jueves, 12 de septiembre de 2019

[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy jueves, 12 de septiembre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo escaso sentido del humor, así que aprecio la sonrisa ajena, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada, iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...





















La reproducción de artículos firmados en el blog no implica compartir su contenido, pero sí, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 11 de septiembre de 2019

[CUENTOS PARA ADULTOS] Hoy, con "En la puerta del Cielo", de Vicente Blasco Ibáñez



Barraca tradicional en Alboraya, Valencia




El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie "Cuentos para adultos" con el titulado En la puerta del Cielo, de Vicente Blasco Ibáñez  (1867-1928), escritor, periodista y político español. Dividió su vida entre la política, el periodismo, la literatura y el amor a las mujeres, de las que era un admirador profundo, tanto de la belleza física como de las características psicológicas de estas. Se definía como un hombre de acción, antes de como un literato. Escribía con inusitada rapidez. Era entusiasta de Miguel de Cervantes y de la historia y la literatura españolas. Amaba la música tanto o más que la literatura. Wagner le apasionaba, su apoteósica música exaltaba su viva imaginación y soñaba con los dioses nórdicos y los héroes mitológicos como Sigfrido, nombre que más tarde pondría a uno de sus cuatro hijos. En su obra Entre naranjos, nos deleita con el simbolismo de las óperas del célebre compositor. En una reunión típica de la época, en que los jóvenes se reunían para hablar de música y literatura y recitaban poesías, conoce a la que sería su esposa y madre de sus hijos, María Blasco del Cacho. Conservó, a pesar de sus correrías por el mundo, una villa en la Playa de la Malvarrosa de Valencia, en donde debatía con los intelectuales y amigos de su época. Esta villa actualmente restaurada es la Casa-Museo Vicente Blasco Ibáñez. Les dejo con su relato.


EN LA PUERTA DEL CIELO
por 
Vicente Blasco Ibáñez


Sentado en el umbral de la puerta de la taberna, el tío Beseroles, de Alboraya, trazaba con su hoz rayas en el suelo, mirando de reojo a la gente de Valencia que, en derredor de la mesilla de hojalata, empinaba el porrón y metía mano al plato de morcillas en aceite.

Todos los días abandonaba su casa con el propósito de trabajar en el campo; pero siempre hacía el demonio que encontrase algún amigo en la taberna del Ratat, y vaso va, copa viene, lanzaban las campanas el toque de mediodía, si era de mañana, o cerraba la noche sin que él hubiese salido del pueblo.

Allí estaba en cuclillas, con la confianza de un parroquiano antiguo, buscando entablar conversación con los forasteros y esperando que le convidasen a un trago, con las demás atenciones que se usan entre personas finas.

Aparte de que le gustaba menos el trabajo que la visita a la taberna, el viejo era un hombre de mérito. ¡Lo que sabía aquel hombre, Señor!… ¿Y cuentos?… Por algo le llamaban Beseroles (Abecedario) porque no caía en sus manos un trozo de periódico que no lo leyera de principio a fin, cantando las palabras letra por letra.

La gente lanzaba carcajadas oyendo sus cuentos, especialmente aquellos en los que figuraban capellanes y monjas; y el Ratat, detrás del mostrador, reía también, contento de ver que los parroquianos, para celebrar los relatos, le hacían abrir las espitas con frecuencia.

El tío Beseroles, agradeciendo un trago de la gente de Valencia, deseaba contar algo, y apenas oyó que uno nombraba a los frailes, se apresuró a decir:

-¡Esos sí que son listos!… ¡Quien se la dé a ellos…! Una vez un fraile engañó a san Pedro.

Y animado por la curiosa mirada de los forasteros, comenzó su cuento.

Era un fraile de aquí cerca, del convento de San Miguel de los Reyes; el padre Salvador, muy apreciado de todos por lo listo y campechano.

