jueves, 24 de noviembre de 2011

Dream






Dream




Esta madrugada recibí un correo electrónico bastante inusual. No por la dirección electrónica desde la que me llegaba, la de una antigua y querida amiga catalana, de Tarragona, sino por lo que figuraba en el recuadro de asunto: "Para mami", y por la firma que aparecía al final del mensaje: Dream.

Todos los que convivimos con animales sabemos que los animales hablan. A su manera, pero nos hablan. Con toda claridad. Algunos, hasta escriben. Sobre todo aquellos que se han convertido en personajes literarios, cuyos nombres no voy a enumerar porque son sobradamente conocidos. Hasta hubo uno, un caballo, Incitato, histórico y real, que llegó a ser cónsul de la república romana... Lo que resulta más novedoso es que animales de carne, hueso y alma, sí, los animales también tienen alma, es que manden correos electrónicos. Cosas de la modernidad.

No tengo la menor idea del porqué me ha llegado a mi; supongo que por error. O quizá no, que lo haya enviado a propósito porque sabe que conozco a la destinataria y de alguna manera quería hacerme saber lo que está sintiendo, ahora que su "mami" no está en plenitud física a causa de un accidente laboral ocurrido hace unos meses. O quizá, también, por qué no, sabedor de mis manías escribidoras, para que lo publique en el blog y todos los otros amigos de su mami sepan cuanto la quiere... 

Conozco a Dream, un yorkshire terrier, desde que nació. Y a su mami, María Francesca, también, claro está desde bastante antes que a él. Su mamá y yo nos conocimos a mediados de los 80, en Madrid. Una fresquita tarde de invierno, en la terraza de una cervecería de la plaza del Ángel, frente al Teatro Español, donde habíamos quedado el grupo de delegados de alumnos de  Geografía e Historia de la UNED, venidos de toda España para una reunión que tendría lugar al día siguiente en la Facultad. Congeniamos los dos a primera vista, y a pesar de la distancia y del tiempo transcurrido, ahí seguimos: ella, yo, y otros muchos, como los que aparecen en la foto que acompaño, de un año después, en una nueva reunión celebrada en el centro asociado de la UNED en Tortosa (Cataluña), organizada precisamente por María Françesca. Tan amigos como entonces, o más... Otra cosa más que agradecer a la vida, y a nuestra universidad.

Me ha emocionado el relato de Dream. entre otras muchas razones porque me ha recordado a mi perro Parchís, otro yorkshire terrier, que también hablaba, bebía café solo, dormía con papá y mamá, me esperaba en la puerta de casa cuando volvía del trabajo, y se hacía el muerto con maestría cinamatográfica cuando alguien simulaba que le disparaba, con un dedo extendido, y decía ¡pumm!...


Muchas gracias por recordármelo, Dream, aunque no fuera esa tu intención. Dale un beso muy grande a tu mami de mi parte, y otro muy grande también para tí. Dile que que se cure pronto; y que la quiero mucho... ¿Vale?

La foto de grupo, está tomada en el Delta del Ebro, el día de la reunión de delegados de alumnos en Tortosa. María Françesca aparece en el centro de la misma, y justo detrás de ella, en la última fila, este impenitente escribidor. 


Les dejo con la carta de Dream a su mamá. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt







María Françesca
  





"Para Mami",  de su Dream
 24/11/2011

Soy un perro. A diferencia de ese gato presumido de Sosaki, yo si tengo nombre. Y no un nombre cualquiera, no. Me llamo Drim, aunque se escribe Dream, si, si, en inglés, por eso no es un nombre cualquiera: corto, sonoro, con significado: Sueño. Me lo puso mi mami. Ah, mi mami! Pero ya cuando nací, en un lugar donde los humanos se dedican a criar perros y luego venderlos a otros humanos como mascotas, me bautizaron  -bueno, bautizar en sentido figurativo ¿eh?- con el nombre de Ciro. Fíjate, yo con el nombre de un importante rey de los persas, Ciro el Yorksire. Porte aristocrático sí que tengo, modestia aparte. Y también a diferencia de ese gato callejero tan sabiondo, tengo pedigrí, que es algo que los hombres se miran mucho a la hora de adquirir un animal de compañía ¿tiene pedigrí? Ah, pues no lo quiero,  yo quiero uno que tenga pedigrí, no un chucho callejero. Llegué a casa de mami a través de una amiga que tenía otra mascota de mi raza. Solo tenía un defecto, y es que era muy besucón y llenaba de babas a todo el que se le acercara. Un poco más pequeño que yo, puro nervio. Coñazo perro, que no se estaba quieto ni atado. Yo siempre he sido muy áspero. De pequeño no soportaba que me cogieran en brazos –puñetera manía que tienen los humanos de cogernos en brazos, manosearnos y besarnos- y eso de los besos he empezado a practicarlo ya de mayorcito, tal vez porque mi mami me besa mucho y ahora me gusta tanto que empecé a pensar que a ella también le gustaría que yo la besara. Y así lo hago y veo que sí, que le gusta. Aunque durante poco rato, porque no estoy acostumbrado y me cuesta. No veo yo eso de los besos como cosa de perros, que quieren que les diga.


Ya he cumplido los once años, o sea que estoy en la edad que los expertos consideran anciano para un perro. Y digo yo, ¿qué sabrán estos expertos sobre la vida de los perros si nunca han sido perros? 7 años de mi vida por uno de ellos. Y si los números no me fallan, en estos momentos tengo unos 77 años. Ahhhh, que me da un ataque de risa. ¿Qué os creéis, que los perros no nos reímos? Los humanos me parecéis bastante tontos. Pensáis que sois superiores a todos los bichos del reino animal. Pero si no sabéis ni andar a cuatro patas, con lo cómodo y rápido que es. Pues sí, los perros reímos, lloramos sin lágrimas, sufrimos, amamos, sentimos, tememos tos, nos tiramos pedos, eructamos, hacemos pipí y caca, tenemos miedo, nos estresamos, reconocemos a quienes nos aman de los que no, nos hacemos entender sin hablar, escuchamos, obedecemos, vemos la vida en dos colores –pero nos basta-, nos defendemos, demostramos nuestra alegría a todas horas saltando y moviendo nuestro rabo, protegemos a los nuestros, defendemos nuestro territorio, nos gusta el sexo tanto o más que a vosotros los humanos, nos enamoramos de nuestras perritas y luchamos por conseguir su amor, sabemos distinguir una buena comida de los restos de la vuestra, saboreamos el agua que bebemos… Ya veis, todo igual que al resto de la gente.


A pesar de tanta igualdad, debo confesar que existen grandes diferencias entre nosotros, los perros. Y eso se debe a la suerte que cada uno haya tenido en encontrar a su familia. Cuando paseo con mami –ah, mami- por la calle acostumbro a cruzarme con algún que otro compañero. Y cuando ves a su dueño ya sabes con qué clase de perro te vas a encontrar. Están los estirados, esos que ni te miran cuando pasas por su lado; incluso se apartan como si tú fueras un apestado y aligeran el paso para no hacerse el encontradizo. El dueño hace lo mismo: simula una prisa que no tiene y no ya ni te mira, es que ni te ve. Esos son perros infelices, pero como no les dejan tener relaciones sociales con otros perros, pues no se pueden desahogar ni les podemos ayudar y siempre llevan esa mirada penosa encima. Sus dueños tampoco se relacionan mucho con gente de su especie. Son personas solitarias, agrias, un tanto desgraciadas en su vida personal, laboral y social y que un día decidieron poner un perro en su vida para encontrar un poco de compañía. Da pena verles a los dos. 


