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sábado, 23 de diciembre de 2017

[A vuelapluma] El futuro comienza hoy





Cuando Zapatero no las tenía todas consigo a pocos días de las elecciones de 2004, afirmó en una entrevista en El Mundo: "Gane o pierda, yo soy el futuro". Arrimadas hoy, con su voz rota y entusiasmo intacto, debe apropiarse de la expresión: gobierne o no, ella es el futuro. Porque al final el futuro es siempre la razón y la concordia, comenta en El Mundo Javier Redondo, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid.

Ciudadanos es el primer partido en Cataluña. Rompió hace una década la barrera del silencio y ayer se elevó sobre tanto ruido y toda la chatarra tribal. La victoria de Arrimadas será considerada simbólica porque tendemos a pensar que la Historia sepulta al que no obtiene el báculo del poder, comienza diciendo el profesor Redondo. 

Sin embargo, la situación es muy distinta. Los catalanes que se sienten españoles han perdido el miedo a hablar, a expresarse y se niegan a asumir en silencio el adoctrinamiento implacable del supremacismo. La imagen de Arrimadas es la pesadilla del separatismo. Sienten y sentirán su aliento en el cogote. Ha demostrado que no desfallecerá. Ella, Ciudadanos y los ciudadanos de Cataluña ya no van a parar. Han provocado un fervor constitucional frente a las olas de odio. Se masca la tragedia de una mayoría separatista. Aunque no será igual. El 155 ha desbaratado muchos planes y cosido muchos pies a la tierra. 

Por su parte, Rajoy no luce pero sigue ahí. Su partido se desmorona en Cataluña pero su concurso es esencial: mientras permanezca en La Moncloa ata en corto a los sediciosos. Cs y PP crean una joint venture: un matrimonio de conveniencia. Se necesitan y a la vez se neutralizan.Evaluar contrafácticos es un ejercicio estéril. Nunca sabremos qué hubiese pasado posponiendo las elecciones autonómicas en Cataluña o juntándolas con unas generales. No obstante, hubiese supuesto asumir dos riesgos innecesarios: que el frenesí constitucionalista decayese y, sobre todo, que la gran coalición que aplicó el 155 se desintegrase al calor de una campaña nacional. Rajoy hizo su trabajo y le dejó a Rivera y los suyos completar la tarea. Los catalanes constitucionalistas no han penalizado la aplicación del 155, sino que han antepuesto la utilidad y preferido la frescura. Cs ha aglutinado el voto constitucionalista porque mantiene la pureza de origen. El futuro empieza hoy: el nuevo Govern será probablemente independentista de corazón y pecará de palabra pero no podrá hacerlo con sus actos. La sociedad civil se ha articulado en torno a un movimiento que pretende recuperar la política frente a la antipolítica, la libertad frente al totalitarismo y la pluralidad frente al supremacismo y la segregación. Generar divisiones y fracturas sociales tiene sus contraindicaciones. 

Los atropellados tienden a juntarse bajo el paraguas más impermeable y seguro. La política es demasiado compleja y produce reacciones imprevistas. El éxito de Arrimadas no estaba anotado en la Moleskine de Jové. "Pido el voto a todos los catalanes que creen en el futuro de España (...), que apuesten por lo que es propio de los catalanes, por la moderación, por el equilibrio y por la sensatez (...)". Rajoy reivindicó aquel triste y plomizo 12 de marzo de 2004 la «identidad múltiple" de muchos españoles en su último mitin de campaña en Barcelona. Entonces el catalanismo y la doble identidad era un espacio muy concurrido y fértil. Convergència y PSC se repartían sus frutos. Para uno las autonómicas y para otro las generales. 

Hoy ese terreno es un erial. El triunfo final del constitucionalismo dependía en última instancia del poder de atracción de Iceta, cuyo papel consistía en sumar al bloque constitucionalista a los desencantados del espectro nacionalista. No le beneficiaba una campaña tan polarizada. El logro independentista ha sido borrar todos los matices en una sociedad plagada de ellos. El fracaso de los socialistas ha sido y es no pilotar un microcosmos de izquierda donde la derecha vota a los nacionalistas. 

