sábado, 29 de noviembre de 2025

DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DEL BLOG DE HOY SÁBADO, 29 DE NOVIEMBRE DE 2025

 








































viernes, 28 de noviembre de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY VIERNES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 28 de noviembre de 2025. Sin mecanismos de contención ni tolerancia mutua, se lee en la primera de las entradas del blog de hoy, las instituciones acaban siendo vistas como una pieza más de la reyerta política. Para los griegos, se lee en la segunda entrada del día, el ápeiron no era un simple vacío, ni un espacio sin bordes; era la sustancia primordial de la que brota y a la que regresa todo lo que existe. En la tercera de hoy podemos leer que la principal razón por la que la gente votó Trump fue para que bajara los precios, pero este Día de Acción de Gracias, los precios de los comestibles están en su nivel más alto en años, y varias políticas de Trump están agravando el problema. En el archivo del blog de hoy, hace justamente nueve años (2016) puede leerse que Donald Trump dijo de Fidel Castro que fue un “brutal dictador”; sí, de acuerdo, pero lo que el presidente electo de Estados Unidos y la enorme mayoría de sus compatriotas ignoran es que se podría atribuir el mismo adjetivo a Ronald Reagan, su figura política más beatificada desde la llegada de Castro al poder. El poema del día es de una poetisa colombiana nacida en 1951, y comienza con estos versos: Duélete:/como a una vieja estrella fatigada/te ha dejado la luz. Y la criatura/que iluminabas. Y la última entrada del día, como siempre, son las viñetas de humor. Volveremos a vernos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. Y como decía Sócrates: ἡμεῖς ἀπιοῦμεν. HArendt















NI REVANCHISMO NI BANDOS

 






Sin mecanismos de contención ni tolerancia mutua, las instituciones acaban siendo vistas como una pieza más de la reyerta política, escribe en El País (27/11/2025) la analista política Estefanía Molina. Habrá que leer la sentencia sobre el exfiscal general Álvaro García Ortiz para tener una opinión sólida sobre su condena, comienza diciendo, pero mientras tanto toca reflexionar sobre algunos excesos políticos cometidos estos días, que deslizan a España por la peligrosa ladera del revanchismo. Como recuerdan Levitsky y Ziblatt en su célebre libro (Cómo mueren las democracias, Ariel), la democracia también muere cuando no existen mecanismos de contención ni tolerancia mutua, tal que las instituciones acaban siendo vistas como una pieza más de la reyerta política entre supuestos bandos.

La decisión del Tribunal Supremo podrá parecer bien o mal, pero hay quien no ha tardado en promocionar un peligroso relato iliberal a modo de protesta, sacando rédito del malestar: varios socios de Pedro Sánchez exigen ahora que se reforme la Ley Orgánica del Poder Judicial con la mayoría progresista y plurinacional. Es decir, que sea la mitad de nuestro país quien elija al gobierno de los jueces —y que se fastidie la derecha, seguramente deben pensar—. Lo que quizás ERC o Podemos olvidan es que el Partido Popular y Vox también llegarán alguna vez al poder, y entonces no les hará ninguna gracia —y con razón— que la izquierda no tenga voz ni voto en la configuración de los órganos constitucionales. Cuando se lamina la pluralidad, el revanchismo acaba siendo un camino de doble sentido, siempre.

Sin embargo, es evidente que el juicio al exfiscal general no escapa a la batalla partidista. Ahora bien, incluso en momentos así conviene recordar que los contrapesos son el último bastión que diferencia una democracia de lo que no lo es. Si no legitimamos a las instituciones, incluso cuando su resultado puede no gustar, se abre una vía muy ancha para que el poder político —sea quien sea en cada momento— tome nota y utilice ese clima de opinión para blindarse ante cualquier atropello que algún día pueda cometer.

