jueves, 11 de julio de 2013

Mitos. (Reedición de la entrada publicada el 11/5/2008)




Claude Lévi-Strauss




Hay un famoso libro de Claude Lévi-Strauss titulado "Mitológicas. Lo crudo y lo cocido" (Fondo de Cultura Económica, México, 1968), todo un clásico de la antropología y la etnografía, en el que se analiza y desmenuza con absoluto rigor científico el mito de referencia de los "bororo", una tribu indígena del Brasil central, a la que el insigne investigador francés dedicó la mayor parte de su vida.

Con toda seguridad no es la pretensión del escritor Gustavo Martín Garzo la misma que la del profesor Lévi-Strauss, aunque su artículo de hoy en El País, "Las enseñanzas de Sherezade", se inicie con una definición bastante académica del concepto de mito, sino que se centra en la contraposición paradojica entre el mundo del "mito" y el de las "historias inventadas" con la conclusión de que el mundo del mito -y con él, el de la "verdad" de "su historia"- da a los sueños la solidez de lo real, y a la realidad la intensidad de los sueños. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt





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El mito de Sherezade




"Las enseñanzas de Sherezade", por Gustavo Martín Garzo
El País, 11/05/08

Un mito es una historia que, afectando a toda una comunidad, es juzgada por sus miembros como verdadera. Según esto, frente a las historias inventadas, con las que los hombres entretienen su tiempo y avivan su fantasía, existirían las historias verdaderas, que nos hablarían de lo que íntimamente son.

Por ejemplo, las historias que se refieren al origen de las cosas son míticas. La historia del paraíso lo es para el universo cristiano y judío porque en ella se habla de la causa por la que empezó el exilio del hombre en la tierra. Y, en el mundo griego, la historia de Prometeo o la de Demeter y Proserpina son míticas, ya que en ellas se habla, respectivamente, del descubrimiento del fuego y de los ciclos productivos asociados a las estaciones.

Las historias míticas abarcan un espectro muy amplio y pueden referirse desde a grandes dramas del espíritu humano, como la expulsión o el éxodo, hasta a asuntos menores como la creación del vino o el origen de las flores. El narciso surge de la metamorfosis de un joven y bello pastor que se enamora de su reflejo en el agua; el heliotropo, que siempre mira al sol, es la forma que toma la ninfa Clitia al languidecer de amor; el laurel oculta el cuerpo tembloroso de Dafne; y los lirios son gotas de leche vertidas por la diosa Hera cuando alimentaba al pequeño Hércules.

Las historias verdaderas se oponen a las historias inventa-das en que, mientras que aquellas dicen la verdad de lo que somos, éstas no serían sino fórmulas complacientes que nos ayudarían en la tarea de hacer más gratas nuestras horas de soledad.

En nuestro universo cristiano, la conmemoración del nacimiento de Jesús es una historia verdadera, mientras que el cuento de La Bella Durmiente es una inventada. La primera afecta a toda la comunidad de creyentes; la segunda, pertenece a ese ámbito de la intimidad que es el espacio de la crianza de los niños. Pero no siempre es fácil distinguir unas de otras. Nada diferencia, por ejemplo, la historia de la Anunciación de las historias de Rapónchigo o de Blancanieves. Una muchacha que recibe la llegada de un ángel, y que concibe un niño llamado a ser el rey de los hombres, ¿no es el comienzo de un cuento de hadas?

Pero el niño posee un pensamiento mágico en que realidad y ficción se compenetran y fecundan y no tiene claro los límites que separan los dos mundos. Un niño pequeño cree con naturalidad pasmosa la historia de Noé, pero también la de San Jorge y el Dragón o la de Peter Pan, que es ese malicioso personaje que vive anclado en la infancia; por lo que esa distinción entre lo real y lo ficticio siempre le será extremadamente difícil de llevar a cabo, y sólo la intervención del adulto podrá ayudarle en esa tarea.

Al hombre arcaico le pasaba algo parecido. Pensemos, por ejemplo, en las historias de aparecidos. Nuestros antepasados tenían que enfrentarse al enigma de la muerte y aquellas his-torias de familiares que regresaban de sus tumbas a intervenir en el mundo de los vivos, lejos de ser un mero entretenimiento, tenían el carácter de historias verdaderas que estaban en la base de la constitución misma de lo real. Walter Benjamin dijo que nuestro mundo es rico en información pero pobre en historias memorables, queriendo advertir, según creo, del empobrecimiento que había supuesto para el mundo del relato la pérdida de su sustrato mítico.

Curiosamente, la falta de referencias a esas historias verdaderas que constituyen la base del mito ha provocado un empobrecimiento tanto de la realidad como de la ficción. De lo que es sin duda un ejemplo ese mundo tan comentado de las leyendas urbanas, que en el mejor de los casos apenas sirven para otra cosa que para hacernos más grata la sobremesa. La ficción entendida como mero entretenimiento, como mundo paralelo que nos permite sortear el aburrimiento y el cansancio de lo real, termina por convertirse en un juego banal que apenas es capaz de provocarnos algún que otro estremecimiento. O dicho de otra forma, las ficciones nos pertenecen; las historias verdaderas no. Aún más, son ellas las que nos dicen lo que somos y lo que cabe esperar de nosotros. Es la misma diferencia que existe entre el mundo del secreto y el del misterio. El mundo del secreto pertenece al ámbito de la ficción, el del misterio al de la verdad. Somos dueños de nuestros secretos, pero es el misterio el que nos posee.

Pero el mito y el misterio han desaparecido de nuestras vidas, y el hombre contemporáneo ha dejado de creer que existan historias verdaderas. ¿Quiere decir esto que su vida se ha hecho más real? Más bien sucede lo contrario. Es la paradoja de los mitos, que a su manera son dadores de realidad. En los evangelios se nos dice que uno de los discípulos descubre al Jesús resucitado por la forma en que éste parte el pan en la mesa. Los restaurantes actuales entregan cartas de panes a sus clientes, pero es difícil que el pan llegue a tener para ellos la materialidad que tenía para los creyentes que escuchaban aquel relato. Incluso unas simples lentejas nunca serán las mismas para quien, tras crecer bajo el influjo misterioso de la Biblia, haya escuchado la historia de la traición de Jacob a Esaú. Es la paradoja del mundo del mito, y de sus historias verdaderas, que dan a los sueños la solidez de lo real, y a la realidad la intensidad de los sueños.

El planteamiento de una obra como El Decamerón no es, en el fondo, distinto al de estos concursos en que un grupo de hombres y mujeres jóvenes se ven obligados a permanecer ais-lados frente a las cámaras de televisión. En El Decamerón era la peste la que les hacía huir, y entonces daban en contarse historias con las que trataban de distraerse de sus angustias, pero en las que también se preguntaban por el mundo del deseo, por el significado de la dicha y del dolor, y con las que trataban, en definitiva, de conjurar a la muerte. Lo que no sucede en absoluto en los programas aludidos, en los que asistimos a un cúmulo de despropósitos y tópicos que ratifican el radical descrédito de lo real que padece el mundo actual.


Sherezade visitaba al sultán cada noche y gracias al arte de sus relatos no sólo logró salvarse, sino salvar la vida de cuantas muchachas habrían tenido que sucederle en su lecho. El mundo del relato siempre ha ido unido a la pregunta por el poder de la muerte, y a la necesidad de encontrar una manera de burlarla. Y es cierto que el mundo de la ficción no pertenece exactamente al mundo del mito, pero aspira a reflejar una parte de su verdad. Y así el mito vuelve a nosotros y, al hacerlo, la realidad se abre y nos entrega sus frutos más sabrosos. Bien mirado, ¿no es ésa la aspiración del narrador? Un puente entre la verdad y el mundo real, eso son todas las historias que merecen la pena. 



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El escritor Gustavo Martín Garzo





Entrada núm. 1908
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El fin de la Historia puede esperar. (Reedición de la entrada publicada el 31/7/2008)




Francis Fukuyama




¿Se equivocó el historiador y politólogo norteamericano Francis Fukuyama cuándo en 1989 anunció el Fin de la Historia? El polémico artículo, "El Fin de la Historia", publicado en el verano de 1989 en la revista "The National Interest", tuvo su continuación y profundización en su libro "El fin de la Historia y el último hombre" (Planeta, Barcelona, 1992), que produjo un efecto devastador en los medios intelectuales y académicos de medio mundo, y fue ensalzado y criticado a partes iguales.

Fukuyama expone en su libro una polémica tesis: "La Historia humana,
como lucha de ideologías ha terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto finalmente tras el fin de la Guerra Fría. Inspirándose en Hegel y en alguno de sus exegetas del siglo XX, como Alexandre Kojève, afirma que el motor de la historia, que es el deseo de reconocimiento, el thimos platónico, se ha paralizado en la actualidad con el fracaso del régimen comunista, que demuestra que la única opción viable es la democracia liberal tanto en lo económico como en lo político. Se constituye así en el llamado pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la economía. Estados Unidos, es por así decirlo, la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. En palabras del propio autor: El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas" (1).