Pese a la seguridad mostrada y actitud avasalladora, el separatismo tenía dudas, inquietudes y desconfianzas. Lo revelan los papeles de Jové, el documento #EnfoCATs, esencial para que el juez Llarena mantuviese en prisión a los sediciosos. Por un lado, advertía en 2016 del desgaste emocional del separatismo. Así que sus comités estratégico y político pisaron el acelerador hasta octubre del año siguiente: secuestraron la política, cerraron el Parlament dos veces y se dedicaron en cuerpo y alma a la agitación y la propaganda. 

Por otro lado, y esto es lo realmente importante: en todo momento, los sediciosos han sido conscientes de que les faltaba un 15% de apoyo para consumar su propósito. Necesitaban ampliar su base social. Al mismo tiempo generaron conflicto y tantearon la desconexión forzosa. O no estaban dispuestos a esperar otra generación o pensaron en cebarla sumando una nueva fecha al relato victimista y de agravios con otra sonora derrota. El caso es que el separatismo cuenta como suyos a los partidarios del derecho a decidir. Iceta apartó sus dedos de esa sartén ardiendo. Si los comunes no son necesarios para formar Govern, Xavier Domènech respirará aliviado. Es otra de las paradojas de esta comedia de lo absurdo en la que se ha convertido la política en Cataluña. Tanto, que si Domènech fuese llamado a filas por ERC, el PSOE se frotaría las manos. Domènech estuvo vivo en campaña y dijo que en ningún caso formaría tripartito con la lista de Puigdemont. Por desgracia, la realidad no va a forzarle a rectificar ni a verificar sus palabras. Se mantiene inmaculadamente accesorio. 

Mientras, el PSC no ha expulsado los demonios del tripartido. Lo forjó con 42 diputados en 2003. Los socialistas de Cataluña se arrojaron en brazos del derecho a decidir y aportaron una explicación de carácter social y aparentemente no identitaria a la inmersión lingüística: serviría para la integración social de las capas más humildes de la sociedad. Tácitamente y sin querer alimentó el supremacismo. Aquello fue devastador para la izquierda en Cataluña y para el partido, que abandonó a su base social para cultivar un izquierdismo naíf y elitista. Si Convergencia emprendió su camino de perdición cuando aprobó una ampliación de capital de su negocio y se vio obligada a cobijar y cobijarse en ERC; los socialistas iniciaron el suyo al buscar la simpatía y aprobación del nacionalismo: malditos complejos. 

El último apunte es con vistas a Europa. Esto es lo que hay y lo que se avecina: Cataluña ha sufrido una campaña de derrumbe de la democracia. Dulcificamos el contenido con anglicismos y barbarismos: fake o posverdad. Los separatistas nos han metido en la máquina del tiempo y hemos retrocedido casi un siglo. Ha sido una campaña propia de los años 20 y 30, cuando las movilizaciones antifascistas escondían el totalitarismo comunista; la defensa de la identidad desataba olas de odio y la política se reducía a la consigna y el pensamiento asociativo. Todo era cartelería de guerra y emoción a flor de piel. Hoy todo es ilusionismo y golpes de efecto. La mentira empuja a la razón a desmentirla, pero mientras lo hace no se ocupa de construir argumentos sino de desmontar tramoyas. Los medios serios vamos con la lengua fuera cazando embustes. El nacionalpopulismo ha secuestrado la política. Junqueras, harto de las tretas de Puigdemont -candidato sin partido- le combatió. Y el prestidigitador no se inmutó e intervino estelarmente con una de las frases de la representación: "Sigue siendo mi vicepresidente". Puigdemont no ha renunciado al cargo. Su performance le ha proporcionado fama y crédito entre su público. Los separatistas escogen al héroe y prescinden del triste mártir. Las fechorías de Puigdemont acabarán en la frontera de los Pirineos. No hay más receta que la que aportan los autores de Políticas del odio. Violencia y crisis en las democracias de entreguerras, Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío. Contra la descomposición de lo político, la fortaleza de las instituciones. Cs es el primer partido en votos y escaños: estos son los hechos con los que construir la realidad y conquistar el futuro.



