domingo, 2 de julio de 2017

[Humor en cápsulas] Para hoy domingo, 2 de de julio de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Idígoras y Pachi en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, y Ros en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[A vuelapluma] Posverdades





La posverdad no se teoriza apenas sino que, sobre todo, se practica, y ese es el problema. Lo que está en juego no es la verdad de lo que se dice, sino la verdad de quien lo dice, su presunta autenticidad, afirma Manuel Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona y portavoz del PSOE en la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados, en El País. 

Desde un cierto punto de vista parece claro que en la historia todo es cuestión de grado, señala. Ello significa, por lo pronto, que la afirmación de que no hay nada nuevo bajo el sol, aunque pudiera ser verdad, solo sería en el mejor de los casos trivialmente verdadera. En efecto, para cualquier rasgo que podamos señalar como el más especifico e inalienable de nuestro presente, siempre hay alguien dispuesto a argumentar que ya podíamos encontrarlo en algún momento, incluso remoto, del pasado.

Pongamos algunos ejemplos sobradamente conocidos, sigue diciendo. No faltan quienes, displicentes, sostienen que el mayor de los avances tecnológicos actuales no resiste la comparación en trascendencia con el descubrimiento de la rueda, que la historia de los conflictos bélicos (que es en gran medida la historia misma de la humanidad) sufrió una sustancial alteración cuando los hombres aprendieron a matar a distancia o que la invención del fusil de repetición alteró por completo la política al convertir en inviable una estrategia insurreccional en las calles, de acuerdo con el razonamiento de Marx en su texto Las luchas de clases en Francia.

Pero tal vez la forma adecuada de plantear las cosas, comenta, no pase por intentar refutar lo anterior a base de buscar, en el otro extremo del péndulo argumentativo, una opción que se le enfrente por completo, de modo que quede diseñada una disyuntiva excluyente en medio de la cual no haya más remedio que definirse. Probablemente nos convendría más equilibrar la imagen, remotamente parmenídea, de que todo permanece siempre igual a sí mismo bajo la atenta mirada del astro rey, por otra fluvial, de inspiración difusamente heraclitiana. Diríamos entonces que, en realidad, cualquier presente debe ser entendido como la desembocadura de un pasado tan largo como desigualmente caudaloso, condición que afecta tanto a nuestras realidades como a las ideas con las que las pensamos.

Tiremos de este último cabo e intentemos ser concretos (si es que en materia de ideas cabe serlo). sigue diciendo. Así, queda fuera de toda duda que más pronto que tarde dejaremos de hablar de esa posverdad acerca de la cual todo el mundo echa su cuarto a espadas últimamente. Y su caída en el olvido arrastrará en la misma dirección a expresiones como la de "hechos alternativos" y similares, en un proceso análogo al que han seguido tantas expresiones y etiquetas que en su momento parecían constituir el alfa y omega del debate ideológico. Pero semejante futuro de caducidad no debería mover a confusión, y hacer que restáramos toda importancia a lo que en cada momento se discute. El hecho de que dentro de un tiempo determinadas polémicas se planteen en términos diferentes a los actuales no puede constituir un argumento para considerar irrelevantes a estos últimos. Entre otras razones porque las discusiones venideras los tomarán como base para los suyos, de idéntica forma que nosotros tomamos en consideración los de quienes nos precedieron, aunque hayamos terminado sustituyéndolos por otros.

Lo que ahora hay, decíamos, se desprende de lo que hubo, y nada tiene de extraño, afirma, que los hechos objetivos hayan pasado a ser menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales viniendo, como venimos, de un cuestionamiento generalizado de la razón (por eurocéntrica, cientificista o cualquier otro pecado más o menos equivalente). No deberían escandalizarse tanto frente a los defensores de la teoría de los hechos alternativos (con Kellyanne Conway, consejera de la presidencia del ejecutivo de Donald Trump, a la cabeza) quienes, por su parte, desde hace tiempo venían haciendo bandera precisamente de que no hay hechos sino de que todo son interpretaciones.

