lunes, 17 de abril de 2023

De la vida real

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del periodista José Luis Sastre, va de la vida real. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
harendt.blogspot.com









Si esto es vida, ¿qué es lo otro?
JOSÉ LUIS SASTRE
12 ABR 2023 - El Paísharendt.blogspot.com

A veces es por las buenas, cuando caes en que no te dará para leer los libros que querías leer y ver las películas que tenías que ver. Otras es por las malas, y no te queda más remedio que vivir distinto. Pero la vida te brinda ocasiones para que abras los ojos, y las sirve en momentos: a veces basta con un par de días y un viaje corto para recordarte que ya te dijiste en el último verano que ibas a apreciar los detalles que no apreciabas, como si la vida que tú vives la llevaran un poco los demás. Basta entonces con un par de días sin rutina, de paseo largo y de horas sin tiempo, basta con el mar o con la brisa para que, si has sabido rodearte bien, alguien suelte la frase justa: esto es vida, dirán. Todos os pondréis de acuerdo enseguida en que aquello tan sencillo y tan real es la vida, sin duda. Pero te asaltará sin remedio la pregunta: si eso es vida, ¿qué es lo otro?
Lo otro es lo que hace falta, del trabajo a las obligaciones. Lo otro será lo que nos definirá y por lo que nos recordarán o criticarán. Lo otro es lo que nos pone los pies en el suelo, porque no ocurre cada semana que puedas coger un avión y marcharte a una orilla, ni meter los pies en el agua, todavía fría, ni mirar al cielo y discutir si aquella es la osa menor o mayor, ni ponerte a jugar con el móvil para averiguar si aquel destello es de un faro o de otro, de un pueblo o de otro. Eso se da pocas veces, porque el trabajo nos exige; nos exigen el banco y los compromisos, y la vocación y las expectativas que nosotros mismos nos pusimos. Y el qué dirán, por supuesto. Raro será que no hayamos tenido algún día el arrebato de agarrar la mochila y echarlo todo a rodar: lo otro son todas las razones que nos lo impidieron. Lo otro era la vida también.
Las temperaturas y el cambio de hora, con sus atardeceres tardíos, anuncian que vendrán la hamaca y la piscina, que falta menos para la siesta y los helados y que, con suerte, el azar o la voluntad nos pondrán con una copa de vino entre buena gente que, llegada la situación, dejarán ir la frase, epifanía de cualquier sobremesa de las que valen la pena: esto es vida, dirán. Y es ahora, antes de que pensemos en que las cosas las podríamos organizar de otra manera y que en realidad no todo tiene el peso que le damos, cuando conviene aprender a mirar el año con ojos de sol y salitre, en el intento de que el verano sea también una actitud.
El verano puede ser una cena de improviso aunque haga frío, un rato de lectura o de no hacer nada. Un rato de escape, sin sentirse culpable ni obligado, ni observado ni juzgado, que son los nuevos estados de la materia. Que vayas a cambiar de década por tu cumpleaños y te importe distinto: el verano es que hayas aprendido a guardar un poco de él en el fondo de lo otro, que la vida son ratos. “En mitad del invierno aprendía por fin que había en mí un verano invencible”. Todo estaba en Albert Camus, claro. Como siempre y por supuesto.



























[ARCHIVO DEL BLOG] Erotismo y amor (II). [Publicada el 04/11/2009]