Ah! y luego están los amiguillos de verdad, esos que se alegran de verte, que te esperan en medio de la calle ya moviendo su rabo y que desean olerte y ladrarte dándote los buenos días o las buenas tardes. Después de saludarnos, hala, cada uno al arbolito de turno para dejar nuestra marca. ¡Cómo los quiero a esos!  Alegran mi rutina diaria, y no digamos sus mamis o sus papis. Son tan simpáticos como ellos. Siempre entablan conversación con mami, la mayoría de las veces sobre nosotros mismos, que si tal, que si cual, que qué guapos somos, que qué bien peinados vamos hoy, que qué graciosos, que como movemos la colita, que si Poti ha estado malito con diarrea, que qué comió, a pues no sé, algo en la calle –siempre es la calle-, ahora está a dieta y Poti me dice que está hasta las narices de arroz hervido, que él lo que quiere es su perolete de cada día, con su buena ración de premios. Anda, anda, quejica, que si por ti fuera te comerías un pollo entero y mojarías pan en la salsa. Pues anda que tú, pijo del culo –siempre me llama así, no sé de donde le salió esa coletilla de “culo”- que estás suspirando para que te suban a la mesa y te den de todo lo que hay en los platos. Sí,  debo reconocerlo: estoy muy mal criado y consentido. En casa mando yo, con permiso de mami y hasta que ella quiere. Buf, cuando ella se cuadra, sálvese quien pueda. Luego nos encontramos con Mandi, una preciosa perrita pelirroja que me tiene el seso sorbido y a la que le importo un pito, o dos. Siempre me enseña los dientes y me dice ni se te ocurra acercarte que te los hinco. Y yo, con mi porte regio le digo, como si no me importara –pero sí que me importa-, pues que te den morcilla, y me marcho contoneándome y con la cabeza bien alta. Habrase visto la arrogante de la perra. Y mira que es guapa la jodida, pero no me deja ni olisquearla. Y alguna vez nos encontramos con esos perros tan enormes, que a mí me dan unas ganas de tirarme a su yugular y luchar a muerte con ellos, que si no fuera por mami –ah, mami- ya estaría supermuerto docenas de veces. Se creen que me asustan y que dan miedo por ser tan grandotes, pero yo soy un tío valiente donde los haya, por mis genes corre sangre de antepasados que luchaban con los hurones en las madrigueras, con las malditas ratas y otras alimañas. Porque es que además te miran con superioridad –vale que son muy grandes-, pero eso no les da derecho a menospreciar a los chiquitos. Mami, ah mami, no me deja acercar a ellos. Cuando les ve venir ya me frena la correa y me reprende cuando empiezo a gruñirles y me voy directo a sus cuellos. Siempre me dice, mira que eres tonto, que no ves que con solo abrir su boca ya estarías caput . ¿Qué querrá decir con eso de caput? Yo me enfado. Da igual, no me sirve de nada.


Hay otro tipo de perros a los que hay que tener a raya, porque no son lo que parecen, ni sus dueños tampoco. A simple vista parecen dóciles y nada agresivos. Sí, sí, fíate tú de esos. Disimulan y cuando te tienen a tiro, zas, mordisco al canto.  A esos los evito siempre. Son mala gente, traicionera, en los dos sentidos, perro y dueño.


A mami le gusta mucho jugar a pelota y yo para complacerla juego con ella. Cada dos por tres aparece con una pelota nueva  ¿Será que se cansa de las antiguas? Tenemos la casa llena. Yo las escondo debajo del sofá para tener un poco despejado el territorio, ya que son objetos peligrosos y mami puede pisarlas y caerse. Así que me he convertido en el guardián de las articulaciones de la gente de mi casa. Dream, ¿dónde está la pelota? Eso es que quiere jugar. Y yo voy entonces y la busco. Si están todas debajo del sofá le muestro el lugar y ella la saca. Entonces empezamos un interminable partido de fútbol. Yo la chuto con mi hocico y ella me la devuelve con su pie; yo la paro con mis manitas y mi boca y se la vuelvo a tirar. A veces se me escapa intencionadamente y entonces mami grita gol, te he marcado un gol! Y se la ve ten feliz que yo me dejo marcar alguno que otro para que ella grite gol, te he marcado un gol! Y así nos pasamos un buen rato, hasta que ella se cansa,  pero yo sigo jugando para hacerla reír, porque soy un artista consumado con la pelota. Hago lo que quiero con ella. Me tiene subyugado esa bolita, como se mueve, como salta, como se para… A veces me quedo estirado mirándola fijamente frente a mí, quieta, parada, esperando que de un momento a otro se ponga a rodar, como si mis ojos pudieran darle velocidad. Estoy convencido de que un día se pondrá a correr solita. Entonces, de un salto me levanto, la cojo entre mis dientes y la tiro al aire. Me fascina verla rebotar y rebotar y rebotar hasta que se vuelve a parar. ¿Qué tendrá dentro para saltar como lo hace? ¿Habrá algún animal misterioso en su interior, tipo canguro, que hace que pegue esos brincos? ¿Llevan pilas como los feos conejitos de un anuncio de la tele que los hacen andar como tontos metros y metros hasta que las pilas se acaban y los conejitos no saben ni dónde están ni cómo van a regresar?  Seguro que mis pelotas saltarinas son mágicas, porque las compra mi mami y todo lo que hace mi mami es mágico.Mami es mi refugio y mi paz, mi tranquilidad. Cuando estoy malito ella me cuida, me da esas asquerosas medicinas que yo no me quiero tragar y esas pastillas que escupo con gran habilidad. Pero, ah, ella tiene sus trucos. Me las inyecta disueltas a placer con una jeringuilla en la boca y ahí yo ya no tengo nada que hacer. Pataleo para que vea que no me gusta que me chuten y hago miles de ascos, aunque al ratito ya me encuentro un poco mejor. Así que haré el propósito de portarme bien cuando me toque la dosis, porque yo sé que mami nunca haría nada que pudiera perjudicarme y si ella me cuida tanto y me hace feliz yo también debo hacerla feliz a ella. Cuando tengo miedo, siempre busco sus brazos y ella me los abre y me acoge con todo el amor que se le puede dar a un hijo .Ella dice que yo soy su niño pequeño –debe decirlo por el tamaño- y debe ser verdad que lo cree así, porque desprende tanta ternura que casi me derrito


Mami lleva días malita. Tiene algo en su pie, aunque no ha sido por culpa de las pelotas, que yo las escondo muy bien para que no se caiga, pero un día llegó a casa con toda su pierna vendada y sin poder andar. Yo no tengo medicinas para darle, así que me estiro a sus pies y hago ver que duermo, cuando en realidad no le quito ojo de encima, no vaya a ser que se ponga peor y yo no tenga tiempo de avisar a papi, porque él sí que tiene medicinas para darle y mami se las toma sin hacer tantos aspavientos como hago yo. Y vigilo atentamente para que no sea tan traviesa como yo y las escupa, porque así no se curaría y mi vida sin ella ya no tendría sentido.