Resulta obvio, desde luego, dice más adelante, que quien cuestiona que los hechos constituyan la instancia ante la que dirimir en último término las discrepancias teóricas en cierto modo se está blindando contra la refutación de sus planteamientos, buscando un refugio seguro a salvo de la crítica. Pero si al reconocimiento del error se accede o bien a través de la contrastación empírica o bien a través de los argumentos del otro, de nuevo tampoco parece que estén en las mejores condiciones de escandalizarse ante los defensores de la posverdad quienes con tanta ligereza le hacen ascos al diálogo con el argumento de que a fin de cuentas todo son relaciones de poder y prefieren, cuando de debatir en público sus ideas se trata, el schmittismo-leninismo.

Y qué decir, en fin, señala, de quienes hasta ayer mismo ponían el acento en la importancia de las emociones también en el espacio público, convirtiendo a quien recelara de semejante actitud en antipático defensor de la fría racionalidad ilustrada. Para ellos lo importante no era cargarse de razones sino, por así decirlo, cargarse de emociones, acaso porque, en tiempos de incertidumbre generalizada, de pocas cosas creen estar más seguros que de sus propios sentimientos. En el fondo, su ideal era, por servirnos del planteamiento de Christian Salmon (Storytelling: La máquina de fabricar historias y formatear las mentes), sustituir el viejo concepto de opinión pública por el de emoción pública.

Importa resaltar estos antecedentes de la posverdad para no desenfocar, por enésima vez, los problemas, comenta a continuación. Son pocos (aunque muy poderosos) los que hacen hoy apología expresa de la categoría, pero muchos los que han contribuido a generar las condiciones de posibilidad teórica para su generalización. Con otras palabras, la posverdad no se teoriza apenas sino que, sobre todo, se practica, y ese es el problema. Pero el nexo es inequívoco: si decaen tanto el control objetivo como la crítica intersubjetiva, las propuestas que a partir de dicho momento se presenten en el espacio público solo podrán obtener su validez de ese vínculo directo entre el líder y la ciudadanía que promueven determinados populismos, tanto en el plano de la política como en el del discurso en cuanto tal. Un vínculo en el que lo que está en juego no es la verdad de lo que se dice, sino la verdad de quien lo dice, su presunta autenticidad. Los contenidos no importan porque en realidad nunca se trató de eso, sino de escenificar a través de palabras la identificación con alguien, así como la reafirmación en aquello de lo que ya se venía convencido de casa.

En ese sentido, lo propio sería afirmar, termina afirmando el profesor Cruz, que tales populistas no gustan porque llamen a las cosas por su nombre, sino porque llaman a las cosas por el nombre que a los que escuchan les gusta. Qué cerca están, tal vez sin saberlo, de la famosa frase que un Chico Marx disfrazado de Groucho pronunciaba en Sopa de Ganso: «¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?».



Dibujo original en El País


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[Tribuna de prensa] Lo mejor de la semana. Julio, 2017 (I)





Les dejo con los Tribuna de prensa que durante esta semana pasada he ido subiendo a Desde el trópico de Cáncer. Espero que les resulten interesantes, y que como decía Hannah Arendt les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. La vida, a fin de cuentas, no va de otra cosa que de eso. Se los recomiendo encarecidamente. 

Los cuervos de Twitter, por Rubén Amón.
Más daño que beneficio, por Javier Marías.
El detector de relatos, por Valentí Puig.
Discursos largos, salchichas cortas, por Soledad Gallego-Díaz.
El valor geopolítico del CETA, por Federico Steinberg.
A la comunidad internacional, por Albert Boadella.
El nazismo y sus intelectuales, por José Andrés Rojo.
El continente imprevisible", por Klaus Geiger.
La voluntad del pueblo, por John Carlin.
¡Qué atrevimiento, el de Javier Marías!, por Juan Cruz.
Gorjear, por Pau Luque.
Cazamachistas, por Víctor Lapuente.
Vacile, por David Trueba.
Formación, por Félix de Azúa.
Contra el periodismo de trinchera, por Francesc de Carrera.
Presunción de partido, por Manuel Jabois.
Como @caindelsur cambió la historia del PSOE, por José Ignacio Torreblanca.
La prueba de otoño, por Josep Ramoneda.
Trump y el inmovilismo en Cuba, por Rafael Rojas.
Volver atrás, por Jorge Galindo.
La ideología emocional, por José Lázaro.
Desmontando a Z¡zek, por José Luis Pardo.
Desnacionalizar, por Fernando Savater.
Malgobierno y cultura, por Antonio Elorza.
Cataluña no es Dinamarca, por Pere Vilanova.