Para prevenirlo, no caben las enmiendas a la totalidad. Ni el juicio al exfiscal general condena a la Fiscalía entera, ni a su sucesora Teresa Peramato, como tampoco es el presidente Sánchez quien estaba sentado en el banquillo, tal como ha sugerido Isabel Díaz Ayuso. Del mismo modo, el Tribunal Supremo no es menos o más legítimo según lo que dicte en cada momento. En ese mismo estrado estaban los jueces Antonio del Moral y Juan Ramón Berdugo, que ratificaron las condenas por la trama Gürtel. Toca recordar, además, que el juez Manuel Marchena contó hace unos años con el beneplácito tanto de PP como de PSOE para presidir el Supremo y el CGPJ. De hecho, decidió renunciar para eliminar cualquier duda sobre su independencia, tras la polémica por los mensajes del senador Ignacio Cosidó en los que afirmaba que los populares “controlarían” la Sala Segunda del Supremo “desde atrás”. Sánchez aseguró entonces que la renuncia de Marchena revelaba lo “acertado de su nombramiento”.

Segundo, allí donde media el Estado de derecho, los linchamientos públicos sobran. De hecho, no se están dando ni entre compañeros de profesión. Dijo hace unos días el juez Manuel García-Castellón que el exfiscal general le parecía una “bellísima persona”, que lo “sentía muchísimo” por él, pero que creía que “había seguido unos consejos que no habían sido buenos”. Qué mejor mensaje a la ciudadanía que esa muestra de no deshumanización, aunque se pueda expresar alguna discrepancia. Por su parte, el Gobierno haría un favor a la imagen del exfiscal general si dejara de hablar de él como si fuera un ministro más.

Tercero, no es realista inocular entre la ciudadanía la sensación de que nada se puede hacer. Si García-Ortiz quiere recurrir está en su pleno derecho de pedir amparo al Tribunal Constitucional o de recurrir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, cuando se conozca la sentencia. Claro está, habrá quien quiera deslegitimar al TC porque hay una mayoría progresista o exministros del PSOE, pero cabe recordar que fue el propio PP de Pablo Casado quien aceptó ese pacto para la renovación. Igual habría que pedirle explicaciones a él.

Por último, la retórica guerracivilista es un bucle sin fin. Si España no es una dictadura —el presidente tiene a su entorno familiar y al partido cercado en causas judiciales— tampoco vivimos en un golpe judicial porque un tribunal adopte una sentencia. Es lógico que algunas personas estén molestas con la situación, o con el papel del jefe de Gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, pero los jueces se dedican a valorar hechos enjuiciables. Si el progresismo considera que lo ocurrido debe ser perdonado, el Ejecutivo incluso podría indultarlo, guste o no a la derecha.

Y todo ello, sin necesidad de conocer todavía el razonamiento del fallo, respecto al cual los expertos tendrán derecho a discrepar o a estar de acuerdo, y cualquier ciudadano, a sacar sus propias conclusiones. Ahora bien, el problema de nuestra democracia es que hemos convertido cualquier hecho en una supuesta batalla del bien contra el mal, como si no existieran matices. La polarización también es eso: que los ciudadanos prefieran adherirse a presuntos bandos y que el enardecimiento acabe desplazando a la reflexión. El revanchismo siempre será más atractivo que la contención.
























EL ORIGEN INFINITO DE LAS COSAS

 






Para los griegos, escribe en la revista Ethic (13/11/2025) la comunicadora Arantza García Garcés, el ápeiron no era un simple vacío, ni un espacio sin bordes. Era la sustancia primordial de la que brota y a la que regresa todo lo que existe. Cuando Anaximandro de Mileto la usó por primera vez, comienza diciendo, hace más de 2.500 años, inventó un concepto que todavía hoy nos deja pensando: ¿y si el principio de todo –de la materia, del tiempo, del ser mismo– no tuviera límites, ni forma, ni un comienzo claro, ni un fin posible? El Ápeiron (ἄπειρον) es, literalmente, lo infinito, lo indefinido. Pero traducirlo así es empobrecerlo. Para los griegos, no era un simple vacío, ni un espacio sin bordes. Era la sustancia primordial de la que brota y a la que regresa todo lo que existe, un fondo eterno y sin cualidades que, al agitarse, da lugar al mundo visible. No se le imaginaba como una divinidad en sentido religioso, sino como una realidad cósmica y racional: el principio (arkhé) del universo.