Para otro gran pensador, el filósofo alemán Karl Marx, la lucha entre las clases sociales es el motor de la historia. Es decir que el conflicto entre clases sociales en sentido marxista, esto es, la relación de los diferentes grupos de una sociedad con los medios de producción, ha sido la base sobre la que se produjeron los hechos que dan forma a la historia. Esta lucha se da entre dos clases sociales antagónicas características de cada modo de producción. Se produce por lo tanto una polarización social solo por el hecho de nacer bajo una de las clases sociales que existen en cada momento de la historía. (.../...) Para Marx el fin último de la historia es la eliminación de las clases sociales cuando la clase más desvalida y universal (el proletariado creado por el modo de producción capitalista) consiga "emancipar" a toda la humanidad".

Fukuyama habla de un presente que no se conforma con la realidad que estamos viviendo; Marx hablaba de un futuro que no se ha realizado, y cuya única experiencia histórica real, aparte de un fracaso de proporciones inabarcables, ha significado el sufrimiento de millones de personas y generaciones enteras sacrificadas a una ideología.

El periodista y subdirector de El País, Lluís Bassets, escribe hoy en su blog ("Del alfiler al elefante"), un gran artículo, que transcribo más adelante, con el título de "La nueva lucha de clases", en el que comenta algunas de las razones del estrepitosos fracaso de la "Ronda de Doha" impulsada por la Organización Mundial del Comercio. Para Bassets, "Estamos ante una nueva lucha de clases, pero no es como la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora es entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados por el reparto del pastel global. (.../...) Es un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía. Y también de capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado".

La "clase media", el motor de la Historia en occidente, parece declinar de manera acelerada en este mismo occidente que hasta hace sólo un momento despreciaba al resto del mundo... Marx y Fukuyama dan la impresión de haber errado en sus predicciones... Quizá nos lo tengamos merecido. Pero como buen escéptico (un optimista empedernido chamuscado por la experiencia) no pierdo la esperanza en un mundo mejor... Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt





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Dubai (Emiratos Árabes Unidos)





"La nueva lucha de clases", por Lluís Bassets
Del blog "Del alfiler al elefante", El País, 31/07/08

La buena globalización ha terminado. Quedan atrás los tiempos benéficos de desaparición de fronteras para el comercio, producto de grandes acuerdos multilaterales. Los más pesimistas trazan un cuadro tenebroso de regreso al proteccionismo y a los bloques comerciales. El fracaso de la Ronda de Doha de negociaciones para liberalizar el comercio mundial es una pésima señal en un momento de incertidumbre económica. Y cuando soplan malos vientos hasta los liberales más doctrinarios se convierten en partidarios de salvar los muebles de cada uno mediante el intervencionismo gubernamental. Sólo una sorpresa presidencial en Washington para el próximo año puede introducir un cambio de atmósfera que desatasque la Ronda de Doha. Y la sorpresa no es que sea Obama el presidente, sino que no salga proteccionista según una sólida tradición demócrata que ya desmintió Bill Clinton, acogido con prevención por los partidarios del libre comercio y luego en cambio entronizado como el presidente que más ha impulsado la globalización.

Cada vez se ve más claro que los dos mandatos de Bush han sido los años perdidos del siglo XXI. Naciones Unidas no se ha reformado. Su Consejo de Seguridad quedó herido de muerte después del debate sobre la guerra de Irak. La Unión Europea se halla exactamente en el mismo Tratado de Niza en que se encontraba cuando Bush se instaló en la Casa Blanca. Es evidente el fracaso de los esfuerzos por reducir las emisiones contaminantes a la atmósfera, tal como se proponía el protocolo de Kyoto, debido principalmente a su boicot por el país que más ha contaminado en la historia. Y ahora fracasa la Ronda de Doha, también iniciada en el año mismo inaugural de Bush. Si Clinton actuó de abono y oxígeno para el crecimiento mundial y la aparición de una amplia sociología de clases medias en Asia y América Latina, Bush es el presidente que ha roto sus reglas en nombre del unilateralismo norteamericano y de sus derechos como superpotencia. Ahora, las potencias emergentes que le pisan los talones, China e India sobre todo, quieren también seguir sus pasos en cuanto a unilateralismo, sobre todo en comercio y medio ambiente.

Era casi imposible que la última tanda de negociaciones emprendida en Ginebra la pasada semana consiguiera cambiar el sentido de la marcha del mundo. Todo el voluntarismo y optimismo a chorros de Pascal Lamy, el director general de la Organización Mundial de Comercio, no ha podido con el espíritu del tiempo, que es proteccionista y hostil al multilateralismo, fiel al pésimo ejemplo predicado y ejercitado desde la Casa Blanca. El escollo que ha hundido el barco han sido las cláusulas de salvaguarda para la agricultura de esos países emergentes, más que escamados por anteriores oleadas liberalizadoras, en las que el abatimiento de barreras dejó sin defensa a los agricultores más pobres frente a la invasión de productos agrarios de países ricos. Aunque China e India se han encastillado en la defensa de la agricultura, en realidad han querido desafiar a Estados Unidos, y en menor medida a la Unión Europea, en un gesto que corresponde a la nueva estructura geopolítica del mundo. La pugna que se ha manifestado en Doha indica el signo de los tiempos: es la misma que se expresará en las negociaciones sobre cambio climático, entre los países ascendentes que aspiran a contaminar más en los próximos años, para contar con márgenes de crecimiento y de ensanchamiento todavía mayor de sus nuevas clases medias, y los países ricos que ya se han comido su ración de atmósfera y gracias a ello gozan de su situación privilegiada.

Estamos ante una nueva lucha de clases, pero no es como la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora es entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados por el reparto del pastel global. Y quienes tienen las de perder son las clases más pobres, que no cuentan con Estados fuertes que les defiendan y se ven arrolladas por el ímpetu de los que suben (chinos e indios) y los miedos de los que bajan (europeos y norteamericanos). Es un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía. Y también de capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado. Esta lucha de clases no lleva a ninguna revolución, pero puede producir tensiones e incluso enervar indirectamente alguna situación conflictiva. De ahí la importancia de una distensión en Oriente Próximo y sobre todo entre Irán y Occidente. Pero donde estos arbitrajes deben producirse es en la OMC y en el panel de Naciones Unidas sobre cambio climático. Si su resolución no es multilateral, no podemos albergar duda alguna de que estamos sembrando las semillas de grandes conflictos que crecerán ya bien entrado el siglo XXI. 




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La ciudad-estado de Singapur






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miércoles, 10 de julio de 2013

A falta de palabras, pongamos imágenes. (Del blog "Pensando en la estación")









Sigo viva, sin ordenador, sin mucho que contar y sin ganas de escribir; será este maldito tiempo que quita las ganas de todo... (sique aquí).




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lunes, 8 de julio de 2013

Lobotomizados. (Reedición de la entrada publicada el 14/7/2009)





¿Ciudadanos lobotomizados?



Hace unos días pusieron por la Primera Cadena de TVE una miniserie especial de dos capítulos de "Amar en tiempos revueltos". En ella se narra el triste final de quien fuera protagonista principal de la temporada anterior, Hipólito Roldán, asesinado por su propia familia simulando un suicidio. En uno de los episodios citados, la esposa de Roldán, Regina, autoriza a los médicos del psiquiátrico en el que se encuentra ingresado a que realicen a su marido una lobotomía, práctica médica que en los años 50 causaba furor en la psquiatría norteamericana considerándola un avance médico incalculable. Tanto, que a su inventor se le concedió el Premio Nobel de Medicina en 1949.

Técnicamente hablando, la lobotomía es la ablación total o parcial de los lóbulos frontales del cerebro. Los datos que siguen los he tomado de la Wikipedia. El procedimiento fue popularizado en los Estados Unidos por Walter Freeman, quien ni siquiera era cirujano y que también inventó "el procedimiento de la lobotomía del "pica-hielo": Freeman utilizó literalmente un pica-hielo y un mazo de caucho en vez del procedimiento quirúrgico estándar. En un acto espantoso, Freeman martilleaba el pica-hielo en el cráneo apenas sobre el conducto lacrimal y lo movía hasta cortar las conexiones entre el lóbulo frontal y el resto del cerebro.

Entre 1936 y los años 50, realizó lobotomías a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Tal era la dedicación de Freeman que comenzó a viajar alrededor de la nación en su propia furgoneta personal, que él llamó su "lobotomobile", demostrando el procedimiento en muchos centros médicos e incluso realizando lobotomías en cuartos de hotel. La abnegación de Freeman condujo al gran renombre para la lobotomía como curación general para todas las enfermedades psicológicas conocidas.

