Vamos primero con las definiciones, y recurro como siempre al nuevo Diccionario de la lengua española (2014). 1.- trilero: Tahúr que dirige el juego del trile. 2.- tahúr: Jugador fullero. 3.- fullero: Que hace fullerías. 4.- fullería: Astucia, cautela y arte con que se pretende engañar. Y 5.- trile: Juego callejero de apuestas fraudulentas que consiste en adivinar en qué lugar de tres posibles se encuentra una pieza manipulada. Aclarado queda...
En contra de lo que suelen afirmar los filósofos, uno no suele ser buen juez de sí mismo... Por eso, quizá, hace unos días me quedé con mal sabor de boca al publicar mi último vuelapluma, titulado Coincidencia casual y dedicado a nuestro presidente del gobierno en funciones don Mariano Rajoy. ¿Me habré pasado dos pueblos, como decía graciosamente otro destacado exdirigente del PP reverenciado en su momento por don Mariano y ahora defenestrado como apestoso por lo que pueda pasar? Me tengo por una persona ecuánime y poco dada a los exabruptos... En mis tiempos de activismo político y sindical me molestaba profundamente que mis compañeros me dijeran que tenía la sangre de horchata, dado que era difícil sacarme de mis casillas fuera cual fuera la situación. Bien, supongo que con la edad uno pierde facultades...
Don Mariano amenaza a los españoles con unas terceras elecciones el día de Navidad... La verdad es que sería una pasada, pero en fin cosas más raras se han visto. Lo que me llama poderosamente la atención es que haga responsables de esas nuevas elecciones, ¡tres, tres en un año!, a quien no vote por él como presidente del gobierno en el próximo pleno de investidura. Ganarse la investidura es su problema, no el de la oposición ni el de los que no le hemos votado. Y si es incapaz de conseguirlo, la solución no es pedirles a los demás que le voten, sino que él, por el bien de todos los españoles, se bote a sí mismo. O pedírselo a su partido. Lo demás es faena de tahúr, trilero o farsante. O de pillo, o pícaro, si prefieren que recurramos a términos arraigados en la tradición literaria española.
Ver que persona tan comedida habitualmente como el periodista Xavier Vidal-Folch tenga que recordarnos algo tan elemental como lo anterior en un artículo de El País titulado Embestidura me reconcilia conmigo mismo. Nunca sabrá cuanto se lo agradezco.
Todo feo. Demasiadas embestidas tácticas en la pre-cocción de la investidura de Mariano, dice Vidal-Folch. La primera fue ningunear la Constitución, cuando el candidato designado por el Rey amagó con desobedecerla. Pidió reunirse con el líder de la oposición “para ver si me presento”. ¿Cómo que si me presento? Despreciaba así el mandato del artículo 99.2 de la Carta Magna, por el que el candidato “expondrá” su programa y “solicitará” la confianza de la Cámara. No es una opción, es un doble imperativo. Una doble obligación de hacer. Cuestionarla es una conducta extraña en un dirigente que predica sin descanso la necesidad de cumplir la ley. ¿O eso solo rige para los demás?
La segunda, continúa diciendo, fue olvidar la promesa al probabilísimo socio, y a su propio partido: “Una vez conocidas las condiciones de Ciudadanos para negociar, las someteré a debate y aprobación por el Comité Ejecutivo Nacional del PP” (tuit del día 10). No hubo nada porque “el PP no ha venido a hablar de condiciones”, proclamó tras reunir ese órgano, el día 17. Una coz, quizá para devaluar el impacto de su inmediata aceptación integral —verdadero trágala— de las seis sensatas condiciones de marras.
La tercera y última embestida, añade, fijar la fecha de investidura de forma que si fracasa, la tercera elección deba celebrarse el 25-D. Para presionar a Pedro Sánchez a facilitarla: “A ver si tiene narices de enviar a 36 millones de españoles a votar en Navidad”, tuiteó, gentleman, Xavier García Albiol. “Chantaje”, replicó Jordi Sevilla. Escupir a la mano de quien te tiene que dar de comer, curiosa táctica. Exigir al rival que haga (abstenerse) lo que tú no hiciste (ídem) cuando estabas en su posición de hoy (ser candidato), sorprendente coherencia.
Agravada si lo haces de forma perentoria, agónica, amenazante, termina diciendo. Confundir investidura con embestidura conlleva riesgo: la de desanimar, desincentivar e inhibir a aquellos de los rivales —los hay— partidarios de desbloquear la situación. ¿Cómo? Imponiendo un alto precio (social: ajuste sin recortes de bienestar, alza del salario mínimo, convenios serios, fiscalidad progresiva, alquiler simbólico a los desahuciados…) a su indispensable abstención. Matar, pero muriendo, pésimo negocio.
Gracias, don Xavier. Hoy dormiré mucho más tranquilo; gracias de todo corazón.
El rey Felipe VI y el presidente Mariano Rajoy
3 comentarios:
Realmente cierto...
Ahora que llegan los juicios por corrupción el PP no lo tiene nada facil. Y si seguimos sin Gobierno ya sabemos que pasará si nos mandan en Navidades a Votar...Solo irán ellos otra vez. Y de paso se podría llevar lo que siempre hacemos en Navidad con cualquier ONG.
Vamos a ver como acaba esto...
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