Anaximandro vivió en Mileto, una ciudad jónica de Asia Menor, en el siglo VI a. C. Fue discípulo –o quizás compañero– de Tales, el sabio que había afirmado que el agua era el principio de todas las cosas. Tales había dado un paso audaz: buscar una sustancia natural, y no un dios, como origen del mundo. Pero Anaximandro fue aún más lejos. Miró a su alrededor, vio la diversidad de la naturaleza –el fuego, el aire, el agua, la tierra– y se preguntó: ¿cómo puede una sola sustancia concreta dar lugar a todas las demás? Si el mundo está hecho de contrarios –frío y calor, seco y húmedo, luz y oscuridad–, ¿cómo podrían surgir todos ellos de algo tan limitado como el agua? Su respuesta fue tan innovadora como radical: el origen de todo no puede ser algo finito, ni uno de los elementos visibles, sino algo indefinido, eterno e inagotable: el Ápeiron.

El historiador Teofrasto, discípulo de Aristóteles, nos transmitió una de las pocas frases auténticas de Anaximandro que han llegado hasta hoy: «De donde las cosas tienen su origen, allí tienen también su destrucción según necesidad; porque se dan justicia y reparación unas a otras por su injusticia, según el orden del tiempo». Sugiere que el universo es un ciclo continuo de nacimientos y desapariciones, un equilibrio que se recompone eternamente gracias a una justicia que todo lo equilibra: el día sucede a la noche, el calor al frío, la vida a la muerte. En ese juego perpetuo de contrarios, el Ápeiron es el fondo que los contiene todos.

Si lo miramos con ojos actuales, la intuición de Anaximandro resulta sorprendentemente moderna. Hoy sabemos que hace unos 13.800 millones de años todo nuestro universo estaba contenido en un punto inimaginablemente denso y caliente, mucho más pequeño que una partícula subatómica. En billonésimas de segundo se produjo el Big Bang y toda la energía contenida en ese punto comenzó a expandirse; aún hoy sigue haciéndolo, dando forma a nuestro mundo. El Ápeiron no era exactamente eso, pero sugiere una idea parecida: un principio sin límites, del que emergen todas las formas y al que todo retorna.

El filósofo alemán Karl Popper lo llamaba «la primera gran idea cosmológica de la humanidad». Y es que Anaximandro fue quizás el primer pensador en intuir que el origen del mundo no está en algo tangible, sino en lo que no tiene forma ni medida. Mientras otros presocráticos se aferraban a elementos concretos (el agua de Tales, el aire de Anaxímenes, el fuego de Heráclito), él propuso un principio más abstracto, más universal. En cierto modo, inventó la idea de lo infinito en filosofía.

El Ápeiron no se puede ver, ni tocar, ni medir. Pero todo lo que existe procede de él. Cuando una ola se levanta, cuando nace una flor o un planeta, cuando se enciende una estrella o se apaga una vida, el Ápeiron está detrás de esas formas. Nada se pierde del todo, nada se crea de la nada: solo hay transformación.

Anaximandro no hablaba de leyes naturales como lo haría un físico, pero su idea de la justicia cósmica anticipa una visión dinámica del equilibrio universal. Cada cosa, al nacer, rompe la unidad del Ápeiron; al destruirse, devuelve esa unidad al conjunto. La creación no es un acto único, sino un proceso cíclico.

Otro de los aspectos revolucionarios es que él intuía que la naturaleza no necesita de dioses para sostener su orden: el propio universo contiene en sí las reglas de su equilibrio. No hay una ley divina, hay una ley natural. Esta visión ética de la física, una moral del cosmos que se rige por sus propias reglas, abre el camino a toda la metafísica posterior. Platón, Aristóteles y los estoicos seguirán preguntándose qué relación hay entre lo Uno y lo múltiple, entre lo eterno y lo temporal, entre lo natural y lo divino. En el fondo, todos siguen conversando con el viejo sabio de Mileto.