Yo no lo he conocido, pero mi abuelo aún se acordaba de haberlo visto cuando visitaba a su madre y con las manos cruzadas sobre la panza esperaba el chocolate a la puerta de la barraca. ¡Qué hombre! Pesaba sus diez arrobas; cuando le hacían hábito nuevo, entraba en él toda una pieza de paño; visitaba al día once o doce casas, tragándose en cada una sus dos onzas de chocolate, y cuando la madre de mi abuelo le preguntaba:

-¿Qué le gusta más, padre Salvador: unos huevecitos con patatas o unas longanizas de la conserva?

Él contestaba con una voz que parecía ronquido:

-Todo mezclado; todo mezclado.

Así estaba él de guapo y rozagante. Por allí donde pasaba parecía regalar su salud, y la prueba era que todos los chiquilines que nacían en este contorno presentaban sus mismos colores, su cara de luna llena y un morrillo que lo menos tenía tres libras de manteca.

Pero todo es malo en este mundo: pasar hambre o comer demasiado; y un día, al anochecer, el padre Salvador, viniendo de un hartazgo para solemnizar el bautizo de cierta criatura que tenía toda su estampa, ¡cataplum!, dio un ronquido que puso en alarma a toda la comunidad, y reventó como un odre, aunque sea mala comparación.

Ya tenemos a nuestro padre Salvador volando por el aire como un cohete, en busca del cielo, pues no tenía duda de que allí estaba el sitio de un fraile.

Llegó ante una gran puerta, toda de oro, claveteada de perlas, como las que saca en las agujas de su peinado la hija del alcalde cuando es clavariesa de la fiesta de las solteras.

-¡Toc, toc, toc!…

-Quién es -preguntó desde dentro una voz de viejo.

-Abra, señor san Pedro.

-¿Y quién eres tú?

-Soy el padre Salvador, del convento de San Miguel de los Reyes.

Se abrió un ventanillo y asomó la cabeza del bendito santo, pero soltando bufidos y lanzando centellas por sus ojos a través de los anteojos. Porque han de saber ustedes que el santo apóstol, como es tan viejo, está corto de vista.

-¡Che, poca vergüenza! -gritó hecho una furia-. ¿A qué vienes aquí? ¡Me gusta tu confianza!… ¡Arre allá, poca honra, que aquí no está tu puesto!…

-Vamos, señor san Pedro: abra, que se hace de noche. Usted siempre está de broma.

-¿Cómo de broma?… Si cojo una tranca, vas a ver lo que es bueno, descarado. ¿Crees acaso que no te conozco, demonio con capucha?…

-Haga el favor, señor Pedro: sea bueno para mí. Pecador y todo, ¿no tendrá un puestecito libre, aunque sea en la portería?

-¡Largo de aquí! ¡Miren qué prenda! Si te permitiera entrar, en un día te zamparías nuestra provisión de tortitas con miel, dejando en ayunas a los angelitos y los santos. Además, tenemos aquí no sé cuántas bienaventuradas que aún están de buen ver, y ¡valiente ocupación me caería a mi edad: ir siempre detrás de ti, sin quitarte ojo!… Márchate al infierno o acuéstate al fresco en cualquier nube… Se acabó la conversación.

El santo cerró furiosamente el ventanillo, y el padre Salvador quedó en la oscuridad, oyendo a lo lejos los guitarros y las flautas de los angelitos, que aquella noche obsequiaban con albaes a las santas más guapas.

Pasaban las horas y nuestro fraile pensaba ya en tomar el camino del infierno, esperando que allí le recibirían mejor, cuando vio salir de entre dos nubes, aproximándose lentamente, una mujer tan grande y gorda como él, que caminaba balanceándose, empujando su tripa, hinchada como un globo.

Era una monjita que había muerto de un cólico de confituras.

-Padre -dijo dulcemente al frailote, mirándole con ojos tiernos-, ¿qué, no abren a estas horas?

-Aguarda; ahora entraremos.

¡Lo que discurría aquel hombre! En un momento acababa de inventar una de sus marrullerías. Ya saben ustedes que los soldados que mueren en la guerra entran en el cielo sin obstáculo alguno. Si no lo sabían, ya lo saben. Los pobres entran tal como llegan, hasta con botas y espuelas; pues algún privilegio merece su desgracia.