Ahora muchas mañanas me quedo solo en casa porque dice mami que va al médico de la patita para curarse pronto, que vuelve enseguida, que me porte bien, que no ladre ni rasque la puerta, porque es muy importante para ella ir a ese médico. Se me hacen eternas esas horas. Me estiro frente a la puerta y me quedo mirándola fijamente: por ahí se ha ido, por ahí vendrá. Y cuando llega le hago unas grandes fiestas, salto, corro, le traigo la pelota… pero mami ya no está tan alegre y no me chuta la pelota porque no se puede poner de pie ni camina, sino que se desplaza en una silla enorme que anda sola.  Yo presiento que no me dice la verdad, que ese médico al que va no es tan bueno como el mío, porque sus medicinas no la están curando rápido. Deberé decírselo de alguna manera, que cambie de médico, que vaya al mío y que la pinche y le dé las pastillitas que tan bien me ponen a mí, que en cuatro días vuelvo a estar más fresco que una rosa. Yo presiento su dolor y algunas veces me pongo a darle besitos en su pie lastimado, para que sepa que la amo y que la cuido con mis limitados medios, y que quiero volver a salir de paseo con ella, y a jugar a pelota para que me marque todos los goles que quiera…Y ella sonríe y acaricia mi cabecita, dándome las gracias por mis desvelos, respondiendo a mis preguntas sin haberlas formulado, diciéndome que no sufra, que cada día se encuentra mejor, que pronto todo volverá a ser como antes. Y yo me dejo mecer por el sonido de esas palabras que hacen mella en mi corazón de perro, anhelando el momento de ver como mami se levanta de esa horrible silla. Así que ahora me estiro siempre frente a ella y la miro fijamente, como a mis pelotas, para ver si con mi penetrante mirada y mi ferviente deseo, hago que mami ande. No hay nada que la voluntad no consiga. Mami volverá a andar muy pronto. Palabra de perro.






Delta del Ebro (ca. ¿1985?)






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Entrada núm. 1424 -
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amor y "realpolitik" en el cine







El actor Michael Caine






De nuevo escribiendo sobre cine; me estoy repitiendo últimamente... Acabo de ver en Digital Plus, la película de Phillip Noyce “El americano impasible”, basada en la novela homónima de Graham Greene. Realizada en 2002, me ha parecido una hermosa e interesante película de intriga, amor y política, yo diría que a partes iguales. Intepretada por Michael Caine, en el papel de un periodista inglés destinado en Vietnam; Brendan Fraser, como funcionario de la Embajada de los Estados Unidos, y la bellísima Do Hai Yen, como la joven vietnamita unida sentimentalmente al maduro periodista, de la que también se enamora el funcionario norteamericano. Pero la historia de amor y celos es sólo la excusa de Greene, en su novela, y de Noyce, en su película, para relatarnos con crudeza la situación del Vietnam colonial en el otoño de 1952, con los franceses a punto de perder la guerra y los americanos ayudando bajo cuerda a corruptos funcionarios y militares vietnamitas con la intención de parar a cualquier precio el avance hacia Saigón de la guerrilla comunista.


Nadie es en la película lo que aparenta ser. Brendan Fraser es un agente de la CIA que suministra armas y explosivos a la derecha vietnamita para que comentan atentados indiscriminados contra la población civil que, luego, atribuirán a la guerrilla comunista. Michael Caine transmite a su periódico londinense los horrores de la guerra y de los atentados terroristas con veracidad, y su personaje se muestra sinceramente afectado por la muerte de inocentes víctimas en los atentados, pero no vacila en traicionar a Fraser y propiciar su asesinato por la guerrilla comunista movido por los celos. Por último, la joven vietnamita interpretada por Hai Yen, va y viene de los brazos de uno a otro de sus dos amantes movida por la necesidad de sobrevivir más que por el amor.

Como en todas las novelas de Greene, la política, vista desde el lado más humano -es decir, del lado de los que la padecen sin poderse sustraerse a ella ni influir en los acontecimientos- tiene un papel esencial. Y cualquiera que tenga memoria y un poco de capacidad para relacionar acontecimientos, creo que verá reflejados en la película muchos de los hechos de la política internacional que ahora mismo estamos padeciendo. Ni a palos aprendemos.

En el vídeo anexo que acompaña esta entrada pueden ver un excelente avance publicitario de la película que espero les resulte interesante.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt







La actriz vietnamita Do Hai Yen






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Entrada núm. 1423 -
Reedición de la publicada en el blog el 3/9/2006
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"El americano impasible" (2002), de Phillip Noyce

martes, 22 de noviembre de 2011

Bertolucci y su Mayo del 68





La actriz Eva Green




Entre ayer tarde y hoy por la mañana he visto por televisión la película “Soñadores” ("The dreamers"), dirigida por Bernardo Bertolucci en 2003. Nada que ver con “El último emperador”, o “Noveccento”. Esta es una película intimista que me confirma mi predilección por el cine europeo, el cine de esa “vieja Europa” tan denostada por el Sr. Aznar, que se construye sin efectos especiales, persecuciones automovilísticas, malos y buenos y maniqueismo a tope. ¡Bien por él!, por el cine europeo;  no por Aznar.

Guapísima la actriz francesa Eva Green (Isabelle), muy bien secundada por Michael Pitt (Matthews) y Louis Garrel (Theo). La acción, en París. Primavera de 1968. Con el trasfondo de la revuelta estudiantil universitaria, poco y mal secundada por los obreros, que a punto estuvo de costar a Francia la V República.

Matthews, estudiante norteamericano llega a París para estudiar allí durante un semestre y perfeccionar su francés. Cinéfilo empedernido, asiste a las proyecciones de la Cinemathéque Francaise y allí conoce a Isabelle y Theo, dos hermanos de su misma edad, estudiantes universitarios también, y también como él, apasionados del cine, que aprovechando que sus padres van a estar ausentes durante un mes le invitan a mudarse a su casa.   

Conviviendo con ellos, Matthews percibe que la relación entre los hermanos es más “íntima” de lo que había imaginado. Su aparente sofisticación, tan envidiada por el norteamericano común, acaba atrayéndole hacia una relación que terminará por convertirse en una relación “a tres” a la que pondrá fin el estallido del movimiento estudiantil y su represión por el gobierno francés, siempre tangencial en la película.

Película salpicada de “guiños” cinéfilos, tan usados por Bertolucci, y propiciados por el “juego de las prendas” al que se someten los tres amigos continuamente, escenificando momentos de películas que deben identificar y que de no superar, implican el “pagar una prenda” de carácter sexual.

La película contiene bellísimos planos de desnudos de los tres protagonistas, especialmente de la actriz Eva Green, de la que dicen que tiene los senos más bellos del cine francés, con escenas de sexo bastante explícito (¡bien por el cine europeo!) que harían palidecer de envidia a los puritanos censores del cine comercial norteamericano.

Y como no, Bertolucci saca a relucir de nuevo el tema del incesto, como ya hiciera en “La Luna” o “El último emperador”, con un tratamiento exquisito. Una bella película de la que he disfrutado “a tope” y que recomiendo fervientemente.

Acompaño la entrada con el vídeo de un fragmento de la película, uno de los más "políticos" e intimistas de la misma, aquel en el que Matthews, el joven norteamericano, reflexiona ante su amigo Theo sobre el alcance de lo que está ocurriendo en París en esos días y la necesidad de implicarse en unos hechos que el considera históricos. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





El cineasta Bernardo Bertolucci




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Entrada núm. 1422 -
Reedición de la publicada en el blog el 26/9/2006
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"Soñadores" (2003), de Bernardo Bertolucci

Nov., 1963: Funeral y entierro del Presidente J.F. Kennedy

domingo, 20 de noviembre de 2011

Filosofía de supervivencia: "Zeigeist" o el espíritu de nuestro tiempo






Williams James





"Zeitgeist" es una expresión del idioma alemán que significa "el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)", que nos muestra el clima intelectual y cultural de una era. Desde el convencimiento de que la guerra no es la solución contra el terror y cuando vemos que la injusticia, el cinismo y la estupidez campan a sus anchas en el mundo de la política, la cultura, la economía y la sociedad; cuando los días se vuelven duros y aciagos y tendemos a perder toda esperanza…, me gustaría parafrasear una cita del filósofo norteamericano Williams James (1842-1910) que dice asÍ: “La sabiduría debería convertirse en la facultad de pasar por alto lo que se hace insuperable”. En ello estamos… 

