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sábado, 9 de noviembre de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] Posmodernidades y corrupciones. (Publicada el 20 de marzo de 2009)



Alegoría del buen y mal gobierno, por Ambrogio Lorenzetti, 1338


Ignoro lo que opinarán ustedes, pero soy de los que piensan que una democracia asentada puede permitirse un cierto grado de corrupción entre sus políticos, individualmente, sin que las instituciones se resquebrajen o resientan. Entiéndanme, por favor: no estoy en favor de la corrupción ni de los corruptos. Digo, simplemente, que la corrupción es algo consustancial a la democracia, simplemente porque hay libertad, y donde la hay, siempre habrá políticos, administradores, finacieros y empresarios sinvergüenzas que se aprovechen de ello. Lo que hay que hacer es descubrirlos y meterlos en la cárcel. Y punto.

A mi, personalmente, me asusta mucho más el que la sociedad y la ciudadanía se tomen esa corrupción de sus políticos, dirigentes y administradores públicos como algo no sólo normal sino divertido, excusable e incluso elogioso. Admirable al respecto la denostada democracia estadounidense: el gobernador de Illinois, acusado de vender un asiento en el Senado al mejor postor, es destituido de su cargo sin contemplaciones, por su propio partido y su parlamento. El presidente Clintón se salvó por un voto de la destitución... ¿Por follarse a una becaria empleada de la Casa Blanca? No, eso no es delictivo; se le procesó por mentir a quienes investigaban el caso.

¿Y aquí? Políticos corruptos, incursos en causas judiciales, se amparan en la presunción de inocencia (aplicada a "los suyos", nunca a "los otros"), para seguir en el cargo, sin entender que la presunción de inocencia delictiva no tiene nada que ver con su posición política. Me resisto a aceptar las imágenes de partidarios, amigos y vecinos, jaleando como hooligans a políticos acusados de corrupción. O reelegidos una y otra vez, a pesar de estar incursos en procedimientos criminales. Esa sí es la corrupción que me asusta: la del cuerpo social y político, la de los ciudadanos indiferentes, la de los estómagos agradecidos. La otra, la verdad, es que no me preocupa. Y si la Justicia, fuera justicia, es decir rápida y eficaz, me preocuparía menos aún.

La periodista Rosa María Artal cuenta algo muy similar en un interesante artículo publicado en El País del pasado día 17, titulado "Hijos de la picaresca", en el que relaciona esa fascinación que provoca en algunos el político corrupto con la genuina tradición literaria española de la "picaresca", por lo que parece genéticamente inseparable del carácter nacional. Espero que les resulte interesante. También pueden darse una vuelta por el blog de la citada periodista, "El Periscopio", y de paso, si les apetece recordar las dos obras cumbres de la picaresca española: El lazarillo de Tormes, atribuida a Alfonso de Valdés, secretario del emperador Carlos V,La vida del buscón don Pablos, de Francisco de Quevedo. Disfrútenlas. HArendt




La periodista Rosa María Artal


"Hijos de la picaresca", por Rosa María Artal
(El País, 17/03/09)

Una conciencia laxa ante la corrupción, la creencia frente a la ciencia y un atraso educativo secular: tres pies para una mesa que cojea por su erróneo diseño. Alcaldes de todos los partidos son acusados de corrupción, ingresan en la cárcel entre llantos, vítores y aplausos, y, en el 71% de los casos, resultan reelegidos, aumentando incluso sus apoyos. ¿Concedemos los españoles mayor permisividad que otros pueblos a la trampa, el robo, la malversación, el cohecho y todas sus variantes delictivas?

Sin duda, somos hijos de la picaresca, un género literario asociado a las letras españolas que nos ha impregnado el alma. O viceversa. En su tiempo de esplendor -siglo XVII-, la picaresca supuso una auténtica creación porque abordó con crudo realismo la verdad, en contra de las idealizaciones del Renacimiento. La novela picaresca suprime artificios de lenguaje y refleja la sociedad en la que vive: la que distingue a los seres humanos según su cuna y arroja a los abismos al pobre, que sólo puede medrar con subterfugios superiores a los de aquellos a quienes se ve obligado a servir. España de falacia y pandereta, de filfa, patraña y estafa, lerda y falsa, clerical y oscurantista, que nunca concede al pícaro la gracia heroica del triunfo sobre el poder. Su astucia obligada sólo le ayuda a sobrevivir.

