Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela. Foto de Óscar Corral
En un mundo en el que podemos calcular nanosegundos y soñar con viajar a la velocidad de la luz, escribe la periodista Cristina Manzano, subdirectora general de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE), en el A vuelapluma de hoy [Que pasen los días. El Pais, 27/3/2020]- posiblemente el tiempo que nos marca el reloj de arena simbolice el sentir de muchos de nosotros.
"Contaba Stephen Hawking en su Historia del tiempo -comienza diciendo Cristina Manzano- que la teoría de la relatividad llevó a abandonar la idea de que había un tiempo absoluto único: “El tiempo se convirtió en un concepto más personal, relativo al observador que lo medía”.
Nada más cierto en estos días de coronavirus. El tiempo, y la forma de enfrentarse a él, se presentan como un factor crítico a la hora de abordar la pandemia.
Unos desean que el reloj acelere; que todo esto pase lo antes posible. Que se convierta de una vez en solo ese paréntesis insospechado en nuestras vidas. El tiempo como una losa. Ese tiempo perdido, el de no haber podido abrazar al ser querido que se ha ido. El tiempo muerto, sin horizonte, de los mayores en sus residencias, en sus casas, aislados, sin poder recibir el consuelo de un rostro familiar. El de los enfermos en sus camas. El de los trabajadores sanitarios, para los que la jornada laboral se ha convertido en un ciclo sin fin. El tiempo infinito de los niños sin colegio. Todos ellos están deseando que pasen los días lo más rápidamente posible.
Otros, sin embargo, quisieran detenerlo. Es la lucha de los investigadores, de los científicos de todo el mundo en una carrera frenética contra el reloj por encontrar la esquiva vacuna; por entender mejor el comportamiento del virus, por localizar algún medicamento eficaz para paliar sus efectos. También la de los responsables sanitarios, y la de los políticos, ansiosos de frenar ese imparable curso ascendente de la curva y de tener más margen para tomar decisiones sobre cuestiones para las que no estaban preparados. La de los empresarios, para los que cada día que pasa es una sangría y un interrogante mayor para su futuro. El confinamiento cuasi global como una paradoja para una sociedad que se había subido a un tren de ritmo vertiginoso. La velocidad y el cambio empujados por la tecnología como signos distintivos de la humanidad en el siglo XXI. Mucho se ha comentado sobre las diferencias culturales entre Occidente y Oriente en el frente contra el virus; entre el predominio de la inmediatez para los primeros y la capacidad de mirar a largo plazo de los segundos.
En un curioso ensayo publicado en los años cincuenta, El libro del reloj de arena, el filósofo alemán Ernst Jünger hacía un repaso a cómo la historia de los relojes muestra la evolución de la concepción humana sobre el paso del tiempo. En un mundo en el que podemos calcular nanosegundos y soñar con viajar a la velocidad de la luz, posiblemente el reloj de arena simbolice el sentir de muchos: va cayendo inexorablemente, pero no con la rapidez suficiente. Cuídense mucho y quédense en casa".
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo.
La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo.
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