Empieza a extenderse el concepto de italianización de la política española: la estabilidad ha dejado de ser un elemento esencial y el país funciona y sigue adelante a pesar del caos improductivo en el que están inmersos los partidos. Y España va..., a pesar del caos político, escribe en El Mundo la periodista y profesora de la Universidad Camilo José Cela, Lucía Méndez.
No hay Presupuestos. No hay reformas. Los partidos nacionales están entregados en cuerpo, alma y tuits a la táctica diaria según soplen las encuestas. El Parlamento se encuentra desbordado por una hiperactividad improductiva. Una comunidad autónoma lleva meses sin Gobierno con su clase política instalada en el caos. Pero España va... como la nave cinematográfica de Federico Fellini. El país va, la actividad económica no se detiene, las exportaciones marcan récords a pesar del caos político, de la incapacidad del Gobierno para impulsar las reformas legales necesarias -pensiones, Educación, financiación autonómica- y de la ineficacia e impericia de los partidos de la oposición para articular mayorías alternativas al PP. Es muy habitual en estos días escuchar conversaciones en el ámbito político e institucional, en las que se llega a la conclusión de que, contrariamente a lo que siempre habíamos supuesto, el funcionamiento del país no depende ya de la estabilidad política, que no la hay. El concepto de italianización de la política española está muy presente en esas conversaciones. «Los ciudadanos tienen derecho a preguntarse para qué sirven los políticos si no es para resolver los problemas del país. Y para qué sirve el Estado autonómico si hay una comunidad sin Gobierno desde hace meses sin que pase nada raro. El caso de Cataluña es insólito. Una comunidad gestionada por los funcionarios en la que todo marcha sin sobresaltos. Y su economía tampoco va tan mal. Nadie echa de menos al Gobierno catalán. Salvo Puigdemont», advierte un parlamentario del PP.
Un día cualquiera en la vida de España se puede resumir en el desfile de presuntos sediciosos y corruptos ante los tribunales, en comparecencias-espectáculo en las comisiones de investigación parlamentarias -como la de Álvaro Pérez y el «mondongo»-, en noticias incomprensibles como la censura de una obra en la feria de arte más importante, en las quinielas sobre el sustituto del ministro de Economía o en si es necesario poner letra al himno de España. Última controversia surgida de la actuación de una cantante famosa en un teatro de Madrid, que el PP y Ciudadanos elevaron a categoría política en su pulso por presentarse ante los ciudadanos como los más patriotas de entre los patriotas. Los españoles asisten como público-espectador atónito a las evoluciones de los actores políticos en el escenario institucional. Y, como en el caso de Marta Sánchez, en ocasiones graban las escenas en el móvil para difundirlas.La escena de mayor carga política de los últimos días tuvo lugar en el Congreso de los Diputados. Pero en el exterior. Miles de pensionistas se manifestaron, de forma repentina e inesperada, para tocar la campana y despertar al Gobierno. Cabe imaginar ese día la perplejidad de Mariano Rajoy en La Moncloa, viendo a miles de pensionistas -que votan en masa al PP- en las calles de toda España. «¿Esto qué significa? ¿También los pensionistas? Si no les he tocado un duro de la pensión desde que estoy aquí. Son los únicos que no han sufrido recortes. Hemos recortado en Sanidad, en Educación, en el subsidio de paro, pero las pensiones han sido sagradas. Lo sabe todo el mundo». En efecto, los datos confirman que los jubilados españoles han sido protegidos por el Gobierno de la crisis, a diferencia de los jóvenes, expulsados a la precariedad y con sueldos de miseria. Acostumbrado a analizar la realidad del país en las estadísticas, transparencias y cuadros macroeconómicos, el Gobierno quizá no cayó en la cuenta de que la carta que envía a los jubilados españoles informándoles de que su pensión sube un par o tres de eurillos puede ser considerada un insulto. O que al propio Gobierno y al resto de los partidos españoles no se les cae de la boca la palabra «pensiones» a la hora de hablar de los retos del futuro. Hay un debate público incesante sobre la llamada sostenibilidad del sistema de pensiones, pero los jubilados y el resto de los españoles que aún no lo son pero lo serán aprecian que nadie hace nada en concreto.
