lunes, 4 de mayo de 2020

[SONRÍA, POR FAVOR] Es lunes, 4 de mayo





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...






















La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

domingo, 3 de mayo de 2020

[ESPECIAL DOMINICAL] Lectores




Dibujo de Fernando Vicente para El País


El hermano Justiniano me enseñó a leer, comenta en el Especial dominical de hoy [El hermano Justiniano. El País, 5/4/2020] el escritor Mario Vargas Llosa, y por eso lo recuerdo con gratitud. Un buen lector es el ciudadano ideal de una democracia: nunca se conforma con aquello que tiene. Sin esos inconformes sería imposible el progreso verdadero. 

"Recuerdo con exactitud -comienza diciendo Vargas Llosa- las diez cuadras que había entre la casa de los Llosa, en la calle de Ladislao Cabrera, y el colegio de La Salle. Yo tenía cinco años y, sin duda, estaba muy nervioso. Ese día, mi primer día de colegio, las recorrí con mi madre que, incluso, me acompañó hasta el aula y me dejó en manos del hermano Justiniano. Este me presentó a quienes serían mis amigos cochabambinos desde entonces: Artero, Román, Gumucio, Ballivián. Al más querido de ellos, Mario Zapata, el hijo del fotógrafo que había documentado todas las bodas y primeras comuniones de la ciudad, lo matarían de una puñalada, años después, en una picantería de Cala-Cala. Como era el niño más pacífico del mundo, siempre he pensado que su horrible muerte fue por defender el honor de una muchacha.

El hermano Justiniano era un ángel caído en la tierra. Tenía los cabellos blancos y unos ojos dulces y entrañables. Nos tomaba de la mano y con él cantábamos y bailábamos rondas repitiendo el abecedario y las conjugaciones, y así, jugando, a los seis meses sabíamos leer. El cartero depositaba cada semana cuatro revistas en la casa, tres argentinas y una chilena: Leoplán, para el abuelo Pedro, Para Ti, que leían la abuelita Carmen, la Mamaé, mi mamá y la tía Lala, y, para mí, Billiken y El Peneca. Esperaba esas revistas como maná del cielo y las leía de principio a fin, incluidos los avisos.

Mi mamá tenía un profesor de guitarra y era una lectora empedernida. Me prestó El árabe y El hijo del árabe, pero me tenía prohibido que leyera Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda, un libro azul de letras amarillas que escondía en su velador y releía en las noches: entre bostezos, yo la oía. Por supuesto que lo leí, a escondidas, y allí había unos versos que, yo estaba seguro (“Mi cuerpo de labriego salvaje te socava / y hace saltar el hijo del fondo de la tierra”), eran pecado mortal.

Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida y, por eso, siempre recuerdo con gratitud al hermano Justiniano y las rondas entre las carpetas cantando y bailando mientras memorizábamos las conjugaciones. Debido a la lectura, ese mundo pequeñito de Cochabamba se volvió el universo. Gracias a los signos que convertía en palabras y en ideas, viajaba por el planeta y podía, incluso, retroceder en el tiempo y convertirme en mosquetero, cruzado, explorador, o viajar por el espacio hacia el futuro en naves silenciosas. Mi mamá dice que la primera manifestación de lo que, con los años, sería una vocación literaria, fue que, cuando los finales de los cuentos y novelas que leía no me gustaban, con mi letra torpe de entonces los cambiaba. Yo no lo recuerdo, pero sí las horas que me pasaba leyendo cada día, después de volver de La Salle y tomar mi vaso de leche fría con canela, mi alimento preferido. El abuelito Pedro se burlaba de mí: “Para el poeta la comida es prosa”. Pero yo no escribía versos todavía en Cochabamba; eso vendría luego, en Piura.

Ahora que, por culpa del coronavirus y el aislamiento forzoso al que estamos sometidos los madrileños, leo desde el amanecer hasta el anochecer, diez horas diarias en un estado de felicidad absoluta (morigerada por el miedo a la plaga), aquellos días cochabambinos vuelven a mi memoria con los fantasmas borrosos de las primeras lecturas que me devuelve el subconsciente: la orgullosa Diana Mayo caía rendida en brazos de su secuestrador Ahmed ben Hassan en los desiertos de Argelia; el espadachín que nació en una celda y, como los gatos, veía en la oscuridad; el Judío Errante y su peregrinación incesante por el mundo. Los niños de entonces —por lo menos en Cochabamba— no leíamos tiras cómicas sino libros, y, sin duda, por eso jamás contraje la adicción al Pato Donald o al Ratón Mickey ni a Popeye, el marinero musculoso. Pero sí a Tarzán y a Jane, con los que volé, de árbol en árbol, por las selvas del África.

