sábado, 20 de septiembre de 2025

DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, YO SOY UN HOMBRE SINCERO, DE JOSÉ MARTÍ

 








YO SOY UN HOMBRE SINCERO 




Yo soy un hombre sincero

De donde crece la palma,

Y antes de morirme quiero

Echar mis versos del alma.


Yo vengo de todas partes,

Y hacia todas partes voy:

Arte soy entre las artes,

En los montes, monte soy.


Yo sé los nombres extraños

De las yerbas y las flores,

Y de mortales engaños,

Y de sublimes dolores.


Yo he visto en la noche oscura

Llover sobre mi cabeza

Los rayos de lumbre pura

De la divina belleza.


Alas nacer vi en los hombros

De las mujeres hermosas:

Y salir de los escombros,

Volando las mariposas.


He visto vivir a un hombre

Con el puñal al costado,

Sin decir jamás el nombre

De aquella que lo ha matado.


Rápida, como un reflejo,

Dos veces vi el alma, dos:

Cuando murió el pobre viejo,

Cuando ella me dijo adiós.


Temblé una vez -en la reja,

A la entrada de la viña,-

Cuando la bárbara abeja

Picó en la frente a mi niña.


Gocé una vez, de tal suerte

Que gocé cual nunca: -cuando

La sentencia de mi muerte

Leyó el alcaide llorando.


Oigo un suspiro, a través

De las tierras y la mar,

Y no es un suspiro, -es

Que mi hijo va a despertar.


Si dicen que del joyero

Tome la joya mejor,

Tomo a un amigo sincero

Y pongo a un lado el amor.


Yo he visto al águila herida

Volar al azul sereno,

Y morir en su guarida

La víbora del veneno.


Yo sé bien que cuando el mundo

Cede, lívido, al descanso,

Sobre el silencio profundo

Murmura el arroyo manso.


Yo he puesto la mano osada,

De horror y júbilo yerta,

Sobre la estrella apagada

Que cayó frente a mi puerta.


Oculto en mi pecho bravo

La pena que me lo hiere:

El hijo de un pueblo esclavo

Vive por él, calla y muere.


Todo es hermoso y constante,

Todo es música y razón,

Y todo, como el diamante,

Antes que luz es carbón.


Yo sé que el necio se entierra

Con gran lujo y con gran llanto.

Y que no hay fruta en la tierra

Como la del camposanto.


Callo, y entiendo, y me quito

La pompa del rimador:

Cuelgo de un árbol marchito

Mi muceta de doctor.




JOSÉ MARTÍ (1853-1895)

poeta cubano



















DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DE HOY SÁBADO, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2025

 




























viernes, 19 de septiembre de 2025

DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY VIERNES, 19 DE SEPTIEMBRE DE 2025

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz 19 de septiembre de 2025. Cuando el discurso público está contaminado por la indiferencia hacia los hechos, la democracia se convierte en un teatro donde los actores solo improvisan para arrancar aplausos, escribe la primera de las entradas del blog de hoy la cineasta Isabel Coixet. En la segunda, un archivo del blog de septiembre de 2019, el periodista Ricardo de Querol comentaba que la muerte nos equipara a todos, pero la reacción ante lo inexorable muestra las diferencias culturales entre unas sociedades y otras, ante la decisión del obispo de Huesca de evitar en su diócesis los discursos de allegados en los funerales, así como la interpretación de música o cantos que no sean los adecuados. El poema de cada día, en la tercera, se titula Todo lo bueno entre el hombre y la mujer, es de la poetisa estadounidense Carolyn D. Wright, y comienza con estos versos: Todo lo bueno entre el hombre y la mujer/ha sido escrito en lodo y mantequilla/y salsa barbecue. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "ἡμεῖς ἀπιοῦμεν" (nos vamos); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt













DEL "BULLSHIT" DE CADA DÍA

 







Cuando el discurso público está contaminado por la indiferencia hacia los hechos, la democracia se convierte en un teatro donde los actores solo improvisan para arrancar aplausos, escribe en El País [Tiempos de ‘bullshit’, 18/09/2025] la cineasta Isabel Coixet. Hace veinte años, comienza diciendo Coixet, cuando Harry Frankfurt nos regaló su pequeña joya filosófica Sobre la “mierda de toro” —perdónenme la traducción directa, pero creo que es la única honesta—, el mundo parecía un lugar más predecible. Más ingenuo, tal vez. Creíamos todavía que las mentiras tenían una forma reconocible, que la verdad y la falsedad eran territorios claramente delimitados, como esos mapas antiguos donde lo desconocido se marcaba simplemente como “aquí hay dragones”. Qué equivocados estábamos.

Frankfurt (que en realidad publicó por primera vez su opúsculo en los años 80), con esa precisión quirúrgica que caracteriza a los grandes pensadores, nos alertaba sobre algo mucho más insidioso que la mentira común: la indiferencia absoluta hacia la verdad. El bullshitter, nos decía, no miente porque tenga una relación torturada con la realidad, sino porque la realidad le resulta completamente irrelevante. Es una forma de violencia epistemológica que ahora reconocemos en cada debate político, en cada conversación familiar que termina en portazo.