Acompaño la entrada con el vídeo "Zeitgeist", documental del cineasta norteamericano Peter Joseph, que ha alcanzado una gran fama fuera de los circuitos comerciales habituales. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Peter Joseph





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Entrada núm. 1419
Reedición de la publicada originalmente en
"Desde el trópico de Cáncer" el 4/8/2006
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"Zeitgeist" (2007), de Peter Joseph

"Garganta profunda" (1972), de Gerard Damiano

sábado, 19 de noviembre de 2011

Günter Grass presenta en España su libro "Pelando la cebolla" (2007)

Borges por siempre






Jorge Luis Borges (1899-1986)





Junto con el “Ulises” de Joyce, “Las nieblas de Avalón” de Marion Zimmer Bradley y la “Eneida” de Virgilio, que tengo leidos a medias, ayer comencé a leer “El Aleph” (Alianza, Madrid, 1984) del escritor argentino Jorge Luis Borges. Lo tengo en la biblioteca desde hace muchos años y una inexplicable aprensión -quizá motivada por toda la literatura de complejidad creada sobre las obras de Borges- me hacía reticente a su lectura. Llevaba varios días viéndole en la estantería, como mirándome y pidiéndome que lo intentara, que no me arrepentiría… ¿Atavismos de una relación amor/odio/pasión con los libros?… Es posible. Mientras mi familia disfrutaba del  atardecer en el jardín de casa con un último baño en la piscina, me decidí: no he podido dejarlo y lo he leido de un tirón… Sólo puedo decir que lamento no haberlo hecho mucho antes.

Como complemento de la entrada, he puesto un vídeo en el que se recoge, íntegra, la entrevista que Joaquín Soler Serrano realizara a Jorge Luis Borges, para TVE, el 23 de abril de 1980. 

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Portada de "El Aleph"




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Entrada núm. 1416
Reedición de la publicada originalmente en
"Desde el trópico de Cáncer" el 16/8/2006
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"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)

Entrevista a Jorge Luis Borges (TVE, 1980)

viernes, 18 de noviembre de 2011

20-N: Reflexión en víspera electoral





Como nunca opino ni discuto los resultados electorales, voy a intentar reflexionar en voz alta, en vísperas de la jornada electoral, sobre el porqué voy a dar mi voto a Rubalcaba. Intentare hacerlo de manera inteligible, como teórico político, pero también como lo haría con una amiga de confianza (o amigo; no voy a discriminar por razones de sexo pero reconozco que tengo más de las primeras que de los segundos) mientras nos tomamos un café bien cargadito. 

Voy a votar por Rubalcaba porque me merece más confianza que Rajoy;  porque ha explicado claramente qué quiere hacer y como pretende hacerlo -otra cosa es que pueda o que le dejen- pero al menos, lo ha explicado; cosa que el segundo no ha hecho.

Voy a votar por Rubalcaba porque no quiero que gane Rajoy. Y lo hago siguiendo el razonamiento del filósofo y sociólogo británico Karl Popper (1902-1994), que declaraba, con ironía sabia, que en las democracias consolidadas hay que votar "en contra de" y "no a favor de". O lo que es lo mismo, votar pensando en "quién NO quieres que gane".

Voy a votar por Rubalcaba (y no tanto por el PSOE), porque quiero que mi voto sea "útil". Es decir, que sirva para algo más que para justificarme a mí mismo mi cabreo.

Podría explayarme en los "porqués" pienso que Zapatero no se merece el descrédito y las acusaciones que se están vertiendo contra él. Evidentemente ha hecho muchas cosas mal, sobre todo a la hora de explicar sus cambios de política en materia económica de forma convincente. Pero sí creo que en materia de libertades personales y conquistas sociales ha dado pasos gigantescos que pueden perderse si hay un cambio radical de línea política. En todo caso, Zapatero ya es historia, y dejemos a la Historia que lo juzgue con justicia. 

Mi amiga me está poniendo cara de, ¡venga, tío, menos rollo...! Se lo noto, y cambio de tercio, mientras me sirvo otro café: ¡sin azucar, por favor!, le pido; por la glucosa alta...

No me gusta el sistema electoral proporcional, continúo. Al menos, el que se aplica en España. Prefiero el mayoritario de distrito uninominal: un distrito, un diputado. Así sabré siempre "a quién he votado" y "quién me representa" en el parlamento. La función de un parlamento es la de representar opiniones, no intereses. Y la de crear gobiernos (en los sistemas parlamentarios; el nuestro lo es) y controlarlos (en cualquiera, parlamentario o presidencial).

Decía que en el parlamento se representan opiniones, no intereses, ni territorios. Para representar intereses ya están los grupos sociales, los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones empresariales, las ONG, etc., etc., etc. Y para representar los territorios "debería" estar un SENADO, absolutamente distinto del actual. 

Pero, ¿qué sistema es mejor para designar a nuestros representantes? Para mi, como dije anteriormente, aquel que me permita votar por "el candidato" que yo deseo, y que me permita dirigirme a él, como elector y como ciudadano para que lleve mi voz (la mía, tan respetable como la del presidente del Banco de España o la de mi vecino de enfrente) al parlamento; y exigirle responsabilidades por lo que diga o haga en mi nombre. Y que conste que no estoy poniendo en tela de juicio, la no sujeción de los parlamentarios a disciplina de voto o mandato imperativo alguno, ni tan siquiera al mio.

Podría aceptar para elegir el parlamento español un sistema electoral proporcional puro semejante al que se aplica en las elecciones al parlamento europeo: es decir, un distrito electoral único que abarcara todo el país, con listas electorales cerradas, pero no bloqueadas, siempre que, el candidato a presidente del gobierno se eligiera por la ciudadanía en una elección particular personalizada, y cuya designación no dependiera de los resultados de la elección y constitución del parlamento (lo hace así Israel), pero entonces ya estaríamos en un sistema presidencial, no en uno parlamentario, en el que el gobierno no dependería de una mayoría parlamentaria, ni el parlamento podría ser disuelto por el gobierno. Ante eso, me quedo con el sistema parlamentario, sin dudarlo.

Podría aceptar un sistema electoral proporcional puro, sin límites ni barreras mínimas de acceso al parlamento, siempre que se dieran dos condiciones: primera, que en una lista cerrada, del partido de su elección, el elector pudiera determinar y establecer libremente el orden de preferencia de los candidatos de la misma; y segunda, que el distrito electoral estuviera configurado, como mínimo, por la comunidad o ciudad autónoma; en ningún caso, por la provincia. 
   
Sobre el Senado, pienso, como casi todos los españoles, que en su configuración actual no responde, ni por asomo, a la función que le corresponde constitucionalmente: representar los territorios autónomos que conforman la nación española. A mi juicio, la manera idónea de representar a las comunidades y ciudades autónomas en el Senado sería la de hacerlo a través de sus gobiernos respectivos, implicándolos así directamente en la gobernabilidad del Estado conjuntamente con el Congreso de los Diputados, pero con funciones diferentes de las de éste último, establecidas y tasadas constitucionalmente, y con un voto ponderado distinto para cada comunidad o ciudad autónoma en la proporción que se convenga. Como ejemplo de lo que comento podría aducir la Cámara Alta del parlamento alemán, o el sistema de funcionamiento del Consejo de la Unión Europea.

A estas alturas, mi amiga me sirve un tercer café y aprovecho para callarme... Me mira con cariño, y me pregunta que pienso que pasará a partir del próximo domingo. Y para eso, le confieso, no tengo respuesta... 

Esta entrada está dedicada especialmente a mis amigas Ana Castelo, Jesús Granados, María Françesca Fernández y María Isabel Amaya. Y por supuesto, a todos los españoles de buena voluntad, que estoy convencido, son mayoría.