Dibujo de Ajubel para El Mundo


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt





Entrada núm. 4127
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

martes, 29 de septiembre de 2015

[Política] Ciudadanos: ¿Una marca blanca del PP?




Albert Rivera, líder de Ciudadanos



No tengo vocación de Casandra, la princesa troyana a la que los dioses maldijeron con el castigo de que nadie creyera sus certeras profecías, así que me importa más bien poco que me hagan caso o pasen de mí, pero presumo de tener buen olfato para algunas cosas, y tengo la impresión de que señalar a Ciudadanos como la "marca blanca" del PP comienza a resultar pueril, aparte de equivocado y peligroso. Al paso que van, pueden acabar fagocitando a más de uno a ambos lados de esa línea imaginaria que señala el centro político... De momento, le disputan, con acierto como acaba de verse en las elecciones catalanas, ese centro político al PSOE más que al PP, que más que a la derecha parece encontrarse al borde del abismo. Quizá habría que ir aceptando que uno, PSOE, es la izquierda del centro y, Ciudadanos, la derecha del centro, pero ambos centristas, y guste o no guste, las elecciones se ganan en el centro. Si tienen visión de futuro y generosidad mutua, pueden ser el primer gobierno de coalición de la historia reciente de España.

Dos semanas después de publicada esta entrada, un editorial de El País, analizando la última encuesta de Metroscopia, lo dejaba meridianamente claro, en el centro está la clave.

Hace unos días la prestigiosa Revista de Libros publicó un interesante artículo, firmado por el profesor de sociología de la Universidad de Zaragoza Pau Marí-Klose titulado "Génesis de un movimiento ciudadano", en el que este profesor aragonés reseñaba tres recientes libros que hablan del nacimiento, desarrollo y primeros triunfos del partido político Ciudadanos, escritos respectivamente por Antonio Robles: "La creación de Ciudadanos: un largo camino"Jordi Bernal: "Viajando con Ciutadans"; y José Lázaro y Jordi Bernal (eds.): "Ciudadanos. Sed realistas: decid lo indecible", los tres publicados por la editorial madrileña Triacastela entre 2007 y 2015.

A tan solo unos días de las elecciones autonómicas catalanas, dice al comienzo de su artículo el profesor Marí-Klose, los sondeos preelectorales pronostican, con un buen margen de confianza, que Ciudadanos está a punto de convertirse en la segunda fuerza política de Cataluña, sólo por detrás de una amplia coalición de partidos y entidades sociales que abogan por la independencia (Junts pel Sí). A tres meses de las elecciones generales, todo parece indicar que Ciudadanos será también una pieza imprescindible para formar nuevo gobierno en la próxima legislatura. Y todo ello, añade, en algo menos de diez años desde el congreso fundacional del partido, y poco más desde que sus promotores cobraran conciencia de la necesidad de gestar un nuevo proyecto político en un entorno que era absolutamente hostil a la emergencia de un partido de esa naturaleza.

Los tres libros que reseñamos, sigue diciendo, ofrecen un relato de primera mano de la forja de un partido político a partir de un movimiento social, que recogen testimonios directos, declaraciones y documentos fundacionales. El lector encontrará muchas claves sociológicas para entender los primeros pasos de un movimiento social y su transformación en un actor político. En este sentido, como pone de manifiesto la literatura académica sobre movimientos sociales, en el relato aparecen tres elementos cruciales para entender su gestación: 1) unas visiones intelectuales que proporcionan un «encuadre» (framing) para entender la realidad y empujan a la «insurgencia»; 2) una cierta capacidad organizativa y de movilización de recursos preexistentes; y 3) una estructura de oportunidades políticas propicia.

