Bastantes de los 67 años y 360 días de mi vida han sido de "vida pública"; de bajo nivel, pero pública. Pública en el sentido que da al termino la pensadora Hannah Arendt, de manifestación en el ágora, de relación y actividad más allá de la vida propia y familiar con los "otros", los ajenos, los contrarios, los que no son íntimos. Durante todo ese tiempo de vida pública siempre creo haber manifestado un rechazo explícito, aunque nunca airado, por los "mayúsculas", es decir, por las personas que hablan en "mayúsculas", que pronuncian con mayúsculas, y con énfasis, palabras como "Dios, Patria, Nación, Justicia, Libertad, Enemigo, Estado, Amigo, Unidad, Derecho, Nosotros, Yo", etc., etc., etc...
Tuve un compañero de actividades "públicas" que gustaba siempre de decir que el mundo, y los que en él habitan, o son "café" o son "leche"; así, sin matices: todo pureza inmaculada o mal absoluto; o blanco o negro, sin más. A eso, en filosofía, se le conoce con el nombre de maniqueísmo. A mi me gusta decir que el mundo, y las personas que lo habitan, somos mayoritariamente "café con leche", que tenemos matices; que son los matices, precisamente los matices, los que marcan la diferencia, los que nos distinguen, los que otorgan la gracia, lo mejor del mundo... ¡Ah!, y que conste: a mi el café me gusta solo, cortado, con leche, caliente, tibio, frio, ..., pero con azúcar. Igual que el mundo y sus gentes.
Un ejercicio descarado de maniqueísmo, más o menos, es lo que se ha dicho y oído estos días en la Conferencia Nacional del Partido Popular celebrada en Valladolid, que se resume en algo tan simplificador como echar la culpa de todos los males habidos y por haber a los socialistas, con Rubalcaba a la cabeza, y autoproclamarse ellos mismos como profetas y salvadores de la nueva España de prosperidad y felicidad a las que nos encaminamos gracias a sus ímprobos esfuerzos. ¡Qué Dios nos pesque confesados si lo consiguen!...
Va a hacer justamente cinco años, Félix Ovejero Lucas, profesor de Ética y Economía de la Universidad de Barcelona, escribió un artículo titulado "Y además se comen a los niños crudos": "La vida -dice en él-, como bien sabemos, es compleja. Está instalada en el matiz. Como en el poema de Borges, somos un yo plural de sombra única. Conozco -añade- investigadores honestos, amantes de la verdad y entregados al estudio de nobles principios, que en su trato con los demás mienten más que hablan. Uno no se casaría con ellos, pero estaría encantado de escribir un libro a dos manos. Entre los alemanes que arriesgaban sus vidas por rescatar a los judíos no faltaban los golfos irrecuperables. ¿Tenemos que dudar de las teorías de los científicos estadounidenses porque el 40% de ellos creen en Dios y le rezan?. Describir a los otros como la encarnación de todos los males -concluye- incapacita para entender la realidad; simplificar -dice- no es pensar claro, sino evitarse la fatiga de pensar".
A pesar del tiempo transcurrido desde que lo escribió -y de las alusiones que contiene a la situación política de esas fechas- se lee todavía con fruición. Se lo recomiendo encarecidamente; y después de leerlo, saquen ustedes sus propias conclusiones sobre si el mundo es blanco, negro, o lleno de matices..., grises. Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
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