El vídeo que acompaña la entrada es una conferencia pronunciada por el sociólogo y profesor Manuel Castells sobre el sistema electoral español. La introducción está en catalán pero la conferencia de Castells en castellano.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




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Entrada núm. 1415
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La reforma del sistema electoral español, por Manuel Castells

jueves, 17 de noviembre de 2011

Los ecos de Umberto E.





Umberto Eco






No hay un solo Eco… Como mínimo, cuatro: el Eco novelista, el Eco semiólgo, el Eco filósoso, el Eco profesor… Aunque ha tocado más campos como la Estética, el Arte, la Moral… A algunos envidiosos les parece más un producto del márquetin que un autor original… A mi me da lo mismo: me encanta Umberto Eco. Me encantó con su primera novela: “El nombre de la rosa” (1980). Me gustó más aún con “El péndulo de Foucault” (1988). Y me terminó de hechizar con “La isla del día de antes” (1994). Todas editadas por Lumen, la magnífica editorial barcelonesa dirigida por mi admirada Esther Tusquets. No se porqué no he leído sus tres últimas novelas: "Baudolino" (2000), "La misteriosa llama de la reina Loana" (2004), y "El cementerio de Praga" (2010); quizá por miedo a sentirme defraudado con ellas. Mejor quedarme con el recuerdo y la dicha de las citadas.

Como profesor, me encantó su “Cómo se hace una tesis” (Gedisa, Barcelona, 1983). Un magnífico, sencillo y clarificador texto que ha ayudado a innumerables estudiantes universitarios,entre los que me cuento, a enfrentarse a los miedos que entraña la realización de la tesis doctoral o un trabajo de investigación en Humanidades.

Mi paisano, el escritor y periodista Juan Cruz, le realiza hoy en El País Semanal una deliciosa y entrañable entrevista. No se la pierdan; les encantará. 

Como acompañamiento de la entrada van sendos vídeos: una entrevista realiza al autor italiano sobre el concepto de belleza y fealdad a lo largo de la historia, subtitulado en español, y un fragmento de la película "El nombre de la rosa" (1986) del realizador francés Jean-Jacques Annaud. Buenas noches. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt 





Portada de El nombre de la rosa




"El hombre que se sienta totalmente feliz es un cretino”, por Juan Cruz
EPS, 30/03/08

