El concepto de "nación" no es un concepto unívoco. En el sentido en el que lo entendemos hoy, políticamente, no nace hasta la Revolución Francesa. Y en España, hasta la Constitución de 1812. Lo explicita bastante ampliamente el Diccionario de Política (Siglo XXI, Madrid, 1994), dirigido por N.Bobbio, N.Matteucci y G.Pasquino, páginas 1022-1035, en las trece páginas de apretadísimo texto a dos columnas que le dedica a la voces "nación" y "nacionalismo", que yo, ni por asomo, voy a reseñar, y a las que remito a los interesados.
Personalmente, y sin entrar en mayores profundidades dialécticas, no tengo el menor reparo en admitir que hay una nación catalana, una nación vasca, una nación gallega, y hasta una andaluza, canaria o murciana. Lo que me parece asombroso, dialécticamente hablando, es que haya personas formadas, o presuntamente informadas, que niegan, simultáneamente, la existencia de una "nación española" sentida así por una gran mayoría de los ciudadanos españoles. No lo entiendo, y se me escapa, por qué "sí existe" una nación catalana, vasca, gallega, y hasta andaluza, canaria o murciana, "no existe" ni puede existir una "nación española". Para entenderlo me propuse la lectura de un libro, Historia de las Españas. Una aproximación crítica (Tirant Humanidades, Valencia, 2015), editado por los historiadores y profesores de la Universidad de Valencia Juan Romero y Antoni Furió.
La palabra "España", se dice en él, adquiere distintos significados y aun cuando el menos problemático de todos haga referencia al territorio cuya historia es la narración de aquello que ocurrió dentro del mismo, al tratarse de seres humanos el término España deja de tener un significado meramente descriptivo o geográfico y se llena de contenido social y político.
Hay visiones muy diferentes de España en función, siguen diciendo los editores del libro, de como se piense ese sujeto colectivo, porque no es lo mismo verlo en singular o en plural, con características que pueden ir de lo biológico a lo cultural o con una identidad fija o mudable en el transcurso del tiempo. Con esa distinta finalidad, las diversas historiografías han sido abundantemente utilizadas y le han dado al conocimiento histórico una función social que nunca, ni siquiera cuando pretende ser científico y objetivo, queda por completo al margen de las discusiones apasionadas y de las ideologías políticas en conflicto. Entender estos problemas, añaden, exige pensarlos de forma racional y tratar de explicarlos históricamente, aunque es claro que se trata de un tema cargado de emociones y sentimientos.
Este libro, añaden, escrito por algunos de los mejores historiadores actuales, pretende situarse en una perspectiva y una tradición distinta a la sostenida por muchos enfoques tradicionales. Proponemos, siguen diciendo los editores, explicar España como un producto histórico y no como una necesidad o un destino. Nuestro propósito, añaden, es ofrecer aquí un relato en el que el sujeto no sea estudiado en singular sino en plural, desde las Españas medievales hasta la España democrática de los distintos pueblos que la integran. Poniendo más el acento, señalan con sinceridad que es de agradecer, en la diversidad que en la unidad cuando se trata de analizar la indiscutible realidad que es España. Evitando siempre visiones esencialistas y el recurso a historias y geografías, más o menos fabuladas, que a nuestro juicio, puntualizan, poco ayudan al análisis sosegado, ponderado y, entendemos, más respetuoso con nuestro pasado.
Con la intención de aproximarnos a nuestra historia pasada sin esgrimirla a conveniencia desde el presente, añaden. Sin pretender convencer a nadie y mucho menos a combatir otras visiones o enfoques, sino para que cualquier lector interesado encuentre en estas páginas, concluyen diciendo, más argumentos para extraer sus propias conclusiones.
El libro está conformado por una presentación de los editores, una introducción del insigne historiador Josep Fontana, y diez capítulos que tratan de "Los usos de la historia en las distintas maneras de concebir España", escrito por Pedro Ruiz Torres; "Las Españas medievales", por Antoni Furió; "La crisis de 1640 y la quiebra del primer proyecto nacional español", por Antoni Simon y Tarrés; "Del tiempo de las libertades al triunfo del dominio absoluto borbónico", de Joaquim Albareda; "Colonias, Imperio y Estado nacional", de Antonio-Miguel Bernal; "La nación de los españoles: las Juntas soberanas y la Constitución de 1812", de Juan Sisinio Pérez Garzón; "De Imperio arruinado a Nación cuestionada", de Borja de Riquer Permanyer; "Exilio, democracia y autonomías: entre Galeuzca y Las Españas", de Ramón Villares; "Estado, naciones y regiones en la España democrática", de Juan Romero y Manuel Alcaraz; y "Nuevos retos para los Estados plurinacionales en el siglo XXI. El caso español en contexto", de Alain G. Gagnon.
Todos me han gustado, unos más que otros, como suele ser normal en una obra de autoría múltiple. Quizá los que me han resultado más interesantes sean los dos últimos, sin desmerecimiento de ninguno de los anteriores. Y sobre todo me ha gustado la exhortación final del profesor Fontana en su Introducción: "Este libro no va encaminado a afirmar verdades ni a denunciar mentiras, sino que responde a la pretensión de estimular a sus lectores a superar convicciones y prejuicios, y a ejercitarse en el arte de pensar por su cuenta". Difícil está, profesor Fontana, pero por intentarlo que no quede, añado yo.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)