En última instancia entre 40.000 y 50.000 pacientes fueron lobotomizados, con poco o sin cualquier estudio de seguimiento para considerar si el tratamiento era eficaz. Las lobotomías como forma de tratar la enfermedad mental eran una barbarie, que solo pudo ser frenada con el desarrollo de anti-psicóticos y hoy en día se practican procedimientos lesivos de núcleos cerebrales localizados mediante técnicas menos invasivas. La era de la lobotomía ahora se observa generalmente como episodio bárbaro en historia la psiquiátrica. La última lobotomía se practicó en 1967.

En el capítulo que he mencionado de "Amar en tiempos revueltos", se ve al director del psiquiátrico practicar, entusiasmado, una lobotomía siguiendo la práctica del "pica-hielo"... ¿Pero a cuento de qué toda esta historieta sobre Hipólito Roldán y las técnicas psiquiátricas de los 50?, se preguntarán ustedes...

Me he acordado de esta historia leyendo sendos artículos de prensa escritos por dos mujeres periodistas, Maruja Torres y Rosa María Artal, y un diplomático de carrera, José María Ridao, con un mismo telón de fondo: el pasotismo de una sociedad cómoda, adormilada, insensible políticamente, que ponen en tela de juicio el "juicio" de sus compatriotas. Me pregunto si es que estaremos dormidos, hipnotizados, o peor aún, si los nuevos "doctores Freeman" que pululan por las cadenas televisivas nos habrán lobotomizado a los españoles sin darnos cuenta... Pueden leerlos más adelante.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt




Erlich (Diario El País)




"¡UF, CAMPS!", por Maruja Torres
EL PAÍS - Última - 09-07-2009

Algo tienen en común el campismo y el berlusconismo, y es haberle tomado las medidas a la insaciable voracidad de los espectadores de nuestra época. Y digo bien: espectadores que ven cómo transcurren las noticias, convertidas en representación global, instantánea y soluble. Los repentinos uigures de China se solapan a los manifestantes iraníes y se mezclan en el recuerdo, a más sangre más memoria: pero sólo visual, no seamos ilusos. The show must go on.

Por consiguiente, nada cala. O sí: pero en un número de ciudadanos que ya no cuenta, me temo que los mismos capaces aún de leer periódicos y de exigir análisis, de escandalizarse y de pedir que se haga justicia. Poca gente, comparada con el público global que se agolpa a ras de pantalla para recibir la oleada de entretenimiento ídem. Los campistas, igual que sus paralelos italianos, saben que esa gente ya no importa, que somos clientela amortizada, frente a la urgencia de los medios de atraer a las masas. Saben que el ruido puede más que la furia. Y que no importa que lleve agua el río que suena al pasar ante nuestras narices. Camps tendría que salir en bolas, haciendo el pino sobre su propio miembro y atravesando Valencia sobre una cuerda extendida en el aire, para que le dedicáramos unos minutos más de interés y algún que otro comentario en Twitter.

¿Cuánto creen ustedes que habrían permanecido en las preferencias de las audiencias el caso GAL y el de la corrupción descubiertos durante el último Gobierno de Felipe González, de haberse producido hoy en día, con los medios de difusión actuales? Pues tanto como atención hubiera captado un vídeo de Luis Roldán de juerga, en calzoncillos.

La pregunta no es si Camps es culpable. La pregunta es si a alguien le importa, globalmente hablando.




La periodista y escritora Maruja Torres




"LA CULPABILIDAD DE LOS INDIFERENTES", por Rosa María Artal
BLOG "EL PERISCOPIO" - 09/07/09

Lloraba, vulnerable por sus largos años de secuestro, Ingrid Betancourt -con el premio Príncipe de Asturias en las manos-, al reflexionar, sobre cómo los alemanes fueron capaces de dejar ir a los asesinos encañonando a sus víctimas. Todos ellos formaban parte de una mayoría amorfa, que nunca se mueve y consiente todos los atropellos, porque nunca quiso significarse. La componen seres humanos, pacíficos –se denominan a sí mismos-, incluso “apolíticos”, tendencia que se define como “me importa un bledo lo que le pase al conjunto de la sociedad”. Gentes que no quieren enterarse de que fue cierto que “un día vinieron a por mí y ya no había nadie”, como avisó Bertolt Brecht ante el genocidio nazi.

Alguna vez, alguien reacciona colectivamente. Desde el Fuenteovejuna español a la sublevación contra la tiranía de los franceses, pasando por todas las revoluciones y resistencias. publicitadas o ignoradas, que han poblado y pueblan nuestro injusto mundo. Denunciar, una tarea peligrosa, dice hoy El País. El riesgo de denunciar, titula otra noticia, casualmente al lado. Ése parece ser el problema: tomar partido implica peligros, incluso el de quedarse sin opción de saborear toda la tarta, y no la parte escogida. Pero esa actitud entraña, en mi opinión, una mayor amenaza: perder la dignidad.

Y daños a otros. Un día, no hace tanto, algunos trataron de impedir que una niña de 14 años fuese lapidada en Somalia, y tras ser violada para mayor oprobio. Si se hubiera levantado toda la concurrencia, la cría estaría viva. No lo está. El arrojo es un bien escaso.

La pasividad se enseñorea del mundo consumista, nos han aleccionado, a conciencia, para hacernos sumisos y poco o nada comprometidos. Guerras, hambre, desplazados, niños y adultos que mueren en las pantallas de los televisores, mientras miramos para otro lado… ricos objetos de consumo que nos consuelan, cuentas sin pagar en el primer mundo, trampas, demagogia interesada, inyecciones de dinero a los causantes del cataclismo financiero, todo nos toca. Pero… “deprime leer los periódicos, o ver y escuchar cualquier informativo, es más cómodo no hacer nada”, dicen.

Todo se gesta desde un ámbito mucho más cercano. Conflictos en los que una discreta postura -no mojarse, no opinar, ocultarse, no preguntar, ni querer saber, negarse a analizar, a valorar los datos-, garantiza una buena colocación, cuando, al solventarse los problemas, haya un ganador. O cerrar los ojos, porque, sí, es más cómodo. Inicialmente, porque ahí se empieza a perder la primera batalla contra la justicia y la ética.

Acabo de leer que Telemadrid ha empezado a cobrar la información. La televisión regional ha creado “Ciudades por Madrid”, una fórmula en la que los Ayuntamientos se ven obligados a pagar para poder tener presencia en su programación. 30.000 euros le ha costado a Alcobendas, ahora en manos del PP, que los programas estrella de Telemadrid como “Alto y Claro” -sencillamente abominable-, “Madrid Opina” o “Madrid Directo” se emitieran desde esta localidad. 40.000 ha pagado al ayuntamiento de Móstoles para que su alcalde, también del PP, participara como colaborador en el programa de Curry Valenzuela. La denuncia la ha hecho el PSOE y Telemadrid no lo desmiente. Lo argumenta así: “no se obliga a pagar a ningún Ayuntamiento, sino que se les permite la opción de publicitarse por si quieren aprovechar la ocasión”. ¿Y cómo se habla de una ciudad que ha pagado? ¿Objetivamente o pensando que el cliente siempre tiene razón? Es el fin de la información. Y el último episodio… por el momento.

Llueven trajes y coches de lujo regalados a cambio de prebendas, asquerosas manipulaciones, corrupciones, conchabeos, privatizaciones de la sanidad, la educación, y hasta del agua que bebemos… una interminable lista de impunidades que hemos engullido. Hace años escribí un “manual para tragar sapos”. Les hacemos ascos al principio, pero con sal, pimienta y limón terminan entrando. Hasta los digerimos y preparamos el estómago para que no sufra tanto la próxima vez.

Cada día me convenzo más de que los indiferentes, los cautos, ¿los cobardes?, son los culpables de la situación en la que vivimos, desde la planta del edificio en el que residimos al mundo que hemos creado, pasando por todos los estadios intermedios. Unas risas, una ironía, un autojustificarse, una crítica “equidistante”, siempre hay consuelo para el tibio que evita los jardines, la realidad y el compromiso.




La periodista y escritora Rosa María Artal




"HACER POLÍTICA CON LA MORAL", por José María Ridao
EL PAÍS - España - 13-07-2009

Quienes confiaran en que, tarde o temprano, el Partido Popular tendría que tomar medidas contra sus cargos imputados por corrupción tal vez tengan que aplazar sus esperanzas: la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) confirma que los populares se distancian electoralmente de los socialistas, pese a los escándalos. Con estos datos en la mano, los populares no necesitan, siquiera, recurrir a la falacia de que las urnas eximen de las responsabilidades judiciales. Basta con que, como han hecho hasta ahora, esperen a que escampe la tormenta. Porque si un cargo electo puede sobrellevar una imputación por corrupción sin perder la sonrisa, y sus votantes no sólo no lo castigan, sino que lo respaldan, la tentación de esperar deja de ser una tentación y se transforma en una estrategia.