"Hacer el amor ya no es un arte. Es un deporte sin riesgo, como correr en la cinta del gimnasio o pedalear en la bicicleta estática". Impactante frase con la que el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa abría y cerraba su artículo "La desaparición del erotismo" (El País, 01/11/09), comentando la exposición "Las lágrimas de Eros" que el 20 de octubre abrieron en Madrid el Museo Thyssen y la Fundación Caja Madrid.
También yo, que no he visto la exposición aún, escribí en mi blog sobre ella el pasado 5 de octubre glosando el comentario sobre la misma de mi admirado profesor Emilio Lledó ("El Eros de Diotima", El País, 05/10/09) y metiendo en el mismo saco a "El Banquete" de Platón y la "Teoría de los sentimientos" de Carlos Castilla del Pino.
El artículo de Mario Vargas Llosa, aunque también comenta, lógicamente, la exposición del Thyssen, va por otro camino y se centra en reflejar la distancia que ha cubierto el ser humano entre el acoplamiento meramente carnal del inicio de los tiempos y la humanización creciente del placer sexual hasta convertir a éste, gracias al erotismo, en un acontecimiento civilizador.
No se que pinturas o esculturas están en la exposición, pero me resultaría extraño no encontrar en ella algunas de las obras que constituyen para mi el Olimpo de la sensualidad y el erotismo. Por citar sólo tres, que conozco personalmente y que cito sin orden de preferencia: el "Adán y Eva", de Alberto Durero (Museo del Prado, Madrid), "El beso", de Auguste Rodin (Museo Rodin, París), y "El origen del mundo", de Gustave Courbet (Museo de Orsay, París).
Hace unos días me comentaba una amiga un estudio aparecido en una publicación académica en el que se manifestaba la diferente percepción y manifestación del erotismo en hombres y mujeres. Al parecer, en el hombre es predominantemente visual, mientras que en la mujer lo es, sobre todo, auditiva. Dicho más sencillamente, a los hombres les gusta "ver", a las mujeres "oír". Yo no se a ustedes, pero a mi una película porno me deja frío, mientras que una buena lectura erótica me "emociona". Supongo que en el fondo es, simplemente, cuestión de "buen gusto", aunque sobre ésto, sobre gustos, no haya nada escrito...
Espero que disfruten del artículo de Vargas Llosa. Y de "Las lágrimas de Eros", si pueden verla. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)












domingo, 16 de abril de 2023

De la nueva censura







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del escritor y Premio Cervantes Sergio Ramírez, va de la nueva censura. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.