-Échate las faldas a la cabeza -ordenó el fraile.

-¡Pero…, padre mío! -contestó escandalizada la monjita.

-Haz lo que te digo y no seas tonta – gritó el padre Salvador con autoridad-. ¿Quieres disputar conmigo, que tengo tantos estudios? ¿Qué sabes tú del modo de entrar en el cielo?

Obedeció la monja, ruborizada, y en la oscuridad comenzó a lucir una circunferencia enorme y blanca, como si hubiese aparecido la luna.

-Ahora, aguántate firme.

Y, de un salto, el padre Salvador púsose a horcajadas sobre el lomo de su compañera.

-Padre…, ¡que pesa mucho! -gemía, sofocada, la pobrecita.

-Aguanta y da saltitos; ahora mismo entramos.

San Pedro que estaba recogiendo las llaves para irse a dormir, vio que tocaban en la puerta.

-¿Quién es?

-Un pobre soldado de Caballería -contestó con voz triste-. Me acaban de matar peleando contra los infieles, enemigos de Dios, y aquí vengo sobre mi caballo.

-Pasa, pobrecito, pasa -dijo el santo, abriendo media puerta.

Y vio en la sombra al soldado dando talonazos a su corcel, que no sabía estarse quieto. ¡Animal más nervioso! … Varias veces intentó el venerable portero buscarle la cabeza, pero fue imposible. Dando saltos, le presentaba siempre la grupa, y, al fin, el santo, temiendo que le soltara un par de coces, se apresuró a decir, acariciando con palmaditas aquellas ancas finas y gruesas:

-Pasa, soldadito, pasa adelante y veas de aquietar a esta bestia.

Y mientras el padre Salvador se colaba cielo adentro sobre la grupa de la monja, san Pedro cerró la puerta por aquella noche, murmurando con admiración:

-¡Rediós, y qué batalla están dando allá abajo! ¡Qué modo de pegar! A la pobre jaca no le han dejado… ni el rabo.


FIN






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El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo escaso sentido del humor, así que aprecio la sonrisa ajena, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada, iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...


















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martes, 10 de septiembre de 2019

[A VUELAPLUMA] La cara invisible del horror




Rafael Alberti y María Teresa León


Qué puedo deciros del señor Stalin? Es un hombre al que uno puede dirigirse como si le conociese. Se convierte en vuestro amigo en cuanto os ha estrechado la mano...”. Moscú, 1934. María Teresa León y Rafael Alberti visitan la Unión Soviética, y todo lo que ven les encanta, como explica ella en su libro El viaje a Rusia de 1934, comenta la escritora Laura Freixas. Stalin es “sencillo y paternal”, y en la URSS, “el bienestar aumenta día tras día”. Las fábricas huelen “a jardín”, “las jóvenes obreras parecen perfumadas de té”; los proletarios citan a Dante en italiano; los escaparates están llenos. “‘¡Del plan quinquenal!’, nos repite una muchacha enseñándonos sus medias de seda”... Por la misma época, otra escritora, Yevguenia Yaroslávskaia-Markón, nacida casi a la vez que María Teresa, a principios de siglo, conoce también la Unión Soviética. Ella mejor, porque es rusa. Y lo que relata tiene poco que ver. Markón se entusiasmó con los bolcheviques, pero pronto se desengañó. Hija de un profesor universitario, optó deliberadamente por el hampa, convencida de que mendigos, prostitutas, delincuentes, eran los auténticos revolucionarios. Y con ellos vivió, dedicándose al hurto, hasta que fue detenida y enviada a las remotas islas Solovetsky. Insumisa se titula su breve autobiografía, febrilmente redactada pocos días antes de que la fusilaran, en 1931, a los 29 años. Es un libro aterrador. Tan aterrador como edulcorado el de la española.