Y desde los enlaces de más abajo pueden acceder a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España y del mundo, actualizados continuamente. Espero que los disfruten:

The Washington Post (EUA)
El País (España)
Le Monde (Francia)
The New York Times (EUA)
The Times (Gran Bretaña)
Le Nouvel Observateur (Francia)
Chicago Tribune (EUA)
El Mundo (España)
La Vanguardia (España)
Los Angeles Times (EUA)
Canarias7 (España)
El Universal (México)
Clarín (Argentina)
L'Osservatore Romano (Vaticano)
La Voz de Galicia (España)
NRC (Países Bajos)
La Stampa (Italia)
Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania)
Le Figaro (Francia)
Tages Anzeiger (Suiza)
Komsomolskaya Pravda (Rusia)
Excelsior (México)
Die Welt (Alemania)
El Nuevo Herald (EUA)
Revista de Libros (España)
Letras Libres (España)
Claves de Razón Práctica (España)
Jot Down (España)
Real Instituto Elcano (España)
Der Spiegel (Alemania)
The New Yorker (EUA)
Política Exterior (España)
Le Monde Diplomatique (Francia)
Le Nouvel Afrique (Bélgica)
Time (EUA)
Cambio16 (España)
Jeune Afrique (Francia)
Tiempo (España)
Newsweek (Estados Unidos)
Para terminar, les dejo con los reportajes de El País con las mejores imágenes del 2016, las treinta fotos más representativas de los 40 años de vida del periódico, las fotos ganadoras del World Press Photo 2017. Y como siempre, las mejores fotos de la semana que termina. 




China celebra el 20º aniversario de la recuperación de Hong Kong


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sábado, 1 de julio de 2017

[Humor en cápsulas] Para hoy sábado, 1 de julio de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Idígoras y Pachi en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, y Ros en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[A vuelapluma] Nostalgia del soberano





El hecho de subir dos artículos seguidos de Manuel Arias Maldonado al blog es mera casualidad, pero también reconocimiento del indudable interés que despierta en mí este ilustre profesor de la Universidad de Málaga, filósofo, sociólogo, politólogo y ensayista español, cuyo campo de estudio preferente gira en torno a la dimensión política y filosófica del medio ambiente, la teoría de la democracia, el liberalismo político, los efectos sociopolíticos de la digitalización y el giro afectivo en las ciencias sociales.

Tenemos nostalgia del soberano, dice en El País. Se añora un sujeto colectivo que simplifique las cosas al suministrarnos una identidad política llamada a acabar con la fragmentación social y a resolver todos los problemas que nos afligen, ya sea el terrorismo o la decadencia industrial. Que la democracia está hoy en crisis, nadie parece dudarlo; que la democracia siempre ha estado en crisis, en cambio, todos parecemos olvidarlo. ¿Acaso no ha conocido momentos mucho peores? En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, apenas doce países eran también democracias. Pero su ininterrumpida expansión desde entonces, dramáticamente ratificada por el derrumbe de los regímenes comunistas, nos convirtió en optimistas incurables: la democracia parecía el régimen natural para las sociedades del nuevo siglo y su relativa estabilidad terminó por producir un relato triunfante cuyo portavoz más autorizado fue Francis Fukuyama. Su célebre fin de la historia anunciaba la clausura del conflicto ideológico en torno al mejor modo de organizar las comunidades humanas: la democracia liberal había llegado para quedarse.

Veinticinco años después, no estamos tan seguros, añade. El liberalismo occidental parece batirse en retirada ante el ascenso de tendencias iliberales de todo tipo: éxito electoral de los populismos de izquierda y derecha, auge de los nacionalismos, apoyo a líderes autoritarios de inclinaciones decisionistas, degradación digital del debate público. Podemos poner nombre propio a estas ideas: Brexit, Trump, Cataluña, Hungría, Turquía, Filipinas, posverdad. Sin que la lista sea exhaustiva ni olvidemos que la inestabilidad no es general: Macron ha ganado en Francia, Wilders no ganó en Holanda y el New York Times sigue publicándose. Sin embargo, estas tendencias señalan un desplazamiento preocupante hacia eso que se ha llamado "democracia iliberal". O sea, una democracia que da prioridad al voto popular por encima de los demás componentes del liberalismo democrático: división de poderes, derechos y libertades fundamentales, independencia de los tribunales, imperio de la ley, respeto a las minorías, tolerancia moral y religiosa. Mientras, hacia fuera, la cooperación multilateral deja paso a la introversión soberanista. Así que no hay fin de la historia: la trama se complica.