Pocos países en la historia han ostentado la hegemonía mundial. España tuvo ese dudoso privilegio durante varios siglos. Lo que otros imperios robaron -tributos y botines de guerra, si se prefiere usar eufemismos- puebla sus museos. Grecia y Egipto se contemplan en el British londinense, y, lo que resta, en el Louvre parisino o en el Vaticano. ¿Y qué fue de los tesoros incautados por España? A partir de esa primera interrogante, nos encontramos a los Austrias dominados por validos o, llegados los Borbones, a la regente María Cristina, que amasó una inmensa fortuna trapicheando, según se le atribuye, con la sal, los incipientes ferrocarriles e incluso la trata de esclavos.

La Segunda República no se libra de despilfarros, falta de organización y corruptelas. Alejandro Lerroux se vio obligado a dimitir de su breve mandato como presidente del Gobierno por los escándalos del estraperlo y el cobro de favores -uno de los pocos a quienes la corrupción le pasó factura-. En realidad, la trayectoria española del siglo XX está llena de casos con nombre propio. Inolvidables Matesa y Sofico en el franquismo; el aceite de colza, con la UCD, y todos los que ya apoya la memoria reciente.

España, pozo de dinero negro, ha hecho de la burbuja inmobiliaria el primer alimento para nuestra fama de corruptos. Extendida por todo el territorio español, prevarica, trafica con influencias, cobra comisiones y adjudica irregularmente. Se la está atajando con múltiples investigaciones y condenas, pero la basura no cesa de fluir. Una comisión del Parlamento Europeo dictaminó en 2007: "El urbanismo que está padeciendo España es un atentado contra derechos fundamentales, movido por intereses bastardos de constructores sin escrúpulos, conchabados con alcaldes de poca monta, enfeudados unos y otros en la codicia y la avaricia".

Si nos atenemos a los datos de la organización Transparency Internacional, ocupamos, sin embargo, el puesto 28 -entre 180- entre los más limpios, con una calificación de notable (6,8). La ciudadanía, en cambio, dice percibir alta corrupción, sobre todo política. Sólo que -y esto es básico- no le importa. Sólo un 2% de los ciudadanos la cita como problema en las encuestas del CIS.

Para los diccionarios de sinónimos, el pícaro es travieso, pilluelo, bribón, tunante, revoltoso o astuto. ¡Dulce benevolencia! Buena parte de los españoles admira a quien se enriquece, sin importarle los métodos.

El desmesurado peso de la Iglesia católica en el Estado español a lo largo de toda su existencia no es ajeno a la aceptación tácita de la corrupción. Influencia clara, cuando aún intenta impedir en España lo que acepta en otros lugares, como el estudio de Educación para la Ciudadanía o una ley del aborto europea. Partimos de dos premisas fundamentales que constituyen la razón de ser la religión: creencia frente a ciencia y juicio, y limpieza del pecado con una penitencia cómoda y solitaria. Los vecinos que vitorean alcaldes presuntamente corruptos no "creen" que lo sean, de nada les sirven las pruebas, les posee la fe. Muchos políticos también participan de esa actitud. Y sobre todo, demuestran pensar que la contrición privada exime de culpa, al margen de la justicia.

Causa y consecuencia, la educación sigue siendo asignatura pendiente de los españoles porque, a pesar del indudable y vertiginoso crecimiento económico, partir del subdesarrollo y la dictadura lastra. Aún presentamos un notable fracaso de instrucción infantil... y evidentes carencias en los adultos. Desde la inocua falta de uso de expresiones corteses y el escaso dominio de lenguas extranjeras, a no pensar en los otros -elemento básico de una formación adecuada-. País bipolar, de excesos y carencias, generador de caspa que no tapa el progreso.

Una llave para el cambio: la búsqueda del bien común. Y con ella, franquear la entrada a una nave que aguarda durante siglos partir hacia una nueva España. Por la borda y con una pesada ancla, habremos de arrojar la picaresca y todo lo que implica. Para enderezar la Historia.







La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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miércoles, 21 de diciembre de 2016

[Poesía y pintura] Hoy, con Francisco de Quevedo y Fra Angélico





Durante las próxima semanas voy a intentar unir en una misma entrada algunos de los más bellos sonetos en lengua española y de mis pinturas clásicas favoritas. Espero que sean de su agrado. Hoy dedico la entrada al poeta Francisco de Quevedo y su soneto Miré los muros de la patria mía, y al pintor Fra Angélico y su cuadro La Anunciación (1428). Disfruten de ambos.





Francisco de Quevedo 


Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (1580-1645), conocido como Francisco de Quevedo, fue un escritor español del Siglo de Oro. Se trata de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española y es especialmente conocido por su obra poética, aunque también escribió obras narrativas y obras dramáticas. Ostentó los títulos de señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago. Les dejo con


MIRE LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA

Miré los muros de la patria mía
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que amancillada
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;

vencida de la edad sentí mi espada
y no hallé cosa en que poner mis ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.