En la biblioteca con telarañas de la Universidad de San Marcos leí mi primera obra maestra: el Tirant lo Blanc, en la edición de Martín de Riquer de 1948. Antes todavía, cuando cadete del Leoncio Prado, devoré la serie de los mosqueteros de Alejandro Dumas, y soñaba con D’Artagnan todas las noches.

Nada me ha dado tanto placer y felicidad como los buenos libros; nada me ha ayudado tanto como ellos a sortear los momentos difíciles. Sin la literatura me habría suicidado en ese periodo atroz en que supe que mi padre estaba vivo, cuando me llevó a vivir con él y me hizo descubrir la soledad y el miedo. William Faulkner me cambió la vida en plena adolescencia; lo leí con lápiz y papel para identificar sus cambios de narrador, los saltos temporales, los remolinos de esa prosa que mezclaba personajes, tiempos y lugares y aparecía, de pronto, en la novela un reordenamiento de la historia todavía mejor que el cronológico.

Para leer a Sartre, Camus, Merleau-Ponty, Simone de Beauvoir y demás colaboradores de Les Temps Modernes, aprendí francés, e inglés para entender a Hemingway, a Dos Passos, a Orwell y a Virginia Woolf, y descifrar el Ulises de Joyce (lo conseguí a la tercera vez). En una cabañita de Perros-Guirec, en Bretaña, en el verano de 1962 leí el tomo de La Pléiade dedicado a Tolstói y desde entonces Guerra y paz me parece la cumbre de la novelística, con el Quijote y Moby Dick. Entre las del siglo XX, nadie ha superado, a mi juicio, La condición humana, de Malraux, con excepción de La montaña mágica de Thomas Mann. En París, el primer día que llegué, en agosto de 1959, descubrí a Flaubert y me pasé toda la noche, en el Wetter Hotel, leyendo Madame Bovary. Fue para mí el más fructífero de los descubrimientos: gracias a Flaubert supe el escritor que quería ser y el que no quería ser.

Las buenas lecturas no sólo producen felicidad; enseñan a hablar bien, a pensar con audacia, a fantasear, y crean ciudadanos críticos, recelosos de las mentiras oficiales de ese arte supremo del mentir que es la política. La vida que no vivimos podemos soñarla, leer los buenos libros es otra manera de vivir, más libre, más bella, más auténtica. Esa vida alternativa tiene, además, la suerte de estar fuera del alcance de las plagas demoníacas que aterraron siempre a los seres humanos porque en ellas veían a los diablos, que, a diferencia de los enemigos de carne y hueso, eran difíciles de derrotar.

Un buen lector es el ciudadano ideal de una sociedad democrática: nunca se conforma con aquello que tiene, siempre aspira a más o a cosas distintas de las que le ofrecen. Sin esos inconformes sería imposible el progreso verdadero, el que, además de enriquecer la vida material, aumenta la libertad y el abanico de elecciones para ajustar la vida propia a nuestros sueños, deseos e ilusiones. Karl Popper tenía razón: nunca hemos estado mejor que ahora (en los países libres, se entiende).

El coronavirus ha resucitado la barbarie en lo que creíamos la civilización y la modernidad. Hemos visto en Madrid cosas horribles, como en las residencias: ancianos abandonados al parecer por cuidadores que no tenían mascarillas ni remedios ni ayuda alguna. Los muertos conviviendo con los vivos, durmiendo en las mismas camas. El horror siempre supera al horror, no importa el tiempo histórico. Aun así, con toda la ruina económica y social que traerá al país esta plaga inesperada, si, luego de sobrevivir a ella, hay en España un millón más de españoles, o por lo menos cien mil, ganados a la buena lectura gracias a la cuarentena forzada, los demonios de la peste habrán hecho un buen trabajo".