Anaximandro intuía además que las luces de las estrellas no eran clavos en una cúpula, como creían muchos de sus contemporáneos, sino cuerpos que giran, mundos que nacen y mueren. En su tratado perdido Sobre la naturaleza, del que solo quedan fragmentos, parece haber descrito incluso cómo la Tierra flota libre en el espacio, sin apoyarse en nada: una idea que anticipa, de manera asombrosa, la visión moderna del cosmos.























TRUMP Y EL DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS

 





Amigos, Trump rompió su mayor promesa de campaña y está a punto de disparar el costo de sus comidas del feriado de Acción de Gracias (y las de todos los demás estadounidenses) escribe en Substack (26/11/2025) el economista y profesor de la Universidad de California en Berkeley, Robert Reich. La principal razón por la que la gente votó por él fue para bajar los precios, comienza diciendo. Pero este Día de Acción de Gracias, los precios de los comestibles están en su nivel más alto en años, y varias políticas de Trump están agravando el problema.

Esto es lo que Trump ha hecho con su menú de Acción de Gracias:

1. Turquía. Empecemos por los precios del pavo, que han subido un 40 % este año. Esto se debe principalmente a la gripe aviar . Pero en lugar de trabajar para contener los brotes de gripe aviar —que reducen la oferta, aumentan los precios y ponen en riesgo la salud pública—, Trump ha despedido o suspendido temporalmente a científicos y expertos en gripe aviar de diversas agencias gubernamentales.

Su CDC y el Departamento de Agricultura también cortaron los informes de rutina a los estados, dejando a muchos funcionarios sin orientación actualizada sobre cómo detectar y contener la enfermedad.

2. Zanahorias, pastel de calabaza, salsas de arándanos. ¿Y qué hay de nuestras guarniciones navideñas favoritas? Todas cuestan más por culpa de los monopolios .

¿Qué hizo Trump al respecto? Revirtió las políticas antimonopolio diseñadas para promover la competencia y proteger a las pequeñas empresas y explotaciones agrícolas del poder de las grandes corporaciones.

3. Ensalada de frutas y verduras al vapor. Los aranceles de Trump están disparando sus precios. Es fácil ver cómo añadir un impuesto de importación a los bienes que entran al país resulta en un encarecimiento de estos.

Estados Unidos importa alrededor del 60% de su fruta fresca y el 35% de sus verduras frescas, lo que significa que su ensalada de frutas y verduras al vapor le cuestan más debido a los aranceles de Trump.

4. Café. Ni siquiera tu café después de cenar está a salvo. Gracias a los aranceles de Trump, el precio del café experimentó su mayor aumento mensual desde 2011. Se estima que el hogar promedio gastará $ 1,800 adicionales en bienes, incluyendo alimentos, en 2025.

Los aranceles de Trump, además de provocar guerras comerciales con otros países, también están afectando duramente a los agricultores, lo que podría dejarlos sin negocio.

5. Otros alimentos en tu mesa de Acción de Gracias. Mientras tanto, la ofensiva sin precedentes de Trump contra los inmigrantes indocumentados está haciendo que pagues más en el supermercado. Incluso el propio Departamento de Trabajo de Trump lo ha admitido .

Las redadas del ICE en granjas y otros lugares de trabajo tienen un efecto paralizante sobre la fuerza laboral , dejando cultivos sin cosechar en los campos y cadenas de suministro interrumpidas .

El empleo agrícola cayó un 6,5% entre marzo y julio. Reemplazar y capacitar a los trabajadores es costoso y requiere mucho tiempo para los agricultores. Estos costos inevitablemente repercuten en ustedes.

6. ¡Incluso los bancos de alimentos!. Al mismo tiempo, el régimen de Trump ha recortado la ayuda a los bancos de alimentos . Los programas de cupones de alimentos también han sido desmantelados por Trump y los republicanos para financiar recortes de impuestos para los estadounidenses más ricos.