Fra Angélico


Beato Angélico O.P. más conocido como Fra Angélico O.P. o Fray Juan de Fiésole O.P (1390-1455), fue un pintor cuatrocentista italiano que supo combinar la vida de fraile dominico con la de pintor consumado. Fue llamado Angélico por su temática religiosa, la serenidad de sus obras y porque era un hombre de extraordinaria devoción. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1982. Giorgio Vasari en su libro Vida de los mejores, pintores, escultores y arquitectos se refiere a él como Fra Giovanni Angelico, poseedor de un "raro y perfecto talento" y menciona que "nunca levantó el pincel sin decir una oración ni pintó el crucifijo sin que las lágrimas resbalaran por sus mejillas".

Su cuadro La Anunciación es para mí la más bella pintura del museo del Prado, en el que se expone, y visita obligada en cada ocasión que recalo en Madrid. No dejen de ver el enlace inmediatamente anterior. Se lo recomiendo encarecidamente. 



La Anunciación, de Fra Angélico



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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jueves, 1 de octubre de 2015

[Humor & Poesía] Hoy, "Amor constante más allá de la muerte", de Francisco de Quevedo. Con viñetas de Ros




Francisco de Quevedo




Es muy posible que a algún purista le parezca una blasfemia lo que pretendo hacer durante unas semanas: unir en la misma entrada algunos de los más bellos sonetos de amor y a mis viñetistas cotidianos preferidos. Bien, pues lo siento por los puristas, pero un servidor piensa que hay pocas cosas en la vida más serias que el amor y el humor, así pues, ¿por qué no juntarlos?  Todo ello sin mayores pretensiones, aun reconociendo que meter en el mismo envoltorio un soneto de amor y unas viñetas humorísticas, por muy preñadas que estén de crítica social y realidad cotidiana, puede no resultar una fórmula afortunada. En cualquier caso, espero que sean de su agrado. 

El soneto es una composición poética compuesta por catorce versos de arte mayor, endecasílabos en su forma clásica, que se organizan en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos. En el primer cuarteto suele presentarse el tema de la composición, tema que el segundo cuarteto amplifica. El primer terceto reflexiona sobre la idea central expresada en los cuartetos. El terceto final, el más emotivo, remata con una reflexión grave o con un sentimiento profundo desatado por los versos anteriores. De Sicilia, el soneto pasó a la Italia central, donde fue también cultivado por los poetas del "dolce stil nuovo" (siglo XIII). A través de la influencia de Petrarca, el soneto se extiende al resto de literaturas europeas.

Continúo hoy la serie de sonetos de amor con el titulado "Amor constante más allá de la muerte", posiblemente el más bello soneto de amor escrito nunca en lengua castellana, de Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (1580-1645), escritor español del Siglo de Oro, conocido como Francisco de Quevedo, y uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española. Fue conocido especialmente conocido por su obra poética, aunque también escribió obras narrativas y obras dramáticas. Señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago, su infancia transcurrió en la Villa y Corte, rodeado de nobles y potentados, ya que sus padres desempeñaban altos cargos en Palacio. Estudió en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, en lo que hoy es el Instituto de San Isidro de Madrid, y Teología en Alcalá sin llegar a ordenarse, así como lenguas antiguas y modernas. Lo más original de la obra literaria de Quevedo radica en el estilo, vinculado al Conceptismo barroco, de léxico muy abundante con el que creó muchos neologismos que los escritores barrocos posteriores imitaron de él. La mayor parte de la producción poética de Quevedo es satírica, pero cultivó también una fina lírica cortesana prácticamente perfecta en técnica y fondo. Su visión filosófica es profundamente pesimista y de rasgos preexistencialistas. Abominó de la estética del Culteranismo a cuyo principal exponente, Luis de Góngora, atacaó violentamente en sátiras personales. Su poesía amorosa es considerada la más importante del siglo XVII. Paradójicamente, misántropo y misógino, fue, sin embargo, el gran cantor del amor y de la mujer. Escribió numerosos poemas amorosos (se conservan más de doscientos), dedicados a varios nombres de mujer: Flora, Lisi, Jacinta, Filis, Aminta, Dora. Consideró el amor como un ideal inalcanzable, una lucha de contrarios, una paradoja dolorida y dolorosa, en donde el placer queda descartado. Su obra cumbre en este género es, sin duda, su «Amor constante más allá de la muerte», que hoy traigo hasta el blog.

En cuanto a las viñetas que acompañan la entrada, las de hoy son todas del dibujante Ros, y han sido publicadas estos últimos días en el diario El País.

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 




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AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día;
i podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisongera:

mas no de essotra parte en la rivera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
i perder el respeto a lei severa.

Alma, a quien todo un dios prissión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido;

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo



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VIÑETAS DE ROS




















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