El Especial de cada domingo no es un A vuelapluma diario más, pero se le parece. Con un poco más de extensión, trata lo mismo que estos últimos, quiza con mayor profudidad y rigor. Y lo subo al blog el último día de la semana pensando en que la mayoría de nosotros gozará hoy de más sosiego para la lectura.




El escritor Mario Vargas Llosa


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[TRIBUNA DE PRENSA] Lo mejor de la semana. Mayo, 2020 (I)





Les dejo los artículos de opinión que  durante la semana pasada he ido subiendo diariamente al blog en la columna Tribuna de prensa y en las diversas secciones del mismo. Dicen que elegir es descartar, así que asumo la responsabilidad de su elección, pero como dijo Hannah Arendt, espero que les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. Se los recomiendo encarecidamente. Son estos:

Álvarez, Carol: La banda sonora del confinamiento. El Periódico


Desde los enlaces siguientes pueden acceder a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España, Europa y el mundo, actualizados permanentemente:

The Washington Post
NRC 
Time 
Life 

Y desde estos otros a algunos de los Especiales publicados en el blog a lo largo del tiempo:

El mapa de la edad en España municipio a municipio
El mapa de la mortalidad en España municipio a municipio
Mensaje del Rey a la nación sobre la crisis del coronavirus
El Rey abre la XIV legislatura de las Cortes Generales
El Rey en Jerusalén: Hay que estar alerta ante el resurgir del odio
Los 10 retos que marcarán la tecnología en 2020
PSOE y UP presentan su programa para un gobierno de coalición
Naciones Unidas declara a Canarias como lugar de excelencia climática
Los libros que marcarán 2020
Los quince escándalos televisivos que han marcado la década
Programa de gobierno de la coalición PSOE-UP. Diciembre, 2019
Resolución de la Abogacía del Estado al recurso de Oriol Junqueras
Mensaje de Navidad de S.M. el Rey. Diciembre de 2019
Las mejores imágenes de los fotógrafos de El País en 2019
Los retos que marcarán la tecnología en 2020
Los 50 mejores libros de 2019
Las mejores imágenes de los fotógrafos de todo el mundo en 2019
La España cabreada es un país feliz
Sentencia del TJUE sobre la inmunidad de Oriol Junqueras
El Museo del Prado cumple 2 siglos
Ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Gerona 2019
Catorce viñetas inéditas de Forges. 
El mapa del voto en España, calle a calle. Elecciones noviembre 2019
Texto íntegro de la sentencia del caso ERE
La justicia funciona en España, vídeo de Foro Europa Ciudadana
Texto del acuerdo PSOE-UP para un gobierno de coalición
Elecciones generales, noviembre 2019. El debate de los líderes. RTVE
Los delitos del "procès". Documental de El País
Ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2019
Texto de la sentencia del Tribunal Suoremo sobre el "procés"
Risco Caído y las Montañas de Gran Canaria, Patrimonio de la Humanidad
Solitarios en El Prado. Un viaje de 200 años
Ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2019 a Ida Vitale
Discurso del rey Felipe VI en la clausura del Congreso Mundial de Juristas
Mensaje de Navidad, 2018,  de S.M. el rey Felipe VI
Celebración institucional del 40 aniversario de la Constitución

Y para terminar, la foto astronómica del día de la NASA, que representa un mensaje retransmitido desde la Tierra. El mensaje presentado se transmitió desde la Tierra hacia el cúmulo estelar globular M13 en 1974. Desde el observatorio de Arecibo, que todavía es uno de los radiotelescopios más grandes del mundo, se envió una cadena de 1 y 0 que representa el diagrama. Este intento de comunicación extraterrestre fue principalmente ceremonial: la humanidad regularmente transmite señales de radio y televisión al espacio accidentalmente. Incluso si se recibiera este mensaje, M13 está tan lejos que tendríamos que esperarcasi 50,000 años para escuchar una respuesta. El mensaje presentado ofrece algunos hechos simples sobre la humanidad y su conocimiento: de izquierda a derecha hay números del uno al diez, átomos que incluyen hidrógeno y carbono , algunas moléculas interesantes, ADN , un ser humano con descripción, conceptos básicos de nuestro Sistema Solar y conceptos básicos, del telescopio emisor. Actualmente se están llevando a cabo varias búsquedas de inteligencia extraterrestre, incluida una en la que puede usar la computadora de su hogar.



Un mensaje de la Tierra (1974)



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