Y, sin embargo, todo lo que el Partido Popular no haga hoy para atajar la situación se convertirá mañana en una grieta por la que la corrupción seguirá instalándose en el sistema democrático. Para empezar, no podrá exigirles a sus propios militantes un comportamiento distinto del que han tenido los altos cargos ahora imputados. Pero, además, tampoco podrá exigírselo a los partidos rivales, ya sea desde el Gobierno o desde la oposición, con lo que la lucha política se encargará de igualar los comportamientos por lo más bajo.

La pauta de actuación que está estableciendo el Partido Popular en su tratamiento político del caso Gürtel es que los cargos electos pueden convivir con imputaciones por corrupción y, dependiendo de lo que ocurra el próximo miércoles, con la apertura de juicios penales en los que podrían acabar sentados en el banquillo. Si esta imagen llegara a producirse y el Partido Popular siguiera sin reaccionar, sólo cabrían dos interpretaciones: o bien el Partido Popular desprecia a la justicia, o bien considera compatible ser sospechoso de un delito y consagrarse a la política.

Decía Karl Popper que una cosa es moralizar la política y otra hacer política con la moral. Está claro que, en España, es esta última opción la que va prevaleciendo. La corrupción lleva dos décadas instalada en las agendas de campaña, pero sólo como arma arrojadiza entre partidos. Las condiciones que la hacen posible no han merecido, en cambio, más que tímidas alusiones presentadas como actos de penitencia. Eso, en el mejor de los casos; en el peor, que es en el que ha destacado históricamente el Partido Popular, se ha sostenido que la corrupción tiene que ver con las esencias y habría, así, partidos corruptos y partidos incompatibles con la corrupción.

Ninguna fuerza política ha reconocido, sin embargo, que sus recursos sean insuficientes para mantener los aparatos burocráticos y para financiar los actos de propaganda. Durante los años de ebriedad a los que ha puesto fin la crisis, una cosa ha sido el discurso público y otra las sentinas en las que cada cual se ha buscado la vida: unos encargando informes inanes que la Administración pagaba a precio de oro, otros recalificando terrenos para empresas que después cotizaban en las sedes y otros aún adjudicando contratos variopintos y poco transparentes que, entre otras cosas, servían para lo mismo que los restantes procedimientos. Para transformar recursos públicos en recursos de los partidos en el poder, aunque en el camino siempre hubiese que descontar el pago a los logreros.

Tal vez la revelación más importante del caso Gürtel sólo consista en que el partido que tensó hasta límites insoportables el Estado de derecho para perseguir a sus rivales no estaba haciendo algo distinto que ellos; si en algo se diferenciaba era en el cinismo de presentarse como regeneracionista inmaculado. Y también en la pretensión actual de mostrarse ofendido por lo que, en realidad, es una ofensa que él ha perpetrado y por la que se juzga en los tribunales a varios de sus dirigentes. Otros partidos se vieron en tesituras semejantes pero, al menos, respondieron de manera distinta. Eso no contribuyó a que se corrigieran las condiciones que hacen posible la corrupción pero, con todo, impidió que se generalizase la peligrosa opinión de que, al final, todos los partidos son iguales, y dejó entreabierta la puerta a la tentativa de moralizar la política.

Si el Partido Popular persiste, por su parte, en hacer política con la moral, esa tentativa resultará aún más lejana. Y la opción a la que se condenará a los votantes será la propia de un país arrastrado al sectarismo, en el que, como parece sugerir la última encuesta del CIS, cada cual vota a los suyos sencillamente porque lo son, sin importar lo que hagan.




El diplomático y escritor José María Ridao





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domingo, 7 de julio de 2013

Subiendo al Nublo, 42 años después. (Reedición de la entrada publicada el 4/7/2009)





El Roque Nublo (Gran Canaria)



Al atardecer del día 29 de marzo de 1967, a bordo del Caravelle de Iberia que me traía de Madrid a la isla de Gran Canaria, vi por vez primera el Roque Nublo recortándose en el horizonte, con la majestuosa silueta del Teide al fondo. Una imagen muy parecida a la que ha figurado durante mucho tiempo como portada de mi Blog.

El Roque Nublo es el monumento natural más emblemático de la isla de Gran Canaria y uno de los mayores roques del mundo por su altitud. Situado en el centro geográfico de la isla, en una zona muy abrupta de origen volcánico, tiene una altura de 80 metros sobre su base y de 1.813 metros sobre el nivel del mar. Fue un lugar de culto de los aborígenes y hoy ocupa sin duda alguna el epicentro del corazón y del alma de todos los grancanarios.

42 años, 3 meses y 5 días después de esa fecha he cumplido mi sueño de subir hasta él. No se porqué no lo había hecho antes; quizá porque estaba ahí desde hace unos cuantos millones de años y tenía la seguridad de que no iba a cambiar de ubicación, que siempre iba a estar esperándome. Ha sido una visita bastante impremeditada la que le he hecho, acompañado por mi mujer y el más joven de mis yernos, pues sólo habíamos salido con la intención de dar un paseo en coche por las cumbres de la isla y subir hasta su punto más alto, el Pico de las Nieves, a 1949 metros de altitud. Pero así ocurren las cosas. El día estaba espléndido y casi de repente, cuando bajábamos hacia la costa buscando un restaurante donde comer nos encontramos a los pies del sendero forestal que lleva hasta el Nublo. Y no pudimos ni supimos resistir la tentación... De lo impremeditado de la subida es prueba de que ni tan siquiera se nos ocurrió llevar una máquina de fotos, los tres íbamos con sandalias y chanclas y ni una mísera gorra que echarnos a la cabeza, pero ha merecido la pena...

No se crean lo que dicen los folletos de que es una subida de "extrema facilidad", que se hace en 15 ó 20 minutos. ¡Y un huevo! De fácil nada, y échenle de 35 a 45 minutos de subida empinada, y nada recomendable para los que sufran de vértigo, aunque tampoco hace falta ser senderista profesional para intentarlo. Suban con cuidado y disfruten del paseo. Nosotros lo hemos hecho. Lo más probable es que lo haga otra vez, ahora sí, con alevosía y premeditación, con mis nietos, mis hijas y mis yernos. 

Por una de esas cosas que tiene el azar, el diario "La Provincia", de Las Palmas, de hoy 7 de julio de 2013, trae un interesante reportaje sobre la ascensión a la cumbre del Roque Nublo de una cordada de montañeros grancanarios, que lo coronaron por vez primera en enero de 1954, relatada por el único superviviente de la hazaña, Rafael Marrero Silva.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt











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La misión de la universidad (Reedición de la entrada publicada el 9/5/2008)




Mi "alma máter"




De una manera u otra he estado vinculado a la universidad, a la UNED, pero también a la Complutense y a la New York University, los últimos cuarenta años de mi vida. Siempre como discente, o dando clases particulares (sin cobrar). pero también en puestos de representación en Consejos de Departamento, Juntas de Facultad, Consejo Social, Junta de Gobierno y Claustro académicos. Apartado definitivamente de toda actividad universitaria, la "universidad" sigue siendo para mi una institución entrañable que admiro y valoro y por la que siento una profunda preocupación, pues tengo la impresión, desde la modestia de mis apreciaciones, que anda bastante perdida ahora mismo sobre el verdadero alcance de la profunda crisis de identidad que padece y sobre los remedios para superarla.

Aunque cito de memoria, comparto con el pensador norteamericano de origen judío, George Steiner"Errata. El examen de una vida". (Siruela, Madrid, 1998), su apreciación de que la "universidad" es, por esencia, una institución elitista. Y que solo se debería acceder a ella con la pretensión de "aprender", no para obtener un diploma con el que ganarse la vida... Lo que no significa en ningún caso que se impida llegar hasta ella a quién lo desee y lo merezca. Ya se que no es una postura compartida mayoritariamente, pero en fin...

Hace unos días encontré en ese fenomenal blog que es "El Boomeran(g)", un interesante artículo del profesor Ignacio Sotelo, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Libre de Berlín, publicado originalmente en el número 181 de la revista Claves de Razón Práctica, con el sugerente título de "La universidad en la encrucijada", que pueden ustedes leer, o descargar, en este enlace.