Me gustaría sugerir que estas turbulencias giran en torno a una pregunta clave: ¿quién es el protagonista de la democracia?, se pregunta. O, si se prefiere: ¿quién es el sujeto de la democracia? Desde luego, la respuesta parece sencilla si nos atenemos a la letra constitucional: el sujeto de la democracia es el pueblo cuyo gobierno consagra esa misma democracia. Pero el liberalismo democrático recela de los sujetos colectivos y sitúa en su centro al ciudadano, retratado simultáneamente como titular de derechos y votante democrático. Individuo autónomo capaz de dar sentido a su vida y tomar decisiones responsables, es él quien crea opinión y contribuye a formar mayorías electorales que hacen posible el gobierno. Es verdad que la figura del ciudadano coexiste en nuestros textos constitucionales con entidades colectivas que tienen como fin legitimar -jurídica y afectivamente- el régimen democrático. Se habla así de la soberanía popular o se invoca la nación como depósito de identidad compartida que justifica unas fronteras. Y en la noche electoral, ganadores y perdedores interpretan "la voz del pueblo". Sin embargo, esta ambigüedad es inevitable cuando se trata de dar forma a la intrincada relación entre lo individual y lo colectivo.

Pues bien, el fenomenal impacto psicopolítico de la crisis económica ha creado un nuevo espacio emocional que amenaza con alterar ese precario equilibrio simbólico, comenta. ¿De qué manera? Sobre todo, la recesión ha tensado unas relaciones sociales que ya se encontraban sometidas a la doble presión ejercida por la globalización y la digitalización. Huelga decir que la atomización no es ninguna novedad: el desafío de la teoría política del siglo XX, de Rawls a Habermas, ha consistido en la búsqueda infructuosa de una ética universalista aplicable a cuerpos sociales cada vez más fragmentados. En otras palabras, relatos y símbolos comunes a todos sobre los que edificar una sociedad democrática. Ahora, la globalización ha abierto una inesperada brecha entre las ciudades y el mundo rural, así como entre educados y no educados. Mientras, la digitalización ha reforzado esa tendencia (ahí está la disruptiva gig economy basada en las plataformas digitales y un solitario autoempleo) al tiempo que proporcionaba a cada ciudadano una herramienta expresiva de doble filo: aunque emitimos opiniones individuales en las redes sociales, habitamos burbujas cognitivas que complican el mantenimiento de un mundo público común. El resultado es una caótica sinfonía del descontento cuyo scherzo no parece tener fin.

Justamente, aquí es donde aparece la nostalgia por un sujeto colectivo que simplifica las cosas al suministrarnos una identidad política emocionalmente satisfactoria, señala. Hay donde elegir, aunque las categorías se solapen: el pueblo del populismo, la nación del nacionalismo, la etnia del nativismo, la multitud del neomarxismo, la comunidad de creyentes del fundamentalismo. Todos esos sujetos soberanos, capaces de una acción política eficaz, están llamados a acabar con la fragmentación social y a resolver todos los problemas que nos afligen: desde el terrorismo islamista a la decadencia industrial. Son, todos ellos, entidades abstractas a menudo personificadas en un líder carismático sobre el se proyecta afectivamente el. Hugo Chávez lo expresó de manera inmejorable: "No soy un individuo. Soy el pueblo". Milenios de vida tribal resuenan en esa proclamación.

Ante esta disyuntiva, afirma, lo primero es reconocer que nos encontramos ante un problema sin solución. En este mundo, no puede salvarse la distancia entre la conciencia individual y la comunidad política; salvo que se haga poesía. Y es que la política es una empresa colectiva que requiere de ciudadanos autónomos, capaces de comprometerse con los asuntos públicos sin perder su individualidad por el camino, ni frustrarse cuando los dictados de su conciencia no coinciden con las decisiones mayoritarias. Y no hay canales de participación digital capaces de remediar este desajuste. Tal vez esta brecha trágica solo pueda remediarse mediante una sofisticada distancia irónica, pero es hora de admitir que la tentación de subsumirse en un sujeto colectivo forma parte del bagaje evolutivo de la especie y nunca nos abandonará. Siempre habrá profetas, demagogos, redentores: porque siempre habrá quien les escuche.

