miércoles, 25 de septiembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Lo superficial



Mujer saudí, conduciendo. Vogue


Vivimos tiempos de preciosas superficies, afirma la escritora Joana Bonet. Se dejan acariciar, lacadas y brillantes, o trenzadas y rústicas. Son vistosas, pero cuando quieres penetrar en ellas, conocerlas más allá del primer roce, no hallarás ni una gota de agua, porque debajo habita la nada.

Una tiene la sensación de habitar un lugar de cartón piedra donde casi todo es intercambiable, comienza diciendo Bonet. La palabra dada acaba a menudo traicionada, no solo en la política, también en las juntas directivas, las redacciones, en los patios y en los círculos sociales. Se debe a su baja cotización: la verborrea se desliza ligera, igual que si cabalgara sobre una cinta rodante. Hasta el punto de que quienes quieren consolidar el valor de la palabra repiten: “siempre, todo por escrito”.

“Vengaré mi raza” se dijo la escritora Annie Ernaux, hija de tenderos-taberneros, quien al recoger el premio Formentor 2019 el pasado viernes, mostró con qué profundidad ha buceado en su vida, etnóloga de sí misma, capaz de sumergirse hasta el fondo de la realidad y de su transfuguismo social. Ernaux recordaba en su discurso de recepción del premio el día en que le regaló un jarrón de opalina a su madre, un presente que le provocó un ataque de risa nerviosa: no sabía donde colocar aquel delicado objeto ni tenía idea de su valor. Un choque de clases dentro de la propia familia.

“De los cambios de las mujeres en los países árabes, vemos sólo la superficie”, me confiesa Joumana Haddad, escritora y activista libanesa. También participó en les Converses literàries y enfatizó acerca de lo absurdo de celebrar que las féminas puedan por fin conducir en Riad cuando en realidad no se les dispensa ningún tipo de respeto. “Cada vez que una se escapa de su yugo y llega a Europa, lo celebro” me dice. Haddad acaba de publicar en nuestro país La hija de la costurera (Random House Mondadori) donde evoca el oficio de su abuela y su madre, quien la empujó a formarse y aprender idiomas –habla siete–,como única salida posible.

Haddad ejemplifica la voluntad de profundizar en su cultura, comprender por qué aún tienen que distinguirse con ese velo convertido en seña de pertenencia -o, mejor dicho, de sumisión- en estos tiempos tan instagrameados que celebran el fashion hiyab como signo de liberación. “Llevan las cabezas cubiertas, pero unos leggins tan ajustados que apenas pueden andar”.

Banalidad que se mueve golpe de ocurrencia, y una vez viralizada se convierte en categoría de papel de fumar. Poco basta para satisfacer a los llamados influencers , que en verdad no demuestran más que su facilidad en ser influenciables. Una popular instagirl , me alertó de que sólo leía autoayuda, y se sinceró: “Los libros que me mandan a casa , y que son muchos, los dejo en la calle”. Le agradecí el aviso.

Lo superficial no necesita maceración ni vuelo. Basta un eslogan provocador, unas buenas uñas de colores, una simple pancarta y una mentira repetida hasta la saciedad, esa basura imposible de reciclar.





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








HArendt




Entrada núm. 5288
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[TEORÍA POLÍTICA] Apuesta de alto riesgo



Dibujo de Nicolás Aznarez


El Boletín Oficial del Estado publica esta mañana el Real Decreto de disolucion de las Cortes y la convocatoria de elecciones generales para el próximo 10 de noviembre. A esa posibilidad indeseada, ahora ya cumplida, se refería días pasados Josep M. Vallès Casadevall, catedrático emérito de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona: El sistema, decía, necesita que se desarrollen políticas de reforma sustantiva en sus puntos centrales y para ello es necesario una coalición de gobierno lo más sólida y eficiente posible.

Quienes tienen vocación de líderes políticos tienen algo de apostadores profesionales, comenzaba diciendo Vallès. Suelen tentar a la fortuna que Maquiavelo entendía como factor intrínseco de la vida política. Pedro Sánchez ha demostrado atracción por el riesgo. Le ha valido hasta hoy para alcanzar sus objetivos. Primero, para imponerse contra pronóstico a la vieja guardia de su partido y conquistar por dos veces la secretaría general socialista. Después, para aprovechar la fugaz oportunidad de descabalgar al desgastado Rajoy y ganar la primera moción de censura en cuarenta años de democracia española. Está por ver ahora si la misma obstinación y arrojo le valdrán para dar al país un Gobierno estable y eficiente, con capacidad para resolver los graves problemas planteados. O si, por el contrario, le llevarán a donde no desea, empeorando la situación de ineficiencia política que nos afecta desde hace tiempo.

Porque el riesgo que corre en este nuevo envite es muy elevado. Parece como si se pasara por alto el hecho de que no estamos ante una incidencia ocasional de cualquier ciclo político. No estamos ante una peripecia circunstancial. La cuestión es que el sistema de gobierno articulado durante la Transición ya no se acomoda a las exigencias de una sociedad que ha experimentado importantes transformaciones sociales, culturales y económicas. Son transformaciones que no se corresponden con el inmovilismo político e institucional que nos aqueja.