Dice el profesor Sotelo que hoy en día las cuatro funciones básicas que a lo largo de la historia se ha asignado a las universidades: preparar buenos profesionales, enseñar a hacer ciencia, transmitir la cultura del tiempo en que se vive y promover un compromiso cívico-social que redunde en beneficio de la sociedad que la sostiene económicamente, no resultan compatibles entre sí. Y ello, añade, porque la crisis profunda por la que pasa la universidad tal vez consista en que se está obligado a elegir, forzosamente, entre esas cuatro funciones tradicionales asignadas a ella, y esa es una opción nada fácil en estos momentos.

Tras un detallado repaso sobre los distintos modelos que la institución universitaria ha ido adoptando históricamente, desde el modelo medieval nacido con la pretensión de "formar" al personal especializado (teólogos y canonistas) que la Iglesia necesitaba -y que se desploma con la ruptura de la unidad de la cristiandad occidental- hasta su paulatina sustitución en la Prusia de finales del siglo XVII, en un nuevo espacio de libertad religiosa -pasando del ámbito eclesiástico al ámbito estatal- por un nuevo modelo que busca sobre todo el desarrollo de las ciencias y que perdura hasta nuestros días, concluye el articulista con un interesante diagnóstico sobre la universidad española.

Dice Sotelo que no tiene mucho sentido extenderse en la crítica de los resabios medievales que perviven en la universidad española, porque de ellos, dice, son cada vez más conscientes tanto los universitarios como la sociedad que financia unos estudios que en buena parte desembocan en el paro, o en empleos con sueldos muy bajos, y aunque considera que la multiplicación del número de universidades en España forzosamente solo puede hacerse a costa de la calidad de la enseñanza universitaria, siempre será preferible -añade- tener malas universidades que no tenerlas.

Para el articulista, mejorar la universidad no es sólo, ni principalmente, una cuestión de dinero, como la comunidad académica repite sin parar, dice con ironía. Cierto que siempre se necesita mucho más dinero del que se dispone, añade, pero lo decisivo es saber en qué hay que emplearlo, como ha puesto de relieve el que no haya correspondencia entre el que se recibe y la calidad que se ofrece. Sin dinero no hay investigación que valga, concluye, pero sólo con dinero tampoco. Porque poco se consigue sin verdaderas "comunidades científicas", ausentes según él, en la práctica, en España; algo que queda de manifiesto, dice, en que no sólo nadie se prestigia, sino mucho peor, nadie se desprestigia por lo que publica...

Y sobre el citado libro de George Steiner, les recomiendo la lectura de este magnífico artículo del profesor Ángel García Galiano: "El pensamiento como vocación", publicado por Revista de Libros en su número de abril de 1999.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt






No se puede mostrar la imagen “http://www.elpaisinternacional.com/media/firmas2/20011009000128.jpg” porque contiene errores.
El profesor Ignacio Sotelo






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viernes, 5 de julio de 2013

Las lenguas de mi patria: parada y cierre (Reedición de la entrada publicada el 14/7/2008)




Castellano




Concluyo con este comentario cualquier alusión más a la polémica desatada por el asunto del Manifiesto sobre la lengua española. Si el otro día ("Perplejidades: Épater le bourgeois") puse sendos artículos de Félix de Azúa  y Fernando Savater a favor del mismo, hoy lo hago con otros dos en contra. No son de unos cualesquiera: Xosé Luis Barreiro ("Hablando de imposiciones", La Voz de Galicia, 14/07/08) es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Santiago de Compostela y fue consejero de la Presidencia del gobierno de Galicia con el PP; Gonzalo Pontón ("Dame la lengua", El País, 14/07/08) es director general de la Editorial Crítica, de Barcelona, desde 1976... A mi se antoja una polémica estéril promovida malintencionadamente, y secundada, quiero suponer que con buena fe, por parte de algunas buenas personas. Creo que con ella hemos perdido todos. Yo, desde luego, la doy por cerrada definitivamente en este blog. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt





Catalán




Hablando de imposiciones", por Xosé Luis Barreiro
La Voz de Galicia, 14/07/08

Cuando era pequeño me impusieron el castellano. En esa lengua, que en Forcarei no hablaba nadie, me enseñaron el Padrenuestro, la geografía y el teorema de Pitágoras. En esa lengua me obligaron a hablar con el médico, el farmacéutico y el cura, porque el juez, don Sabino Mariño, era el único titulado que hablaba gallego con los niños. Para ser experto en castellano estudié Gramática, Literatura y Lingüística. Y, para entrar con éxito en el seminario, también aprendí las famosas reglas ortográficas de Miranda Podadera, hasta saber, por ejemplo, que se escriben con b todas las palabras que empiezan por ca-, menos cavia, caviar, caví, caverna, cavatina, cava y cavacote.

El gallego, en cambio, no me lo impuso nadie. Lo hablo porque lo hablaban mis abuelos y mis padres, porque en Forcarei jugábamos en gallego, y porque la gente creía que hablar castellano, si no tenías el don de una carrera mayor, era un artificio señoritil y un tanto desleigado . Nadie me enseñó a rezar en gallego, ni a hacer en mi lengua la regla de tres. Para cumplimentar con éxito mi currículo preuniversitario no tuve obligación de saber que el gallego tenía una literatura muy vieja y muy digna que formaba parte importante de la historia de España y Portugal. Y por eso hablo mejor el castellano que el gallego, en el que cometo faltas de ortografía y léxico que los chicos de ahora, gracias a la escuela, ya no cometen.

No voy a volver otra vez sobre la estéril polémica de los manifiestos, las obligaciones curriculares y la escuela. Lo que sí quiero decirles es que nunca estuve traumatizado por el hecho de que me impusiesen el castellano, que amo esta lengua tanto como puedan amarla en Valladolid, y que reconozco en ella todos los fundamentos de una estética literaria y poética que el castellano sigue alimentando -desde Gonzalo de Berceo hasta hoy- con aportaciones de validez mundial.

Lamento mucho, en cambio, que no me hubiesen impuesto el gallego, que no me hubiesen obligado a estudiar su ortografía y su literatura, y a valerme de él para viajar por el cine, los deportes y la teología de la liberación. Y también lamento que, en la diglosia propia del tiempo de mi niñez, tardase tanto tiempo en saber que «Padre nuestro» y «Noso pai» decían lo mismo, aunque yo utilizase lo primero para referirme a Dios y lo segundo para referirme al cartero de Forcarei.

Por lo que a mí respecta se pueden firmar manifiestos en todos los sentidos. Pero quiero que sepan que lo que a mí me impusieron -gracias a Dios- fue el castellano. Y que si algo lamento es que no me hayan impuesto, en la escuela, el gallego que habla mi mamá. Porque, como niño que era, tenía pleno derecho a esa imposición.




Gallego





"Dame la lengua", por Gonzalo Pontón
El País, 14/07/08

Desde hace algunos años hay crecientes razones para preocuparse en nuestro país por el silencio de los intelectuales. Pero, para general alivio, acaban de pronunciarse públicamente en un Manifiesto por la lengua común porque les preocupa el papel del castellano como lengua principal de comunicación democrática (sic). Si a Unamuno le dolía España, a ellos les duele la lengua.

El Manifiesto lo han firmado "espléndidos personajes", como dice don Gregorio Salvador, que es académico de la Lengua y sabe de estas cosas. Además de los personajes de don Gregorio, yo incluso conozco a personas que también lo han firmado. Otras se han echado a los papeles. Doña Laura Campmany ha escrito en Abc (que, según decían Tip y Coll, es como un periódico) que en algunas comunidades autónomas se alienta el desprecio al castellano y se fomenta su olvido: "Apadrine su acento, cultive su elegancia... y escójalo en el baile de pareja", nos implora.

Don Manuel Jiménez de Parga (¿Se acuerdan? El de los andaluces limpios y los catalanes guarros) nos exhorta a afianzar el sentimiento nacional, hace votos porque en el siglo XXI "los provincianismos y los localismos aldeanos" no tengan futuro y nos advierte de que existen "personas de gran prestigio preocupadas por lo que ocurre con el castellano en Cataluña, en el País Vasco, en Baleares y en Galicia".

Y no sólo personas de gran prestigio, don Manuel, oiga. Yo mismo, sin ir más lejos, ando en un sinvivir por las agresiones del euskera, el gallego y el catalán (no entro en lo del balear porque no lo domino). Si regresa usted a Barcelona sólo oirá hablar en catalán: en las casas, en la escuela, en el trabajo, en la calle, en los mercados, en las farmacias (allí vendemos, siempre en catalán, crema protectora antisolar y paracetamol); en la TV (estoy abonado a la cadena catalana Digital Plus y puedo ver más de 200 canales, todos en catalán); en los anuncios (Don't imitate, Innovate); en el lenguaje deportivo (corner, gol, penalti); en las discotecas (birra, chati, farlopa, segurata)...