Leer esos dos libros, lo que acabo de hacer con ocasión de un viaje a Rusia, me ha dejado pensativa. Lo que pasaba en la URSS ¿puede estarnos pasando? ¿Hay una parte flagrante de la realidad que está ante nuestros ojos y, sin embargo, no vemos, como esos historiadores romanos que al retratar su siglo pasaron por alto lo más importante que estaba sucediendo: la aparición de una nueva secta en torno a un tal Jesucristo?...

Desde luego, nos contesta Stephan Lessenich en otro libro que he leído este verano. No veis el coste, para el tercer mundo y para el planeta, de vuestro estilo de vida: de vuestro consumo, de vuestra paz, incluso de vuestra igualdad, asegura en su ensayo La sociedad de la externalización... Al cerrarlo, una no puede evitar imaginarse a sus nietas preguntándole algún día lo mismo que una le pregunta men­talmente a León y a Alberti al terminar El viaje a Rusia de 1934: ¿de verdad no visteis la otra ­cara?





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[ARCHIVO DEL BLOG] Zafón y Brown no son Esquilo y Virgilio (Publicada el 10/12/2008)



Los escritores Carlos Ruiz Zafón y Dan Brown


Ya lo dicho en ocasiones anteriores, pero no me importa repetirme: en Occidente, después de la cultura greco-latina, casi todo lo demás es mera paráfrasis. La frase es mía y la cedo gustoso sin copyright. No soy el único que lo piensa... Por ejemplo, el poeta y escritor Luis Antonio de Villena, se pregunta en El País de hoy el porqué Rajoy o Zapatero nunca citan a Séneca, Cicerón, Platón o Herodoto, que tanto tienen que enseñar al hombre de nuestros días... No da ninguna respuesta a su pregunta, pero si adelanta una conclusión que comparto: estamos creando una sociedad "en la que hay una minoría cultural muy alta y una inmensa mayoría cada vez más inculta (.../...) con una democracia empobrecida en la que los ciudadanos no tienen capacidad de respuesta".

Si la literatura que consumimos es un índice del grado de cultura de una sociedad, creo percibir presagios de tormenta. Permítaseme un símil, y no es nada personal pues he leído con gusto tanto "La sombra del viento" como "El Código Da Vinci", pero comparar a Carlos Ruíz Zafón o Dan Brown, sus autores respectivos, con Esquilo o Virgilio, es como comparar el "tachum-tachum" de la música "bakalao" con el "Don Giovanni" de Mozart. Desde luego, en un sentido lato lo que hacen los Zafón y Brown son tan literatura como las obras inmortales de Esquilo y Virgilio, y tan música es el "tachum-tachum" como la ópera más excelsa... Y claro está que siempre será preferible leer un super-ventas a no leer nada; o escuchar el "tachum-tachum" a no disfrutar del placer de la música, pero en ambos casos, ese debería ser sólo el primer paso en la búsqueda y encuentro de la excelencia literaria y musical. Aunque sobre gustos no haya nada escrito... Disfruten del artículo de Villena. Es bastante más serio que mi digresión, un tanto a vuela pluma y con cierta dosis de mala leche, producto del desencanto... HArendt



http://eiron2k.files.wordpress.com/2008/02/rajoy_vs_zapatero.jpg
Rajoy y Zapatero, a lo suyo...


"¿Por qué Rajoy o Zapatero nunca citan a Cicerón?", por Luis Antonio de Villena

El poeta y ensayista recopila una selección del saber grecolatino en 'Biblioteca de clásicos para uso de modernos'. El escritor Luis Antonio de Villena, que ha recogido en una especie de "diccionario personal" el fértil mundo de la Antigüedad de griegos y latinos, ha confesado hoy su inquietud porque Rajoy o Zapatero nunca citan a Séneca o a Cicerón. "¡Quizás sea pudor para exhibir su inmensa cultura!", señala con sorna el poeta (Madrid, 1951), autor de un sugestivo título: Biblioteca de clásicos para uso de modernos, un encargo de la editorail Gredos, el sello más prestigioso sobre la literatura grecolatina.