Tenga esto en cuenta durante estas fiestas que celebran la abundancia. Si tiene los medios, done o sea voluntario en un banco de alimentos local.

Trump no quiere que sepas nada de esto. Está haciendo todo lo posible para evitar que el público sepa cuánto y con qué rapidez están subiendo los precios.

Durante el reciente cierre del gobierno, aprovechó la ausencia de datos oficiales sobre la inflación para promocionar las cifras de la aplicación de reparto DoorDash y afirmar que "los precios diarios están empezando a bajar ". Con la llegada del Día de Acción de Gracias, afirmó que " los precios de los comestibles han bajado mucho ", refiriéndose a un paquete promocional de Acción de Gracias de Walmart que costaba menos que el año pasado, pero que contenía seis artículos menos.

Pero aquí está la verdad: el aumento de los precios de los alimentos como resultado del fracaso de Trump en cumplir su mayor promesa nos está afectando a todos, sin importar por quién votamos, y está haciendo que este Día de Acción de Gracias sea especialmente caro.













DEL ARCHIVO DEL BLOG. EL DICTADOR Y LOS PIGMEOS. PUBLICADO EL 28/11/2016

 







Castro exportó la revolución armada a media América Latina y acercó al mundo entero como nunca a la posibilidad del aniquilamiento nuclear, comenta en El País (28/11/2016) el escritor británico John Carlin.

Donald Trump dice que Fidel Castro fue un “brutal dictador”, comienza diciendo. Bueno, sí, pero lo que el presidente electo de Estados Unidos y la enorme mayoría de sus compatriotas ignoran es que se podría atribuir el mismo adjetivo a Ronald Reagan, su figura política más beatificada desde la llegada de Castro al poder.

La carnicería que el presidente Reagan sancionó, animó o financió en América Latina durante la década de los ochenta superó por varios múltiplos la que el Comandante consideró necesaria para mantener en pie o extender por el hemisferio la revolución comunista cubana. Todo valía en la Guerra Fría, pero que Trump piense que su país pueda dar lecciones morales al mundo sobre la brutalidad es otro ejemplo más de la incoherencia y frivolidad que lo define. Ahora, si se hubiese ahorrado el adjetivo hubiera habido menos tema de discusión.

En cuanto a la autoridad sin restricciones que ejerció, Castro fue tan dictador como Stalin en la Unión Soviética o Hitler en Alemania. La diferencia residió en los sueños que vendían y en la escala del terror (comparativamente insignificante en el caso de Castro, por supuesto) que desataron. Pero en los países donde mandaban, la voluntad de cada uno de ellos era la ley; cada uno de ellos tenía en sus manos la vida o muerte de sus ciudadanos, muchos de los cuales, demostrando lo primitiva que sigue siendo la humanidad en sus creencias, los idolatraban.

Castro era a sus fieles como el Papa a los católicos más devotos; el comunismo, la religión por otros medios que ocupó el lugar del mensaje cristiano que él mismo absorbió cuando era niño. “De Cristo conozco bastante por lo que he leído y me enseñaron en escuelas regidas por jesuitas”, escribió en el último texto suyo conocido, publicado en el diario oficial cubano Granma en octubre de este año bajo el enigmático título El destino incierto de la especie humana.

No vi nada de incertidumbre en los ochenta las dos veces que pasé de cubrir las guerras de Centroamérica a ver de primera mano lo que era la pax cubana. Ni en sus épicos discursos, uno de los cuales tuve que soportar bajo el fiero sol de La Habana, ni en los muchos devotos del patriarca que conocí.

Miembros del Partido manifiestamente inteligentes, políticamente sofisticados en sus análisis de lo que pasaba fuera de su país, temblaban ante la mera mención del Comandante, temiendo que un irreverente sujeto del imperio anglosajón les pusiera en aprietos con alguna herejía que cuestionara la omnisciencia de su amo. Todo era discutible menos Castro, cuya palabra y doctrina ni él (el hombre más ensimismado del mundo) ni nadie cuestionaban. Cada discurso era una encíclica. Cuando abría la boca tenía la última palabra sobre todo lo que ocurría bajo el cielo cubano, desde la salud hasta la educación, el deporte, la guerra, la paz y la política agraria.