También se le pasó al presidente del Gobierno el impacto negativo que sus llamamientos al ahorro en planes de pensiones privados podría tener sobre los ciudadanos. Algunos dirigentes del PP aprecian ahora que esa iniciativa de Rajoy, en la que anunció que los planes de pensiones se podrían rescatar ¡dentro de 10 años!, y sus apelaciones al ahorro fueron un error que pudo producir incertidumbre en una cuestión de alta sensibilidad social. Algo parecido ha sucedido con las medidas para garantizar o ampliar la enseñanza de la lengua castellana en Cataluña. El Gobierno lanza debates al aire y acaba metido en un guirigay de declaraciones de ministros y altos cargos, propuestas e iniciativas, sin resultado concreto alguno. Esta aturdida e impetuosa actividad política declarativa del Gobierno tiene su origen en la inquietud y preocupación existente en La Moncloa, no ya sólo por el empuje de Ciudadanos -que por supuesto-, sino por la extensión de conceptos como bloqueo político o legislatura perdida. Gobierno y PP advierten que la idea de que no hacen nada está calando entre los españoles. Y para remediarlo y frenar a Ciudadanos, se les ha ocurrido poner en marcha iniciativas poco o nada elaboradas y convenciones diversas, y sacar a los ministros de los despachos para llevarles a los platós de televisión y a los estudios de radio.
El PP, además, aprieta a fondo el acelerador del activismo puro y duro contra Ciudadanos, que le pisa los talones en los sondeos, metiéndole en el saco de la financiación irregular. Los dirigentes y cargos populares con más pensamiento político y menos pasión anti Rivera advierten de que esa estrategia -o por lo menos su intensidad- puede no ser la más adecuada ni dar los resultados que se esperan. Embarrar el terreno sirve para salir del paso. Pero algunas voces internas advierten sobre la imposibilidad de llevar al ánimo de los españoles la idea de que Ciudadanos tiene el mismo problema que el PP, un partido con decenas de ex dirigentes muy relevantes encausados en escándalos de corrupción y con informes contundentes de la Fiscalía que consideran acreditada su caja B. Idéntica preocupación a la que existe en el Gobierno por la parálisis de la legislatura que aqueja también al Congreso. La presidenta, Ana Pastor, convocó a los portavoces de los grupos a una comida para racionalizar una actividad parlamentaria que, paradójicamente, está colapsando los servicios de la Cámara a la vez que sus resultados son improductivos. La proliferación de comisiones y subcomisiones de estudio e investigación ha desbordado a los letrados, que no dan abasto. Además de las que ya funcionan, hay cuatro comisiones de investigación ya aprobadas y 14 en tramitación. Un dato que pone en evidencia que el Congreso trabaja a destajo, a pesar de que no le luzca en cuanto a producir cambios efectivos. En la anterior legislatura efectiva, la X, se tramitaron 237 proposiciones de ley en cuatro años. En el poco más de un año transcurrido desde que empezó la actual legislatura, ya se han tramitado más de 200.En el Congreso todos hablan con todos, pero todos están contra todos dependiendo de las iniciativas que se voten. Esta semana ha habido propuestas en las que han votado juntos PP y PSOE; o PSOE, Podemos y Ciudadanos; o PP y Ciudadanos. Fue llamativa la soledad del PP en la proposición de Unidos Podemos para acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres. El resto de la Cámara votó a favor.La incapacidad para lograr mayorías estables y coherentes que permitan legislar de forma efectiva es la constante de la legislatura. El PP protesta por la negativa del PSOE a pactar nada con el Gobierno. El PSOE sólo huye de aparecer al lado del PP en ninguna circunstancia y rivaliza con Podemos en la presentación de iniciativas sociales. A Ciudadanos, los vientos le impulsan a una estrategia de asfixiar políticamente al PP para quedarse con sus votos. «Los grupos están en una especie de locura que no son capaces de gestionar», señala un funcionario. Enfrascados en debates reglamentistas acerca de la inanidad de las proposiciones no de ley -algún partido pidió a la presidenta del Congreso que se supriman-, y sobre la pertinencia de ampliar eternamente el plazo de enmiendas de proyectos que duermen el sueño de los justos. «Parece que los partidos hayan olvidado cómo funciona un Parlamento. Las propuestas que presentan no se aprueban por ciencia infusa. Hay que hablar y pactar con el resto de los grupos para conseguir una mayoría de votos que permita su aprobación. Lo que están haciendo es proponer iniciativas al peso sin hacer el esfuerzo de buscar los apoyos necesarios para que salgan adelante», señalan fuentes de la Cámara. El modo electoral, que ha sido activado ya por las formaciones políticas, no permite vislumbrar el fin de este laberinto. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
1 comentario:
Ciertamente claro ...
Publicar un comentario