Si bien se mira, nada de esto quita la razón a Fukuyama: las sociedades complejas solo pueden ser democracias liberales y ni siquiera sus críticos más mordaces han puesto sobre la mesa una alternativa plausible, concluye diciendo. Ocurre que la democracia es por definición una tarea pendiente, un proceso imperfecto que produce resultados insatisfactorios, una forma organizativa inherentemente conflictiva. ¡Si no fuera todas esas cosas, no sería una democracia! Ahora mismo, es preciso desarrollar estrategias que -à là Macron- hagan posible contener el virus del iliberalismo. A largo plazo, sería aconsejable que las sociedades democráticas hiciesen un esfuerzo de maduración, a fin de comprenderse mejor a sí mismas. O sea: como suma de ciudadanos responsables que forman parte de una comunidad política pluralista y asumen su irremediable orfandad tras la muerte del viejo padre soberano. Porque estamos solos. Y en esa soledad democrática debemos encontrarnos.



Dibujo de Raquel Marín para El País



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[De libros y lecturas] Balance personal a mitad de año





Como acostumbro a hacer todos los años subo al blog el balance de mis lecturas en ese lapso temporal que va de enero a junio. Es esta una entrada sin mayores pretensiones que me apetece escribir con la confianza de que quizá pueda interesar a alguno de los lectores del blog. Y desde luego no es ni por asomo el Canon literario occidental. Los libros están enumerados por relativo orden cronológico de lectura sin jerarquización de ningún otro tipo ni valoración personal. Algunas son relecturas del pasado; otras, completamente novedosas para mí. Todas me han gustado e interesado por unas u otras razones: placer, diversión, consulta, deformación profesional... Por obligación, ninguna. Les dejo con ellas.

Ballesteros, Alfonso: Innovación versus conservación en Hannah Arendt. 
Shakespeare, William: Sobre el poder. Selección de textos.
Descartes, René: Meditaciones sobre la existencia de Dios.
Miralles, Francesc: La lección secreta.
Ruiz Soroa, José María: El esencialismo democrático.
Esquilo: Las suplicantes. 
Theodore Dalrymple: Sentimentalismo tóxico.
Ferry, Luc: Aprender a vivir. Filosofía para mentes jóvenes. 
Busquets, Milena: También esto pasará.
Eurípides: Alcestis.
Montaigne, Michel de: Essais/Ensayos.
Eurípides: Andrómaca.
Tocqueville, Alexis de: La democracia en América.
Aramburu, Fernando: Patria.
Jiménez, Juan Ramón: Platero y yo.
Wences, Isabel: Tomando en serio la Teoría Política.
Bardavío, Joaquín: Sábado Santo Rojo.
Pinilla, Alfonso: La legalización del PCE. La historia no contada.
Cercas, Javier: El monarca de las sombras.
Michel Onfray: Cosmos. Una ontología materialista.
Pérez-Reverte, Arturo: Falcó.
Mair, Peter: Gobernando el vacío. La banalización de la democracia occidental.
Álvarez Junco, José: Dioses útiles. Naciones y nacionalismos.
Moeller, Charles: El silencio de Dios.
Lemaitre, Pierre: Camille.
Sagan, Françoise: Buenos días, tristeza.
Lledó, Emilio: Símbolos del alma.
Aparicio, Juan Pedro: Nuestro desamor a España.
Correa, José Luis: El detective nostágico.
Goytisolo, Juan: Reivindicación del conde don Julián.
Atwood, Margaret: El cuento de la criada.
Innerarity, Daniel: La democracia en Europa.
Pitkin, Hanna F.: Sobre la representación.
Ovidio: Metamorfosis.
Fadiman, Anne: Confesiones de una lectora.
Villaverde, María José: La sombra de la Leyenda Negra.

Y si tienen interés por el mundo de la literatura les dejo la lista de los 87 títulos que especialistas en distintos géneros recomiendan para este verano, y que van de la narrativa al deporte, el ensayo, la literatura infantil y juvenil o la poesía. Como toda sugerencia de lectura es bastante subjetiva. Disfrútenla.






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viernes, 30 de junio de 2017

[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 30 de junio de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey y Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.





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