Cuba era su propiedad, pero ¡qué propiedad! ¡Y cómo la transformó! Antes de que Castro tomara el poder en enero de 1959 Cuba era de poco interés para gente de fuera a no ser que fuesen importadores de tabaco o de azúcar, mafiosos estadounidenses huyendo de la ley o turistas estadounidenses con impulsos libertinos buscando escapar del puritanismo de su país. Después de su triunfo, Castro exportó la revolución armada a media América Latina, inspiró a la izquierda en todos los países donde no gobernaba el comunismo, envió un enorme ejército a luchar en África y, con la ayuda de sus amigos soviéticos, acercó al mundo entero como nunca a la posibilidad del aniquilamiento nuclear.

Todo lo cual me parecía difícil de creer estando en Cuba, viendo los pocos coches que transitaban por las maltrechas calles, lo limitada que era la dieta de los cubanos, lo humildes que eran sus hogares. Pero también vi que a cambio de someterse a la voluntad de su Luis XIV tropical (“el Estado soy yo”), y a diferencia de lo que veía en todos los demás países latinoamericanos, nadie pasaba hambre; la salud era gratis y de alta calidad para todos; el sistema de educación era admirable. Recuerdo haber pasado toda una noche caminando por La Habana con media docena de profesores jóvenes. Intimidado por la amplitud de sus conocimientos, se me ocurrió cambiar el tema a la literatura inglesa, lo que había estudiado en la universidad, pero ahí también me tuve que rendir una vez que se pusieron a hablar de la poesía de Ezra Pound.

Eso sí, hablar con ellos de Fidel: verboten. Salvo, en todo el tiempo que pasé en Cuba, con un joven de unos 24 años que me citó en un lugar secreto y que luego me dijeron que era hijo del Che Guevara. “Lo que sufro y lo que sé que no quiero”, me confesó, “es que me impongan límites a la imaginación”.

El único cubano que no se los tuvo que imponer fue el propio Castro. Fue un personaje casi de ficción. Piense lo que uno piense de su ideología o de su sistema de gobierno, lo que nadie puede dudar es que fue un coloso en el escenario mundial, heroico en su narcisismo y en su hambre de poder, sin duda, pero también un líder luminoso, un hombre audaz, un genio de la persuasión política que supo en sus entrañas, como Napoleón o las grandes figuras de la mitología griega, que había nacido para la grandeza.

¿Un dictador? Sí. ¿Brutal? Sí. Pero también un líder con una visión generosa de lo que debería ser la humanidad, inspirada en lo mejor de aquella enseñanza cristiana a la que se refirió en aquel último texto que publicó. Ahí también citó con aprobación una frase de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Castro, en realidad, no tuvo igual, por más que predicara la igualdad. Para bien o, según el punto de vista, para mal, todos los líderes políticos de hoy, empezando por el futuro presidente de EE UU, son unos pigmeos.





















DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, ALGO HERMOSO TERMINA, DE PIEDAD BONNETT

 






ALGO HERMOSO TERMINA




Todos los días del mundo

algo hermoso termina.


Jaroslav Seifert


Duélete:

como a una vieja estrella fatigada

te ha dejado la luz. Y la criatura

que iluminabas


(y que iluminaba


tus ojos ciegos a las nimias cosas

del mundo)


ha vuelto a ser mortal.

Todo recobra

su densidad, su peso, su volumen,

ese pobre equilibrio que sostiene

tu nuevo invierno. Alégrate.

Tus vísceras ahora son otra vez tus vísceras

y no crudo alimento de zozobras.

Ya no eres ese dios ebrio e incierto

que te fue dado ser. Muerde

el hueso que te dan,

llega a su médula,

recoge las migajas que deja la memoria.





PIEDAD BONNETT (1951)

poetisa colombiana






















DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DEL BLOG DE HOY VIERNES, 28 DE NOVIEMBRE DE 2025