La nueva edad de la fe
SERGIO RAMÍREZ
11 ABR 2023 - El País
hafendt.blogspot.com

En Opresión y resistencia, sus escritos contra el totalitarismo, George Orwell previene contra las distopías que se incuban en el mundo moderno, entre ellas lo que llama “la edad de la fe”, que sobreviene cuando se pretende el control moral de las expresiones libres, la primera de ellas la creación literaria. Para que la edad de la fe se establezca no hace falta vivir en un país totalitario; es suficiente que “vastas esferas de la imaginación se vean afectadas por las creencias oficiales”, o que estas sean decretadas por sectores de la sociedad capaces de ejercer control intelectual.
Orwell previno contra el pensamiento único basado en premisas políticas, pero no alcanzó a adivinar que en el siglo XXI “la edad de la fe” estaría determinada por el puritanismo, que en Estados Unidos rige la conducta social y vigila celosamente la ortodoxia de las expresiones culturales.
Esto ha sido así a lo largo de su historia, desde la llegada de los pilgrims a las costas de Nueva Inglaterra, como nos lo enseña Nathaniel Hawthorne en La letra escarlata; pero hoy el puritanismo vive un periodo de resurrección, y guía la nueva edad de la fe, bajo la amenaza de volverse global. Y va desde la censura y la supresión, hasta la prohibición y la cancelación. Una renovada fe, intransigente y cerrada, que alcanza tanto a la derecha como a la izquierda.
Si Orwell prevenía de que el orden totalitario pretende la reescritura del pasado, en esta nueva edad de la fe se pretende la reescritura tanto de la realidad, como de la imaginación. Y como hay que reescribir los libros que ofenden determinadas sensibilidades, no importa la antigüedad de su publicación, esto implica también reescribir el pasado. Es lo que la filósofa Rosa María Rodríguez Magda llama “la blanda sensibilidad indignada…: no se pretende modificar la realidad, sino inventarla, corregirla también retrospectivamente, y forzar el asentimiento público y legal de esa depuración: la nueva normalidad como psicosis colectiva de la corrección política”.
Desde hace muchos años se ejerce en el llamado cinturón bíblico en Estados Unidos un férreo control de la lectura en las bibliotecas públicas y escolares, con una conspicua lista de libros prohibidos que incluye a William Faulkner y a Toni Morrison, entre otros, y donde no puede leerse nada que desafíe la tesis creacionista, con lo que Darwin viene a ser un engendro del demonio. En el Estado de Florida, las juntas escolares asumen la potestad de vigilar que no entre en las aulas ningún libro “de naturaleza explícita que enseñe a los niños sobre orientación sexual y la identidad de género”,
Pero la pureza moral viene a ser abonada desde el otro lado del espectro, con el surgimiento de la cultura woke, que forma parte también de la edad de la fe. Desde esta perspectiva se demanda la modificación de las obras literarias para que sean adaptadas a “las sensibilidades políticamente correctas”. Ni Roald Dahl, ni Agatha Christie, ni Ian Fleming, con los que se ha empezado, pueden alegar nada en contra de la implacable censura de sus obras desde el silencio de sus tumbas. Para esta tarea las editoriales se asesoran de un “comité de lectores sensibles”; o sea, un santo tribunal de la Inquisición.
Toda referencia, palabra o frase que evoque el colonialismo, el racismo, el machismo, la misoginia, debe ser suprimida, alterada o cambiada por expresiones neutras o benévolas. La escritura sin mancha ni suciedad, lavada con detergente y bien aplanchada. Un mundo insulso de personajes inocentes, despojados de la gracia de la culpa.