Umberto Eco es un hombre casi feliz. Un profesor que disfruta de sus alumnos y que ahora, jubilado a los 76 años de sus múltiples ocupaciones académicas, sigue trabajando “aún más que antes”, impartiendo clases doctorales, escribiendo libros (“¡ni media palabra sobre el que hago ahora!”, exclama, poniéndose el dedo sobre los labios), asistiendo a congresos (cuando le vimos, estaba a punto, de ir a uno en el que tenía que hablar de las matemáticas locas, y ahora vendrá a Granada, a principios de abril, al Mapfre Hay Festival), leyendo tebeos (“ahora son demasiado intelectuales”) y riendo como un chiquillo. Serio cuando habla de Italia, cuyas elecciones se le vienen encima con la amenaza cierta de que las gane Berlusconi, y optimista cuando habla de España. “¡Ustedes tienen la suerte de Zapatero!”. Cuando Jordi Socías le pidió que posara con un borsalino, el tipo de sombrero que ha hecho mundialmente conocido a su pueblo, Alessandria, se divirtió como si volviera al patio de su familia, en ese lugar que cada vez está más cerca de su memoria, como si la edad le hiciera recuperar los sabores perdidos de la adolescencia.
Vive en una casa espléndida, llena de libros y de ejemplares antiguos, muchos de los cuales consigue en una librería que está cerca de aquí, en la calle de Rovelo; cada tarde, cuando está en Milán y no viaja, este hombre que ya se queja de que le quitan la sal de las comidas y ahuyenta los dulces como una tentación maldita, acude a esa librería de libros viejos, repasa catálogos y procedencias, y luego se va a tomar el aperitivo a un café donde Eco es il professore. Cerca de la librería, por cierto, está Antonio, su peluquero, que ha colocado en la puerta de cristales un retrato de Eco con su borsalino; dentro está retratado mientras Antonio le hace la barba. La barba, por cierto, ya tiene las canas de un hombre que se dice a sí mismo viejo, pero que mantiene la marcha que le ha hecho legendario entre los académicos del mundo, por su actividad y por la variedad de sus gustos.
Sigue siendo ese hombre feliz (“casi feliz, ¡quien diga que es totalmente feliz es un cretino!”) que canta, recita, se sabe de memoria citas enteras, se interesó antes que nadie por las nuevas tecnologías, las usó para sus trabajos (el último, Decir casi lo mismo, publicado por Lumen, aparece ahora, traducido por Helena Lozano) y las usa constantemente, aunque tiene el telefonino (sobre cuyo uso tanto ha escrito) casi siempre apagado, pero usa el mail obsesivamente, como si fuera una prolongación natural de las conversaciones. Charlando sigue siendo aquel hombre tímido que teme meter la pata –“si hablo demasiado, es para rellenar los tiempos muertos”–, pero cuando agarra un asunto que le divierte, su carcajada llena el escenario, se convulsiona, es feliz, casi. En su libro Decir casi lo mismo, que es sobre la traducción, cuenta un chiste que sólo pueden entender los que hablan español y los que hablan italiano; es el de un empresario extrañado de que uno de sus operarios se vaya cada día a la una en punto de la tarde para regresar, siempre, a las tres en punto, dos horas más tarde. El empresario dispone que otro de sus empleados le vigile y le informe. “Este hombre se va cada día a la una, se compra una botella de champán, se va a su casa y se entretiene con su mujer”. “Pero”, exclama el empresario, “¿y no podría entretenerse por la noche, como todo el mundo?”. Después de muchas idas y venidas, el investigador le explica a su jefe: “Quizá usted lo entienda si me deja tratarle de tú”.
Ha escrito El nombre de la rosa, que fue un éxito mundial absoluto; El péndulo de Foucault; abrió las puertas de la fama como ensayista con Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas, pero sigue confiando en que la comunicación, de la que es un maestro, sólo se digiere si el que la emite es ameno, capaz de ponerse a la altura del que le oye. Por eso, tanto en la conversación como en los libros siempre pespuntea con chistes así sus reflexiones o sus apólogos. Cuando fuimos a comer, a un restaurante donde le tratan como si fuera el dueño de Milán, o del Milan, seguimos la conversación que habíamos tenido en su casa, y le sacamos el asunto de la juventud, qué le pasa a la juventud. Y él nos explicó: “La juventud es como ese anciano que va al urólogo porque se orina encima y el urólogo le receta una especie de tranquilizante. Al cabo de un mes vuelve el viejo a la consulta y le explica al médico que está curado. ‘¿Curado?’, pregunta el médico, ‘o sea, que ya no se orina encima’. ‘Sí, me sigo orinando encima, pero ahora me da completamente igual’. Y así es la juventud, lo está pasando igual de mal que siempre, no sabe adónde ir, pero ahora le da completamente igual”.
Hablamos de España, de sus amigos españoles (Beatriz de Moura, Esther Tusquets, su primera editora; Jorge Semprún, “lo quieren hacer doctor honoris causa en la Complutense, qué alegría”), del premio Príncipe de Asturias que recibió en 2000 y de la comida. Le pusieron una lubina, sin sal “no sabe a nada”, y los ojos se le iban hacia la focaccia, un manjar que terminó apartando. Sigue estudiando; cuando le dejamos se iba a su casa, acaso a ocuparse de Carlomagno (“Di Carlomagno, así creerán que escribo sobre él en mi pró­ximo libro, y empezará el boca a boca”). Divertido siempre, y siempre casi feliz. En la casa, al volver, le esperaba su mujer, Renate, y las camelias que ésta cultiva con el mismo entusiasmo con que su marido explora los libros viejos de la calle de Rovelo, y con el esmero con el que Antonio impide que la barba de Eco deje de ser la que ya se asocia a la cara del professore.
Hay una escena en su vida, cuando toca la trompeta para los partisanos, tiene trece años, está en la plaza de Alessandria. Esa escena transmite felicidad, y usted siempre parece tan feliz. Ahí hay dos cosas: aquel niño y la felicidad. Son diferentes, no pueden coincidir. Yo no creo en la felicidad, si le digo la verdad. Creo solamente en la inquietud; o sea, nunca estoy feliz del todo, siempre necesito hacer otra cosa. Pero admito que en la vida hay felicidades que duran diez segundos, o incluso media hora, como cuando nació mi primer hijo; en ese instante estaba feliz. Pero son momentos brevísimos. Alguien que es feliz toda la vida es un cretino. Por eso prefiero, antes que ser feliz, ser inquieto.
Y ha mencionado al niño; ese niño es el que sale en El péndulo de Foucault, y aquél fue un momento feliz, por supuesto, pero no estoy seguro de haberlo sido de verdad en aquel momento o en el momento en que lo estaba contando. Hay momentos de felicidad cuando logras expresar algo de lo que te sientes contento, y además porque mientras contaba sobre aquel niño estaba feliz porque –sé muy bien que es una afirmación muy reaccionaria– creo que la vida sirve sólo para recordar la propia infancia.
Ahí está la literatura. Eso dicen. Cada momento en que consigo recordar bien un instante de mi infancia es un momento de felicidad, pero esto no quiere decir que los de mi infancia hayan sido momentos de felicidad. Yo creo que la infancia y la adolescencia son periodos muy tristes. Los niños son seres muy infelices. Quizá yo, mientras tocaba la trompeta, con miedo a que esa fuera la última vez que tocaba aquel instrumento, era un niño infeliz. Me siento feliz ahora recordándolo, y quizá sea éste el motivo por el cual escribo, para encontrar estos momentos muy breves de felicidad que consisten en recordar momentos de la propia infancia. Sí, por eso escribo.
Y para eso se envejece. Algo muy hermoso que ocurre al envejecer es que se recuerdan un montón de cosas de la infancia que estaban olvidadas. El otro día me ha venido a la mente el nombre de mi dentista, de cuando tenía ocho o nueve años. No sólo me acuerdo del dentista, sino también del técnico que le ayudaba, el doctor Correggia y el señor Romagnoli. No sé, pero estaba contentísimo de volver a pensar en mi dentista, al que había olvidado totalmente. Por tanto, yo voy al encuentro con el progreso de mi vejez con mucho optimismo, porque cuanto más envejezco, más recuerdos tengo de mi infancia.
Claro, y cada día más cerca de Alessandria, de aquella familia suya… Mi padre era el primero de 13 hermanos. Era una familia enorme; hubo un primo que murió a los 20 años y que yo no conocí… Haga el cálculo: si cada hermano tuvo dos hijos, eran 26 primos, de modo que era difícil tener relación con todos. Mi relación más estrecha fue con mi abuela materna, que fue la que me inició en la literatura. Era una mujer sin cultura alguna, creo que hizo cinco años de primaria, pero tenía pasión por la lectura. Estaba suscrita a una biblioteca, así que traía a casa un montón de libros; leía de manera desordenada. Un día podía leer a Balzac, y luego, una novelita de amor de cuatro perras, y le gustaban las dos. Y así hizo conmigo: me daba a leer, a los 12 años, una novela de Balzac y una novela de amor de ínfima calidad. Pero me transmitió el gusto por la lectura.
Y, aparte de la abuela, ¿quiénes fueron los otros maestros? El maestro de la escuela primaria aparece en mi novela La misteriosa llama de la reina Loana; era un fascista, que hizo la marcha sobre Roma, que pegaba a sus alumnos, no a mí, sino a los más pobres. Y aunque conmigo se portó siempre bien, no era una buena persona. En cambio, tuve una educadora fabulosa, aunque tan sólo durante un año; era la señorita Bellini, que todavía vive, tiene 91 años, y cada vez que sale un libro mío nuevo se lo envío. Era una gran educadora; nos estimulaba a escribir, a contar, a ser espontáneos, y ha sido una de las personas que más han influido en mi vida.
Pocas veces se habla de usted como profesor. ¿Qué aprendió para enseñar? Ante todo, sigo aprendiendo. El primer curso que di como profesor versó acerca de la poética de Joyce, que aparece en Obra abierta. Conocía el argumento, pero al empezar a dar clase me di cuenta de que no sabía nada sobre el tema. Aprendí, y sigo aprendiendo… Cuando escribes un libro puedes aparentar que sabes mucho, pero en clase es distinto. Lo que hice desde aquella primera experiencia es hablar a partir de los libros que iba a escribir, no de los libros que había escrito. Quiero decir que mi relación con los estudiantes siempre ha sido una relación de aprendizaje, porque enseñándoles aprendo yo también.
Una relación de ida y vuelta. Una relación erótica, porque la de un profesor con un estudiante es como la relación de un actor con su público: cuando sales a escena es como si salieras por primera vez, y tienes la sensación de que si no has conquistado al público en los primeros cinco minutos, lo has perdido. Eso es lo que yo llamo una relación erótica, en el sentido platónico del término. Además, hay una relación caníbal: tú comes sus carnes jóvenes y ellos comen tu experiencia. Hay gente infeliz que pasa los primeros años de su vida con gente más joven que ellos para poderlos dominar, y cuando envejecen están con gente más anciana que ellos. A mí me ha pasado lo contrario: cuando yo era joven estaba con gente mayor que yo para aprender, y ahora, teniendo estudiantes, estoy con jóvenes, que es una manera de mantenerse joven. Es una relación de canibalismo, nos comemos el uno al otro. Por eso no he dejado, a pesar de mi jubilación, de tener una relación universitaria.
¿Y usted a quién mordió? A la persona que dirigió mi tesis, Luigi Paris; a Norberto Bobbio… Tengo un buen recuerdo de mis maestros. Mi profesor de filosofía en el instituto era uno de estos profesores que podían interrumpir la clase para hacerte escuchar a Wagner, o si le preguntabas por Freud, dejaba de hablar de Platón y te hablaba de Freud. Era en verdad un gran maestro. Todo eso está en mis novelas, donde siempre hay una relación entre un joven y un maestro más anciano.
Tantos estudiantes… A lo mejor recordándolos halle usted una historia de la evolución de la juventud en este último medio siglo… No se puede dar una respuesta porque a lo largo de los años el diálogo con tus estudiantes cambia. La relación ideal entre maestro y alumnos es de 15 años de diferencia. Tú tienes 30 años, y el alumno, 20. Fue precisamente en ese periodo cuando he tenido una relación más intensa con mis alumnos. Porque si los estudiantes tienen menos años no hay relación, y si la diferencia es más grande ya no podemos ser amigos. Con los estudiantes de los años sesenta salíamos a cenar, a bailar; con los de ahora no se puede, les da vergüenza ir contigo. En el 68 fue interesante, ahí coincidías con estudiantes que tenían 15 años menos que tú; no podía ser como ellos, pero no me veían como su enemigo, por eso había una relación a veces polémica, a veces amistosa y continua.
Ahora vivimos un momento raro, usted dice que como el del final del Imperio Romano… En concreto, en Italia creen que en España estamos en el mejor de los mundos, y en España se habla de crisis… Estáis en un momento muy interesante en España, mejor que en Italia.
¿Y cómo está Italia? En uno de los peores momentos de su historia, con una clase política vieja que no se renueva. Hubo un extraño equilibrio que duró 50 años entre la Democracia Cristiana y los partidos de izquierda. Ahora se ha roto. El 50% de los italianos vota a Berlusconi, que es un índice de una profunda inmadurez política. Es un momento extremadamente triste, en el que los elementos de esperanza y de entusiasmo son muy pocos y donde emerge cada vez más la condena eterna de los italianos.