En el nacimiento de Ciudadanos, continúa diciendo, desempeña un papel de primer orden una visión intelectual singular sobre la realidad catalana, que entra en contradicción con la que se predica desde espacios hegemónicos. Su principal reivindicación es la llamada a construir una sociedad posnacionalista, en la que los elementos de adscripción étnica puedan seguir siendo constitutivos de las identidades personales de los ciudadanos, pero, en acertada expresión de Fernando Savater, «no salpiquen» y «no provoquen un lío con eso», aspirando a una nueva política en la que las principales cuestiones que entren en el debate y en la agenda gubernamental no conciernan a dimensiones de la identidad nacional que, a juicio de estos intelectuales, estarían eclipsando y postergando la atención a otros problemas más urgentes.

Al igual que sucede en la gestación de muchos movimientos sociales y partidos, los intelectuales desempeñan un papel crucial de vanguardia ilustrada. El éxito inicial de Ciudadanos es inconcebible sin el impulso de un grupo de escritores, dramaturgos, periodistas y profesores universitarios que aportan, en un momento propicio, elementos motivadores al discurso con el fin de arrastrar a colectivos más amplios a la acción política. Ciudadanos es, en buena medida, producto de artículos periodísticos, pequeños opúsculos, charlas públicas y manifiestos de una indudable calidad argumental y eficacia instigadora. Los quince intelectuales que intervienen en la gestación de Ciudadanos se reúnen periódicamente, mantienen correspondencia electrónica, contemplan diversas opciones de movilización y, en algún caso, se comprometen directamente en la articulación de las estructuras del partido (incluso, a tenor del testimonio de Antonio Robles, intervienen activamente en la elección de los primeros líderes). Muchos de ellos participan en los primeros actos de agitación y las actividades de campaña electoral tras la constitución del partido.

Son un grupo indudablemente eficaz, añade, que atesora grandes dosis de talento y carisma. Pero no están solos. Gracias al testimonio de Antonio Robles, sabemos que Ciudadanos es producto de la confluencia de estas energías intelectuales con otras de carácter más prosaico, pero absolutamente necesarias para articular el proyecto. El libro de Antonio Robles es un extraordinario recordatorio del papel de pequeños agitadores sociales, casi anónimos, integrados en estructuras organizativas precarias, que permanecen semilatentes durante largos períodos, pero que pueden cobrar un protagonismo inusitado cuando entran en contacto con esas energías intelectuales catalizadoras y, en el espacio político, aparecen «ventanas de oportunidad». En esas células se gestan ideas, pero, sobre todo, se reclutan y coordinan activistas, se captan recursos, se desarrollan actividades de divulgación y propaganda, y se diseñan estrategias de acción política.

La gestación de Ciudadanos, sigue diciendo, no es un proceso lineal ni exento de tensiones. No todos los promotores comparten el mismo proyecto ideológico y estratégico. El libro de Robles, añade el profesor Marí-Klose, nos ofrece interesantes estampas de enfrentamientos y refriegas derivados del choque de proyectos personales, talantes y visiones programáticas. Especialmente destacable es el dualismo ideológico, que a veces desemboca en conflicto abierto, entre promotores de corte «liberal» (con Arcadi Espada a la cabeza) y socialdemócratas (capitaneados por Francesc de Carreras). En palabras de Robles, los primeros querían diseñar una plataforma política fuera de las coordenadas izquierda/derecha, donde encontraran acogida ciudadanos que se sintieran abandonados o traicionados por las opciones políticas en el mercado, ya fueran de izquierda o de derecha; los segundos ponían el acento en construir un alternativa progresista al Tripartito, pero sin renunciar a sus valores sociales y su estética. La verdadera ambición de estos últimos, de acuerdo con Robles, era ofrecer una alternativa en el espacio político desocupado por el Partido Socialista de Catalunya una vez comprobado –fehacientemente– que los socialistas habían traicionado los valores ilustrados que se le presuponían.