Está bien, se dirá, son autores que no encarnan la verdadera literatura, autores de consumo masivo, James Bond, el intrascendente inspector Poirot. ¿Qué más da? Pues ojo que en un colegio de secundaria en Manhattan fue cancelada no hace mucho una representación de El mercader de Venecia, “debido al carácter antisemita” de la obra. De un lado, Shakespeare por antisemita en Manhattan; del otro, Dickens, en el sur profundo, porque sus novelas resultan “perturbadoras” por su descarnada exposición del delito incubado en la miseria.
Si ya se empezó con sacar del escenario El mercader de Venecia, pronto llegaremos a ver Macbeth y El rey Lear depuradas para librarlas de toda alusión capaz de indignar a las blandas sensibilidades. Y corregir a Shakespeare será corregir el pasado, hacer potable la época isabelina para tranquilidad de las buenas conciencias.
Y detrás vendrá Rabelais para convertir a Gargantúa y Pantagruel en personajes comedidos. Y no se librará tampoco Cervantes. El lápiz rojo caerá implacable sobre la escena en que don Quijote queda haciendo penitencia cabeza abajo, con las nalgas al aire, que no está bien enseñar las partes pudendas del cuerpo; y las tantas veces que Sancho dice hideputa, borradas también, y condenado el mismo Sancho por antisemita, ¿pues, no dice: “y cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí y tratarme bien en sus escritos?”. El Gran Hermano te vigila.
 




















 

[ARCHIVO DEL BLOG] Erotismo y amor (I). [Publicada el 5 de octubre de 2009]










Sólo en el sentido más clásico del termino me atrevería a auto-calificarme como "filósofo", o lo que es lo mismo, como "amante de la sabiduría"; en mi caso, mero e incompetente admirador y aprendiz de ella. Supongo que algo influirá también mi paso por la UNED, mi "alma mater", cuyo bello lema, sacado del Libro de la Sabiduría (7, 24) dice, de la Sabiduría, que es lo que más mueve entre todas las cosas que se mueven (Omnibvs mobilibvs mobilior sapientia).
De mi incompetencia dan cuenta los sudores y escalofríos que me provoca enfrentarme para su comentario con un texto como el que ayer domingo [El Eros de Diotima. El País Semanal, 4/10/2009] y como colofón de un reportaje firmado por Julia Luzán sobre la exposición "Las lágrimas de Eros" que el Museo Thysen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid abren el próximo día 20 de octubre, publicaba en ese mismo número de la revista mi admirado maestro, el profesor y académico don Emilio Lledó.
Los textos de Lledó y Luzán, que pueden leer más arriba, me ha hecho recordar ese maravilloso diálogo, "El banquete" (Tecnos, Madrid, 1998), que Platón escribiera a finales del siglo V a.C. en Atenas, en el que una sacerdotisa llamada Diotima, que en el diálogo aparece como mentora y maestra del propio Sócrates, discurre con varios personajes masculinos sobre la naturaleza profunda del sentimiento amoroso.
Como dice el profesor Lledó, la verdad es que no importa mucho si el personaje de Diotima tuvo existencia real o fue un invento de Platón. Lo importante es que por primera y única vez un personaje femenino roba todo el protagonismo del diálogo a quien siempre ha sido el centro de atención de todos los platónicos, el propio Sócrates.
Llevado de mi "pasión", re-leo, o más bien re-exploro, "El banquete" platónico, pero también una obra capital, "Teoría de los sentimientos" (Tusquets, Barcelona, 2001), del admirado psiquiatra, profesor y también académico, Carlos Castilla del Pino, y su discurso ante la Real Academia titulado "Arquitectura de la vida humana" (Espasa-Calpe, Madrid, 2006), con motivo del Día de la Fundación Pro-Real Academia Española de ese año. Todo ello con el objeto de enmarcar una digresión adecuada a la importancia de lo comentado.
Al final, desisto, abrumado por mi propio sentimiento de incapacidad para enfrentarme a tal desafío. ¿Quién soy yo para glosar la función salvífica del amor que con tanta belleza expone Platón o analizan Lledó y Castilla del Pino, uno desde la filosofía y otro desde la psiquiatría?... Mejor lean el artículo y atrévanse con "El banquete". Seguro que disfrutan de ambos. HArendt












