.
Para el profesor Baster Wolf si el libro del profesor Sanjuán hubiera hecho suyas las tres tareas definitorias de la profesión histórica expuestas más arriba, debería haberse preguntado, sin repartir etiquetas previas de "catastrofistas" o "negacionistas", que pasó realmente el año 711, conduciendo al lector a la inevitable conclusión de que esa fecha fue testigo de algún tipo de cambio de régimen en el que se vieron involucrados auténticos musulmanes, que ese cambio no fue muy contestado por los habitantes nativos de la Península, y que a largo plazo ese cambio supuso el primer paso hacia una transformación lingüística y religiosa de la mayor parte de sus pobladores.
Un mes más tarde, en el numero de julio de Revista de Libros, el profesor García Sanjuan responde a la reseña de su libro realizada por el profesor Baxter Wolf con un extenso artículo que lleva por título "La tergiversación del pasado y la función social del conocimiento histórico. Una réplica a Kenneth B. Wolf".
La discusión, para disfrute de historiadores, está servida. Pueden leer ambos artículos en los enlaces de más arriba.
Como en la antigua y no finiquitada controversia sobre la identidad de España que a mediados del pasado siglo mantuvieron los historiadores Claudio Sánchez Albornoz (España es un producto de la cristiandad medieval) y Américo Castro (España es el producto de un mestizaje de siglos de judíos, moros y cristianos) en la que yo tomo partido inequívoco por el segundo de los citados, ahora, como mero interesado en la materia, pienso que la razón está de parte de los que piensan que lo que ocurrió el año 711 d.C. en la Península, fue más una invasión que una conquista pero también "algo más". Y en ese algo más es donde está la clave sobre los orígenes de al-Andalus. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
2 comentarios:
Para un profano creo que no será nada fácil diferenciar la sutileza que sobre el terreno de la realidad –no de la realidad histórica- representa la invasión o la conquista Y es que el tiempo, nos ha aportado el lastre de la desconfianza (más o menos informada, y en ocasiones un punto cínica) hacia el análisis de los datos: ¿podrán no estar contaminados de fanatismo cuando cultura y religión andan por medio? ¿No serán, como casi siempre, barricadas utilizadas para atrincherarse en la propaganda y camuflar cualquier atisbo de verdad? Estrategias para dar servicio a un juego de poder que, indefectiblemente, se juega en otros escenarios. Ayer igual que hoy.
Pienso que no hay guerras de religión, ni choque de culturas. Son guerras de conquista. Como todas. Como siempre. Todo lo demás, atrezzo. Ayer para los súbditos y la historia. Hoy para la “opinión pública”, sea eso lo que fuere, como gran banco potencial de victimas virtuales. También para los reality show informativos de la CNN o Al Jazeera.
Creo que la más certera realidad solo la conocen las víctimas directas y reales, colaterales o no, manipuladas o no, de cualquier conflicto. Quienes verdaderamente certifican los hechos.
Tampoco estoy muy seguro que la calificación de los historiadores, por el siempre brillante Ortega, como “los notarios del pasado”, les haga justicia…a los notarios. Ellos no realizan interpretaciones de los hechos que protocolizan. Ni siquiera nos consta que se crean lo que certifican.
Excelente trabajo.
Ciertamente "esa" es la diferencia!
Saludos
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