Ciudadanos no podía haber aparecido en el panorama político en cualquier momento. Como nos relata Robles, antes de la gestación de Ciudadanos se habían producido diversos intentos de articular instrumentos políticos para hacer frente al nacionalismo, pero ninguno se había materializado en una opción electoral con posibilidades de alcanzar representación parlamentaria. Robles los califica como «años perdidos» y relata cómo muchos de los promotores posteriores de Ciudadanos (comenzando por Francesc de Carreras) tenían depositadas sus esperanzas en la llegada del Partido Socialista de Catalunya a la Generalitat. En este sentido, dice, el triunfo electoral de Pasqual Maragall en las elecciones autonómicas de 2003 provocó el entusiasmo de muchos militantes de la causa antinacionalista. Un entusiasmo que no tardó en tornarse en frustración y toma de conciencia sobre la necesidad de abandonar cualquier expectativa de que el Gobierno del PSC (junto a sus socios ecosocialistas e independentistas) iba a representar un cambio de rumbo drástico respecto al nacionalismo pujolista.

Los movimientos sociales son algo más que ideas y promotores que tienen la capacidad de propagarlas. Los movimientos cristalizan cuando aparecen espacios de oportunidad política. Sin esas ventanas que se abren de manera muchas veces inesperada, el embrión de cualquier movimiento social está abocado a una vida generalmente corta. El principal hito que precipita el cambio de estrategias políticas dice, es el resultado electoral del PSC en 1999: victoria en votos, derrota en escaños. En ese contexto, señala, el PSC lanza la propuesta de reforma del Estatuto de Autonomía para favorecer el acuerdo con ERC y dificultar la relación entre independentistas y nacionalistas de CiU, sin que existiera realmente una demanda social transversal a favor de esta iniciativa.

La formación del Tripartito en 2003, continúa diciendo, consolida este cambio de la dinámica de competición partidista, que otorga un protagonismo creciente al eje centro-periferia y provoca la radicalización de programas y estrategias. En este proceso, todos los partidos van a verse empujados a catapultar al primer plano el eje identitario. Las tensiones en torno al intento de reforma del Estatut terminan provocando la salida de ERC del gobierno tras una rebelión interna contra la postura de la dirección. 

En este marco de radicalización nacionalista de la oferta partidista y exacerbación de las tensiones territoriales, Ciudadanos encuentra rápidamente un nicho electoral que no existía. Se trata de un espacio vacío, desalojado por el PSC, donde se atrinchera una bolsa importante de votantes, activistas anónimos e incluso militantes y cuadros políticos frustrados y dispuestos a pasar página. Los promotores de Ciudadanos, sin duda, se atreven a «decir lo indecible», y los pequeños héroes casi anónimos que colaboran en la logística realizan un esfuerzo ímprobo por dar a conocer y suscitar simpatías por el nuevo partido, pero sin esa «ventana de oportunidad política» que aparece, Ciudadanos no se habría convertido en la maquinaria política que alcanza representación parlamentaria en Cataluña en 2006 y hoy aspira a convertirse en opción de gobierno en el conjunto del Estado.

Ciudadanos vuelve a reclutar fundamentalmente segmentos que se sienten traicionados por las políticas del Gobierno, concluye diciendo. Pero, esta vez, el relato es mucho más prosaico. No abanderan causas marginalizadas, ni pretenden cultivar retóricas de resistencia y asedio. Los destinatarios de sus mensajes regeneracionistas son, a tenor de lo que nos dicen los sondeos, votantes centrados, de predisposición crítica y lealtades hasta hace poco volátiles a los dos partidos mayoritarios. Ciudadanos es una nueva criatura política. A diferencia de lo que sucedía en Cataluña en 2005, sus discursos y propuestas no provocan rechazo. Hasta donde podrán llegar lo dirán los electores y el tiempo. De momento, por lo que parece, llevan buen rumbo.

Pocos días después de publicada esta entrada, Albert Rivera hacía unas declaraciones al diario El País que merece la pena leer con interés. A la vista de ellas reconozco que me parece imposible que alguien pueda seguir considerando a Ciudadanos una marca blanca del PP. Y si es así, tengo claro que estoy sordo y ciego, sin remisión.

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 




Congreso de los Diputados (Madrid)




Entrada núm. 2454
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