sábado, 15 de abril de 2023

De la necesidad de descansar

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la investigadora cultural Berta Ares, va de la necesidad de descansar. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.









El séptimo día
BERTA ARES YÁÑEZ
09 ABR 2023 - El Paísharendt.blogspot.com

El tiempo recrea incesantemente las posibilidades de la vida, escribió la filósofa Jeanne Hersch, en un ensayo reunido en Tiempo y música. La vida se da en el tiempo y en nuestra efímera duración gozamos, creamos, amamos y sufrimos.
Vivimos en el tiempo, sí, pero en el mundo. Al nacer, somos arrojados a este espacio de aparición en el que otras vidas han sido y actuado antes, y otras serán y actuarán después.
Experimentar el tiempo e intervenir sobre el mundo son dos fenómenos ineludibles y trascendentes. Sabedores de ello, los redactores bíblicos, receptores de muchos siglos de experiencia humana, dedicaron el séptimo día al descanso del Creador. Con ello, rindieron homenaje a la creación misma de la idea de descanso.
Puesto que los humanos del primer relato del Génesis, en el que Dios descansa, están hechos a Su imagen y semejanza (no como en el segundo, en el que Eva sale de una costilla), el reposo bien puede tener como objeto la imitación divina, esto es, mirar atrás, como Él, a la intervención realizada sobre el mundo y valorar su bondad.
Esta pausa del séptimo día, de una séptima parte de nuestras vidas, no tiene nada que ver con “recargar las pilas” o “desconectar” para ser más eficientes, sino más bien dejar que el mundo descanse, salvaguardarlo de nuestra continua intervención. Pero también proteger a la humanidad de ser esclava del reloj y de sí misma; regalarle un día de meditación, alegría y santidad.
Este sentido bíblico del descanso está hoy en peligro de extinción. Vivimos al servicio de un capitalismo voraz que encuentra en la tecnología a un poderoso aliado, un caballo de Troya capaz de penetrar en los rincones más íntimos de nuestras vidas, de provocar nuestra permanente actuación y movilizar nuestro ímpetu productivo y consumista.
Del arte del descanso y del sabbat tratan dos libros sobre los que Ezra Klein conversa en su pódcast (The New York Times) con la crítica cultural Judith Shulevitz, autora de uno de ellos; el otro es del fallecido rabino A. J. Heschel. El periodista y la autora charlan sobre la dimensión moral del tiempo y extraen una lección, idealista, sí, pero nada desdeñable: si encontráramos la manera adecuada de experimentar el tiempo, viviríamos mejor y el mundo sería más justo. Un ejemplo sencillo: las prisas nos impiden ayudar al prójimo, incluso cuando es alguien querido. La velocidad reduce las posibilidades de que nos paremos a echar una mano. No es una cuestión de bondad, es que la aceleración estrecha el mapa cognitivo: no vemos lo que pasa alrededor. Llevar cascos e ir mirando el móvil, reduce el tiempo disponible a mínimos.
Es difícil bajar el ritmo, sustancialmente impulsado por el neoliberalismo y el mal uso que hacemos de la tecnología. Si en Tiempos modernos (1936) Charles Chaplin reflejaba las condiciones laborales provocadas por la industrialización y la producción en cadena, casi un siglo despué, nos vemos trabajando noches, festivos y a demanda inmediata sin previo aviso debido a los llamados teléfonos inteligentes.
El descanso puede protegernos de convertirnos en bestias, salvaguardarnos de la esclavitud, de nuestra capacidad de autodestrucción. Con razón se empieza a reivindicar la necesidad de dislocar la lógica del rendimiento; a defender el derecho a la improductividad, a la calma, a no hacer nada. Una idea tan antigua como el descanso hoy se antoja radical, contracultural y urgente. Requiere una estructura social que lo facilite y lo proteja. Una atmósfera general y colectiva de reposo, en el ámbito físico y en el digital. Por más que cada vez son más las personas preocupadas por desconectar sus vidas del armazón tecnológico, práctica que se conoce como sabbat digital, aún queda trecho.
El tiempo es imperecedero, escribe Hersch, y nadie puede sustraerse a él. Es uno y el mismo siempre, escribe Ramón Andrés (La bóveda y las voces). En él el ser humano vive su exigua duración, que anhela eterna. La ciencia logrará alargar las vidas y estas seguirán siendo efímeras. No podemos incidir sobre el tiempo, pero sí buscar la manera de vivirlo mejor, sin violentarnos tanto.
El tiempo no, pero el mundo sí es nuestro negociado. Según la mística de Luria (compréndase que sus metáforas pueden atesorar siglos de experiencia humana), la creación del mundo tiene lugar con un retraimiento y desaparición de Dios. Olga Tokarczuk lo narra de forma bonita en Los libros de Jacob. De la imagen se infiere que al retirarse y desaparecer, el Creador legó el mundo a la humanidad. Es una explicación respaldada por la etimología: “mundo” y “desaparecer” (divino) comparten raíz en hebreo. Desde entonces, el acontecer del mundo y la salvación humana están unidos, dependen el uno del otro.
Todo lo que creamos y amamos lo devora el curso del tiempo, es cierto, pero nada anula lo vivido, y a la vez, el tiempo recrea incesantemente las posibilidades de nuevas vidas. Está en nuestras manos que esta tierra las acoja.





