¿Cuál es esa condena? Una vez me encontraba en un taxi en Nueva York, y el conductor, que era paquistaní o indio, me preguntó de dónde era. Contesté que de Italia, y él quiso saber dónde se encontraba ese país. Me di cuenta de que tenía ideas muy vagas, como si le estuviera hablando de Surinam a un italiano, y él siguió preguntándome: “¿Qué idioma habláis?”. “El italiano”, dije, y él me preguntó: “¿Y cuál es vuestro enemigo?”. Le pregunté qué quería decir, y me contestó que cada país tiene un enemigo contra el que lucha desde hace siglos. Le contesté que no tenemos. Y me miró muy mal, porque un pueblo sin enemigo era poco viril. Pero luego reflexioné: nuestro enemigo es interno. A lo largo de toda nuestra historia nos hemos masacrado unos a otros, y ésa es también nuestra manera de entender la política. Nuestra fragmentación es en doscientos mil partidos diferentes, el Gobierno de Prodi cae por sus propios aliados, no por la oposición. Nunca como hoy ha caído tanto Italia en su enemistad interna.
¿Y de dónde viene esto? Italia se ha convertido en un Estado unitario hace 150 años, antes no lo era, y España lo fue por lo menos desde 1300, ¡desde el Cid Campeador!, y han sido unitarios Francia, Inglaterra. Italia era una pluralidad de tribus que hablaban un idioma diferente antes de que llegasen los romanos. Vosotros tenéis a los vascos y a los catalanes, y a los gallegos… pero nosotros éramos cuatrocientos, cada cinco kilómetros había una diferencia como la que existe entre Cataluña y Galicia. El Imperio Romano unificó, pero no lo suficiente. Además, si no hubiera existido la Iglesia, quizá las ciudades italianas habrían encontrado una forma de Estado unitario por la que regirse. El único Estado que ha quedado es la Iglesia, y lo demás es una fragmentación de ciudades que ha hecho que en Italia no exista el sentido del Estado. Por ello existe la corrupción, porque la gente no paga impuestos, porque no existe el sentido del Estado.
¿Y por qué gana Berlusconi? ¡Porque dice que no hay que pagar impuestos! Él fomenta la falta de sentido del Estado porque no lo tiene.
Usted habló de un taxista. Yo le nombro otro, el que me trajo del aeropuerto. Dijo: “¿Cómo se puede elegir de presidente a un hombre con tantos juicios pendientes?”. Da por efecto lo que es la causa. Berlusconi ha conseguido instaurar un tipo de poder fundado en la desconfianza en la magistratura y la justicia, por lo que puede gobernar, a pesar de tener juicios pendientes. Berlusconi no es el efecto en este caso, sino la causa. Ha hecho unas leyes precisamente para permitir a los que están enjuiciados llegar al Parlamento, y ataca continuamente a la magistratura. Berlusconi pudo llegar al Gobierno atacando a las fuerzas del orden, estimulando los instintos más bajos del italiano medio. Y ahora está cerca de tener el poder otra vez.
¿No hay solución para esta maldición italiana? ¡Que España haga una guerra de conquista! ¡Ja ja ja!
¿Ve a España como ejemplo? En este momento, España se encuentra en una situación económica de crecimiento, Zapatero es simpático, y, por tanto, me alegro de que haya ganado las elecciones. Está sin duda en una fase más dinámica con respecto a Italia. En los tiempos de Franco, ustedes venían aquí a contemplar el milagro económico de Italia, y ahora nosotros miramos a España con mucha admiración.
Así que el futuro italiano… Depende de que mueran unas decenas de personas que ya son muy mayores; es un hecho biológico. Y luego tendría que venir una nueva clase política. Somos el país con la clase política más anciana del mundo.
¿Y Veltroni? Sí, Veltroni es un joven. Tiene cincuenta años, pero los demás son muy viejos. Berlusconi tiene más de setenta años. En Italia, aunque alguien pierda las elecciones, vuelve a presentarse, es como si Al Gore volviera a ser candidato en Estados Unidos, o como si en Francia volviera a presentarse Jospin. En Italia, sin embargo, vuelve siempre el de antes. Éste es el síntoma de una clase política que no quiere renunciar al poder.
A lo mejor eso contribuye a que la gente dispare siempre contra la política, los jóvenes lo consideran algo ajeno. Los jóvenes de todas las épocas y países son los que se excitan con las grandes ideas de transformación; son revolucionarios, pero se quedan dentro del famoso esquema, “todos nacemos incendiarios y morimos bomberos”. Ahora, con la globalización y el fin de las ideologías, ya no se presentan tantas posibilidades de transformación, porque la transformación es planetaria, y hay que esperar las grandes tragedias ecológicas, la muerte de la Tierra. El gran error de las Brigadas Rojas en Italia fue tener una idea justa, aunque muchos pensaban que era delirante, que era atacar a las multinacionales del mundo, y otra idea equivocada, que había que hacer terrorismo para crear una revolución en Italia. Si existe el gobierno de las multinacionales, no lo arreglas haciendo la revolución en Italia. El proyecto terrorista estaba condenado al fracaso; ya entonces existía la globalización, aunque no tan intensa. Ya no hay posibilidad de transformación planificable, a no ser que ocurra como cuando la caída del Imperio Romano, con el nacimiento de las órdenes monásticas: te encerraban en el monte, en un convento, e intentabas salvar lo poco de la espiritualidad y el conocimiento mientras el mundo se desmoronaba. Hoy puede haber jóvenes que van al desierto a poner en práctica una vida ecológica. Eso es lo máximo que se puede hacer: no cambiar el mundo, sino retirarse del mundo; por eso existe el desinterés por la política.
En Italia acabó el terrorismo, y en Alemania, y en Irlanda. En España permanece. Y han surgido otros. ¿Cuál es su opinión sobre los terrorismos que han emergido en los noventa? El deseo de revolución, entre comillas, permanece siempre. Incluso allí donde no puedes hacerla, lo intentas… En países donde existen grupos étnicos hay el territorio suficiente para que se produzcan insurrecciones. En Italia, esos enfrentamientos se convierten en riñas futbolísticas. Y en otros territorios funciona la violencia, el fanatismo, la superstición; llevado eso al terreno de la política, pues ya se ve cómo acaba…
Estamos hablando el 11 de marzo de 2008, cuatro años después del atentado más grave de la historia de Europa, y fue en España. Al Qaeda fue la responsable. ¿Este terrorismo es la celebración del mal? Hay que diferenciar los terrorismos. El hecho de que utilicen métodos parecidos no los hace iguales. Los terrorismos internos no utilizan formas suicidas. Lo de Al Qaeda es un fenómeno bélico; es un grupo fundamentalista que se siente en guerra contra el mundo occidental y que, no pudiendo usar los instrumentos de la guerra tradicional –no habría ejércitos suficientes–, usa el terrorismo suicida. Esto no quiere decir que haya un enfrentamiento entre el mundo occidental y el mundo islámico, pero sin duda hay una parte del mundo islámico que se siente en situación de inferioridad y está en guerra.
El 11-S cambió el estado de ánimo del mundo, ahora somos menos felices… El 11-S ha creado un estado de miedo, pero tanto en España como en Italia ha habido atentados, han entrado y salido asesinos, hemos tenido guerras civiles, y sin embargo, Estados Unidos era la primera vez que sentía en sus carnes un ataque así. Los americanos no lo han digerido, y por esto han tenido reacciones irracionales, como la guerra en Irak, que ha creado más terrorismo que el que había. Es precisamente la reacción de alguien que no estaba acostumbrado a la guerra en el propio territorio.
¿Hay alguna salida a este malestar universal? Por el momento no. ¡Y si tuviera la receta, la vendería al presidente de Estados Unidos por unos miles de millones de dólares!
Por cierto, ¿quién será? Y yo qué se, los escritores no somos Nostradamus.
Lo que sí es cierto es que hace años usted dijo que iríamos rapidísimo, y ahora vamos a velocidades supersónicas… Y todo lo que ahora existe será obsoleto dentro de nada, hasta el mail será obsoleto porque todo se hará con el móvil. A lo mejor las nuevas generaciones se acostumbrarán a eso, pero hay una velocidad del proceso de tal calibre, que quizá la psicología humana no conseguirá adaptarse. Estamos a tal velocidad, que no hay ninguna bibliografía científica americana que cite libros de más de cinco años. El que está escrito antes ya no cuenta y ésta es una pérdida también de relación con el pasado.
La fe ciega en Internet crea monstruos, por otra parte. Sí, parece que todo es cierto, que tienes toda la información, pero no sabes cuál es buena y cuál equivocada. Esta velocidad provocará la pérdida de memoria. Y esto ocurre en las jóvenes generaciones, que ya no recuerdan ni quién era Franco ni quién era Mussolini, ¡o incluso Felipe González! La abundancia de información sobre el presente no te permite reflexionar sobre el pasado. Cuando yo era chico podían llegar a la librería tres libros por mes, hoy llegan mil. Y ya no sabes qué libro importante fue publicado hace seis meses. Eso también es una pérdida de la memoria. La abundancia de información sobre el presente es una pérdida y no una ganancia.
La memoria es el olvido, que diría Mario Benedetti. Es la historia de Funes, el memorioso, de Borges. El que tiene toda la memoria es un estúpido.
Tanta información hace que los periódicos parezcan irrelevantes. Ése es uno de nuestros problemas contemporáneos. La abundancia de información irrelevante y la dificultad de seleccionarla, y la pérdida de memoria del pasado, no digo ya la histórica. La memoria es nuestra identidad, nuestra alma. Si tú pierdes hoy la memoria, ya no hay alma, eres una bestia. Si sufres un golpe en la cabeza y pierdes la memoria, te conviertes en un vegetal. Si la memoria es el alma, disminuir mucho la memoria es disminuir mucho el alma.
¿Cuál sería hoy el papel de la información? Yo creo que perdemos mucho tiempo en plantearnos estas cuestiones mientras las generaciones más jóvenes sencillamente han dejado de leer los periódicos y se comunican a través de SMS. Yo no puedo desprenderme de los periódicos; para mí, la lectura de prensa es la oración de la mañana del hombre moderno; no puedo tomar café por la mañana si no tengo por lo menos dos periódicos para leer. Pero a lo mejor somos los restos de una civilización, porque los periódicos tienen muchas páginas, no mucha información. Sobre el mismo tema hay cuatro artículos que a lo mejor dicen lo mismo… Existe la abundancia de información, pero también la abundancia de la misma información. No sé si se acuerda de mi teoría del Fiji Journal. Yo estaba en las islas Fidji buscando información sobre los corales para mi libro La isla del día antes, y a mi hotel llegaba cada mañana el Fiji Journal, que tenía ocho páginas, seis de publicidad, una de noticias locales y otra de noticias internacionales. Aquel mes que estuve allí estaba a punto de estallar la primera guerra del Golfo, y en Italia había caído el primer Gobierno de Berlusconi. Me enteré de todo porque en una sola página de noticias internacionales, en tres o cuatro líneas, me daban las noticias más importantes.
Como Internet. Acudimos a Internet para conocer las noticias más importantes. La información de los periódicos será cada vez más irrelevante, más diversión que información. Ya no te dicen qué decidió el Gobierno francés, sino que te dan cuatro páginas de cotilleo sobre Carla Bruni y Sarkozy. Los periódicos se parecen cada vez más a las revistas que te daban en la peluquería o en la sala de espera del dentista.
Volvamos al principio, profesor. ¿Qué le hace a usted feliz? No sé, ya dije que no creo en eso, pero, en fin, me hace feliz encontrar un libro que buscaba hace mucho tiempo. Cuando lo compro y lo tengo, lo miro, soy feliz, pero allí se acaba la sensación. Mientras que la infelicidad es lo que me produce no tener este o aquel libro. La verdadera felicidad es la inquietud. Ir de caza, no matar al pájaro.
Es raro: un español y un italiano, y en hora y media de conversación, la palabra ‘Iglesia’ ha salido sólo tres veces. Se está produciendo un retroceso al siglo XIX, cuando había un enfrentamiento entre el Estado liberal y la Iglesia. ¿De quién es la responsabilidad? No es una casualidad que este enfrentamiento se haya hecho más duro con la llegada de Ratzinger; por tanto, a lo mejor se debe a la política clerical del nuevo pontífice. Su lucha contra la cultura moderna, el llamado relativismo, ha vuelto a los grandes temas de la Iglesia del siglo XIX, que hablaba contra la revolución y contra la ciencia moderna. Emergen ahora muchas posiciones anticlericales y mucha gente se declara atea. Ya nadie pensaba en eso. Ha subido al trono un Papa que piensa como un Papa del siglo XIX.
Usted ha escrito que Napoleón sólo vivió la Revolución Francesa… y yo he vivido la II Guerra Mundial, la caída del fascismo, la guerra partisana, la bomba de Hiroshima, la caída de la URSS, y la Guerra Civil española. Hay una maldición china que dice: “Espero que vivas en una época interesante”. Hay jóvenes generaciones que han vivido sólo épocas tranquilas, como la de la guerra fría. Ah, por cierto, eso que dije de Napoleón está equivocado, porque no sólo vivió la Revolución Francesa, sino también la historia de Napoleón. ¡Ja ja ja! 