Es cierto que cuesta admitir la “crisis de régimen”, una calificación casi blasfema para quienes se sienten protagonistas de la dificultosa transición posfranquista. O incluso para los que nos consideramos espectadores comprometidos con ella. Pero la expresión se demuestra adecuada si entendemos por régimen lo que algunos aprendimos de Duverger vía Jiménez de Parga en nuestro primer curso universitario. Un régimen político es la forma que una sociedad tiene de gestionar sus problemas colectivos, recurriendo a una determinada combinación de instituciones, normas y actores sociales y políticos. Desde esta perspectiva, el balance del régimen de 1978 durante sus primeros 20 años de existencia puede recibir valoraciones matizadas. Pero no se podrá negar que dio al país dos décadas de estabilidad y progreso sin precedentes en su historia contemporánea.

Sin embargo, de manera progresiva y acelerada desde principios de este siglo, el régimen va dejando de ser una forma de gestionar razonablemente los problemas colectivos. Presenta indicios graves de fatiga estructural. Son atribuibles a factores internos y a factores de un entorno global que ya no es el de los años setenta del siglo pasado. La crisis de régimen se manifiesta en su incapacidad para reaccionar satisfactoriamente ante los retos provocados por aquellos factores: en materia de desigualdad económica, protección social, sostenibilidad medioambiental, calidad educativa, etcétera. Sin olvidar su ineptitud manifiesta para emprender cambios urgentes en la organización territorial y en la estructura constitucional del Estado.

La dificultad repetida para formar mayorías de gobierno es otro síntoma de la misma crisis. El bloqueo institucional no puede atribuirse solamente a rasgos psicológicos —según algunos, incluso patológicos— de sus dirigentes. Procede de elementos estructurales dañados que no serán compensados por el voluntarismo de personas empeñadas en un más o menos agitado muddling through. O, en términos castizos, en un ir tirando a trancas y barrancas. La cosa no va únicamente de desconfianzas entre dirigentes o de químicas personales incompatibles. La actual negativa del PSOE a compartir capacidad de decisión con Unidas Podemos prueba de nuevo la resistencia a reconocer que no será posible solventar las grandes cuestiones pendientes, aplicando esquemas del pasado como sería la pretensión de conservar la hegemonía de los tiempos del bipartidismo.

Es una resistencia nostálgica, alimentada además por otra pieza del régimen de 1978 que ha eludido su necesaria puesta al día. Me refiero a la actitud de determinados aparatos de la Administración central, reacios a ceder su capacidad de influencia sobre políticas de Estado que en ocasiones quieren orientar a su manera, al margen de la expresión democrática de la ciudadanía. Son estamentos que —a diferencia del Portugal que ahora nos llama la atención— no se transformaron en el momento original del sistema, tal como ha señalado el profesor Robert Fishman en su investigación comparada sobre los dos regímenes peninsulares.

Tampoco es una casualidad que la discrepancia sobre la cuestión catalana haya sido presentada por el PSOE como obstáculo insuperable para un acuerdo de gobierno con Unidas Podemos. Me temo que este sea el argumento más sincero y creíble entre todos los esgrimidos por los negociadores socialistas durante las escaramuzas de la supuesta negociación. Porque en el asunto catalán resalta de manera sobresaliente la incapacidad del régimen para dar respuesta a una cuestión de innegable trascendencia. Afrontar esta cuestión políticamente y no judicialmente implicaría, entre otras cosas, una redistribución de cuotas de poder que incomoda a determinados aparatos burocráticos del Estado.

Es indudable que la competencia por el electorado de izquierdas también dificulta el acuerdo. Y es incontestable asimismo que a Unidas Podemos le está costando articularse como el sujeto político de nueva generación que pretende ser. Lo cual le ha llevado a errores de planteamiento y a decisiones equivocadas.

Pero reducirles por ello a una función subalterna y confiar la salida de la crisis del régimen a una combinación de profesionales de los partidos tradicionales y de la Administración General del Estado no parece que haya de llevarnos demasiado lejos, tras la repetición sucesiva de elecciones generales. Al contrario, aumenta el riesgo de una explosión incontrolada de descontento que favorecería el auge de tendencias autoritarias, promovidas por aquellos cuyas convicciones democráticas son bastante precarias o totalmente inexistentes.

En estas condiciones parecía mucho mejor intentar una fórmula tan “revolucionaria” como la que practican desde hace décadas casi todas las democracias europeas, ya sea un Gobierno de coalición, ya sea un pacto de investidura. Salvo sorpresas de última hora, no parece que se vaya a hacer de este modo, y que se prefiere acudir nuevamente a las elecciones. Los costes inmateriales de la campaña electoral serán importantes, si se desarrolla en plena resaca producida por la sentencia del procés catalán, cuando amenaza la nueva crisis económica o en el momento en que la UE afronta el desenlace agónico del Brexit.