[ARCHIVO DEL BLOG] Patriotas, corruptos y desvergonzados. [Publicada el 18/10/2013]









¡Ah, la diosa Fortuna, siempre veleidosa!... Parece que hoy le ha jugado una mala pasada a la secretaria general del partido popular español, a toda la dirección presente, pasada y futura del mismo, y por supuesto, a ese gobierno que tan bien le cae al señor Botín; por algo será pienso yo. Pero mejor dejémoslo así para no incurrir en posible delito de injurias, como El País en su día por publicar los "papeles de Bárcenas". 
Desconfío, por decirlo suavemente, de todos aquellos que hablan de Dios o la Patria en primera persona y en mayúsculas, poniéndolos siempre por delante como justificación de sus acciones. Me dan miedo. Y me repelen. Desde luego mi antipatriotismo no llega a los límites de exacerbación que reflejaba el escritor y académico Javier Marías en un artículo, justamente de hace cinco años -19 de octubre de 2008, lo que ya es casualidad- en El País Semanal, titulado "Cómo se llamará esta afección". Me pareció excesivo; desgarrador en todo caso. Aunque comparto con él ese sentimiento de "patriotismo negativo" al que alude en su texto: aquel que nos hace avergonzarnos de muchos de nuestros compatriotas y de muchas de las cosas que se han hecho y dejado de hacer en nombre de la patria.
Leyéndolo he recordado un libro del también escritor e ilustre filósofo, Fernando Savater, que me impresionó sobremanera cuando lo leí por su atrevimiento y la dureza de sus planteamientos contra el propio concepto de nación. Se titulaba "Contra las patrias" (Tusquets, Barcelona, 1987), y no se si don Fernando seguirá sosteniendo lo que en el decía contra "todas" las patrias".
También ignoro si Javier Marías ha leído la biografía de Hannah Arendt, escrita por la periodista y escritora francesa Laure Adler: "Hannah Arendt". (Destino, Barcelona, 2006). Pero tengo la sospecha de que sí. Al menos si nos llevamos de la sorprendente coincidencia, casi literal, entre lo que escribe Marías sobre el "amor patrio" y lo que pone Laure Adler en boca de su biografiada, sobre ese mismo concepto de amor a la patria, o al pueblo...
Dice Marías: "Siempre me ha costado mucho entender el patriotismo. Las proclamas del tipo "Amo España" (o Inglaterra, Escocia, Italia, Cataluña o Galicia, lo mismo da) me han sonado falsas y huecas, además de inverosímiles, porque nadie está capacitado para "amar" así, en bloque, un país entero, menos aún una metáfora o un concepto. Uno ama, como mucho, a unas cuantas personas a lo largo de su vida, sin que nos importen su lugar de nacimiento ni la lengua que hablen."
Y esto es lo que dice Hannah Arendt (pág. 426) en la biografía escrita por Laure Adler cuando la reprochan que no muestre su apoyo a Israel cueste lo que cueste: "Tiene usted toda la razón: no me anima ningún amor de esa clase, y eso por dos motivos: jamás en toda mi vida he amado a ningún pueblo, a ninguna colectividad; ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al norteamericano, ni a la clase obrera, ni nada de todo eso. Yo amo únicamente a mis amigos y la sola clase de amor que conozco y en la que creo es en el amor por las personas."
¿Plagio inocente e inadvertido? Es lo más posible. No me preocupa. Como Marías, yo también me pregunto como se llamará "esa afección que nos hace incapaces de enorgullecernos junto a la capacidad de avergonzarnos por lo ajeno vecino". En todo caso, como él, estoy seguro de que no somos los únicos españoles que la padecemos.
Mi paisano Nicolás Estévanez (1838-1914), militar, conspirador, republicano ferviente, político prestigioso, y sobre todo un gran poeta, escribió unos hermosísimos versos sobre el mito de la patria, que el gran don Miguel de Unamuno, censuró con sorna. Se titulan "La sombra del almendro", y ya los he traído en ocasiones anteriores al blog. Les dejo con ellos.

LA SOMBRA DEL ALMENDRO

La patria es una roca,
la patria es una fuente,
la patria es una senda y una choza.

Mi patria no es el mundo;
mi patria no es Europa;
mi patria es de un almendro
la dulce, fresca, inolvidable sombra.

A veces por el mundo
con mi dolor a solas
recuerdo de mi patria
las rosadas, espléndidas auroras.

A veces con delicia
mi corazón evoca,
mi almendro de la infancia,
de mi patria las peñas y las rocas.

Y olvido muchas veces
del mundo las zozobras,
pensando de las islas
en los montes, las playas y las olas.

A mi no me entusiasman
ridículas uotpías,
ni hazañas infecundas
de la razón afrenta, y de la Historia.

Ni en los Estados pienso
que duran breves horas,
cual duran en la vida
de los mortales las mezquinas obras.

A mi no me conmueven
inútiles memorias,
de pueblos que pasaron
en épocas sangrientas y remotas.

La sangre de mis venas,
a mi no se me importa
que venga del Egipto
o de las razas céltica y godas.

Mi espíritu es isleño
como las patrias rocas,
y vivirá cual ella
hasta que el mar inunde aquellas costas.

La patria es una fuente,
la patria es una roca,
la patria es una cumbre,
la patria es una senda y una choza.

La patria es el espíritu,
la patria es la memoria,
la patria es una cuna,
la patria es una ermita y una fosa.

Mi espíritu es isleño
como las patrias costas,
donde la mar se estrella
en espumas rompiéndose y en notas.

Mi patria es una isla,
mi patria es una roca,
mi espíritu es isleño
como los riscos donde vi la aurora...

Sean felices, por favor, y como decía Sócrates: "Ιωμεν", vámonos. Tamaragua, amigos. HArendt