Portada de La isla del día de antes




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Entrada núm. 1414 -
Reedición de la publicada originalmente en
"Desde el trópico de Cáncer" el 30/3/2008.
http://harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)

Entrevista a Umberto Eco

"El nombre de la rosa" (1982), de Jean-Jacques Annaud

martes, 1 de noviembre de 2011

Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz: Octubre de 1811







Bernardo Nadal Crespí (1746-1818)






Desde este enlace de la página electrónica del Congreso de los Diputados español puede accederse al Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz correspondiente al mes de octubre de 1811, tanto a los debates del pleno de las Cortes, como a los de la Comisión encargada de la redacción de la Constitución de la nación española, promulgada el 19 de marzo de 1812.

La presidencia de las Cortes rotaba mensualmente entre los distintos diputados de las mismas. Durante ese mes de octubre de 1811 la ostentaron sucesivamente Bernardo Naval Crespí, diputado por Baleares y obispo de Mallorca, entre el 24 de septiembre y el 23 de octubre, y Antonio Larrazabal Arrivillaga, diputado por la Ciudad de Guatemala y canónigo de su catedral, que la ocupó entre el 24 de octubre y el 23 de noviembre de 1811.

El vídeo con el que acompaño la entrada es un documental histórico-artístico sobre el Monumento levantado en la ciudad de San Agustín de La Florida (EUA) a la Constitución de Cádiz.

Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt








Antonio Larrazabal Arrivillaga (1769-1853)








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Entrada núm. 1412 -
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son ella páginas en blanco" (Hegel)

San Agustín de la Florida y la Constitución de Cádiz