Puede especularse con que su resultado posibilite otras alternativas que no sean la coalición PSOE-Unidas Podemos: por ejemplo, Gobierno minoritario del PSOE, abstención positiva de los conservadores, gran coalición con el PP o el acuerdo moderado PSOE-Ciudadanos. ¿Es esperable que alguna de estas alternativas pueda ser más sólida y eficiente cuando se trata de acometer políticas de reforma sustantiva en puntos centrales del sistema?

Por lo demás, y como remate, no cabe descartar que después de tanta agitación volvamos al punto de partida, con condiciones parlamentarias no muy diferentes a las actuales y con resistencias renovadas a adoptar el camino que ahora se rechaza. En tal caso, puede agravarse todavía más la crisis de un régimen que no sabe reformarse a tiempo porque sus dirigentes no acaban de admitir la gravedad de la situación. Edmund Burke escribió en sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa una sensata advertencia: “Los Estados sin capacidad de reforma ponen en peligro su misma conservación”. En esta ocasión no estaría de más atender a los consejos de un conservador inteligente.



La muerte de Sócrates, de Jacques-Luois David (1787)



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








HArendt




Entrada núm. 5287
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy miércoles, 25 de septiembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...



















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








HArendt




Entrada núm. 5286
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

martes, 24 de septiembre de 2019

[A VUELAPLUMA] La peste



Manifestación contra el cambio climático en Zagreb


Hay gente que se niega a aceptar lo que indica la ciencia, a veces, con argumentos bastante pedestres, escribe el periodista Enric González. La Pequeña Edad de Hielo comenzó con el siglo XIV. Ese fue un mal siglo, comienza diciendo González. La peste bubónica, entonces llamada peste negra, exterminó a uno de cada cinco habitantes del planeta. Murieron la mitad de la población europea y un tercio de la población china. Florencia, uno de los principales centros tecnológicos del momento, se convirtió en una ciudad de cadáveres. De forma muy aproximada, se estima que la peste acabó con cien millones de vidas. Tantas como las guerras mundiales del siglo XX. Pero en 1350 había 370 millones de humanos, y en 1950 había 2.600 millones. Puestos a amargarnos el día, hagamos un cálculo sencillo: manteniendo las proporciones, lo que ocurrió durante el siglo XIV supondría ahora, con una población mundial de 7.000 millones de personas, 1.400 millones de muertos. Amontonados, esos cuerpos llegarían hasta la Luna.

Por supuesto, incluso a las peores catástrofes se les puede ver un ángulo positivo. Tras el siglo XIV llegó el XV: con menos gente, un poco mejor alimentada y un poco menos sucia, aparecieron lo que hoy llamamos Renacimiento (Leonardo, Miguel Ángel y demás), las grandes exploraciones (Colón, Vespucio), la imprenta, las armas de fuego y los primeros rasgos de la modernidad. Después de las grandes guerras del siglo XX, parte del mundo vivió unas décadas de extraordinaria prosperidad económica. Pero hay que alcanzar un grado superlativo de cinismo para concluir que la mortandad a escala industrial vale la pena.

Volvamos al clima. La pequeña glaciación duró más o menos hasta mediado el siglo XIX. Desde entonces, el planeta se calienta. Eso queda fuera de discusión. La casi totalidad de los científicos considera que la actividad humana está acelerando el proceso y que las consecuencias (elevación del nivel del mar, fenómenos climatológicos extremos, desertificación) pueden ser gravísimas. Hay gente que se niega a aceptar lo que indica la ciencia. A veces, con argumentos bastante pedestres: el frío que hace hoy y hablan de calentamiento, je je. Los máximos representantes de esa corriente de pensamiento no destacan por su lucidez. Donald Trump, por ejemplo.

Si el problema fueran los tipos como Trump, por mucho poder que acumulen, no habría problema. Ni siquiera constituyen un gran problema las sumas ingentes que algunos poderes económicos destinan a difundir estudios climáticos negacionistas. El principal obstáculo para la acción radica, obviamente, en la inercia. En la dificultad de adoptar decisiones colectivas con consecuencias traumáticas a corto plazo. En la pereza de hacer hoy lo que podemos dejar para mañana. En las rivalidades internacionales, en las necesidades electorales, en los intereses económicos (grandes o pequeños: ocupan la misma posición moral el rico propietario del pozo de petróleo y el pobre minero de carbón), en esa idea tan engranada en el cerebro humano según la cual ya nos arreglaremos cuando llegue el momento.

Quizá sea significativa la popularidad de Greta Thunberg como emblema de la batalla climática. Una muchacha de rostro severo y sin sentido del humor (le diagnosticaron Asperger) encarna perfectamente este tiempo de preludio. La gente del siglo XIV no vio venir la peste negra, no sabía en qué consistía y no tenía muy claro cómo combatirla. Esperemos que el cambio climático resulte más benigno que la peste, porque nosotros no tendremos tantas excusas.





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








HArendt




Entrada núm. 5285
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy martes, 24 de septiembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...






















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








HArendt




Entrada núm. 5283
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)