Pienso en esto mientras camino por Manhattan en una mañana cualquiera de 2025. Los altavoces de la ciudad —pantallas, móviles, conversaciones fragmentadas— vomitan un flujo constante de información que ya no aspira ni siquiera a ser verosímil. Solo aspira a ser viral, a ser memorable, a ser rentable. La distinción que Frankfurt trazaba entre el mentiroso y el embaucador se ha vuelto fundamental para navegar este paisaje tóxico donde la atención es la única moneda que importa.

El asesinato de Charlie Kirk, un bullshitter por antonomasia, llorado por una cohorte de bullshitters profesionales y elevado a la categoría de mártir por los mismos, es una prueba más del triunfo de esa realidad paralela en la que nos están obligando a vivir. Ver en directo al director del FBI atribuirse el mérito de la captura del presunto culpable, cuando sin la denuncia del padre esto sencillamente no se hubiera producido, es un espectáculo que produce vergüenza ajena, aunque no tanta como la repugnante satisfacción con que el partido republicano acusa a la “izquierda radical” (????) del crimen, a las feministas, a los trans, a los emigrantes, a los comunistas y por qué no, a mi tía Rosario, ya puestos.

Todo menos admitir que la muerte de Kirk es en primer lugar, la consecuencia del bíblico y sarnoso culto a las armas de un país que está viendo desaparecer su sistema democrático en caída libre.

El mentiroso, al menos, honra la verdad con su traición. Sabe qué está ocultando, qué está tergiversando. Hay algo casi romántico en esa relación conflictiva pero íntima con los hechos. El bullshitter, en cambio, ha abolido esa tensión. Habla desde un vacío moral donde las palabras son solo herramientas para conseguir un efecto, como un director de cine que solo se preocupa por el impacto visual sin importarle si la historia tiene sentido. Y aquí estamos, veinte años después, ahogándonos en ello.

Lo vemos en los políticos que cambian de discurso según la audiencia, no porque hayan evolucionado en su pensamiento, sino porque han calculado qué palabras generarán más likes, más votos, más poder. Lo vemos en las redes sociales, donde la veracidad de una afirmación importa menos que su capacidad de confirmar nuestros prejuicios. Lo vemos, con una tristeza particular, en el periodismo que se ha rendido a los algoritmos y produce titulares diseñados para provocar indignación antes que comprensión.

Pero Frankfurt no era un pesimista. Era algo mucho más valioso: un diagnosticador. Y su diagnóstico cobra una urgencia renovada en estos tiempos de polarización extrema, donde parece que hemos perdido no solo el consenso sobre qué es verdad, sino incluso sobre por qué la verdad debería importarnos.

El bullshit, nos advertía Frankfurt, es antidemocrático por naturaleza. La democracia requiere ciudadanos capaces de evaluar argumentos, de cambiar de opinión ante nuevas evidencias, de mantener conversaciones difíciles sobre temas complejos. Pero cuando el discurso público está contaminado por esta indiferencia hacia los hechos, cuando las palabras se vacían de significado, la democracia se convierte en un teatro donde los actores han olvidado el guion y solo improvisan para arrancar aplausos.

Me pregunto si Frankfurt intuía, cuando escribía su ensayo, que viviríamos tiempos en los que un tweet podría influir más en la opinión pública que años de investigación periodística. Que veríamos a líderes mundiales gobernar a golpe de eslogan, tratando los hechos como material maleable, como arcilla que se puede moldear según las necesidades del momento.

La genialidad de Frankfurt fue identificar que el problema no era solo la proliferación de mentiras, sino algo más fundamental: la erosión de la idea misma de que la verdad importa. Y esa erosión, que entonces parecía un fenómeno académico, ahora se ha convertido en una crisis civilizatoria.

Pero quizás, paradójicamente, es precisamente en estos momentos de mayor confusión cuando la lucidez de Frankfurt resulta más necesaria. Su trabajo nos ofrece un vocabulario para nombrar lo que estamos viviendo, y nombrar es el primer paso para resistir. Nos recuerda que preservar la distinción entre verdad y falsedad no es un lujo intelectual, sino una necesidad democrática.

Veinte años después, On Bullshit no es solo un texto filosófico brillante. Es un manual de supervivencia para tiempos tóxicos. Una brújula moral para navegar un mundo donde las palabras han perdido su ancla con la realidad.

Y tal vez, solo tal vez, sea también una invitación a recuperar algo que hemos perdido por el camino: el respeto por la verdad como valor en sí mismo, independientemente de si nos resulta cómoda o incómoda, rentable o costosa, popular o impopular.