También me preocupa y mucho, como a los abajo firmantes, la rotulación de las vías públicas. Los catalanes hemos llegado al extremo de escribir exclusivamente en catalán los nombres de calles y plazas. Por ejemplo: hemos puesto a nuestra calle más importante el nombre de la línea imaginaria que divide a una circunferencia. Así: Diagonal, sólo en catalán. A otra muy antigua la llamamos Gran Via, también en catalán. Y lo que es más, el rótulo que orienta hacia el edificio más emblemático de Barcelona, el que tanto le gustaba a Engels, sólo está escrito en catalán: La Sagrada Família. Pero lo peor viene al tratar de salir de la ciudad, porque en los carteles de señalización sólo se puede leer Autopista (y en esto El Perich tuvo mucha culpa), Ronda o Aeroport.

Hasta yo mismo sufro la agresión del catalán en mis carnes: a mí, que me llamo Gonzalo, me llaman Gonçal, que ya son ganas de despistar poniéndole una coma a la "c". Lo mismo pasó hace ya años con la movida musical catalana llamada la nova cançó. Como entonces me preguntaba la gente, con razón: "Oye, ¿y eso del canco qué es?". Parecía una enfermedad venérea. Además de la dichosa "c" con la comita, el catalán (una lengua dificilísima e ignota, desde luego indoeuropea pero con aportaciones fenicias) tiene ocho vocales, un chorro de consonantes y una flexión nominal endiablada de siete casos, más un ablativo instrumental y otro absoluto. La conjugación verbal no es tan difícil, si no fuera por los verbos polirrizos y por la particularidad de que las formas bisilábicas del infinitivo se usan con valor de aoristo. Claro que el marcado hipérbaton tampoco ayuda mucho. Es mucho más fácil para los inmigrantes subsaharianos aprender la lengua oficial y común, el castellano, que a fin de cuentas deriva del latín.

No puedo estar más de acuerdo con la afirmación: "Contar con una lengua política común es una enorme riqueza para la democracia". Pero es que, además, yo añadiría al Manifiesto el reconocimiento que se debe a la enorme generosidad con que Castilla nos ha dado su lengua. Cuando ésta era camarada del imperio, a los castellanos (que te llevaban a la hoguera por un quítame allá esas filacterias) bien que les gustaba darle la lengua a las Indias. Aún hoy, los latinoamericanos más reacios a agradecer la misión civilizadora de la madre patria acaban confesando, como Neruda, que era un rojo, que sí, que Castilla les dio la lengua.

Y en cuanto a la lengua vehicular en la educación, es claro que los padres tenemos todo el derecho a decidir en qué lengua han de estudiar nuestros hijos. Es más: los padres analfabetos de lengua castellana tienen que tener la libertad de exigir que sus hijos sean analfabetizados en lengua castellana, y los padres antropófagos de lengua castellana tienen todo el derecho a pedir que sus hijos se eduquen en el canibalismo en lengua castellana. Si la lengua vehicular en la escuela es exclusivamente el catalán, los niños no tendrán ninguna posibilidad de aprender castellano, porque cuando lleguen a su casa hablarán con sus padres sólo en catalán, verán la tele en catalán y le darán a la play station exclusivamente en catalán. Situación de por sí agravada por las canguros que les cuidan, todas procedentes de la Garrotxa o del Solsonès. Como es bien sabido, cuando un cerebro infantil se conforma a la estructura gramatical del catalán, ese cerebro queda automáticamente incapacitado para aprender cualquier otra lengua, porque los niños no tienen ninguna capacidad lingüística innata, sino que aprenden la lengua mecánicamente (Descartes, Leibniz, Humboldt o Chomsky sostenían todo lo contrario, pero no eran intelectuales españoles ni les dolía la lengua).

Aunque eso de que "la lengua castellana es la única cuya comprensión puede serle supuesta a todos los ciudadanos españoles" no lo veo claro, la verdad. Tiene toda la razón doña Laura en que hay que "apadrinar su acento", pero ¿cuál? ¿El del señor Zapatero "Ahora voy de Cádiz a Valladoliz sin parar en la ciudaz de Madriz"?; ¿el del señor Bono "El cajtellano o ejpañol ej la lengua d'Ejpaña"?

Y en cuanto a "cultivar su elegancia", ¿cuál? ¿La del castellano de la Guardia Civil "sesientencoño"?; ¿la de los personajes forgianos "Sincreíble, oyes"?; ¿la de los botelloneros "Sa caío del amoto porque llevaba enchegao el arradio y sarrancao la canne de la pienna"? O, quizá, dado que "nuestro idioma goza de una pujanza envidiable y creciente en el mundo entero", ¿deberíamos echar mano del castellano de América? ¿Tal vez el pequeñoantillano "La mujel del yanitol me consiguió el rilif"?; ¿el granantillano "Lo jodieron tanto que se sacó el mandao con jolongo y tó"?; el de Nueva España "Te pudo cargar la chingada nomás conque te hubieras parado, cabrón. Órale güey"?; ¿el rioplatense "La milonga déle loquiar, y déle bochinchar. Linda al ñudo la noche"? ¿Y el castellano nuestro, el de los catalanes "Contrariamente al Madrit, en el Barça tenemos jugadores de blancos y de negros, y a más a más, tenemos de suplentes"? España: dame la lengua, que quiero bailar contigo.




Vasco





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Perplejidades: "Épater le bourgeois" (Reedición de la entrada publicada el 11/7/2008)





http://www.elpais.com/recorte/20080708elpepivin_2/XLCO/Ges/20080708elpepivin_2.jpg
Romeu (El País, 08/07/08)





Lo confieso. Me siento absolutamente perplejo ante el afán de unos y otros por asombrar al personal (por "épater le bourgeois", en lenguaje cursi) a cuenta del famoso Manifiesto por la Lengua Común, que no comparto, pero que tampoco me molesta, lanzándose frases y comentarios a cada cuál más burro. Si de verdad se busca el enfrentamiento entre unos españoles y otros a causa de la lengua de cada uno, conmigo que no cuenten...

Yo también suelo intentar "épater le bourgeois" de vez en cuando, con una diferencia fundamental: que este blog es solo un entretenimiento del que suscribe, sin pretensión alguna, y que tienen la amabilidad de leer unos cuantos amigos, mientras que lo que escriben gentes como Félix de Azúa ("¡Socorro!", El País, 10.07.08) o Fernando Savater ("Ciudadanía y lengua común", El País, 11.07.08), a los que admiro, y a los que respeta mucha gente, no debería caer en esa tentación.

Que el jubilado Sumo Sacerdote del catalanismo militante, Jordi Pujol, llame "a combatir 'sin miedo' la falta de respeto a Cataluña", no me parece razón suficiente para que mi admirado Azúa proclame su miedo a que lo quemen ("vivo o en efigie", dice...) los hijos de Bin Laden (sic).

Que mi también admirado Savater se vea en la necesidad de explicar algo tan sencillo de comprender como la intención de los redactores y firmantes del Manifiesto, ¿significa que "algo" no se explicó bien en el momento de lanzarlo a la opinión pública?... No se, pero es posible...


Una última digresión sobre perplejidades propias y ajenas: el periodista, escritor y ex asesor del presidente del gobierno, Javier Valenzuela, llama públicamente a la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, "estúpida, inculta e incompetente". Me parece un exceso. Quizá la joven ministra no haya demostrado lo que se dice un prodigio de sensibilidad política y diplomática, pero de ahí al exabrupto de Valenzuela va un trecho largo, largo... Lo peor, en todo caso, no sería eso, sino la revelación de que los ministros del gobierno se nombran en función de una cuota (género, lengua, territorio, edad) y no por su competencia para el cargo. Eso si que sería peligroso... Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt






http://www.elpais.com/recorte/20080412elpepunac_2/LCO340/Ies/Bibiana_Aido_ministra_Igualdad.jpg

Bibiana Aído, ministra de Igualdad




EXABRUPTO 1:
"¡Socorro!", por Félix de Azúa (El País, 10/07/08)
El País, 10/07/08

El pasado 23 de junio, Fernando Savater presentaba en buena compañía un Manifiesto por la lengua común. El título no ha sido citado en ninguno de los 800 artículos del Tambor del Bruc mediático que de inmediato se publicaron en la prensa catalana, la cual, naturalmente, tampoco reprodujo el texto. El título no era del gusto de los nacionalistas, de modo que pasaron a llamarlo "Manifiesto en favor del castellano", frase que no figura en ningún lugar ni forma parte del contenido, ya que el castellano no necesita de ningún favor, pero ¿qué más da? ¿Vamos a detenernos a pensar un poco, antes de cargar el trabuco y disparar a bulto cuando la Patria está en peligro? Todos los artículos venían a decir lo mismo, pero con algunos matices notables.