"El objetivo es suplir en lo posible la pérdida del estudio de los clásicos, incentivar la investigación de ese mundo, que es la base de toda la cultura occidental", explica el escritor, convencido de que sin esos clásicos "seríamos muy otra cosa de lo que somos. Ya de colegial, De Villena se interesaba por la Antigüedad, y ahora destaca la "genuina modernidad y ancho humanismo" de esos grecorromanos, cuya "gran pluralidad moral" recalca, que nos ayudaría a construir "un futuro más hedonista y feliz".

Época de libertad moral. "Entonces, quien quería suicidarse hasta recibía ayuda, y el caso más conocido es el de Séneca. La eutanasia, la libertad sexual, la libertad de religiones y de opciones funcionaron muy bien en la Antigüedad clásica, y es bueno saberlo", sostiene. Precisa que, si "en política no había libertad, porque sobre todo en Roma mandaba el Emperador, en moral sí la había, con muchas religiones hasta que irrumpió el cristianismo, rama herética del judaísmo que derivó en el ataque a los paganos, los otros, hasta la idea de unir Estado y religión".

De Villena cree que "se conocen poco los casos de mártires paganos", como cuando en la Alejandría del siglo IV d. C. un obispo muy bruto lanzó a la calle a una masa de cristianos, que mataron a la filósofa Hipatia sólo porque enseñaba neoplatonismo y matemáticas". Recuerda la "saña especial" de los cristianos contra Epicuro, porque enseñaba placer, "pero lo entendieron mal, porque él hablaba de una forma de vida, del placer como sentimiento oculto de la vida". "Solo vieron placer sexual a secas y se pusieron como energúmenos", explica de Villena, que reclama "el alma" de Platón.

Que los políticos lean a los griego. En su opinión, "los modernos son los que mejor debieran conocer a los clásicos", y por eso le inquieta "la incultura de los políticos", a los que culpa del "gravísimo atraso" que sufre España en el terreno cultural. "Esperanza Aguirre está contentísima porque aprendió inglés y cree que con eso puede ir por el mundo como una viajera", recrimina guasón a la presidenta de la Comunidad de Madrid, entre otros gobernantes, a los que aconseja buscar fundamento en la Antigüedad y orientarse "leyendo a los griegos".

En su diccionario abundan los escritores, pero hay filósofos, historiadores, militares, políticos, poetas y dramaturgos, hasta más de medio centenar de nombres, desde el emperador Adriano, nacido el año 76 de nuestra era, hasta el poeta Virgilio, cuya llegada al mundo se sitúa en el año 70 a.C., aunque su lectura no requiere ni ése ni otro orden. El libro incluye otras entradas temáticas como "Biblioteca de Alejandría", "Biógrafos e Historiadores latinos", "Grafitos pompeyanos", "Mimos y pantomimas" y hasta un apartado sobre "Homosexualidad griega".

"Es curioso que los griegos antiguos consideraron la pederastia como una institución típicamente helénica", escribe, y recuerda que Herodoto en Los nueve libros de la Historia declaró que los persas copiaron a los griegos "las relaciones amorosas con muchachos". De Villena no duda de qué personajes se traería a la situación actual: a Platón y a Cicerón. "Los dos eran grandes escritores y pensadores y sería interesante verlos reaccionar, con sus distintas perspectivas, ante nuestro complicado y empobrecido mundo contemporneo".

Porque la multiplicación de conocimientos, "el que uno invente el ordenador y el resto lo use sin saber cómo funciona", ha derivado -señala- en "una minoría cultural muy alta y una inmensa mayoría cada vez más inculta". "Un problema que va unido a la libertad -recalca-, a la capacidad de protestar, de rebelarse o hacer oposición, porque sin generar ideas, sin saberlas argumentar, defender, ni enriquecer, el resultado es estar sometido". "Y esto es lo que tenemos -concluye-, una democracia empobrecida en la que los ciudadanos no tienen capacidad de respuesta". (El País, 10/12/08)



El poeta Luis Antonio de Villena



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