Porque al final, como nos enseñó Frankfurt, el bullshit no es solo ruido. Es silencio disfrazado de palabras. Es la ausencia de sentido pretendiendo ser discurso. Y contra eso, contra esa nada que se disfraza de todo, solo tenemos una herramienta: la insistencia obstinada, casi heroica, en que las palabras importan, en que la verdad importa, en que todavía es posible —y necesario— hablar en serio. Isabel Coixet es directora de cine y escritora. Su último libro es Te escribo una carta en mi cabeza (Círculo de Tiza).






















ARCHIVO DEL BLOG. NO HAY LUGAR PARA SINATRA EN LOS FUNERALES. PUBLICADO EL 12/09/2019

 







La muerte nos equipara a todos, pero la reacción ante lo inexorable muestra las diferencias culturales entre unas sociedades y otras, afirma Ricardo de Querol, subdirector del diario El País, comentando la decisión del obispo de Huesca de evitar en su diócesis los discursos de allegados en los funerales, así como la interpretación de música o cantos que no sean los adecuados. A mí me gustaría que en el mío cantaran el "A mi manera" (Comme d'habitude), de Claude François y Jacques Revaux, la canción que hiciera universalmente famosa Frank Sinatra en su versión inglesa (My way). Pero en fin, como tampoco me voy a enterar, que hagan lo que quieran...

En la iglesia anglicana de St Georges, en Madrid, comienza diciendo Ricardo de Querol, la comunidad británica en España despedía hace unos años a uno de sus miembros más queridos. Por el púlpito desfilaron compañeros y amigos de la difunta contando graciosas anécdotas sobre su vida. Alguna despertó risas. Luego, en una sala contigua, se sirvieron canapés y se brindó por su memoria con copas de cava con zumo de naranja (el llamado cóctel mimosa o agua de Valencia). Se respiraba emoción. No vi a nadie llorar.

La muerte nos equipara a todos, pero la reacción ante lo inexorable muestra las diferencias culturales. El pasado junio, cuando se enterraba a Dr. John, uno de los músicos más singulares de Nueva Orleans, una multitud desfiló por la ciudad con trompetas y percusión, cantando y bailando. Es una tradición que se remonta al menos un siglo atrás y está en el origen del jazz.

No todos quieren eso. El obispo de Huesca, Julián Ruiz, ha decretado que se eviten en su diócesis los discursos de allegados en los funerales, así como la interpretación de “música o cantos que no sean los adecuados”. “Hay funerales en los que se ha llegado a hablar de lo ricas que estaban las natillas de la abuela”, dijo a este diario el arcipreste Francisco Raya. “En algunos entierros se ha terminado con un aplauso, con un rock de Guns N’Roses o una canción de Frank Sinatra”. En efecto, entre las canciones más elegidas para exequias, además de piezas clásicas de Bach o Pachelbel, figura My Way, de La Voz; Always on My Mind, de Elvis, o Imagine, de Lennon, que dice: “Imagina que no hay religiones”. Lo más irreverente que puede sonar, no sé si habrá pasado en Huesca, es Always Look on the Bright Side of Life, de la película La vida de Brian.

En la España de hace un siglo, mientras la comunidad negra de Nueva Orleans creaba un estilo musical en torno a los entierros, aún existían las plañideras, mujeres a las que se pagaba para que lloraran al difunto. Su tiempo terminó. Pero la austera y conservadora sociedad que no conocieron los mileniales seguía llena de viudas de luto riguroso. La norma decía que debían vestir de negro al menos dos años; los hijos, un año. Después, otro año de medio luto permitía ir añadiendo algún color.

Hay muchas formas de honrar a los muertos: el culto a los antepasados es de los más antiguos vestigios de civilización. No pongo ningún pero al funeral anglicano, salvo que prefiero el cava sin naranja.. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






















DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, TODO LO BUENO ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER, DE CAROLYN D. WRIGHT

 







TODO LO BUENO ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER




Todo lo bueno entre el hombre y la mujer

ha sido escrito en lodo y mantequilla

y salsa barbecue. Las paredes y

los pisos solían ser bellos.

Los calcetines amarillentos y casi iguales.

El membrillo quemado por la plaga

pero dándonos cuatro tazas de mermelada

al final. Largas caminatas para fortalecer

la espalda. Tú con fuego labial

yo con orzuelo. Ojos

tenemos y somos presa eterna

de los dientes del otro. Las corrientes

marchan sobre nosotros. El trueno no ha dañado

a nadie que conozcamos. El río que nos

atraviesa es sucio y profundo. La mano

izquierda protege al ritmo. Cuida

tu cabeza. El fuego no debe ser

desatendido. Más si hay viento. Cada uno

recibe gratis una navaja suiza.

Las primeras lenguas son para

prepararse. La huella

que dejó la tuya me la llevo a la tumba. Es

tan triste tan macabra tan hermosa.

Bendita sea. Tenemos tan poco tiempo

para aprender, tantas cosas… El río

corre sucio y profundo. Cubre la lechuga.

Ya descansa. Oh alma. Sigue fluyendo. Mejor.




CAROLYN D. WRIGHT (1949-2016)

poetisa estadounidense