Los más delirantes no eran los viejos amigos del Avui o del Punt Diari, sino los desconocidos del ilegible diario Público, órgano del presidente del Gobierno central, o sea, del Estado. Titulaban a seis columnas: "El nacionalismo español hace de nuevo política con las lenguas". Los nacionalistas con mala conciencia siempre quieren que todo el mundo sea nacionalista para así quedarse más aliviados y compartir la culpa. Cree el ladrón... Para su desdicha, incluían en la doble página las estadísticas de la Generalitat sobre los usos del catalán y en ellas se afirma que más de la mitad de los catalanes prefiere como primera lengua el castellano. La humilde petición de que aquellos que lo deseen puedan usar su lengua materna en la educación, la Administración pública y la vida cotidiana sin que les caigan multazos o broncas, es "nacionalismo español" para los orgánicos de Zapatero. Tome nota.

Como movido por un resorte, el partido de los socialistas catalanes declaró pomposamente que el manifiesto era "innecesario". No aclaró su portavoz, Miquel Iceta, qué es lo que le parece necesario al PSC. Pocos días antes, la oposición en pleno le había preguntado por 5.000 millones de pesetas que se han esfumado persiguiendo a una almeja brillante. Tampoco entonces Iceta había considerado necesaria la pregunta. Lo que para el PSC sea necesario, es un arcano insondable. Los socialistas catalanes van aproximándose cada vez más a un modelo adorable, el de la corte de Catalina la Grande.

Ninguno de los 800 artículos antes mencionados hablaba del contenido del manifiesto, el cual se puede resumir del siguiente modo: si cualquier ciudadano catalán, como el actual presidente de la Generalitat, puede educar a sus hijos en alemán, en francés, en italiano o en inglés, ¿hay alguna razón para que no pueda educarlo en español? Y de haberla, ¿cuál es? La mentira oficial es que no hay problema para escolarizarse en español; la realidades que ni hablar del peluquín. Intente indagarlo. Chocará contra un muro de cemento. Se sentirá como alguien que quiera darse de baja de Telefónica. Acabará en el psiquiátrico.

Como, según el Tambor del Bruc mediático, el asunto del manifiesto no era el que acabo de exponer, los artículos se veían obligados a hablar de temas muy inspirados: la "supremacía del castellano", la "lengua del imperio", el "ataque contra el catalán...". Todo mentira, ¿pero de cuándo acá un nacionalista va a respetar la verdad? La verdad es, sencillamente, aquello que los nacionalistas decretan que es verdad. Y sólo es verdad lo que es bueno para Cataluña, siendo ese ente lo que en cada momento les conviene. Y punto, añade Catalina la Grande.

Había algo, sin embargo, más significativo si cabe. La mayoría de los artículos procedían al insulto, práctica española donde las haya cuando flaquean los argumentos: franquistas, fachas, españolistas ("de mierda"), imperialistas. Un Jordi Sánchez nos llamaba a los firmantes "miserables" en este mismo periódico porque nos negábamos a pagar su hipoteca. Algunos artículos eran deliciosos, como el de un profesor de la Universidad de Girona que exponía el punto de vista guipuzcoano: lo que hay que exigir, venía a decir, es que todos los españoles aprendan catalán. Un hombre generalmente moderado, Antoni Puigverd, aseguraba que el manifiesto rompía los últimos puentes entre Cataluña y España. Volveré sobre ello. No obstante, estos intelectuales olvidaban un detalle de cierta relevancia: todos sus artículos estaban escritos y publicados en español.

Los nacionalistas consideran indudable su derecho a escribir y publicar en la lengua que (dicen) está destruyendo al catalán. Creen tener derecho a suprimir de sus vidas el catalán y pasarse al español cuando les parezca oportuno, con el fin de insultar (y cobrar por ello) a unos ciudadanos que jamás han atacado el catalán ni perderán un minuto de sus vidas en semejante tontería. Así que estos pensadores nacionales pueden eliminar el catalán y hacer uso de la lengua asesina del catalán cuando les viene en gana y pueden poner en peligro la supervivencia de la lengua que dicen proteger, pero que unos ciudadanos pidan educar a sus hijos en la lengua que estos nacionalistas utilizan cuando les conviene, eso es fascismo, franquismo, imperialismo, y no es pederastia porque Dios no lo quiere. Si alguien entiende la ética de los nacionalistas, por favor, que escriba una tesis doctoral.

La traca final ha sido de lo más levantina. Animado por tan honradas huestes, el anciano Jordi Pujol ha cogido el alfanje. "[Pujol] llama a combatir 'sin miedo' la falta de respeto a Cataluña", según titulaba el diario de la burguesía catalana el 2 de julio. Lo de "sin miedo", entrecomillado por la redacción, pone los pelos de punta. El texto del patriarca es: "Combatir con decisión y confianza, sin miedo, y sin respeto para quien no nos respeta". A Pujol le animó mucho lo de las caricaturas de Mahoma: qué demonios, hay que hacerse respetar. A partir de su llamamiento a la guerra santa y conociendo de primera mano (y puño) a los cejijuntos y democráticos grupos de falangistas catalanes que suelen actuar en estos casos, los firmantes andamos escondiéndonos en las masías de recreo de algunos consellers y diputats solidarios. Sobre todo desde que Montilla ha decidido que incitamos a la "catalanofobia". No sus socios separatistas, no las juventudes de la "puta España", no Carod y Rubianes, no: el odio a Cataluña lo inducimos nosotros. Muy honesto.

Amigo Puigvert, si te lo permiten tus principios, deja abierto algún puente para que cuando lleguen los hijos de Bin Laden a quemarnos (vivos o en efigie), los cuatro gatos que aún nos tomamos en serio a este país podamos salir arreando hacia lugares más democráticos, menos violentos, más civilizados. 



EXABRUTO 2:
"Ciudadanía y lengua común", por Fernando Savater
El País, 11/07/08

Como el mío va a ser uno de los pocos artículos que se publiquen en este periódico a favor del Manifiesto por la Lengua Común, permítanme que empiece con algo de melancolía. El documento en cuestión derrocha miramientos y renuncia a cualquier denuncia o acusación: no contiene críticas contra el Gobierno, ni contra la oposición, ni contra ninguna de las Administraciones autonómicas. Como el poeta, está a punto de perder su vida por delicadeza. Tampoco incurre en un alarmismo exagerado (se limita a señalar lo que es una preocupación generalizada en nuestra sociedad, como demuestran las firmas obtenidas de personalidades ilustres de las letras, las ciencias, el arte, el comercio o el deporte, muchas de las cuales no han firmado ningún manifiesto en su vida), y se centra en recomendar medidas preventivas antes de que lo peor sea además irremediable. Ni que decir tiene que reconoce todas las lenguas oficiales como igualmente españolas (lo que sin duda puede haber molestado a algunos) y formando parte del patrimonio cultural y social que compartimos, merecedoras de estímulo y salvaguardia. En el Manifiesto no sólo se defiende el derecho de quien lo desee a ser educado en castellano, sino también el derecho semejante a ser educado en catalán en Cataluña, en euskera en el País Vasco, en gallego en Galicia, etc. Éste es el Manifiesto que ha sido denunciado como xenófobo, imperialista, contrario al pluralismo cultural y hasta partidario del exterminio de los hablantes de lenguas minoritarias. Un político catalán lo calificó como "un insulto a la inteligencia": bueno, entonces usted no tiene por qué considerarse ofendido, buen hombre. Y lo mismo vale para los demás. Por decirlo churchilianamente: nunca quien no agredió a nadie fue agredido por tantos.

Es curioso: a los que hemos luchado durante bastantes años a favor de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, las tergiversaciones polémicas que se utilizan contra el Manifiesto nos recuerdan irresistiblemente las que oímos tantas veces contra esa necesaria materia académica. Destinos paralelos: en un caso, se ofendió involuntariamente las prerrogativas que considera intocables la Iglesia católica, y en el otro, las que se atribuye la jerarquía nacionalista, dos poderes fácticos de fundamentación mitológica que consideran persecución totalitaria cualquier merma de sus privilegios autoconcedidos. Interesante semejanza, que merece ser examinada más despacio.

Primera similitud: para criticar con mayor comodidad, se inventan el contenido de la asignatura y el contenido del Manifiesto. Según unos manipuladores, la Educación para la Ciudadanía se dedica a hacer proselitismo homosexual y a recomendar que nadie se case si no es con persona de su mismo sexo. Como no faltan manuales delirantes propuestos para la materia, otros se dedican a entresacar proclamas a favor de Fidel, Chávez y la abolición inmediata del capitalismo. Intentar que se recuerde en sus justos términos el temario oficial es tiempo perdido. De modo semejante, algunos decretan que el Manifiesto sale en defensa de la lengua castellana, empeño risible porque nuestro idioma goza de excelente salud, es hablado por 400 millones de personas y de nada hay que protegerlo. Según otros -pertenecientes a la lunatic fringe de varias autonomías bilingües-, el Manifiesto persigue abolir nuestro pluralismo lingüístico y cultural, exterminar al diferente, etc. Rogar que se lea el Manifiesto para comprobar que lo que se trata de defender son los derechos de los castellanohablantes sin mermar el bilingüismo o que estamos tan convencidos de la pujanza universal del castellano que por eso nos parece crucial reforzarlo como lengua común de España es tarea ociosa: la caricatura resulta polémicamente más rentable.

Segunda similitud: tanto la asignatura como el Manifiesto son inútiles, superfluos y refuerzan al poder establecido. Unos nos dicen que todo el mundo sale ciudadano de la escuela por la convivencia con los demás y sobre todo por la enseñanza de los padres. ¿Para qué adoctrinarles con teorías políticamente correctas que les hagan dóciles al relativismo moral dominante? Los otros aseguran con total convicción que no existe problema lingüístico en ninguna parte, salvo en la imaginación de la extrema derecha. No es verdad que haya comunidades donde no se pueda escolarizar a los niños con plena naturalidad en castellano, ni es cierto que en ellas los impresos oficiales sólo se faciliten en la lengua autonómica, ni es verdad que la señalización de vías públicas tampoco sea bilingüe, ni que el conocimiento de la lengua co-oficial tenga un valor desmesurado en concursos y oposiciones, etc. Esas denuncias son invenciones en la mayoría de los casos, o simples anécdotas irrelevantes cuando resultan probadas. Los que de veras sufren son quienes intentan manejar una lengua distinta del castellano: ¿hay algo más difícil y peor visto que hablar catalán en Cataluña, euskera en el País Vasco o gallego en Galicia? Todo son problemas y cortapisas para los héroes que a tanto se atreven... El Manifiesto es una apología de la represión y de la prepotencia vigente, puaf.

Tercera similitud: ¡vuelve el franquismo! Educación para la Ciudadanía es un revival de la Formación del Espíritu Nacional (que nada tiene que ver con las sanas lecciones de identidad que se dan en las autonomías nacionalistas), así como el Manifiesto defiende la lengua del Imperio, según enseñó Girón de Velasco. ¿Cómo no nos habremos dado cuenta antes? Bien claro está; el último canalla que se preocupó por la unidad de España fue Franco, y sólo a él podía ocurrírsele adoctrinar en valores políticos comunes. Menos mal que aún quedan vigías para dar la voz de alarma y señalar que por allí resopla el fascismo. Debemos estarles eternamente agradecidos... y obedecerles sin rechistar.

En fin, dejémoslo estar. Los defensores de la inmersión lingüística ven en ella la única forma de evitar guetos y de garantizar la convivencia cultural. Si nosotros fuésemos nacionalistas españoles, aceptaríamos el razonamiento pero aplicado a toda España: inmersión lingüística general en castellano para la educación pública, a fin de evitar que Cataluña, Euskadi, Galicia o Baleares se conviertan en guetos dentro del país. Es la doctrina vigente en Francia, que no es el peor Estado europeo ni en cultura ni en democracia. Sin embargo, no es eso lo que reivindicamos. El Manifiesto no pide inmersión en castellano de los que tienen otras lenguas maternas, sino que no se imponga otra lengua a los que prefieren el castellano. En general, la lengua común no requiere en las comunidades bilingües trato privilegiado, sólo que no se la persiga ni obstaculice como hoy se hace. Con eso basta.

Por lo demás, admito que se nos discuta, pero no acepto que se nos descalifique con infundios sectarios como han hecho reciente y reiteradamente el Partido Socialista y el Gobierno. La decencia política no se funda en el optimismo, como cree Zapatero, sino en la veracidad. Decidido: en cuanto nos repongamos de este Manifiesto, hay que preparar otro contra el uso impune de la mentira por los políticos. 



EXABRUPTO 3:
"Estúpida, inculta e incompetente", (Agencia EFE)
El Confidencial, 10/07/08

Javier Valenzuela, director general de Información Internacional en La Moncloa entre 2004 y 2006, además de asesor personal de José Luis Rodríguez Zapatero, al que acompañó en todos sus viajes al extranjero durante esa época, ha lanzado un durísimo ataque contra Bibiana Aído –a la que llega a calificar de "incompetente", "inculta" y "estúpida"– por haber atizado la polémica sobre el uso del velo islámico. Valenzuela asegura que la ministra de Igualdad "no está capacitada para servir al Estado".

El ex asesor de Zapatero, ahora escritor y periodista, compara a Aído con la vicepresidenta del Gobierno, y afirma que mientras María Teresa Fernández de la Vega es "inteligente, laboriosa y leal", a aquélla "todavía no se le conoce ningún servicio al Estado, pero sí una serie alarmante de meteduras de pata". La última, y a su juicio la "más grave", ha sido "la de intentar abrir en España, y desde el Gobierno, una polémica sobre el hiyab o velo islámico".

Valenzuela escribe: "El que usted sea joven, universitaria, mujer, andaluza, socialista, patrocinada por el señor Chaves y apreciada por el señor Zapatero, no le da derecho a meter a este país en más líos de los que ya tiene. Como si fueran pocos problemas la crisis económica, las amenazas terroristas de ETA y el yihadismo, los conflictos territoriales, la criminal violencia machista, los accidentes laborales, la gestión del agua y la integración de los inmigrantes, entre otros, usted, por hacerse la progre, por copiar a los franceses, por lo que sea, pretende introducir en la agenda nacional la polémica sobre el velo. ¿Con la intención, tal vez, de prohibirlo por ley?".

En su blog de internet, el ex asesor presidencial alude, de esta forma, a las polémicas declaraciones de Aído el pasado 26 de junio en el Congreso, cuando denunció la "situación discriminatoria" que, a su juicio, sufren las mujeres musulmanas que llevan velo. "En nuestro país los hombres árabes o musulmanes pueden vestir al modo occidental porque su cultura no les exige que lleven ningún símbolo. Las mujeres, sin embargo, llevan vestidos largos que les tapan el cuerpo y también un pañuelo sobre la cabeza que les cubre el cabello", dijo la ministra durante su intervención en unas jornadas parlamentarias sobre el papel de la mujer en la llamada Alianza de Civilizaciones.

Aído advirtió de que "no todas las prácticas culturales tienen que ser protegidas y respetadas", y añadió que aquellas "que vulneran los derechos humanos y promueven la desigualdad de las mujeres deben ser criticadas".

Valenzuela, dirigiéndose a la titular de Igualdad, afirma: "La respuesta a su estupidez sobre el velo islámico la dio ya hace meses el mismísimo señor Moratinos: en España no tenemos ese problema y, francamente, no queremos importarlo. Su incultura también ha sido denunciada por su congénere Amparo Sánchez, presidenta del Centro Cultural Islámico de Valencia: hay que ser cenutrio/a para confundir árabes y musulmanes. Si tanto le molesta que una mujer se cubra el cabello por motivos religiosos y como consecuencia de una decisión libremente adoptada, ¿por qué no empieza usted por meterse con las monjas católicas, que son muchas? Pero, por favor, hágalo como ciudadana de a pie, no como ministra del Gobierno de España".

Enfriar la polémica. El propio Rodríguez Zapatero y varios miembros del Gobierno se apresuraron a matizar las declaraciones de Aído para tratar de enfriar la polémica. El jefe del Ejecutivo dijo que "el velo normalmente no tiene por qué entenderse como discriminatorio, y afortunadamente en nuestra sociedad, donde ya hay un número importante de personas de origen musulmán, la convivencia se ha conseguido bastante bien". De la Vega también corrigió a Aído, y señaló que "lo más importante es ser sumamente respetuoso con los hábitos y culturas de cada país". Y el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, fue aún más explícito, al asegurar que el uso del velo "no es un problema, y como símbolo es perfectamente legítimo. Donde no hay un problema no conviene crearlo".

Tras advertir a Aído de que "al Gobierno de España no se llega para hacer un master o unas prácticas en materia política", Valenzuela se permite, incluso, reconvenir a su antiguo jefe. "Mire usted, señor Zapatero: al Gobierno de España no se incorpora a gente que no esté capacitada para servir de inmediato al Estado".

El ex asesor de Zapatero añade, finalmente: "La inteligencia no tiene género: hay mujeres inteligentes y hay hombres inteligentes. La estupidez tampoco: hay hombres estúpidos y hay mujeres estúpidas. En el actual Gobierno de Zapatero hay mujeres y hombres inteligentes y apreciados por la ciudadanía. También hay mujeres y hombres incompetentes que, según expresa la mayoría de los españoles a través de las encuestas –único modo que tienen de pronunciarse sobre este asunto–, no deberían estar ahí". 





Tolerancia a la española





Entrada núm. 1901
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)